Dos semanas habían pasado y todo era tranquilo en sus nuevas vidas o al menos, hasta el momento. Cada una se dedicó a lo suyo dentro de sus respectivas casas pero, lamentablemente, ese fin de semana no pudieron verse por extensas lluvias.
-No, Gaudy- lo ayudó a sostener el pincel en su pequeña manito -Si lo sostienes así, no te mancharás los dedos, corazón- sonrió complacida -¡Esto es hermoso, Hero!- levantó el pergamino entre sus manos con orgullo -¡Tu caligrafía es hermosa, amor!-
Siempre celebraba los logros de sus alumnos y por pequeños que fueran, siempre lo hacia. Era su hermosa manera de alentarlos a mejorar y superarse todos los días.
-Si, mi papá dice que he mejorado mucho gracias a usted, maestra Dea-
-No, mi vida- acarició su hermoso rostro -Has mejorado gracias a ti- volteó hacia su otro estudiante -¿A ver eso, Gaudy?- él era muy tímido y callado -Tú también lo has hecho muy bien- le pellizco la nariz -Pero, mira estos deditos- quitó un pañuelo de su bolsillo y limpió su manito -Tienes tinta por todos lados-
-Lo siento- su sonrojo era enorme.
-No importa- sonrió, después de dejar de limpiarlo -Bien, ahora vamos a hablar de...-
El grito histérico de una mujer proveniente de afuera, la interrumpió.
-¡Hisui! ¡Ven aquí!- era su nana que la había perseguido hacia el salón de clases -¡Niña mala!- la aferró de un bracito y la sacudió -¡Eres una mal portada!- la abofeteó en su pequeña mejilla, haciéndola llorar -¡No llores!- volvió a sacudirla -¡Te enseñaré a llorar con razón, mocosa!-
Iba a darle otro golpe pero sometieron su mano al aire.
-¡Cómo se atreve a golpear a una niña!- le dio un empujón tan grande que la sacó del salón de clases -¡Tiene cuatro años! ¿¡Qué cree que hace, maldita vieja!?-
Sus gritos podían oírse por todo el lugar, llamando la atención de los hombres de la casa y de una de las mujeres del clan.
-¡No te metas en esto, esclava inmunda!- ahora iba a golpearla a ella, pero volvió a someterla.
-Le recomiendo que no lo haga- pronunció con sus ojos cambiantes, erizandole la piel -No existe justificación alguna para golpear a un niño en este mundo- soltó su brazo de golpe -¿Qué clase de educación cree que está dándole?-
La pequeña Hisui se encontraba detrás de ella aferrada a una de sus piernas y mirando a su malvada nana con su carita bañada en llanto.
-Soy su nana, al igual que lo fui de su madre, prácticamente, la crié y mis métodos fueron excelentes, según sus padres-
No podía creer que estuviera orgullo de eso, de ejercer violencia contra los más débiles y pequeños.
-Cierre la boca- cargó a la niña en sus brazos para darle consuelo -No la quiero ver dentro de mi salón de clases y mucho menos, presentando otro espectáculo como este- advirtió una vez más -Porque quitaran su sangre real de los muros si vuelve a golpear a uno de mis niños-
Ahora podía defenderse, tenía voz y voto, era libre y no permitiría jamás, que ocurran injusticias frente a ella o que ninguna criatura padezca lo que ella vivió. Sería indomable, como le había prometido a su madre. Sin decir una sola palabra más, cerró la puerta con la pequeña en brazos.
-Está despedida, Ogami y la quiero fuera de este lugar antes del medio día- pronunció la voz del padre de la niña en el otro extremo del pasillo -Y el señor Satoru está de acuerdo conmigo- lo señaló con su pulgar y asintió de brazos cruzados.
-Lai, por favor, estás exagerando- replicó la mujer junto a él -No puedo creer que...-
-En este momento no quiero escucharte, Saori- estaba furioso -Nuestra hija y seguramente todos los niños de esta casa, fueron maltratados por esta mujer y tú lo permitiste- si pudiera estrangular a ambas, lo haría -¿Qué clase de madre eres que permites algo como eso?-
No había respuesta para su lógica y no encontraba las palabras en su mente para poder justificar su error. Él solo se alejó de ella ingresando al salón de clases para ver a su pequeña. No quería escuchar sus patéticas excusas, no más.
-¡Bájame!- golpeaba en la espalda a la persona que la llevaba sobre su hombro -¡No puedo creer que me traiciones de esta manera, samurái!-
Se habían hecho grandes amigos, ya que ella le suplicó a Sukuna hasta la humillación, cuidar de los perros, los cabellos y de cualquier otro ser vivo que existiera para alimentar. Su fin era poder matar el tiempo entre clases, limpiar los establos o hacer cualquier otra cosa que demande. Por su parte, él se encontraba encantado, embelesado y enamorado de esa belleza indomable de otras tierras, siempre la observaba desde las sombras, aunque ella no pudiera verlo.
-No estoy traicionandote- sus golpes no le hacían daño -Sólo estoy siguiendo ordenes de Sukuna- la sentó sobre las ramas de un árbol -Ya que ahora seré tu tutor y tenemos clases en este memento- sonrió ampliamente mirándola a la cara.
-Yo no necesito tutores- cruzó los brazos desviando la mirada -Quieren cambiar mi espíritu y eso no está bien-
-Nadie quiere cambiar ese espíritu indomable, bonita- una leve brisa llegó a ella endulzándolo con su aroma -Pero no sabes leer y escribir- le apartó un rizo del rostro, pero le dio un manotazo -Y es algo que tienes que saber, es lo básico, no puedes ser una analfabeta toda la vida-
-Pero es muy difícil- hizo un mohín con sus labios mirándolo al fin -Y esas viejas podridas son unas tiranas, me tienen harta- una traviesa sonrisa se formó en sus labios -Una jovencita no devora la comida- arremeda con burla -No ríe a carcajas- bajó de un salto de su lugar -Se levanta con el sol- fingió abrir unas ventanas -Es modesta y aseada- se miró de arriba a abajo observando lo sucia que estaba -Paciente y cuidadosa- colocó sus manos como queriendo lanzar una flecha y errando en el intento -Y sobre todo...- lo rodeó haciendo pasos largos con sus manos detrás de la espada -Una jovencita aspira a ser... Perfecta- finalizó con un raro ademán y realizando una absurda reverencia -¡Es un asco!- sopló fuerte y despeinó su cabello, ofuscada.
-Eres perfecta- confesó perdido en ella -La mujer más perfecta que existe y que no había visto nunca, hasta que te conocí-
-Cállate- el decía cosas sin sentido, todo el tiempo y la hacía sentir mal con su persona, era un hombre casado -No sabes lo que dices- se acercó unos pasos a ella, pero lo esquivó de golpe al divisar a alguien detrás -¡Sukuna!-
Corrió hasta él dando un salto y permitiendo que la cargara con dos de sus brazos cuando se colgó de su cuello.
-¿Qué quieres?- habló molestó cuando escondió el rostro en su pecho, ya sabía lo que quería -Tomarás clases con Keilot, punto-
-¿¡Por qué me odias!?- reclamó con tristes ojos -¡Me lastimas obligándome hacer cosas que no quiero!-
-Créeme, si quisiera lastimarte ya lo hubiera hecho, dulzura- no la miraba, porque si lo hacía, ganaría -Tu madre hubiera querido que supieras leer y escribir-
-No recuerdo como era mi madre- la bajó al suelo -Era muy pequeña cuando ella murió- él respiró profundo y mirando hacia la nada.
-Era la persona más astuta, inteligente e indomable que conocí en mi vida- llevó una mano a su pecho buscando los latidos de su triste corazón -Era preciosa y cuando llegó aquí con su madre, su cabello era verde, al igual que sus ojos- podía verse a si mismo junto a ella, jugando en ese extenso jardín -Una niña celestial, me dijeron-
-No recuerdo eso- tocó su cabeza, confundida -Tenía el cabello y los ojos como yo, según la imagen en mi mente-
-Si, es que...- Keilot los escuchaba conversar con atención, parecían padre e hija interactuando con esa familiaridad -Un día jugando con sus poderes, algo salió mal y su cabello, al igual que sus ojos, cambiaron por completo- la señaló -Y quedó igualita a tu hermana y a ti-
-Es muy bonito lo que acabas de contarme- sonrió mirándolo desde abajo -¿Hoy podré ir a ver a Dea?- miró al cielo -No parece que fuera a llover-
-Si, pero haremos un trato- colocó una mano sobre su cabeza -Tendrás clases con Keilot por dos horas y luego de eso, entrenarás con Toji hasta el medio día, después podrás irte a donde quieras-
-Bien, pediré que preparen el caballo para entonces-
Giró sobre sus talones para ir a los establos. Él era muy justo con ella y siempre llegaban a un buen acuerdo.
-Pero no irás sola- puntualizó, cruzando todos los brazos.
-¿¡Por qué!?- volteó y reclamó rápidamente.
-Porque no- seguía igual que antes -No irás sola hasta allí desde aquí-
-¡Tengo más de 20 años y no soy una niña, Sukuna!-
-Tienes 25, eres mi protegida y yo decido que se hace aquí-
-¡Bien, entonces...!- levantó un dedo para plantarle cara.
-Yo iré contigo- su nuevo maestro la interrumpió -Deja de discutir, porque sabes bien que no ganarás- la golpeó en la nariz con un dedo -Soy tu tutor, así que, puedo acompañarte-
-Perfecto, no se habla más del asunto- Sukuna lo aferró de un hombro con fuerza -Ten cuidado con ella, solo eso quiero decirte- lo miró a los ojos dándole una amenaza silenciosa -Los dejo y no quiero escuchar quejas de tu boca, Gaia-
-Sí, papá- acotó con burla y él volteó para castigarla, pero había huido -¡Corre, Keilot! ¡Corre!- escucharon al perderla de vista -¡Corre por tu alma!-
Sus clases eran únicas, entretenidas y muy interesantes. Él se encontraba allí, escuchándola con suma atención y con su pequeña Hisui sentada sobre sus piernas. Los dos se encontraban hipnotizados, mientras narraba otra de esas historias que tanto les gustaban.
-Los antiguos escritos cuentan que, las seis razas de dragones de este mundo, le robaron el poder de usar la magia a los dioses- movió sus manos al narrar, era muy expresiva -Y por esa razón, cada una de ellas recibió un castigo divino, pero el más terrible de todos, fue el que recibieron los Nornir, dragones raros o seres celestiales, como les decían- dibujó una pequeña figura de esos dragones antropomórficos con sus propias manos -Casi llevándolos a la extinción, ya que la mayoría de los machos de esa especie, murieron bajo el efecto del veneno del Basilicock y los que sobrevivieron a ello, quedaron estériles-
-Es una historia de tu tierra, ¿Verdad?- ella asintió -Continúa- se acomodó mejor, usando como soporte su brazo para sostener su cabeza -Es muy interesante, parece un mito-
-Sí, lo es- asintió -Ahora bien, como ustedes sabrán o al menos, imaginarán, al no haber machos no había procreación y eso es algo tristísimo para todas las especies...- indicó obvia -Por esa razón, la mejor solución que pudieron encontrar las mujeres celestiales, fue reproducirse con los humanos y de ellos, nacieron personas capaces de usar la magia, algunos les dices brujos, magos y otros, hechiceros- se señaló a sí misma, aunque no se consideraba como tal -Sí, es lo que piensan, una parte de mí es un dragón- rió al ver las caras de asombro de todos y en especial, de los niños -Y gracias a eso, puedo usar varios tipos de magia o eso es lo que dicen las personas- suspiró fuerte y se detuvo un momento para mirarlos a los ojos -Jamás la pude utilizar y no sabría como, pero estoy intentando averiguarlo- fin de la historia.
-Maestra-
El pequeño Gaudy levantó una manito al aire. Era precioso, idéntico a su padre, con el cabello blanco y ojos azul cielo.
-¿Si, cariño?- esperó a que hablara.
-¿Qué es la energía maldita?- quiso saber.
-¿Energía maldita?- repitió confusa -No estoy muy segura, amor- cruzó los brazos, pensativa -Pero según tengo entendido, es el poder que tienen los hechiceros aquí en Nipón- respondió intentando buscar la explicación más clara en su mente -Todos los descendientes de los espíritus vengativos, como tu padre o tú, pueden manipularla y realizar exorcismos con ella-
-Si, es el poder que tienen los tres grandes clanes de esta tierra- aclaró el único hombre allí -Son muy poderosos y además, Satoru heredó la técnica de los seis ojos de su clan, es el hechicero más poderoso de este lugar-
-No me imaginaba eso, Lai- lo escuchó con atención -¿Qué hay del clan de Sukuna?-
-Él es un caso especial- no sabía como explicarlo -Sukuna no tiene alma, no tiene corazón y es un hechicero bastante particular, es casi una maldición-
-Si lo vemos desde ese lado- los niños los escuchaban maravillados -Él sería como el rey de las maldiciones-
-Exactamente- asintieron a la par.
-Bien- aplaudió dando fin a la charla -Niños, pueden retirarse-
-Gracias, maestra Dea- dijeron los dos al unísono haciendo una reverencia.
-Les he dicho que no hagan eso- soportó la risa al ver su desconcierto -Vayan a jugar- salieron de allí a todo trote -¡Ven aquí, muñequita!- levantó a la niña en brazos besándola en su golpeada mejilla -¡Esa carita maltratada!- volvió a besarla una vez más -Ve a buscar a Lue, amor- la bajó de los brazos -Creo que ya despertó de su siesta-
-Sí, señorita- salió de allí a buscar a su amiguita y la despidió con una mano.
-Gracias por lo que hiciste hoy por mi hija, Dea-
-Es una niña indefensa, Lai- lo miró de reojo, ya que estaba de espaldas -Era mi deber, ningún adulto tiene que permitir el maltrato hacia los niños, jamás-
-Lo sé y...-
-¡Ayudenme, por favor!-
Esas palabras no lo dejaron continuar, venían de la entrada de la casa y se dirigieron a toda prisa hacia allí.
-¡Ayudenme!- escucharon una vez más.
Todo se volvió un caos es cuestión de segundos. Keilot apareció con una insconciente Gaia entre sus brazos, estaba herida y mucho, algo le había pasado o seguramente, alguien la había atacado.
-¡Por todos los dioses!- gritó histérica -¿¡Qué le sucedió!?-
-Veníamos hacia aquí y su caballo se desbocó- temblaba como un diapasón -No pude reaccionar a tiempo y cuando al fin se detuvo, ella salió volando por los aires- fue algo terrible -El golpe fue durísimo y no puedo hacer que despierte desde que ocurrió- estaba aterrado.
-Respira, pero es débil- indicó su amigo escuchando su respiración -Vengan conmigo- los condujo apresurado a una enorme sala, rodeada de libros y extraños frascos -Déjala aquí, Keilot- señaló un camastro y así lo hizo, depositándola con cuidado -Llamaremos a Winry para que...- la gema de su cuello comenzó a brillar -¿Qué está pasando?-
Letras extrañas podían verse en su interior. Eran glifos de Wyrd o letras Nornir, como muy pocos las conocían.
-Piedra divina...- pronunció la otra joven siendo presa de un profundo trance -Magia de los Nornir- el brillo se hizo cada vez más intenso -Sana sus heridas-
Señaló a su hermana y esas mismas letras la rodearon por completo. Respiró profundo, como regresando de un largo sueño y abrió los ojos cuando las letras, junto con ese cegador destello, desaparecieron.
-¡Gaia!-
Keilot se precipitó hacia ella aferrando su rostro y acariciándola con desesperación.
-¡Bonita, te juro que lo siento!- no sabía como disculparse con ella -¡No pude detener a tu caballo cuando se desbocó y...!- las palabras no podían salir de su boca.
-Estoy bien, Keilot- inhaló profundo, su cabeza le dolía horrores -No tienes la culpa de esto- cerró los ojos al incorporarse y sentir nauseas -Maldita magia de los Nornir- tragó con dificultad -Siempre me hace vomitar- llevó una mano a su frente para soportarlo, mientras él la sostenía de los hombros -¿Cómo está tu nariz, Dea?- dirigió su mirada a ella.
-Sangrando horrores- sostenía su nariz con una mano -¿No sé porque el Hakari se comunica así conmigo cuando a ti te ocurre algo?- suspiró abrumada, mirando a esa extraña piedra en el cuello de Lai.
-Tú me dijiste que era de tu madre, ¿No creés que tenga que ver con eso?- dijo él.
-Todo es posible-
No quería hablar de eso y bajó la mirada apartándose un rizo del rostro.
-Esa noche...- habló su hermana tocándose la cabeza -Hay algo que tengo decirte de esa noche-
-No quiero escuchar nada, Gaia- se incorporó después de que su nariz dejó de sangrar -Él la mató y lo sabes-
-No, Dea- intentó seguirla, pero tropezó con sus propios pies y casi cayendo al suelo -Gracias, Keilot- alcanzó atraparla a tiempo -Nuestro padre era un alfa y amaba a nuestra madre, estoy segura de eso- su memoria eidetica jamás la traicionaba -Ellos aman para toda la vida, de la misma forma que Keilot lo hace por su esposa e hijos- puntualizó, sin darse cuenta que él aspiraba su aroma ajeno a todo -Él no pudo hacer eso, yo sé que no-
-Basta, Gaia- deslizó la puerta delante de ella -Nuestro padre la mató, lo recuerdo así y no hay nada que borre esa imagen de mi memoria-
-Tú lo único que recuerdas, es ver a nuestro padre con su espada en mano, bañado de sangre y a ella muerta a sus pies- refutó -Él lloró cuando nos abandonó, al igual que lo hizo esa noche, ¿Qué me dices de eso?-
-¡Era un alcohólico!- no podía seguir escuchando más.
-¡Cayó en el alcohol después de que ella murió!- volvió a refutar.
-¿¡Te escuchas cuando hablas!?- la apuntó desde su lugar -¿¡Cómo puedes justificar lo que hizo!? ¡Nos quitó a nuestra madre y nos dejó! ¡Nos dejó!- por su culpa habían pasado grandes penurias.
-¡Dea, escúchame y entra en razón, por favor!- pidió que la soltara y la aferró de los brazos -¡Alguien la mató, pero no fue él! ¡Intenta recordar!- suplicó, mirándola a los ojos -Por favor...- le apartó el cabello del rostro -Trata de recordar-
La noche estaba oscura y sin luna, hace más de veinte años atrás en la ciudad de Dublith, Amestris. Era invierno y el frío llegaba a más allá de la piel, atravesaba la carne y los huesos de cualquier mortal que transitara por sus calles.
-Mami...- habló la pequeña Gaia mirando su sopa con desagrado -¿A qué hora llegará papi?-
Era una mujer hermosa, de cabello indomable y mirada encantadora, descendiente de una de las razas perdidas de dragones de ese mundo y capaz de utilizar la magia de los dioses.
-En un rato, cariño- acarició los cortos cabellos de su otra niña que dormitaba en la mesa -Dea, corazón...- la miró con ojitos cansados, ya había terminado su cena -Ve al baño y luego a la cama, ¿Sí?- asintió fregando sus párpados -Gaia irá contigo cuando termine su sopa-
-Sí, mami- bajó de su silla, pero el estallido del vidrio de una de las ventanas la asustó -Mami...- susurró inerte en su lugar.
-¡Sabemos lo que eres, mujer!-
Exclamaron desde fuera y otro estallido se escuchó, estaban arrojando piedras a la casa. Eran seguidores de la iglesia de las Diosas del Destino, instruidos en matar a las razas del dragón y a toda su estirpe. La iglesia Hinlunk, así se la conocía en ese país y alrededores.
-¡Sal de ahí!-
Aporreaban la puerta con fuerza, querían entrar.
-No lloren-
Susurró a sus hijas al cargarlas y esconderlas en un cobertizo secreto que su esposo había construido para ellas.
-Escúchenme- los golpes eran cada vez más fuertes, violentas y feroces -Mamá las ama, las ama mucho y prometo que todo estará bien-
Besó y abrazó a cada una derramando lágrimas. Rezaba internamente para que su esposo Hanibal llegara a tiempo, llegara a casa, pero no iba a pasar y esa noche, sería un triste adiós para todos.
-Siempre lleva esto contigo, Dea- le entregó la piedra que colgaba de su cuello -Cargarás con tu magia y la mía en este Hakari, cuídalo bien y no lo pierdas nunca- lo colgó en ella y con un leve destello, lo dejó atrás -Tú tendrás mi fuerza, Gaia, es es lo único que puedo darte- le tocó la frente con un dedo, regalándole lo último que tenía -Serás tan fuerte como un dragón-
-Prometanme que serán felices y que nunca llorarán, que buscaran a un hombre que las ame como papá, hagan amigos, viajen mucho, sean indomables, cuídense siempre la una a la otra y escuchen a sus corazones todo el tiempo, ellos son los que saben- les dio un último abrazo.
-Las amo, son mi vida junto a su padre y por favor, se los imploro, no salgan de aquí- limpió sus lágrimas y se incorporó con pesar.
-Recuerden esto, mis niñas celestiales, mamá siempre estará con ustedes-
Las apuntó con una mano temblorosa y suprimiendo el llanto que la mataba por dentro, ya que no volvería a verlas, crecerían sin ella.
-Me gustaría estar con ustedes un poco más y verlas crecer, pero estarán bien si mí- llevó una mano a su pecho para contenerse -Las amo- una última lágrima cayó por su mejilla -Sueño- pronunció, haciéndolas dormir.
-No puede ser- se mecía de un lado a otro abrazándose a sí misma sobre ese camastro -A nuestra madre la asesinaron los seguidores de una iglesia-
La verdad llegó a ella como una ola gigante que la arrastró a una durísima realidad.
-Si, hermanita- la rodeó con sus brazos y descansó la cabeza en el hombro de ella -Sukuna me lo dijo el día que llegué aquí- el dolor era terrible -Y cuando despertamos, encontramos a nuestro padre en ese estado, porque él les hizo a ellos lo mismo que hicieron con mamá- inhaló profundo para poder seguir -No pudo salvarla, Dea y una parte de su cordura se fue con ella, ahora entiendo porque ahogaba sus penas en alcohol-
-¿Por qué nos dejó?, eso es lo que no comprendo-
Era un caos, todo se había vuelto un caos después de eso.
-Porque en Keisalhima estaríamos a salvo, es la tierra de la magia, la hechicería y la raza dragón- miró a los dos hombres allí, que se mantenían al margen de la situación -Nos dejó con su familia, pero al ser las hijas de mamá, nos trataron de la forma en que lo hicieron-
-No puedo creer que desquitaran el odio que sentían por nuestra madre en nosotras- no iba a llorar, ya no había razones para eso -Eramos dos niñas pequeñas, con una madre muerta y un padre negligente, necesitábamos más de lo que nos dieron-
-Ningún adulto está obligado a amar a ningún niño, hemanita- la soltó y se incorporó -¿Quieres saber que fue de la vida de él?- le dio la espalda -¿De la vida de nuestro padre?-
-La verdad que no, Gaia- apretó su entrecejo al bajar la mirada al sentirse confundida, mucho más confundida que antes -No quiero saber nada de él-
-No me importa, Dea- abrió la puerta delante de ella y miró a su amigo de reojo -Esto es algo que tienes que saber e igual te lo diré...- frotó su frente y se dispuso a revelar toda la verdad -Él está aquí, en Nipón, es el padre de Rei y quiere vernos- salió del lugar dando fin a la charla.
-¿Vas a hablar conmigo? ¿O seguirás ignorándome como lo hiciste en todo el camino?- negó con la cabeza sin dirigirle la mirada y bajando de la montura de su cabello -¿Por qué no me dijiste que eres hermana de mi esposa?- insistió otra vez.
-Porque no corresponde- caminó a los establos tirando de las riendas de ese animal -Ella no conoce nuestra relación, así que, no tengo porque hablar de eso contigo- abrió la caballeriza más próxima.
-Creí que eramos amigos-
-Lo somos, pero...- se detuvo al encontrar una nota clavada en la pared -Te...- pronunció en voz alta quitándola de su lugar -Te es...espe...- lo estaba dando todo, quería aprender a leer -Te espero...- él se la arrebató de un tirón -¡Oye!- quiso quitársela, pero no pudo hacerlo.
-Te espero en el lugar de siempre, Toji- levantó la mirada del papel en su mano -¿Qué es esto?- reclamó, aguantando los celos y la rabia que lo invadían -¿Te estás viendo a escondidas con él?- bajó la mirada al sentirse avergonzada -¡Contestame!- exigió, dando un paso y estrujando la nota con amargura.
-Keilot, veras...- escarbó el suelo con la punta del pie -Yo...-
-¿Te tocó?- su voz era cada vez más profunda y peligrosa.
-¿Eh?- levantó la mirada, confundida -¿Tocarme?- ladeó la cabeza -¿Te refieres a que si él y yo?- asintió, hiperventilando e imaginando lo peor -¡Dioses! ¡No! ¿¡Cómo se te ocurre!?- se sintío abochornada -¡Hace meses que no tengo intimidad con nadie!-
-¿Y entonces?- cruzó los brazos, expectante.
-Prométeme que no vas a reírte- alzó una mano en juramento -Bien...- movió los brazos en vaivén, era algo muy estúpido de contar -Él está locamente enamorado de Hiyori, la cocinera y el estúpido no sabe como declararse, así que...-
-Practica contigo- puntualizó.
-Si, de hecho, debe estar esperándome en el cobertizo del otro establo- señaló en esa dirección -Ahora, como está todo dicho, si me disculpas...- pasó junto a él -Tengo que ayudar a mi amigo con su mal de amores-
-Voy contigo- aferró su mano por impulso -Quiero ver como lo hace-
-No- rompió su agarre -Se supone que nadie tiene que saberlo-
-Por favor, quiero ir contigo- suplicó como un niño -Y ver como Toji hace el ridículo-
-No, vuelve a tu hogar- emprendió su camino dándole la espalda.
-Tú eres mi hogar-
Dusurró por lo bajo tomando el sentido contrario. Tenía que regresar a casa con una esposa que no ama y con unos hijos que ignora, su vida no podía ser más miserable.
-¡Satoru, por favor!- caminaba desesperada detrás de su hermano -¡Dejaste que Ogami se fuera de aquí y después de todo lo que hizo por nosotros!-
-Deja de ser tan dramática, Saori- deslizó la puerta delante de su nariz -Esa vieja tenía que irse de aquí, siempre fue una maldita y no permitiré que maltrate a ningún niño bajo este techo, nunca más- ingresaron a una enorme biblioteca -Hola, Dea-
Sonrió al al verla sentada en un rincón leyendo un libro. Esa mujer le encantaba cada vez más, tenía todo lo que a,él le gustaba y más, lástima que siempre lo rechazaba.
-Hola, señor Gojo- saludó sin mirarlo -Aún no puedo descifrar lo que hay escrito en estas páginas y otra vez pasaré la noche aquí con usted, buscando una respuesta- su esfuerzo para descubrir lo plasmado en esas letras Nornir no la dejaban dormir -Es muy interesante que invoquen a la magia de la luna, ¿No cree?- un carraspeo incómodo, la hizo dirigir sus ojos en esa dirección -Buenas noches, señora Saori- inclinó la cabeza en señal de respeto.
-Hola- el desprecio en su marida era algo corrosivo -No quiero que esta mujer le siga dando clases a mis hijos, Saturo- exigió -No hay nadie más adecuado para esa labor que la señora Ogami-
-Tú no decides eso, Saori- habló una voz detrás -El que decide la educación de nuestros hijos, soy yo-
-Soy su madre, Lai- indicó molesta -Y una de las señoras de esta casa- miró a la joven allí con todo el odio que podía contener dentro -Ella no se acercará a mis hijos de nuevo-
-Y yo soy la cabeza de este clan y tu hermano mayor- no iba a permitir semejante insolencia hacia la nueva maestra de su clan -Y todos los niños de esta casa recibirán educación de ella- ultimátum.
-¡No lo voy a permitir!- volvió a decir, pero en un tono demasiado exaltado para su gusto.
-¡Saori!- exclamó su esposo, sosegandola y aferrandola de un brazo.
-Por favor...- la joven en cuestión intervino en la discusión -No es necesario presentar esta escena, señores- colocó una mano sobre la de Lai para que la soltara -Señora Saori...- apartó un rizo de su rostro -Si usted quiere que una mujer maltrate a sus hijos, adelante, resto su decisión- la miró a los ojos, no había nada en ellos, solo dolor -Pero recuerde esto, sus hijos la odiarán como yo lo hago con mi padre- inclinó la cabeza -Buenas noches- salió de allí con el libro entre sus brazos.
-¡Dea!- el jefe del clan gritó por ella asomándose por la puerta -¡Casate conmigo y hazme el hombre más feliz del mundo!-
-¡Ya le dije que no!- respondió desde la penumbra.
-Algún día me dirás que sí, mujer indomable y cruel- llevó las manos detrás de su nuca -Satoru Gojo nunca se rinde-
Formuló seguro de si mismo y todas sus cualidades, ignorando que el esposo de su hermana moría de furia por dentro.
