Las semanas pasaron, se convirtieron en meses y todo se volvió muy extraño y distante entre ellos, pero por suerte, él regresó a su trabajo en el Dragón Negro, su amado barco mercante.

-Bien, creo que ya terminé- admiró la pulcritud del recinto principal con las manos en la cintura -¿Qué te parece?- preguntó a la persona con ella que leía un libro y descansaba toda su anatomía contra la pared -Lo hice bien, ¿Verdad?-

Ese día la familia Gojo llegaría a la tierra de los arrozales y ella había realizado una excelente labor manteniendo todo impecable, desde las primeras horas de la mañana.

-Sí, todo se ve reluciente- ni siquiera apartó los ojos de esas páginas al contestar -Muy bonito- siempre se veía tan despreocupado al hablar, que aburría.

-¡Oh! ¡Vamos, Kakashi!- se acercó, bajó el libro y apartó la máscara kistune que cubría su rostro para verlo con atención -Estoy hablando en serio, ¿Se ve bien? ¿Sí o no?-

-Sí, lo hiciste bien- la felicitó, palmeando su cabeza como si se tratase de un perro -Buena chica, Dea, buena chica-

-Eres tan taciturno, ANBU- ahora bajó la mascarilla que cubría la mitad de su rostro -Que me encantas- se acercó un poco más, casi rozando sus labios -Pero no eres mi tipo-

Él estaba tan rojo y tieso, que no sabía como reaccionar o que hacer ante tan enorme insinuación de indecencia. Ella siempre hacía esa clase de bromas y nunca encontraba el movimiento adecuado en su mente para hacerle pagar el mal rato. En ese sentido, era un mal estratega.

-Y tú tampoco el mío- logró articular después de un largo minuto.

-No mientas- acarició el lunar de su barbilla con un dedo -Te encanto- apretó sus labios para no estallar a carcajadas.

-No es cierto- apartó su dedo de un manotazo.

-¡Por todos los dioses!- no pudo contenerlo más -¡Lees Icha-Icha a todas horas, en cualquier momento del día y no sabes hablar con mujeres!- bajó la cabeza, insultado -Ya aprenderás, amigo, ya aprenderás- lo palmeó en la espalda con burla.

-Eres malvada y mucho- volvió a cubrirse el rostro.

-Lo sé, pero...- estiró su cuerpo para relajarse -En serio y esto lo digo como amiga y compañera de aventuras- abrió una ventana cercana para dejar entrar el sol -Eres lindo, Kakashi y deberías enseñar más el rostro, tienes el potencial para atraer a cualquier mujer- lo admiró de arriba a abajo, después de terminar con su labor -Te pareces mucho a Gojo-

-Si, bueno, es mi primo- acomodó su equipo de protección, ya que no le gustaba recibir halagos -No es la primera vez que lo escucho-

-Pero tú tienes el sharingan y él los seis ojos, es algo muy interesante si lo pensamos más a fondo- movió una mano, desinteresada, produciendo chispas -Eso los convierte en sumamente poderosos- miró alrededor -Por cierto, ¿Dónde está Sasuke?-

Él era otro miembro ANBU que tenía la obligación de protegerla, pero en ese momento, no se encontraba.

-Está afuera vigilando el perímetro- cerró el libro de golpe -Además, no entiendo a que viene ese comentario, yo soy un ninja de elite y él es un mago- lo guardó en el bolso en su espalda, después lo terminaría -Nuestras habilidades no se parecen en nada-

-Te he dicho, Kakashi- irrumpió la voz del susodicho en el lugar -Que soy un hechicero y no un estúpido mago- era unos cuantos centímetros más alto que él -Pero ella tiene razón, ambos somos fuertes- la miró con adoración -Pero yo lo soy más- su arrogancia no tenía límites -Hola, mi diosa, me alegra mucho verte después de tanto tiempo-

Le entregó una flor azul que llevaba en mano y que aceptó sin decir nada. No cedería ante su patético desempeño para conquistarla, jamás.

-Aparte de esto, te traje otro regalo-

-¡Dea!- su hermana ingresó al lugar como un torbellino negro con nubes rojas -¡Hermanita!- se abrazaron con fuerza, se habían extrañado horrores -Tengo tanto que contarte, pero primero...- rebuscó con impaciencia en el bolsillo de su capa después de soltarse -Mira lo que me regalaron Itachi y Kisame de camino aquí- le enseñó un dije muy extraño colgando de una cadena de plata -Bueno, en realidad, les exigí que lo compraran para mí-

Sonrió como una psicópata. Manipulaba a sus compañeros de equipo con un dedo y eso le encantaba.

-¿Y qué es?- se lo entregó para que lo mirara con atención -Parece una serpiente envuelta en una espada y sabes que, me recuerda al emblema de la Torre de los Colmillos en Keisalhima, pero en vez de una serpiente, es un dragón-

Ese lugar, era una de las mejores escuelas de magia y hechicería del continente, ubicada en la ciudad de Taflem y el lugar donde vivían antes de llegar allí.

-¿Verdad que sí?- lo colocó en su cuello cuando se lo devolvió -Pero la mujer que se los vendió, dijo que se llama Flamel y que es el símbolo de los alquimistas- caminaron juntas a otro lugar, llegó la hora de ponerse al día tomando el té.

-Pero tú no eres una alquimista, Gaia-

-Esa es otra de las tantas cosas que tengo que contarte- las perdieron de vista después de eso.

-Vengan conmigo-

Ordenó el dueño del lugar, presionando un dispositivo en la pared e ingresando por una puerta secreta cuando Sasuke regresó de su ronda. Las cosas en la ciudad iban marcha atrás.

-¿Qué él es que?- sus ojos eran enormes.

-Si, Dea- bebió un poco de té realizando un gesto de muchísimo desagrado -Lai no es solamente un celestial, él también es un hechicero de la Torre de Taflem-

-No hagas bromas con eso, Gaia- su aturdimiento era tan grande, que no cabía en ella -Tú sabes bien que...- no pudo continuar, sus manos no dejaban de temblar -Tú sabes bien que mi destino está atado a esos hechiceros-

-¿Y es mi culpa saberlo?- se apuntó al pecho -Eres consciente de que no te lo diría sino fuera así- apartó ese asqueroso té de ella -Velkan me lo dijo y él no me mentiría, es un alquimista-

-Eso ya lo sé, pero Lai jamás me lo dijo- su mente era un caos -Siempre quise ser parte de la Torre de los Colmillos y me lo impidieron- desordenó su cabello -No puedo creer que él tuvo el privilegio de estar allí y convertirse en un hechicero negro-

Ese era su sueño, su ambición, pero le habían cortado las alas hace mucho tiempo.

-Sí, bueno...- descansó su cuerpo sosteniéndolo con ambas manos en la espalda -Yo siempre anhelé regresar a Amestris y convertirme en una alquimista estatal- puntualizó -Y aquí me ves, siendo parte de los Akatsuki, no es algo tan malo- sonrió y guardó silencio -Dea, verás...-

Necesitaba confesarle su secreto, pero estaba ida y pensando en algo muy ajeno a ella.

-Una vez esclavas, siempre esclavas, ¿No?- asintieron derrotadas. Había roto su burbuja, más tarde se lo diría -Acompañame un momento, creo que no todo está perdido- tuvo una epifanía repentina y espontánea.

Se dirigieronl a otro recinto y en donde una pequeña reunión se desarrollaba en su interior.

-¿Señor Gojo?- golpeó la puerta frente a ella y todo fue silencio.

-¿Si, mi diosa?- la cara de ese hombre era todo un poema al verla.

-No me diga así- advirtió con un dedo -¿Puedo hablar con usted un momento?- esos ojos azules se iluminaron por completo.

-Si, claro- su emoción era palpable -Por supuesto y no tienes porque ser tan formal para hablar conmigo- salió completamente del lugar -Dime, soy todo oídos-

-Bien, vera yo...- miró detrás de él y ahí se encontraba el hito de la cuestión -¡Aja!- lo rodeó para acercarse a paso molesto -¿¡Por qué no me dijiste que eres un hechicero de la Torre de los Colmillos!?-

Golpeó la mesa con la palma de su mano y lo miró fijamente a los ojos. Desconocía su llegada a la tierra de los arrozales, pero le pediría razones de todo lo que él guardaba.

-No tengo porque decirte eso- respondió hostil -No eres nada mío, como para darte detalles de mi vida o en todo caso, de mi formación-

-¡Ahorrate ese patético discurso!- lo apuntó a la cara -¿¡Qué tengo que hacer para entrar!?- absoluto silencio, otra vez.

-Momento, ¿Qué?- Gojo estaba tan inerte como todos -¿Acaso tú?- no podía creer lo que acababa de oír.

-¡Silencio! ¡Estoy hablando!- lo calló con un dedo -¿Y bien, Lai?- instigó una vez más -Estoy esperando una respuesta-

-Eres una celestial, no necesitas más que eso-

-¡Lo sabía!- golpeó sus manos hechas puño -¡Empaca tus cosas, Gaia!- volteó hacia su hermana -¡Nos vamos a Keisalhima!-

-Pero...- la observó pasar a su lado y la siguió -Pero, Dea...- no podía alcanzarla, andaba deprisa por ese largo pasillo -No podemos volver a Keisalhima, al menos, yo no quiero hacerlo-

-Oh, sí podemos, creeme...- ingresó a su habitación buscando su pequeña maleta de viaje -Somos celestiales, seres intocables bajo el cuidado de la Torre y si llegamos allí, nadie nos pondrá una mano encima- era completamente cierto.

-Dea, escuchame, ellos no volveran-

La detuvo cuando intentó armar su equipaje. Los Akatsuki y los ANBU, habían aniquilado a sus perseguidores, fue testigo y cómplice de ello, solo que su hermana no lo sabía.

-Y yo tampoco regresaré a Keisalhima, por nada del mundo, porque somos amestrisanas y mi plan es irme allí a la primer oportunidad que tenga- le aferró los brazos -¿Por qué crees que vine hoy aquí a verte?- le apartó un pequeño rizo del rostro -Me iré con Velkan a Amestris y aplicaré para ser una alquimista estatal ante el furher- no podía callarlo más, ese era su secreto.

-¿Te irás?- la voz de Keilot transmitió aquello que todos querían preguntar, no lo había visto -Gaia, ¿Te irás?- se acercó a ella a paso lento -¿Sukuna sabe de esto?-

-Sí, Sukuna y mi padre lo saben- lo miró de reojo -Todos lo saben- miró a sus compañeros y les guiñó un ojo -Velkan es mi maestro y me ayudará a entrar, no hay nada que pueda detenerme ahora-

-Todos, excepto yo- levantó sus hombros, no sabía que responder a eso -Que tengas una feliz vida en Amestris- se inclinó a su altura juntando sus frentes -Porque yo me largo- salió de allí sin mirar atrás.

-¡Keilot!-

Su mejor amigo siguió sus pasos, tenía que evitar que la bestia despertara hoy.

-Dea- Satoru Gojo tocó su hombro -Creo que debemos hablar-

-Sí, por supuesto pero, aguarde un minuto- le regaló un enorme abrazo a su hermana -Ve a Amestris a cumplir tu sueño, Gaia-

-Y tú el tuyo, hermanita- se apartaron un poco mirándose a los ojos -Conviertete en esa hechicera que siempre quisiste ser- inhaló profundo y la soltó.

-Lo haré, lo prometo- tenía ganas de llorar, pero no lo haría -Nos veremos pronto, alquimista perdida-

-No si tú me encuentras, hechicera errante- volteó fregandose los ojos, lloraría, pero en otro lugar -Vámonos, Akatsuki-

La vio partir, realizando un gesto de despedida con su mano. Ya nada volvería a ser igual, pero había llegado el momento de crecer y continuar una sin la otra.

-Basta de dramas, Dea- se regañó a si misma quitando una lágrima de su rostro -Ahora sí, señor Gojo- habían quedado solos -Soy toda suya-

-Eso espero, mi diosa-

Acarició su rostro hecho trizas, ella se iría, se alejaría de su vida y no podía hacer nada, solo dejarla ir en paz.

-Gracias por todo, Óbito- le extendió una mano que él aferró con fuerza -Y gracias a ustedes también, compañeros- abrió los brazos y ellos no hicieron nada -Vamos, chicos- hizo un mohín con sus labios -Sé que anhelan uno de mis abrazos- se encontraban inertes -¿Itachi? ¿Tiburoncin?- volvió a decir -Vamos- con todo el pesar de su alma, la abrazaron -Los extrañaré, tarados-

-Cállate- Kisame la soltó, ofendido -Eres insoportable y no veo la hora de que te vayas- colocó su enorme espada sobre un hombro.

-No es cierto, Tiburoncin, tú me amas y también te extrañaré- le lanzó un beso, burlona -Pero a ti te extrañaré más, Uchiha- volvió a abrazarlo -Gracias por tanto, Itachi, eres un gran amigo y cuídate mucho-

Fue muy duró despedirse de Toji y Sukuna, lloró a mares al marcharse de la casa Ryomen, pero prometió volver cuando se hiciera más fuerte. Ahora, despedirse de Itachi, era algo destructor.

-Tú también, enana-

-¡Gaia! ¡Ya vámonos!-

Velkan, ese joven ishvalano que ahora era su maestro de alquimia, la esperaba en el barco que los llevaría rumbo a Amestris, con su cachorrito Puka en uno de sus brazos.

-¡Ya voy!- devolvió el grito -Bueno, Akatsuki, este es el adiós-

Los despidió con dos dedos en su frente y ellos desaparecieron en el aire, mientras subía el tablón.

-¡Gaia!- una mano aferró su muñeca -¡Por favor!- se veía agitado, desesperado y totalmente destrozado -¡No te vayas!- rogó como un niño -¡No me dejes!- sus ojos verdes eran los más tristes del mundo -Si te vas, yo...-

No pudo continuar, ella había juntado sus labios en un inesperado beso.

-Adiós, Keilot- sentía el mismo dolor que él -Te prometo que regresaré- volvió a besarlo -Procura ser feliz sin mí, ¿Sí?- negó entre temblores, siempre decía lo mismo -Me hubiera encantado conocerte antes, pero no pudo ser-

-Nunca seré feliz sin ti-

-Lo serás- tocó su mejilla por última vez -Te tengo aquí y no sé como, pero es así-

Llevó una mano a su pecho caminando en reversa.

-No me olvides- suplicó extendiendo una mano, pero ella jamás la tomó -Porque yo nunca lo haré, ni aunque pierda la memoria-

La recordaría todos los días. Recordaría ese embriagador aroma que todo lo invadía y ese adiós que le atravesó el pecho cuando la dejó partir. El barco se alejó, dejando todo atrás y sobre todo, a ese maltrecho corazón que jamás la olvidó.

-¿¡Listos para acabar con todo lo que tengamos en frente, alquimistas!?-

El tiempo voló, se desintegró en el aire después su partida y diez años transcurrieron desde ello, regresando de aquel letargo y preparándose para la batalla.

-¿¡Listos!?- ahora era un perro del ejército, su uniforme la identificaba como tal -¡Boom!-

Levantó un brazo, chasqueo los dedos y todo se desintegró en llamas. Amestris era un país de guerra, de alquimistas y de una eterna corrupción política imposible de derrocar.

-¡Maestra Dea!- abrieron las puertas de su oficina de par en par -¡Maestra Dea!-

Tomó todo el aire que le hacia falta después de la corrida.

-¿¡Cuántas veces te he dicho que no entres así a mi oficina, Reed Clow!?-

Se había convertido y en muy poco tiempo, en la hechicera más poderosa de esas tierras, dentro de esas enormes murallas de la Torre de Taflem y de ese basto continente. Era la heredera de los celestiales, la heredera de un poder infinito y capaz de enfrentar a los mismos dioses. La "Bruja del Caos" así la apodaban sus superiores y todos aquellos que tenían la osadía de hablar con ella.

-¡Él está aquí y pregunta por usted!-

Su pequeño discípulo era un manojo de nervios en ese momento.

-¿Él?- repitió confundida.

-Si, maestra Dea- se acercó más a ella -El señor Gojo está aquí y pregunta por usted-

-¿Satoru Gojo está aquí?- eso era algo increíble -¿Qué hace ese hombre aquí?-

-Pues, según lo que oí cuando ingresó a la oficina del maestro Childman- miró hacia atrás, no estaba bien lo que hizo y le espera una gran reprimenda despues de eso -La está buscando porque...-

-Tu padre está muriendo, Dea-

Culminó una figura materializándose entre ellos, en un pequeño destello verde.

-Lai-

Pronunció sin aliento. No imaginó que volvería a verlo y mucho menos, en tan terribles circunstancias.

-¡No te dejaré!-

Se encontraba herida, pero la imagen de él era mucho peor, con tres disparos en el pecho, otro en la pierna y un ojo vacío.

-¡No pienso dejarte!- lágrimas caían de sus ojos como un torrente lleno de agonía y locura -¡Tienes que levantarte!-

Sus brazos no reaccionaban, eran inertes, los francotiradores de Dragma eran letales.

-¡Por favor, Velkan!- tiraba de él con sus propios dientes -¡Tienes que levantarte!-

-¡Basta!- gritó con todo su ser -¡Te ordeno que te detengas, Gaia!- así lo hizo -¡Ya basta!- estiró una mano hacia su mejilla para secar sus lágrimas -No llores, estarás bien-

-No estaré bien sin ti- se ahogaba en su propio dolor -No lo estaré, no te dejaré-

-Te amo-

Fue lo último que escuchó de su boca, antes de una explosión que lo derrumbó todo.

-Velkan- susurró al abrir los ojos, empapada en sudor -No- no pudo contener el llanto y se rompió.

-Gaia- murmuró su hermana, acercándose lentamente -Aquí estoy- asió su mano con cuidado -Aquí estoy, tranquila- la miró con ojos perdidos.

-Pero él ya no-

-Lo sé, hermanita- acarició sus rizos con ternura -Lo sé, pero tiene que doler-

-Duele mucho- la abrazó -Y no puedo soportarlo-

-Calmate, te hará daño- acarició su espalda despacio -Iré por un poco de belladona para que puedas dormir mejor, ¿Si?- se alejó de ella caminando a la salida.

-¿Cómo está? ¿Qué ocurre?-

Esa voz la atosigó de preguntas con el simple hecho de poner un pie fuera y mientras el barco era mecido levemente por las olas del mar, estaban regresando a Nipón.

-Solo tuvo una pesadilla, Keilot- dirigió sus pies hacia uno de los camarotes -Está bien, sus heridas no volvieron a abrirse- era durísimo verla es esas condiciones -Solo está un poco perdida después de los de Velkan, pero mejorará-

-Disculpa tanta paranoia, pero no es fácil para mí ver a tu hermana en una silla de ruedas después de tantos años-

-Entiendo- golpeó la puerta frente a sí -Lai, disculpa la hora pero, ¿Tienes belladona?- silencio -Es para Gaia, se la pediría a Gojo, pero sé que duerme como un oso-

-Sí, creo que aquí tengo un poco- aseguró, abriendo la puerta -Pasa- le dio espacio para que lo hiciera -Tú, no- detuvo a su amigo con una mano en el pecho -Tú ve a ver como sigue ella- se marchó en silencio -Si mal no recuerdo- se dirigió al buró después de cerrar -Creo que aún queda un poco aquí- abrió un cajón repleto de frascos -Aquí está- dejó uno en su mano -Estás tan hermosa como el día en que te fuiste- parpadeó confundida por el impacto de sus palabras -Lo siento, pero tenía que decirtelo-

-Por favor, Lai- se apartó un rizo del rostro -Te suplico que no empieces de nuevo, no es el momento para esto- encaminó sus pies a la salida.

-¿Qué no empiece de nuevo?- le impidió el paso -¡Hace años que estoy esperando por ti!- la apuntó a la cara -¡Y lo hago, desde el maldito día que tuve la desgracia de dejarte en esa Torre!-

Fue lo peor que le ordenaron hacer en su vida, pero como antiguo alumno de ese lugar y uno de los pocos celestiales que aún quedaban en el mundo, tuvo que hacerlo.

-¿Cómo fue que llegaste aquí, Lai?-

Ahí estaban, delante de aquellas puertas de la Torre de los Colmillos y en donde su vida cambiaría por completo al cruzarlas por primera vez.

-La verdad, es que, soy adoptado y que nací en este país, en Raindust, de hecho- se detuvo de golpe al escucharlo, jamás imaginó algo como eso -Mis padres murieron en la última gran guerra del sur y terminé aquí, después del orfanato, cuando tenía unos seis años-

-Eso explica el porque no te pareces en nada a tus padres, no son celestiales como tú- las puertas fueron abiertas -¿Y cómo terminaste con ellos, entonces?-

Caminaron por ese infinito pasillo que los conduciría a la reunión que tendrían con los antiguos y altos mandos de la Torre.

-Fui un prodigio aquí y me gradúe antes de tiempo- todos inclinaban la cabeza a su paso -Y decidí viajar por el mundo, después de eso- ese lugar era tan horrible como lo recordaba -Al llegar a Nipón, le salvé la vida al señor Row, en una noche que huía por el muelle de una maldición especial- sonrió ante él recuerdo -Su esposa y él, siempre quisieron un hijo varón para que acompañara a la pequeña Eyra y entonces, decidieron adoptarme en forma de agradecimiento-

-Es una gran historia- habían llegado -Es una fortuna que te hayan acogido buenas personas, Lai-

-Sí y estoy agradecido por eso- inhaló profundo -Bueno, aquí es- había llegado el momento de decir adiós, su último adiós.

-Sí, eso parece y creo que aquí nos separamos, ¿Verdad?- no respondió y giró sobre sus talones para verlo a la cara -No soy buena para esto, pero...- lo miró a los ojos por un largo tiempo, no sabía que decir -Gracias por todo lo que hiciste por mí, Lai- guardó silencio -Por nosotras- rectificó -No cualquier persona lo hubiera hecho y sin recibir nada a cambio-

-Me diste esto- levantó el Hakari a la altura de sus ojos -Siempre fue tuyo, Dea- lo dejó en su mano estrechándola con fuerza y sin querer soltarla nunca -Al igual que mi corazón- besó sus nudillos por última vez -Siempre serás parte de mi memoria y prometo esperarte hasta que vuelvas- desaprecio en la nada al terminar de decirlo.

-Adiós, Lai- el viento se llevó ese susurro consigo -Gracias, te extrañaré-

Imaginó que no volvería a verlo, su simple presencia le generaba dolor, pero el destino es tirano y volvió a encontrarlos.

-¡Gaia!-

Ingresó a la habitación al verla tirada en el suelo e intentando incorporarse con mucha dificultad.

-Estoy bien, Keilot- la cargó en sus brazos depositándola en la cama.

-¿¡Qué haces levantada!?- la arropó con cuidado -¡Aún estás muy débil como para caminar por tu cuenta!-

La pérdida de sangre después de la batalla había mermado sus fuerzas.

-Solo quería saber porque Dea tardaba tanto- tocó uno de sus brazos con dolor -Pero aún sigo mareandome y me caí, al solo incorporarme- recostó su cabeza hacia atrás -Malditos francotiradores, me hicieron trizas- le dolía todo -Ni siquiera puedo juntar mis manos, como para hilar las heridas con alquimia- mirar el techo era lo mejor opción que tenía en ese momento -Soy una alquimista elemental e hiladora de vidas, es frustrante no poder curarme a mi misma-

-Vele el lado positivo a esto- tomó asiento a su lado -En este mismo momento, podrías estar muerta y estás aquí, nada podría ser peor que eso-

-Puede ser que tengas razón- la puerta fue abierta -¿La trajiste?- preguntó, apretando los dientes.

-Sí, aquí está- le enseñó el frasco -Ya puedes irte, Keilot- tocó su hombro con una mano -Gracias-

-De nada, un placer- dirigió sus ojos a ella -Llámame si necesita algo, Dea-

-Lo haré, gracias de nuevo- lo acompañó a la puerta y la cerró al salir -Bien, tomarás la belladona y...-

-Sueltalo- exigió sin previo aviso -Sueltalo, sé que algo te pasa y se ve a kilómetros que estuviste llorando-

-Tú sabes que el originen de mis lágrimas siempre será el mismo- su labio inferior tembló -Lai-

Lo amaba. Lo amaba tanto que dolía, lo amaba tanto que quemaba, pero no podía estar con él. Por otro lado, Satoru Gojo, era la mejor opción que la vida le podía ofrecer para encontrar la felicidad y sobre todo, la paz.