Capitulo 5. Movimiento derriba serpientes.

A la mañana siguiente el cuerpo de Silver se resentía de que la celebración se hubiese alargado más de lo que esperaban. Silver estaba mucho más tranquila y había conseguido dormir sin tener pesadillas por primera vez desde que había llegado, pero aún así, parecía que había estado corriendo toda la noche y para colmo su pelo seguía siendo multicolor. Ya no se molestaba en ponerse frente al espejo para intentar cambiarlo, es más, no sabía si ya por costumbre o por qué, había empezado a gustarle un poco.

Se metió en la ducha, y se puso unos vaqueros y un body negro con las mangas un poco abullonadas que la marcaba la silueta. Desde que había llegado a la Madriguera, solo se había vestido con unos pantalones anchos de deporte que había llevado a los mundiales para estar más cómoda y una sudadera que le había dejado la señora Weasley de su hijo mayor Charlie, que la sobraba por lo menos tres tallas. Estaba claro, que, aunque se duchase a diario, si ahora mismo dejaba la ropa de pie, se sujetaría sola.

De repente mientras se acomodaba los rizos y se colocaba dos horquillas a los laterales de la cabeza para sujetar el pelo que la caía sobre la cara, llamaron a la puerta.

- Silver, dice mi madre que ... - empezó la frase George mientras entraba en la habitación - ¡OH Dios mío, SANTA MADONA! - grito de repente mientras se llevaba las manos a la cabeza.

Al oír los gritos que emitía este, el resto de los hermanos Weasley junto a Harry, Ron y Hermione, aparecieron en la habitación.

- ¿Qué pasa? ¡Qué pasa? - gritaba Harry que por inercia había sacado su varita y estaba en posición de ataque.

Mientras Hermione se acercaba a Silver para ver su modelito más de cerca, Harry Ron y Fred, se quedaron parados junto a la puerta con la boca entreabierta como si acabasen ver una veela. Ginny, por el contrario, según vio el percal, desapareció sin decir nada más.

- Bueno... - empezó a decir Silver, en un tono bajo - ya era hora que me vierais vestida como una persona normal ¿no?

Harry, Ron, Hermione y George, asintieron al unísono, mientras que Fred, apoyado sobre el marco de la puerta, permanecía callado. Al verlo, Silver intentó romper el hielo atreviéndose a decir.

- ¿Tu qué opinas Fred? ¿Me queda bien? - dijo mientras daba una vuelta sobre sí misma.

- Como a cualquier, supongo - dijo elevando sus hombros con desdén mientras se daba la vuelta para marcharse.

- ¡Fred! - le dijo un gemelo al otro - podías ser un poco más amable.

- Si no quiere saber mi opinión, que no pregunte, - espetó el gemelo mayor mientras desaparecía escaleras abajo.

- No le hagas caso -dijo George volviéndose hacia Silver. Lleva varios días que no parece él.

- Los mismos que llevo yo aquí - contestó Silver tajantemente. - No le culpo -añadió antes de que ninguno de los presentes pudiese intervenir - no se le puede caer bien a todo el mundo - Por cierto, voy a buscar a Ginny, quiero preguntarla una cosa. Nos vemos luego ¿vale? - y sin esperar respuesta salió corriendo de la habitación.

La verdad es que no iba ir a buscar a Ginny, al menos no en ese momento, pero era la única forma de escapar de la habitación rápido y sin preguntas. Había notado a la pequeña de los Weasley más distante con ella con el paso de los días, y estaba segura de cuál era el motivo. Solo hacía falta verla mirar a Harry, y como actuaba con él. Aunque Silver seguía viendo a Ginny como a su hermana pequeña, la verdad es que Harry y ella solo se sacaban un año. Pero a Silver que esas cosas pasasen la sorprendía porque nunca se había sentido atraída por nadie. Nunca. Aunque ahora que lo pensaba, igual era porque tampoco nadie había mostrado el mínimo interés por ella.

Cuando se quiso dar cuenta, había llegado a la explanada donde los chicos jugaban a quiddich, y mientras su mente seguía en los mundos de yupi, se sentó apoyada bajo un sauce mientras veía el sol alzarse detrás de las montañas.

Fred apareció detrás de los árboles, con su escoba en la mano, sin fijarse que en el campo había alguien más. Silver, había cerrado los ojos mientras el sol la daba en la cara, así que no se dio cuenta de la presencia de este. Fred se elevó mientras hacía movimientos típicos de los partidos, como calentamiento. Se elevó lo más que pudo para después caer en picado, frenando a ras de suelo para con el bate que su padre les había tallado a el y a su hermano hace dos años con sus iniciales, dar un golpe seco a la pelota de tenis que utilizaban para simular a las bludger.

- Ha sido un golpe perfecto - pensó Fred mientras sacaba del bolsillo del pantalón otra pelota. Pero de repente, la pelota chocó con algo, o mejor dicho, contra alguien, que soltó un grito de dolor.

Fred oyó una voz conocida que emitía pequeños gemidos, y se fue acercando al lugar de donde salían. El sol no le dejaba ver bien, pero en el fondo, Fred sabía de quien se trataba. Cuando llegó hasta el Sauce que su abuelo había plantado en aquellas tierras cuando su primero hijo, su padre, había nacido, sus temores se hicieron realidad. En el suelo, sobre un charco de sangre, más grande del que se esperaba, se encontraba Silver, con las dos manos tapándose la cara, y emitiendo pequeños gemidos de dolor mientras cerraba los ojos con fuerza.

- ¿Pero tu qué coño haces aquí? - fue lo único que le ocurrió decir al verla tirada en el suelo.

Silver alzó la vista, y rápidamente la bajo, intentado ponerse en pie y resbalando con la sangre que goteaba a chorro de su nariz para caer de nuevo sobre la hierba.

- ¡Quieta, quieta! o conseguirás romperte algo más - dijo Fred mientras se agachaba para ayudarla a levantarse. - Déjame verte la nariz - continuó mientras sus manos separaban con delicadeza las de Silver. - Será mejor que volvamos a casa, te he dado uno de mis golpes derriba serpientes y creo que te he partido la nariz - manifestó el pelirrojo.

Será mejor que nos demos prisa ¡Como sangra! ¿Puedes caminar? - preguntó mientras miraba hacia la casa esperando ver llegar a alguien más.

Si... creo - contestó Silver mientras se taponaba con fuerza la nariz -

Al intentar caminar, tropezó. Fred que parecía saber lo que iba a ocurrir la sujeto por la cintura y la acercó contra su cuerpo. El corazón de Silver se aceleró y si la hubiesen preguntado en ese momento, diría que durante unos segundos dejó de latir y ella de respirar. Se estaba volviendo loca, esto era seguro porque estaba perdiendo demasiada sangre.

- Está claro que no. Sera mejor que te subas a mi espalda, y te lleve a cuestas hasta casa para asegurarnos que no llegas con nada más roto - aseguró el joven mientras se agachaba para dar facilidades a la joven para agarrarse de su cuello.

- Ella, haciendo caso de las indicaciones del pelirrojo, rodeó con el brazo que la quedaba libre el cuello del chico, y dejó que este la llevase colina abajo. A pesar del golpe y de tener una mano deteniendo la hemorragia de su nariz pudo oler el aroma que desprendía la colonia que llevaba Fred puesta.

- Creo que, con esta, es la enésima vez que te demuestro que para nada soy una patosa de libro - comentó para romper el silencio incomodo que se había producido.

- Digamos que esta vez, he tenido yo algo de culpa - contestó él.

Silver no supo que contestar y se quedó callada el resto del trayecto. Apoyó su cabeza de forma ladeada sobre la nuca del gemelo, lo que la permitía seguir taponando la nariz y con el brazo con el que se sujetaba al cuello de Fred, pudo comprobar una pequeña cicatriz que este tenía. La piel del joven era completamente lisa, excepto por esa pequeña marca, que no llegaría a los dos centímetros. Al principio la tocó sin querer al intentar agarrarse mejor, pero al ver que Fred no se quejaba, volvió a acercar la yema de su dedo, esta vez haciendo circulos suaves alrededor de ella. No sabía por qué lo estaba haciendo, pero sí que no iba a parar si no se lo pedía.

Cuando se fueron acercando a La Madriguera, el grito del otro gemelo a su hermano, la despertó de su ensimismamiento.

- ¿Pero qué cojones... - empezó a decir George - cuando se puso a la altura de su gemelo, vio a Silver apoyada, con la cara y el body ensangrentado, y un moratón a causa del golpe, que la subía por el lateral del ojo derecho? Perplejo, ayudo a Silver a bajar de la espalda de su hermano y llamó a gritos a su madre para que saliese a ayudarlo. Mientras la señora Weasley se llevaba a Silver con la ayuda de Ginny a la cocina para parar la hemorragia, George, puso una mano sobre el pecho de su hermano indicándole que se quedase quieto.

- ¿Me puedes explicar qué coño es lo que la has hecho? - espetó enfadado George.

- ¿Cómo dices? ¿Enserio piensas que la he roto la nariz a posta? - contestó Fred.

- Explícamelo tú - le gritó George - Si desde que ha llegado solo has hecho que hacerla a un lado, por no hablar que eta mañana te has comportad como un auténtico cerdo. No te reconozco hermano - dijo finalmente.

- Estaba practicando el movimiento derriba serpientes tío, he lanzado la pelota de tenis y ha parado en su cara. ¡Pero yo no sabía que estaba allí! ¡Jamás la haría daño conscientemente! - replicó Fred subiendo el tono según iba hablando.

- ¡Basta ya! - dijo de repente Harry que se había acercado a los gemelos, aunque estos no se habían dado cuenta de su presencia. - George, Silver ya ha explicado dentro que ha sido un accidente. No es necesario buscar culpables donde no los hay, Tu madre ya la ha colocado la nariz y a parado la hemorragia. Aunque creo que el moratón la dure algún que otro día más... - y sin esperar respuesta se dio la vuelta y volvió a la casa.

George miró a su hermano un segundo, y siguió a Harry.

Fred los siguió poco después.