Capitulo 2. Malditos Mundiales
Cuando Silver volvió en sí, se dio cuenta que estaba siendo sujetada por dos personas que la agarraban con delicadeza por debajo de los hombros. Apenas podía abrir los ojos, pues el aire la daba de lleno contra la cara y hacía que las lágrimas la nublaran la vista, pero cuando lo consiguió por fin, deseó no haberlo hecho nunca. Su tía y otro de los hombres que habían conocido al llegar a traslador estaban corriendo como si de una cinta invisible en el aire se tratara mientras poco a poco descendían hacia el suelo que cada vez se veía más cerca.
Cuando por fin llegaron al suelo, sus tripas la dieron el aviso de lo que llevaba tiempo aguantándose, y sin preguntar se abalanzo detrás de unos setos a vomitar. Estaba claro que este no iba a ser su medio de trasporte preferido. Pasados unos minutos, y varios enjuagues de boca se reunió con el resto de personas.
- ¿Estas bien cielo? - Preguntó de forma cariñosa su tía, con cara de preocupación.
- Si, solo algo mareada, Pero ya estoy mejor contestó Plata -
- Nos pegaste un buen susto señorita - comentó el hombre que la sujetaba del hombro cuando estaban en el aire - de repente tu cuerpo se relajó y nos llevó unos segundos darnos cuenta que habías perdido el conocimiento - siguió diciendo el hombre mientras la miraba.
- Te presento a mi compañero Kingsley - dijo Tonks - y a parte de compañero, puedo presumir que es uno de mis mejores amigos. Hemos vivido muchas aventuras juntos desde el colegio y ahora en el Ministerio - concluyó orgullosa Tonks mientras sonreía.
- Es un placer conocerlo - saludó educadamente Silver mientras se enjuagaba por enésima vez la boca intentando quitar sin resultado el sabor amargo que la había quedado. - Entiendo que no he sido la mejor compañera de viaje ¿no? - dijo entre dientes.
- Tranquila, - contestó Kingsley - no eres la primera persona que se desmaya, o vomita. Uno se acaba acostumbrando.
- Bueno, ahora que ya has recuperado tu color, será mejor que nos pongamos en marcha si queremos encontrar nuestra tienda antes de que anochezca ¿no creéis? - Dijo Tonks
Caminaron durante al menos treinta minutos y después unos diez minutos más entre tiendas y gente que eufórica se movía, cantaba y se preparaba para el comienzo del partido. Cuando llegaron a su tienda, Silver descubrió que tenía dos estancias bien separadas. Una con dos literas, donde su tía y ella dormirían, y otra separada al otro lado, con una cama baja, donde dormiría Kingsley. Tenía una amplia cocina, equipada con todo lo necesario y un baño muy amplio.
Silver se cambió de ropa y se puso su jersey y su bufanda de Bulgaria, mientras que su tía Tonks hacía lo mismo con los de Irlanda.
- Ni en eso os parecéis - dijo Kingsley riéndose - en esta ocasión opino como tu sobrina, amiga mía y estoy seguro que ganará Bulgaria por goleada jajja - dijo mientras se abrochaba una larga capa de terciopelo.
Tonks y Kingsley siguieron discutiendo los motivos por los que cada uno creía que su equipo iba a ganar el partido mientras que Silver no podía dejar de mirar con atención el despliegue que se había montado y anonadada no perdía detalle de lo que la rodeaba.
Los asientos que tenían no eran de los mejores, pues estaban bastante arriba, pero aun así Silver no podía dejar de pensar que era el mejor día de su vida. Un poco más abajo, en unas tribunas centrales y gracias a unos prismáticos que le había dejado Kingsley, Silver pudo ver como llegaban Lucius Malfoy y su hijo, Draco.
Toda la vida, su padre le había explicado a Silver que su abuela fue repudiada por haberse enamorado de un simple muggle, y que por ello había deshonrado a la familia. Según ellos claro. Era por eso, que ni él ni su tía, tenían relación con los Black desde hacía años y Lucius aprovechaba cada encuentro para recordarles que eran unos traidores a la sangre. Sin embargo, no había pasado lo mismo entre Draco y Silver. Si bien es cierto que ella era un león y él una serpiente nunca habían tenido un enfrentamiento directo. No sé si porque el frente abierto de Draco siempre era Harry Potter o qué, pero, aunque a escondidas por miedo a que sus familiares supieran que tenían relación, habían quedado durante todos los jueves noche al lado del lago y habían charlado durante horas. Draco le había confesado a Silver como le trataba su padre y cuanto le odiaba por ello, y cuantas veces le había rogado a su madre que se separara de él y ella no había querido por miedo a perder su estatus. Como se sentía obligado a crear ese personaje que reconoce que al principio era infundado, pero que, con el paso de los años, al madurar le parecía solo una careta más ante Lucius. A su vez Silver le contaba lo sola que se sentía a veces, por el hecho de no saber o no poder relacionarse más abiertamente con la gente, y como cada día cuando marchaba de aquellos encuentros, solo pensaba en que llegara de nuevo el próximo jueves para poder volverse a encontrar.
Claro está, si se encontraran entre la multitud, ninguno levantaría la vista ni la mano para saludar al otro. Una vez más como otras tantas, se ignorarían. Al final, mientras siguiese siendo su secreto, podrían seguir viéndose, sin hacer daño a nadie. Ni a ellos mismos.
Silver volvió de entre sus pensamientos, y se fijó que acaban de dar la entrada al equipo de Irlanda. Así que cruzó los brazos contra su pecho para intentar sentir algo de menos frío y dejó a su mente disfrutar de lo que tenía ante sus ojos.
El partido fue puro espectáculo, y a pesar de que Bulgaria atrapó la Snich, Irlanda acabó ganando el partido. Una vez terminado, se juntaron al resto de personas de su fila, para poco a poco ir abandonado las gradas. Cuando llegaron a la tienda, Kingsley con un rápido movimiento de varita, hizo aparecer varios platos con una pinta deliciosa, y de postre, un buen chocolate a la taza para que el cuerpo les entrara en calor. Era muy tarde y los ojos de Silver se cerraban por momentos y cuando se quiso dar cuenta unos brazos la dejaban sutilmente sobre la litera.
Los zarandeos de su tía Tonks la despertaron de repente en lo que ella había pensado que no habían sido ni cinco minutos desde que cerró los ojos.
- Rápido Silver, vístete, tenemos que irnos. ¡YA! - le gritaba nerviosa su tía.
- ¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando? - contestó Silver, mientras obedecía las ordenes de su tía, pues sabía que por el tono de voz de Tonks, algo no iba bien.
- Vale, creo que esta despejado, ¿estáis listas? - dijo Kingsley que acababa de aparecer por la puerta de la tienda. - Nuestro traslador está a la otra punta y sale en menos de quince minutos, así que tenemos que darnos prisa chicas - prosiguió - Silver, será mejor que saques tu varita.
- Pero... - empezó a decir Silver, pero Kingsley la interrumpió - Se que no entiendes nada, pero necesito que hagas lo que te digo. Vamos, seguidme - acabó ordenando
Salieron de la tienda y Silver solo oía que gritos, explosiones y otra vez más gritos. De soslayo pudo ver a varios hombres encapuchados de cabeza a pies que lanzaban hechizos mientras perseguían a varios magos, y como Tonks agarraba cada vez más fuerte la mano de Silver mientras tiraba de ella y hacía encantamientos de protección a su alrededor.
Cuando llegaron hasta lo que parecía una bota desgastada, Tonks miro a su alrededor mientras buscaba su reloj en el bolsillo del pantalón.
- Faltan dos minutos - dijo mirando a Kingsley mientras jadeaba debido al esfuerzo.
A lo lejos pudieron ver como varias siluetas se acercaban corriendo. Tonks y Kingsley levantaron sus varias en posición de ataque, y Silver, hizo lo mismo, aunque estaba segura que no sabría que hacer llegado el momento. De repente, una voz salió del cuerpo del hombre que encabezaba el grupo, y los cuerpos de Tonks y Kingsley se relajaron.
- Soy Arthur Weasley, vengo con mi familia. Bajad las varitas por el amor de dios - suplicaba casi sin que le saliese la voz.
- Lo siento Arthur - contestó Tonks - nos han venido persiguiendo los mortífagos, y pensamos que venía a impedir que cogiésemos el traslador. ¿Estáis todos bien, chicos?
Hubo varios gestos afirmando a la pregunta que había hecho Tonks. Esta sin perder más tiempo se dirigió hacia el hombre que decía llamarse Arthur.
- Necesito que me hagas un favor, Arthur. Ella es mi sobrina Silver. Necesito que la acojas durante unas horas como si fuera una más de tus chicos - empezó a decir a la velocidad del rayo - Kingsley y o debemos volver a ayudar a los compañeros, y sé que puedo confiar en ti - siguió argumentando mientras el hombre asentía con la cabeza en señal de conformidad.
Silver escuchaba atónita a su tía y negaba con la cabeza mientras esta se acercaba a ella y la abrazaba con fuerza.
- Escúchame, no tenemos mucho tiempo o perderéis el traslador. Me reuniré contigo en la Madriguera antes de lo que te piensas. Necesito que confíes en mí. Arthur es un amigo, y él y su familia cuidarán bien de ti. Te lo prometo.
Plata no era capaz de articular palabra. Se sentía la chica más cobarde del mundo, pues ni siquiera era capaz de decirle a su tía que no quería que se fuera. Una vez más, su patético carácter de jugaba una mala pasada. Y aunque sabía que no se perdonaría si algo le pasaba a su tía, solo pudo que asentir mientras las lágrimas la recorrían el rostro.
Alguien la agarró por detrás, mientras la acercaba a la bota que suponía que era el traslador de vuelta a casa, y le susurraba lo que creía que eran palabras de aliento y consuelo, pero su mente estaba ya a miles de kilómetros de allí. Cuando quiso reaccionar para girarse a ver a su tía, ésta ya había desaparecido. Y Kingsley con ella. Al menos le quedaba el consuelo que se tenían el uno al otro, y rezaba mientras volvía a girar a gran velocidad y el estómago se le ponía de corbata otra vez, que nada malo les pasase.
Y hace apenas unas horas había pensado que este estaba siendo el mejor día de su vida...
Malditos Mundiales - fue lo último que consiguió decir Silver mientras un repentino frenesí de colores cubrían su pelo dejando un hermoso arcoíris cubriendo sus rizos.
