MALDITOS BASTARDOS

Cara B

3ª parte

Tal como temió, Madara no se iba a quedar quieto ante la muerte de su amado hermano, y junto a su clan fueron a buscar venganza. Después de todo los Uchiha eran unos seres vengativos y sedientos de sangre.

Pero tal como dijo su hermano, Konoha no se amilanó, sus ninjas se prepararon para la batalla, realmente la gran mayoría de clanes habían tenido sus roces contra los del abanico y existía cierta animosidad hacía los del sharingan.

Él se preparó junto a sus nuevos compañeros de esa villa para la batalla, luego de asegurarse que Obito estuviera a salvo junto a Mito y el cachorro de ésta.

–¿Qué crees que haces, Tobirama?– Preguntó con tono molesto su hermano.

–Preparándome para ayudar a defender la Hoja.– ¿Acaso no era evidente? Era el segundo más fuerte de esa aldea, siempre había estado a la saga de su hermano en poder.

–Te falta apenas un mes, mes y poco para parir a tu cría, ni creas que vas a luchar estando así. –Se puso firme al ver la mirada enfadada y, decidida a la vez, de su hermano – Ves con Mito, mi cría y tu hijo a refugiarte. ¡Ahora! ¡Es una orden, Tobirama!

Se quedó mirándole desafiante, aunque su hermano se cuadró liberando algo de su inmenso poder, bajando la cabeza claudico.

–Se que quieres pelear por lo que te hicieron, pero…

–Que si, que tienes razón. Ahora mismo sólo sería un estorbo en el campo de batalla– No le fue fácil reconocer eso, pero lo cierto es que se sentía pesado y algo cansado por ese segundo embarazo.– Cuídate, Hashirama y suerte.

Desde un lugar seguro pudo seguir el curso de esa guerra donde los Uchiha, todo y pelear con su fiereza característica no tuvieron ninguna posibilidad. Pronto depusieron armas ante los shinobis de Konoha, que acabaron aceptando esa rendición, los desarmaron y apresaron para asegurarse que no fuera una treta.

Pero a diferencia de su clan, la lucha entre Uchiha Madara y Hashirama se alargó durante días, hasta que al final su hermano volvió bastante herido y cansado a Konoha.

–Madara ha muerto.– Anunció a todos.

Los Uchiha supervivientes de la batalla fueron acogidos en Konoha, a petición de aceptar vivir en un barrio donde se les vigilaría hasta que realmente fueran dignos de confianza. Los demás miembros de ese clan que se habían quedado en el asentamiento Uchiha, mujeres, omegas y cachorros fueron llevados a Konoha desde su hogar, ellos no habían peleado; enseguida se mostraron satisfechos del trato que les ofrecieron en la aldea, así no tendrían que ver morir nunca más a sus cachorros, sus compañeros o sus parientes de sangre.

Todo volvió a la normalidad en la aldea y los Uchiha se habían adaptado bien. Un mes pasó rápidamente y llegó el momento de su parto. Había realizado un nido con su ropa y ropa que le prestó su hermano, un aroma que le hacía sentir seguro aunque no fuera su pareja. Obito se había ido con Mito, y su hermano se mantuvo cerca de donde realizó el nido, por si le necesitaba, pero sin entrar en su espacio.

Ese segundo parto fue más laborioso y más largo, terminó agotado y dolorido, pero por fin tenía a su pequeño Kagami en brazos. Era un niño sano y fuerte, como mostró su llanto nada más nacer. Estaba feliz de tenerle por fin en brazos y sabía que su otro cachorro estaría feliz de que su hermanito hubiera nacido. Llevaba días hablándole a su barriga, diciéndole al bebé no nato que sería el mejor hermano mayor del mundo, pero antes de que Obito conociera su hermanito menor quería recuperarse un poco, tratar con la alta energía de un cachorro como Obito emocionado por el nacimiento de su hermano menor, podía ser muy desgastante para él. Ahora mismo estaba agotado, encima había sangrado bastante en ese parto, por no hablar del desgarro anal que le había hecho Kagami al pasar por el canal de parto. No sentía sus piernas y le costaría sus buenas horas sentirlas de nuevo. Mejor descansar.

Su hermano se asomó cauteloso por la puerta, sabía de la territorialidad de los omegas durante el parto y las primeras semanas de vida de su cachorro, no por nada estaba unido a una fuerte omega, la Uzumaki era de temer.

–¿Está todo bien, Tobi-chan?– Preguntó con suavidad para no incomodarle.

–Si, ha nacido bien. Estoy agotado pero me repondré y Kagami está sano y ahora está alimentándose. No te preocupes por nosotros, sólo necesitamos descansar.

Pero no todo podía ser felicidad y calma, de nuevo una nube negra se cernía sobre sus cabezas.

Unos golpecitos inquietos en la puerta, insistentes, hicieron a Hashirama acudir. La conversación que mantuvo con ese visitante fue tensa y desde su posición olió el aroma agrió de su hermano y sus gruñidos molestos.

–¿Qué ha sucedido?– Se incorporó sobre sus codos, sujetando a su cachorrito que aun seguía enganchado a su pecho.– ¡Hashirama!– Le llamó al ver el rostro preocupado, tenso, mostrando un dolor nunca visto.

–Ahora vendrá Mito, han sido atacados…

–¿Están bien?– Pero no obtuvo respuesta de nuevo.–¿Quién se ha atrevido a entrar en Konoha y atacar a tu pareja?

La mirada significativa de su hermano se lo decía todo.

–¡No! ¡No… no! ¿Dónde está Obito? ¿Dónde está mi cachorrito?– El llanto de Kagami, ante la tensión del cuerpo que le sostenía y el olor agrio por la ansiedad que liberaba su madre, se hizo presente.

Hashirama, sin hacer caso al protocolo ante un omega recién parido y con un neonato, se acercó a sujetar a su hermano que con el cachorro en brazos quería levantarse sin lograrlo por las piernas entumecidas tras el parto.

–¡Yo iré, yo iré! Kagami te necesita.– Arriesgándose acarició la cabeza del cachorrito intentando calmarle– Shhht, pequeño.– Volvió a centrarse en su hermano que gruñía a la vez que sollozaba desesperado por no poderse levantar– ¡Tobirama tu cría te necesita, cálmate! ¡Mira como tienes a Kagami!

–¿Se ha llevado a Obito?– Intentando calmarse y meciendo un poco a su cría recién nacida– ¡Dímelo!

–Si…– Bajó la mirada afectado por esas palabras y como los sollozos de su menor empezaban de nuevo, era un sonido desgarrador y desesperado por saber que no podía ayudar a su primogénito en ese estado en el que se hallaba– Yo iré, lo traeré cueste lo que cueste. Confía en mi. –Le besó en la cabeza.

Mito por fin entró por la puerta, con su primogénito en brazos y se acercó a ellos para intentar consolar al hermano de su alfa. Mito estaba embarazada de unos 3 meses de su segundo cachorro y usó su dulce aroma para intentar calmar a madre e hijo.

–Ves, yo me ocupo de tu hermano y de que haga reposo.– Hashirama sonrió a su compañera por esas palabras y acarició su rostro, que tenía un buen golpe signo de haber intentado pelear contra Madara.–Estoy bien. Ya me han curado la mayor parte, alfa. ¡Ves! ¡Rápido, antes de que pueda alejarse más!

Habían pasado unas horas desde que Madara había aparecido para raptar a Obito, ella había intentado pelear contra el poderoso Uchiha y defender a los cachorros, tanto al azabache como al suyo. Pero Madara la había noqueado. Cuando despertó su cachorro estaba llorando a su lado creyéndola muy mal herida por la sangre que salía de sus heridas, intentó calmarle mientras buscaba levantarse algo mareada. Por suerte un par de anbus vinieron ante el escándalo. Envió a uno a avisar a Hashirama, mientras el otro iba a por un médico. En cuanto recibió la ayuda suficiente, fue junto a su cría a la vivienda de Tobirama, y ahí estaba ahora, en el momento actual… Viendo como su pareja salía por la puerta para perseguir al líder Uchiha, mientras ella usaba su aroma relajante de omega embarazada para calmar a un tenso y afectado Tobirama.

–Tobirama, piensa en Kagami. Te necesita, Hashirama encontrara a Obito. Confía en él.

Pero Hashirama no pudo encontrar a Obito, ni siquiera pudo volver a Konoha… Madara le esperaba con una perfecta emboscada, era más poderoso que nunca pues había hecho suyo el poder del líder Senju.

Semanas más tarde encontraron el cuerpo del primer Hokage muerto, empalado por ramas, medio quemado y medio devorado por los carroñeros, su estado de putrefacción dejaba claro que había muerto esa misma noche que salió apresurado y ansioso de la aldea para hallar al cachorro primogénito de su menor.

Él mismo salió en el escuadrón de búsqueda, ignorando las recomendaciones de los médicos. Él mismo encontró a su adorado hermano en ese estado, le dolía haberle hallado en esas circunstancias, el mismo olor les guió hacía el cuerpo en descomposición… temiendo en un primer momento que ese olor saliera del cadáver de su retoño, el panorama que encontró siguió siendo doloroso de ver, por mucho que sintiera cierta tranquilidad al comprobar que no era su hijo el que estaba allí muerto.

Hashirama fue enterrado como un héroe, fue el ninja más poderoso que jamás había existido, su bondad y buen corazón también le hacían grande y especialmente querido, y no sólo en Konoha.

Él continuó con la búsqueda sin ignorar a su segundo hijo, pero nunca encontró ningún rastro, ni de Madara, ni de su pequeño Obito. Las esperanzas muriendo día a día, más nunca abandonó… Ni siquiera cuando fue nombrado como Segundo Hokage y tuvo que compaginar las tres acciones; su función como madre de un pequeño, su responsabilidad con la aldea que su hermano fundó y la búsqueda incesante de su amado Obito.

Y sólo fracasando en ésta última tarea, parecía que la tierra se hubiera tragado a su cachorro primogénito, nunca halló nada por mucho que invirtiera su tiempo y el de escuadrones anbu especializados en rastreo. Y así fueron pasando años y años.

Cuando menos se dio cuenta, su pequeño Kagami era todo un shinobi hecho y derecho de 15 años, un ninja con una voluntad de fuego inquebrantable, una valentía y un arrojó que le hacían sentir orgulloso de ser su madre y capitán de su equipo. Siempre se había sentido orgulloso de sus crías, de ambas, por mucho que no encontrara a Obito, algo le decía que su pequeño estaba vivo y que sería alguien muy grande… Sólo esperaba que hubiera podido escapar de Madara y que estuviera escondido para que el Uchiha mayor no le hallara y así no poner en peligro Konoha, pues si volvía a la aldea el peligroso ex líder del clan el abanico podría atacarles a todos.

–Tobirama-san… ¡Madre!– Se giró ante el llamado de su segundo hijo– Debemos continuar con la misión.

–Si, perdona. –Se habían parado a tomar un descanso y su mente había volado pensando en su hijo mayor. Deseando que estuviera donde estuviera fuera feliz. –Continuemos.

Siguieron avanzando en esas peligrosas tierras enemigas. Hasta que detuvo a su escuadrón, notaba unos chakras muy fuertes y peligrosos acercándose. Miró a su pequeño, no podía arriesgarlo y si se quedaban no podrían volver a la aldea con la importante información conseguida, su misión fracasaría.

–Volved, concluid la misión. Yo haré de cebo.

–No, me quedaré yo– Propuso uno de sus alumnos.

Vio la mirada de su hijo que le rogaba que no hiciera algo tan suicida. Le sonrió con amor.

–Iros, si os vais ya, estaréis a salvo.

–No, Tobirama-san, me quedaré yo.– Le negó a su hijo ante esas palabras tan valientes y ese arrojo– Madre… Por favor.

–Es una orden, Kagami.– Miró a sus otros aprendices– Lleváoslo y marchaos ahora. Yo os seguiré en cuanto pueda…

Les dijo para calmar los ánimos.

–Madre…

–Kagami, siempre he estado muy orgulloso de ti y tu hermano, siempre os he amado con locura. Vas a ser un magnifico líder.

–¡Por favor!– Sus compañeros se lo llevaban a la fuerza– ¡MADREEEE!

Tobirama murió ese día, a manos de los hermanos Kinkaku y Ginkaku, eso si, antes de morir había conseguido matarlos a ellos, unos ninjas tremendamente poderosos pues en su interior tenían chakra del zorro demoniaco de las nueve colas. Unos ninjas que siempre habían salido invictos de sus peleas murieron a manos del Nidaime Hokage. La astucia, la capacidad táctica y el poder del Senju los había vencido. Él último pensamiento de Tobirama antes de caer fue para sus dos amados cachorros, que aunque no habían sido engendrados de la mejor forma, si los había querido con toda su alma, tal como su madre le aviso cuando era pequeño, tal como la vieja matriarca Uchiha le dijo… Que dos mujeres más sabías pensó antes de exhalar su último aliento.