5.- Bandida


Qué bonitos ojos tienes
Debajo de esas dos cejas
Debajo de esas dos cejas
Qué bonitos ojos tienes

Ellos me quieren mirar
Pero si tú no los dejas
Pero si tú no los dejas,
Ni siquiera parpadear

Malagueña salerosa
Besar tus labios quisiera
Besar tus labios quisiera
Malagueña salerosa

Y decirte niña hermosa
Eres linda y hechicera
Eres linda y hechicera
Como el candor de una rosa

Chingon - Malagueña Salerosa


Ya había pasado un tiempo, la sociedad cambió un mínimo, incluyendo a Launch. Desde ese día la pasión y propósito en su vida se desvanecieron, como un fósforo encendido en medio de un soplido, simplemente se apagó. En cierta manera logró su objetivo; tener una vida normal. Una vida monótona, rutinaria y aburrida, dolorosamente común y corriente.

Ganando un salario apenas superando el mínimo para vivir establecido, pasó por diversos trabajos eventuales en diferentes ramos pero jamás estaría tan desesperada como para ejercer de Salary Woman; era su pesadilla. Luego de mudarse varias veces logró establecer en un pequeño apartamento en la zona empresarial de la Capital del Oeste.

Se empeñó en perfeccionar sus habilidades culinarias como Ranchi, tanto que al final su sazón podía competir incluso con el de Chi-Chi, ganando el rango de cocinera temporal en un pequeño restaurante barato a las afueras de la ciudad, junto a la carretera principal. Pero como Kushami se la pasaba casi siempre en campos de tiro o en cantinas causando alborotos de vez en cuando, sin que esto se interpusiera en su ocupación laboral en turno.

Salió ocasionalmente con hombres ordinarios solo por curiosidad, pero luego de convivir muchos años entre guerreros, aquellos le parecieron siempre poco menos que inferiores. Aun cuando incluso Yamcha le presentó a los amigos que conservaba dentro de las ligas profesionales de baseball y otros deportistas. "Deberías ir a las reuniones que a veces organiza Bulma", le dijo una vez, "hasta puedes encontrar ahí al mismo dios de la destrucción y distraerte un rato", pero negándose en rotundo, a lo que el pequeño Puar siempre flotando a lado continuaba, adivinándole el pensamiento, "Hace mucho que Ten y Chaoz no se aparecen por ahí", "de todas formas no me siento preparada", puntualizó ella, a lo que ya no insistían más. A este punto todos sabían lo que ocurrió, gracias al boca floja de Oolong siempre imprudente con la situación. Y si algo le molestaba era presentarse un día con ellos, y que la miraran con lástima por su relación fallida.

Un día las cosas se pusieron difíciles en el trabajo, pues la necesitaban más como mesera que otra cosa debido a la falta de personal, y para variar, ya la relación entre jefe y empleado no era la misma desde que la morena de ojos azul índigo demostró ser mejor cocinera que la dueña del restaurante, una mujer amargada y mal hablada con cara de pocos amigos, que siempre le dejaba tareas extra para hacerla ver mal ante los demás compañeros en caso de no cumplirlas.

Esa vez la perra cruzó la línea. Era un día especialmente atareado, llegó el atardecer y con este las horas extra que se suponía debían pagarle. Un sábado por la noche y el negocio se llenaba cada vez más de hombres pervertidos de diversas tallas y edades que solo la observaban ir y venir por las mesas, ojeando a cada instante cómo se meneaba la falda a mitad de las piernas bajo el delantal con el vaivén de sus caderas. Llevaba una bandeja redonda con el pedido de la mesa número dos a lo largo del corredor. - Bien, señores. - Dijo amablemente al completar el viaje. - Su orden. - Se inclinó y la colocó en la mesa frente a los clientes. - Una cerveza y una hamburguesa con papas, y un whisky. - Se enderezó colocando la bandeja en vertical encima del torso y abrazándolo. - ¿Se les ofrece algo más?

-No gracias. - Dijo uno, el que pidió el whisky, pero su compañero, un hombre obeso y apestando a sudor y tabaco la observó libidinosamente.

- Oye, preciosa. - Comenzó al tiempo que la jalaba de un brazo, obligándola a sentarse en sus piernas, asegurándola por la cintura, mientras ella abría los ojos por la sorpresa. - Tal vez sí se me ofrezca otra cosa, ¿por qué no vamos a fuera a mi camioneta y averiguas qué es? - Le enseñó los dientes manchados en una horrible sonrisa.

- No, lo siento. - Respondió asustada, levantándose de un salto y tratando de sonar en control de la situación. - Si no se les ofrece nada más de lo que pueden consumir, me retiro, con permiso.- Inclinó la cabeza y girando sobre sus talones escuchaba las burlas del otro.

- ¡Oye tú…! - Escuchó la molestia del obeso. –Ven acá. - Acto seguido le dio una nalgada antes de poder alejarse.

-¡AY NOO! - Gritó ella cerrando los ojos aterrada mientras instintivamente regresaba el golpe con la bandeja a la quijada del atrevido, tirándolo de la silla donde momentos antes se sentó, y ahora observaba desde el piso.

- ¡Oye! - El del whisky se levantó a encararla - ¿Qué carajos te pasa?

- ¡Perdón! Yo… - Comenzó ella, pero alguien se adelantó a sus espaldas.

- ¡Cállate imbécil! - Otro hombre pareció favorecerla, plantándole cara. - Ella es una jodida dama. - Sin previo aviso un puño voló directo al ojo del oponente.

Y empezó el zafarrancho. En un instante volaron vidrios de botellas y vasos, mesas y sillas destrozadas en conjunto con los gritos y golpes de todos contra todos. Launch ahí en medio, cubriéndose la cabeza con la bandeja y esquivando los obstáculos que volaban de un lado a otro se fue a refugiar al baño de mujeres, esperando. No había tenido un respiro cuando la puerta se abrió de golpe revelando la figura de la jefa a contra luz del caos de afuera. -¡LAUNCH! - Gritó nada más verla. - ¡Todo esto es tu culpa! Maldita ingrata.

-Pero yo solo estaba haciendo mi trabajo cuando de repente… - Trató de explicar.

-Oh, ¡cierra la boca! - Le ordenó - Ya estoy harta de tus excusas.

- ¡Pero…!

- Yo ya sabía que esos imbéciles querían cogerte en su auto, por eso te ordené que atendieras esa mesa.

-¿Qué? - Casi se le salen los ojos de la órbita.

-Creí que eras más lista, así hubieras podido ganar un dinero extra atendiendo a estos clientes tan frecuentes y asiduos. Pero me equivoqué. Eres una tonta; estás despedida.

- Claro que sí, con mucho gusto me voy. - Dijo ella alzando la quijada orgullosamente mientras se desataba el delantal. - Pero págueme mis horas extra junto con mi liquidación y jamás me verá volver a esta asquerosa pocilga. - Terminó arrojando el trapo al suelo y pisándolo.

- Vaya que eres estúpida. - Se burló la horrenda mujer. - Tengo un sistema de vigilancia infalible de cámaras grabando por todo el establecimiento. Y ahí estás tú dando el primer golpe y provocando todo este desastre. Por lo que tienes suerte que no llame a la policía para que te arresten.

- Entonces también verá la policía que fue en defensa propia. - Desafió.

- Puede ser. Pero es mi palabra contra la tuya, ¿estás dispuesta a arriesgarte?

Era cierto, no podía arriesgarse a que la arrestaran de nuevo por un pleito, y luego la policía averiguara su historial delictivo al proporcionarles las huellas digitales, y descubrir así que era una de las más buscadas entre la Policía Internacional. Pero aun así no la verían derrotada, pues mientras todo el pleito se salía de control y los involucrados se alejaban al estacionamiento, ella salía por la puerta trasera para que no la vieran, partiendo encima de su motocicleta, alejándose por la carretera.

...


La Capital del Sur era la más pequeña de las cinco, y por tanto, la más pobre de todas y también donde se planeaba en un futuro desarrollar diversos proyectos gubernamentales y privados de modernización urbana. Sin embargo, eso no eximía a la población de buscar alternativas para mejorar su economía y propia calidad de vida, siendo una de ellas el Punto Rojo; lugar donde se concentraba todo lo referente a negocios legalmente cuestionables pero muy lucrativos que por debajo del agua, contribuía tanto a la recaudación de fondos como la mayor potencia del Estado de la Nación, la Ciudad del Oeste.

Los negocios más grandes en prosperar siempre fueron aquellos relacionados con la recreación y el entretenimiento; bares, cantinas, casinos, restaurantes, etc. Toda actividad comercial que involucraba comida infinita, alcohol, drogas, sexo, armas, conflicto físico y muerte, era una que exactamente le interesaba a Raditz.

Esa noche se encontraba en un bar nocturno, mirando a las diferentes mujeres jóvenes bailar apoyadas del tubo encima del escenario. Sentado relajadamente delante de una mesa en primera fila con cerveza en una mano y cigarrillo en la otra, se entretenía observando silenciosamente a las chicas desfilar una tras otra con la música a todo volumen, y en un fondo de luces bajas rojas y naranjas, enseñando sus habilidades cada una en su acto al estilo propio, siempre con el mismo objetivo: desnudarse por dinero.

Las primeras veces que iba acompañado de Nappa a lugares así le causaban erecciones frecuentes. En definitiva no sabía qué hacer más allá de tratar de calmarse, puesto que en su época mercenaria iba de vez en cuando a desahogarse en los diferentes planetas conquistados bajo el yugo de Freezer. A ese punto ya debió acostumbrarse; tal vez era que las humanas compartían una fisionomía casi idéntica a las sayanas que, a excepción de la ausencia de cola, se veían apetecibles. Eso ocurrió en las primeras impresiones, pero ahora no lo tomaba más que como un entretenimiento, uno que disfrutaba en solitario definitivamente.

-Así que aquí sigues, grandote - Un susurro agudo en su oído lo sacó de su ensimismamiento.

- Hola Cherry. - Dijo al ver salir una silueta de la oscuridad de lucecillas bajas en tono frío. - ¿Cómo te va?

- Mal, - figura voluptuosa de senos grandes y redondos, cintura y caderas pequeñas con piernas largas y estilizadas sostenidas de unas sandalias de tacones enormes, entrelazadas con cordones a la pantorrilla. - Como no te vi, pensé que te fuiste sin siquiera verme. - Sus labios gruesos en tono fucsia se contrajeron en un puchero.

- Claro que no. - Sonrió de lado, moviendo el cigarrillo a una esquina de la boca. - Sabes que eres mi favorita.

- Bien, - resolvió ella, sonriendo. Su cara inocente al estilo oriental con ojos de grandes pestañas contrastaba fuertemente con su lascivo cuerpo y diminuta vestimenta. - ¿Vas a querer un privado?

- Por supuesto. - Respondió sin emoción alguna. - Cerraré con broche de oro.

- Ok, - dijo ella, dejándole una ficha redonda de plástico en la mesa con el número tres grabado al centro. - Cinco minutos, cabina tres. - Y con esto se retiró a las demás mesas.

La joven movía con ímpetú las caderas al compás de la música hip hop que sonaba en las bocinas de la habitación pequeña del privado, con Raditz ahora sentado en el largo sillón mullido de cuero rojo, observándola con atención. Ya cumpliéndose dos semanas desde que Maron se fuera, él simplemente continuaba su vida divirtiéndose luego de entrenar por varias horas en el desierto, como tal desde que Vegeta lo revivió, sin más. Body de Megan Thee Stallion sonaba en la estancia mientras sus ojos eran testigos de aquél acto vulgar y lascivo que antes disfrutó tanto. Pero ahora, por alguna razón simplemente ya no le provocaba nada, ¿Acaso extrañaba a aquella infame mujer?, ¿Sentía más por esta de lo que estaba dispuesto a admitir? La verdad es que no. Esta sensación familiar la tenía ya antes de morir, antes incluso de llegar a la Tierra. Desconocía el nombre, pero el concepto de lejanía e indiferencia ahí estaba, hasta un poco de antipatía, por ejemplificarlo. Podría decirse que se desensibilizó en situaciones así; tanto que al terminar su tiempo se fue, despidiéndose de la bailarina.

Caminaba por las oscuras calles sin iluminación de los faroles del barrio bajo, cuando de repente escuchó claros disparos y gritos a unas cuadras de su ubicación. No le sorprendió para nada, pues casi siempre existían incidentes así en la ciudad del pecado, en unos minutos se calmaría. Pero…

"¿Qué es esto?", Pensó al tiempo que detenía en seco su caminar, "Este... este aroma...", dilató sus fosas nasales, oliendo, olfateando, siguiendo con el ceño fruncido un aroma que mezclaba menta y pólvora fresca que le resultaba vagamente familiar. Moviendo la cabeza a ambos lados, girando sobre su hombro a cada momento mientras caminaba apretando el paso, aquél le llevó frente a un escaparate de un edificio con el acceso principal cerrado, las luces apagadas y las calles colindantes solitarias más oscuras, percatándose que los gritos y disparos se acercaban cada vez más. Observó su reflejo ante el vidrio, justo cuando este temblaba.

"Esto es ...", ni siquiera le dio tiempo para pensar. El vidrio estalló en miles de pedazos justo delante de él, sintiendo el impacto de un golpe contundente en su torso que lo derribó a la avenida, tomándolo completamente desprevenido. Todo pasó en una fracción de segundo, pero más temprano que tarde ya se levantaba en posición defensiva para dar el primer ataque a cualquiera que se atravesara en su camino.

-¡Desgraciados! - Oyó una voz quejándose en dirección al suelo, y descubrió quién lo había derribado. Una mujer blanca, no más alta que 1.65 m, con un moño rojo de lado atado a la parte superior de la cabeza cubierta con una melena rubia ondulada, enmarcando los ojos verde esmeralda de mirada furiosa y calculadora. Vestida de pantalón cargo oscuro a la cintura con reflejo guinda, rodilleras negras y botas tácticas, su pecho cubierto con una diminuta camiseta rosa pastel debajo de una pistolera de hombro cruzada a la espalda. Las manos enguantadas con dedos descubiertos sostenían un fusil de asalto, la clásica AK-47, la cual sostuvo del hombro derecho, y del izquierdo colgaba una bolsa de viaje tan abultada que los billetes podían asomarse por los cierres, diciendo mientras se levantaba: - Tuve suerte que la maleta amortiguara mi caída… - No pudo terminar porque una sombra se cernió a sus espaldas, lo que la hizo girar. En un segundo fue tomada por el cuello por una mano gruesa, que la levantó en el aire, lo que instintivamente la hizo reaccionar disparando a la cara a quema ropa. Sin embargo, aquél sujeto, sin dejar de mirarla fría y penetrantemente escupió las balas como si se trataran de semillas de sandía. - O… Oye… - Jadeó aterrada, dejando caer el arma. - No… No sé quién eres, pe... pero si es por Rourke… - aquél brazo musculoso se tensaba cortándole la respiración, por lo que ella solo atinaba forcejear rodeándolo con las manos, tratando que la liberase. - Él… ya me debía… mucho dinero. - Tosió.

-¿Quién es Rourke? - Raditz levantó una ceja, fijándose en cada centímetro de su prisionera, sintiendo aquél impulso asesino mientras ella cerraba un ojo forcejeando la vista que se le tornaba borrosa, dejando rodar una gota de sudor por su cara. Pero también, una vez que el humo del fusil se disipó, reconoció que de ella emanaba la esencia de menta y pólvora que tanto le intrigó hasta agradarle. Lentamente la bajó y aflojó su agarre pero sin soltarla, solo lo suficiente como para que respirara.

Ella respondió inmediatamente exhalando aire y tosiendo varias veces. - Así que… - Finalmente habló. - Eres uno de ellos, ¿cierto?

-¿Un qué? - Preguntó seriamente.

- Un Sayajin. - Señaló a lado de él justo cuando iba a preguntarle cómo sabía tal cosa. Pues su cola se encontraba levantada y retorciéndose cuan larga era. La impresión había sido tan fuerte que incluso se olvidó de mantenerla enrollada en su cintura, erizándose y calmándose después, al reconocer la usencia de peligro.

- ¡¿Y tú como mierda sabes de nuestra existencia?! - Exclamó incrédulo y apretando la mandíbula, pues Vegeta había sido muy claro en explicar que los terrícolas no sabían que su raza caminaba entre ellos.

- Uno; no te puedo decir nada si me sigues asfixiando. - Lo miraba directo a los ojos, él sabía que completamente aterrada por la respiración entrecortada que hacía subir y bajar su pecho con rapidez. - Dos; quiero un trato.

- Je, ¿Un trato? - Sonrió a medias divertido. - ¿Te parece que estás en posición de negociar?

- Por supuesto que sí. - Lo desafió. Por un milisegundo pensó en revelar que el punto débil de su gente era su cola, pero sabía que le atravesaría el estómago solo con la mano y le extraería las entrañas antes de terminar la frase siquiera. - Estoy segura que la información que tengo te interesa mucho.

- ¿Ah, sí? - Claro que sabía que solo estaba haciendo tiempo para que no la matara. Lo había visto muchas veces en los nativos sobrevivientes de tantos planetas a los que purgó; querían trato a cambio de dejarlos con vida; a veces era moneda de cambio y otras, materiales valiosos. Él simplemente les decía que sí y se quedaba con el botín sin que nadie, ni siquiera Vegeta se enterara y luego los asesinaba sin más. Recordar eso nostálgicamente lo hizo sonreír con añoranza, lo que Launch confundió con su aprobación. - Entonces por ahora te dejaré vivir.

- ¡Ashh, no! - Dijo ella moviendo la cabeza con fastidio. - No me importa que me dejes vivir. - Eso sí lo tomó por sorpresa. - Solo q…

-¡Ahí está! – Gritó alguien a unos metros. Estaban tan distraídos que ambos se olvidaron que ella estaba involucrada en una persecución, y ahora uno de los que la buscaban localizó su posición - ¡Están aquí!

El sintió un tirón de su brazo hacia abajo, pues la rubia se arrojó con todo su peso para tomar el fusil del suelo, cargándolo y disparándolo atravesando la cabeza del soplón mientras el cuerpo caía. - ¡Vámonos de aquí si no quieres que descubran que eres inmune a las balas! - Eso en verdad no le interesaba, pero aun así la asió de la cintura mientras que ella abrazaba con todas sus fuerzas el gran bolso y sintió cómo se elevaba en el aire, alejándose cada vez más del edificio. - Necesitamos una distracción. - Dijo sacando una granada de sus ropas pero antes que pudiera lanzarla, él simplemente arrojó una esfera de ki a un auto en las calles al azar, causando la explosión que necesitaban y alejándose rápidamente volando, antes que nadie los viera, mientras el cielo nocturno era iluminado por las estrellas.


N/A: Muchísimas gracias por leer! Este capítulo fue en especial difícil de escribir, así que por favor dejen comentarios, me gustaría saber sus opiniones, nos vemos en el siguiente :3