6.- Intención


Dulces sueños están hechos de esto.
¿Quién soy yo para no estar de acuerdo?
Viajo por el mundo y los siete maresTodo el
mundo busca algo

Algunos de ellos quieren usarte
Algunos de ellos quieren ser usados por ti
Algunos de ellos quieren abusar de ti
Algunos de ellos quieren ser abusados

Emily Browning - Dulces sueños


Si algo caracterizaba a Bulma Brief como individuo era no solo su evidente belleza de rasgos delicados y sensualidad, heredadas de su madre, sino más que todo, la personalidad valiente e intrépida, además del carisma que la hacía sobresalir dondequiera que se parase y su extrema inteligencia mezclada con su característica coquetería. Y sin embargo, el implacable paso del tiempo era su peor enemigo; tener que competir contra los sayajin por retrasar lo más posible el envejecimiento a sabiendas que perdería la batalla era algo que simplemente no podía aceptar. Nunca recurrió a las cirugías estéticas teniendo en su poder las Esferas del Dragón u otras opciones, como los favores de Uranai Baba a cambio de efectivo para cumplir sus deseos. Siempre sonreía con superioridad al ver que Chi-Chi, siendo cinco años más joven, se veía por lo menos diez mayor en comparación. Pero que alguien como la propia Launch, que solo era dos años menor, se viera actualmente tan joven como cuando la primera muerte de Gokú, era absolutamente imperdonable para su vanidad. Chi-Chi siempre decía lo mismo cada que salía su nombre a la conversación: "Eso es fácil de explicar; los hijos son la mayor preocupación de una mujer, y entre más se retrase su llegada, menos estrés causará y por tanto, muchas menos arrugas ". "No lo creo", negaba rotundamente, "¿Cómo explicas la apariencia intacta de 18?". "Bueno", respondía la esposa de Gokú, "Marron aún es muy pequeña, y recuerda que 18 es un androide, en realidad no creo que jamás envejezca, relájate y disfruta de tus hijos", le decía siempre en tono calmante mientras bebía su taza de té de hierbas cada que se veían.

"Claro, es fácil decirlo porque te resignaste a ser una mujer acabada que no le importa cuidar de su apariencia", pensaba siempre con ojos cerrados y apretando la mandíbula. "Pero yo no puedo rendirme, no tan fácil". Por eso tener sentada frente a su escritorio a Launch en su oficina privada dentro de la corporación un día, después de años de no verse, ojeando cómo su cabello índigo reflejaba destellos de la luz del sol a través del ventanal panorámico, era lo más humillante para su ego herido.

...


Aterrizaron en la azotea de un edificio cuyo espectacular anunciaba la famosa marca de un refresco en letras cursivas blancas sobre un fondo rojo, justamente en el puente vehicular que daba la bienvenida a todos los automóviles que visitaban el Punto Rojo.

-¿No se te ocurrió un lugar más obvio para llamar la atención y que nos encuentren? - Preguntó Launch sarcásticamente, volviendo a estirar las correas del gran bolso y acomodándolo en su hombro derecho, cruzándose el pecho.

- Este sería el último lugar donde se les ocurriría buscarnos. - Respondió Raditz, parado a dos metros de distancia. - Y tenemos la ventaja de vigilar de cerca la carretera y salir huyendo primero. - No podía creer tanta estupidez de la tipa frente a él.

- Bien. - Admitió ella torciendo la boca, rodando las pupilas a un lado.

- Bien. - Repitió él con sorna, cruzándose de brazos. - Te escucho. - Ya envolvía la cola firmemente alrededor de la cintura.

- Primero quiero saber si hay trato. - dijo a la defensiva, buscando de reojo una ventaja del entorno que la ayudara a escurrirse.

- Creí que había dejado en claro que no te mataría, por ahora. - Sonreía, en verdad le divertía el terror que despertaba en su actuar, ese lenguaje corporal que recordaba a las alimañas acorraladas. - Y eso si la información que me dieras me convence.

¿Correr ?, ¿A dónde ?, ¿Esconderse? Sabía de antemano que todos ellos podían sentir su presencia, su ki. Y viendo que solo podía esperar despertar una pizca de compasión en este sujeto, algo de por sí repulsivo para su propia psique, decidió lanzar su próximo movimiento; o si fallaba, encontrar la muerte segura al lanzarse al vacío desde la cornisa y que los autos se encargaran de sus restos. - Te lo dije. - Imitó su sonrisa. - No me interesa que me dejes vivir. - ¿Era mentira? Estaba asustado claro, su respiración aun agitada la delataba; el puro instinto la hacía reaccionar. Y por otro lado, en medio de su propia locura… a este punto ya no le importaba nada porque Ten ya no estaba más ahí, incluso para detenerla de matar o morir.

A Raditz no le sorprendieron estas palabras; especializado en la tortura como estaba, fue testigo solo de pocas veces cuando los prisioneros temporales hablaban bajo este concepto. No, había algo en esa mujer frente a él, algo en ella además del reflejo a contra luz rojiza del espectacular en su silueta, una señal en su mirada que le indicaba que algo andaba mal.- ¿Ah, no? - Decidió presionar un poco.

-Lo único que me interesa saber, es si me llevarás lejos de aquí. –Soltó de repente. - O me dejarás ir.

- ¿Cómo corta en dados? - Se le borró la sonrisa, frunciendo levemente el ceño.

- Jeans rotos, botas viejas y una chaqueta de cuero desgastada. Llámale como quieras viejo, pero a mí me suena que necesitas una renovación de guardarropa urgentemente. - Abrió un poco el cierre del bolso sin apartar la vista, sacando de su interior un grueso fajo de billetes envueltos en una liga, recuperando un poco de la confianza que había perdido. - Si me dejas ir, esto será tuyo. - Y con esto dejó caer el manojo, pateándolo en su dirección.

- ¿Y por qué no mejor te arranco la cabeza y me quedo con todo? - Amenazó.

- Mm… ni modo, lo intenté. - Gesticuló alzando los hombros un momento.

- ¿En verdad crees que a los sayajin nos interesa el dinero terrícola?

- Pues, a Vegeta no le molesta para nada. - Sonrió.

-¿Qué ha dicho? - En un abrir y cerrar de ojos la rubia desapareció de la vista, pues se había dejado caer de espaldas al vacío, así nada más. - ¡¿Pero qué…?! - Solamente alcanzó a asomarse abriendo los ojos incrédulo, poniendo un pie al borde de la cornisa, buscando entre la oscuridad algún rastro del cuerpo. Y más pronto que tarde localizó aquella cabellera ya alejándose por el puente en algo parecido a una motocicleta de una sola rueda, perdiéndose a través de la oscura carretera de salida, bordeando la colina.

Miró sobre su hombro y se agachó a recoger el fajo de billetes olvidado, observándolo. Podía seguirle volando, localizándola muy fácil y hacer pagar por distraerlo con una treta tan convenientemente cómoda que avergonzarse a cualquier novato de su obvio descuido. También tenía que admitir que hacía muchísimo tiempo que no se divertía en horrorizar a alguien solamente con su presencia. Guardando el montón en uno de los bolsillos del interior de su chaqueta emprendió el camino a casa, sonriendo todo el tiempo de manera malsana, pues decidió ir a buscarla después para hacerla hablar acerca de cómo conocía a Vegeta, y su relación en todo el asunto . Frunció el ceño pensando que tal vez el príncipe ocultaba más de lo que pensaba.

...


Era un lunes cualquiera. La rutina de Bulma consistía en levantarse y alistarse, desayunar, trabajar ya sea en su laboratorio, al aire libre, en sus registros, investigando o en cualquier otra parte, almorzar, seguir trabajando y terminar por la tarde con su merecido descanso, todo mientras Vegeta entrenaba siempre. Sin embargo, al medio día su madre tocó a la puerta de su oficina anunciando que alguien que decía conocerla desde prácticamente una niña se presentó en casa.

-Dice que se conocen de toda la vida, - dijo con su característico tono optimista. - Pero yo no lo creo. - Abrió por completo la puerta dándole paso en el umbral a aquella chica. - Es prácticamente tan joven como Gohan.

Llevaba un vestido corto línea A en tono coral descubierto a los hombros, abotonado al frente ya lo largo, combinado con tenis blancos; sus brazos entrelazando las manos al frente y abajo mientras se aproximaba y saludaba con una inclinación al frente. - Hola Bulma, espero no importunarte con mi presencia el día de hoy. - Se disculpó.

-¡Claro que no! - Saludó regresando la inclinación, indicando con un gesto de la mano la silla frente al escritorio. - No es necesario ser tan formales Launch, somos viejas amigas.

-¡¿Lanzamiento ?! - interrumpió la madura mujer, esta vez abriendo los ojos de la impresión. - ¡No me digas que es esa jovencita que siempre andaba acompañada de ese par de hombres tan extraños! El calvo de tres ojos y el muñequito pálido.

- Mamá, - respondió sin ver a Launch, pero sabiendo que su reacción era la de una sonrisa nerviosa. - Se llaman Ten Shin Han y Chaoz, y sí, es ella. Ahora si nos disculpas…

- Oh si. Claro. - Se dirigió a la morena. - Oye, no te puedes ir de aquí sin decirme tu secreto.

-¿Secreto? - Parpadeó esta sin comprender.

- Si, ya sabes. Te ves exactamente igual que la última vez que te vimos, espero puedas decirme cómo es que te conservas tan joven. Mira que Bulma…

-¡Mamá! - Esta enrojeció tensando los brazos. - ¡Ya vete y cierra la puerta!

- Está bien, está bien. - Dijo al retirarse. - De todas maneras mandaré bocadillos en un momento. - La voz se apagó desapareciendo tras la puerta.

- Disculpa a mamá. - suspiró al sentarse, recuperando la compostura. - Ella no sabe lo que es la discreción.

- No te preocupes. - respondió sonriendo, recordando de dónde heredó la científica su carácter extrovertido.

- ¡No sabes cómo te hemos extrañado! - Su expresión era tan animada y positiva que casi la engañó. - Las reuniones y ratos libres, los torneos y las batallas, seguramente Ten Shin Han te habrá… - Se dejó llevar tanto por la nostalgia que se dio cuenta tarde. - Oh, en verdad lo siento. Discúlpame, no debí…

- No no. - Ella movió la mano en señal positiva, asegurándole que no era importante. - Eso ya pasó hace mucho, en verdad, todo está bien.

- Ese estúpido de Oolong nunca ha sabido mantener la boca cerrada. - Dijo por lo bajo entre dientes. Casi se muerde la lengua.

- En serio, está bien. - Continuó. - Yamcha me estuvo ayudando con eso.

- ¿Cómo corta en dados? - Levantó una ceja en sospecha, ahora seria.

- No, no es lo que crees. - Inmediatamente aclaró. - Me refiero a que me ha presentado a algunos de sus amigos atletas.

- Aahh… - Ese gesto de complicidad. - Y dime, ¿alguno en especial que te haya llamado la atención? - Su sonrisa traviesa, hambrienta de chisme.

- No. - Respondió serenamente, bajando la mirada. - No ha habido nadie.

- No te culpo. - Le soltó. - Reemplazar a alguien como Ten no es nada fácil. Diría que casi imposible.

- ¡Yo no busco reemplazarlo! - Exclamó, pero captando lo que acababa de hacer, continuar, bajando la voz. - Quiero decir, que yo… que él…

- Hey, no tienes que justificar nada. - Interrumpió en tono de disculpa. - Así es la vida; cuando algo acaba, siempre comienza otra cosa. Tarde o temprano, nada es para siempre.

"Aguanta, solo resiste un poco", pensó la Ranchi; Sabía que al estar frente a la empresaria sería inevitablemente interrogada en un tema tan personal. Pero si quería su alianza y apoyo tanto como se la brindaba a los demás del grupo, entonces pagar soltando un poquito de sí misma no era gran problema; y prefería hacerlo solo entre la discreción de dos. Jamás confió en ella realmente, pero tenía que reconocer que la vida le sonrió naciendo entre sus millones, que aún no conocía a quien pudiera rivalizarla. En cambio su propia suerte ya estaba echada, y aprovecho aprovechar cualquier oportunidad que se le brindase. - Perder.

-Además, - Continuó como si no la escuchara. - Él no era para ti. Quiero decir, - Se apresuró a aclarar, viendo que de golpe la miraba fijamente y sin parpadear. - Ten Shin Han siempre ha sido tan frío y distante, reservado, serio. Ya sabes, tanto o más callado que el propio Piccolo. Y tú eres tan cándida, inocente, pasional, impulsiva y furiosa. Mira que patearle el culo al propio Kamisama jajaja, - Se rió. - Ni yo hubiera sido capaz de tanto. Debió ser eternamente aburrido estar a su lado, tener que soportar todo el tiempo que entrenara día y noche sin descanso y ni siquiera ponerte atención. Seguramente prefería comunicarse más con el pequeño Chaoz o consigo mismo que hablar contigo. - Esto último la lastimó; no por lo poco sensible, sino porque la verdad le golpeaba como una bofetada de lleno al rostro. - Tú te mereces a alguien que se apasione por ti tanto como tú de él, alguien que no te deje escapar, que no te deje ir fácilmente, que tengas la seguridad que por más lejos que estés él te seguirá donde sea que vayas aún si es al mismo infierno, que se exalta cada vez que te vea y te estremezca la piel tan solo con mirarte, te proteja de todo y de todos, que te salve hasta de ti misma, tan valiente que no permite que nadie te dañe; que del cariño te tenga ardan los dos en un fuego tal que parece ambos morirán pero no importa. Tan feroz y salvaje al defender lo suyo, alguien como, como…

- ¿Alguien como Gokú y Vegeta? - Completó Launch alzando una ceja, porque al oír hablar a la de cabello cian logró ver en sus ojos destellos soñadores en forma de corazón. - ¿Un sayajin?

- Oh, no querida. - Rió. - Los únicos existentes ya están ocupados. - A su mente vinieron Gure y cierta chica con cabello platinado y piel verdosa. - Pero de los humanos, debe quedar alguno que reúna esas características, ¿no crees?

- Yo creo que ha leído demasiadas novelas rosas, Bulma. - Rió nerviosa. - Además, no me gustan los hombres así de celosos y posesivos. Lo que describe a suena a un psicópata acosador, jaja. - Terminó.

- ¡Oh, vamos! - Contestó ella pensando: "como si tu contraparte no fue igual o peor". - Pero en fin, tú te lo pierdes.

En ese momento regresaba Panchy con una charola repleta de galletitas, pastelillos, té y café. Y aunque quería quedarse platicando del tema que más le apasionaba, los hombres, su hija la hizo desistir de aquello, así que resignada salió de la oficina, prometiendo volver más tarde.

-Entonces, - comenzó Bulma, ya cambiándose para esto en el sillón blanco circular de piel, en la parte más sombría de la estancia, dejando la charola en la mesita de centro y sirviendo un té y un café junto con dos pastelillos al azar, invitando a que la acompañara. - Debo entender que esta visita de improviso tiene algo que ver con un asunto diferente al amistoso, de otra manera esperarías a la siguiente reunión, que seguramente alguno de nuestros amigos te avisarían con mucho gusto.

- Así es. - Con lo dicho Launch entendió que había pasado con éxito el interrogatorio de Bulma, por lo que ahora el campo estaba despejado. Esta ya había obtenido lo que quería: saber si con la ruptura estaba saliendo con alguien más, o por lo menos intencionalmente, para así pasar la voz y generar algo de qué hablar en la siguiente fiesta. Curiosamente el pensar la cara que pudiera poner Ten al saber que seguía su vida con alguien más era algo que le interesaba de una manera que no creyó existiera en ella. Y decidió centrarse en su objetivo. - Me gustaría hablar de negocios.

- ¿Qué clase de negocios? - Dio un sorbo a su taza, por lo que la morena aprovechó para hablar.

- Necesito tu ayuda para conseguir un empleo. - Soltó al fin.

-¿Qué? - Casi se atraganta con su bebida, por lo que la dejó en la mesita. - ¿De qué hablas?

Entonces Launch le contó su vida laboral desde que dejó a Ten Shin Han, incluido el incidente en el restaurante a las afueras de la ciudad. -… y… - vaciló. - Creo… que he robado de nuevo… y ya no quiero. YO ya no quiero. - Enfatizó. - Estoy segura que se puede prosperar de manera honesta.

-Sí, - asintió en respuesta. - Yo sé. Estoy seguro que tú, esta parte tuya lo ha pensado siempre así - Se cruzó de brazos reclinándose en el respaldo. - Pero, ¿Y la otra?

- Ya sabía que me preguntarías eso. - Respondió con pesadumbre. - Yo… en verdad… yo no lo sé. - Bajó los ojos al suelo.

Luego de observarla por un instante, Bulma rompió el silencio. - ¿Sabes? Creo que tu contraparte también piensa lo mismo. Ya que por lo que cuentas, Kushami hizo lo suyo, pero jamás se interpuso en tu situación laboral, ¿no es así?

-¿Qué quieres decir? - Parece que ya sabía dónde quería llegar.

-Quiero decir que nunca estornudaste en medio de tu jornada de trabajo, interrumpiendo tus deberes, ¿o sí?, ¿Alguna pérdida de memoria?

- No. - Negó por lo bajo. - Jamás.

-Bien, entonces debe ser eso.

- ¿Quieres hablar con ella para asegurarte? - Parpadeó varias veces.

- ¡No! - Exclamó deprisa poniéndose inmediatamente de pie. - Para nada, no es necesario. - Del bolsillo de sus jeans extrajo su smartphone. - ¿Podrías darme tu número móvil?

-Ah, claro. - Asintió animada. - Es… - le daba el número mientras pensaba satisfactoriamente que el chantaje de traer a Kushami realmente había funcionado.

-Ok, ya está. - Acto seguido, fue el smartphone de Launch el que sonó. El cual al encender la pantalla, notó el número de la llamada perdida. - Ese es mi número, ahora que lo tienes, estaremos constantemente comunicadas. Te llamaré en cuanto haya conseguido un empleo o una recomendación para ti, y no te preocupes. Todo va a salir bien, ya verás. - Le sonrió.

- Ok, muchas gracias Bulma. - respondió sonriendo a su vez esperanzada. - En verdad, no sé cómo agradecerte.

"Ya lo sabrás", pensó esta sonriendo y despidiéndose de la inocente mujer a la entrada de la corporación mientras se subía a su motocicleta y se alejaba por el sendero. Bulma no se iba a quedar solo de brazos cruzados; de alguna u otra manera le arrancaría el secreto de cómo lograr el paso del tiempo en su rostro y cuerpo, y de paso poder rejuvenecer, si era posible, hasta volver a sus veinticinco años otra vez.

-Bulma, - Aquella voz masculina a sus espaldas. - ¿Quién era esa mujer?

- Ah, nadie Vegeta. - Giró sobre sus talones, caminando en su dirección para que la siguiera. - una vieja amiga, solo eso. - Sonrió con fingida inocencia.

...


La oscuridad y el silencio. Y luego la luz cegadora al abrir los ojos de golpe. Adquiero consciencia de dónde estoy; la recámara, la misma desde hace meses. Esa pesadilla regresó de nuevo, pero a este punto ya no me interesa. Solo me levanto y me siento en la orilla de la cama mientras me espabilo y rasco mi cabeza a través del largo cabello. Otro día de mierda en un lugar de mierda de un planeta de mierda. No quiero saber nada más, ni siquiera me importa el número de botellas vacías en el piso ya que siempre es lo mismo, no he encontrado una sola que pueda ponerme mínimamente ebrio. Recorro el pasillo hasta llegar a la sala.

La puerta principal del apartamento en penumbras comienza a sonar al ser golpeada suavemente desde afuera en repetidas ocasiones. No quiero visitas pero el ruido no cesa, así que harto abro de golpe: - ¿Otra vez tú? - Me aseguro de sonar amenazante. - ¡¿Qué mierda quieres?!

Ante la visión de un día con clima soleado se perfila la silueta de esa chica de cabello índigo voluminoso con ojos grade del mismo color, vestida con short overol de mezclilla sobre una playera blanca a rayas negras de manga larga y tenis. Pienso que se ve bastante ñoña, imagen contrastada con su claridad al hablar: - ¿Querías pruebas, no? - Frunce el ceño tratando de manifestar molestia, cuando en verdad se le nota nerviosismo. - ¿Me vas a dejar pasar, Raditz?

-Ahhh… - Suspiro con fastidio al tiempo que volteo los ojos y me hago a un lado. Ella cruza el umbral y yo cierro azotando la puerta con el mayor desagrado posible.