26. Deseo

Pareja: Remus/Lucius

(Continuación de 5. Familia)


Remus había metido al omega y su cachorro en su cabaña.

Y los miraba dormir, estaban completamente exhaustos. Supo que habían corrido por sus vidas, y eso solo podían significar problemas. Graves problemas para su manada.

El omega se desplomó en cuanto Remus llegó a él, observándolos mejor a ambos se les notaba la desnutrición.

Les llevó comida y los dejó dormir en su propio nido.

—Eso—dirigió James su cabeza a la cabaña y sus nuevos inquilinos—, es un problema, van a venir a por ellos.

Remus lo sabía pero no necesitaba que ningún beta, aunque fuera su mano derecha, se lo dijera.

—Se queda, al menos hasta que descansen.

James se fue, pero sabía que tenía razón, también que no iba a dejar a ningún omega y su cachorro desprotegidos, aunque no fueran suyos.

El cachorro despertó y le miró muy serio, aún era muy pequeño para manifestar su naturaleza, pero sus rasgos eran tan delicados como los de su padre, sería un bonito omega. Pero ahora solo era un cachorro asustado y abrazado a su padre.

Remus le sonrió y le tranquilizó con su olor, aún así el pequeño no se relajó lo suficiente. Vinieran de donde vinieran, los dos rubios no habían sido tratados bien.

El omega debió notar la turbación de su cachorro porque se despertó y lo protegió con su cuerpo. Luego miró a Remus y se relajó.

Aquel gesto satisfizo mucho al alfa, y le tendió un plato de comida que había reservado para ellos.

Comieron en silencio, y al cachorro se le fueron cerrando los ojos de nuevo. Ninguno de los cachorros de su manada se mostraban así de cansados, y su instinto de protección le quemó.

Pero ahora le venía bien que durmiera, debía hablar con el padre.

Y lo dejó acurrucado entre la mezcla de sus aromas.

—¿Quién os persigue?—No había necesidad de andarse por las ramas.

—La manada de Ryddle—dijo el omega. Aquello eran malas noticias, mucho peores de lo que había esperado.

—¿Sabes que no podemos contra ellos, cierto?

El movimiento del omega fue rápido, se subió contra su regazo, se frotó contra él.

—No podemos volver, lo matará.—Olía a desesperación, y la nariz de Remus picaba por el desagrado.

—No he dicho que no vaya a protegerte, a protegeros a los dos.—Lo calmó brindándole su olor—Solo constato que es una manada mucho mayor que la nuestra, y tú ya lo sabías y aún así viniste aquí. ¿Por qué?

El omega, por primera vez desvió su mirada.

—Eres un buen alfa, perdiste a tu omega y a tu cachorro. Nosotros podemos ser lo que necesitas, y nosotros te necesitamos.

Aquella afirmación tocaba todas sus heridas, pero no contestaba su pregunta. La manada de Remus no tenía posibilidades contra la de Ryddle.

—Otros te seguirán si tú los reúnes, todos te respetan.

Y aquello sí supo a verdad. Una a la que Remus había dado la espalda tiempo atrás, no quería guerras, no quería conflictos pero había dejado entrar en su casa al más grande de ellos.

—¿El niño es de Ryddle?—preguntó sin ver los rasgos del alfa en el cachorro.

—No, no es suyo, pero quiere matarlo, una de sus lobas lo señaló como su futuro rival, y no descansará hasta que lo mate.

—Es un omega—sentenció Remus.

—Aún no se sabe.

Pero era tan claro que ese cachorro jamás sería un alfa que no tenía sentido.

Pero Ryddle no era conocido por sus buenas decisiones, sino por sembrar el terror allí por donde pasaba.

Cuando el omega iba a bajarse de su regazo Remus los retuvo. No le gustaba que le usaran, nunca se lo había permitido a nadie, y sin embargo, ese omega hacía con él lo que quería.

Ambos se miraron, y el rubio metió su mano entre ambos, acariciando la erección de Remus, estaba allí desde que se había subido sobre él. Pero le tomó la mano con brusquedad.

—Yo cumplo mi palabra—dijo serio Lucius.

—No te equivoques, eres mío desde que volviste a pisar mi territorio.—Sus rostros estaban muy pegados—Incluso desde que te dejé escapar.

Las pupilas del omega se dilataron, lo sintió lubricarse.

—Pero estás cansado, desnutrido y con un cachorro lleno de miedo al lado. Vas a dormir, comer y reponerte.

Remus sonaba tan dominante que provocó que Lucius tuviera que girar su cuello contra su propia voluntad.

—Y vas a ser mío, cuando yo lo decida oportuno.

—Sí, alfa.

El deseo en la habitación era denso, espeso, tangible. Remus le besó, le apretó contra sí mismo y lo cubrió con su olor.

Los ojos entornados del omega, de ese gris casi helado, le habían perseguido desde la noche en la que lo encontró invadiendo su territorio.

—¿Papá?—escucharon una voz asustada.

El hechizo fue roto, Remus le reclamó un último beso, y los dejó a ambos en su cabaña.

Cuando salió vio a Sirius.

—Convoca una reunión, tenemos que hablar con el resto de clanes.

Sirius dejó lo que estaba haciendo, aquello eran palabras mayores, pero al igual que James era su, su mano derecha, su beta sensato, Sirius era, la izquierda, el caos contenido listo para desatarse.

Sabía lo que significaba, habría guerra.


La mayoría de las historias se me están yendo de las manos, eso es un hecho.

Hasta mañana.

Besitos.

Shimi.