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GEMELOS Y UNA LAVADORA
Estados Unidos pensó que sería sencillo usar una lavadora.
Canadá pensó exactamente lo mismo.
Pero la verdad era que ninguno de los dos había usado una lavadora en su vida. Siempre habían tenido a alguien más para que se ocupara de los quehaceres de la casa, por lo que no tenían ni idea de cómo manejar una.
Las lavadoras no eran tan complicadas, ¿verdad?
México regresaba del trabajo. Todo se resumía en papeleo, papeleo, papeleo, correo de las amantes de algunos de sus jefes y una rápida escapada a Twitter para ver memes. Lo que menos esperaba al llegar a la casa era el piso cubierto de agua y jabón.
— ¿Qué carajos? ¿Qué chingados hicieron? — exclamó para entrar a tropezones a la casa.
Sus tacones de deslizaban como si estuviera patinando en hielo, solo que era más inestable y termino mojándose al caer de bruces en el suelo. Maldijo a todo lo existente hasta llegar con los muchachos en el cuarto de lavandería.
Estados Unidos estaba cubierto de espuma, sus lentes habían desaparecido y con una expresión visible de angustia. Por otro lado, Canadá estaba encima de la lavadora picando los botones tratando de apagar la máquina que sacaba agua y toneladas de espuma.
— ¡Ayuda! — pidió Alfred histérico.
— ¡Presiona el botón de apagar! — México le gritó a Canadá.
— ¡Eso estoy intentando!
— ¡No lo suficiente! — le gritó su gemelo.
— ¡Si dejaras de lloriquear y ayudarme, tal vez podría! — refutó el canadiense.
— ¡Es literalmente un botón rojo que dice apagado! — exclamó Rosalía avanzando hacia a ellos cubriéndose de espuma en el proceso. Presionó el botón y la lavadora dejo de sacudirse.
Los tres se miraron en silencio hasta que Estados Unidos se resbaló y cayó al suelo haciendo reír a sus compañeros. Eso fue hasta que escucharon a alguien más caer y gritar.
— ¿Groe? ¿Compañero, estas bien? — preguntó el estadounidense.
Solo hubo un gruñido en respuesta.
