8.- Homicida


Él es un estafador, no es bueno en absoluto
Es un perdedor, es un vagabundo, vagabundo, vagabundo, vagabundo
Miente, engaña, no es confiable
Es un tonto con una pistola, pistola, pistola, pistola
Sé que me lo dijiste Debería alejarme
. Sé que dijiste que es solo un perro descarriado.
Es un chico malo con el corazón contaminado.
E incluso yo sé que esto no es inteligente.

Pero mamá, estoy enamorado de un criminalY
este tipo de amor no es racional, es físico
Mamá, por favor, no llores, estaré bien.
Dejando de lado todas las razones, no puedo negarlo, amo al chico.

Es un villano según la ley del diablo
Es un asesino solo por diversión, diversión, diversión, diversión
Ese hombre es un soplón e impredecible
No tiene conciencia, no tiene ninguna, ninguna, ninguna, ninguna
Todo lo que sé, debería haberlo dejado ir, pero no
, porque es un chico malo con un corazón contaminado,
e incluso yo sé que esto no es inteligente

Britney Spears - Criminal


Ciudad del Este es conocida por ser prácticamente la hermana gemela de la Oeste. Tercer lugar en recaudación de impuestos, segundo en comercio empresarial y mercantil y, entre otras cosas, uno de los destinos turísticos más solicitados por viajeros provenientes principalmente de familias de clase burguesa, debido a las altas tarifas que aseguran una relativa exclusividad de admisión clientelar.

La zona residencial tenía una fiesta. La noche siendo joven abrigaba bajo su manto una mansión de arquitectura tradicionalmente occidental rodeada de amplios campos verdes bordeados por columnas y fuentes de mármol que atestiguaban la clásica escena recreativa entre los invitados vestidos de etiqueta y su joven anfitrión; Daniel Murrieta de la Peña, hijo de un embajador latinoamericano y prófugo de la justicia en su país, acusado de mantener nexos con cárteles de la mafia. Sería hoy en que el mocoso arrogante de veinticuatro años cometería su último error.

Aquella mujer rubia platinada de corte bob lacio a los hombros recorría con los almendrados ojos azul turquesa el lujoso salón donde se encontraban la barra, delante de la cual estaba. Con una copa de Martini en la mano toma un pequeño trago y se aleja, perdiéndose entre la gente. Luciendo un largo vestido negro ajustado con un escote en V pronunciado a la parte superior del abdomen y abertura en la pierna, calzando sandalias de tacón alto entrelazadas, no se puede evitar varias miradas masculinas. Aún con la joyería discreta y sin maquillar, su belleza de origen ruso era bastante notable entre las damas presentes.

Tanto así que el anfitrión, ya vigilándola de lejos en cuanto entró, se acercó a ella en medio de la multitud. - Parece que buscas a alguien.

En una fracción de segundo ella memorizó cada rasgo de su rostro. - Pues sí, verás. No he tenido el placer de acercarme a la comida gourmet. - Su mirada serena.

-Oh, bien. - Con un gesto rápido de la mano un mesero se acercó y le ofreció uno de los bocados de la charola de plata que, al ser tomados, desapareció rápidamente entre la multitud. - ¿Qué te parece? - Preguntó al ver que ella daba el primer mordisco.

- La verdad, - Hizo un gesto leve de decepción. - He probado mejores bocadillos en la comida rápida.

- Hm. - Sonrió. - Me da gusto saber que no soy el único en pensarlo. - Vio como ella daba otro pequeño trago a la copa. - El caviar siempre me ha parecido horrible.

- Si, es verdad. - Ella desvió la mirada a los detalles decorativos. Pensó que ni siquiera las fiestas más promocionales y mediáticas de Mr. Satán se han visto tan cursis.

- Daniel Murrieta. - Se presentó el hombre inclinando la cabeza en una reverencia que a ella le pareció terriblemente falsa en un intento patético de galanteo. - ¿Y tú eres…?

- Llámame Lázuli. - Respondió.

- Lázuli, - repitió. - Como la gema. - Sonrió de medio lado.

- Veo que eres muy inteligente. - Su tono sarcástico fue tan pronunciado que pensó que lo decía en serio, lo cual le hizo adquirir un tono confiado. - Aparte de caballeroso.

- Lo intento. - Fue su respuesta. - Aunque realmente ser bueno y atento me parece sumamente aburrido.

- Ah, - ella levantó una ceja. - ¿En serio?

Comenzó una clásica conversación donde él hablaba y ella escuchaba fingiendo interés, asintiendo ocasionalmente. Les dijo a ambos, sobre todo al más alto a pesar de su insistencia, que ella sola podía manejar tal situación. Y ahora se arrepentía de tener que soportar hablar a este idiota en vez de directamente pasar a la acción. Cuando Murrieta le preguntó por qué nunca la vio antes en las pasadas reuniones organizadas por su padre, ella solo dijo que era la nueva asistente de Mr. Satán y venía en su representación, pues el viejo se encontró "ocupado".

-Oh si. - Respondió burlonamente el joven. - No sé por qué mi padre admira a ese bastardo. Solo porque tuvo las bolas de desafiar a Cell; ya todo mundo sabe que él no lo eliminó. Solamente por su compadrazgo con el Rey fue que se le otorgó esa ciudad con su nombre. Vaya chiste. - Un profundo resentimiento se notaba en el tono de su voz.

- Se nota que le admiras bastante. - Dijo ella con curiosidad.

- Ven. Te mostraré algo. - Respondió como si no la escuchara. - Te daré un recorrido improvisado por toda la propiedad.

- Vaya, qué bien. - Sus palabras le auguraban al fin el término de la farsa, luego de soportar una hora entera de la verborrea.

Lentamente la fue conduciendo entre pasillos, puertas y habitaciones hasta llegar a su propio dormitorio privado mientras seguía hablando, creyendo que la impresionaba tanto que guardaba silencio. Después de cederle el paso y cerrar la puerta tras de sí con llave, dejó el trago en la mesita de noche. Sin previo aviso se abalanzó en un abrazo a su cintura mientras ella esquivaba un beso a sus labios, quedando aprisionado su cuello entre estos.

-¡Guau! Espera, vaquero. - Dijo Lázuli en voz baja. Rápidamente notó su erección presionando contra su pubis, las manos apretando sus glúteos. - Tenemos toda la noche, ¿Cuál es la prisa?

- ¿Ahora me vas a decir que no eres "una de esas"? - Sus manos que antes trataban de subir el vestido por la abertura de la pierna se detuvieron abruptamente. - ¿Qué seguramente pensaré que eres una fácil? - Su tono galante al hablar cambió al de uno exigente. Se alejó un momento para observarla. - No saldrás de este lugar hasta satisfacerme. - Su tono demandante seguido de tomarla por la muñeca para posar su mano en la bragueta del pantalón dejaron a la vista su verdadero ser. - híncate. - Ordenó.

- Claro campeón. - Sonrió obedeciendo. - Seguramente quieres que te la chupe hasta dejarte seco… Ah. - Mientras hablaba sus manos ya maniobraban desabrochando cinturón y pantalón y bajando la ropa hasta los tobillos. - Sin embargo, - detuvo su mano al aire, en un gesto de querer tocar su miembro viril, pero ni siquiera estar cerca. - Ahora entiendo porque prefiere a las niñas pequeñas…

- ¿Eh? - Sus ojos se abrieron de golpe ante la declaración, mirándola desde arriba.

- Tu pene es tan pequeño y frágil que no satisfaces a una mujer de verdad, ¿cierto? - Su voz fría y mirada furiosa contrastaban fuertemente con el tono despreciativo de sus palabras. - Apuesto a que también eres un eyaculador precoz.

- ¡Calla tú, perra…! - Ya levantaba una mano en puño cerrado para golpearla, pero en vez de eso, visualizó un destello de apenas un segundo y la recámara fue cubierta de sus propios gritos y lloriqueos, tratando de aliviar un poco el terrible sufrimiento que ahora sintió, tropezando con el borde de la enorme cama con dosel, llevándose las cobijas consigo.

Lázuli se enderezó lentamente del suelo, ahora su brazo derecho goteaba sangre. - Mira este desastre. - bajó la vista hacia sí misma. - ¡Manchaste mi hermoso vestido, maldito bastardo! - de su mano colgaban los genitales mutilados hace un segundo con una minúscula fracción de su ki, mientras el hombre no dejaba de gritar, horrorizado, incapaz de dejar de ver lo que hace un momento le pertenecía. - ¿Sabes? Cuando la madre de Samantha Thomas me contó lo que les hiciste a ella y su hija pensé que nadie puede ser tan asqueroso. Pero me equivoqué, otra vez. - En un intento por aplacar sus quejidos se abalanzó sobre él y sin esfuerzo alguno lo obligó a abrir la boca, depositando los despojos dentro y cerrando la trampa mientras decía: - Haz tenido tantas víctimas que ni siquiera sabes de quienes te hablo. - Siguió observándolo, ya sin expresión alguna. - No te preocupes, no soy quien para juzgar a un homicida. Pero los pedófilos…

Acercó los labios a su oído mientras retiraba un mechón de su cabello colocándolo tras su oreja. - Me dan asco. Esa niña era compañera de mi hija en un colegio de Ciudad Satán y su mejor amiga. Le haz arruinado la vida y ahora lo hice con la tuya. - retiró el rostro para observarlo mejor, quien ya entraba en choque hipovolémico. - Si por mí fuera, te hubiera torturado hasta que me suplicaras morir, pero quien me contrató dijo que fuera rápido y discreto. Así que… - Con esto posó la palma abierta en su frente, dejando salir un pequeño rayo azulado que atravesó el cráneo, dejando caer el cuerpo sin vida entre el revoltijo de sábanas.

Sin contemplar su obra la mujer se levantó y se dirigió a la terraza, y abriendo las puertas de vidrio de par en par salió levitando ante el oscuro de la noche, emprendiendo el vuelo en el aire. Realmente se lamentó no poder recorrer la mansión por segunda vez al tratar de salir por la puerta principal y en el camino robar una que otra cosa de valor, pero la misión se concretó con éxito. Solo quiso ir a casa, darse una ducha y estar al lado de su familia, pero primero debía reportarse con Vegeta.

Las puertas se deslizaron aun lado automáticamente mientras fueron reemplazadas por la visión de ese gran hombre de 2.08 m de altura, calvo y con bigote singularmente largo como su físico de muy notable musculatura. Ante él se encontró la visión de esta mujer con ese vestido que mostraba partes sutiles de piel sin revelar verdaderamente nada, más que simular la desnudes, tan solo hacerla imaginar al espectador. - ¿Vegeta está dentro? - Preguntó ella de manera casual.

- Claro que sí, está esperándote. - Contestó dejándole el paso libre. Sumando las manchas de las salpicaduras sangrientas aun brillando en su blanca piel, esto le incitaba a continuar el flirteo dejado de lado anteriormente. - Oye muñeca. - Le sonrió en una mueca que él creyó verse galante mientras ella pasaba a su lado y se alejaba. - Ya que te gustan los calvos, ¿Por qué no nos fugamos por ahí y dejas a ese enano de Krillin? Seguramente un sayajin podrá darte de sobra lo que a una sabandija como a esa le hace falta.

Ella se detuvo en cuanto escuchó nombrar a su marido, mirando por encima de su hombro y respondiendo: - No creo que puedas seguirme el ritmo, ¿Acaso Vegeta ya te contó que la primera vez que peleamos lo derroté fácilmente?, ¿Aún en su fase de súper sayajin? - Giró completamente, posando las manos en la cintura.

-¿Eh? - parpadeó, abriendo mucho los ojos. - ¡¿Cómo ?!

- Cuídate mucho, Nappa. - Pasó los dedos por su cabellera mientras sonreía altanera, regresando el mechón platinado tras su oreja. - No quiero ser yo quien tenga que detenerte de cometer una estupidez.

- ¡Número 18! - La voz de Vegeta la llamó al fondo de la estancia. Con esto la puerta corrediza se deslizó separándolos a ambos al cerrarse, sin las pupilas turquesa bajar nunca la mirada ni borrar su sonrisa.

El problema de Nappa es que nunca supo leer hasta qué punto proceder con prudencia en los aspectos de la vida, especialmente con las hembras; y encontrar una que lo desafiara abiertamente no hacía más que encender su sangre.

Media hora después Número 18 se retiraba volando a casa con ropa completamente diferente (tenis, pants, camiseta sudadera y gorra), satisfecha de obtener varios millones de zenis en su cuenta bancaria.

...


No fue hasta completar el primer mes de servicio que Launch pudo aprender las líneas de su papel. Debía llegar al apartamento después que Raditz se fuera y retirarse antes que llegara; el sayajin era reacio a cualquier interacción, más si era humana. Por lo que siempre ocultaba el juego de llaves fuera para ella abrir la puerta. Las indicaciones se le dieron solo una vez esperando que las cumpliera al pie de la letra; como mucama debe estar presente desde el amanecer hasta el atardecer todos los días, por lo que no pudo regresar a su domicilio fijo e instaló la casa cápsula en un descampado a las afueras de la zona rural de la ciudad, justo en dirección contraria al Punto Rojo.

Pagaba muy poco de renta a la familia campesina propietaria y siempre por adelantado, pues en general la ubicación no era nada interesante a los ojos citadinos que buscaban la experiencia viajera sin tener ante sus narices el hedor a granja.

Ella podía decidir la organización de las pertenencias y adecuar los pocos muebles existentes siempre y cuando todo estuviese impecable y listo antes de su retorno. Claramente a él no le importaba en lo más mínimo nada fuera de su cuidado personal como higiene y alimentación, por lo que no pasó mucho antes de que decidiera modificar un poco la rutina y con esto, el horario de la jornada de ella; debido a que le parecía tonto tener que salir antes del primer rayo de sol para no verle y esperar más de diez horas antes de su próxima comida cuando no estaba presente.

A mitad de la segunda semana esperó a que ella llegara para darle nuevas órdenes. -… así que de vez en cuando me iré después que entres o llegaré antes que te vayas, así podré decirte el encargo del día. - Terminó mientras la miraba alistarse para las labores justo después de dejar su bolso en una de las sillas del comedor.

-De acuerdo. - Asintió ella. Aunque realmente prefería no tener su presencia. - Solamente me gustaría recordar que la nevera se está vaciando. - Había disfrutado tanto de hacer las labores en un espacio aislado y solitario donde se sabía que tenía el control, que de pronto se sintió ligeramente intranquila al tener que modificar su horario.

- Ya lo noté. - Él se cruzó de brazos.

- Hay que renovar la despensa. - Agregó tímida, mas no sumisa.

- No estarás consumiendo también de ahí, - alzó una ceja. - ¿Robándote MI comida?

Ella parpadeó un par de veces, llevándose una mano a la altura de la boca. - Te hee, - Rió divertida cerrando los párpados.

-¿Qué es tan gracioso? - Preguntó sin sentido.

- Bueno, mírame. - Abrió los brazos en un ademán de mostrarse a sí misma. - ¿Te parece que con mi complexión podría seguir el paso y acabar con la mitad?

Solo hasta ese momento él fue consciente de su cuerpo; delgado y delicado, sí, pero proporcionado en los lugares correctos. En esta ocasión vestía una camiseta negra sin mangas de cuello tortuga y skinny jeans de tiro alto que resaltaban cintura, cadera y muslos.

-¿Y bien? - Preguntó ella al ver a Raditz en silencio, incómoda por esa mirada de permanente ceño fruncido que quería descifrar si era una mentira o no la pregunta anterior, la cual en realidad era una broma.

- Lo que sea. - Dijo al fin, depositando unos billetes en la mesa mientras se retiraba a la salida. - Solo vuelve a llenar la despensa.

Para la tercera semana ambos se acostumbraron a la presencia del otro.

Tal vez no a mantener una conversación casual, pero por lo menos Launch ya no entraba en pánico solo porque él elevara la voz a veces, cuando se exasperaba porque ella le demostrara al enseñarle los tickets de compra que el dinero dejado no era suficiente para mantener la cantidad de comida que él quería. Raditz por su parte, aprendió a tener paciencia y ser un poco más tolerante con sus tonterías cuando la apabullaba, dentro de lo que era posible para un sayajin. De vez en cuando volvía a mitad de la tarde y / o se iba mucho después solo para disfrutar de lo que ella preparaba.

Ya tirando absolutamente toda la basura y terminando con el aseo del baño, se dispuso a trabajar en lo que hasta el momento dejó a lo último con gusto; el dormitorio del hombre. Para nada del mundo quería entrar, pero lo menos que podía hacer era completar el trabajo, no por desquitar el coste de sus honorarios, sino por la satisfacción personal que siempre le brindó un trabajo bien hecho. Así que armada con los utensilios de limpieza volvió a colocar los audífonos de diadema inalámbricos y reprodujo la música, decidida a pasar el menor tiempo posible ahí dentro.

Grande fue su sorpresa al encontrar que ese era el único espacio limpio en todo el domicilio. No era impecable, pero se veía relativamente ordenado en comparación, salvo una que otra prenda tirada por ahí y claro, basura en el piso. Rápidamente separó la poca ropa existente y la llevó a lavar junto con las sábanas, recogió basura y movió la cama, debajo de la cual encontró muchísimo polvo y que apurada a subir el cubreboca hasta ahora reposando en su cuello pudo evitar el estornudo. No fue hasta ese momento que se dio cuenta que Kushami no la interrumpía hacía tiempo, así que inmediatamente pausó sus labores solo para buscar los archivos en su nube de almacenamiento, pero nada nuevo. Le pareció extraño, y lo dejó pasar solo para continuar.

Ya terminando el primer mes la casa quedó completamente lista. Tan orgullosa de contemplar su obra estaba que se tomó la libertad de descansar sentada en una de las sillas del comedor que jaló junto a la ventana, sosteniendo un refresco de lata entre los dedos. No pasó mucho antes que escuchara el sonido del motor de la motocicleta acercarse y apagarse. Solo hasta ese momento se percató de la hora indicada por el viejo reloj destartalado en la pared; 9:30 de la noche. Al entrar Raditz y quitarse la chaqueta, inmediatamente se sentó a comer sin decir palabra. Solo cuando levantó la cabeza para tomar su acostumbrada cerveza vio el cambio notable en su morada, uno sumamente agradable a su vista.

Y ahí, en medio de todo, la responsable lo miraba con una amplia sonrisa; la punta de los pies detrás de las patas delanteras de la silla, y la mano derecha apoyada al borde del asiento, con las piernas entre abiertas. - ¿Y bien? - Preguntó ella, - ¿Qué tal? - esperó su respuesta terminando el refresco de un trago.

-¿Todavía sigues aquí? - Dejó la cerveza sobre la mesa.

- sí, jeje. - rió. - Se me hizo tarde, pero como ya casi terminaba no quise dejarlo para después. - Rascó su cabeza como disculpándose.

- Bien. - Fue todo lo que respondió antes de volver al asunto.

"Un gracias de vez en cuando seguro te mataría", pensó mientras su sonrisa se desvanecía de golpe, siendo reemplazada por la indignación mientras se levantaba. Tomó su suéter vistiéndolo y bolso en mano se dirigió a la puerta.

-Espera. - el llamado la detuvo justo cuando posaba la mano en la cerradura, deteniéndola en el aire, viendo sobre su hombro derecho. - Mañana puedes tomarte el día libre. - Dijo Raditz de espaldas, sin voltear a verla. - Ocúpate en lo que sea que hagas para entretenerte.

- Ah… - A ella se le iluminaron los ojos, volviendo a ampliar su sonrisa. - ¡Claro, entendido! - con esto cruzó la puerta, cerrándola y bajando por las escaleras.

Ya caminaba colina abajo en medio de las oscuras calles cuando se dio cuenta que su sonrisa permanecía. Hacía mucho tiempo que no pasaba de manera sincera y natural; al recordar la última vez que ocurrió le asombró razonar que fue hace años, cuando…

"Cuando Ten estaba a mi lado", finalmente el gesto desapareció cuando escuchó una voz áspera delante suyo.

-¿A dónde vas, bebé? - Se paró en seco. Un hombre medio oculto en las sombras le cerraba el paso.

Ella caminó tan distraídamente hacía un momento que no se percató que el desconocido la seguía metros atrás, oculto entre las casas, aprovechando la oscuridad de las pocas farolas. - Pe… ¿Perdón? - El miedo en su voz la delató.

-Noté hace tiempo que todos los días vienes cuando él se va y viceversa. - Señaló con un gesto en la cabeza en aquella dirección. - ¿Eres otra más de sus putas?

- ¿Q… Qué? - Inmediatamente posó las manos sobre el pecho, en puños. - N… no. - Lentamente retrocedió, pues sintió aquella mirada desnudándola y penetrándola. - S ... solo soy ... la ... la mucama.

- Claro que no, Earl. - Otra voz, con carraspera, a sus espaldas. - Solo mírala. - Ella giró bruscamente, temblando, encontrándose con otros dos tipos. - Parece una muñequita de porcelana. - Habló un larguirucho, acercándose lentamente. - Ese hijoeputa no tiene clase para escoger a tan delicada hembra.

- Si. - El tercero, esta vez con cara de bobalicón, y la malicia en su voz brillando. - A ese solo le gustan las que se ven como putas baratas, como Cherry.

- Agh… - Se quejó el primero, Earl, lanzando un escupitajo. - No me recuerdes a esa perra. - Acorralada, solo podía mantenerse en el centro del círculo, alejada de todos. - Por su culpa ahora me hace falta una para completar la línea. - Sus labios se torcieron en una mueca asquerosa que simulaba una sonrisa, dejando ver un diente de plata. - Pero ya no importa, con ella me las cobraré.

- Claro que si, Earl. - El tercero dando coba. - Además mírala, es muy hermosa y frágil, ganaremos mucha plata. Puede ser una puta de lujo. - Se rió por lo bajo.

Eso fue todo lo que pudo aguantar. Launch se lanzó con todas sus fuerzas contra los hombres, tratando de derribarlos y escapar, pero no pudo moverlos ni un milímetro. - Ni siquiera lo pienses. - El larguirucho ya le apuntaba al rostro con la punta de una navaja aserrada, aprisionándola fuerte de un brazo. - Dejarte una marca en ese bello rostro hará que valgas menos. - Deslizó abajo la hoja, dejándola frente a su cuello. - Y seguramente lo prefieres a que te mate, ¿no?

"¡Maldita sea, Kushami!", Era presa del pánico, "¡Nunca estás cuando se te necesita!". - Por favor… - Suplicó en vano. - ¡No!

-¡Cállate zorra! - Earl la abofeteó tan fuerte que la hizo caer al suelo mientras se quejaba, donde inmediatamente los tres la aprisionaron, separando las piernas y fijando los brazos en el asfalto. Entre forcejeos le rasgaron el suéter y la camiseta. Sintiendo las manos en todo su cuerpo, entre los párpados cerrados con fuerza pensaba: "¡Ten por favor, ven, ayúdame Ten!", Pero solo hasta que percibió sus repugnantes alientos respirar en la piel desnuda y una mano apretujar uno de sus senos fue que salió de la catatonia.

- ¡AAAAAAAH…! - El grito desgarró la atmósfera hasta entonces silenciosa y serena.

En un instante ya no estaba cautiva, ya nadie la rodeaba, pero sí escuchaba forcejeos y golpes. Abrió los ojos, levantándose de un salto aún confundida, secándose las lágrimas y aclarando la visión presente en la oscuridad.

Raditz estaba frente a ella, golpeando a aquellos degenerados uno por uno a pesar de los tres rodearlo. Al bobalicón lo tomó de la cara, presionando apenas lo suficiente con los dedos como para que su cráneo explotara como una sandía, volando y salpicando sangre y sesos alrededor. Girándose al costado logró sacudirse un globo ocular que quedó colgando de su hombro, el cual al tocar el piso fue el mismo que pisó con una bota mientras se aproximaba a Earl, el que apenas logró levantar un puño sin siquiera atinarle un golpe, pues Raditz ya jalaba el brazo hasta arrancarlo del torso mientras que al mismo tiempo Launch sintió rodear su cintura firmemente por su cola.

-Mi propiedad. - Lo escuchó gruñir peligrosamente, ignorando los lloriqueos del humano indefenso, lisiado. - ¡Ella es solo mía! - rugió a la vez que atravesaba de un golpe el pecho, sobresaliendo su puño por la espalda, sacándolo luego, bañado en sangre, mientras se desplomaba el ahora cadáver. El larguirucho ya salía corriendo despavorido, pero antes que diera un paso Raditz simplemente lo tomó con ambos brazos por los hombros y lo desgarró a la mitad en el acto, como si de separar un tronco de leña por un hacha se tratase, dejando caer ambas partes. Acto seguido lanzó un ataque de ki con la mano derecha, esta vez apuntando a los restos, controlando la frecuencia de energía lo suficiente para descomponerlos en cenizas, hasta que fueron elevadas al aire por el fuerte soplido que él dio, alejándolas al viento.

Ella, quien vio todo siempre a sus espaldas sintió el agarre de su cola aflojarse. Pero como no pronunciara palabra, rompió el silencio. - Y… yo… - Se acercó un poco. - Gra… - quiso tomarlo del brazo, pero él la rechazó girándose violentamente.

-¡Eres una estúpida! - Ladró. La mirada llena de furia y frustración. - ¡Te dije que te fueras al atardecer!

No pudo continuar reprendiéndola, pues ella ya se dejaba caer al suelo de rodillas, recogiendo sus pertenencias regadas y metiéndolas de nuevo en el bolso, ahora arruinado de la correa y el broche de cierre. Raditz notó que de sus mejillas caían lágrimas, pero no hubo llanto ni gimoteos, solo silencio mientras ella se levantaba, tratando de alguna forma atar la correa en un nudo provisional para hacerlo de nuevo funcional. Pensó por un instante que si se encontraran en la época donde servía a Freezer, entonces le daría realmente motivos para llorar.

Launch ahora parecía ausente de la realidad con la mirada vacía, tratando de buscar la cápsula que contenía su vehículo, mientras con el bolso trataba de cubrir su ropa desgarrada. Una sombra se cernió a la poca visibilidad que las estrellas le daban, haciéndole levantar la mirada. Ahí estaba él; completamente bañado en sangre, los puños aun goteando de escarlata, observándola intensamente en medio de la oscuridad, siempre con el ceño fruncido, pero ella sin expresión alguna más que solo seguir derramando lágrimas.

Fue entonces que la levantó en brazos pasando uno por su espalda y otro por ambas piernas, elevándose al aire y alejándose entre la fría noche.

Raditz notó que en pleno vuelo ella poco a poco aferraba las pequeñas manos a su pecho, escondiendo su rostro y nada más. Pronto llegaron a la casa cápsula y él la depositó suavemente frente a la puerta, esperando que abriera. Ya en el recibidor y con las luces encendidas ella le dio una última mirada al hombre, el cual entre las sombras, luego de un minuto en silencio, se retiró dándole la espalda y volando alejándose al horizonte.

Solo entonces ella liberó el llanto que la aprisionaba; no era más que el susto del mal rato, desahogándose. Ya no le importó realmente si él era buena persona o no, o, a qué bando jugaba. Nunca le aterrorizó que le gritara en ese instante, la visión sangrienta de él ni lo que era capaz de hacer a los humanos con simple fuerza bruta; todo lo que sabía es que aquél hombre, no, ese sayajin la había salvado.

...


Apenas despertó, grabó su voz contando los hechos ocurridos y almacenó el archivo. Ese día aprovechó para descansar y hacer lo que en cualquier vida común; limpiar, organizar, hacer las compras, etcétera. Realizó una pequeña consulta a su cuenta bancaria, que se mantuvo en la misma cifra que la última vez; cierto, olvidó que ese mes no recibiría ningún depósito de nómina, pues su primer salario se otorgó por adelantado. Ya completamente relajada después de estar en la bañera, esa noche tuvo un sueño tan tranquilo y reparador como nunca en tanto tiempo.

A la mañana siguiente llegó a su zona de trabajo y saludó animada, como si nada hubiera pasado. Esto desconcertó a Raditz pero no demostró su agrado de que el incidente no la desanimara, sino todo lo contrario. Los días pasaron y la rutina definitiva fue establecida; ella trabajaría a las 8:00 de la mañana y terminaría a las 4:00 de la tarde. A veces Raditz se iba una hora después y / o regresaba antes o después. Desde aquello que se sincroniza de una manera que a ambos les beneficiara.

Ya llevaban seis semanas conociéndose. Nunca se comunicaban más allá de lo requerido para una orden o pedido, porque no se necesitó. Ella se limitaba a usar su lenguaje corporal y él solamente dejaba que sus actos hablaran libremente. Casi siempre ella estaba ahí cada que regresaba, esperándolo con una amable sonrisa e inclinando la cabeza y abriendo paso a la silla frente a la mesa. A veces él la acompañaba a casa, o mejor dicho, la regresaba cargando cuando volaba porque, dijo una vez, siempre le parecieron más estorbosos que prácticos aquellos medios de transporte tan patéticos. Y pronto encontró que su sola compañía, solamente estar ahí era de hecho agradable.

Una sola vez la acompañó al supermercado donde surtía la despensa; esto con el propósito de saber si no lo engañaba en los precios de los productos, confirmándolo. Extrañamente ella se alejaba a toda costa de la sección de salsas y especias, a lo que no le dio importancia.

La otra vez al volver, le extrañó no verla en el recibidor, esperando. Pero la escuchó tararear al fondo de la morada, dirección a su dormitorio. Ahí la encontró, de espaldas con escoba y trapo en mano; llevaba puestos unos auriculares de diadema inalámbricos, con la música a todo volumen y bailando al ritmo de esta, moviendo el palo de aquella como si de una pareja se tratase. Aquella tontería le hizo levantar una ceja, recargándose contra el umbral de la puerta; admitió que tenía cadencia y gracia para eso. De pronto, hipnotizado por el vaivén de sus caderas al compás de Say So de Doja Cat, cobró consciencia de lo que pasaba. Así que solo volvió a la sala sin interrumpirla, pues ella a aun no se daba cuenta, esperando a que terminara.

Y todo se fue al carajo. Un día cualquiera simplemente se le ocurrió indicarle que jalara una silla y se sentara frente a él. Ella obedeció impresionada, porque seguidamente le indico que se sirviera lo que gustara, a lo que respondió con una amplia sonrisa; supo que él aprobaba el gesto, pues su cola se retorcía suavemente unos centímetros.

Ya se encontró probando mientras él la observaba; de pronto, no supo por qué, pero se congeló de golpe, examinándola. Un pequeño punto rojo en su nariz, que luego se deslizó subiendo al entrecejo hasta detenerse en medio de su frente. - ¡ABAJO! - Gritó de pronto.

Launch no supo lo que pasaba, ni siquiera cuando toda la mesa explotó en frente suyo volando todo por los aires. De un momento a otro Raditz se encuentran encima de su cuerpo, cubriéndola cual pequeña era en comparación. Los cristales del frasco de pimienta cayeron sonoramente a su lado, haciendo volar el polvo mientras ella abría los ojos con desesperación. - A… aaa… ¡CHOOO! - Un gran estornudo y Raditz lo vio todo como en cámara lenta; desde las raíces el cabello oscuro se aclaraba en un tono rubio descendiendo por las puntas, al mismo tiempo que del iris brotaba un verde esmeralda hacia las pupilas, decolorando el azul. Así como los ojos redondeados se rasgaban almendrándose.

-¡¿Tú…? - Fue todo lo que pudo decir abriendo mucho la mirada, inconscientemente soltando las muñecas de la mujer, mientras ella dirigía sus pupilas a él, lentamente sonriendo.

Los disparos volaban en un tiroteo por todas direcciones del apartamento. Que al cabo de un minuto se detuvo. - ¡Esto es por lo que le hiciste a Earl, hijo de perra! - Gritaban los dos matones armados casi militarmente, que ya entraban por la puerta maltrecha, en medio de los agujeros hechos a la pared, mientras el humo se despejaba.

El silencio absoluto reinaba adentrándose cada vez más, cuando se separaron para cubrir el terreno. Uno de ellos, rechoncho, se acercó al medio muro que dividía la mini cocina, cuando de pronto sintió el frío cañón de una escopeta posándose por debajo de su barbilla. - No ... no puede ser. - Susurró mientras dirigía su mirada, buscando. Lentamente una cabellera rubia ascendía ante sus ojos. - Entonces te escondías aquí.

-¿Cómo está Rourke? - Preguntó Launch fríamente, sonriendo, disfrutando de someter a uno de tantos enemigos, viendo el sudor gotear de sus sienes, temblando la piel instintivamente ante el peligro y su inminente fin.

- Nunca podrás escapar. - La amenazó el hombre, tirando inmediatamente el arma al suelo y subiendo las manos con la palma abierta a la altura de sus hombros. - Sabes que nunca te perdonará por haberle robado.

- Sí. - nunca parpadeó ni apartó los ojos de los suyos, nunca dejó de sonreír. Ojos fríos y despiadados, llenos de maldad y locura. - Pero esta vez yo gano. - Jaló el gatillo, haciendo explotar la cabeza, salpicando la sangre en su clara piel, ropa y cabello.

Otro sonido, el clásico de piel y huesos romperse y caer al suelo. Ella dirigió su vista al pasillo que conducía a la recámara, pues Raditz, también salpicado del carmesí salía y caminaba hacia ella, dejando a sus espaldas el cuerpo del otro matón, cuya granada sostenida en su mano inerte ya no contaba con el seguro.

- ¡Bastardo hijo de…! - Launch no pudo terminar porque inmediatamente sintió unos gruesos brazos rodear su cintura y elevarla del suelo, escapando apenas de la enorme explosión que ya derrumbaba la propiedad de por sí mal trecha.

¿Qué mierda sucedía? Los pensamientos de Raditz iban y venían a mil por hora todo el vuelo. Solo fue cuando abrió la puerta de la casa cápsula de golpe y dejó libre a la rubia, la que de vez en cuando forcejeaba y se quejaba entre maldiciones, en medio de la sala empujándola que comenzó a interrogarla. - ¡¿Qué putas eres tú ?! - Bramó.

Ella ya se apoyaba en el respaldo de un sillón largo, suspirando de espaldas. Acaso ella ... ¿se estaba riendo? Entonces todo lentamente cobraba algo de sentido; pensó que ese aroma que notó en ella solamente cuando su casa estaba limpia y ordenada… pensó que su mente, sus recuerdos le jugaban trucos, y no sería la primera vez. Pensó que ese olor… ese olor a menta, a veces cítricos, menta y pólvora… - ¡Entonces eras tú! - Exclamó.

La risa hasta entonces cada vez más sonora, se calmó lentamente. - Siempre he sido yo. - Lo miró al fin con el resplandor de un único ojo visible tras la sombra cernida del cabello alborotado. - Siempre hemos sido nosotras.

-¿What? - Todavía no digería todo para entender.

- ¡Maldición! - levantó la cara al fin, descubriéndola, emergiendo del mar dorado. Con una media sonrisa dio un paso acercándose. - Vaya que sí te pareces a él. - Enseñó los dientes.

- ¿A quién? - Frunció el ceño profundamente.

- Más de lo que crees. - Respondió ante la incongruencia de la pregunta. - A tu hermano, Kakaroto. - Continuó, satisfecha ante el estímulo resultante de nombrarlo. - O como se le conoce aquí en la tierra; Gokú.