Día 24. Histórico

Pareja: Godric/Salazar


La idea de fundar un colegio donde Alfas, betas, deltas, gamma y omegas pudieran estudiar en paz siempre había sido el sueño de Godric Gryffindor, y también el modo en el que resarcirse de todos los agravios que había recibido su amigo Salazar siendo omega.

Una amistad entre un alfa y un omega, como ellos dos, no era lo más común. Y ellos querían crear un lugar seguro donde se inculcara respeto hacia todos.

La idea era noble, digna y también utópica cuando consiguieron que los padres dejaran ir a sus hijos todos juntos a una misma escuela.

Omegas y gammas debieron ser fuertemente protegidos, por lo que Salazar se convirtió en el jefe de la casa de los omegas, Helga acogió a los gammas, Rowena se quedó con los menos conflictivos betas y deltas, y para Godric le quedó la tarea de mantener a raya a los alfas. La tarea más difícil.

Jóvenes, temperamentales y cargados de hormonas hasta las orejas, los chicos de Godric Gryffindor eran una completa tortura.

—Los alfas deberán irse—sentenció Salazar en la última reunión.

—Si ellos se van, habremos fracasado—se quejó Godric—. Todo lo que hemos hecho no habrá servido para nada.

—No voy a poner a mis alumnos en peligro para demostrar que tú tenías razón.

Aquel fue un golpe bajo para Godric, aunque ciertamente, la idea había sido suya.

—Los comienzos serán duros, pero ningún comienzo es fácil.

Helga y Rowena asintieron, pero ellas eran las protectoras de los alumnos menos perseguidos.

Los omegas eran perseguidos por alfas, pero también por deltas, sobre todo los de último año. Pero debía reconocer que se le estaba haciendo complicado contenerlos. Aún no había pasado nada que tuvieran que lamentar, pero si algo ocurría, los alfas deberían abandonar la escuela.

—¿Y si tratamos de inhibir el olor de los omegas?—propuso Rawena—. Los más jóvenes casi no desprenden olor, pero los más mayores durante su ciclo son los que más problemas tienen.

—Mis alumnos no son los que tienen problemas—se levantó de un salto Salazar—, son esos animales que no saben controlarse.

—Tus alumnos tampoco pueden controlar sus feromonas, Salazar—terció Helga—. Podemos tratar de crear unas pociones inhibidoras. Algo que camufle el olor, y de camino que les ayude con sus dolores.

—No les daré a unos niños bebedizos experimentales.

Los tres le miraron, no eran la mejor solución, pero si conseguían mantener a los alfas alejados, no era algo que pudieran desechar.

—Yo lo probaré.—Aceptó finalmente ante la mirada de súplica de Godric—Si no funcionan o se van tus alfas, o no vamos los omegas.

Todos asintieron, y las primeras versiones fueron creadas por Helga y por él mismo.

—Necesito un alfa para comprobar si funciona.—No era una petición, y Godric lo entendió perfectamente.

—¿Cuándo es tu ciclo?

—Mañana. Lo haremos en los sótanos del castillo.

Godric nunca había estado cerca de Salazar cuando su ciclo se daba, el omega era muy estricto y controlador con sus celos. Ni siquiera era capaz de decir cuál era su aroma.

Cuando bajó al día siguiente a los sótanos vio que Salazar los había dominado y llenado de hechizos, las puertas se cerraron a su espalda cuando el omega las encantó en parsel.

Godric se relajó, estaba allí por un motivo, y aunque Salazar era un mago con demasiada tendencia a la oscuridad, confiaba plenamente en él.

Lo que se dio cuenta era que quizás en quien no pudiera confiar tanto fuera en sí mismo. Porque lo olió, por primera vez lo olió, y olía a lo que olían sus deseos más profundos, olía a deseo, lujuria, olía a descontrol, y a acecho, olía a que aquello era una equivocación.

Salazar apareció ante él, siempre le resultó atractivo, pero sobre todo era su amigo. Nunca lo vio de otra forma.

Ahora era como si cada movimiento de su cuerpo fuera una invitación, Godric pocas veces había sucumbido a su lado alfa, pocas veces había querido montar y marcar a alguien.

Salazar llevaba demasiada ropa encima, demasiadas capas que él iba a tener que arrancar de su cuerpo.

Solo que fue atado por unas sogas que fueron reptando fuera de su vista por el suelo. Lo ataron para que no pudiera atacar a su amigo, pero este tenía su mirada verde llena de las mismas malas intenciones que él.

—¿Nunca te has preguntado por qué nunca me habías olido?—preguntó en un tono demasiado serpentesco pero que le excitaba sobremanera.

—Salazar, suéltame.

—¿Para qué? Es evidente lo que quieres hacerme.—El omega estaba demasiado cerca, olía demasiado bien—¿Por qué crees que lo he mantenido tan oculto de ti?

—Suéltame—dijo Godric con su voz de mando, y vio como el omega, por primera vez dudaba.

Godric gruño, quería tomarlo, quería marcarlo, ese omega era suyo y se daba cuenta de que siempre lo había sido y Salazar se lo había estado negando durante años.

Lo vio alejare, ir hasta un vial con la poción que habían creado.

—Esto debería suprimir mi olor.

Lo bebió de un golpe, sin dejar de mirarle.

Godric luchó con sus amarres, luchó para liberarse, seguía oliéndolo, seguía siendo un pecado. Y más cuando el omega se retorció de dolor, casi estuvo a punto de liberarse cuando vio la humedad entre las piernas de su amigo.

—Déjame aliviarte, déjame montarte.

—No está funcionando—se quejó con los labios fruncidos por el dolor.

Godric fue expulsado de los sótanos, arrastrado por esas mismas cuerdas que lo tenían preso.

Aporreó la puerta hasta que se cansó, y tan solo se quedó haciendo guardia.

Supo que el ciclo de Salazar duraba 32 horas, cuando dejó de sentirlo, cuando el olor se había marchado.

—Salazar, ¿estás bien?—golpeó la puerta.—Le diré a Helga que venga, pero dime que estás bien.

—Vete, estoy bien.

Estaba lo suficiente avergonzado por todo lo que habían vivido que se retiró, pero cuando volvió a verlo, no pudo hacerlo como antes.

Porque el olfato tiene memoria, y su memoria le decía que ese omega era suyo.

—La siguiente funcionará.

Pero Godric necesitaba hablar con él, hablar de lo que había pasado en el sótano.

—¿Por qué me lo has ocultado?—le acorraló.

—No quiero un alfa—fue su simple contestación.

—¿Y qué hay de lo que yo quiera? ¿Qué hay de que eres mi omega?

—No soy tu omega, nunca lo he sido, y si quisieras uno, ya lo hubieras buscado.

Un alfa podía estar con cualquier omega, de hecho podía estar con betas y gamma también, pero sus parejas naturales eran los omegas. Y en algunas ocasiones, el olor de un omega revelaba la unión, una unión más allá de una monta animal.

Salazar lo sabía, y lo había rechazado esos años a conciencia.

—Pensé que éramos amigos—se quejó Godric.

—Y los somos, esto no tendría que cambiar nada.

—Pero lo cambia, Salazar, lo cambia.

Vio la decepción en su ojos.

—¿Qué vas a hacer? ¿Reclamarme?—dijo con asco—. Se suponía que tú eras distinto.

Y lo era, se dijo Godric, lo era y por eso habían creado ese proyecto juntos, solo que estaba resultando ser un total desastre.

Salazar dejó las clases y se enfocó en crear una poción efectiva para los omegas, lo había convertido en algo personal.

—Seguiré siendo el alfa al que pruebes—le dijo cuando tuvo un nuevo prototipo—. No quiero a ningún otro alfa ceca de ti en ese estado.

Salazar asintió, pero mes tras mes, lo que comenzó a llamar "supresores", no funcionaban.

Los dejaban a ambos frustrados y conscientes del vínculo que tenían.

Salvo que en el último intento, Salazar no tuvo fuerzas para echarle, y Godric fue testigo de los dolores que la falta de un nudo le provocaban. Lo vio llorar, lo vio gemir, y lo vio tratar de satisfacerse a sí mismo.

32 horas de pura agonía. Cuando las cuerdas lo liberaron, lo cargó para llevarlo a su habitación, no iba a permitir ningún ciclo más de ese sufrimiento.

Iba a convencerlo, no tenían que enlazarse si Salazar no quería, pero no podía soportar verlo sufrir así. Lo montaría y lo dejaría sin marcar.

Pero lo que ninguno quería que ocurriera ocurrió, un omega fue atacado por tres alfas, y la realidad puso las cartas sobre la mesa.

Salvo que no fueron los alfas los que se fueron, sino los omegas los que abandonaron Hogwarts para volver a escuelas únicamente para ellos donde la educación era un eufemismo.

Salazar se fue con ellos, se fue para siempre, y luchó toda su vida para conseguir unos supresores efectivos. También luchó para nunca ser marcado, Godric no consiguió encontrarlo, pero sí recibió la primera tanda de supresores, unas pastillas verdes con una s en ellas que cambiarían todo para su mundo.

Quizás su relación no fuera posible, pero sí los sería el sueño de ambos.


No sé ni lo que he escrito, sorry.

Hasta mañana.

Besitos.

Shimi.