9.- Inflexión
Solo finjo
que estoy en la oscuridad
No me arrepiento
Porque mi corazón no puede soportar una pérdida
Prefiero estar tan inconsciente
Preferiría estar contigo
Cuando se dice, cuando se hace, sí,
nunca quiero saber
, puedo decir lo que hiciste, sí,
cuando te miro
En tus ojos
veo que hay algo ardiendo dentro de
tiOh, dentro de tiEn
tus ojos
sé que duele sonreír pero lo intentasOh
, lo intentas
Siempre tratas de esconder el dolor
Siempre sabes qué decir
Siempre miro para otro lado
Estoy ciego, estoy ciego
En tus ojos
Mientes, pero no dejo que te defina
Oh, te define
The Weeknd - En tus ojos
Lentamente cobraba sentido, aunque sea un poco, el hecho de que ahora esta mujer, de entre los millones que habitaban el planeta, precisamente fuera ella la que estaba parada delante suyo. - Claro que sí. - Respondió al fin, luego de la impresión inicial. - No he olvidado ese nombre. - Cerró de un golpe la puerta a sus espaldas. - Dime algo que no sepa.
En cambio, ella si olvidó que él sabía. "¡Estúpida!", Se reprochó mentalmente, "Si no hubiera estado ocupada en olvidarme de Ten todos los días, habría recordado cuando Krillin nos advirtió hace años todo lo que sabía de este tipo, cuando murió Gokú la primera vez… ¿Por qué Ranchi, por qué tienes que confiar inocentemente en cualquiera que sea mínimamente sociable contigo? ... ¿acaso no es suficiente con todo lo que hemos vivido? "- Bien. - Siguió, sin vacilar su sonrisa engreída. - Pues entonces…
- Solo una. - En un segundo ya estaba junto a ella, casi encima, como el cazador preparado a lanzarse sobre su presa. - Dime una razón para no asesinarte aquí mismo. - No iba a hacerlo realmente, solo buscaba intimidarla para sacarle la mayor información posible. Pero eso no significaba que no estaba furioso por haber sido engañado una segunda vez por la rubia.
- En primer lugar porque me necesitas. - Jamás retrocedió, ni siquiera aunque realmente se moría de miedo, aun recordando la asfixia que casi la mata en su primer encuentro.
- ¿Qué te hace pensar eso? - Levantó una ceja.
- ¡Vamos, grandulón! - rió en complicidad. - Ya eres adicto a su sazón. - Hizo una pausa, confiada al ver una micro reacción en respuesta. - Y no te culpo, en verdad ella cocina muy bien. - Le dio unas palmaditas al pecho con el dorso de la mano izquierda, mientras que la derecha la posaba en la cintura.
Lo cual a él no le gustó nada. - "¿Ella?" - Repitió sin entender nada, de nuevo. - ¡No trates de confundirme, mujer! - Exclamó irritado, como con todo lo que no razonaba a la primera. - Solo eres tú.
-Así es. - Viendo dónde se desviaba la charla, decidió jugar con esa carta. - Solo soy yo, solo somos nosotras.
- Y repites eso de nuevo. - Enseñó los dientes, arrugando la nariz. - ¡Déjate de estupideces y explícate! - Gritó molesto, ya perdiendo la poca paciencia.
- ¡Bien! - Exclamó, viendo que ya apretaba los puños, tensando los músculos. - Sufro de una extraña condición. - Y con esto le explica lo más claramente posible los efectos y consecuencias al desencadenar sus estornudos. El no recordar nada de lo que hacía la otra cuando una estaba ausente era solo la punta del iceberg, pues ni los médicos lograban entender la verdadera naturaleza de la situación.
- ¿Trastorno Disociativo de la Doble Personalidad? - Incluso repetir un nombre tan largo le pareció patéticamente innecesario. - Je, idioteces. - Se burló. - Solo dime cuál de ustedes es la verdadera.
- Ambas. Es decir, - Se apresuró a explicar más, viendo que él repetía los ademanes amenazantes. - Somos dos personalidades diferentes, pero ambas somos la misma. Habitamos un mismo cuerpo, pero a la vez somos distintas…
- ¿Hay más como tú en este lugar? - Interrumpió; entendía los estornudos, la transformación física y la pérdida de memoria. Profundizar que eran dos en un mismo cuerpo, pero a la vez siendo parte de la misma era algo en lo que no tenía el menor interés. - ¿De tu pueblo terrícola?
- Ja, - sonrió. - Nadie es como yo. - Captó el orgullo de sus palabras. - Los médicos lo han dejado bastante claro.
- Perfecto. - Dijo, entretenido por el mohín, relajándose un poco. - Pero si se supone que no recuerdas nada de lo que haces en tu ... otra forma, ¿cómo es que sabes ciertos acontecimientos que han pasado? - Se cruzó de brazos. - Como el hecho de que has cocinado para mí. - A esto movió suavemente la cola. - Entre otros servicios domésticos. - Gesto que no pasó desapercibido a Kushami.
- Ah, eso es bastante simple. - Respondió. - A veces, cuando se me ocurre, dejo pequeñas notas, recordatorios o cualquier pista que me ayude a entender qué era lo que estaba haciendo. - Claro que no era ingenua para revelarle la existencia de las grabaciones y demás archivos. - Es bastante útil.
Su único objetivo era que entendiera la importancia de la falta de memoria. No por tener alguna excusa con la que escudarse en un futuro si algo salía mal, y mucho menos por su consideración. Sino por desarrollarle a él algo de paciencia con el cual debia trabajar, simplemente para uno de tantos días Launch no tener que vivir con el constante estrés de que por fuerza de nada Raditz podría partirle el cuello como doblar una simple hoja de papel.
-Tengo una habitación extra. - Ya se retiraba a la suya antes que él pudiera decir nada. - Está al fondo del pasillo. - Puedes usarla por ahora.
-¡Hey !, ¿A dónde vas? - Ya la alcanzaba, cerrándole el paso a mitad del pasillo. - Es por tu causa que ya no tengo un refugio.
-¿Refugio? - Hizo una mueca de desagrado. - ¿Esa pocilga? Oh, no me mires así. Ambos sabemos que era un lote abandonado que invadiste. - Siguió al ver el gesto de incredulidad. - Y no, no sabía nada. La verdad es que no se requiere de gran ingenio para echar un vistazo y saber que esa colina estaba casi en su totalidad deshabitada. Es más, - se cruzó de brazos, haciendo gala de suficiencia. - Hasta creo que esos matones te hicieron un favor al adelantar lo que probablemente iba a derrumbarse por sí solo de todos modos. Hubieras de alguna manera vendido ese lugar y con el dinero comprar una casa como esta, - Abrió los brazos, mostrando en rededor. - ¿No crees?
- No recuerdo haberte pedido tu opinión sobre bienes raíces. - Le reprochó. - Además, si no fuera por tu causa, ellos no nos habrían perseguido en primer lugar. - Era realmente extraña la situación, si se podía más; lo que en el pasado una falta de respeto mucho menor a esa le hubo comprado un terrible correctivo a la insoportable mujer, pues transformada o no, seguía siendo su mucama, esta vez era simplemente… entretenido.
-¿Mi causa? - ahora ella era la irritada.
- Les robaste y te buscaban, hacía tiempo.
- Sí, pero ellos no sabían dónde estaba, así que no me buscaban a mí. - Frunció el ceño, sosteniéndole la mirada. - Lo dejaron en claro; venían por ti porque mataste al estúpido de Earl y sus asquerosos cómplices.
- No los hubiera eliminado si pudieras seguir una simple orden tal y como se te dice, ¡¿Qué tan difícil era irte al atardecer?!
- ¡¿Y yo cómo mierdas iba a saber?! - Exclamó ya exasperada. - Nunca me previniste ni diste una sola advertencia. - Pero si lo había hecho, solo que no la recordaba.
Ambos se callaron por un instante, hasta que Raditz fue quien habló primero. - De todas maneras estás en deuda conmigo. - Dijo en tono sereno. - Así que creo, me cobraré con esta propiedad y estamos a mano.
-Sobre mi cadáver. - Respondió inmediatamente, seria y en tono grave. - Podrás llevártela solo si las arrancas de mis frías y muertas manos. - Instintivamente sacó una pistola de detrás de la espalda, cortando cartucho y apuntando al pecho de Raditz, aun sabiendo que no serviría de nada.
- Eso se puede arreglar. - Con una media sonrisa apoyó ambas manos sobre el muro espaldas a ella, rodeando con estas lateralmente la altura de la cabeza rubia.
Ninguno cedió ante la mirada peligrosa y asesina del otro, ambos sin decir palabra sostenían un duelo de resistencia. Y de repente, el rugido del estómago vacío de Raditz rompió el silencio.
"Irremediablemente su hermano", pensó Launch. Solo así bajó el arma, guardándola y deslizándose por debajo de sus brazos, a lo largo del muro a la vez que suspiraba y se alejaba, volviendo sobre sus pasos. - Ven. - Indicó.
Él la siguió dócilmente dirección a la cocina, ya con los rasgos algo suavizados, pero sin querer que el hambre se interpusiera en su mueca. Obviamente no engañaba a nadie, menos a Launch al notar el lenguaje de su cola, ya algo decaída. De la nevera sacó una lata de cerveza que depositó en la mesa del comedor junto con diversos platillos preparados previamente y almacenados en contenedores de plástico y vidrio, los que colocó dentro del horno microondas y los regresaba a la mesa, calientes y listos para consumir, junto con algunos cubiertos. - Anda, puedes. - Dijo al fin.
-What...? - Olfateó los olores abriendo los ojos. - ¿No cocinarás nada?
- Oh si. Se me olvidó mencionar. - Respondió sin darle importancia. - Ella cocina, yo no.
- ¡¿QUÉ?! - La declaración lo indignó incluso más que una abierta amenaza de muerte, como si de un golpe bajo se tratara.
- Puedo intentarlo, si quieres. - Respondió, ya también con una cerveza en la mano. - Pero dudo que quieras probar mi sazón. Es realmente terrible. - Dio un sorbo a la lata. - Tanto que seguramente querrás comer carne cruda antes de arriesgarte a que te envenene. - Señaló los platillos con la cabeza. - Esos los preparó apenas ayer. - Con esto regresó al pasillo camino a las habitaciones. - No seré capaz de cocinar nada hasta que regrese.
En respuesta las pupilas negras del saiyajin se movieron rápidamente a los lados, como buscando algo. - Y ni siquiera te molestes en la sal, pimienta, canela, comino o lo que sea. - Oyó su voz al otro lado de la casa, parecía que leyera sus gestos desde la distancia. - Aquí no hay nada de eso, así que tendrás que esperar. - Sentenció divertida, mientras cerraba la puerta de su recámara al traspasar el marco.
En una ocasión pasada en el que dormía en medio de una noche, Ranchi estornudó sin darse cuenta y Kushami despertó tomando el control. En medio de la oscuridad, caminando entre los muebles sabiendo su ubicación de memoria, no necesitó encender la luz, al tiempo que se enteraba de lo ocurrido en el intento de asalto.
Normalmente ella se reservaba de enseñar todo el mazo de cartas. Aunque nunca aprendió ajedrez, los juegos de azar y de estrategia eran su especialidad. Conforme el tiempo ya vería si valdría la pena revelar su mano.
En cuanto a su reacción, siempre fue la misma de antes pertenecer a la pandilla de amigos; ausente siempre y cuando no le sucediera a ella. Supo que entre más alejada estaba del calor humano, aislado en su propia soledad, más falta de empatía y emociones carecía; una de las razones por las cuales matar a esos mercenarios, cuando Ten, no le causó el más mínimo impacto; irónico que la apatía se presentara al dejar Kame House y vivir con el par de guerreros, con el paso del tiempo, más que en todo el acumulado en que estuvo sola, ocupándose de su vida.
Adquirió un nuevo hábito; no dormía. Ranchi sí, pero Kushami era nocturna. Y de eso se dio cuenta Raditz unos días después, luego de una rápida ida al sanitario en medio de la noche, cuando en su camino visualizó el resplandor de la televisión encendida reflejada en las paredes del salón, con las luces apagadas. Intrigado asomó la cabeza por el muro divisorio y la vio; sentada en medio del largo sillón, de espaldas, toda su atención puesta en la gran pantalla. De pronto se levantó; no andaba con nada encima salvo la ropa interior; bragas corte bikini negras y una camiseta blanca de tirantes delgados. La luz azulada del televisor reflejaba tenuemente su cuerpo bien formado, especialmente las piernas gruesas y muslos torneados.
Yendo al comedor tomó una bolsa de frituras y una lata de refresco, ya destapados, de la mesa, volviendo después a sentarse y acto seguido, hacer zapping con el control remoto. Él volvió a su habitación molesto por esa actitud negligente, reconciliando al día siguiente al saber que, volviendo de su entrenamiento, la despensa era renovada, teniendo ahora comida previamente preparada en un establecimiento comercial, los instantáneos o simplemente enlatados.
"Por lo menos no ha descuidado las labores básicas", pensó, al volver y encontrarla que, a pesar de siempre mantener y afinar su diversa colección de armas, con un cigarrillo encendido y sostenido a un lado de la boca, la casa se mantenía siempre limpia y en orden.
Pero él mismo… él era otra historia.
¿Qué podría decirse del "debilucho" Raditz? Un saiyajin estigmatizado por ser un guerrero de clase baja, y por lo mismo, endurecido bajo la influencia del Imperio de Freezer. Nacido bajo una marca de poder superior a su padre Bardock cuando este tenía siete años, al ser reclutado en su primera misión, claro que sus padres estaban ilusionados con el potencial que esto representaba; ser promovido a superar un status social que nadie en su familia había alcanzado antes. "Eres idéntico a tu abuelo", le dijo su madre Gine sonriendo al verlo con su armadura militar por primera vez, "solo que tienes los mismos ojos que tu padre", y agregó, sosteniendo su acostumbrado cuchillo carnicero: "y espero que tengas más ambiciones que el viejo bastardo ", le advirtió cariñosamente antes de partir a su primera misión con Vegeta y Nappa. Grandes esperanzas tenían puestas en él, agregando el factor de ser el primogénito, naciendo varón, y tener el honor de participar al lado del Principe y demás miembros de la corte real.
En un solo chasquido al antojo de un Emperador todo se acabó. Con los años se dio cuenta que el nivel de poder registrado en su nacimiento no fue suficiente para salvarlo de las burlas del ejército, en especial del viejo ex general Nappa. "Si en el diccionario al buscar la definición de mediocre hubiera un retrato, seguramente sería el tuyo", le dijo una vez Vegeta, a lo que Nappa daba cuerda siempre: "¿No crees que mediocre es un título favorecedor? Clasificaría mejor en la palabra farsante ". Farsante… mediocre… debilucho, cobarde. Todos los insultos habidos y por haber en desahogo de las frustraciones de Vegeta ocasionados por Freezer se los llevaba él. Era su saco de boxeo personal, el omega del grupo y por tanto con la existencia más dura. ¿Cómo no refugiarse aferrado a sus raíces culturales, si era lo único que le quedaba? Comportarse de acuerdo a la tradición saiyajin era lo único que le impedía de revelarse ante sus congéneres. Eso, y la irremediable derrota de enfrentar a un miembro de la élite en una pelea.
Miedo a morir. Era vergonzoso simplemente pensarlo, y sin embargo lo hizo. Jamás huyó de una batalla, jamás retrocedió ante una pelea y nunca le dio la espalda al enemigo, pero esa vez… esa vez conoció el verdadero terror. Sentimiento desconocido a cualquier saiyajin.
¿Y si el planeta Vegeta no hubiera sido destruido ?, ¿Y si Freezer no los hubiera traicionado ?, ¿Su sociedad habría alcanzado el máximo potencial ?, ¿Y si el destino para el que nació se completaba? Una cosa era segura, y es que no le importaba realmente el futuro de su pueblo si no se beneficiaba de ello. Obviamente sería promovido a un estatus más alto, asegurando su fortuna y escalando los niveles sociales lo suficiente para engrandecer, sino su casta, sí su riqueza; y eso le importaba tanto como elevar su nivel de poder y seguir peleando hasta la muerte, ¿Qué de malo era asegurar un lugar respetable por mérito propio entre su gente, ya que no nació en una cuna noble, como un miembro de la élite? , ¿Era tan malo ambicionar?
Su destino no fue robado, sino eliminado, como si no significara nada. La nada… eso era lo que pensaba, seguía después de la muerte. Ese era su verdadero temor; no el acto de fallecer en sí. Sino su impotencia al inminente final, cualquiera que fuera el contexto, cuando se le acabara el tiempo y descubrir, que ninguno de sus actos, ningún acontecimiento realizado por su causa, ninguna pieza movida por su mano significaban realmente ... nada ... ni rastro, ni recuerdo de su existencia; como la vez que a pesar de sus esfuerzos, tardó junto con los otros dos en deshabitar el planeta Shirts, y no sirvió de nada, pues una vez más Freezer le recordó la inutilidad de su papel. En cambio, él fue condenado a recordar lo que quedaba del suyo propio, su hogar.
El infierno. El shock al ver que sus actos en vida sí repercutían en la eternidad del otro mundo, en SU eternidad y el destino de su alma. Enma Daio Sama fue muy claro, especialmente cuando en un abrir y cerrar de ojos lo venció, al desafiarlo cegado por la rabia. "Destruir tu alma para mí sería tan fácil como chasquear los dedos, pero eso no sería suficiente satisfactorio por tu osadía; así que dejaré tu alma intacta con la única función de expiar tus pecados, y tu castigo, si se me apetece, será levantado solamente para purificarla, o eliminarla ". Terminó con una sonrisa acompañada de esa mirada que parecía atravesarle la médula; "tal vez no lo veas ahora Raditz, pero en serio, tienes mucha suerte. A pesar de tus actos, tu corazón no está completamente contaminado. En verdad espero, puedas cumplir penitencia".
Lección aprendida: la muerte es solo un descanso para los más afortunados. Pero Kakarotto iba y venía de ambos mundos como se le viniese en gana. Su hermano menor, el pequeño traidor. Tuvo mucho tiempo en el Hades para reflexionar, ¿Realmente se le puede llamar desertor a ese mocoso, que se golpeó la cabeza, olvidando su misión? De todas maneras tuvo un accidente, pudo no ser su culpa. Formando una familia y él mismo siendo testigo por vez primera del mestizaje de ambas razas, experimentando de primera mano el gran poder de su sobrino, inclusive él sacrificaría su vida por un vástago suyo a sabiendas de su enorme poder de pelea. Entonces, ¿Cómo podría los remordimientos atormentarlo de esa manera?, ¿Por qué un saiyajin de sangre pura como él, uno supuestamente orgulloso de su raza tendría arrepentimientos en primer lugar? ¿Por qué él tendría emociones… humanas? La sola idea le provocaba arcadas.
Humanos… los culpables de todo después de Freezer. Responsables de que su hermano se volviera tan… gentil y apegado. Y seguramente fueron ellos los que hicieron a Vegeta perder su cola, sin mermar para nada su poder, más bien, aumentándolo. ¡Malditos sean todos los humanos! ... Malditos aquellos que le arrebataron la única familia viva que le quedaba…
¿A quién engañaba? Los eventos ocurridos desde su encuentro con Kakarotto tuvieron más significado en sí mismos que toda su vida junta. Tan seguro estaba como quien más, que al revivir ya no era ese grandioso mercenario del pasado. Su naturaleza destructiva, su esencia agresiva estaba presente, si, como cualquier otro saiyajin. Pero sus ideas, su propia mente estaba en constante cambio. Todo después de habitar el infierno. "El infierno es despertar cada mañana sin saber para qué estoy aquí", pensó. ¿Pelear? Claro que sí. ¿Con qué objetivo? No lo sabía. Podría inventarse todas las excusas y engañarse a sí mismo. Lo cierto era que, ya no existía un planeta ni un reino al cual servir.
Este planeta lo que hizo por los saiyajin fue aumentar su poder. ¿Entonces por qué…? , ¿Por qué su nivel de pelea no aumentaba desde hacía tiempo? Motivación no le faltaba, y al principio de su entrenamiento podía fluir sin problemas y luego… por supuesto que quería volverse más fuerte. Pero, ¿Por qué la tecnología era tan primitiva? Si pudiera tener a la mano un rastreador para aunque sea darse cuenta de una idea de su nivel, si tan solo pudiera entrenar contra algunos saibaman. Inclusive entrenó bajo profundidades abismales del océano y voló hasta la estratósfera con tal de imitar lo más cerca posible los cambios de gravedad; al principio funcionó, pero pronto se adaptó tan rápido que se estancó, aunque sin dejar de practicar. Eso lo mantenía en un constante mal humor.
Por eso un día no lo pensó mucho cuando Launch se ofreció extrañamente a acompañarlo a su lugar de entrenamiento. - Absolutamente no. - Respondió él.
-¡Oh, vamos! - Exclamó ella, fastidiada. - Me estoy aburriendo de solo tener que esperarte aquí todos los días. Necesito sentir un poco de emoción.
- Suficiente emoción tienes con improvisar tu campo de tiro con lo que sea que encuentres por ahí fuera. - Le remarcó. - Además, solo eres un estorbo.
-¡¿Estorbo?! –Se ofendió. - Si lo único que he hecho es mantener la casa segura cuando te vas.
- Si, por que tal parece que no puedes evitar los problemas cuando no tienes nada qué hacer. - La miró fijamente.
- Ah, bueno. - Cedió luego de mirarlo molesta. - Si tantos problemas te doy pues vete y, a ver cómo te las arreglas. - Le dio la espalda.
- ¿A qué te refieres? - Preguntó.
- Me dejas sola sin vigilancia por varias horas. - Se cruzó de brazos, aún con el ceño fruncido y cerrando los párpados. - ¿No te parece que alguno de estos días yo podría, cuando se me antoje, guardar la casa e irme? - Finalmente volteó a verlo. - Cuando regreses yo ya no estaría aquí.
- Si en verdad sabes lo que te conviene, confío en que no lo harás. - Dijo seriamente.
- ¿Y por qué no? La casa es mía y puedo trasladarla donde se me dé la gana. - Aún se mantenía de brazos cruzados.
- Porque sin importar en qué punto estés de tu podrido planeta de mierda. - Se cruzó de brazos también. - Sabes que podría encontrarte, sin importar dónde te escondas.
- ¿Oh si? - Ella sonrió, mirándolo desafiante. - ¿Realmente quieres arriesgarte?
No estaba de humor para esa clase de estupideces. Un pequeño tic hizo temblar la comisura superior derecha de su labio. - Bien. - Aceptó a regañadientes. - Solo no quiero ninguna clase de… distracción. - No quería aceptarlo pero tenía razón; no podía arriesgarse a ninguna posibilidad que ella escapara y luego tener que distraerse en la estúpida búsqueda de unos minutos. No debe cederle nada de tiempo a la pausa del entrenamiento, otra vez.
-No te preocupes, seré buena. - Le sonrió. - Y en recompensa te daré mucha comida. - Finalizó guiñando un ojo.
Unos minutos después y ya la casa se encontró almacenada en su cápsula. Esa mañana apenas, Kushami recibió la notificación de depósito en su nómina bancaria, la que la hizo ponerse de buen humor. Y también, se enteró en las noticias que el grupo criminal que la buscaba hizo una masacre en un lugar cercano al descampado, asesinando a los presentes; obviamente era seguro suponer que en cualquier momento la localizarían. Por último, la notificación de mensaje del número de Vegeta, justo después de su depósito: Espera nuevas instrucciones. Lo que principalmente la motivó a ir con Raditz a su lugar de entrenamiento.
La idea original era seguirlo en su propia motocicleta, pero rápidamente fue elevada por los aires de la cintura, argumentando, como ya de costumbre, que los medios de transporte humanos no harían más que retrasarle. En menos de cinco minutos llegaron a una zona boscosa en medio de un monte, aterrizando en un claro a las orillas de un lago, lugar perfecto para acampar. Apenas los pies puestos en tierra ella se soltó para elegir rápidamente el mejor punto panorámico. Al arrojar la cápsula, satisfecha dijo: - Parece ser que no tienes tan mal gusto a la hora de mudarte ... - Giró la vista, pero él ya no se estaba ahí. - Hm. - Encogió los hombros sin darle importancia mientras sacaba el móvil de la mochila a sus espaladas y buscaba la ubicación geográfica por GPS. - Aún en el continente del sur, al norte de la Isla Amenbo. - Dijo para sí misma. Era un paraje hermoso y estaban cerca de las praderas forestales. Le hubiera gustado mucho construir una casa de campo, si no fuera porque estaba lejos de la civilización, todo le parecía perfecto. - Todavía está muy lejos del objetivo. - Susurró al entrar en casa.
Al convivir tan cerca de su zona de entrenamiento notó rápidamente el origen de la molestia de su compañero, pues aunque su poder era inmenso, no se comparaba siquiera al de Gokú y Vegeta. Siendo testigo en primera fila de su esfuerzo, hasta ella, quien no poseía habilidades especiales de combate interplanetario, entendió que él no progresaba, pero tampoco retrocedía. "seguramente podría sostener una pelea con Piccolo, en estándares alienígenas sin problemas", pensaba constantemente. "Pero, ¿Podría ganarle?", La negativa no era opción al plan.
Pero, ¿cómo ayudar sin parecer que interviene o sin tener que revelar nada ?, ¿Cómo hacer que un ex mercenario extraterrestre, cruel y sanguinario la escuche?
Un día Raditz se levantó como todas las mañanas a ejercer su rutina. Y como todos los días encontró el desayuno en la mesa; lo común. Todo era aparentemente cotidiano, no faltaba nada, nada excepto…
"¡No puede ser!", Pensó, "¿Dónde está?". Inmediatamente miró a su alrededor, regresó por el pasillo, miró al sanitario, incluso asomó la cabeza a las habitaciones. Exactamente no faltaba nada, excepto ella. - ¡Hija de…! - Se detuvo justo a la mitad, pues sus oídos captaron un leve ruido al exterior de la casa; rápidamente se asomó por la puerta trasera. Ahí encontró un Launch; notó sus niveles de estrés bajar estrepitosamente, ¿y por qué se preocupaba en primer lugar? Olvidó rápidamente la interrogante porque ante su vista se desarrollaba una escena totalmente fuera de lugar.
Ella se atrevió a hacer frente a él lo que se reservaba en soledad: entrenar. "¿Qué carajos…?". Vestida con holgados pants deportivos clásicos y un crop top ajustado de tirantes; simple, pero efectivo. Así mismo, las manos enfundadas en guantes sin dedos, él la miró con curiosidad. - ¡Oye! - La llamó.
-¿Ahora qué quieres? - Preguntó sin detenerse. Las palmas abiertas lateralmente a la altura de los hombros, repetía constantemente el ejercicio de alcanzar las mismas en una patada descendente exterior. - El desayuno se encuentra servido, los deberes están hechos, hasta tu maloliente ropa está limpia y seca. - Lanzó todo su peso adelante, parándose de manos y sosteniendo por unos segundos el equilibrio. - Así que, buenos días a ti también.
- ¿Qué carajos crees que haces? - No le sorprendía que una terrícola entrenara, sino verla a ella. Le parecía extraño que no sostuviera alguna de sus armas.
- ¿Qué te parece que hago? - Se puso de nuevo de pie. - No te pienses el único interesado en trabajar su poder. - acto seguido se sentó sobre la hierba en postura de loto. De tantos años observar meticulosamente a Ten Shin Han, su curiosidad le llevó, al principio en tono de broma, imitarlo para saber por qué tanto interés en solo quedarse quieto por largos periodos de tiempo, aburrido y sin hacer nada. Aún no entendía lo de la meditación, pero la postura por lo menos ayudaba a estirar sus músculos y relajar los nervios.
...
-… así pues no se ha podido determinar el calibre ni el tipo de arma con el que el hijo del embajador Juan José Murrieta, David Murrieta De la Peña de veinticuatro años, fue asesinado. Solo podemos mandar una pronta resignación a su familia y dolientes.
Entre otras noticias, pasamos a la sección de tecnología: después de formalizar el convenio entre dos grandes colosos, Capsule Corp. Y Green Energy, se ha establecido un posible precedente para la futura cooperación entre el servicio privado y el gubernamental, que si bien, no se ha declarado nada por parte de ninguno de los dos representantes de las respectivas marcas, es fácil especular, no sin razón, que debido a los conflictos anteriores armados y la ayuda que brindó Green E. al proporcionar diversos artículos experimentales de su división bélica a la guardia personal del rey, que probablemente veremos estos dos trabajando codo a codo en una posible alianza por seguir la paz en el mundo.
Y ahora en economía veamos cómo va recuperándose el zeni frente al dólar en esta gráfica…
Apagó la pantalla con un toque del smartphone, cansada de tener que escuchar las aburridas noticias. Se supone que conectándose a la web podría encontrar entretenimiento o alguna distracción del aburrido mundo real, el común de todos los días, pero siempre era lo mismo; todo mundo repetía lo que ya sabía. Las cosas últimamente no iban tal y como quería.
No podía olvidar lo que su fotógrafo, Jonathan Skinner le dijo en la última sesión: - Bulma, cielo, esto no es digno de una presentación. - Dejó el juego de fotos reveladas sobre la mesa de trabajo.
-¿De qué hablas? - Alzó una ceja. - Es exactamente el vestuario y las poses que me pediste, tú me las tomaste, no entiendo.
- Si, nena. Es exactamente el problema; necesito frescura, rebeldía, pasión, algo que refleje el público al que queremos atraer con la nueva colección. Eres audaz, pero…
- Pero me veo vieja. - Completó tratando de ocultar su irritación. - Adelante, dilo.
- Por supuesto que no, Cariño. - Se apresuró a aclarar. Para nada del mundo quería provocar al esposo, quien cada que podía la acompañaba a las sesiones. - Lo que trato de decir es que llevas toda la vida siendo la imagen de la marca, y antes de ti, tu bellísima madre. Lo que los consumidores necesitan es una imagen, algo arriesgado, loco. - Sin embargo ella rechazó a todas y cada una de las modelos que él propuso en la agencia recomendada; eran muy bonitas sí, pero ninguna reflejaba el mensaje que querían dar, ninguna reflejaba rebeldía y desenfado.
"Loco y salvaje", pensó. Esa tarde a solas ya le hablaba a Launch para ofrecerle, muy a su pesar, esa propuesta que le prometía. Sin embargo, Kushami siendo la que contestó, simplemente le respondió que alguien más ya le ofreció una oferta imposible de rechazar, para acto seguido, despedirse y colgar.
