Día 16. Voz

Pareja: Grindelwald/Dumbledore


Inclínate—dijo Gellert enfadado, pero Albus tan solo sonreía fanfarrón.

Arrodíllate.—Intentó de nuevo.

Su voz de alfa era fuerte, él lo sabía, ya lo había hecho con otros. Betas y omegas mostraban sus cuellos bajo sus órdenes, incluso muchos alfas de su antigua escuela habían sucumbido a su voz. Y ese omega tan solo se reía de él.

—Inténtalo con más ganas—se rio Albus, era el omega más fuerte y bonito que había visto nunca. Lo suficiente para que le perdonara la insolencia, y quizás un poco más.

Gellert desistió de seguir intentándolo, con Albus no era posible, y estaba harto de hacer el tonto por más tiempo.

—Vamos al pueblo a por un helado.—Gellert bajó de un salto de las ruinas del castillo de Godric's Hollow.

—No puedo, tengo que quedarme con Ariana.

—No deberías ser su niñero—se quejó Gellert—. No seas su niñero.

Pero esta vez Albus no se rio, no le gustaba ese lado de su novio. Él tenía responsabilidades, no podía hacer como él, vivir la vida y seguir sus sueños. Él tenía dos hermanos a los que cuidar, y estaban solos, completamente solos.

—Me voy a casa.

—No te enfades, Albus.—Quizás la voz de mando no hiciera nada en él, pero las feromonas sí le podían, y sus besos también.

El pelirrojo se escabulló de él, pero Gellert le agarró por los brazos para besarle.

Olía a coco, y sabía a delicia. Y era escurridizo el condenado.

—Te veo mañana—le sonrió encantador como siempre.

Y le dejó allí plantado.

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Ven a mí.—Su voz de mando ya no era la misma, su poder ya no era el mismo, y Albus sentía como sus pies parecían no responderle y arrastrarle hacia Gellert.

Pero antes de llegar hasta el mago más oscuro que había conocido su sociedad, ese que quería ser el nuevo señor del mundo. Albus frenó sus pasos, se quedó estático en el sitio.

Albus apretaba los labios, Ariana y Aberforth habían caído a sus pies, podía ver las lágrimas de su hermana, la rabia de su hermano.

Habían pasado años, años en los que rechazó a ese alfa con ideas dementes, con ideas horribles en las que él había creído. Pero ya no, ya no lo hacía.

—No.

Ven—gritó—. Ven conmigo, Albus.

—No.—Se resistía, Gellert tiraba cada vez más.

Pero para asombro del alfa, Albus no dio ni un paso más.

—Nunca—gritó.—Nunca me iré contigo.

Y por primera vez alzó su varita contra Gellert, la alzó y le atacó, haciendo que sus hermanos quedaran liberados.

Atacando al alfa al que había amado y por el que nunca se doblegaría.


Siempre trágicos.

Hasta mañana.

Besitos.

Shimi.