Disclaimer; los personajes y los lugares de esta historia pertenecen a J. K. Rowling, excepto los que han sido creados por mí.
Este fic participa en el Reto #55: "No hay dos sin tres" del Foro "Hogwarts a través de los años".
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III
La vida está de luto
Scorpius Malfoy
La puerta se cerró y Scorpius dejó que sus barreras cayeran.
Ya estaba hecho.
Parpadeó apartando las lágrimas de sus ojos.
Siempre había sido una persona cobarde, siempre se había resguardado de las personas para no amarlas.
Y apareció Albus Potter; un frenesí en el colegio y una calma fuera de este.
Solo una carta suya bastó para derrumbar cualquier tipo de ideal que se había forjado después de salir de Hogwarts. Habían sido amigos, sí, y muy buenos, pero nunca… nunca fluyó nada entre ellos.
Había sido su miedo, habían sido los años de largas conversaciones sobre lo que se esperaba de él.
Y, por supuesto, no era que se enamorara de un chico.
No, no y menos de un Potter. De Albus Potter.
De alguna manera retorcida había seguido el consejo de su abuela: "Amar antes". Ser feliz antes de desposar a la chica que le habían impuesto.
—Accio contrato —murmuró. Levantó la mano para atraparlo.
Se movió hacia el sillón y se dejó caer.
Lo había leído muchas veces desde que se lo entregaron. Algunas noches había ideado planes insólitos para saltarse las reglas y no casarse. En otras ocasiones, pensaba que no sería tan malo.
Sus abuelos se habían casado bajo las mismas circunstancias y sus padres también. Pero su madre había muerto hace muchos años atrás, aunque no creía que hubiese obtenido su apoyo. Mal que mal, su firma estaba ahí.
Y su padre… era lo peor del asunto.
Tan miserable estaba siendo que quería que la vida de su propio hijo fuera igual o peor.
Lo odiaba. Se había ido de la mansión tan rápido como salió de Hogwarts, la advertencia de su obligación deslizándose siempre en sus palabras.
La única de todos que había mostrado empatía había sido su tía Daphne, desde siempre estuvo para él en los peores momentos, en las peores discusiones y golpes.
Ella no era feliz y solo por él se había quedado, se lo había confesado una vez hace años. No tenía hijos y su marido era un paria insufrible.
Algunas lágrimas cayeron por las mejillas de Scorpius.
Había perdido a una de las personas que amaba por cumplir su deber familiar: casarse. Y no podía hacer nada contra eso. Destruir así a Albus no estaba en sus planes, pero Rose apareció y supo que esta era la oportunidad.
Solo esperaba que Albus perdonara a Rose, solo había sido un medio para un fin.
El único culpable de todo era él.
Su cobardía pudo más, no importaba cuanto amor le tuviera a Albus. Estaba amarrado a ese contrato y a una vida autoimpuesta.
¿Podría haber huido?
Podría, claro que sí.
Y lo había intentado solo para que sus abuelas lo llevaran de vuelta.
Gritó.
Tantas veces se había preguntado, ¿Por qué a él? ¿Por qué su padre quiso esto?
¿Por qué?
Él nunca respondió. Solo silencio.
Su vida estaba de luto desde este momento.
Quería morir.
Se iba a casar.
