Día 18. Caricia

Pareja: Harry/Severus


Severus dormía mientras Harry acariciaba su cabello, aún estaba húmedo tras el baño.

Sabía que si tratara de hacerlo despierto, podría perder una mano, o algo peor.

Ese omega era una completa fiera, pero no le extrañaba, realmente no le extrañaba. Su vida no había sido para nada fácil.

Había ido pasando de alfa en alfa como un mero objeto, y no era capaz de ver a Harry de otro modo cuando puso el contrato matrimonial sobre su mesa.

—Iremos poco a poco—le aseguró, pero Severus tan solo le lanzó una mala mirada; no tenía opciones y no era tan estúpido como para no aceptarlo.

Harry le dio espacio, ese hombre había hecho demasiado por él y era el momento de devolvérselo.

Un omega con la marca tenebrosa en el brazo era carne de cañón, y tras la muerte de Voldemort, lo que debía ser la vida de un héroe no lo fue para Severus.

Dumbledore le había protegido, pero sin él, no tenía futuro. Harry lo sabía, y Severus sabía que Harry lo sabía.

Pero le demostró que no era como los demás, ¿cuándo lo había sido alguna vez?

Le dio su casa, le dio su espacio, le dio calma y su amistad si la quería. Y le prometió que podrían seguir así por el resto de sus vidas.

Supo que Severus no le creía, así que lo que necesitaban era tiempo. Y Harry tenía mucho, de hecho tenía muchísimo.

—¿No trabajas?—le preguntó Severus una mañana en el desayuno.

—No lo necesito.—Pues era la verdad, no tenía grandes gastos y sus cámaras, junto a las heredadas de los Black, le daban para dos vidas.

Pero Severus torció el gesto.

—Yo sí voy a trabajar—dijo desafiándolo, todo era un desafío con ese hombre.

—Muy bien, ¿en qué quieres trabajar?—Severus le miró mal, pensando que se estaba burlando de él.

Pero durante días Harry sacó el tema sin éxito. La enseñanza le hizo bufar, para el Ministerio igual, de San Mungo no quería ni hablar.

—¿Pociones?—Severus dejó de masticar e hizo como si nada, pero Harry entendió que eso era lo que quería.

—¿Qué te parece si montamos una botica aquí? Yo podría ayudarte.

Severus alzó su negra ceja con claro gesto de duda en sus habilidades. Pero le pasó una lista de todo lo que necesitaba.

Su relación cambió un poco, al menos hasta que Severus le anunció que su celo llegaría en una semana.

—¿Cómo quieres pasarlo?—la pregunta era sincera. Pero Severus no contestó.

—No voy a obligarte a pasarlo conmigo, he oído de unos supresores muy buenos, ¿los has tomado alguna vez?

—En Hogwarts los tomaba.

—¿Quieres tomarlos, te sientes bien con ellos?

—No soy un ser de cristal, no me trates como tal, Potter.

Con Severus no podías ir por alto ni por bajo, no era fácil, pero eso ya lo sabía antes de ir a por él.

Que estaba enamorado del omega no era un secreto, no para sí mismo, pero dudaba que el sentimiento pudiera ser correspondido.

Quizás no pudiera tener su corazón, pero podría hacerle la vida lo más fácil posible.

Los recuerdos que vio cuando derribó sus barreras en las clases de oclumancia no le abandonaban, nunca, bajo ningún concepto dejaría que alguien le volviera a hacer algo así a Severus. Ni siquiera él mismo. Comprendía a la perfección el odio que había sentido al verle y ser una copia casi exacta de su difunto padre, por primera vez en su vida odio a su padre y sus amigos más que al mismísimo Voldemort.

Los celos de Severus eran regulares y con supresores de buena calidad hicieron de sus vidas como alfa y omega más tranquilas.

Hermione y Ron decían que eran más como dos compañeros de piso que un matrimonio, y era cierto. Severus siempre se acababa el queso y nunca lo reponía. Pero quizás fueran de las etapas más felices de su vida, nadie le quería matar y eso ya era un avance.

—¿No quieres tener hijos, Potter?—esa pregunta le tomó por sorpresa.

Harry hubiera esperado cualquier cosa, pero no eso, no de él.

—Quizás, no es mi prioridad.

Parecía que Severus iba a seguir hablando pero se lo pensó mejor y siguió comiendo.

Desayunos y cenas eran sus momentos en común porque en las comidas lo más normal era que el omegq estuviera trabajando en su laboratorio y un elfo tuviera que llevarle algo.

El problema llegó con su propio celo, era completamente irregular, y no solía darle grandes avisos.

Cuando tuvo acorralado a Severus contra una pared fue cuando se dio cuenta de que debía irse de allí. Por su cara de pavor y la siguiente aceptación de lo que pasaría.

Él no era su padre y nunca lo sería.

Se fue y no volvió hasta dos días después, dos días en los que no pudo dejar de pensar en su omega.

Pero algo había cambiado, y Harry se sintió horrible cuando inconscientemente Severus se encogió cuando vio a Harry.

—Nunca, nunca haré nada contra ti. Te pido perdón, me tomó por sorpresa—reconoció Harry—, pero tengo suficiente control sobre mí mismo para irme.

Severus asintió, pero como siempre, se lo tuvo que demostrar.

A veces los tomaban por sorpresa, a veces había avisos.

—Tu celo se acerca—le dijo en el desayuno de esa mañana—. Hueles a canela.

—¿Mi celo huele a canela?—se asqueó Severus.

—A canela y limón—sonrió Harry.

—Odio la canela—se quejó el omega.

—Hueles muy bien—y vio a Severus Snape, al mismísimo Snape sonrojarse. El infierno se estaba helando se rio internamente.

—¿Yo te huelo?—Severus evitó su mirada.

—Madera y romero.

—¿Te gusta o lo detestas?—¿En serio le preguntaba eso a alguien al que no le gustaba?

—Me relaja.

Si alguna vez tuvo ganas de besarle, de besarle con toda el alma fue esa, pero no lo hizo. No era lo que Severus quería de él.

Pero como alfa tonto comenzó a desprender su olor más seguido y comprobando como era cierto que le relajaba.

Para su sorpresa Severus también le regalaba su olor. Salvo que a Harry por mucho que le gustara también le excitaba y potenciaba sus celos.

Cuando un alfa y un omega viven juntos que ambos se sincronicen acaba siendo lo habitual, especialmente si lo comparten. Salvo que ellos nunca los compartían.

La regularidad de Severus falló, y se presentó de imprevisto, destrozando la estabilidad de Harry. Cuando llegó hasta él vio algo que nunca vio antes, no en él. Súplica, anhelo, necesidad. Su celo despertó de golpe, era su omega, era suyo.

Pero solo le cerró la puerta, lo encerró mientras Severus comenzaba a suplicar detrás de ella.

—No, no así—gemía Harry contra la madera—. Así no, Severus. Mañana me odiarías y te quiero demasiado para poder vivir con tu odio.

Escuchó a Severus llorar, llamarle por su nombre.

—Ven, por favor, ven.

Harry se fue de la casa, mandó a sus elfos a suministrarle los supresores, cualquier tipo de poción calmante que necesitara. Pero que no le dejaran salir bajo ningún concepto.

Cuando volvió Severus no le habló por días, al quinto día Harry no pudo más.

—No podía hacerlo, entiéndelo.

—¿Tienes otro omega? Yo puedo irme, puedo valerme por mi mismo.

Harry alucinaba con las palabras de Severus, ¿otro omega? La risa no fue la mejor respuesta.

Severus tiró la silla al levantarse para irse, pero por primera vez Harry se impuso y le agarró de la muñeca atrayéndolo hacia él. Nunca sería un alfa mastodóntico, pero era lo suficiente intimidante para dejar perplejo a Severus.

—Nunca ha habido otro omega—estaba a punto de sacar su voz de mando, pero se contuvo—Y nunca lo habrá.

Severus se soltó de su agarre, cuando pensó que se iba se giró.

—¿Por qué te fuiste?

—No iba a poder controlarme.

—¿Te repugno?

—Más bien todo lo contrario—sonrió Harry.

—No te entiendo, Potter.

—Solo Harry.

Severus hizo una mueca con sus labios, parecía darle urticaria decirlo.

—¿Por qué no lo hiciste?

Esa pregunta era clave, contestar la verdad quizás los colocara en una posición incómoda.

Pero necesitaba decirlo, decirlo con él delante.

—Te quiero, y te he querido siempre y si algún día llegamos a querer estar juntos, será de un modo voluntario, no por un celo que nuble tu juicio.

Severus ni se movió, ni giró sus ojos, ni tan siquiera bufó. Tan solo estaba allí mirándole, mirándole como si nunca le hubiera visto.

Después se fue sin decir nada, amarle en silencio era una cosa, que ahora lo supiera aunque no cambiaba nada, le devolvió una vulnerabilidad que hacía años no sentía.

Pero ya no era un niño, podría con el sentimiento.

Severus no era alguien de movimientos rápidos, eran calculados, muy calculados. Y esa cercanía lo era, también su olor por todos lados, Harry podía sentir la canela por todos lados, pero sobre todo en su propia piel.

En su piel se adhería hasta volverlo loco.

—No me martirices así, Severus—le pidió antes de pasar una noche larguísima pensando en él.

—Quiero pasar mi próximo celo contigo.—Harry debía haber escuchado mal.

—¿Conmigo?

—No, con el alfa de enfrente.

Nunca un sarcasmo le había hecho querer arrancarle la cabeza a otro alfa.

—Contigo.—Harry se calmó de inmediato.

Quedaba al menos un mes para eso, y nunca un mes fue tan largo como el mes de noviembre.

Tampoco un alfa nunca fue tan pesado pidiendo confirmación días sí día no.

—Potter, si vuelves a preguntarme si estoy seguro y si sigo queriendo, te juro que no va a pasar.

Harry se calló el que le llamara Harry, pero sabía cuando era mejor dejar de insistir a Severus, debía entender que no quería cagarla. No quería que llegara el día del celo, tomarle y que luego se hubiera arrepentido.

Pero la casa se llenó de un fuerte olor a canela y limón, y Harry casi babeaba por todos los rincones de su casa.

Su experiencia era casi nula, y desde que estaba con Severus había ido acumulando ansiedad entorno al tema.

Pero solo bastó una mirada oscura para que su lado alfa arrasara cualquier inseguridad.

Severus suplicando con su mirada por él, era más de lo que podía esperar, y pasó. Por primera vez probó sus labios, besó su piel, lamió su cuerpo.

Atendió cada una de las demandas de su omega, se bebió sus gemidos, quería pensar que había sido delicado, pero a últimas instancias las demandas de Severus le habían exigido dar todo de él.

Cuando sintió su nudo meterse en su omega, su celo comenzó, y los azotó con fuerza a ambos.

Y era ahora, cuando lo había llevado desde la cama al baño, había comprobado que su cuerpo estuviera bien, que no le miraba con miedo ni con odio, que había lavado y acariciado con reverencia a Severus. Cuando cargándolo en brazos, y cambiando las sábanas a unas limpias y frescas con un giro de varita, cuando lo tenía tendido en la cama, aún con el cabello negro húmedo, y acariciándolo con la mayor de las ternuras que se había permitido Harry en su vida.

Era ahora, cuando más le amaba, era ahora cuando más miedo tenía de su reacción. Porque él no iba a poder seguir siendo solo "compañeros de piso", porque eran mucho más, y aún no sabía qué.

De su pelo, pasó a su mejilla, y de esta a su cuello, apartando algunos mechones que le dejaran ver la marca que le había dejado.

Harry suspiró y cuando volvió sus ojos hacia arriba, Severus estaba despierto, despierto y silencioso.

Y mordiendo su temor Harry esperó.

Y lo que llegó fue una caricia en su mejilla, una caricia que había esperado mucho más que dos días de sexo desenfrenado.

Se acurrucó contra su omega, lo abrazó con fuerza y suspiró tranquilo cuando este se dejó sostener y buscaba su calor.

Aquella fue la primera noche que durmieron juntos, pero no fue la última.


Difícilmente es día 18 en alguno de los lugares desde donde leéis, pero bueno, hoy habrá dos.

Hasta luego.

Besitos.

Shimi.