Todo reconocible de Obey Me! es propiedad de sus creadores y la franquicia de Shall we Date? NTT - Dating Sims de NTT Solmare Corporation.

Los personajes originales y algunas cuantas licencias creativas son de mi autoría.

Nota:

Pues ya no sé qué decir. Ya está la cuarta temporada disponible en el juego y hay nuevos personajes (Raphael, Mephistoles y Thirteen). Ya completé las dos lecciones que han hecho disponbles, pero sigo queriendo más... Así que he retomado esta idea tonta y supongo que me pondré a releer de nuevo todo desde el principio. Aunque, como dije, con más cambios e interversiones de mi MC.


Obey Me! The Charmed One

Lección 03 - Los primeros días de clase

Lorelei ya estaba en la escuela. La cena y el desayuno habían trascurrido con tranquilidad. Pese a ser demonios, los hermanos actuaban como la mayoría de los chicos con los que había convivido. Al mismo tiempo, la escuela no era muy diferente a lo que estaba acostumbrada en el mundo humano. Podían lucir diferentes, pero la dinámica era similar

Llegó en compañía de Mammon y Satán, pero la dejaron sola con la excusa de que había reunión del comité estudiantil. Cuando se encontró sola en los pasillos de la academia, escuchó a dos estudiantes murmurar a sus espaldas.

—Ey, mira eso. Esa es la humana de la que han estado hablando. ¿Crees que es verdad lo que dicen, que Mammon es su niñera? —dijo uno de los demonios, mirándola sin disimular.

—Bueno, si es así, entonces creo que eso nos servirá bastante, ¿no lo crees? Si esperamos y la atrapamos cuando no esté prestando atención, ni cuenta se dará de que fuimos nosotros —comentó el otro estudiante demonio, esbozando una sonrisa maliciosa.

Lorelei los miró sin cambiar demasiado su expresión. Los dos demonios le miraban fijamente, con esos ojos de colores. En ellos había un brillo inusual y la humana tuvo la impresión de que estaban intentando atraerla como Asmodeus el día anterior, pero no parecía tener efecto en ella.

—Vamos, deberíamos de devorarla antes de que lo haga Beel o alguno de los hermanos —dijo uno de ellos, acercándose peligrosamente.

La humana se quedó firme en su lugar, pensando en el único buen consejo que le había dado Mammon el día anterior. ¿Qué otra cosa podía hacer además de correr? Aunque su orgullo se interponía, no tenía la más mínima idea de cómo protegerse ante un demonio y algo le decía que su fuerza física no era oponente ante dos tipos así.

—¡Ey, tú! —gritó de repente un hombre de cabello blanco y ojos violetas, quien llevaba puesto el uniforme de la academia—. Sí, correcto, te estoy hablando a ti, la humana con la expresión aterrada y atormentada que es tan popular entre los demonios —añadió con cierta burla—. Básicamente, con esa expresión, estás gritando "vengan y cómanme, soy deliciosa" —siguió hablando y acercándose a ellos de forma despreocupada—. Tu nombre es Lorelei, ¿no es así? Y este D.D.D. te pertenece, ¿cierto? Se te cayó en la entrada y quería devolverlo… Toma —dijo, entregándole el aparato electrónico.

La aludida tomó el D.D.D., corroborando que era el suyo. No se había dado cuenta en qué momento lo había perdido y no entendía como ese tipo sabía que era suyo, pues estaba bloqueado. Aun así, agradeció silenciosamente aquella intervención, pues los dos estudiantes demoniacos que la querían comer se habían detenido y ahora se alejaban rápidamente.

—¿Gracias? —dijo la chica, mirándole con extrañeza.

—Jajaja. ¿Por qué esa expresión? No hay necesidad de ponerte a la defensiva conmigo —rio el tipo—. Mi nombre es Solomon. Soy uno de los estudiantes de intercambio del mundo humano como tú —se presentó—. Un placer conocerte, Lorelei.

—¿Cómo sabes mi nombre? —quiso saber, confundida por el hecho de que el otro actuara con tanta familiaridad con ella.

—Posiblemente no te des cuenta, pero te has vuelto una celebridad aquí en la academia —respondió Solomon—. Eres todo una celebridad desde tu llegada —añadió—. Ser un estudiante de intercambio del mundo humano es suficiente para ser popular por aquí, pero ahora los rumores dicen que Mammon te está cuidando y eso provoca a los demonios. Como imaginarás, los demonios son bastante envidiosos y posesivos, saber que uno de los hermanos está cuidándote los hace querer aprovecharse de ti… —comenzó a explicar, pero fue interrumpido por un sonido de campanas que indicaba que las clases estaban por empezar—. ¡Uh-oh! Creo que es hora de irnos. Nos vemos después, Lorelei. ¡Cuídate! —se despidió sin más.

La humana suspiró y se fue hasta su clase, entrando a un aula llena de varios demonios. La mayoría de ellos tenían forma humanoide, pero algunos rasgos delataban su naturaleza, y otros definitivamente no ocultaban que eran criaturas demoniacas. El aula no era muy distinta a las que había en la universidad y por instinto se quedó en la última fila, queriendo pasar desapercibida, aunque le costaba ver por las alas y cuernos de algunos estudiantes.

—Buenos días, Lorelei —saludó Lucifer, pasando a su lado y haciendo que los demás estudiantes voltearan a ver hacia donde se encontraba—. Te has convertido en una celebridad, ¿no es así? —añadió divertido por la reacción de los demás.

—Buen día, señor —contestó sin pesar, desviando la mirada. ¿Qué hacía Lucifer ahí? ¿No tenían junta los del consejo?

—Veo que has sobrevivido y nadie te ha comido, me alegra por ti… aunque no hay garantía de que las cosas sigan así —siguió hablando, permaneciendo de pie junto a ella—. Hablaremos después de clase, ¿sí?

—Entiendo —respondió, levantando la mirada y sintiendo un escalofrío al toparse con sus orbes rojizos.

—Bien —sonrió Lucifer y siguió avanzando hasta el frente de la clase, posicionándose detrás del pódium del profesor.

Durante unos segundos el aula se llenó de murmullos, pero pronto se quedó todo en silencio y Lucifer comenzó a hablar. La clase, según su horario, se llamaba "Artes Demoniacas" y, por lo que había comenzado a decir el demonio, se podía deducir que el tema central era una especie de filosofía detrás de las prácticas demoniacas, cuestionando la ética desde una perspectiva que Lorelei solo había escuchado en discursos extremistas que más bien estaba acostumbrada a criticar y cuestionar. No obstante, había cierta lógica detrás en este contexto, los demonios sí eran otra especie que vivía más que los humanos y que les superaba en varios aspectos. En más de una ocasión se sintió tentada a decir algo, pero no se sentía apta para opinar todavía. Así que se limitaba a escuchar.

Lucifer se desenvolvía con seguridad y naturalidad al dar su clase. Los estudiantes parecían encantados de estarlo escuchando, incluyéndola. Lorelei tomaba nota y hacía conexiones con lo que sabía del humano. No lo iba a negar, quería leer esos textos a los que se referían y entender mejor eso que uno de los estudiantes había nombrado como El origen del mal. Las dos horas trascurrieron con más rapidez de la que hubiera pensado, no recordaba haber tenido un seminario de posgrado tan interesante como esa clase que ahora tenía con Lucifer. Las cátedras en las que el profesor solamente hablaba se le hacían aburridas a esas alturas de su educación humana, pero estaba segura de que podía pasar la eternidad escuchando a aquel hombre y no dejaría de estar fascinada con él.

La clase llegó a su fin y Lorelei permaneció sentada, pese a que todos iban abandonando el aula. Sintió un pequeño dejavu ante la situación y se preguntó por qué siempre terminaba así. Unos demonios entretuvieron unos minutos a Lucifer, haciendo diferentes preguntas relacionadas con los trabajos que se les habían asignado, pero el demonio mayor contestó de forma cortante y directa, para después pedirles que se retiraran porque tenía asuntos que atender.

Lorelei se hizo pequeña en su asiento. Los otros estudiantes pasaron a su lado, malhumorados y dirigiéndole una mirada llena de reproche, pero finalmente se quedaron a solas. Lucifer se acercó a ella y se apoyó en el pupitre en el que seguía sentada.

—Estabas hablando con Solomon antes de que empezara la clase, ¿cierto? —preguntó y Lorelei asintió con la cabeza—. Ya te habrás dado cuenta de que él es el otro estudiante humano del que te hablamos ayer… Es normal que, siendo los dos humanos, interactúen y así, pero ten en mente que él no es como tú. No puedes confiar en él con tanta facilidad. Es un humano, sí, pero tiene en su poder un anillo imbuido con sabiduría y domina artes mágicas bastante poderosas. Solomon es el tipo de hombre que intenta subyugar a los demonios si se le presenta la oportunidad. Ya ha hecho bastantes pactos con demonios poderosos… —siguió hablando con un tono bastante serio.

"Eso me recuerda lo que dijo Leviathan…" pensó Lorelei, recordando vagamente la conversación que había tenido con el demonio. De acuerdo con Levi, Lucifer tenía algo que Mammon quería, algo que, si ella obtenía, podría doblegar la voluntad de Mammon para hacer un pacto. ¿Quería hacer un pacto con Mammon?

"Algo por lo que Mammón mataría, me refiero a su tarjeta de crédito, la cual Lucifer confiscó…" la voz de Leviathan llegó a su mente. "Sí, sé lo que estás pensando, ¿por qué le importaría tanto una tarjeta de crédito a Mammon? Pues, ¿yo qué sé? Por alguna razón él depende totalmente de ese pedazo de plástico, está obsesionado, ¿sabes cómo le llama? Le llama 'mi verdadero amor', como si pensara que es su novia o algo. Hasta le puso nombre, 'Goldie', y duerme con ella. ¡Es un disparate! … Como sea, la utiliza siempre, para todo, una y otra vez sin pensar. Por eso Lucifer se hartó y se la confiscó. Mammon haría cualquier cosa por volver a tenerla, estoy seguro, así que tienes que hablar con Lucifer y descubrir donde la tiene escondida, claro que sin que él sospeche de ti o te meterás en problemas. Así que más te vale hacerlo bien, ¡o ya verás!"

Lorelei suspiró con un deje de fastidio. ¿Por qué Leviathan quería que fuera ella el chivo expiatorio?

—¿Qué ocurre, Lorelei? ¿Algo que quieras preguntarme? —cuestionó Lucifer tras el silencio que se había formado entre ambos.

—No, nada… me quedé pensando —se excusó y terminó de guardar sus cosas en la mochila.

—¿Pensando en qué? —insistió Lucifer.

—Me gustaría saber más de… de Mammon —dijo casi sin pensar y cuestionándose si aquello se podía mal interpretar.

La expresión de sorpresa de Lucifer le dijo que tal vez acababa de meter la pata hasta el fondo. El aludido, por su parte, sintió algo extraño, ¿celos? Estaba seguro de que ella estaba fascinada con él, ¿por qué preguntar entonces sobre su hermano menor?

—¿Mammon? —repitió—. ¿Por qué quieres saber más sobre él? Aunque, supongo que es natural… considerando que es el encargado de cuidarte —racionalizó—. Mammon es mi hermano, por supuesto, y no me gustaría decir nada desagradable sobre él, por lo que será breve con mi crítica… —comenzó a decir—. Ejem… es un desgraciado. El mayor desgraciado con el que te puedas topar. Un infeliz desdichado que carece de gracia para ser un buen demonio, a tal punto que me hace sentir vergüenza...

—¿En serio? —aquella respuesta la había tomado por sorpresa.

—Ajá… ¿Por qué tanta curiosidad sobre él? —cuestionó ahora él, sin dejar de mirarla fijamente.

—Me intriga —dijo, cuestionándose si debía o no seguir indagando para cumplir lo que Levi le había pedido—. ¿Hay algo que sea muy importante para Mammon? —se aventuró a continuar.

—Sí, el dinero —contestó sin más—. Quitarle el dinero a Mammon es dejarlo sin nada, su vida es el dinero, como Avatar de la Codicia no es raro, supongo. Su pecado lo consume y él no se esfuerza por controlarse… Mammon no tiene límites a la hora de gastar dinero para conseguir cosas que le den esa sensación de riqueza. Así que, para ponerle un límite, digamos que he congelado sus posibilidades adquisitivas… —comentó con un deje de malicia, haciendo énfasis en la palabra "congelado".

Las campanas volvieron a sonar y Lorelei no tuvo tiempo de responder, pues los estudiantes comenzaron a entrar al aula.

—Ya vas tarde a tu segunda clase, no pierdas más el tiempo. No quiero que des una mala impresión a los otros profesores el primer día —le advirtió y la aludida se fue casi corriendo.

O-O-O

Durante el descaso de medio día, un grupo particular estaba reunido en una de las aulas vacías. Ya habían almorzado y aunque el avatar de la lujuria tenía otra cosa en mente cuando le había pedido a Solomon comer juntos, el hecho de que Satán se uniera a ellos le había dado un giro inesperado a sus planes y por alguna razón habían terminado jugando cartas.

—Mira esto y llora. Es una escalera real —declaró Solomon, mostrando sus cartas de póker.

—¡Ugh! ¡No puede ser! Todo lo que yo necesitaba era un as de espadas —se quejó Asmodeus.

—¿Volvió a ganar Solomon? ¿Cuántas veces seguidas ha ganado ya? —preguntó Satán sin voltear a ver al par que jugaba a sus espaldas, mientras él ojeaba uno de sus libros.

—Esta es la número18… —contestó el hechicero de cabello blanco, con una sonrisa socarrona.

—¿Estás usando magia o algo? ¿Algún hechizo que altere las cartas que tienes en las manos? —lo acusó el demonio con un puchero adorable. Asmo era hermoso y Solomon lo sabía muy bien, por lo que desvió la mirada para no ser afectado por sus encantos.

—No, no, ni empieces. Yo no soy como ustedes. Y agradecería que no me acusaras de tal cosa…. Soy un simple humano, un inocente corderito entre demonios —añadió con seriedad y provocó la risa de Satán.

—Me sorprende que puedas decir eso, considerando que eres el hechicero más poderoso de la historia —dijo el demonio rubio, aguantando la risa lo mejor que podía. No los estaba viendo, pero podía sentir la indignación de Solomon.

—Wow, ¿eso es lo que piensas de mí, Satán? —preguntó el hechicero, cambiando su expresión y tono de voz—. He de admitir que me siento alagado. Aun así, volviendo al tema… —miró a Asmo—. Si Mammon estuviera aquí, ya se habría roto mi racha ganadora.

—Cierto. Cuando hay dinero de por medio es como si algo cambiara dentro de Mammon, como si obtuviera superpoderes y de alguna forma se aseguraría de ser el ganador —comentó Satán.

—Mmm… tienes razón —admitió Asmo—. Lo cual es raro, considerando lo idiota que es la mayor parte del tiempo.

—Todos ustedes siempre menos precian a Mammon, ¿cierto? ¿No deberían de ser un poco más respetuosos? Después de todo, él es su hermano mayor —comentó Solomon.

—Oh, hablando de Mammon, me hicieron recordar que escuché algo interesante de Lucifer —dijo Satán, cambiando el tema e ignorando evidentemente las preguntas del hechicero.

—¿Enserio van a pretender que no escucharon lo que acabo de decir? —se quejó Solomon, a lo que el rubio sonrío sínicamente, girándose para ver a su hermano y al humano.

—Lucifer dijo que Lorelei está intentando hacer un pacto con Mammon —declaró Satán.

—¿Qué? ¿Lorelei? ¡¿Un pacto con Mammon?! —exclamó Asmodeus, evidentemente impresionado por la noticia.

—Huhm… Interesante… —la respuesta de Solomon fue más mesurada, aunque su expresión delataba una pizca de sorpresa. No esperaba que la humana recién llegada estuviera interesada en algo así.

—¿Lo dices en serio? —insistió Asmo y luego se rio—. ¡Me parece hilarante! ¿Qué más sabes? ¡Danos detalles, Satán!

—De acuerdo con Lucifer, Lorelei se ha aliado con Levi. Los dos están planeando hacer un acuerdo con Mammon para obtener lo que quieren. Al parecer, están buscando la tarjeta de crédito de Mammon, ya sabes, la que Lucifer confiscó hace unos meses —explicó Satán, divertido.

—Ya veo. Entonces están planeando obtener la tarjeta de crédito para que Mammon haga un pacto a cambio de ella, ¿cierto? —examinó Solomon, dándose golpecitos en la barbilla, pensativo.

—Espera un momento, antes de llegar ahí, tienes que explicarnos lo que está pasando —intervino Asmo, frunciendo un ceño porque sentía demasiado simplón aquel cotilleo—. ¿Qué es eso de que Levi se ha unido con Lorelei? O sea, estamos hablando de Levi, el super otaku que nunca sale de su habitación, ¿en verdad es capaz de trabajar en equipo con alguien más? Además, ¿cómo es que Lucifer sabe todo eso? —cuestionó en busca de más detalles.

—Al parecer, Lorelei tiene clase con Lucifer y hablaron un poco. Ella no fue muy discreta e intentó averiguar donde estaba la dichosa tarjeta de crédito —explicó Satán, ignorando gran parte de la pregunta de su hermano, pues sencillamente prefería ser directo con la información que daba.

—¡¿Qué?! —se quejó Asmo y Solomon comenzó a reír a carcajadas—. ¿Por qué te ríes? ¿Qué es tan gracioso?

—Bueno, es un giro interesante de eventos, ¿no crees? No puedo evitar pensar que Lorelei tiene mucho potencial en este ambiente. Quiero decir, es una humana recién llegada a Devildom y por lo que he visto, no está asustada al convivir con demonios, sino que está intentando posicionarse bien entre ustedes… —respondió sonriente.

—Pues… supongo que Lucifer debe de pensar lo mismo, porque dijo que le había dado una pista a Lorelei de dónde estaba la tarjeta de crédito —añadió Satán.

—¿Qué? ¿En serio él hizo eso? ¿Él, Lucifer, le dio una pista a Lorelei? —cuestionó Asmo, impresionado—. Wow, eso significa que le agrada Lorelei. No lo puedo creer, Lucifer siente simpatía por una humana… —reflexionó en voz alta, sin poder evitar sentir un poco de celos. ¿Qué tenía de especial Lorelei para agradarle a alguien como Lucifer? Bufó—. ¿Crees que Mammon aceptará el pacto a cambio de su tarjeta de crédito? —curioseó, desviando sus propios pensamientos.

—Conociéndolo, seguramente sí lo hará —dijo Solomon sin dudarlo.

—Sí, aunque posiblemente hará un berrinche primero, pero terminará aceptando —apoyó Satán.

—¿Por qué es que todos ustedes actúan como si hacer un pacto fuera la gran cosa? —siguió cuestionando Asmo, ahora dirigiéndose directamente a Solomon, refiriéndose a "los humanos" con ese "ustedes" —. Quiero decir, hacer un pacto con los humanos no es la gran cosa, por ejemplo, tú tienes un pacto conmigo, ¿no? Y también tienes un pacto con Barbatos —añadió, algo receloso con ese último comentario.

—Sí, sí… —Solomon le sonrió—. He sido muy afortunado —dijo y casi por instinto, acarició la cabeza de Asmo, como si de una mascota se tratara. El aludido se dejó y lejos de interpretarlo como algo negativo, se sintió satisfecho. No obstante, Satán le miraba con indignación por aquel comportamiento.

—Me atrevo a decir que tú y Barbatos son parte de la minoría que están de acuerdo con algo así —bufó el rubio—. Por lo general, los demonios somos una especie muy orgullosa y estar atados a un ser humano, sometidos, encadenados… Ugh, no, no —gruñó, indignado ante la idea de ser subyugado.

—En todo caso, no puedo permitirme el lujo de estar complacido solo con ustedes, ¿cierto? —comentó Solomon, apartando la mano de la cabeza de Asmo y cruzándose de brazos—. De lo contrario, Lorelei podría derrotarme y hacer un pacto con Lucifer antes que yo —bromeó un poco, aunque parte de él sí sentía recelo ante la idea.

—Dices eso, pero tu expresión me dice otra cosa —examinó Satán, escrudiñando al hechicero.

—Meh, no le des tantas vueltas, Satán —intervino Asmo, tomándose la libertad de recargarse contra Solomon—. Así es él, nunca se sabe cuándo está bromeando o diciendo la verdad —añadió risueño, implicando que ese era uno de los rasgos que le gustaba del humano.

—No tengo prisa, ni pretendo forzar las cosas, pero me interesa ver hacia donde va todo esto… —contestó Solomon, permitiendo que Asmodeus invadiera su espacio personal, ya se había acostumbrado—. Lo que me sorprende es que Lucifer muestre interés en alguien que no sea Diavolo, más aún si ese alguien es una humana —agregó de forma socarrona para desviar el tema.

—Supongo que ha añadido a otra persona a su lista de "favoritos", junto con Mammon —comentó Satán.

—Ah, hablando de cuanto Lucifer quiere a Mammon, acabo de recordar algo que pasó hace no mucho tiempo… —dijo Asmo, pensativo—. Mammon se metió en problemas con una bruja bastante peligrosa, ya saben, terminó debiéndole dinero y ella quería hacer un pacto con él a cambio de perdonarle la deuda…. —comenzó a narrar.

—¿Entonces Lucifer fue y lo rescató? —anticipó Solomon, curioso. No era muy a menudo que escuchaba historia de los hermanos.

—Nope —se rio Asmo—. Todo lo contrario, de hecho. Lucifer pensó que era una situación divertida y se puso de lado de la bruja, al punto de ayudarla para que siguiera hostigando a Mammon. Por poco y lo consigue… —narró, pensativo, encontrando similitudes entre aquella situación y lo que ahora ocurría con Lorelei—. Aunque al final, Lucifer terminó impidiendo que el pacto se realizara y rescató a Mammon, no sin darle una lección, claro —explicó y reflexionó para sí mismo que seguramente eso era lo que estaba pasando en ese momento. Eso tenía más sentido. Lucifer no estaba del lado de Lorelei porque sintiera simpatía por ella, si no que quería molestar a Mammon.

—Oh, ya veo… supongo que, si lo pones de esa manera, Lucifer solo lo está haciendo para fastidiar a Mammon —dijo Solomon, entendiendo perfectamente lo que Asmo insinuaba con aquella historia.

—De hecho, yo escuché algo diferente. Por lo que me contaron, eran diez brujas y estaban peleando entre ellas sobre quién haría un pacto con Mammon. Amenazaron con cortarlo en pedazos y solo entonces Lucifer apareció —dijo Satán, divertido ante la escena que acaba de imaginar—. Claro que él estaba de acuerdo con esa solución e iba a cortar a Mammon en diez pedazos, aparentemente —añadió, divertido con la idea.

—Momento, ¿diez pedazos? Eso no puede ser justo, digo, no pueden ser pedazos iguales, ¿o sí? Además, no es justo si te toca un pedazo de su cabeza o de su trasero o de algo bueno, y si te toca una mano o su pie derecho. Una oreja sería algo decepcionante, ¿no creen? —reflexionó ante la idea, ganándose una mirada de indignación por parte de Solomon, quien lo apartó suavemente de su lado.

—¿En serio crees que tener una parte de su trasero es algo bueno? —preguntó indignado—. En todo caso, hablamos de que querían despedazar a tu hermano, ¿y lo que te preocupa es cuál parte es buena y cual no? —cuestionó, sin dar crédito a las prioridades del demonio y, en general, sin creer la tranquilidad con la que hablaban de aquel tema.

—Claro que es bueno, me encantan los traseros y, sea lo que sea, Mammon tiene uno muy bueno —declaró Asmo con total naturalidad y sin inhibiciones.

—No queremos saber qué otra cosa quisieras tener —gruñó Satán, cortando a su hermano menor—. Aunque hablando de Mammon y Lucifer, también recuerdo otra historia de ellos. Al parecer, Mammon estaba intentando quemar sus facturas en la chimenea y Lucifer lo descubrió, por lo que casi decide echar a Mammon a las llamas infernales junto con sus facturas y hacer que se quemaran juntos…

—¡Oh, sí es cierto! Lo recuerdo —se rio Asmo al recordar—. Le dio un buen susto en esa ocasión, lo metió a la chimenea y no lo dejó salir hasta que Mammon se disculpó y comenzó a llorar por el fuego. De hecho, creo que tengo una foto de eso en mi móvil si mal no recuerdo. Mammon estaba todo cubierto de hollín —dijo sin dejar de reír entre dientes.

—Deberías de mandármela —pidió Satán con malicia.

Solomon les escuchaba y, aunque entendía que eran demonios, no dejaba de sentirse ligeramente incomodo ante la actitud tan despreocupada que mostraban ante los abusos y la violencia. No es que le sorprendiera realmente, pero si lo racionalizaba un poco, un humano hubiera terminado realmente lastimado, con quemaduras grabes, de haber sido expuesto a esas "bromas" que le hacía Lucifer a Mammon para darle una lección. Menos mal eran demonios y más allá del dolor momentáneo, no había mayores secuelas.

—Ya la busco… —dijo Asmo, sacando su D.D.D. — ¡Listo! —declaró tras mandar la foto y mostrándosela a Solomon, corroborando que más allá de estar cubierto de cenizas, Mammon se veía bien en la imagen—. ¿Saben? Hablando de fotos, me estoy acordando de otro incidente con Mammon —dijo y volteó a ver a Satán—. ¿Te acuerdas cuando intentó tomarle una foto a Lucifer mientras dormía? Quería un plano cercano de su cara…

—¿Una foto de Lucifer durmiendo? ¿Por qué querría algo así? —cuestionó Solomon, confundido e impresionado. A veces parecía que a Mammon le gustaba meterse en problemas por gusto, provocar a Lucifer para ser agredido después.

—Pues, sólo piénsalo. Algo así sería un artículo sumamente raro, ¿no? Podemos asumir que Mammon planeaba vender esas fotos a un precio muy elevado a cualquiera de las súcubos que están enamoradas de Lucifer o a cualquier demonio de la RAD —dijo Satán, con un deje de fastidio ante la idea.

—Veo, tiene cierto sentido, los admiradores de Lucifer estarían dispuestos a pagar un buen precio por verlo así —reflexionó el hechicero.

—Sí, así que por eso Mammon siguió a Lucifer durante varios días, esperando a que se fuera a dormir, pero nunca lo hizo. Entonces Mammon fue el que eventualmente se quedó sin energía y se quedó dormido y fue Lucifer el que terminó tomando una foto de Mammon al final —narró Asmodeus con una risita.

—Ah, entonces esa es la razón por la cual Lucifer tenía una foto de Mammon durmiendo como fondo de pantalla es su móvil —comentó Satán, riendo también al recordar aquello.

—Que historias más curiosas —dijo Solomon, sonriendo—. Esos dos realmente se quieren, ¿no?

—¿Eso crees? —preguntó Satán, ladeando la cabeza.

—Bueno, sean curiosas o no las historias, creo que podemos decir que Mammon es uno de los demonios favoritos de Lucifer —dijo Asmo con mucha seguridad y cierto recelo, aunque su disgusto aumentó con el comentario de Solomon.

—Veo. Parece que Lucifer tiene una debilidad por Mammon y ahora por Lorelei… ¿quién se volverá su consentido? —molestó el hechicero, a sabiendas de lo que sus palabras producían en el quinto hermano. Mientras que Satán sentía apatía por Lucifer, Asmodeus sentía una enorme admiración por él, lo tenía en un pedestal, y era innegable que le irritaba un poco la idea de que su hermano mayor tuviera favoritismo por alguien.

—Ninguno de ellos —masculló Asmo—. Lucifer está muy por encima de esas cosas….

—Oh, bueno, así no es divertido —contestó Solomon—. Esperaba que pudiéramos hacer una amistosa apuesta, pero al parecer no concordamos en lo más básico —comentó, encogiéndose de hombros—. En tal caso, ¿quieres jugar otra mano de póker? —ofreció, restándole importancia al asunto.

—Me uno a ustedes —se apuntó Satán, moviendo su silla para estar en la misma mesa que ellos y jugar—. Esta vez voy a ganar yo, ya verán —dijo con determinación.

—Hum —Asmo bufó, pero asintió a seguir con el juego de cartas.

O-O-O

Ya era de noche y lo suficientemente tarde como para que los hermanos estuvieran dormidos, o eso creía. La pregunta ahora era, ¿realmente lo iba a hacer? No era la clase de persona que le gustara romper las reglas ni meterse en problemas, pero se sentía presionada por la insistencia de Levi… No, más que eso, a esas alturas se sentía tentada a hacer un pacto. Siempre lo había dicho tan a la ligera, solía decir que, si pudiera, le daría su alma al diablo. Bueno, ahora era una posibilidad real, la pregunta seguía siendo, ¿lo haría?.

Recordó vagamente su llegada al lugar y la bienvenida de Lucifer.

"Hay siete de nosotros en total y yo soy el mayor…"

Luego vino a su mente lo dicho por Mammon.

"En pocas palabras, aquí vivimos únicamente los siete soberanos… aunque ahora vivirás tú también…"

Suspiró y ladeó la cabeza, pensativa. Estaba Lucifer, el mayor. Luego, Mammon, el segundo. Leviathan era el tercero. Después estaba Satán, el cuarto de ellos. Asmodeus era el quinto y Beelzebub era el sexto. ¿Quién era el séptimo? ¿Por qué todavía no lo había visto?

Giró en la cama y se acurrucó más entre las cobijas, buscando confort en las almohadas, pero no podía dormir. Su mente seguía dando vueltas, pasaba de una idea a otra, tentada a ir a buscar la tarjeta de crédito de Mammon para hacer un pacto, tentada a explorar la casa y quizá toparse con el séptimo hermano. Entonces su D.D.D. vibró. Abrió el mensaje de Levi.

Leviathan: ¿Dijiste que Lucifer dijo que había congelado algo?

Leviathan: ¿Estás absolutamente segura de que eso fue lo que dijo?

Lorelei: Sí, eso dijo. Estoy segura.

Leviathan: Ven a la cocina. Ahora.

Leviathan: No le digas a nadie lo que estás haciendo.

Leviathan: No quiero que nadie piense que ahora me junto con una humana normie.

El intercambio de textos hizo que Lorelei rodara los ojos. Por alguna razón le seguía diciendo normie y estaba a nada que le gritaba un par de cosas. Además, le disgustaba sentirse presionada para hacer las cosas. Aun así, fue a donde Levi. En pijama y con cara de pocos amigos, llegó a la cocina. Sin embargo, escuchó ruidos raros que le hicieron pensar que alguien más estaba ahí y no se equivocó.

—¡Perfecto1 Justo a tiempo —dijo Beelzebud apenas la vio entrar—. Escucha, ¿tienes algo de comida? Porque creo que no hay suficiente en la nevera y tengo mucha hambre… —declaró el demonio, haciendo un pequeño puchero y llevando la mano a su estómago, parecía un cachorro. Lorelei negó con la cabeza—. Oh… como sea, ¿qué haces tan tarde en la cocina?

—No podía dormir, vine por un té —mintió a medias.

—¿Viniste a comer también? —preguntó el demonio, indignado—. No hay suficiente comida para los dos… —añadió con recelo, a lo que la humana arqueó la ceja. Comenzaba a pensar que nadie ahí la escuchaba o quizá no la entendía. Ahora que lo pensaba, ¿cómo es que se entendían? Hasta donde ella entendía, desde que había llegado estaba comunicándose en español, su lengua materna—. ¿Qué? ¿Me quieres decir algo? —preguntó Beel al notar su expresión.

I want to know about your brothers… who is the seventh brother? —preguntó en inglés, queriendo saciar su curiosidad de dos maneras, saber quién era el séptimo de los hermanos y si los demonios hablaban un idioma en particular.

… Now listen, don't you ever mention him in front of Lucifer —contestó Beel, hablando con naturalidad y corroborando que para él no había diferencia en el idioma. Era ella la que de alguna manera determinaba la lengua en la que se comunicaban, lo cual era bastante peculiar. Ella seguía entendiendo, pero notaba que ahora le hablaba en inglés.

—Pero… —murmuró confundida.

—Y aclaremos algo, yo tampoco voy a decirte nada. Lucifer se enojará conmigo si lo hago —siguió hablando—. Ni te molestes en preguntarle al resto de mis hermanos, ninguno de ellos te dirá nada. Aunque él es nuestro hermano… lo estamos tratando como si no existiera. Sé que no es correcto, pero como nadie puede enfrentarse a Lucifer… —siguió hablando, no obstante, aquello último parecía algo que decía para sí mismo y no para ella.

Lorelei notó que el tema era delicado, pero seguía impresionada de que el demonio no notara el cambio de idioma y como la conversación había fluido como si nada. Ahora estaba intrigada con lo que ocurría con la comunicación y segura de que varias veces los demonios no le estaban entendiendo porque sus palabras no se traducían correctamente. Al mismo tiempo… sacó su D.D.D. ¿Aquel extraño fenómeno también ocurría con los textos? Las cosas ahí estaban en español también. ¿Cómo?

Frunció el ceño. Le estaba dando un dolor de cabeza al intentar entender.

—No entiendo… —murmuró Lorelei, haciendo un mohín.

—Entiende que este no es asunto tuyo, humana —aclaró Beel, con una expresión de seriedad que no solía tener generalmente—. Como sea, me voy ya. Ya he terminado de comer todo lo que había en el refrigerador —dijo y enseguida cambió su expresión a la sonriente de siempre—. Estoy seguro de que Lucifer tiene una manzana envenenada en el escritorio de su estudio… iré por ella —declaró y, con la misma rapidez con la que habló, se marchó.

Lorelei quedó sola en la cocina o al menos eso pensó, hasta que escuchó más ruidos extraños en el lugar.

—…Psst… ¡Ey! …—llamó alguien.

—¿Hum? —bufó la chica con fastidio, sabía quién era, pero quiso molestar—. ¿Eres tú, hombre del saco?

—¿En serio? ¡Claro que no! ¡Acá, mira! —la regañó Leviathan con indignación.

—¿Por qué estás escondido? —preguntó, acercándose al lugar debajo de la mesa en el que se encontraba el demonio de cabello azulado.

—¿Por qué crees? Beel estaba aquí y no podía permitir que me viera contigo, ¿o sí? —respondió con obviedad—. Así que es verdad, ¿cierto? ¿Lucifer utilizó la palabra "congelado"? —volvió a preguntar Levi.

—Ya te dije que sí —masculló la humana con frustración—. Yes, yes, he said frozen —insistió en inglés a ver si eso ayudaba a que Levi le entendiera de una vez, aunque parecía que no había ninguna diferencia—. Dijo que había congelado el medio adquisitivo de Mammon…

—En ese caso, el único lugar dónde puede estar escondida la tarjeta es… aquí —dijo Levi, señalando la heladera.

—¿En el congelador? —preguntó, arqueando una ceja.

—Mmm… todo lo que veo aquí es hielo… Oh, espera, ¡mira! Esto parece ser el helado que Satán escondió para que Beel no se lo comiera, hace como un siglo —comentó riendo un poco—. Ya me había olvidado de eso. Jejeje. No le diré —dijo para sí mismo, divertido—. No arruinaré la broma, aunque seguramente pasarán unos 200 años más antes de que se acuerde… ¡Oh! ¡Momento! Hay algo detrás de todo este hielo —exclamó, emocionado, pero intentando mantener la voz baja para no llamar la atención de los demás habitantes de la casa.

Tras unos segundos de estar dentro del congelador, Leviathan sacó de entre el hielo la tarjeta de crédito de Mammon.

—¿En serio? —cuestionó confundida y sin terminar de creer que Lucifer en realidad hubiera hecho aquello de forma literal.

—¡Sí! La encontré. Lucifer no estaba mintiendo, la tarjeta está congelada, ¡literalmente! —se regocijó el demonio—. Aunque está algo pesada, está en un cubo de hielo… La pondré al fuego para que se derrita y entonces veremos bien —propuso, echando el bloque de hielo al caldero que estaba sobre el fogón—. En un par de minutos debería de estar lista —dijo con seguridad y emoción contenida.

—¿Por qué hacen tanto escándalo ustedes dos?... —intervino repentinamente ni más ni menos que Mammon, quien entraba a la cocina en ese momento—. ¡Ey! Un momento, ¿qué es eso que está en el fogón? —cuestionó curioso y mirando dentro del caldero—. ¡Oh! ¡Es Goldie! ¡Mi tarjeta de crédito! ¡Mi bebé! ¡Lo más valioso que tengo en la vida! —gritó emocionado, metiendo la mano sin pensarlo—. ¡¿Cómo se les ocurre echarla aquí?! ¡La van a arruinar y dejar inservible! —les regañó, sacando la tarjeta mojada.

—Ooh, no pensé en eso —admitió Leviathan.

—¡Levi, idiota! ¿Cómo se te ocurre hacer algo tan estúpido? ¡Eres un idiota! ¿Lo sabías? —atacó Mammon, mientras secaba la tarjeta con su propia camisa y luego la inspeccionaba para cerciorarse de que no estuviera dañada.

—Hmm, ¿estás seguro de que deberías de hablarme de esa manera, Mammon? Después de todo, yo soy el que encontró la tarjeta de crédito que Lucifer te confiscó —le respondió su hermano con arrogancia.

—Ejem, fue gracias a mí que pudiste llegar a esa conclusión —intervino Lorelei, sintiéndose increíblemente ignorada por los hermanos, pero estos siguieron sin prestarle atención.

—¿Entonces, la quieres de vuelta o no? —propuso Levi, arrebatándosela con facilidad.

—¡Ey! ¡Más te vale devolvérmela! —se quejó, amenazante, pero cambió su expresión al caer en cuenta de que Levi volvía a tener la tarjeta en sus manos—. Um… quiero decir, sí, por favor, devuelve a Goldie, Levi… —suplicó el demonio, arrodillándose.

—¡Oh! Esto da vergüenza ajena. No puedo creer que pierdas la dignidad por algo así… ¡Estás de rodillas! Tú que se supone que eres uno de los soberanos de Devildom, el segundo… —dijo indignado—. Mammon, debería de darte vergüenza actuar así —insistió, pero su hermano mayor seguía mirándole cual niño pequeño desde el suelo—. Oh, bien, como sea… Está bien, te devolveré la tarjeta, pero debes de entregarme la figura de Seraphina, la que ganaste en aquella rifa —pidió.

—¿La figura de Sera… qué? No sé de qué me hablas, no recuerdo algo así —respondió con genuina incredulidad.

—¡Eres imposible! ¡No puedo creer que la olvidaras! ¿Cómo eres así? —exclamó Levi, ofendido.

—Ugh, vamos… lo que sea, te daré lo que sea, solo dame a Goldie de vuelta —insistió el mayor de los hermanos.

—Bien, hay una condición más —contestó Leviathan, poniéndose serio—. Quiero que hagas un pacto con esta humana —declaró, señalando a Lorelei, quien ya se sentía un florero en esa escena y tenía cara de pocos amigos.

—Bien, un pacto. Sí, haré lo que sea que… ¡¿Qué?! Espera, ¿por qué quieres que haga un pacto con ella? —preguntó exaltado al darse cuenta de la condición que le estaban poniendo.

—Es bastante obvio —dijo Levi—. Piénsalo, si haces un pacto con Lorelei, estás obligado a hacer lo que sea que ella te pida, ¿cierto? Entonces Lorelei puede ordenarte que hagas lo que quiero que hagas y no te puedes negar, por ejemplo, si ella te pide que me devuelvas mi dinero, deberás hacerlo de inmediato, ya que no puedes negarte a una orden directa de tu ama. Así que estás perdido, ¡no me engañarás de nuevo! ¡Gané! —explicó con emoción.

—Pff, no puede ser… —bufó Mammon, mirando a la humana con desdén—. Es solo dinero, Levi. No puedo creer que te tomaras el tiempo de elaborar un plan así solo por eso —acusó.

—¿Disculpa? ¿Recuérdame quién es el que tiró a la basura el poco orgullo que le quedaba y está de rodillas para recuperar su tarjeta de crédito? —se defendió el otro.

—¡Oh, cállate! —masculló, avergonzando, y levándose finalmente para pararse frente a Lorelei—. ¡Y tú, humana! ¿Qué estás pensando? ¿Cómo te dejas mandar así por Levi? ¿Eres estúpida o algo? ¡Anda, di algo! —la atacó, frunciendo el ceño.

Lorelei suspiró con fastidio. Toda la situación era patética, pero al menos, de alguna u otra manera, iba a conseguir algo que quería. ¿Realmente lo quería? El concepto de forjar un pacto parecía interesante y posiblemente aquella sería su única oportunidad de que un demonio se doblegara ante ella sin ofrecer su alma. ¿Qué perdía?

—Haz un pacto conmigo, Mammon —pidió, mirándole a los ojos.

—¡Uh! ¡NO! ¡ME NIEGO! —gritó—. ¡NO ME INTERESA! —siguió gritando, indignado—. Yo, el Gran Mammon, avatar de la avaricia, uno de los siete soberanos de Devildom… ¡Ingenua! ¡Eres ingenua! ¿En serio crees que alguien como yo va a dejar que una humana tan simplona como tú sea mi ama? —le gritó y por alguna razón, las palabras fueron hirientes para la aludida. Aun así, Lorelei permaneció frente a él, sin moverse.

—¡Oh, Lucifer! —canturreó Levi con voz amenazante—. Mammon está descongelando la tarjeta de crédito —siguió con el tonito para molestar a su hermano.

—¡Arg! —gruñó el otro—. Quiero decir, claro… por supuesto, haré un pacto contigo, humana. Estaré encantado de estar a tus servicios —dijo enseguida, dándole gusto a su hermano, evidentemente, y en ese instante, sin entender cómo o por qué, Lorelei sintió un golpe en su vientre, como si algo la quemara.

—¡¿Qué carajo?! —se quejó la chica, tocándose la zona que ahora le dolía.

—Es mi marca —explicó Mammon, desviando la mirada—. No especificaste dónde la querías, pero ahí está bien, ¿no? No pareces la clase de chica que muestre mucho su cuerpo —comentó, sin saber que aquello era un golpe bajo para Lorelei.

—¡Jódete! —chilló, cerrando los ojos con fuerza y apretando la mandíbula para aguantar el ardor. Nadie le había dicho que aquello era parte del pacto, pero no les daría el gusto de verla sufrir. Tras unos minutos más de estar cruzando palabras sin sentido, Lorelei le dio su primera orden a Mammon para que le devolviera el dinero que le debía a Levi y después la humana se fue a dormir.

O-O-O

Era la hora del desayuno y Asmodeus se reía con ganas, al punto de que estaba aturdiendo a sus hermanos.

—¡Asmodeus! ¡Ya cálmate! —se quejó Satán—. Si Mammon te escucha se va a enojar de nuevo y no lo quiero aguantar también a él —gruñó.

—Eh, no te preocupes, no creo que se despierte en un buen rato, nunca ha sido muy madrugador —argumentó Asmo, calmándose y tomando un poco de su jugo—. Además, ¿cómo no quieres que me ría después de lo que ha pasado? O sea, hablamos de Mammon, y la humana lo engañó como a un niño para que hiciera un pacto con ella —le recordó a su hermano mayor.

—¡Pf… Jajajajaja! —Satán comenzó a reír con la misma fuerza con la que se estaba riendo Asmodeus momentos antes.

—¿Ves? ¡Te escuchas igual que yo, Satán! Sabes que es jodidamente divertida la situación, nuestro hermano es un idiota de primera —animó Asmo.

—Mm, esto es delicioso, están tan jugosas las salchichas… —murmuró Beel, quien comía animadamente.

—Beel, tranquilo, estás mordiendo los cubiertos y comiéndote el metal con las salchichas—le dijo Levi, ligeramente consternado por la escena, ignorando la conversación de sus otros dos hermanos.

—Como sea —siguió Asmo, volteando a ver a Lorelei, quien ya se había acostumbrado a ser ignorada y que los hermanos hablaran de ella como si ella no estuviera presente—. Tengo que admitir que estoy impresionado, no pensé que fuera posible para una simple humana como tú pudiera hacer un pacto con Mammon así de rápido —comentó con una risita burlona—. Supongo que es por eso que te escogieron para el programa de intercambio, ¿no?

La aludida miraba su plato con recelo y lejos de sentirse alagada, sintió que se estaban burlando de ella también. "Una humana común y corriente" les gustaba recordárselo a cada instante.

—Hice lo que pude y ya, no fue la gran cosa… —respondió ante la expectativa.

—No necesitas ser humilde al respecto —intervino Satán—. No estamos molestos, ni estamos atacándote. Honestamente, pensamos que es divertido lo que hiciste con Mammon.

—Todo lo que sé es que Mammon por fin me devolvió mi dinero y eso es lo que me importa. ¡No creí que esto funcionara tan bien! ¡Es una victoria épica! —exclamó Levi, feliz—. Debí de haber pensado en esto antes. Ahora podré comprar el en Blu-Ray de El viaje a Devildom: La historia de una chica demonio y su compañero reacio. Las primeras copias incluyen boletos promocionales para un evento especial adicional y estoy seguro de que será genial. ¡Genial! ¡Y ahí voy a estar! —añadió animado.

—¿Saben? Estoy sorprendido de que Lorelei hiciera un pacto con Mammon, pero también estoy impresionado de que hiciera equipo con Levi, eso sí es una hazaña —comentó Asmo, todavía divertido con la situación.

Lorelei ni siquiera se molestó en decir más al respecto. Todo había sido raro y ahora tenía una marca a un lado de su ombligo de unos cinco centímetros con el símbolo de la avaricia. Lo único que tenía claro en esos momentos es que tenía que averiguar más las implicaciones de lo que había hecho. Llevaba menos de una semana con ellos, todavía no entendía muchas cosas y ya se había metido en una situación rara. No era tonta, en teoría tenía un conocimiento general bastante amplio y se estaba esforzando por aprender, pero la mayoría de las cosas no eran como ella esperaba. Además, aún le parecía difícil aceptar que lo sobrenatural existía y que no podía racionalizarlo todo.

—Sí, nunca creí que llegaría el día en el que una humana le ganaría a Levi, pero aquí estamos —dijo Satán, burlón.

—¿Disculpa? —intervino Levi, molesto—. ¡No te equivoques! Nadie me ha ganado, simplemente teníamos los mismos intereses y nuestro trabajo en equipo fue solamente eso, un trabajo por interés… quiero decir, ¿por qué querría yo involucrarme con una humana normie que no es otaku? ¡Jamás haría algo así! ¡Jamás! ¡Lo he dicho! ¡No soy un traidor de mi verdadero amor…! —comenzó a exclamar, alterado, pero fue interrumpido por Beel.

—¡Hamburguesas! —gritó el demonio de la gula, devorando todo lo que había en su plato.

—¡No! ¡Ese es tu verdadero amor, Beel! —se quejó Levi.

—Mmm, pues sí, cuando me da hambre pienso en ellas —aceptó el aludido, riendo un poco.

—¿Saben? Así como van las cosas, el resto de nosotros podría terminar haciendo un pacto con Lorelei si no tenemos cuidado con ella —molestó Asmo, volviendo a llevar la atención a la humana que se hundía cada vez más en su asiento—. Si pudieras elegir, ¿con cuál de nosotros harías un pacto ahora, Lorelei? —curioseó.

La aludida volteó a ver a los presentes y lo primero que pensó fue «Lucifer», pero le pareció una imprudencia hablar del demonio que no estaba presente.

—Satán —dijo sin pensar mucho más.

—¡Oh! —el rubio se sorprendió primero y luego frunció el ceño—. Si quieres un pacto conmigo, te costará muy caro. Mucho más caro que una simple tarjeta de crédito… Quizá, si me ofreces tu alma, podría considerarlo —dijo con seriedad, observándola de arriba abajo.

—No creas que podrás doblegarnos tan fácil como lo hiciste con Mammon, Lorelei —advirtió Asmo, dejando la actitud risueña para ponerse serio—. Tu alma es peculiar, ¿sabes? —añadió, mirándola fijamente. Los ojos del demonio estaban brillando con una luz rosa—. Pese a la broma que hice cuando nos conocimos, sé que tienes un alma, lo que sigo sin saber es por qué mi hechizo no funciona en ti… tu alma brilla, pero es oscura y eso es peculiar —le informó con tono suave y amenazante—. Como sea, es un poco ofensivo que pienses que el resto de nosotros somos tan estúpidos como ese remedo de demonio que llamamos hermano —añadió y tras parpadear un par de veces, volvió a la normalidad.

—No lo pienso…. —comenzó a decir Lorelei, pero el grito de Asmo la cortó.

—¡¿Por qué pegas?! —chilló el demonio, quien acaba de recibir un golpe detrás de la cabeza—. ¡No puedo creer que te atrevieras a golpear mi hermosa cabeza! —volteó a ver a Mammon con indignación—. Ni siquiera Lucifer se ha atrevido a hacer tal cosa, ¿por qué estás siendo así de violento conmigo, Mammon? —reclamó a su hermano mayor.

—¡Por llamarme remedo de demonio! Tú, cerebro de pollo —se quejó el aludido—. De hecho, debería de golpearlos a todos por la forma en la que se refieren a mí… todos se creen superiores.

—No es que nos creamos superiores… —intervino Satán, quitado de la pena.

—No, no, no creemos eso, simplemente pensamos que eres un completo imbécil —apoyó Asmo, mientras se sobaba la cabeza por el golpe recibido.

—¡Ah! ¡Eso es peor! Dejen de tratarme como si fuera estúpido —se quejó Mammon.

—Oh, temo que eso no es algo que vaya a pasar pronto, para que dejemos de tratarte como estúpido, deberás de dejar de ser un estúpido —le respondió el rubio.

—Nope, eso no va a pasar —se rio un poco Asmodeus.

—Mmm, esto está bueno —se escuchó decir a Beel, quien a esas alturas se estaba comiendo el plato de Lorelei, quien había perdido el apetito. Lo que inicialmente parecían unas vacaciones del mundo humano, se estaba volviendo un dolor de cabeza constante. Quería convencerse de que los hermanos no eran del todo malos, pese a ser demonios, pero cada segundo que pasaba se sentía atacada de alguna u otra manera. Había pasado ya tres años en un ambiente competitivo en el posgrado de la universidad y lo último que quería era seguir sintiéndose menospreciada por las personas que la rodeaban…

—Te lo mereces, Mammon. ¡LOL! —se burló Levi, sacando a Lorelei de sus pensamientos.

—¡Los odio! ¡A cada uno de ustedes! —masculló el aludido, molesto—. Nada de esto hubiera pasado para empezar si no fuera por culpa del bastardo de Lucifer. ¡Todo es culpa suya por quitarme la tarjeta de crédito! Me arrebató a Goldie, la secuestró en contra de su voluntad… mi pobrecita amada —se lamentó, sacando a la susodicha tarjeta para darle mimos como si fuera un ser vivo.

—¡Ugh! Iug… Por favor, no hables de tu tarjeta de crédito como si fuera una persona, es repugnante —se quejó Levi al presenciar aquella escena.

—Mmhm, sí, es asqueroso ver que comportas así por un feo trozo de plástico —apoyó Asmodeus.

—¡Cállense! —gritó Mammon, mirándolos ofendido—. Además, no puedo creer que cuando Lucifer dijo que la congelaría, lo decía de forma literal. ¡¿Quién congela en la nevera una tarjeta de crédito?! ¿En qué estaba pensando? ¿Era alguna clase de broma o algo? Porque si es así, es patético —comenzó a decir, sin percatarse que el susodicho iba entrando al comedor con un semblante serio—. Oh, supongo que se podía esperar algo así de su parte, Lucifer es como un abuelo, ya está viejito, ¿no? Sus bromas son de abuelito —se burló y comenzó a reír de sus propias palabras, pese a que sus hermanos permanecían serios.

—Buen día —saludó Lorelei al recién llegado, pero el aludido no le prestó atención, pues comenzó a reír.

—Jajaja. ¡Oh! Me duele el estómago por la risa —se quejó Mammon—, pero podemos estar de acuerdo con que Lucifer es un viejito, ¿no? —insistió, mirando a sus hermanos y preguntándose de dónde había provenido la risa que había escuchado junto a la suya, pues todos en la mesa estaban serios.

—¿Eso crees? —preguntó Lucifer, haciendo que su hermano respingara y volteara a verlo como si fuera un fantasma.

—¡Maldición! —se lamentó Mammon y apenas pudo cerrar los ojos cuando recibió el golpe en la cabeza—. ¡Ow! ¿Qué te pasa? No tenías que golpearme así de fuerte… —se quejó tras la agresión.

Lorelei ya no se inmutó, comenzaba a normalizar esos comportamientos por parte de los hermanos.

—… ¿Sabe? Es tan estúpido que es triste…. —suspiró Asmo, mirando a Satán y negando con la cabeza.

—Mmhm, no puedo creer que realmente sea nuestro hermano. Es como si estuviéramos pagando una penitencia con él o algo… —añadió el rubio.

—¡Ey! Los estoy escuchando —se quejó el aludido.

—Escuché lo que pasó, Lorelei. Aparentemente conseguiste doblegar a un demonio idiota y forjaste un pacto con él —comentó Lucifer, tomando asiento en la mesa para comenzar a desayunar. La aludida apenas volteó a verlo. Ahí iban de nuevo, a decirle que su mini logro, que no era tal, era todavía menos porque el demonio con el que había hecho un pacto era un bueno para nada…

—¿A quién llamas idiota? —se volvió a quejar Mammon.

—Tu oponente podrá ser un tarado, pero igual, acabas de llegar aquí, es tu primera interacción con demonios y has conseguido forjar un pacto en muy poco tiempo… —la volteó a ver y extendió la mano para levantarle la cara, sosteniéndola de la barbilla—. Bien hecho, Lorelei —la apremió, pero la aludida, se apartó, recelosa.

—No ha sido nada, fue mera coincidencia que las cosas se dieran así —respondió sin mirar a Lucifer. Sus palabras le producían cierto conforto dentro de toda aquella conversación sobre el asunto, pero no podía evitar estar a la defensiva a esas alturas.

—Como sea, imagino que Diavolo estará complacido con este logro y espero que sigas esmerándote y cumpliendo con las expectativas —añadió, ignorando el rechazo de la humana y enfocándose en comer tranquilamente, como si nada hubiera pasado.

La aludida cruzó miradas con Mammon y suspiró con fuerza. Llevaba tres malditos días ahí y ya se estaba sintiendo abrumada con la convivencia. Demasiada gente a su alrededor, demasiada presión, demasiados sentimientos que iban y venían sin darle tiempo de respirar. No estaba acostumbrada a eso, en el mundo humano tenía que convivir con varias personas por sus estudios y trabajo, pero al menos podía huir a su apartamento para estar completamente sola o enajenarse en algún rincón de la biblioteca. Sin embargo, ahí en Devildom, sus únicos momentos de paz habían sido al quedarse dormida.

—… Ey, humana, vamos, es hora de irnos a la escuela —la llamó el demonio—. No te quedes ahí sentada con la cabeza en las nubes, es hora de ir a clase, así que muévete —insistió Mammon, tomándola del brazo para sacarla de ahí sin más, ante la mirada divertida de sus hermanos.

Lorelei se dejó arrastrar. En general, estaba acostumbrada a que los demás dispusieran de ella como se les diera la gana y ella en el fondo no tenía demasiada voluntad, por eso se apartaba de todos, por eso se proyectaba como alguien autosuficiente que no necesitaba de los demás y no quería que nadie necesitara de ella.

—Puedo sola —dijo a mitad del camino, soltándose del agarre.

—En serio, ¿quién se cree ese tipo? —gruñó Mammon, aún molesto—. No puede pasar un minuto sin hablar de Diavolo. Siempre es Diavolo esto, Diavolo aquello, Diavolo, Diavolo, Diavolo…. —masculló, saliendo de la casa y siendo seguido por Lorelei, quien se acomodaba la mochila en el hombro—. Si Diavolo te dice que saltes de un acantilado para morirte, ¿harías eso también, Lucifer? ¿Hum?… —dijo al aire, como si tuviera a su hermano ahí frente a él—. ¿Aunque sabes qué? Conociéndolo, seguramente lo haría sin pensar —añadió, viendo ahora a la chica—. Como sea, desde que llegaste, humana, solo me han pasado cosas malas —la acusó—. Así que pongamos las cosas claras. No hice este pacto porque realmente quisiera y no estoy feliz con ello. Todo lo que hice fue para recuperar mi tarjeta de crédito… Mi adorada Goldie. Si algún demonio de la academia decide comerte, no me culpes, porque no me interesa un carajo protegerte, ¿entiendes? No te creas tan importante solo porque hiciste un tonto pacto conmigo, ¿queda claro, humana?

—¿Podrías llamarme por mi nombre, por favor? —pidió tras aquellas palabras y enfocándose en lo único que podía reclamar. Ya la estaban ninguneando lo suficiente como para que ni siquiera usaran su nombre.

—Vaya, parece que al menos tienes modales, ¿no? —se bufó el demonio—. Bien, ya que lo pides de forma tan amable, supongo que no me negaré. Te llamaré por tu nombre…. —comenzó a decir, pero luego se comenzó a reír—. ¡Mentira! Solo bromeaba, ¿en verdad pensaste que iba a acceder solo así? Serás tonta —se burló—. ¿Tú esperas que YO te llame por tu nombre? ¿Tú, insignificante humana? ¡Ja! No me hagas reír, ni en mil años haría tal cosa. Es mejor que entiendas cuál es tu lugar, porque si sigues diciendo cosas así, te volverás mi próxima cena… de un bocado, acabaré contigo con una sola mordida —le comenzó a decir, mostrándose serio y amenazante ante ella.

—Adelante —bufó Lorelei, rodando los ojos.

—¿Qué? —el demonio frunció el ceño—. Deja la tontería y escucha… deja de ser tan respondona y limitante a hacer lo que te digo, si lo haces, las cosas irán mejorando… —dijo, acercándose a ella de forma amenazante.

—¡Quieto! —bramó la chica con autoridad y, pese a lo que esperaba, Mammon se quedó paralizado, envuelto en una luz amarillenta.

—¡¿Qué carajo?! ¿Qué está pasando? ¿Por qué no me puedo mover? —se quejó—. ¿Qué me estás haciendo? ¿Estás usando magia contra mí? —preguntó molesto e indignado—. ¡Escucha…! Huma… Hu… —masculló, intentando llamarla humana de forma despectiva, pero no conseguía formar la palabra—. Lorelei —dijo finalmente—. ¡Maldición! No me digas que esto es por culpa del pacto, ¿de verdad?... ¡Arg! —gruñó y le miró de mala manera—. Bien, escucha, puedes controlar mi cuerpo y mis acciones, pero no mis pensamientos y soy dueño de mí mismo, y siempre lo seré, que no se te olvide, ¿entiendes? Huma… ¡Lorelei! ¡Lorelei! ¡Ama! —bramó con frustración.


Nota final:

Ya no sé qué decir. No sé que estoy haciendo con mi vida.