Día 14. Marca
Pareja: Tom/Regulus
Regulus se había escapado de casa, estaba harto de ser el perfecto omega sumiso y complaciente, estaba harto de quedarse en casa cuando todos sus amigos salían a divertirse.
Pero su familia parecía vivir en tiempos que ya no existían, donde los omegas solo podían salir para casarse y tener cachorros con un alfa de buena familia.
Su único apoyo había sido Sirius, su hermano mayor, pero este se había ido de casa cansado de las tontería de su familia.
Pero siempre le había dicho que le llamara si tenía algún problema, daba igual donde estuviera, sabía que Sirius iría a por él.
Por eso aceptó la invitación de Dolohov y los demás, iban a ir a una discoteca del centro de la ciudad. Regulus no había estado nunca, a sus 18 años tenía la experiencia de uno de 12, y siempre era la burla de todos sus amigos.
Hasta esa noche, se dijo, saliendo por la ventana como tantas veces había visto hacer a Sirius cuando se escapa de casa para salir con su grupo de amigos.
Reconocía que parecía más sencillo bajar por el canalón de Grimmauld Place de lo que en realidad lo era, sus manos eran más pequeñas que la de Sirius, un alfa en plena forma, sus músculos pequeños tampoco ayudaban, pero era ágil, y sobre todo estaba muy motivado a salir.
Cayó nada dignamente sobre el suelo, pero por fortuna no se había lastimado nada. Se sacudió la suciedad del pantalón, y sonrió nervioso.
Lo había conseguido, salió corriendo no fuera que al final alguien dentro de la casa le viera y su aventura no pudiera ni comenzar.
Un poco desorientado por qué camino coger, consultó su teléfono móvil sacando el navegador.
No se atrevía a tomar un taxi o el metro, y desde su casa había calculado la mejor ruta andando, no estaba tan lejos, y echó a andar completamente emocionado.
Media hora después estaba entrando al Soho, un barrio que solo había visto en fotos, y por las historias que Sirius contaba de noches de juega.
Algo dentro de él vibró, tomó un fuerte bocanada de aire antes de abrir la puerta del local donde Gibbon iba a celebrar su cumpleaños.
Pero no tuvo necesidad de hacerlo, la puerta se abrió y se encontró frente a frente a Dolohov, que al verle no se lo podía creer.
—¡Has venido!—exclamó dándole un fuerte abrazo.
Regulus sonrió, y fue metido al local entre un coro de risas y exclamaciones de felicidad.
Alguien le puso una copa en su mano, otro lo sacó a bailar, todos reían y conversaban lo que la música les dejaba entenderse.
Regulus nunca lo había pasado mejor en toda su vida, no paraba de reír, de saltar, bailar y abrazarse a todos sus amigos. No pensaba volver a quedarse en su casa siendo el perfecto omega nunca más.
Fue entonces cuando lo sintió, como si algo quemara en su nuca, se giró con demasiada rapidez, pero le vio.
Estaba en una de las partes más oscuras del local, rodeado de un grupo de gente con un aura tan oscura como él.
Era un alfa, de eso no había duda, un alfa poderoso y peligroso, que no paraba de mirarle.
Alto, con el cabello oscuro y corto peinado hacia atrás, solo veía bien sus labios en una sonrisa llena de dientes blancos.
Era un cazador, y Regulus era su presa.
Salvo que el omega ya estaba cazado aunque él no lo supiera.
Lo vio separarse del resto, cada paso que daba hacía que la nuca de Regulus ardiera, pero mentiría si dijera que era la única parte que le quemaba. Inconscientemente cerró las piernas con fuerza, como protegiéndose a sí mismo.
Era guapo, era condenadamente atractivo, y eso que a Regulus los alfas le gustaban lo justo, siempre tan prepotentes, siempre con sus feromonas lanzándolas por doquier.
—Hola, bonito—le dijo con una voz con la que soñaría hasta meses después—¿Quieres bailar conmigo?
No se dio cuenta de que debió decir que sí, porque ya se estaban moviendo hacia la pista. Tampoco vio como sus amigos quisieron ir hasta él preocupados, y dos armarios empotrados que resultaron ser dos alfas de seguridad se lo impidieron.
Regulus fue sostenido, bamboleado en un ritmo lento y sensual de una música que ni siquiera estaba sonando en ese momento.
El olor del alfa era fuerte, era intenso y embriagador, nunca había olido algo así. Regulus buscó un poco más con su nariz, y el alfa le apretó contra su pecho inclinando su cuello, donde encontró el lugar preciso.
Regulus parecía drogado por el alfa, por su olor, por su contacto, por sus manos acariciando su cuerpo.
Sus piernas no iban a poder proteger nada, las sentía ligeras en el movimiento suave de sus cuerpos. Su trasero ya había comenzado a lubricar, era la primera vez que le ocurría fuera de un celo. Tampoco había estado nunca con un alfa con unas intenciones sexuales tan clara.
Notó los largos dedos en su nuca, acariciando el punto que los había conectado. El calor aumentó, pero de un modo delicioso.
—No te había visto nunca por aquí—le susurró el alfa enterrándose en su cuello y lamiéndolo.
—No había venido nunca, es mi primera vez.—Parecía que no estuvieran hablando de aquel local, de aquella salida. Parecía que hablaban del miembro duro que sentía perfectamente contra su cuerpo, y de la excitación en cada parte de su cuerpo.
—Me alegro de haberte encontrado en tu primera vez.—El alfa giró suavemente su cuello, y le besó, suave, muy suave. Regulus nunca había sido besado así, nunca había sido besado y punto.
En algún punto fue alzado, sus piernas habían rodeado las caderas del alfa, y este se lo había llevado de la pista de baile. Habían caminado entre la gente, mientras sentía la lengua cálida por su cuello, en sus labios, en su boca.
El sonido fue opacado, habían entrado a lo que parecía un despacho. ¿Dónde estaban?
El alfa lo colocó en un sofá negro, lo besó repetidas veces, y vio como se quitaba la chaqueta del traje que estaba vistiendo.
—¿Dónde estamos?—Por primera vez Regulus se asustó, no conocía de nada al alfa, estaban solos en una habitación de cualquier sitio donde nadie los encontraría. Y el alfa se estaba desnudando delante de sus ojos.
—En un lugar seguro.
Pero Regulus ya no lo tenía claro, y se encogió sobre sí mismo. Haciendo que el alfa le mirara con un par de botones desabrochados.
—¿Quieres beber algo?
Regulus negó, y miró la puerta por la que debían haber entrado. La habitación no tenía ventanas, parecía un despacho.
El alfa se sentó a su lado, seguía oliendo divino, seguía siendo condenadamente atractivo, pero Regulus nunca había estado con ninguno, y se sentía inseguro.
—Me llamo Tom Ryddle, ¿cómo te llamas tú?—Al parecer era muy obvio que el omega había comenzado a replegarse, y el alfa trataba de relajarlo.
—Regulus, Regulus Black.
El alfa extendió su mano, y Regulus se la estrechó, se habían estado comiendo la boca y frotándose el uno contra el otro, pero aquello se sentía diferente.
—Soy el dueño de este lugar, y este es mi despacho. ¿Quieres que nos vayamos?
Regulus le miró, quizás lo mejor fuera irse de allí, pero por otro lado no quería hacerlo, le gustaba, solo que se había sentido abrumado.
Negó con la cabeza, y Tom sonrió con esa sonrisa peligrosa, y sin embargo, por algún motivo, Regulus no temió eso.
Tom le tomó de nuevo la mano, y lo arrastró un poquito más hacia él, para darle un nuevo beso.
Regulus le correspondió, y se vio colocado en el regazo del alfa, rodeado por sus brazos y siendo besado suavemente.
—Eres un omega encantador—le dijo sobre los labios. Regulus siempre había odiado que se lo dijeran, él era mucho más que eso, pero que se lo dijera Tom le hizo sentir muy valioso, muy especial.
Regulus sacó su lengua, lamiendo los labios que le habían halagado, y sintió como una de sus manos iban directamente a su trasero.
Lo masajeó, lo apretó, y quiso perderse en el pliegue cálido dentro de la ropa.
—Yo nunca he hecho esto—dijo algo avergonzado, era el único omega virgen de su grupo, ni siquiera en sus celos había usado a un alfa, sus padres no lo consentían.
Era imposible que los ojos oscuros de Tom hubieran brillado en rojo, pero Regulus juraría que lo hicieron.
—¿Y quieres hacerlo?—Aunque había sido formulado como una pregunta, en realidad había sonado a afirmación.
Los dedos largos y cálidos acariciaban su nuca, le hicieron gemir gustosamente.
—Dime, Regulus Black—parecía como si relamiera su nombre y aquello le excitó sobremanera—¿quieres hacerlo?
Regulus asintió, y juraría haber visto de nuevo ese tinte rojo en sus iris.
Pero lo que ocurrió es que sus manos amasaron su piel caliente y lubricada debajo de su ropa, y Regulus desabrochó la camisa negra de Tom.
Severus estaba mirando hacia arriba, al despacho en donde su jefe iba a marcar a ese omega como suyo.
Le conocía demasiado bien para saber que sabía perfectamente quién era ese muchachito, y también como lo había marcado con su escudo en la nuca desde que lo vio.
Sintió su propia marca bajo la piel, la que quemaba cuando su jefe se enfadaba con él.
Miró de nuevo hacia la pista, no era su problema lo que el hermanito estúpido de Sirius estuviera haciendo con Tom Ryddle, el hombre más peligroso de todo Londres en su despacho.
Y sin embargo sacó discretamente su teléfono móvil y le mandó su ubicación a Sirius.
El joven policía era un grano en el culo, pero era un grano que follaba demasiado bien. Black había estado persiguiendo a Tom como sospechoso en un caso de fraude del que obviamente era culpable. Querían atraparlo por algo, aunque fuera un fraude a hacienda.
No tuvieron nada que hacer, su jefe manejaba unos hilos demasiado profundos en el entramado tapiz de los negocios sucios de esa ciudad.
Cuando Black y Lupin no pudieron con su jefe, descendieron un escalón, y ahí fue donde entraron sus hombres.
Llevaban jugando a ese juego más de seis meses, y la tensión sexual era tan fuerte que el cachorrito de la policía no pudo resistirlo.
Esa noche tampoco lo haría, en menos de 10 minutos Sirius Black apareció por la puerta del local y le buscaba con la mirada ardiente.
Severus se pensó si decírselo antes o después del polvazo que se iban a pegar en el almacén.
Miró hacia el despacho de nuevo, sería después, sin duda sería después. En el fondo el muchacho iba a pasárselo bien, y la marca ya estaba en su nuca.
Mafiosos, mierda, cómo me gustan las historias con mafiosos.
Tom siendo Tom Ryddle y no Voldemort es un bello fetiche.
Hasta mañana.
Besitos
Shimi
