7.- Carnada


Ha oh
yo estaba buscando un soplo de vida
Un pequeño toque de luz celeste
Pero todos los coros en mi cabeza cantaba ningún
Para conseguir un sueño de la vida de nuevo
un poco de la visión del comienzo y el final
, pero todos los coros en mi cabeza canté no

Pero sólo necesita un toque más
Otro sabor de la fiebre del cielo
Y yo creo, yo creo que por lo
Y sólo necesita una más tocar
Otro sabor de devorar fiebre
Y yo creo, yo creo que por lo

¿De qué lado estoy, de qué lado estoy?
¿De qué lado estoy, de qué lado estoy?

Florencia y la máquina - Aliento de vida


Es curiosa la inestabilidad de los hechos de la vida.

Hace sesenta y seis millones de años una simple roca extinguió a la especie dominante de este planeta, abriendo paso a una nueva, cuyo origen fue tan pequeño y humilde que fue una suerte que no se extinguiera también en el paso de su evolución. Fue esa misma inseguridad la que provocó que, entre millones de especies y razas poderosas dominadas por el Imperio Galáctico en todo el universo, Freezer se fijara precisamente en la de los sayajin, calculando el porcentaje de la fragilidad de su propio poder si se revelaran en su contra gracias a su resistencia y creciente fuerza cada vez ilimitada. Un toque de su dedo, así como el toque de una roca bastó para acabar con una especie.

Un toque del dedo de esta frágil mujer de ojos grandes y pupilas índigo a su dispositivo móvil bastó para que yo pusiera atención al mensaje guardado y dirigido a mí en la inconfundible voz de Vegeta resonando fuertemente en medio de mi territorio:

" Ha pasado tiempo desde tu regreso, y meses desde que te dije que esperaras mis instrucciones porque en cualquier día que me viniese en gana te podría utilizar. La mujer parada frente a ti ha venido porque yo se lo he dicho, así que espero, por tu propio bien Raditz, que en un futuro no cuestiones la veracidad de las indicaciones de tu líder. Ella está aquí para ayudar en todo lo que necesita para organizar y administrar tus asuntos; considéralo un incentivo dado que ha pasado un mes desde tu ultimátum y probaste que puedes adaptarte y pasar desapercibido como un terrícola más. Todo lo contrario a Nappa; felicidades, al fin le has ganado en algo ... "

El mensaje dijo su última frase y terminó, dejando todo en silencio como antes. Sin mediar palabra me enderezo cruzando los brazos, mirando fijamente esos ojos abiertos de miedo mientras lentamente sonrío. Como dije, es curiosa la inestabilidad de los hechos de la vida.

...


Todos hablan de la suerte como si fuera algo exclusivamente bueno, ignorando los factores de la casualidad y la compleja red de posibilidades infinitas que se tejen alrededor de un hecho aleatorio para que este sea posible. Si se lanza una moneda al aire caerá de algún modo u otro, pero siempre caerá porque esa es la consecuente reacción de la acción de arrojarla. Pero yo no pensé en eso; la lógica se me escapó al darle a Bulma una opción de contactarme con mi número móvil, lo que causó que Vegeta me llamara unos días después a su nombre, queriendo verme personalmente y diciéndome que no era ella la que solicitaba mis servicios, sino él. La consecuencia de mis acciones forjó mi suerte justo cuando decidí entrar a la boca de lobo y escuchar ese mensaje que envió a mi número hasta la frase que lo finalizó:

"... Siempre y cuando no le hagas daño, puedes disponer de ella cómo y cuándo lo desees. Espera nuevas instrucciones".

Quedándome yerta y sin habla, mirando esos peligrosos ojos negros, fui al fin consiente de ser yo misma la que firmó mi propia sentencia.

...


A Vegeta no le importaba quién era ella porque la había visto en varias reuniones y fiestas que Bulma organizó para sus amigos. Lo preguntó porque era extraño que solo una de ellos a la vez se presentara un día inesperadamente.

Sentados ambos frente a una gran mesa redonda en la enorme terraza a la hora de la cena esa misma noche calurosa de verano, su esposa le contó "el asunto" con todo lujo de detalle, mientras sus suegros se unían a la conversación luego de confirmar los adultos que los niños dormían en sus habitaciones, y notó como si ella no pudiera contener las ganas de decirlo a los cuatro vientos; rápidamente Panchy tomó partido y el Dr. Brief escuchaba con fascinación la opinión de ambas.

-Deberías llamarle. - Sugirió este. - Realmente necesitamos a alguien que cocine muy bien, eso nunca está de más.

- No es necesario papá. - replicó inmediatamente Bulma. - La verdad es que aunque lo haga bien, tiende a confundir los ingredientes por otros parecidos o no sabe si algunos se pueden servir y otros no. Muchas veces el maestro Roshi y Krillin sufrieron indigestión o se envenenaron. - Vegeta notó el hincapié exagerado en esto último, como si quisiera dejar en claro que estaban mejor sin que una mujer joven rondara la cocina. Lo cual levantó su ego al imaginar los celos de ella porque él notara a otras.

Lo pensó un par de días. Y en el tercero, luego de muchos intentos pudo lograr ver de lejos el patrón del móvil de Bulma, desbloquearlo y encontrar el número de Launch para citarla esa misma tarde en un pequeño auditorio junto a la recepción de uno de los hoteles más lujosos de la ciudad.

Parecía que por fin la suerte le sonreía a la chica al recibir una mañana ese mensaje del número de Bulma. La fe y esperanza que crecieron por cambiar su vida al fin, se desvanecieron cuando al cruzar la puerta encontró al príncipe sayajin, sentado en medio de la primera fila frente al escenario, con el tobillo izquierdo apoyado sobre la rodilla derecha, ambos codos apoyados sobre los brazos del asiento, entrelazando los dedos.

-Bulma, - Comenzó nerviosamente Ranchi. - ¿Aún no llega? - él negó suavemente con la cabeza. - ¿Tardará? - Preguntó al cabo de un momento, notando cómo él la examinaba, como un médico a una radiografía en busca de la anomalía.

- Puedes esperar todo lo que quieras, ella no vendrá. - Respondió.

- ¿Cómo? - Preguntó fingiendo en vano la calma.

- Lo diré sin rodeos. - Su tono extrañamente serio pero confiado. - Fui yo quien te citó desde su número.

- ¿Qué? - Una de sus manos al pecho. - ¿Por qué? - Una mujer y un hombre casado, ambos en el mismo espacio, solos. Para nada le gustaba la idea.

- ¡Agh! - Se quejó algo irritado. - ¡¿Quieres dejar las estupideces a un lado ?! - Ella había retrocedido lentamente hasta chocar de espaldas con el borde del escenario. - No voy a hacerte daño, mujer. - Sabía que intimidarla no serviría de nada para sus planes.

- ¿Eh? Pe ... Pero ... - Tartamudeó.

- Sé la razón del por qué viste a Bulma.

"¡Esa desgraciada!", Pensó. Se reprochó mentalmente que debió prever que de exponerle a la ingeniera algo así, esto ocurriría. - ¿Oh si?

-Realmente ella no sabe que estamos aquí. - Parecía que sus ojos le atravesarían el alma. - Y me gustaría que siguiera así.

- Claro, - Afirmó. - Sí.

- Aclarado este punto. - Siguió, esta vez reclinándose en el respaldo. - Si ella te llama diciendo que ha conseguido lo que pides, le dirás que gracias, pero ya no es necesario. Solo rechaza la propuesta. - Ella parpadeó, interrogante en el silencio. - Desde ahora trabajas para mí.

Aquello le cayó como un balde de agua helada. - ¿What? - ¿Qué quería este sujeto?, - No… yo…

-Que a partir de este momento trabajas para mí. - Repitió con impaciencia.

- No, en serio. - los latidos de su corazón poco a poco se calmaban luego de la impresión inicial, siendo reemplazados por la genuina curiosidad. - ¿En qué podría serle útil yo, solo una terrícola a un sayajin?

- Tienes razón. - Por fin se levantó del asiento. - Solo una simple humana. - Dio un par de pasos para observarla mejor. - Cuya raza, debo admitir, me sigue pareciendo fascinante. –Si ella no retrocedía más, era solo porque el escenario estorbaba. - Con el tiempo he comprendido que ninguno de ustedes debe subestimárseles. - Sus palabras hicieron que lentamente ella se enderezara a sostenerle la mirada. - Y realmente no veo a nadie más capacitado que tú para ejecutar esta misión.

- Con esto debo entender, - Dijo ella, cautelosa. - ¿Qué me buscas solo porque se te acabaron las opciones? - No sabía si sentirse halagada o insultada.

- Je, - Sonrió de medio lado. - Podrás engañar a todos con tu papel de la muchacha dulce e inocente. Vaya que funciona. - Se cruzó de brazos. - Pero yo sé que dentro de ti albergas algo más que no quieres dejar salir.

- No… - Agitó enérgicamente la cabeza. - Tú no entiendes ..

- Oh, claro que sí. - La interrumpió. Curiosamente en ningún momento sonó intimidante ni amenazador. Todo lo contrario, había diplomacia y neutralidad en su voz. - Sé lo que es el Trastorno Disociativo de la Doble Personalidad.

- Oh, ya entiendo. - Paró repentinamente, seria. - Quieres hablar con la otra. - Frunció el ceño comenzando a inquietarse. - Pierdes el tiempo, Vegeta. Yo no estornudo a voluntad, y además…

- Jajaja. - Rió divertido. - Te equivocas. No me importa solo la rubia. - Relajó los rasgos. - Las quiero a ambas.

Ella le prestó atención moviendo las pupilas de un lado a otro, en busca de una micro reacción, algo que lo delatara. - Lo que tengas que decir, simplemente suéltalo. - Ya estaba cansada de adivinar por años las intenciones de los otros, sin saber claramente las reglas del juego.

-¿Quieres decir que…?

- Quiero dejar en claro que no estoy aceptando nada. - Ranchi estaba harta de tener que vivir en la ignorancia de lo que, en cambio, Kushami sabía de sobra. - Solo quiero saber qué tienes que decir.

- Muy bien. - Ese tono de suficiencia. - Sé lo que implica; amnesia, tener la sensación de estar alejada de ti y tus emociones, sin identidad ni control de tu vida. Sientes que no puedes confiar en nadie, mucho menos en ti misma. - Le dio la espalda, alejándose un par de pasos y con la vista a las butacas. - Esto te mantiene en una alerta tan constante que no puedes concentrarte en nada; a este punto no puedes conservar un trabajo estable que te de sustento sin el temor que ella aparece y arruine todo lo poco que has construido. - Ella no respondió, a lo que él se giró para mirarla. - ¿O me equivoco?

La boca medio abierta, la barbilla temblando ligeramente, cabeza agachada ocultando la mirada y los puños al frente apretando la tela de su vestido, todo encajaba. -… N… No. - Este tipo podía leerla como un libro abierto. - Ella simplemente ... me inhabilita.

-Sé que tu caso como tal es único en el mundo, por lo que no funciona alguna clase de "tratamiento" ni ninguna de esas mierdas. - Se burló.- Así que te ofrezco una alternativa. - Ese tono negociador y confiado. - Si aceptas trabajar para mí, uno: - Levantó el dedo índice. - ganarás una gran cantidad de dinero que seguramente jamás haz visto en tu vida, o tu lado bueno por lo menos. Dinero limpio y legal, completamente libre de impuestos y todos esos tributos terrícolas. Y dos: - Seguido del índice, el dedo medio. - Te garantizo que jamás estarás sola de nuevo. - Levantó los ojos de golpe, mirándolo. - Este problema tuyo te incapacita al grado de tener que vivir siempre acompañado, por lo menos para que te cuenten qué era lo que hacía la otra, ¿verdad? - Él jamás dejó de examinarla minuciosamente. - Gente de confianza, Casa la de Kame.

-¡No! - Exclamó. - Regresaba porque eran mis amigos y los quiero.

- ¿Eran? - Levantó una ceja.

- No, quiero decir…

- Oye, - La interrumpió. - Ni siquiera me interesan tus asuntos con ellos.

Lo miró aun desconfiando. - ¿Y de dónde saldrá mi salario? - Siguió al cabo de una pausa. - No quisiera pensar que viene del bolsillo de Bulma y tener que justificarme con ella después.

-Vaya, - Arqueó las cejas. - Para ser "la buena" tienes una gran boca, insolente.

- Solo quiero saber las condiciones del terreno. - Desafió segura, aunque aún tímida. - Y que me garantices que si llego a cambiar, ninguna de ellas saldrá lastimada o en problemas bajo ninguna circunstancia.

- Te lo he dicho. - Aseguró. - las necesito a las dos; tus habilidades pueden ser aprovechadas útilmente, aun si piensas lo contrario. - Ella aún no respondía, indecisa. - Mira, ya me está aburriendo esta charla, ¿Aceptas o no?

- Bien, trato hecho. - Aceptó cediendo a la presión, de todas formas sus opciones se agotaban. Su suerte oficialmente estaba echada.

- Bien hecho. - La felicitó. - Y por la fuente del dinero no te preocupes, tu solo cumplirás mis órdenes, y ya. - Su tono cambió inmediatamente al conocido serio y dominante, lo que la puso otra vez en alerta.

- ¿Y quién será esa otra persona? - Preguntó.

- Lo sabrás a su debido tiempo. - Contestó mientras sacaba su móvil, marcando a su número. - Con esto nos mantendremos en contacto. - Realmente odiaba utilizar la tecnología terrícola tan primitiva, pero dadas las circunstancias… - Espera mis órdenes. - Con esto se despidió, dejándola sola en el auditorio, con una ligera sensación de náuseas.

Le vendí el alma al diablo

Fue lo último que alcanzó a escribir en la aplicación de mensajería de su smartphone mientras estornudaba. Kushami ahora se encontró en medio de su apartamento, bajando la vista a sus manos y leyendo el mensaje. Inmediatamente accedió al almacenamiento y encontró dos archivos de grabación de voz, los reprodujo según su fecha de creación, y se enteró de la conversación que Ranchi tuvo con Bulma y luego con Vegeta. Ya había adoptado la costumbre de grabar y almacenar todo lo que pudiera entre los archivos de su nube, en orden cronológico, para no perder ni un momento de su vida dividida.

-Muy bien, Ranchi. - Sonrió al vacío. - Por primera vez en tu vida haces algo inteligente.

No pasó mucho tiempo, tal vez tres o cinco días, dos horas desde que Ranchi volvió, para que Vegeta al fin la contactara. En ese tiempo Kushami se encargó de abrir una cuenta bancaria y hacer los trámites debidos. Justo a tiempo para que el príncipe le notificara que su primer pago lo recibiría a mitades; la primera para demostrarle que hablaba en serio, y la segunda cuando completara su primer misión. Y justamente cuando verificó sus fondos, decidida fue a la ubicación mandada ese mismo día para conocer a quien sería su compañero de trabajo.

No fue fácil llegar. El lugar se ubica en las afueras de la Capital del Sur, aislado por sí de la civilización. No quiso peguntar a nadie; debido al aspecto decadente de las calles y los barrios bajos, era mejor pasar desapercibida como una viajera que no necesita guía ni indicaciones, pero aun así no pudo ocultar su nerviosismo al subir el sendero de grava de la pequeña colina, hasta llegar a la breve calle rodeada de casas aisladas unas de otras por varios metros de distancia, espacios que podrían pasar por lotes baldíos. Aquellas no tenían mejor aspecto pues, a pesar de mantenerse a distancias de cada quince a veinte metros entre unas y otras, se notaban abandonadas en su cuidado. Llegó a la última vivienda, ubicada justo a la entrada de un bosquecillo, la más grande y aislada de todas en comparación. Edificio de dos pisos independientes; la planta baja viéndose abandonada, ya con los cristales rotos de lo que en el pasado fueron escaparates y una marquesina raída. En cambio el primer piso se veía habitado por las cortinas corridas y las ventanas intactas. Subió por las escaleras rectas de acero a mano izquierda que ofrecían el acceso por el pasillo a una vista panorámica calles abajo. Consultó la hora en su teléfono que marcaba las catorce horas en punto y tocó la puerta, que se abrió en un minuto; frente a ella estaba un hombre alto y musculoso, aunque lo primero que notó fue su frondosa y larga cabellera negra, y lo segundo esa mirada fría de ceño fruncido que le resultaba familiar, a pesar de ser su primer encuentro. Ella saludaría, pero él interrumpió con su voz gruesa: - Este es el 335, Earl está en el 325. Ahí está contratando chicas. - Cerró de golpe.

A Launch ni siquiera le dio tiempo de parpadear o pensar otra cosa, tanto así que ya se pudo reaccionando, tocando por segunda vez. La puerta se abrió inmediatamente, esta vez con el sujeto ya irritado detrás: - Te he dicho que…

-Hola. - Lo interrumpió alegremente. - Tú debes ser Raditz. - Él no respondió. - Mi nombre es Lanzamiento y…

- ¿Cómo sabes mi nombre? - Preguntó bruscamente. - No te conozco, nunca te había visto en mi vida.

- E… Eso es a lo que iba. - tartamudeó nerviosa. - Estoy aquí porque Vegeta me envió a presentarme contigo…

- ¿Vegeta? - La miró con sospecha. Era la segunda vez que oía a un terrícola pronunciar ese nombre. - ¿Y tú cómo sabes de él?

- Es una larga historia. - Respondió apresuradamente. - Verás, si me dejas pasar yo…

- Nada de eso. - No se movió de la puerta. - Me parece que mientes. - Después de todo no podía confiar en cualquiera que dijese conocer al príncipe de manera tan casual, como si nada.

- ¿Eh? - La situación le parecía tan surrealista. - No, de verdad…

- Muéstrame algo que intenta que realmente lo conoces. - Para entonces salió a su encuentro, emparejando la puerta a sus espaldas y cruzado de brazos. - Y te dejaré pasar.

- Ah… - ¿Pero qué le pasaba a este sujeto? Era tan huraño. Parpadeó sacando el teléfono celular de su bolso. - Claro, puedo llamarle y así verificarte. - Buscó el número entre sus contactos, pero al marcarle este no contestó. Repitió la operación con el mismo resultado. Incluso verificó las barras de señal, pero seguía en lo mismo. Todo mientras él la observaba, cada vez con más hastío - En este momento no contesta, - Su respuesta temblorosa. - Pero yo creo que en cinco minutos…

- No tengo tiempo que perder en estas tonterías. - Le recriminó. - Si no tienes una evidencia pues vete. - Aquello sonó más a una advertencia. - Si él realmente te envió, me hubiera notificado antes. Así que vete de mi vista antes que pierda la paciencia.

- Pero… - Lanzamiento insistió. - Puedo explicar que…

- ¡Lárgate! - Ladró, ya irritado.

No tuvo que repetirlo. La muchacha salió disparada por el pasillo hasta bajar las escaleras y perderse entre el sendero de casas, lo que provocó que Raditz volviera dentro con un gesto de satisfacción; ese día en particular estaba molesto, pues el entrenamiento que se planteó no estaba dando los resultados esperados. En menos de diez minutos se lanzó en su motocicleta, dispuesto a desquitar su frustración con lo primero que se le cruzara en frente.

Por su parte Launch, quien ya se perdía entre los terrenos baldíos, solo se detuvo a descansar cuando el agotamiento fue mayor que el miedo. Con la cabeza y el torso inclinados adelante y las manos apoyadas en las piernas rectas, se detuvo a jadear, tomando un poco de aire. "¿Qué le pasa a este tipo?", Pensó. En ese momento quiso tirar la toalla, salir huyendo y olvidarse de todo, pero a partir de ahora solo existían dos caminos: escapar y Vegeta encontrándola, o llamarle y este hallándola. Resolvió tomar una hora de distracción bajando a la ciudad a curiosear y pensar lo que debería hacer. En su camino encontró un hotel barato junto a la carretera, "si las cosas se ponen mal, por lo menos podré irme más rápido", pensó.

Al atardecer, después de hablarle por enésima vez, por fin Vegeta le contestó, quien al enterarse de la situación no pudo más que elevar la voz algo molesto por todo el desarrollo. - Te enviaré algo para que te crea, - su voz resonó a través de la bocina. - Ha y de él que no. Reproduce el archivo una vez que estés frente a él. - Terminó por colgar. Cinco minutos después recibió la notificación de envío de audio; el mensaje de voz que terminó por dictaminar su nefasto destino al día siguiente.

Aquí se encontraban ambos, mirándose fijamente. Él bloqueando la puerta de su salida a la libertad, observando a quien seguramente sería su próxima presa, acorralada, encogida de pánico en medio de su sala por todo el dolor que le esperaba de su depredador. Con la mente en blanco su quijada tembló, pues él lentamente se aproximaba acortando la distancia cada vez. Un sudor frío recorrió su rostro, escalofríos en su piel, cerrando los párpados con fuerza y luego…

-Límpialos. - La voz profunda en tono serio.

-¿Eh? - Abrió los ojos lentamente después de lo que le pareció una eternidad, pero solo fue un segundo y no encontró a nadie frente a ella, pues la fuente de la voz estaba a sus espaldas.

- ¿No me oíste? - Preguntó un Raditz despectivo, esperando a que volteara, pues estaba en la mini cocina, esperando. - Dije que los laves. - Señaló los trastos en el fregadero.

- Ah… Claro. - Solo alcanzó a decir, todavía en shock, acercándose lentamente mientras recuperaba el aliento. Se arremangó para prepararse y en ese momento sintió algo peludo enroscarse alrededor de su muñeca izquierda; una cola marrón sobresaliendo de la parte posterior del hombre y jalándola a su dirección.

- Manos algo descuidadas. - Dijo al cabo de un momento, luego de inspeccionar ambas a la altura del rostro, obligándola a levantarlas por encima de la cabeza. - Eso quiere decir que no eres una completa inútil. - Pero ella no respondió. - Luego que termines con eso me prepararás la comida, mucha comida. - Enfatizó. - Regresaré al anochecer. - Finalmente la soltó dándole la espalda y alejándose para tomar su chaqueta tirada por ahí. - Para entonces espero te hayas largado. Mañana te espero dos horas más temprano que hoy. - Finalizó cruzando y cerrando la puerta. Luego escuchó el motor del vehículo encenderse y alejarse.

Solo entonces pudo exhalar un gran suspiro de alivio. Apoyando los brazos en el fregadero se quedó mirando los trastos con la cabeza agachada; "¿Él es un sayajin?", Pensó, "¿No se suponía que ya no quedaban más ?, ¿Qué carajos está pasando?". Las pupilas yendo y viniendo de un lado al otro. Simplemente era demasiado por un día. Decidió no cavilar más y activó el piloto automático como siempre, como en cada ocasión en que prefería escapar de toda complicación que rebasaba sus límites.

Raditz estacionaba ya el vehículo junto a las escaleras, subiendo y accediendo por la puerta, en cuya vista se perfilaba ya el cielo azul profundo del atardecer. Encendió la luz solo para encontrar la zona de la cocina impecable; trastos y utensilios limpios, vajilla organizada, estufa, estantes y cajones sin una sola mancha. Abrió la nevera; esperaba llegar al último par de bebidas alcohólicas, pero también la encontró repleta de comida recién adquirida apenas en la mañana. Con un gesto en el rostro en señal de no estar nada mal fue en dirección a la mesa cuadrada del comedor y la encontró repleta de alimento, tan abundante que parecía un mini banquete apenas suficiente para su estómago. Temió que ya se hubiera enfriado pero todo lo contrario, aún los aromas humeantes se veían, pues apenas hacía unos minutos que les prepararon. Sin perder tiempo arrimó una mesa y se sentó a comer. Ya no recordaba la última vez que degustó algo así, probablemente nunca. Claro que en su existencia se le enseñó lo básico de cocción para la supervivencia entre genocidios interplanetarios, pero probar algo de esta calidad de verdad le ayudó a decidir que conservaría a la muchacha, quien pasó su prueba con una calificación más que perfecta.

Objetivo ejecutado

El mensaje se envió con éxito desde la aplicación de mensajería. Solo bastó un click para comprobar que el resto de la cantidad monetaria se ingresó en su cuenta bancaria una hora después. Launch se dejó caer de espaldas en la cama individual de su habitación de hotel, soportando el dolor de cabeza que gradualmente aumentaba debido al estrés. Luego de una ducha refrescante se acurrucó hecha un ovillo bajo las sábanas, quedándose dormida de inmediato. No quería pensar en nada, no quería saber nada. En ese momento lo único que le preocupaba era seguir con vida, sí, pero entender que ganaba un salario mensual poco más del doble que antes simplemente le suministró la dosis de serotonina que necesita para seguir adelante con el trato.

Estaba dispuesta a demostrarse a sí misma, literalmente, que existían formas dignas de desarrollar su economía y prosperar, que solo ejercer lo que Kushami conocía de sobra, nunca más.