Día 19. Salvaje

Pareja: Harry/Draco


—Granger, ¿tú me has visto cara de suicida?—bufó Draco queriéndose ir, pero tres Weasley le cerraban el paso.

—Harry nunca te haría daño.

Si no conociera a esa bruja, si no hubiera sido su compañera de clase, su objeto de burlas, y un grano en el culo, hasta la hubiera podido creer. Pero ya la había visto dudar antes, y estaba dudando.

—Según tú has dicho está a un punto de perder su humanidad, no voy a ser el omega al que destroce cuando no quede nada de ella.

—Harry no es así—terció Ron—. Aún puede controlarse.

—En ese caso, ¿por qué yo?—se cuestionó receloso, no sobrevive uno a una panda de mortífagos, al señor oscuro, a medio mundo mágico que quiere verte jodido pensando en que iban a ir a por él si todas sus opciones no se hubieran acabado.

El modo de traer a un alfa de ese estado era con un omega, con su olor, sus feromonas los tranquilizaban y los traían de vuelta. Siempre y cuando no hubieran pasado una línea, en ese caso, el omega, era omega muerto.

—Eres el candidato ideal.

—Querrás decir la víctima ideal—señaló Draco.

—Se te pagará bien.—No sabía si era Fred o George, le daba lo mismo, desde que eran ricos se creían que podían comprarlo todo.

—Os podéis meter...

—Vives casi en la calle, Malfoy, esto es una gran oportunidad para ti.—Aquella sangre sucia se estaba metiendo donde nadie la llamaba, y además le había investigado.

Sí, probablemente acabaría en la calle si no era esa noche sería la siguiente, pero de ahí a ofrecerse como sacrificio ritual a Harry Potter, un alfa que casi estaba por perder su humanidad para que su parte animal le devorara, era demasiado.

Entendía la preocupación de sus amigos, hasta pensaba que era bonito, pero se equivocaban de omega, quería seguir viviendo, costara lo que costara.

—Trabajo fijo en nuestra tienda—dijo el otro, ¿quizás este era George?—Podrás tener tu propio sitio y dejar de ir de pensión de mala muerte a antro del infierno.

Los Malfoy lo habían perdido todo, eso era vox populi, su padre estaba en Azkaban, su madre en San Mungo, y él estaba solo, solo y arruinado y con pocas opciones de tener un trabajo digno fuera de las boticas más oscuras e ilegales del callejón Knocturn.

Hubo un largo silencio, muy largo para los otros, no tanto para él.

—¿En qué fase está?—preguntó finalmente.

—Ojos rojos, caninos desarrollados—dijo Hermione.

—Huele a perro mojado y cabreado—dijo uno de los gemelos, Draco contuvo la risa, y sopesó. Aún no se había transformado del todo. Pero estaba cerca.

—Quiero 500 galeones por adelantado, y no pienso tener sexo con él.

—Aceptamos.

Draco se rio por dentro, esa Granger era una negociante nefasta.

—Quiero mi contrato de trabajo firmado.

Esos dos tardaron un poco más en asentir, pero al final lo hicieron.

Dos horas después estaba delante de la puerta de Potter, no se fiaba un pelo de llegar por red flu y que se quedara atrapado y sin saber donde estaba.

Paranoico dirían, supervivencia pura y dura.

Cuando entró en la casa lo olió, y casi estuvo por irse. Le habían mentido, estaba mucho más avanzado, y casi esperó ver a un monstruo abalanzándose sobre él, pero Potter aún conservaba su apariencia humana, casi.

Gruñó tan fuerte al verle, que a Draco le temblaron las piernas. Se lo iba a comer vivo.

Pero nunca, nunca se le da la espalda a un alfa en ese estado.

—Vete.—Su voz era ronca, áspera, había visto alfas sin humanidad del lado de Voldemort y no quería volver a estar delante de uno.

Por él se iría tranquilamente, pero había hecho un trato. Y un trato era un trato.

Dejó salir sus feromonas omegas, las únicas que tranquilizan a un alfa en ese estado, notó como las aletas de la nariz de Potter registraron el olor.

Pero en vez de calmarlo, el gruñido que salió de sus entrañas fue tan grave que el mismo Draco se sintió vibrar con él.

Cerró los ojos y soltó una carga mucho más fuerte, Potter de una rápida carrera lo atrapó contra la puerta, Draco cerró los ojos pensando lo peor. Pero el alfa solo comenzó a olerlo.

—No quiero hacerte daño, vete, Draco.

Entonces le miró, sus ojos eran completamente rojos, sus colmillos amenazadores, pero aún así, sintió que no le haría daño, que de verdad no le haría daño.

Entonces lo hizo, frotó su nariz contra la glándula en el cuello de Potter, olía fuerte, salvaje, bestial, pero en ningún caso era un mal olor.

Potter lo apretó más contra la puerta, y casi estaba seguro de que si no fuera por su cuerpo, las piernas no le sostendrían. Pero el moreno también enterró su nariz en su cuello, oliéndole, calmándose.

No supo cuanto tiempo estuvieron así, cuanto se respiraron, solo que Potter le tenía fuertemente sujeto contra él, y como en el fondo el gustaba esa sujeción.

No es como si Draco nunca hubiera estado con un alfa, pero últimamente los únicos que encontraba era todos unos gilipollas presuntuosos.

La nariz dio paso a los labios de Potter en su cuello, y Draco sabía lo que significaban los besos, y eso no era lo que había acordado.

Sin embargo, la lengua sobre su glándula era demasiado buena, demasiado caliente, no pudo evitar lubricarse, y Potter no dejó de notarlo, sus manos bajaron de su cintura hasta la humedad entre sus piernas.

Cuando Potter le miró, había verde en sus ojos, verde y deseo.

A la mierda, Potter no estaba nada mal, podrían jugar un poco.

Los brazos de Draco pasaron por encima de sus hombros, llegando a su pelo, seguía siendo un desastre, pero un suave tirón le bajó directo a sus labios.

Magrearse un poco nunca había matado a nadie, cuando se separaron, Potter tenía los ojos completamente verdes, sus colmillos se habían escondido, y le miraba como si se lo fuera a comer, pero de otra manera.

—¿Estás mejor?—le preguntó Draco.

Harry se separó, como si se diera cuenta de golpe de lo que estaba sucediendo.

—¿Hermione?—preguntó Harry.

—Y su séquito de pelirrojos.

Harry casi sonrió, casi.

—Espero que el trato fuera beneficioso para ti.

Draco casi se ofendería, pero era verdad que había un trato, pero también que no le gustó la tristeza que la voz del alfa destilaba en aquella afirmación.

—¿Querías que fuera yo?—preguntó, en realidad eso podría haberlo cualquier omega motivado.

Potter le sostuvo la mirada, pero no contestó. Y sí, supo que quería que fuera él.

—Espero que no lo dejes ir tanto la próxima vez, y seas tú quien me llame—dijo Draco coquetamente.

Potter sonrió, y le gustó un poquito demasiado.

—Te avisaré.

Draco asintió, aún notaba su olor, sus besos, y sus manos.

Pero era hora de irse.

—¿Te puedo avisar mañana?—dijo Harry antes de que Draco se fuera.

La verdad era que lo que había probado le había gustado bastante, y lo que había notado clavándosele en la cadera prometía mucho.

—Salgo de trabajar a las siete—le sonrió antes de irse.


Draco es un chico listo.

Hasta mañana.

Besito.

Shimi.