Los siete aprendizajes de Daphne Greengrass

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.

Esta historia participa en "Casa de Blanco y Negro 2.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".

Condiciones: Aprender y serie de viñetas.


2

Segundo año

En su segundo año en Hogwarts aprendió a omitir información.

Se encontraban en la sala común de Slytherin. Las antorchas hacían resplandecer el agua al otro lado de las ventanas; el fondo del Lago Negro era tenebroso y fascinante al mismo tiempo, en opinión de Daphne. Algunos estudiantes estaban desparramados en los sillones, fingiendo que leían sus libros escolares —Daphne hacía media hora que repasaba la misma línea—; otros, terminaban los deberes en las pequeñas mesas que estaban apostadas cerca de la chimenea.

Tampoco podían hacer otra cosa.

Desde que la Cámara de los Secretos había sido abierta por segunda vez, el terror gobernaba los pasillos del colegio. Los profesores no sabían dónde estaba la dichosa cámara o quién era el heredero de Slytherin, y la única medida de seguridad que implementaron fue prohibir las actividades fuera del horario de clases.

El profesor Snape los acompañaba desde las mazmorras a las clases, de los salones al Gran Comedor y luego de vuelta a las mazmorras. Debían moverse en grupo de cinco estudiantes —Pansy se aferró a su brazo en cuanto lo anunciaron—, en caso de que un profesor no estuviera cerca.

Había estudiantes como Draco Malfoy —un niño rubio, de nariz respingada, que le gustaba a Pansy— que no estaba de acuerdo y lo hacía saber en cada momento, como si al resto le importara su opinión o la de su padre.

—Los profesores son unos imbéciles y Dumbledore aún más. No deberían preocuparse por nosotros porque el heredero de Slytherin no atacará familias de sangre pura.

Gregory Goyle —un niño que no destacaba por su capacidad de razonar sino por seguir a Draco Malfoy en todo lo que dijera— asintió.

—Es cierto. Ninguno de nosotros está emparentado con los muggles. No tenemos nada que temer.

Daphne se rio por lo patético de la situación.

—¿De qué te ríes, Greengrass? —preguntó Draco. Sentado en el sillón de terciopelo verde, con Crabbe y Goyle a su lado, se sentía invencible. «Y sólo es un pequeño monstruito de doce años», pensó—. ¿Tú tienes algún pariente muggle?

No esperó que la pregunta fuera tan directa y no esperó que le resultara tan fácil mentir.

—No, Malfoy. No tengo ningún pariente muggle.

Poco le importó si le creía o no.

Daphne Greengrass se puso de pie y se dirigió al dormitorio de niñas; Pansy la siguió, pero no fue capaz de decirle nada a Malfoy. Cuando estuvieron en la seguridad de sus cuatro paredes, le preguntó:

—¿Por qué te has ido de repente?

«¿Debería mentirle también a Pansy? ¿O debería decirle la verdad? —se preguntó. No conocía con detalle el árbol genealógico de la familia Parkinson, pero podía apostar que tendrían puras las últimas cinco generaciones—. ¿Y si deja de ser mi amiga?»

Sólo había una forma de averiguarlo.

—Mi abuela materna es hija de muggles. Mi madre le compró una casa en París con el único fin de mantenerla al margen de nuestras vidas —respondió. Aquel era el secreto mejor guardado de su familia y ella lo estaba compartiendo con lágrimas en los ojos—. Mi padre nos lleva a mi hermana y a mí todos los veranos a Francia, solamente para verla. Lo hace a escondidas de mi madre, pero ella siempre lo descubre y por eso pelean. Su matrimonio es… un poco complejo.

Pansy Parkinson no salió corriendo, ni le gritó: «eres una mestiza mentirosa». Le pasó el brazo por los hombros e hizo que se recostara contra su cálido pecho.

—¿Y qué matrimonio no lo es? —preguntó. Soltó el aire retenido en sus pulmones; sus hombros se relajaron—. Pero a todos nos gusta fingir que no sucede nada.

»La madre de Blaise Zabini ha enviudado cinco veces bajo extrañas circunstancias. Cada vez que uno de sus maridos muere y le deja toda su herencia, ella consigue otro hombre más viejo y más rico. La llaman la señora Zabini sólo por costumbre. Sería confuso cambiarle constantemente el apellido.

»Theodore Nott no tiene madre. Nadie sabe qué sucedió, pero sospechan de su padre. Fue un mortífago al servicio de Voldemort y nadie sabe cómo esquivó Azkaban. ¿Habrá matado de verdad a su esposa? Jamás lo sabremos. Y menos por boca de Theodore, no habla mucho.

»No sé mucho de los Malfoy, pero seguro deben tener sus trapos sucios, al igual que todas las familias. Basta mirar a Draco para ver de qué carecen.

—Pensé que te gustaba —interrumpió Daphne.

—Me gusta, pero no soy idiota. Él es un niño consentido que no sabe lo que es un no —prosiguió. Pansy le pasó la mano por el pelo y le deshizo los nudos. No toleraba que llevara el cabello así—. El punto es: todos tenemos secretos o cosas de las que no queremos hablar. Y que tengas una abuela impura, no es el fin del mundo.

—Pero mentí.

—No, no lo hiciste. Omitiste información que es diferente y todos estamos en nuestro derecho de hacerlo.

Mientras se ponía la pijama, Daphne Greengrass pensó en cuánto le gustaría visitar a la abuela Loretta en París. Ella tenía una casa junto al río Sena, las llevaba a pasear por la ciudad y preparaba los mejores macarons de la ciudad. ¿Por qué su madre había tenido que alejarla de sus vidas? ¿Por qué se avergonzaba tanto de su apellido muggle? ¿Por qué necesitaba mantener las apariencias? ¿Y por qué tenía que perpetuar sus prejuicios a través de ella?

«Cuando sea grande, no me podrá impedir ir a verla. Viajaré a París tantas veces como quiera, pasearemos por la ciudad y comeremos macarons hasta que nos duela el estómago», se prometió.

En la oscuridad de la noche, le dijo a Pansy:

—Me arrepiento de haber pensando que eras una chica tonta y superficial. Eres una buena amiga.

—Te dije que era más que una cara bonita.

Sus risas inundaron la habitación.