Día 17. Dolor
Pareja: Charlie/Dennis
Cuando un alfa muerde marcando a un omega se crea un enlace entre ambos que los unirá del modo más íntimo que ninguna especie conocía sobre la faz de la tierra.
Eso era lo que Dennis había oído, leído y visto durante toda su vida.
Una verdad absoluta, un omega solo se sentía completo con la mordida de un alfa, y con un nudo en sus entrañas.
Y lo había sido, para él lo había sido durante un tiempo. El mejor momento de su vida, había sentido pertenencia, conexión, un vínculo más allá del amor y el deseo. Se había sentido completo.
Todo hasta que el mismo alfa había amado con locura había roto su lazo, había destruido su unión mordiendo a otro omega.
Entonces Denis, había conocido la otra cara de la moneda. El dolor más intenso de toda su vida, porque ni siquiera se podía tratar. No había poción, hechizo o medicamento que le hiciera padecer menos.
Hora tras hora sentía que iba a morir, que no podía ni quería seguir viviendo así. Odió ser omega, odio haber creído en ese alfa, haber creído que era especial, que todo era posible. Odiaba haber entregado su cuello como un estúpido, odió toda la felicidad que había sentido.
De la cama al suelo, del suelo a la muerte, pero esta no se lo llevaba solo disfrutaba con su sufrimiento. Y en ese momento fue consciente de que había perdido la cabeza.
Para cuando su hermano lo encontró, Dennis estaba deshidratado, rodeado de sus propios escrementos, y llorando con lágrimas secas.
Después de aquel día, su cuello llevaba una cicatriz, pero su alma no cicatrizaba, la herida no sanaba del mismo modo.
Nunca más le vio y lo agradeció a los más sagrado.
Volvió a su antiguo puesto en Sortilegios Weasley donde había trabajado, nadie le preguntó nada, pero todos lo sabían.
Había sido rechazado y no solo dolería, sino que la mancha que llevaba por dentro, le señalaría toda la vida.
Colin fue su tabla de salvación, como siempre, pero este insistía en que saliera, que se enfrentara a todos los que le juzgaban por su vínculo roto.
Denis nunca lo hizo, no era capaz.
Volvía a la habitación en casa de Colin y se encerraba hasta el día siguiente. Día tras día, mes tras mes.
Dennis no buscaba a nadie, pero alguien le encontró. Era pelirrojo, era uno de los Weasley, y era un alfa que se le acercaba tanto que sus ataques de pánico eran habituales.
No, no quería una cita, ni un café ni una vuelta en escoba.
Denis solo no quería ver a un alfa nunca más. Sus sonrisas le hacían temblar, sus miradas le hacían tener pesadillas.
Y fue George el que le dijo a su hermano que Dennis no entraba en el menú.
Sin embargo seguía apareciendo.
—Yo nunca te haría eso—le dijo una tarde mientras esperaba a sus hermanos.
Dennis huyó, nunca haría nada. Una vez ya tuvo suficiente.
La cicatriz en su cuello le dolía, como un miembro amputado y fantasma.
El vínculo no estaba pero sentía el vacío, le dolía el vacío.
—Solo dame la oportunidad, aunque sea solo como amigos. No tenemos que ser nada más.
Dennis no había sido así, había sido alguien alegre, divertido. Había hecho mil locuras, y había creído. Ahora no, ahora ya no podía.
Charlie se fue, y Dennis siempre supo que así seria. Salvo que volvió a los meses, como si nada.
Pasaba una temporada y volvía a irse, trabajaba en una reserva de dragones. Y por primera vez Dennis tuvo curiosidad. Le gustaban los dragones, era criaturas fuertes y drásticas. Tenían una única pareja y nunca la abandonaban.
Charlie hablaba de ellos, le contaba historias sobre las nuevas crías, las peleas entre machos. La venganza de las hembras.
A Dennis le gustaron sus historias.
—Ven a verlos, he venido a por dos ejemplares que habían sido vendidos ilegalmente—. Charlie le había contado que habían estado cautivos y heridos, la reserva ahora sería su hogar, su refugio.
Dennis iba a rechazar la invitación, pero puso sus condiciones. Iría con Colin. Y ambos hermanos fueron, pero Charlie no se separó de ellos.
Y por primera vez vio de lo que ese alfa era capaz. Del bien que hacía con esas criaturas maltratadas.
Y lo vio, él era una de sus criaturas, una que solo sobrevivía. Una a la que Charlie quería ayudar y salvar. Pero Dennis no era un dragón.
Sin embargo, a su lado comenzó a no tener miedo, a no sentir ese dolor mudo y fantasma.
—Amigos, solo amigos.
El pelirrojo asintió con una enorme sonrisa.
Un café, una visita a diversos santuarios, la idea de que Dennis sería un buen sanador de criaturas.
Aquello le hizo algo más que sobrevivir, cuando ayudaba a animales heridos, una parte de él sanaba.
Dennis se hizo voluntario y aceptaba las cenas con Charlie cuando estaba en la ciudad.
Cuando escuchó su autentica risa sintió como una parte de él volvía y Charlie la veía por primera vez.
Lo malo era que volver a tener significa poder volver a perder.
El miedo le hizo marcharse, el dolor residual y el temor a volver a sufrirlo le hizo temblar solo en su habitación.
Pero Charlie se volvió una constante intermitente, y se acostumbró a él, se acostumbró a su modo de acercarse, a su humor y a su trato.
Se acostumbró a tenerle sin tenerle, a que no significara nada más que eso.
El día que le besó, Dennis estaba preparado, era algo que el fondo sí quería aunque también lo temía.
Pero sus besos no pedían nada más, no imponían nada más.
Y cada paso fue lento, fue cuando Dennis estuvo preparado.
—Ven a la reserva, tómate unas vacaciones—le acarició las mejillas—. Yo hablaré con Fred y George si es necesario.
—Yo…
—Tu propia habitación, tus propias reglas. Los colacuernos húngaros van a salir del huevo, es un momento único.
Dennis fue, y fue solo. Colin se ofreció a acompañarle, pero eso tenía que hacerlo solo, no quería volver a tener miedo.
La reserva se lo quitó, era el lugar más increíble que había visto nunca.
Esa noche durmió con Charlie, durmió entre sus brazos y le dijo que él no volvería a enlazarse nunca más.
Charlie asintió.
—No necesito eso, solo a ti y que estés bien y conmigo todo el tiempo que tú quieras.
Aún sentía el dolor, a veces tan real como si siguiera allí, a veces solo un recuerdo que le entristecía, pero solo un momento, era un recuerdo, traumático, pero solo un recuerdo.
Había aprendido a vivir con él y no solo a sobrevivirlo.
