-Hola-
Saludó a la persona que se posicionó a su lado en completo silencio.
-¿Cómo estás?-
Aún no amanecía y el sol ni siquiera daba indicios de levantarse en el horizonte.
-Bien, un poco adolorida y entumida, pero bien- sostenía su Flamel con una mano, mirando hacia la nada -No puedo creer que regrese a Nipón después de tanto tiempo- entrecerró los ojos -Que regrese a este lugar y sin él-
-Lo siento mucho- su mente no tenía voluntad propia cada vez que hablaba de él -Soy consciente de que Velkan era sumamente importante para ti y no debe ser nada fácil por lo que estás pasando-
-No, no lo es-
Desconocía como iba a dar la cara a sus padres, se había llevado a su hijo, lo había alejado de su lado, pero era su deber hacerlo.
-Keilot...- murmuró su nombre como si fuera algo ajeno -¿Qué es amar?-
Las últimas palabras de Velkan la habían desequilibrado por completo.
-No lo sé, exactamente- era cierto, no lo sabía -Pero existen muchas formas de amar y las conozco a todas- fue la única respuesta lógica que llegó a su mente -Amo a mis hijos, amo mi vida y también te amo a ti-
Descasó su frente en la sien de ella. No era consciente del trance en el que se encontraba cada vez que estaba a su lado.
-Y como nunca amé a nadie- depositó un beso en la línea de su cabello.
-No deberías hacerlo- era fría y como el hielo más puro, no había nada en su interior -Porque todo lo que me ama, se destruye- se abrazó a si misma -A veces creo que soy tóxica, corrosiva, letal...- tenía que contener sus emociones o su alquimia se descontrolaría -He perdido a tanta gente que, estoy segura de que los dioses me maldijeron por alguna razón que no logro entender-
-Tú no estás maldita- la abrigó entre sus brazos -Solo has tenido muy mala suerte, pero ahora estás aquí, conmigo y ya nada volverá a pasar, lo prometo-
-Estás casado y tienes hijos con mi hermana-
No podía entender que siguiera con lo mismo después de tantos años. Los dos estaban viejos y muy rotos para ese absurdo.
-Bueno- la giró por los hombros para sentarla en el barandal -Eso es algo de lo que tenemos que hablar cuando lleguemos a la casa de tu padre-
Besó sus labios por un instante, mientras veían al sol levantarse. Nipón se encontraba muy cerca, sólo faltaban atravesar una millas más y llegarían, al igual que su nuevo destino.
-¿Estás segura de que quieres hacer esto, Dea?-
-No, pero igual lo haré- bajó la pluma en mano y leyó el manuscrito que había terminado -Yo, Dea Alexandra Fleming, dando uso de mi voz y encontrándome al mando de todas mis facultades mentales...- comenzó a leer -Renuncio a todo aquello que mi padre dejó en mi poder, siendo hija mujer y primogénita del mismo- se detuvo un momento -Cediendo todos mis bienes a mi hermano Yuta, como hijo legítimo y único heredero del clan- bajó el documento sonriendo satisfecha -No pienso tener nada de ese lugar, si tampoco le corresponde a Gaia-
-Eres la primogénita de tu padre, naciste una hora antes que ella y te corresponde, es su última voluntad antes de morir-
-Ella es tan hija como yo- dio por finalizado el asunto -No quiero nada sin ella- firmó sobre en la línea final y sin que le temblara la mano, renunciando a todo aquello que le correspondía por derecho y ley -Yuta sabrá que hacer con todo esto, confió en él-
-Si eso lo que quieres, está bien y lo respeto- tomó asiento frente a ella -¿Pensaste en lo que hablamos hace unos días?- asintió, apretado los labios en una pequeña línea -¿Y cuál es tu respuesta?-
-Aún no lo sé-
Podía percibir la presencia de una persona del otro lado de la puerta, su potencial mágico abarcaba kilómetros y era casi tangible para ella.
-Pero no está en mis planes quedarme en Nipón y mucho menos, de manera permanente-
-Entonces...- entrelazó sus propias manos delante de su cara -¿Eso es un no?-
-No- un golpe se escuchó -Eso es un tal vez- cruzaron miradas -Es Lai- él se incorporó, abrumado.
-Sí, lo imaginé- abrió la puerta -¿Qué quieres, Lai?- preguntó brusco.
-Solo vine a decirles que arribáremos a Nipón en el próximo amanecer- respondió en el mismo tono -Tuve que cambiar de rumbo, las olas en la región de Kanto son muy fuertes y el barco se hará pedazos si cruzamos por ahí- asintió de acuerdo -Y además, Gaia pregunta por ti, Dea- habló a la mujer detrás -Está histérica, no sabe que ponerse para la reunión con tu padre-
-Si es por ella, iría en harapos- caminó hasta la puerta -Gracias, Lai- salió regalándoles una sonrisa a ambos.
-Esto, lo que estás haciendo con ella- ingresó y cerró la puerta -Es muy sucio y lo sabes, Satoru-
-No me vengas con eso, Lai- tomó asiento con porte digno -Sería muy tonto de su parte rechazar la propuesta que le hice-
-Ella es parte de la Torre de Taflem-
-Tú también y aquí estás- puntualizó.
-No te equivoques- lo apuntó con una mano desde su lugar -Mi realidad y la de ella, son muy diferentes- respiró calmado y pausadamente -Yo elegí irme, pero ella no, ama ese lugar con todas sus fuerzas y jamás se marcharía por su propia voluntad- no quería perder los estribos frente a él -Además, todos sabemos que lo mejor para Dea, es quedarse allí y tú, lo único que haces, es posicionarla entre la espada y la pared-
-Ofrecerle que sea la cofundadora de una escuela para jóvenes usuarios del Jujutsu, no me parece para nada hilarante o irreal-
-Ella no es como tú, ni siquiera tiene energía maldita, ¿Cómo creés que llevaría adelante una labor tan grande como esa?-
-Tengo fe en ella y sé que lo hará bien, no necesita más que eso para lograrlo- fin de la cuestión -¿Por qué te preocupas tanto por ella, Lai?-
-Es una celestial, al igual que yo- no iba a caer en su juego de palabras -Los celestiales estamos casi extintos y...-
-Estás enamorado de ella, ¿Verdad?- silencio absoluto -No soy tonto, Lai- se incorporó en toda su estatura -Jamás amaste a Saori y aparece esta hermosa y única mujer en tu vida, poniendo a todo tu universo de cabeza- lo miró a los ojos -Sé lo que sientes, a mí me pasa lo mismo, pero ella jamás será nuestra- aferró uno de sus hombros, completamente, derrotado -De ninguno de los dos-
-¿Crees que no lo sé?- apartó su mano de un golpe -¡Maldeciré a todo aquel que esté cerca de ella!-
Salió de allí convertido en el más vil de los demonios. Existía algún vínculo extraño que los unía, desconocía si era el destino, la vida misma, la naturaleza de los celestiales o su propia locura, pero algo había y él podía sentirlo. Pero las palabras de Satoru Gojo tenían tanta razón y sentido, que lo ponían furioso de solo recordarlo.
-Lo siento, pero es la verdad- murmuró al quedarse solo.
-¡Eres un pequeño pervertido, Reed Clow!-
Arrastraba a su pequeño discípulo de la oreja por toda la cubierta del barco. Lo había encontrado infraganti, mientras espiaba a su hermana desvestirse por una pequeña rendija en la puerta de su camarote.
-¡Maestra Dea! ¡Me lastima!-
Le tenía terror, ella era muy mala y cruel cuando quería. Era una tirana.
-¡Estás castigado!- no quería escucharlo -¡No! ¡Más que castigado!- empujó la puerta de su camarote -¡No te eduqué para que hagas cosas tan viles y bajas como esas!- lo arrojó dentro.
-¡Usted no me educó!- replicó, agotado de sus gritos y de no querer ser escuchado.
-¡Sí, lo hice!- amagó con golpearlo de revés, pero no lo hizo, ya que retrocedió -¡Vives conmigo desde hace diez años!- cerró los ojos y bajó el rostro para no matarlo -¡Te he educado, alimentado y protegido dentro de la Torre! ¡Soy lo más parecido que tienes a una madre y ahora haces esto!-
Era un adolescente, tenía quince años y ese sería el comienzo de todas las travesuras que haría de ahora en adelante.
-¡Eres una amenaza!- apretó sus sienes con pesar.
-¡Entonces vendame y comprese un conejo!-
Caminó hacia su cama dándole la espalda, no quería seguir discutiendo con ella.
-¡Al menos un conejo se comportaría mejor que tú!-
-¡Hágalo! ¡Le va a dar mucho gusto ver que es más listo que yo!-
-¡Y más educado!- era un duelo de titanes.
-¡Y lo quiere, porque será insoportable como usted!-
Se tiró al colchón, tapándose hasta la cabeza con una manta. Estaba harto.
-¡Vete a dormir!- le gritó a todo pulmón.
-¡Adivine donde estoy!-
Solo un portazo se oyó después de eso. Cubrió su rostro con ambas manos, suprimiendo toda la rabia que tenía dentro y gritar en silencio. Necesitaba estabilidad emocional para ella y para Reed, había llegado el momento de tomar medidas drásticas al respecto.
-Vaya, eso fue intenso- la voz de su hermana la sacó de su agobio.
-No sé que hacer, Gaia- fregó sus ojos al sentirse confundida -Está en esa etapa de la vida en la que intenta volverle loca-
-No tendrías que ser tan dura con él, Dea- cerraba la bata que cubría su cuerpo con ambos brazos -Todos atravesamos por esto- odiaba verla discutir así con él -Es más, ni siquiera le permitiste excusarse o darte alguna explicación- negó con la cabeza de un lado a otro -Quizás estaba buscándote y tú, lo primero que haces es regañarlo-
-No intentes justificarlo como siempre, Gaia- ahora la culpa la estaba matando -Yo sé bien lo que estaba haciendo- más tarde hablaría con él y le pediría razones -Ahora, si me disculpas, voy a hablar con Gojo-
Se marchó, dejándola sola delante de esa puerta.
-Reed- pidió por él al golpear -Reed, cariño, soy la tía Gaia y quiero que sepas que no estoy molesta contigo- no hubo respuestas -Tengo algo para ti y si abres la puerta, te lo daré- extrajo un mazo de cartas de su bolsillo -Te gustará, creeme-
El pistilo se escuchó y ella ingresó. Llegó el momento de divertirse.
-¿Estás segura de esto?- negó y una lágrima rodó por su rostro, mientras él la limpiaba con su dedo pulgar -Dea, preciosa...- no sabía que decir -Escúchame, después de esto no habrá vuelta atrás, lo sabés, ¿Verdad?-
-Sí, lo sé- aferró la mano que aún se encontraba en su rostro -Pero necesito estabilidad, detenerme un momento y alejarme de las exigencias de la Torre-
-¿Y crees que casandote conmigo lograrás eso?- era lo más absurdo que había pensado jamás.
-No, pero no puedo lidiar con Reed yo sola- ella amaba a ese niño y haría cualquier cosa por él -Necesita de una figura paterna, alguien a quién respete, a quién emular y ese eres tú-
-¿Estás casandote conmigo para elejar a tu alumno de la Torre?-
-No, estoy aceptando tu propuesta de matrimonio para salvar a mi hijo-
-¿Qué?-
El impacto que reflejaban sus ojos azules no tenía comparación con nada en ese mundo.
-¡Es increíble! ¡Hazlo de nuevo!- aplaudió emocionada.
-Vien...- leyó la escritura debajo de esa carta -Vient...- repitió -Vien...to- finalizó y una fuerte brisa lo rodeó todo -¡Esto es genial!- estaba eufórico, había hecho eso con su magia.
-¡Sí!- la brisa se detuvo -¡Sabía que podías hacerlo!- lo abrazó, juntando sus mejillas -¡Eres un mago!-
Lo separó de ella para verlo al rostro. Era precioso, sus ojos eran azules con destellos verdes y el cabello tan negro como la noche, adornando su travieso rostro adolescente. Era perfecto y ella lo adoraba.
-¿¡Te imaginas lo loco que suena eso!?-
-¡No!- recogió todas las cartas bajo sus pies -¡Tengo que enseñárselo a la muestra!- abrió la puerta y chocó con alguien al salir -¡Lo siento, Lai!- excusó al detenerse.
-¿Por qué tanta prima, amigo?- le recordaba mucho a él cuando joven.
-¡Es que!- le enseñó las cartas en sus manos -¡Soy un mago!- exclamó, sin poder contenerlo.
-¡Eso es excelente!- lo aferró de los brazos y lo sacudió -¿¡Tienes idea de lo único que eres!?-
-¡Lo soy!- se sonrieron mutuamente -¿Has visto a la maestra?-
-¡Sí, está con Gojo!- ahora el adolescente parecía él -¡Vamos a decirle!- se dirigieron a toda velocidad hasta allí.
-Gaia- sus ojos verdes miraban en dirección a ambos -Esto es muy extraño, ¿No crees?-
Rascó su cabeza, aturdido. Era como ver a Lai hace quince años atrás.
Ella descansada su cuerpo de brazos y piernas cruzadas en el umbral de la puerta. La sonrisa de satisfacción y complicidad que surcaba su rostro, era de otra dimensión.
-No tanto como piensas, cazador- mordió sus labios y tiro de él para juntarlos con los suyos. Era tan perfecto y ardiente, que la volvía loca -Hoy tengo ganas de ti- confesó al separarse de él.
-Maldita seas, alquimista- pronunció excitado y sin aliento -No sabes el animal que despiertas en mí-
La cargó sobre sus caderas, dando un enorme portazo y cerrando con seguro antes de amarla otra vez.
-¡Maestra Dea!- ingresó al lugar como un torbellino lleno de ilusion -¿Qué sucede?- murmuró inerte, al verla llorando en los brazos de Gojo -Maestra, lo siento, no quería...- dio un paso al frente.
-Estoy bien, cariño- se alejó de los brazos que la rodeaban, limpiando su rostro -Ven aquí- lo abrazó -Perdóname, no quería gritarte y jamás te cambiaría por un conejo- besó su mejilla por un largo tiempo -Lo lamento, tendría que haberte escuchado antes de regañarte, seguro que solo estabas buscándome y yo solo exploté, como siempre-
-Está bien, maestra- escondió su rostro en ella -Lamento haberla hecho llorar otra vez- siempre pasaba -No lo volveré a hacer-
-Te creo-
Sonrió, apartándole el cabello del rostro. El hombre en la puerta, los observaba enternecido, era la imagen más hermosa que había visto nunca y le encantaría ser parte de eso.
-¿Quieren contarme que los trajo a los dos aquí?- miró de uno a otro -Sus caras y sus ojos me lo dicen todo-
-Cuentale, amiguito- lo incitó hacerlo dándole un pequeño empujón -¿Te sucede algo, Satoru?- se veía extraño, como impactado y consternado por algo.
-No, estoy bien, Lai- tomó asiento en su lugar -Sólo me siento un poco cansado- miró al muchacho allí -Dinos que ocurre, Reed-
-Soy un mago- declaró al fin.
-¿Un mago?- repitió ella -Reed, tú eres un hechicero, no un mago- puntualizó segura.
-No, maestra- le enseñó el mazo de cartas -Soy un mago- ella las tomó entre sus manos -Mi magia despierta el poder que guardan estás cartas, soy un mago-
-Dea, es posible que lo sea y no dudo de ello- habló Lai detrás de él -Yo soy un vidente- le enseñó el Rompecabezas del Milenio -Todo es probable en el mundo de la magia y este amiguito, es un mago-
-Dioses- susurró impactada -Cariño, esto es grandioso, han pasado siglos desde el último mago nacido en la Torre- leía las palabras de las cartas en sus manos, eran letras Nornir, herramientas de los celestiales -¿Quién te las dio?-
-La tía Gaia- le decía así desde que la conoció -Las robó de Central- observó a las tres personas con él -Dice que ese lugar está repleto de herramientas de los celestiales-
-Si, Amestris es un país que se dedica a saquear a otros- Gojo se acercó a ellos después de pronunciar aquello -Bien, ahora que todos están aquí, tenemos algo que decirles-
-No están todos, faltan Gaia y Keilot-
Dijo ella, mirándolo de reojo. Ese no era el momento para revelar semejante noticia ante ellos.
-Están ocupados- pronunció Lai, muy incómodo, al llegar una pequeña visión a su mente -Pero si es lo que estoy imaginando...- su voz se volvió sombría -Dejenme decirles que, Mei no estará de acuerdo con esto- sonrió como un maniático -Sí, Gojo- interrumpió su posible pregunta -Ella está en Nipón, esperándote-
Giró sobre sus talones con la misma sonrisa de antes. Esa mujer, no les iba a permitir estar juntos jamás, al igual que él.
-Eres mía...- las embestidas eran brutales, pero por demás placenteras para ambos -Otra vez- separó sus labios con un pulgar para hacer posesión de ellos -Me encantas- su voz era ronca y profunda, producto de la lujuria que tanto lo cegaba -Pídeme lo que quieras, amor y lo haré realidad-
Los ojos de ella estaban cerrados, disfrutando de su tacto y de su piel sobre esa cama. No había imaginado todo lo que lo había extrañado.
-Cierra la boca, Keilot- abrió lo ojos de golpe y giró sobre él -Cierra la boca y disfruta esto-
-¡Dioses, mujer!- se hundió en ella cuando comenzó a cabalgar -¡Vas a matarme!-
Cubrió su rostro con ambas manos, curvandose hacia atrás. Era algo increíble y celestial, era éxtasis.
-No estoy matándote, cazador- rozó sus labios con la lengua -Solo estoy domandote-
La noche cayó, pero aún no llegaban a Nipón y él se encontraba allí, sobre la cofa del barco observando las estrellas.
-¿Mala noche, amigo?-
Una pequeña sonrisa asomó por sus labios al escucharlo.
-No tienes idea- respondió, sin apartar los ojos del firmamento.
-Cuentame- pidió a su lado.
-No puedo creer que se case con ese hombre- despeinó su cabello, se sentía tan confundido -¿Por qué lo hace, Lai?- habló retórico -Ni siquiera lo conoce-
-Si, pienso lo mismo que tú- lo rodeó por los hombros en un gesto amistoso -Pero eso no va a pasar, Reed- lo sacudió un poco -Creeme- sus visiones jamás fallaban.
-Eso espero, la maestra es lo único que tengo-
-¿Y tus padres?-
-No lo sé- ahora miraba ese basto océano que los rodeaba -Los antiguos me encontraron en las puertas de la Torre, siendo a penas un bebé recién nacido- su semblante era lúgubre -Lo único que saben de mí, es que soy un celestial-
-A eso lo supe ni bien te vi- pellizcó su nariz -Eres todo un celestial de la cabeza a los pies- se incorporó -Y me alegra el haberte conocido-
-Lo miso digo, Lai-
Se marchó y él se quedó allí, contemplando las estrellas, otra vez.
-Algún día tendrás que decirles la verdad, hermanita- susurró detrás de ella, escondidas en la oscuridad.
-No puedo hacerlo- respondió igual -Ellos me odiarán, Gaia-
-No lo harán, Dea, te aman demasiado- él se encontraba con ellas, Gaia le había revelado toda la verdad esa tarde -Gojo y yo lo sabemos, ambos te ayudaremos si es necesario, pero tienes que decirles todo-
-Solo regalenme un poco más de tiempo, ¿Sí?- salió de su escondite -Prometo hacerlo, pero ahora no es el momento- caminó hasta la base de la cofa -¡Reed! ¡A dormir!-
-No lo hará y todo se irá al diablo, como de costumbre- aferró su mano -Vamos a la cama, Keilot- siguieron el sentido contrario -Estoy cansada de esto-
