Disclaimer: los personajes no me pertenecen, solo mi imaginación.

{-}

Todo había comenzado cuando Elsa había sido invitada a una fiesta por parte de su novio, Hans Westergaard.

Aunque en un principio tuvo la brillante idea de no asistir, al final se vio obligada a ir a la mencionada fiesta, a base de amenazas de parte del arrogante bermejo, quién le había dicho que la sacaría del departamento donde vivían, si no hacía caso.

Habiéndolo acompañado a duras penas, a su brillante y cínico novio, Elsa de forma malhumorada solo se digno a aceptar acompañarlo y tomar agua una vez que estuvieran ahí, a pesar de la gran cantidad de líquidos y bebidas que rodeaban al exuberante lugar.

Dirigiéndose hasta el balcón del lugar donde se estaba llevando acabo la fiesta, Elsa pensó por un momento en saltar de la enorme altura que suponían verse desde el gran balcón, pero luego y después de una reflexión, reconsideró que lo mejor era esperar, puesto que sabía que si saltaba, supondría la muerte.

Durante todo el transcurso de la fiesta, Hans por otro lado, había estado ignorándola toda la noche a su chica, sabiéndose que como buen caballero tenía que tenerla a su lado; costará lo que costará.

Un tanto aburrida la joven platinada, como de costumbre, y con su simple vaso de agua en su mano, y tratando de no prestar atención a ningún incauto que la quisiera invitar a bailar, Elsa se apoyó en la barandilla de metal del balcón y miró hacia la calle.

Aburrida, cansada y sedienta de querer largarse del susodicho lugar; de un momento a otro, escuchó a su novio reírse a carcajadas desde el interior del mencionado lugar.

Poniéndose un poco de mal humor, Elsa por un momento se dio la vuelta solo para toparse con Hans hablando con otras chicas más lindas que ella y que estaban dentro de la mencionada fiesta.

Mientras lo miraba a su gandalla y cínico novio, Elsa observó el momento exacto en que la cordialidad de Hans empezó a ser extremadamente amigable con las chicas, con las que platicaba, a tal punto de empezar a manosearlas como si estás últimas fueran en sí, sus novias.

Mientras lo observaba al colorado, pudo notar como una de las manos de Hans recorría la fina espalda de una de las chicas, con su dedo pulgar y asimismo le dibujaba pequeños círculos en la piel a la mencionada chica.

Estando completamente molesta, la joven albina ladeó por un momento su cabeza, como muestra de disgusto, mientras miraba a la mujer que Hans tocaba, reírse como guacamaya o golondrina malsonante.

Teniendo con ese simple acto y a partir de ese momento en claro que Hans solo la llevo a la fiesta con el único fin de que sirviera como acompañante, y nada más que eso.

Incapaz de tan solo querer dirigirle la palabra al pelirrojo, Elsa tomo algo de valentía y en tanto resoplaba con la decisión ya tomada, entró al lugar nuevamente, y sin más, se dirigió hacia la puerta principal con el único fin de abandonar el dichoso lugar, que para nada era de su agrado.

Mientras la joven blonda caminaba con un porte elegante y sexy, chocó ligeramente con Hans, dándole ese ligero empujón de forma espontánea y para nada confrontativo.

Al verla caminar como toda una reina o diosa que a simple vista desprendía elegancia y belleza, Hans rápidamente le pregunto a la joven, mientras esta última, lo ignoraba – Eh, ¿A dónde vas?–.

Intentando evitar tan siquiera responderle o decirle algo, la joven platinada le termino diciendo de manera simple – Me largo de aquí–.

Observándola detenidamente a la joven platinada y con lo dicho por esta última, resonando en su cabeza, Hans sin siquiera dudarlo decide acercársele y tomarla del brazo con la única intención de confrontarla ante lo que pretende hacer.

No conforme con la decisión de la hermosa chica, Hans en ese instante le reitera con autoritarismo – Te irás cuando yo te diga que puedes irte, Elsa–.

Levantando una de sus finísimas cejas de forma interrogativa, la joven por un momento, le termina preguntando – ¿Disculpa, qué acabas de decir?–.

– Te irás cuando yo te lo diga, Elsa– le vuelve a replicar, el pelirrojo mientras la aprieta del brazo.

Dándose cuenta la joven, de que Hans no quiere dejarla en paz y mucho menos, dejarla irse del lugar; la misma chica le dice con un enfado que lentamente se va encendiendo como un coche de carreras en un maratón – Me iré cuando me apetezca, Hans–.

Empezando lo que para muchos sería una gran pelea; en ese instante, tanto Hans como la misma joven, provocan que lentamente una multitud empiece a formarse a su alrededor, esperando que se agarren como gatos peleando cada uno por su territorio.

Mientras empiezan a impacientar a los chicos que están en la fiesta (esperando que se peleen), Hans rápidamente y para no quedar en ridículo, decide soltar a la joven platinada, de su brazo.

Una vez que la termina soltando del agarre, Hans no puede evitar sonreírle a la hermosa chica, de manera arrogante, y en tanto se termina inclinando hasta estar cerca de la jovial platinada.

Al notar su sonrisa que empieza a volverse un poco vergonzosa, Elsa logra escuchar a través de un murmullo a Hans, cuestionarla y decirle – ¿Qué diablos te ocurre? Has estado actuando como una perra loca toda está semana, Elsa–.

Con la interrogante en cuestión y sintiéndose ofendida ante el fuerte llamado irrespetuoso del colorado, Elsa en ese preciso instante se termina cruzando de brazos, y en tanto lo termina mirando con una mira desaprobatoria.

Negando ante las palabras del joven pelirrojo, la joven blonda le termina puntualizando – ¿Sabes? Estoy cansada de que me ignores. Solo me trajiste aquí para que yo te vea manosear a otras– añadiendo la misma platinada, y en tanto empieza a golpear el suelo con su tacón – Cuando me obligaste a venir aquí esta noche, pensé que sería un buen momento para ambos. Pensé que podríamos hablar por una vez, pero…–.

No logrando concluir, la chica con su explicación, Hans rápidamente la termina interrumpiendo, diciéndole con inmediatez – Vamos a hablar, entonces–.

Negando ante lo que es en ese instante su desesperación en el colorado, Elsa de forma inmediata le informa al mismísimo chico, lo siguiente, y mientras resopla por el fastidio – Estoy fastidiada, ¿Sabes? Tampoco no es lindo acompañarte en todos tus estúpidos caprichos, Hans– añadiendo la joven mientras se gira con el fin de no verle la cara al pelirrojo – Quiero una conversación sería contigo, por una vez en nuestras vidas–.

Pensando Hans que la joven es una aguafiestas o una chica que trata de encapricharse o llamar la atención, rápidamente le termina exigiendo mientras inclina una ceja – Entonces vamos, hablemos. Hablemos ahora mismo– agregando el cobrizo, en tanto se termina enfadando y se posiciona enfrente de la joven, para y con el fin de confrontarla, poniéndose en pocas palabras a la defensiva – ¡¿De qué diablos quieres hablar?!–.

Para nada sintiéndose amenazada y solo viéndolo con un semblante serio, la joven le termina diciendo – ¿Sabes qué? Olvídalo. Si te vas a poner en ese plan, olvídalo–rodando sus ojos y dándose cuenta de que Hans es capaz hasta de golpearla, Elsa trata de no seguirle dando cuerda al conflicto, por ello intenta irse, pero antes siquiera intenta abandonar el lugar, los hermanos de Hans aparecen y junto al pelirrojo, terminan mirando a la joven blonda, intentar irse del lugar.

Cuestionándolo al colorado por dejarla ir así nomás, Hans rápidamente opta por seguirla a la joven, estando está última a medio camino de la puerta.

Estando casi lista y apunto de abrir la puerta, Elsa logra escuchar a sus espaldas, a Hans insinuarle y gritarle con odio, y algo de sarcasmo – ¡Oye! ¡Parece que no te importa nada de esto! Pero bueno. Vamos, acéptalo, Elsa. No podrías tener una conversación sería conmigo aunque lo intentaras–.

Ante las palabras de Hans, Elsa se termina quedando quieta por un momento en su posición, en tanto logra apretar su mandíbula, y logra cerrar sus ojos, y mientras consigue dar un respiró hondo antes de tratar nuevamente de continuar hacia la puerta, sabiendo e imaginando una sonrisa triunfal en el hombre que probablemente ya no le darán ganas de volver a ver.

Burlándose de la chica, Hans, no duda en ese instante en decirle – Eso es, si te vas a ir, entonces... Lárgate de aquí, puta–.

Dejando de caminar y para nada sintiéndose orgullosa, Elsa consigue en ese instante, apretar sus puños antes de tan siquiera girarse para mirarlo. En tanto lo termina mirando como un depredador a su presa.

En tanto lo continua mirando y viendo como se burla sin ningún amago, logra escucharlo decir – Quieres pegarme ahora mismo, ¿no? Estás cabreada porque sabes que tengo razón–.

Mofándose a más no poder, logra observar el momento justo en el que él colorado le termina pidiendo, y mientras se golpea con suavidad su rostro, incitándola – Adelante, ven a pegarme–.

Retándola a tal punto de pensar que la joven blonda no le hará nada; Elsa sin pensarlo ni un segundo, se le termina acercando, y en tanto le consigue dar una sonrisa maliciosa y asimismo, mientras le consigue levantar su puño a nivel de su rostro, logra sin siquiera poder evitarlo, darle un fuerte puñetazo al torpe y arrogante pelirrojo.

Ante el golpe y cayendo hacia atrás en la mesa de cristal del lugar, y rompiéndola en el acto, Hans presencia el momento exacto en que Elsa se le termina acercando y lo consigue agarrar de la camisa para luego, irremediablemente, arrastrarlo al balcón.

Estando algo aturdido por el golpe, Hans en ese instante se da cuenta del peligro que representa el caer de un enorme sitio, como lo es el balcón.

Casi siendo empujado de la barandilla, logra presenciar el momento exacto en que la joven lo empieza a expulsar por afuera de la barandilla, y en tanto lo agarra de la pernera de sus pantalones y lo inclina boca abajo, hasta quedar colgando de cabeza del balcón.

Al quedar boca abajo, Hans no puede evitar rogarle que no lo suelte, asimismo empieza a pedirle perdón – ¡Lo siento, no quise decir eso!–.

Molesta a tal punto de quererlo matar de una vez y por todas, la joven rápidamente le pregunta – ¿No quisiste decir qué?–.

– ¡No quise llamarte puta!– le consigue gritar con miedo, Hans, mientras logra mirar la calle tan concurrida y centellante de coches, y añadiendo en su desesperación – ¡No eres una puta! ¡Lo siento! ¡Lo siento por todo! ¡No te merecías que te dijera así! ¡Por favor, no me sueltes!–.

Empezando a llorar el pobre pelirrojo arrogante, Elsa rápidamente y mientras lo sostiene aún, se da cuenta de una mancha oscura en los pantalones del bermejo, que sin lugar a dudas aparece ante el temor que termina presenciando este último.

Sintiendo en ese momento, un disgusto tremendo por esa mancha negra y viendo que se trata de orina, Elsa rápidamente lo vuelve a subir al balcón hasta tocar suelo, nuevamente.

Encontrándose en ese instante en suelo firme, Hans no puede evitar quedar petrificado al darse cuenta de que la chica que fue su novia (hasta ese momento), lo intento matar.

Aterrado a tal punto de no saber que hacer y siendo mirado por todos los invitados en la mencionada fiesta, Hans no duda en advertirles de forma paranoica y en tanto señala a la joven platinada, y mientras está última lentamente está abandonando el susodicho lugar – ¿Saben una cosa…? ¡El lunático de mierda que logré quedarse con esa loca se terminará ganando, ni más ni menos, que una estúpida medalla de oro!–.

Logrando irse del lugar la joven platinada, y estando completamente lejos de lo que sería la fiesta, y casi lista de tomar el ascensor, de manera casual se encuentra con un chico de cabello blanco como la nieve y que también estaba en la fiesta.

En tanto consigue coquetear con él, este último le dice como última cosa, antes de que se cierren las puertas del ascensor – Hola…–. correspondiéndole el gesto, Elsa se da cuenta de que el chico la siguió por su carisma y su fortaleza como mujer independiente.

Dando con esto un indicio de una relación a futuro que será más fructífera que la relación que tuvo, la jovial platinada con el molesto y prepotente pelirrojo.

En cuanto a este último, una vez que logra exclamar y señalar a la joven mientras está se conseguía retirar, y aún en la fiesta el mismísimo colorado; presencia el momento exacto en que los asistentes a la fiesta (incluyendo sus hermanos), consiguen notar la mancha húmeda en sus pantalones y asimismo comienzan a reírse del mismísimo colorado.

Mirando con tanta gracia todos los invitados, la entrepierna del pelirrojo y viéndose en la necesidad este mismo a retirarse al sanitario, en tanto no paran las burlas, una vez que entra al baño, no puede evitar romper en llanto, mientras escucha palabras como "Niñito de mamá", entre muchas otras más.

Terminando así este fic.

{-}

Notas del autor:

Hola lector, nuevamente con ustedes.

Este fic estaba indeciso en saber donde publicarlo, por ello me debatí en publicarlo aquí o en Vamos todos juntos compañeros, al final decidí publicarlo aquí.

Los cambios, casi no tuvo, salvó hubiera sido otro personaje en lugar de Hans.

Y bien, espero traer más fics para esta sección, sin más que agregar, me despido. Hasta luego.