Los siete aprendizajes de Daphne Greengrass

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.

Esta historia participa en "Casa de Blanco y Negro 2.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".

Condiciones: Aprender y serie de viñetas.


6

Sexto año

En su sexto año en Hogwarts aprendió que un beso podía cambiarlo todo.

Mientras caminaba hacia Hogsmeade, abriéndose paso entre la nieve que tapizaba los caminos, no hacía más que añorar la compañía de Pansy. Ellas siempre acostumbraban ir al pueblo, luciendo atuendos que combinaban entre sí y comentaban la vestimenta de los demás. «Mira la camisa de leñador de Weasley», decía Pansy y Daphne respondía: «no le queda mal, aunque está muy gastada». Iban a las Tres Escobas, se sentaban en la segunda mesa y compartían una cerveza de mantequilla.

Pero ahora Pansy iba del brazo de Draco Malfoy a todas partes y se encontraría con él en la taberna. Ella no se lo había dicho —no le había escrito en todo el verano y apenas le dirigía la palabra fuera de clases—; Daphne escuchó que se lo comentaba a Millicent Bulstrode.

Por eso le extrañó encontrarse con el chico caminando en dirección al castillo. Tenía una expresión ofuscada en el rostro y las manos enfundadas en guantes de piel.

—Oye, Malfoy —llamó. Él ni la miró—. ¿No ibas a ver a Pansy?

—No sé de qué me hablas —se limitó a contestar.

«Pansy no quiere verte —se dijo. Se quedó mirando al chico recorrer el mismo camino que ella había tomado para llegar al pueblo—. Lo ha dejado muy claro evitándote.»

Sin embargo, sus pies la dirigieron a las Tres Escobas. Luego de que la campana anunciara su llegada, la buscó entre los presentes.

Pansy Parkinson estaba en la misma mesa que siempre elegían. Vestía un suéter verde, una falda a cuadros por encima de la rodilla, medias negras y botas de estación. Sus uñas, de un verde eléctrico, contrastaban con la mejilla pálida en la cual apoyaba su mano; la cerveza de mantequilla estaba a la mitad.

No pensó mucho qué decirle. Al fin y al cabo, llevaban un par de meses sin intercambiar más que un simple saludo o un «¿viste dónde dejé mi labial?» La intimidad y la confianza entre ellas había desaparecido; las noches compartiendo la cama y los secretos, también. Y todo por el maldito beso en el techo del invernadero.

—Malfoy no vendrá —dijo de forma directa—. Lo vi volviendo al castillo.

Pansy la miró fijamente.

—Él jamás me dejaría plantada.

«Malfoy es capaz de eso y mucho más», pensó. Aunque ya no eran las cómplices de antes, Daphne sabía que Pansy llegaba más tarde de lo habitual a dormir y, la mayoría de las veces, trataba de ocultar sus sollozos. Y ella estaba segura que Draco Malfoy era la razón de su disgusto.

—Ya lo hizo. ¿Hace cuánto lo estás esperando?

—Nunca te agradó Draco y ni te esfuerzas en disimularlo.

Daphne no entendió a qué venía su comentario.

—¿Y? Malfoy es un imbécil y siempre lo será. —Daphne apoyó las manos sobre la mesa—. Él no te merece, Pansy. Tendría que volver a nacer para merecerte.

—¿Y tú sí me mereces? —inquirió con voz fría.

Las miradas más cercanas se volvieron hacia ellas. A Daphne no le importaba; Pansy, en cambio, prestaba oído a lo que dijeran de ella.

—Hablemos afuera —pidió.

Pansy dudó por un momento, pero la terminó siguiendo a la parte trasera de las Tres Escobas; el viento estival agitó su falda y los copos de nieve se anidaron en su pelo negro como la noche.

—Para mí, el beso no significó nada —aseguró de brazos cruzados.

Daphne estaba preparada para esa respuesta.

—Si no significó nada, ¿por qué no lo dejaste estar y ya? ¿Por qué corriste a los brazos de Malfoy como si tuvieras que convencerte de quererlo? ¿Por qué no me escribiste en todo el verano? ¿Por qué miras para otro lado cuando estoy cerca? —lanzó las preguntas una detrás de otra, sin piedad.

—¿Qué esperabas que hiciera? No podía, simplemente, fingir que nada había pasado.

—¿Por qué no? —gritó Daphne. El cuerpo le hervía, a pesar del frío a su alrededor—. Si no sentiste nada, ¿por qué acabar con nuestra amistad? —Pansy permaneció en silencio—. Me estás mintiendo, Pan. Lo sé.

—¡No me llames así, Daphne! —exclamó—. ¡Odio ese apodo!

—Lo odias porque así te llamaba tu padre cuando eras pequeña. Ese apodo te recuerda que ya no eres una niña, sino que debes tomar tus propias decisiones. Te da miedo la oscuridad porque tu madre solía encerrarte en un cuarto oscuro. Así aprendiste a comportarte y a hacer lo que se esperaba de ti. Te gusta maquillarte porque te sientes acomplejada con tu rostro, cuando tus ojos son los más hermoso que he visto.

»Te conozco más que nadie, Pansy. Hemos sido amigas desde el primer año. Dime que no me has extrañado todo este tiempo que estuvimos separadas y te prometo que te dejaré en paz. Me alejaré de ti, si eso es lo que quieres…

Estaba preparada para que le gritara o para que se marchara, no para que pusiera sus manos frías en sus mejillas y la besara como aquella vez que habían fumado.

—No se suponía que esto fuera así —dijo cuando se separaron—. Lo más sencillo era que me gustara Draco, que fuéramos novios; lo difícil es que sienta esto por ti. Carajo. Eres mi mejor amiga, Daphne. Si te pierdo a ti por algo que no sabemos si va a funcionar, entonces no me quedaría nada.

Daphne sujetó sus manos que aún permanecían en su rostro. Le besó los nudillos; luego, la abrazó con todas sus fuerzas. No quería que Pansy volviera a alejarse. Con ella, se sentía completa.

—Podemos hacer que funcione. Yo lo sé. Podemos lograrlo —prometió contra su oído—. Y si no funciona, nada cambiará. Seguiremos siendo tú y yo contra el mundo. Como siempre.

—Como siempre —Pansy hizo un eco de sus palabras.

Seguía nevando cuando entraron juntas a las Tres Escobas, dispuestas a terminarse la cerveza de mantequilla que había quedado a la mitad.