Los siete aprendizajes de Daphne Greengrass

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.

Esta historia participa en "Casa de Blanco y Negro 2.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".

Condiciones: Aprender y serie de viñetas.


7

Séptimo año

En su séptimo año en Hogwarts aprendió que el miedo se cocía a fuego lento.

Empezaba con tres mortífagos irrumpiendo en los compartimientos del Expreso de Hogwarts —según ellos, con la intención de buscar a Harry Potter y sus amigos, como si alguno fuera tan incrédulo como para pensar que sería bien recibido en el colegio— y seguía con otros dos impartiendo clases.

¿Cuánto tiempo le había durado el nombre de Defensa contra las Artes Oscuras a la clase de Amycus Carrow?

Un mes a lo mucho.

Después de que había enseñado a hacer el primer maleficio imperdonable, el profesor Carrow y sus alumnos prodigios —como Vicent Crabbe, quien adoraba practicar con los estudiantes de primer y segundo año— pasaron a llamarla Artes Oscuras directamente.

Y los mortífagos no habían llegado solos. Los acompañaban una docena de dementores que custodiaban los terrenos del castillo. Eran criaturas oscuras que se alimentaban de los recuerdos felices y dejaban a sus víctimas con los sentimientos más oscuros y las pesadillas más atroces. Pocos estudiantes sabían hacer un patronus para alejarlos y Daphne no se encontraba entre ellos.

Por eso ya no iba a Hogsmeade, al Lago Negro y tampoco se aventuraba con Theodore Nott en el Bosque Prohibido.

Un dementor le había quitado el recuerdo del primer beso con Pansy, luego de que Daphne se negara a hechizar a una niña de ojos azules de Ravenclaw. Y aunque la besaba cada vez que se encontraban a solas —en un vano intento de recuperar lo que le había sido arrancado—, temía que ése fuera el primero de los muchos recuerdos que podían quitarle.

Quería preservar sus vivencias, pero, al mismo tiempo, no se veía capaz de levantar la varita y maldecir a un ser inocente, solamente para satisfacer la maldad innata de un hombre corrompido.

Se tapó la cara con la almohada para alejar la imagen de Amycus Carrow que se empezaba a formar en su mente.

—¿Tan mala novia soy que quieres morirte ahogada? —escuchó la voz de Pansy al otro lado del dosel. Nunca le había pedido que fuera su novia formalmente, pero daba por hecho que lo era—. ¿Recibiste noticias de tu padre?

Daphne señaló con el dedo índice la carta que reposaba sobre la mesita de luz; escuchó que Pansy la tomaba en sus manos y leía el contenido en voz baja.

—¿Lo despidieron? —preguntó cuando terminó. Ella asintió—. Pero el señor Greengrass es uno de los funcionarios más destacados del Ministerio de Magia —reconoció. Su padre se había labrado un buen nombre a lo largo de todos los años que había trabajado allí—. No es posible que lo hayan despedido.

—Ellos invadieron el Ministerio de Magia, igual que lo hicieron con Hogwarts —contestó Daphne—. Están despidiendo a todos los que no piensan como ellos o no están dispuestos a seguir las órdenes de más arriba.

—Hazte a un lado, así puedo acostarme a tu lado —ordenó Pansy. Se quitó lentamente la falsa y las medias del uniforme, siendo consciente que los ojos de Daphne la ayudaban en esa tarea. A Pansy le gustaba provocarla, tentarla, llevarla hasta el límite de su propia cordura, y a Daphne le gustaba ese magnetismo que despertaba en ella—. ¿Qué hará ahora?

—Se fue a París, a la casa de la abuela Loretta.

El perfume de Pansy le invadió las fosas nasales cuando se acostó a su lado.

—¿No es gracioso que tu padre se lleve bien con tu abuela y tu madre no?

—A mi madre le importan más sus prejuicios y la opinión que tengan los demás de ella, que su propia sangre —respondió Daphne. En el pasado, aquello le dolía; ahora había aprendido a sobreponerse a eso—. Mi padre se quedará allí hasta que las aguas se calmen.

—Pero no sabremos cuándo será eso. —Pansy se mordió el labio inferior. Había algo que no le estaba diciendo—. Draco tiene la marca en el antebrazo; Theodore también. Yo misma se las vi.

—¿Cuándo? —preguntó.

—Ayer los escuché hablar con el profesor Carrow. Los tres tenían sus brazos al descubierto. «Lucius cayó en desgracia luego de perder la profecía del Señor Tenebroso y Nott ha sido uno de los nuestros desde el principio de los tiempos, es hora de que contribuyan el mundo que queremos construir», dijo.

Daphne Greengrass decidió que no tenía sentido seguir manteniéndose estoica. Si había alguien capaz de entenderla, ésa era Pansy, quien era su novia y su mejor amiga.

—Cuando volvimos a Hogwarts, pensé que íbamos a respirar los mismos aires que en segundo año. ¿Recuerdas lo que dijo Malfoy en aquel entonces? «El heredero de Slytherin no atacará familias de sangre pura». La gran mayoría de nosotros pensábamos que no teníamos posibilidades de ser petrificados, pero ahora es diferente.

»No hay heredero de Slytherin, pero sí hay mortífagos; no atacarán a las familias de sangre pura, siempre que no nos neguemos a cumplir sus órdenes. Tengo miedo, Pansy. Tengo mucho miedo. Nunca estuve tan cagada en mi vida.

La familia Parkinson era simpatizante de Lord Voldemort. No lo gritaban a los cuatro vientos, ni llevaban su marca en el antebrazo, pero sí lo respaldaban en cada uno de sus movimientos. Pansy no quería ser parte de eso —se lo había dicho muchas veces en el verano y a principios de ese año—, pero su madre cada vez la empujaba más a las fauces de la oscuridad.

—Estamos en una guerra, Daphne. La guerra nunca es agradable, para ninguno de los dos bandos. Pero sobreviviremos —dijo con una firmeza que le hizo sentir más segura—. Como siempre lo hemos hecho. Cuando todo esto acabe, estaremos de la misma forma que como empezamos: juntas.

Daphne le rodeó la cintura con los brazos y apoyó la cabeza en su hombro, y se permitió soñar con el futuro que Pansy pintaba ante sus ojos.