Capitulo 7. Besos estrellados.

El retorno a la normalidad del pelo de Silver, fue algo poco comentado al contrario de lo que ella se esperaba. George estaba convencido que el golpe en la cara había tenido algo que ver en que esté volviese a la normalidad y ni Silver ni Fred, hicieron nada por discutírselo. Por lo que, al cabo de unas horas, el tema había quedado zanjado y olvidado. El ambiente en la casa Weasley no podía ser mejor, aunque Fred y Silver no habían tenido más oportunidad de quedarse solos para hablar de lo que había sucedido, la repentina buena relación entre ellos, hizo que el resto de los días se la pasasen en un abrir y cerrar de ojos. Cuando se quiso dar cuenta, estaban terminando el mes de agosto, su tía y Kingsley había vuelto y debido a que tenían varias cosas que investigar, Silver había decidido seguir en casa de los Weasley para no ser un estorbo para Tonks. Habían no obstante hecho una cena de bienvenida en La Madriguera, a la que además de Tonks y Kingsley acudieron más compañeros del ministerio y para sorpresa de Silver, también sus padres. Su madre había regresado ya a su trabajo, le envió varios regalos de parte de su hermana Kate, y estuvieron hablando de lo que había sucedido, aunque Silver sabía que con su madre era mejor no entrar en detalles. Por otro lado, su padre hablaba con el señor Weasley y varios más entre ellos su tía, de no sé qué Orden que seguramente tuvieran que volver a formar. Pero en el momento que veían que alguno de los jóvenes estaba a su alrededor, se callaban y hablaban de cualquier chorrada que se les ocurría. Silver apoyada sobre la puerta de la cocina, con una jarra de cerveza de mantequilla que les había traído Remus Lupin, el profesor que habían tenido el año pasado enseñando Defensa Contra las Artes Oscuras y que resultaba ser muy amigo de Tonks y de su padre, observaba a todo el mundo hablando de forma animada, comiendo y bebiendo, y no podía dejar de sonreír.

- Te pones muy guapa cuando sonríes - le susurró Fred por la espalda.

- Me has asustado - ¿cuánto tiempo llevas ahí espiando? - le respondió la joven poniéndose frente a él con los brazos en jarra.

- Nah, solo un poquito - mintió él mientras ponía los ojos en blanco - ¿te apetece aprovechando que todos están entretenidos que vayamos hasta fuera? Hay un banco bajando por el río al que voy a ver las noches estrelladas como la de hoy. Prometo no lesionarte - terminó diciendo mientras levantaba la mano derecha y la otra la ponía sobre su corazón.

- Estamos tardando - contestó ella mientras se disponía a salir por la puerta de atrás.

Cuando ya estaban fuera, Ginny les echó el alto.

- ¿Dónde vais? - preguntó ¿puedo ir con vosotros? Todo el mundo está a lo suyo y yo me aburro.

Fred que ya estaba preparado para ponerle una excusa a su hermana, miró hacia la derecha y resopló al ver aparecer a Harry y George.

- Será mejor que vengas con nosotros Ginny - dijo George mientras guiñaba un ojo a su gemelo - le estaba contando a Harry que eres una experta en maleficios y me ha pedido que le muestres tu famoso 'mocomurcielago' ¿Verdad Harry?

- Eh, sisi. Me muero de ganas de verlo Ginny, - respondió rápidamente el chico al sentir el codazo de George en sus costillas.

Antes de que Ginny pudiese contestar, Fred y Silver con sigilo, se habían escabullido sin darla a la joven la opción de despedirse. Caminaron cinco minutos hasta llegar a la orilla de un río donde había un banco hecho con palés. Se sentaron y Silver empezó a mirar las estrellas.

- Bueno...yo esto...te quería decir que te queda muy bien tu color de pelo. No es que el otro no me gustase, también te quedaba muy bien... esto... creo que no me estoy explicando... jolín Fred tú en tu línea - acabó susurrando el pelirrojo como hablándose a sí mismo.

- Creo que tu tuviste que ver en el cambio. Quiero decir, que mi pelo cambia de color a su antojo dependiendo de mis emociones. Y bueno, el otro día cuando tú me besaste... sé que solo fue un beso en la frente, pero bueno - aclaró Silver hablando cada vez más rápido - a mí nunca nadie... bueno pues eso. Que me hiciste sentir bien quiero decir. Y por primera vez desde que volví con vosotros, me sentí en casa. Tú hiciste que me sintiese en casa.

Fred no paraba de mirar a la joven, pero no dijo nada. Se acercó a ella, rodeándola con su brazo y acercándole suavemente hacia él. Así se quedaron en silencio durante un rato.

Silver... - dijo Fred rompiendo el silencio.

Umm? - gimió ella que estaba apoyada contra su pecho y tenía los ojos perdidos en la inmensidad del cielo.

- Quiero besarte. ¿Me dejarías? - preguntó él sin pensárselo demasiado. Bueno, en sí eso no era cierto, porque llevaban desde que ella había dejado de hablar intentando encontrar las fuerzas para hacerlo, pero como había pasado tanto tiempo, prefirió preguntarla pues no quería asustarla con su impulsividad repentina.

Ella se incorporó hasta quedar frente al chico.

- ¿Me estas preguntando si me puedes besar? No soy yo la más indicada para hablar, pero pensé que eso no se preguntaba simplemente se... - pero antes de terminar la frase, Fred se había acercado por completo y había intentado besar a la joven. Había actuado tan rápido que había chocado su frente contra la de ella al no medir bien la distancia que les separaba.

- ¡Ouch! - se quejó Silver.

- ¡Lo siento! yo no quería … ósea si quería, pero no golpearte otra vez. Está claro que solo sé que hacerte daño - se quejó enfadado consigo mismo el muchacho mientras se ponía de pie.

- ¿Por qué no te sientas y lo intentamos de nuevo? Como si lo de antes no hubiese pasado - empezó a decir Silver mientras le agarraba de la mano y le empujaba a sentarse de nuevo a su lado. Cuando el pelirrojo estaba de nuevo a su misma altura, acercó su cuerpo al suyo, acortando los centímetros que los separaban. Podía oír la respiración entrecortada del joven y un escalofrío la recorrió todo el cuerpo mientras miraba los labios carnosos del chico y pensaba a que sabría Fred Weasley.

Como si el joven estuviese escuchando lo que ella pensaba, pasó su lengua por ellos, humedeciéndoles. Después, el joven beso la frente de Silver, donde acababa de chocarse, luego bajó hasta la nariz, que, aunque ya estaba recuperada y había vuelto a tener un tono rosado, había sufrido por su culpa. Después la besó en la comisura del labio, haciendo que la joven inspirase profundamente como si intentase absorber el aroma que desprendía. Finalmente, siendo lo más delicado que pudo, posó sus labios sobre los de ella, presionado suavemente.

Por inercia, Silver abrió sus labios dejando que el joven penetrara con su lenga. La besaba despacio y con delicadeza como si quisiese detenerse en cada recoveco de su boca para no perderse nada. Mientras lo hacía, la había acercado por completo hasta él, y la acariciaba la cara. Fred sabía a melocotón. Y a Silver le encantaba. Sin saber muy bien lo que estaba haciendo, pues jamás había experimentado nada así, colocó sus manos alrededor del cuello del joven, y aumentó el ritmo del beso, mientras se ponía a horcajadas sobre él. Sintió de repente un calor intenso que la recorría todo el cuerpo, y eso que la noche era fría y estaban al lado del río. El joven, asombrado, puso sus manos en la cintura de Silver y empezó a acariciar su espalda con movimientos circulares primero, y después arriba y abajo, mientras continuaba besándola.

Cuando al fin se separaron, Fred tenía una sonrisa picarona en la cara.

- ¿Decías que nunca antes nadie te había besado? - preguntó.

- No. Nunca - dijo la joven avergonzada. - Supongo que no ha sido tu mejor beso... continuó mientras intentaba volver a sentarse como una persona normal.

- ¿Dónde te crees que vas? - dijo volviendo a besarla de forma fugaz - Me ha encantado Silver - la susurró mientras la cogía de la barbilla para que le mirase a los ojos - Pero si crees que necesitas practicar para llegar a la perfección, estoy dispuesto a que me utilices las veces que quieras - aclaró riéndose el pelirrojo mientras abrazaba a la chica y la besaba por el cuello.

Al cabo de un rato, Fred miró el reloj, y para su asombro se dio cuenta de que llevaban más de dos horas fuera de casa. Su madre y seguramente los padres de Silver iban a matarlos. La fiesta que habían organizado en casa, ya debería de haber terminado, y ahora estarían como locos buscándolos. Se apresuraron a volver por el camino de vuelta, agarrados de la mano, como si tuvieran miedo de perderse. Cuando se acercaron a la casa, las luces estaban apagadas, y todo parecía tranquilo. Con sigilo, Fred, abrió la puerta de la cocina, y los dos entraron en silencio a la casa. Estaba todo recogido y limpio, y parecía que todo el mundo estaba en la cama. De repente, una sombra apareció detrás de ellos con el dedo sobre los labios indicando que no hicieran ruido. Se trataba de George.

- Espero que por lo menos, lo hayáis pasado bien - susurró el chico mirando a la pareja que seguía cogida de la mano. -Engañamos a mamá diciéndole que todos nos íbamos a dormir porque nos aburríamos, y cuando todo el mundo se fue, mama pasó por las habitaciones, a comprobar, pero Ginny y Harry habían metido sus almohadas en vuestras camas, para simular que estabais acostados. Tenéis suerte que mamá haya bebido varios vinos esta noche, porque en una situación normal, no se la hubiésemos colado - acabó relatando el otro gemelo mientras se acercaba a las escaleras que subían para las habitaciones. - No hagáis ruido al subir tortolitos - acabó diciendo en tono de burla mientras desaparecía escaleras arriba.

Fred y Silver le siguieron sin pensárselo dos veces. Habían tenido mucha suerte, pero no querían jugársela, pues la señora Weasley era una mujer de sueño ligero. Al llegar a la primera planta donde se encontraba la habitación del matrimonio Weasley y la de Ginny, pasaron de puntillas haciendo el menor de los ruidos. Cuando llegaron a la habitación de Charlie, Silver abrió la puerta con cuidado y se dio media vuelta para despedirse del pelirrojo.

- Que descanses preciosa - dijo el, dándole un beso fugaz a la joven.

- Buenas noches - contestó ella y se metió en la habitación cerrando la puerta y oyendo como el muchacho subía hasta la habitación que compartía con su gemelo.

Silver se puso el pijama y pensó en que mañana tendría mucho que agradecer a los demás. Sin embargo, no podía parar de sonreír recordando lo ocurrido y diciéndose a sí misma que si les hubiesen pillado el castigo habría merecido la pena.