Héroes silenciosos
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.
Esta historia participa en el Reto #55: "No hay dos sin tres" del foro "Hogwarts a través de los años".
III
El arriesgado
Benjy Fenwick lo reconoció, aunque estaba bajo los efectos de la poción Multijugos.
Los ojos eran de un negro tan intenso que parecían dos pozos sin fondo, pero él sabía que en cualquier momento aparecería la miraba bicolor y la cicatriz que eran tan fáciles de reconocer. En los panfletos de «se busca» se hacía especial hincapié en esos detalles. «Los otros sanadores no tardarán en saber quién es», pensó Benjy.
Evan Rosier se había grabado la Marca Tenebrosa en el antebrazo después de salir de Hogwarts, creía en los ideales de los mortífagos, participaba en atentados tanto en el mundo muggle como mágico, pero no dejaba de ser su amigo.
«Nuestra amistad fue antes de que eligiera mi camino —aseguraba él. Habían acordado no hablar de la guerra. Cuánto menos supieran sobre el otro era mejor, pero Benjy guardaba la esperanza que volviera a ser su Evan, el chico de Hogwarts—. Primero eres tú; luego viene el resto.»
Se encontraban en la cuarta planta del Hospital San Mungo. La misma estaba destinada a daños provocados por hechizos.
—¿Por qué te arriesgaste a venir? —preguntó, cerrando discretamente la puerta. El pasillo estaba atestado de sanadores y familiares de las víctimas del nuevo ataque de los mortífagos—. Llamarán a los aurores en cuanto te descubran.
—Tenía que verte —susurró. La maldición lo mantenía casi inmóvil en la camilla. Benjy se preguntó si lo habían maldecido durante el ataque o él mismo se había hechizado para conseguir entrar en la cuarta planta. Porque Evan era así, impulsivo y errático—. No has contestado mis cartas.
—No he tenido tiempo. El hospital está lleno de víctimas. —Evitó decir: «por culpa de mortífagos como tú»—. Corres peligro aquí, Evan. Tienes que irte.
Sus dedos se cerraron en torno a su brazo como una garra; con voz seca, le dijo:
—Está en el cementerio de Little Hangleton. —Cualquiera que escuchara sus palabras, pensaría que estaba hablando del Señor Tenebroso y su escondite; Benjy, quien tenía años de conocerlo, sabía que no hablaba de él—. Su cuerpo está allí. La mató él en persona.
—Ya fuimos al cementerio de Little Hangleton y no encontramos sus restos.
—Está junto a la estatua de un ángel con una guadaña, oculta bajo una enredadera mágica —aseguró. Benjy quiso esquivarlo, pero Evan lo retuvo a su lado—. Me arriesgué al venir aquí y decírtelo. Jamás te mentiría. Dorcas Meadowes está ahí. Créeme, por favor.
—Te creo —respondió. Evan siempre le había dicho la verdad, incluso cuando Benjy no aprobaba su accionar—. Te sacaré de aquí y luego iré a buscarla.
—Está lleno de mortífagos —advirtió Evan—. No saldrás con vida de ese cementerio.
A Benjy Fenwick no le importaba perder la vida por recuperar el cuerpo de su compañera caída. Dorcas Meadowes merecía descansar en un campo santo, junto a sus padres fallecidos, no permanecer en el olvido. Él no había podido estar a su lado cuando luchaba hasta su último aliento; le debía una lápida en su honor.
