-¿Dónde estamos?- preguntó aferrada a él sobre el lomo de ese caballo -¿Y cómo dijiste que era tu nombre?-
-Keilot- sonrió, parecía una niña realizando las mismas preguntas una y mil veces -Y estamos en uno de los barrios más bajos de Heiankyo- ese era el nombre de la capital -Aquí vamos a encontrar a los Akatsuki-
-¿Estás seguro de eso?- era un barrio horrible, la pobreza y la decidía lo cubrían todo -Me refiero a que, ¿Estás seguro de que los encontraremos aquí?- detuvo el andar.
-Si, lo estoy- bajó de un salto -Ven- la ayudó a bajar con cuidado y la ocultó debajo de su capa -No hables y no mires a nadie, este lugar está lleno de locos y degenerados- pronunció en un murmullo, rodeándola por los hombros y emprendiendo el paso -Y si se acercan niños a ti, ignoralos, solo querrán robarte lo poco que tienes-
-De acuerdo- sonrió y se detuvo -¿Escuchas eso?- levantó un dedo, prestando atención al entorno -Viene de alla- señaló un callejón oscuro -¿Qué crees que sea?-
-Algún animal, Gaia- respondió sin interés, tenía muy buen oído -Sigamos-
-No- se negó a dar un paso más -Por favor, quizás nos necesite, tenemos que averiguar de que se trata-
Suspiró fuerte, pesado y rindiéndose, como siempre sucedía con ella.
-Bien, tú ganas- tomó la parte trasera de su nuca, acercándola -Pero primero...- le robó un beso -Creo que me lo merezco-
Era lo más adorable que había visto nunca, después de sus dos hijos, esa ropa le quedaba enorme y la presentaba excesivamente tierna frente a sus ojos.
-Embustero, ni siquiera te conozco o te recuerdo- sonrió encantada al separar sus labios -Aunque, no estoy muy segura de eso, creo que ya te he besado antes- pensó en ello mirando a la nada.
-Si, nos conocemos más de lo que crees-
Intentó besarla de nuevo, pero un pequeño ladrido, se lo impidió.
-¡Mira! ¡Un cachorro!- exclamó, mirando a sus pies -¡Ven, amiguito!- se inclinó estirando los brazos -¡Ven!- ladró una vez más y corrió hacia el callejón -¿Creo qué nos quiere enseñar algo?- tomó su mano y lo siguieron -¿Amiguito?- silbó y él apareció detrás de un pequeño recoveco, cargándolo -Te llamarás Puka-
Lo besó en su pequeña naricita pero de repente, todo su entorno oscureció. Algo la había noqueado.
El carruaje se mecía lentamente en un pequeño vaivén por aquellas huellas del camino, solo eso podía percibir, ya que se encontraba dormida sobre algo tibio y suave, que la arropaba con un calor incomparable. Abrió los párpados con pesar y se encontró envuelta entre dos cálidos brazos, descansando la mejilla sobre un tonificado pecho y acurrucada sobre un lánguido regazo.
-Hola- susurró aquella voz que la hacía temblar, besando su coronilla -Dormiste mucho- la arropó un poco más y suspiró aliviado -Pensé que no despertarías nunca-
-No entiendo nada- habló oculta bajo una manta -¿Cómo llegué aquí?- observó alrededor -¿Y a dónde vamos?-
Lo último que recordaba era estar en la casa de su padre invocando un mantra y al instante, ser invadida por una profunda oscuridad. Luego de eso, nada más.
-Te hice dormir con mi poder- aclaró su duda -Lo siento, pero ibas a matarnos a todos- aspiró el aroma de cabello -Y no podía permitirlo, preciosa- la abrazó a su cuerpo para no soltarla nunca -Y vamos al norte, Satoru tiene unas tierras de arrozales allí y me pidió supervisarlas-
-¿Y por qué me trajiste a mí?- miró por la ventanilla del carruaje y la noche caía sobre ellos -Los niños deben estar esperando mis clases, les prometí regresar pronto y no lo hice-
-Tú sabes que, los hechiceros no debemos usar nuestros poderes en público y tú lo hiciste frente a todo un clan, eso te traerá muchos problemas ahora-
No iba a decírselo, pero la estaba alejando del consejo de brujos y hechiceros de ese país, hasta que Satoru pudiera arreglarlo todo y poder regresar. Era catalogada por los altos mandos del mundo del Jujutsu como una amenaza para la sociedad, después del arrebato de furia de esa mañana. Aunque, existía otro motivo completamente diferente y que después compartía al detenerse a descansar.
-Yo no soy una hechicera-
-Sí, lo eres- puntualizó y muy seguro de sus palabras, él jamás se equivoca -Recitaste un hechizo y no cualquier hechizo- volvió a abrigarla, esa noche hacía frío -Fue uno totalmente complejo y frente a muchas personas-
-No recuerdo haberlo hecho- se apartó un poco para verlo a la cara -Solo sé que estaba furiosa con la familia de mi padre y nada más- parpadeó un poco para opacar el sueño que todavía cargaba.
-Heredaste los poderes de tu madre y quizás, aunque es una suposición, tus emociones los invocan inconscientemente-
-La magia de los Nornir es un misterio para mí- miró las palmas de sus manos con extrañeza -Jamás aprendí a recitar conjuros, la familia de mi padre nos negó todo tipo de educación mientras vivíamos con ellos- hizo un gesto aún más turbado -Y cuando nos vendieron a los Fleming y Curtís al cumplir diez años, la señora de la casa me educó como escriba, mientras que a Gaia, le tocó la peor parte siendo una más entre la servidumbre de los Curtís- se apartó un rizo del rostro -A veces siento que ella me odia por eso- confesó con la voz rota -Aunque jura no hacerlo, el recelo en sus ojos me persigue, cuando dicen que soy la más lista o inteligente de las dos-
-No creo que ella te odie por esa razón, sería algo absurdo- le acarició la mejilla con el dorso de su mano -Gaia es sumamente astuta e inteligente y sin mencionar que, es ridículamente fuerte-
Todavía recordaba la terrible tunda que les dió a todos cuando la encontraron en el bosque, su fuerza era monstruosa a pesar de su tamaño.
-Lo es- rió soportando el llanto -Nadie se metía con ella en la casa Curtís, le tenían terror, excepto sus amos, que siempre castigaban cada vez que podían hacerlo- negó con la cabeza de un lado a otro -Era una rebelde, según ellos-
Rememoró y sin expresar nada en su mirada, quedaba mucho que contar y era el momento adecuado para hacerlo.
-El primogénito de esa casa estaba enamorado de ella, literalmente, la adoraba- suspiró agobiada apretando el puente de su nariz -Y la muy tonta, también se enamoró de él, pero como te imaginarás, nada terminó bien cuando ese tórrido romance salió a luz-
-¿Por esa razón terminaron aquí?-
-En parte sí- nunca habían hablado de eso, ni siquiera, en el barco -El padre de Gabriel azotó brutalmente a Gaia cuando se entero de lo que sucedía entre ellos, pero no conforme con eso, quiso tomarla a la fuerza para enseñarle cual era su lugar en el mundo y ella se defendió como pudo, pero estaba muy débil para hacerlo- aún recordaba el estado en el que llegó a su casa esa noche, era desgarrador -Pero Gabriel lo mató, lo mató sin importarle nada, sin importarle que fuera su padre y las consecuencias que eso le traería, él solo quería salvar a mi hermana-
-¿Por qué nunca me contaste sobre esto?-
-Por dos razones- le apartó el mechón de cabello que siempre le cubría el rostro -Primero, tenías que ganarte mi confianza para poder hacerlo y segundo, no es algo que me guste recordar- sus ojos estaban perdidos en la nada, aunque miraran los suyos -Gabriel llegó a la casa de mis amos con Gaia inconsciente en sus brazos, herida y cubierta de sangre, suplicándome que la alejara de Keisalhima lo antes posible, que la salvara, como él no pudo hacerlo- quitó una lágrima que caí por su rostro -Lloró como un niño, al igual que ella, no volverían a verse, Lai- inspiró profundo -Fue muy duro, desbastador y letal, pero teníamos que hacerlo-
-Lo siento-
Volvió a tocar su rostro, para asciriciarlo con su pulgar y secar sus lágrimas.
-Yo también- apretó sus labios para continuar y darle fin -Ninguna de las teníamos nada, yo sé leer y escribir, eso algo que me consuela en momentos, pero Gaia tenía a Gabriel y ahora, no tiene nada otra vez-
-No quiero imaginarme el dolor que él sintió al dejarla ir- le dolía el pecho de solo pensarlo -No podría estar lejos de la mujer que amo, no podría, me destruiría-
-Saori es muy afortunada de tenerle, Lai-
Sonrió con pena, le encantaría que alguien la adorara de esa manera, como Gabriel amó a su hermana, pero no, no podía ser.
-Lo sería si la amara-
Besó sus labios transmitiéndole aquello que aún no comprendía o no quería entender. La amaba, la amaba con toda su alma, la amaba tanto que dolía y jamás la dejaría ir, aunque era algo prohibido.
-Muy bien, Akatsuki- habló desde su lugar a todas las personas presentes y en esa pose tan propia de él -Aquí me tienen-
Ryomen Sukuna, abandonó su territorio para negociar con esas lacras humanas que se presentaban frente a su rostro.
-Sinceramente, pensé que no vendrías, Sukuna- miró al otro sujeto detrás de él que lo aniquilaba con la mirada -Muy bien, cazador- aplaudió con burla -Muy bien, lograste sacar al demonio de su cueva-
-¡Cierra la boca, Óbito!- llevó una mano a la empuñadura de la espada que llevaba en su espalda -¿¡Dónde está Gaia!?-
Al infresar al callejón cuando siguieron al cachorro, los Akatsuki los atacaron llevándosela con ellos y pidiendo por Sukuna, para solidificar algunos criterios a cambio.
-Que temperamental eres- volvió a burlarse, apartando la máscara anaranjada que cubría su rostro y revelando su sharingan -Parece que el enfrentamiento que tuviste con Hidan y Deidara, te puso de malas-
Hiperventilaba de furia e impotencia, al haberse encontrado con la guardia baja ante los Akatsuki. Era un cazador alfa, siempre se encontraba en estado de alerta, pero esa vez se confió y se la llevaron sin que pudiera luchar u oponer resistencia.
-No lo provoques, Óbito- habló Sukuna, tan incólume como siempre -O despertarás a la bestia y creeme...- cruzó los brazos con una sonrisa siniestra -No pienso detenerlo- el silencio lo inundó todo después de eso -¿Dónde está Gaia?-
-Traela, Itachi-
Chasqueó los dedos y uno de ellos desapareció, reapareciendo a los pocos segundos tal cual partió.
-¡Oye!- reclamó golpeándolo en el pecho, ya que la llevaba en brazos -¿¡Quien te crees que eres, Uchiha!?- volvió a golpearlo cuando la bajó con cuidado -¡Estabamos durmiendo la siesta con Puka! ¿¡Cómo te atreves a despertarnos así!?- él sonrió sin decir nada y señaló a las personas a sus espaldas -¡Ah! ¡Hola!- saludó con emoción al voltear, cargando al cachorro en sus brazos -¡Págame, Kakuzu!- extendió una mano hacia él -¡Te dije que Sukuna vendría!- con mucha amargura, deposito una bolsa de monedas en la palma de su mano -Nunca apuestes contra mí-
Se burló contando la ganancia, parecía que su mente había vuelto a la normalidad.
-Gaia, ven aquí y Keilot, prepárate- ordenó Sukuna señalando un punto vacío a su diestra -Escuchenme bien, Akatsuki...- volvió a decir cuando ella dio avance -Si intentan ponerse en mi camino, yo...-
-Todavía no estás en condiciones de exigir nada, rey de las maldiciones- ella se dutuvo -Aún hay personas ausentes aquí, como para empezar a negociar y llegar a un trato justo para todos-
-¡No quieras burlarte de nosotros, Óbito!-
Keilot lo apuntó con su espada, ocultándola detrás, estaba furioso y al pie del abismo para cometer una masacre. Fue muy rápido, nadie lo vio hacerlo, ni siquiera los portadores del Sharingan.
-¡No la involucres a ella en los problemas territoriales que tengas con Sukuna, porque te mataré!- la bestia estaba despertando -¡A ti y a toda esta asquerosa organización de criminales!-
Hablaba en serio, los mataría uno a uno y sin piedad alguna, no serían conscientes de lo que les sucedió al llegar al otro mundo, él los acabaría en un segundo.
-Keilot, baja esa espada, no vinimos aquí para esto- pronunció una voz entre las sombras -Bien, aquí estamos y perdón por hacerlos esperar, pero estábamos en el consejo solucionando lo de mi hija -
Dos figuras más aparecieron en aquel lugar, una de ella era Satoru Gojo y la otra, Hanibal Ukimura o Lovack, como lo conocían en su antigua tierra natal, dos de las cabezas de los clanes más respetables dentro de ese país.
-No hay cuidado- el líder de los Akatsuki se relajó en su sitio al verlos llegar -Ahora que estamos todos, podemos comenzar- el silencio fue absorto, pero muy breve -Muy bien, primero que nada, Itachi liberó del genjutsu a esta adorada criatura, señor Hanibal- miró al hombre en cuestión -Desconocíamos que ella también era hija suya, ya que estábamos siguiendo ordenes de la señora Rei y como siempre, no pedimos fundamentos al respecto-
-Entiendo- su frío porte de cazador era intimidante -Espero que no vuelva a suceder-
-No pasará, le doy mi palabra- no iban a perder a su mejor cliente por un error -Y segundo, Satoru Gojo, la investigación que nos mandaste a realizar al muelle, es totalmente afirmativa, ellos están aquí-
Golpeó la mesa con furia, grandes problemas se asomaban por el horizonte y tenían que actuar rápido para poder solucionarlos lo antes posible.
-Lo sabía- afirmó él -Sabía que esas personas que pidieron audiencia conmigo no eran de fiar- despeinó su cabello -¡Maldita sea!- dirigió su azul mirada a uno de los presentes -Tenías razón, Sukuna, alguien las entregó- frotó sus ojos al sentirse cansado, sus seis ojos podían verlo todo -Al menos, pude alejar a Dea de ellos hasta encontrar una solución a esto-
-Disculpen...- interrumpió de la nada, habían olvidado que ella estaba presente -Sé que están hablando de mi hermana y de mí, ¿Alguien puede decirme que ocurre?-
-Gaia- su padre tomó la palabra, indicando a los demás que él le explicaría -Los Fleming y los Curtís están aquí, buscándolas-
-¿Qué?- perdió el aliento, abrazando al pequeño cachorro entre sus brazos con demasiada fuerza -Lo siento, Puka- se recompuso de inmediato -Padre...- dió dos pasos hasta él -¿Estás diciendo que Gabriel está aquí?- no podía pronunciar ese nombre sin que la quemara por dentro.
-No sabría decírtelo y desconozco de quién hablas, pero sus intenciones no son buenas- la miró a los ojos, no mentía -Quieren regresarlas a Keisalhima por haber matado a un hombre y además, robarle a una de las señoras de la casa-
-Nosotras no matamos a nadie- el color habia abandonado su rostro al escucharlo -Y tampoco robamos nada- miró alrededor buscando algún aliado y lo encontró en todos ellos -Te juro que no, padre-
-Te creemos, pero eso no es lo que dice el primogénito de la casa Curtís, Gaia- se tambaleó un poco al oír lo dicho por Sukuna -Según él y citando sus textuales palabras, tú mataste a su padre-
Cerró los ojos totalmente rota y lágrimas descendieron de ellos. Él la traicionó y fue algo desolador, su corazón se rompió, se destruyó, se hizo pedazos y podía sentir como se hacía añicos dentro de su pecho con cada respiración.
-No es cierto- susurró, al refugiarse entre dos brazos que le dieron consuelo -No es cierto-
Era lo único que decía al deshacerse en lágrimas, no podía sentir tanto dolor. El amor era cruel y tirano, Sukuna tenía razón.
-Shhh- susurró besando su frente y rodeando su cabeza con una mano -Shhh- miró a los demás hombres allí y a todos los miembros de Akatsuki -Todo estará bien, ninguno de nosotros permitirá que se acerquen a ti-
-¿Y qué pasará con Dea?- levantó la mirada para encontrarse con la suya -¿Qué pasará con ella?-
-A eso ya lo tenemos cubierto, en parte-
Gojo contestó por todos, pero había llegado el momento de idear un nuevo plan.
-¿Disculpa? ¿Cómo es eso de que ahora soy una ladrona?- detuvo los palillos a unos centímetros de su boca por la impresión -Estás bromeando conmigo, ¿No es así?-
Habían detenido el viaje para descansar por unas horas y cambiar de animales en una antigua posada al paso.
-¿Por qué crees que bromearía con eso?- contestó retórico -Los Fleming están aquí, buscándote, porque dicen que tú robaste una de las joyas de la señora de la casa y no conforme con eso, darte a la fuga después de hacerlo-
-El Hakari- llevó una mano a su cuello por impulso -Ellos están buscando mi Hakari- lo apuntó al pecho, ya que él lo llevaba oculto bajo la ropa -Es sumamente valioso, es una herramienta que crearon los Nornir y pueden obtener muchísimo dinero con él- apretó las manos en puños -Pero era de mi madre y ahora es mío, jamás se los daré- su determinación era infinita -Que me maten si quieren, pero cuando lo hagan, el Hakari se irá conmigo-
-¿Qué quieres decir con eso?- sus palabras lo consternaron -Dea, no me digas que...-
Era como si el Hakari le quemara la piel al llegar a esa horrible conclusión y lo quitó de su cuello de un tirón, para arrojarlo lejos.
-Si, el Hakari es parte de mí, cuando era niña conjuré sobre él y algo salió mal- lo tocó con un dedo y comenzó a brillar de un color escarlata muy intenso -No sé como lo hice, fue algo totalmente inconsciente, pero mi sangre está en él y si muero, se destruirá, eso me dijo una vieja gitana que conocí hace tiempo- lo tomó de nuevo y se lo tendió -Mi vida está en tus manos, Lai- le regaló una triste sonrisa -Cuídala bien-
-No- se incorporó de su asiento levantando ambas manos, no quería tocarlo -No puedo hacerlo, no puedo- ella hizo lo mismo y lo siguió fuera del recinto -No me pidas que lo haga, Dea- quería huir de ella -No lo haré y aléjate de mí, no quiero involucrarme en el hecho de llevar una vida en mis manos-
-Por favor, ayúdame, tú eres el único que puede salvarme-
Suplicó por lo bajo al dejar de seguirlo y él se detuvo a contemplarla, se veía tan indefensa, pequeña y sola, aferrando con fuerza ese Hakari contra su pecho que le destrozó el alma.
-No hagas eso- la alcanzó en dos largas zancadas, rodeando su rostro con ambas manos y juntando sus frentes -No supliques- cerró los ojos para no verla -No es necesario que lo hagas, es solo que, me aterra la idea de perderte y no poder hacer nada para salvarte- un pequeño sollozo salió de ella, provocando que la mirara -Moriré si algo te ocurre o te alejan de mí-
Él era un celestial y como todos los celestiales, solo tendría un amor para toda su vida, al igual que sus padres. Ese amor era ella y no quería perderla por nada del mundo.
-Si te vas, mi alma irá detrás de ti y no podré soportarlo- besó su mejilla para quitar una de esas lágrimas -Estoy aterrado, pero te juro que no permitiré que te hagan daño-
Inspiró entre ahogos y temblores, no había razones para todo lo que le confesaba. Era un infierno estar cerca de él y no podía más, tenía que alejarse por el bien de todos.
-Entiendelo- apartó sus manos de ella -Lo nuestro nunca podrá ser- miró la luna como buscando una señal de ella -Lo lamento- retrocedió un poco y marcando una enorme distancia entre los dos -Solo quiero que me ayudes- no sabía que decir para no ser tan cruel -Pero si esto te confunde o perturba tus sentimientos de alguna manera absurda, déjame decirte que lo siento, porque nada volverá a pasar entre nosotros- hizo todo lo posible, pero su sinceridad era brutal -Y espero que lo entiendas, Lai-
Desapareció ante él abandonándolo en la nada. Esperaba no volver a verlo, era una enorme tentación que quería evitar y lo haría.
-Aquí es- abrió la puerta delante de ellos -Este es tu cuarto, lo compartirás con Konan- era un lugar muy bonito y espacioso -Ella salió a una misión con Nagato y Yahiko, pero ponte cómoda-
-Lo haré- ingresó dentro, vestía la ropa de la organización ahora -Gracias, Tobi-
-Óbito- corrigió con voz graciosa -Tobi es mi alter ego-
-Pues, Rin me dijo que Tobi es mejor-
-¿Rin te dijo qué?- preguntó emocionado.
-Adiós, Óbito- le cerró la puerta en la cara y dejó a su cachorro sobre la cama -Bueno, Puka- aplaudió para llamar su atención -Ahora somos miembros activos de los Akatsuki- guardó silencio un momento y sonrió, al escuchar un pequeño quejido dentro del armario -Parece que alguien despertó- abrió las puertas de par en par, ilusionada -Hola, bebé- saludó conmovida a un pequeño gatito blanco durmiendo dentro de una canastilla de papel -Me alegro que hayas despertado, Necko- frotó sus orejeras con cuidado -Tú mami me dijo que cuidara de ti por unos días, así que, hoy seremos tres en la cama- su cachorro se acostó a su lado para darle calor y seguir durmiendo juntos.
-Cuatro- pronunció una voz en su oído y a sus espaldas.
-¡Maldición!- gritó exaltada llevando una mano al pecho -¿¡Por qué siempre me haces esto!?-
Jamás podía oírlo llegar o percibir su presencia, era un cazador y de los mejores, de hecho.
-Porque me encanta- la apresionó contra la pared cerrando todas las salidas -Creo que me debes una disculpa, por todas las cosas horribles que me dijiste ayer en la noche, ¿No te parece?-
-No- no iba a caer ante esos ojos verdes -No lo haré, porque quisiste golpear a mi hermana-
-Jamás golpearía a una mujer, no soy esa clase de hombres y lo sabes- se inclinó un poco para besar su cuello -Exijo una remuneración y en este mismo instante- su aroma lo hipnotizaba.
-Por favor, Keilot- alejó su cuerpo, no quería que la tocara -Hoy fue un día muy difícil para mí, perdí la memoria por unas horas, me enteré que soy una asesina internacionalmente buscada y que el único hombre del que me he enamorado en esta vida, me traicionó- se detuvo al escucharla y alejando los labios de ella -Y como si no fuera suficiente, me uní a una organización criminal para salvar mi vida- tiró de su largo cabello hacia atrás -Repito, fue un mal día, pésimo y en este momento necesito estar sola- señaló la puerta detrás de él.
-¿En serio vas a decirme eso?- la cargó sobre sus caderas para llevarla a la cama -¿Cómo te atreves a decirme que él fue el único hombre del que te has enamorado?- la depósito allí con cuidado -¿Qué hay de mí?- desprendió su capa despacio y muy lentamente, quería disfrutarlo -¿No sientes nada acaso?-
-Eres lindo y todo- llevó un mano a su mejilla para admirar sus hermosos ojos -Pero no pasará a más que esto- señaló de uno a otro -Pero eres prohibido para mí y ahora, más que nunca- se alejó un poco y demasiado aturdido como para soportarlo.
-Te recuerdo que, a tres semanas de llegar aquí, te acostaste conmigo y sin remordimiento alguno-
Era un gran verdad y a su vez, un enorme secreto de ambos. Fue un impulso completamente carnal, inesperado y espontáneo, lo habían disfrutado muchísimo, pero no volvería a repetirse jamás.
-Keilot, por favor, somos adultos- tomó asiento en su lugar -Y en ese momento lo necesitábamos- él se incorporó completamente, era una asesina serial, pero con palabras -¿No entiendo por qué te obsesiona tanto?-
-No estoy obsesionado contigo- intentó no levantar la voz para no crear el caos ahí dentro -Soy un cazador, maldita sea y tú eres todo lo que he estado buscando- confesó hecho trizas -Olvidate de Rei, olvidate de todos, porque aquí me tienes y te niegas a aceptar lo que sientes- la señaló con una mano sintiéndose un miserable -Me destruyes, Gaia- frotó su rostro, abrumado -Pero te...-
-¡No!- se incorporó apresurada y abrió la puerta, cabeceando hacia afuera -Ten un poco de dignidad y respeto hacia mi familia, por favor y deja de decir esas cosas, porque sabes bien que no es cierto- extendió un brazo invitándolo a salir -Vete-
-¿Eso es lo que quieres?- asintió segura -Perfecto- exhaló toda la rabia que tenía dentro y caminó dignamente a la salida -Si yo me voy de aquí...- se detuvo en el umbral a unos pocos centímetros de ella sin dirigirle la mirada -Ten por seguro que no volverás a verme, tú elije-
No dijo nada y lo dejó partir después de esas hostiles y últimas palabras. Todo había terminado.
