Disclaimer: Lo que diré a continuación, ya deben saberlo: Ningún personaje de Marvel me pertenece. Ésta historia es un medio de entretenimiento sin fines de lucro para su creadora. Bla-bla-blá.
Advertencia: Fanfiction Angst. Puede incluir contenido sensible. Referencia a abuso sexual de menores implícita, representaciones gráficas de violencia y referencias implícitas a trastornos metales.
Cronología: Basada en el universo cinematográfico de los Vengadores. Posterior a Civil War y Homecoming.
I: Si puedes soportar la ausencia.
— Peter…
Escucharlo suspirar le estremeció un poco más que el propio hecho de que usara su nombre de pila en lugar de su apellido.
— No puedo saber exactamente qué es lo que pasa por esa cabeza araña tuya en este momento pero recuerdo que hace algún tiempo también fui adolescente. —Este último comentario casi lo hace sonreír. Y de pronto es extraño porque las comisuras de su boca parecen bastante rígidas últimamente. — Y sé qué cada maldita cosa mala que ocurre puede parecer el fin del mundo pero…
Hay una pausa extraña. Luego aclara su garganta con carraspera y continúa.
— Pero incluso por más duro que parezca, siempre habrá una salida. Puede parecer apenas una grieta justo ahora pero pronto se abrirá un poco más y más. Y cuando menos lo esperes, esa grieta será ahora una nueva ventana y entrará más luz y yo…no sé si me estoy explicando sólo…tú sabes a que me refiero.
No. No lo sabía.
— Necesitamos que hables. Podemos ayudarte. Sólo…
Lucha contra su mirada empañada y los espasmos traicionándole. Lucha con fuerza, pero siente las lágrimas saladas de nuevo deslizarse por sus mejillas, pero se mantiene en silencio.
— Sólo vuelve Peter. Sabes dónde encontrarme.
El timbre le indicó el fin del mensaje de voz. Cortó la llamada al buzón y apagó de inmediato el teléfono. Era arriesgado mantenerlo encendido mucho tiempo, aún con el adaptador que anulaba su localización. Echó la cabeza hacía atrás, descansándola sobre el sucio colchón. Encogió más sus piernas contra su pecho y las envolvió con sus brazos mientras tomaba respiraciones largas y profundas, intentando controlar la insipiente angustia que arañaba su garganta y martillaba su corazón.
Estoy bien.
Tenía suficiente dinero para pagar la renta para ese fin de semana y aún le sobraban unos cuantos dólares para pagar la cuota de comida en el comedor comunitario. Sobreviviría. Se encogió un poco más, y de pronto su habitación en aquel hotel le parecía enorme para sí mismo, aunque era solo un cajón de 1.50 por 3 metros. Espacio suficiente para una cama y un pequeño buró, que era todo lo que 30 dólares la noche le podía brindar. Peter sabía que vivir en Nueva York era duro y costoso. Tía May lo mencionaba con suficiente frecuencia cuando lo veía devorar la cena sin masticar. Pero ahora podía entender cuán duro podía ser, e incluso atrapado en ese pequeño cajón sin ventanas se sentía más cómodo que nunca antes. Quizá nunca volvería a quejarse de su habitación.
Pero ya no es tu habitación.
El escalofrío recorrió su espalda y el hueco en su estómago regresó. Estaba olvidando como sonaba su voz. Cómo olía el departamento los sábados por la mañana cuando quemaba los panqueques de arándano o cómo se sentía estar entre sus brazos luego de haber tenido una pesadilla particularmente aterradora. Era como si su mente no pudiera grabar los detalles y se oxidaran de apoco en su mente.
Seis meses.
Tía May fue sepultada junto a Ben una mañana cálida de julio. El funeral fue apenas un borrón en su mente. May se aseguró de tener un servicio funerario pagado desde hace años atrás. La idea de May pensando en partir prematuramente lo aterró. Ella nunca le habló de ello. Peter no pensaba a menudo en la mortalidad de las personas a su alrededor, a pesar de que éstas seguían muriendo a un ritmo espantosamente rápido. Pero May se marchó sin siquiera avisarle. Peter evadió los servicios sociales durante meses e intentó mantener el departamento con la modesta herencia que le dejó May. Era solo unos cuantos ahorros en efectivo que mantuvo dentro de un joyero que Ben, años atrás, le regaló. El resto estaba en una cuenta de la cual no tenía acceso hasta la mayoría de edad. Así que intentó mantener su rutina: la escuela y a Spiderman. Continuó asistiendo a clases. Continuó patrullando. Intentó seguir sonriendo.
Peter no fue capaz de decirselo a Ned. Mucho menos al Sr. Stark.
Finalmente, el dinero no duró para siempre. Las cuentas eran demasiadas y la escuela, aun con su beca, mermó sus recursos más rápido de lo que planificó. Sus trabajos de medio tiempo, eventualmente, sólo retrasaron lo inevitable. Se encontró en las calles antes de lo que esperaba. Lo veía venir desde hace tiempo, pero vivirlo en carne propia distaba mucho de su imaginación. Pero continuó luchando.
Terminó la temporada escolar sin faltar a clases, y patrullaba lo justo para no preocupar al Sr. Stark, pero no demasiado para ahorrar las suficientes calorías para no morir por hipotermia. De cuando en cuando reunía suficiente dinero para pagarse unos días en este viejo hotel destartalado. No tenía calefacción, pero era casi como el cielo comparado con las calles frías de Nueva York en enero. Además podía lavar su ropa y tomar una ducha caliente. Así que si saltarse algunas comidas durante unas semanas era necesario para volver al calor de la habitación, lo haría.
El viento colérico retumbó en las viejas ventanas desde el pasillo, recordándole a Peter que más le valía cubrir su turno en el bar para poder pagarse las siguientes noches y seguir evadiendo la tormenta invernal. Podía tomar una ducha caliente y esperar hasta mañana temprano para desayunar en el comedor comunitario. Con suerte encontraría algunas buenas sobras en el bar y no iría a la cama con el estómago vacío.
Estaba bien.
Estaría bien.
Tenía un plan.
Revisó de nuevo el celular, como si este fuere a llamarle. La pantalla rota apenas proyectaba con fidelidad las imágenes. Ahora mismo, la imagen de una batería cargándose era todo lo que aparecía. Aprovechaba los días en el hotel para cargarlo antes de tener que volver a las calles. El frío no ayudaba a la longevidad de la vieja batería, pero programaba su tiempo encendido para que rindiera lo suficiente. Enviaba algunos mensajes a Ned de vez en cuando, para aparentar que todo marchaba como siempre, y luego lo apagaba hasta que de nuevo lo necesitara. Sabía que Ned estaba sospechando. Comenzaba a agotarse las ideas para evadir las visitas a su departamento, las excusas y mentira tras mentira con la que tapaba el cada vez más grande vacío que la ausencia de May dejaba. Tenía que sonreír cada vez que él le enviaba sus saludos o guardarse el regalo de cumpleaños para ella que Ned le dedico. Ned sabía que algo no estaba bien, pero era lo suficientemente educado para no preguntar demasiado. Conocía lo suficiente a Peter para no cruzar la línea. Eventualmente Peter le contaría.
O quizá no.
Ahora que el Sr. Stark lo sabía, Peter entendía que solo era cuestión de tiempo para que Ned y el resto de la escuela lo supieran también.
Resopló cansado recordando esa llamada.
Un par de semanas atrás, una noche particularmente ajetreada, perdió la noción del tiempo. Evitó unos cuantos atracos y luego se vio metido en una pelea entre pandilleros. Debió dejarlo de lado. Pero una chica terminó en medio de los dos bandos, cuando iba camino a casa. Le recordó tanto a MJ que Peter no pudo mantenerse al margen. Era un héroe testarudo. Debía salvarla. De hecho, lo hizo. Pero no fue así su bazo. O algo cercano a él. Una puñalada profunda en su torso y una paliza después, Peter terminó en un viejo callejón, rogando que su curación acelerada –que durante los últimos meses había menguado demasiado- hiciera su trabajo. Olvido que Karen tenía protocolos. Olvido que era mitad de semana. Olvido que era un adolescente que debía tener una tía esperándole en casa. Envió a buzón varias veces al Sr. Stark antes de desactivar su traje y geolocalización.
Luego, esa llamada lo despertó.
Peter no reflexionó demasiado sus respuestas. La voz aterrada de Karen en sus oídos lo despertó. El sol pegaba en su cara y estaba demasiado débil para procesarlo. Era Tony. Él había ido a su departamento. O el que se suponía, era su departamento. Pero él no estaba ahí. May tampoco. Una familia puertorriqueña ahora habitaba su viejo hogar. El portero le contó todo.
Estaba jodido.
Seguía jodido.
"Dime dónde estás y llegaré en un minuto", le dijo. Peter no contestó. Sabía lo que eso significaba: servicios sociales. Entraría al sistema, sería dado en adopción; quizá en Nueva York, quizá al otro lado del país. Y todo orquestado por el héroe de su infancia. Así que entonces, Peter desapareció. Tres días atrás escribió un correo a Ned con una disculpa desde la biblioteca pública más lejana a su alojamiento. Se aseguró de tranquilizarlo y decirle que estaría bien, que no debía buscarlo, qué no precisaba ayuda. Y hasta un par de horas antes, no sabía nada más de su mundo. Encendió su celular asegurándose que su señal no era rastreable y escucho su buzón de voz. Había un par de mensajes más, pero no podía arriesgarse a ser rastreado.
Estaría bien si mantenía un bajo perfil y le daba unas vacaciones a Spiderman. No le vendría mal, a decir verdad. Cada vez más sentía como su cuerpo le pedía más y más descanso. Cuando no estaba durmiendo, estaba trabajando o buscando cualquier oportunidad honesta de ganarse un par de dólares extras. Ahora mismo, debía levantarse, tomar una ducha y marchar al bar. Limpiaría retretes y lavaría la loza hasta que el bar cerrara, alrededor de las 4 a.m., para regresar al hotel y dormir hasta las 8, que era la hora que el comedor comunitario abría. Era comida casi gratis en buenas proporciones. En teoría era gratis, pero Peter nunca se sintió cómodo sin dejar algo a cambio. Así que aprovechaba cada vez que tenía oportunidad de visitarlo y tomar una comida decente. Eso le daría energía para ir a los almacenes a ayudar a descargar mercancía. Un trabajo pesado pero le daba, con suerte, unos diez dólares en un par de horas. Eso más el sueldo del bar le ayudaría a solventarse la siguiente semana. Sonaba a un plan.
La rutina lo mantenía cuerdo.
Tomó unas cuantas respiraciones más antes de erguirse. Su visión se nubló ligeramente cuando su cuerpo cambió de posición. El mareo que también le acompañaba ya le era familiar. Se recordaba a sí mismo mantener una dieta lo más variada posible, pero los vegetales frescos y la carne eran caros y difíciles de mantener en condiciones sin una nevera propia, obligándolo a alimentarse de todo lo que podía contener una lata o algunas sopas instantáneas. Recontó sus reservas una vez más. Tres sopas instantáneas, un par de latas de tomates y cuatro paquetes pequeños de galletas. Todos ellos recientemente caducados, cómo todo lo que ahora podía comprar. Mucho le serviría para ahorrarse algunas comidas completas si las cosas se complicaban, pero siempre racionaba su consumo hasta conseguir un poco más.
Peter se hizo de nuevas costumbres que nunca imagino. Ahora mismo iría a tomar una ducha caliente –bendita agua caliente- y aprovecharía para recargar todas las botellas de agua posibles. Eso le permitía tener una reserva cuando fuera momento de volver a la calle. Domir en callejones le ahorraba mucho efectivo, pero debía gastar un poco más en comida para matenerse caliente y activo. Guardaba tanto efectivo como podía para emergencias: medicamento, ropa adicional u hospedaje.
Actualmente, se encontraba en dicha emergencia.
La tormenta invernal azotó con fuerza la ciudad. Su metabolismo araña no ayudaba: le era imposible termo regularse. Lo sabía, pero el primer año, bajo el techo de May no era mucho problema tomar más cobertores e incluso subir un poco la calefacción. Intentó alargar su estancia en las calles lo más que pudo, hasta que la noche anterior la pasó en vela porque ni usando toda la ropa disponible a la vez lograba generar una temperatura decente para conciliar el sueño. Decidió, entonces, era momento de refugiarse. El clima debía mejorar para el martes según las noticias, así que tenía que trabajar muy duro este fin de semana y reducir su ingesta de alimentos al mínimo para guardar cada centavo y asegurarse una noche cálida dentro del viejo hotel.
El pasillo le recibió con unos grados más abajo y el olor a detergente barato que Peter recordaba. Se dirigió a uno de los tres baños comunes que podía usar como parte de su renta. Tomó una larga ducha que disfrutó demasiado. El agua caliente le devolvió algo de calor a su cuerpo. De vuelta a su habitación tomó más capas de ropa antes de salir y un poco de efectivo para cualquier emergencia. Guardó bien su traje de Spiderman en los plafones y aseguró la puerta. Las calles le enseñaron a desconfiar más de la cuenta.
Un mecanismo más de sobrevivencia.
El resto de la noche transcurrió como un borrón rápido. Entre el calor del bar –gracias a la multitud de personas– y el trabajo, Peter no notó la hora hasta que escuchó la música apagarse y los bancos chillando contra el suelo al ser apilados. En algún punto logró rescatar un puñado de aros de cebolla en buen estado y algunos trozos de queso intactos que llegaron entre los platos sucios. El bar no servía comida, más allá de algunos aperitivos para acompañar las bebidas, pero Peter aprendió que cuando las personas están lo suficientemente ebrias suelen olvidar la comida. Peter no interactuaba mucho con el resto del personal. Parte de ello, porque el dueño sabía que podía meterse en problemas si tenía a un menor de edad trabajando dentro y por otra, no quería responder preguntas.
Era mejor así para todos.
Peter se retiró del bar tan pronto el reloj marcó las 4. A partir de ese momento su tiempo de descanso era contado, y a decir verdad, estaba a punto de desplomarse por el cansancio. Salió por la puerta trasera del bar, que, para ese entonces, estaba desierto. Si el dueño se enteraba que salía por el frente, perdería su trabajo. No podía arriesgarse, de cualquier forma. Caminó el largo trayecto desde la puerta de servicio del establecimiento hasta la salida a la calle abierta. El callejón estaba húmedo y frío. Si no hubiese estado sumido en sus pensamientos, seguro hubiera identificado sin problemas la situación.
Lástima que no fue así.
Justo un par de metros antes de llegar a la zona iluminada de la acera, dos siluetas estaban de pie juntas, en una posición tensa. Una de ellas, más alta, parecía intimidar a la más baja, de la cual asumió, provenían los lamentos susurrados. El hormigueo sobre su espalda concluyó el resto. Caminó con más cautela mientras se acercaba. Maldijo que ahora mismo estaba como civil y solo era Peter Parker, pero no podía cerrar los ojos y dejar a la mujer que, luego encontró, estaba siendo asaltada. Peter había frustrado más asaltos en a su corta edad que muchos oficiales de policía que llevaban toda una vida de servicio.
Identificaba a los cobardes que sólo gritarían un poco y al ver que el enfrentamiento era inminente, huían. Estaban también los que, nerviosos, cometerían un par de errores de los cuales aprovecharse para salvar la situación. Y luego estaban éstos: los temerarios. Los que les daba igual a quién se cargaran de por medio, así fueran solo unos cuantos dólares. Peter lo supo desde que le escuchó hablar. Esos eran los peligrosos.
— Hey, ¿cómo está todo por aquí, eh?
Peter escuchó su voz temblar ligeramente al hablar. Se sentía desnudo ahora mismo. Por lo general, no le importaría hacer un par de bromas cuando arribaba un asalto, pero ahora mismo sólo era un chico de quince frustrando un asalto. Detectó el cuchillo en la mano del asaltante, en una posición amenazante.
— ¿Quieres que te vacíe los bolsillos a ti también? ¿Eh?
Peter tragó saliva con dificultad, pero sonrió, ignorando la amenaza del hombre.
— No creo que nadie quiera que lo hagas amigo.
— No soy tu maldito amigo, niño.
La mujer lo observó como si estuviese demente. Algo dentro de ella le recordó a May: quizá un deje de preocupación maternal por el que cruzó unos segundos en su mirada. Peter se acercó con lentitud, sintiendo su corazón martillear con fuerza. Hubiese sido fácil lanzar una telaraña directo a sus brazos e inhabilitarlo, pero con sus lanzadores guardados y sin una máscara, tenía que ingeniárselas para buscar ayudar sin delatar sus habilidades.
— ¿Por qué no nos tranquilizamos, bajas ese cuchillo e intentas hacer las cosas bien por una vez en tu vida?
— ¿Qué? —la mujer chilló, casi sin creer lo que un niño de la edad de Peter le acababa de decir a un asaltante que le doblaba en peso y edad.
El hombre se dibujó una sonrisa lobuna. Entonces todo falló. El cuchillo se levantó hacia la mujer, y en un intento de protegerla, la bolsa fue arrebatada de su mano, mientras que la hoja afilada abría en su abdomen bajo una herida de cuatro pulgadas de largo. Fue todo tan rápido ante sus ojos, que se sintió terriblemente humano. La mujer soltó un alarido frustrado cuando el hombre golpeó el abdomen de Peter con tanta fuerza que lo dobló sobre si mismo, tumbándole en el suelo.
Cuando por fin logró incorporarse, el hombre no estaba más allí, y la mujer lloraba amargamente en la esquina.
— Eres un idiota —masculló —tenía gas pimienta en mi bolso.
Peter articuló, como si fuera a protestar contra su reclamo, pero entendió que la mujer acababa de perder sus pertenencias y la posibilidad de defenderse, por su culpa. No se atrevió a preguntar cuanto llevaba en el bolso, o para qué usaría ese dinero. La observó llorar amargamente de impotencia unos momentos, mientras grababa en sus párpados el dolor y la furia de la mujer. No pudo hacer más que disculparse torpemente antes de salir corriendo dando tumbos, de vuelta al hotel.
Eres un idiota.
¡Hola gente!
Tenía un tiempo con esta historia guardada. Honestamente no creo que vaya a ser tan larga, pero necesitaba sacar la idea de mi mente y ver cómo funcionaría. Lo siento si los capítulos son cortos. Es el primer Irondad/Spiderson que escrito y si, Mizu, esto es tu culpa. Espero abordar algunos tópicos esenciales de la relación de ambos personajes. Si, habrá angst –porque no sería un fic mío sin algo de angst de por medio- pero será solo por un tiempo. Peter siempre la ha tenido complicada, pero Tony a su manera, también. Ambos se necesitan el uno al otro y espero, de todo corazón, que la disfruten.
Sé que son tiempos complicados para todos, y solo me queda desearles con el corazón en la mano, que estén bien, y estén a salvo. Y que la ficción nos ayude a olvidar un poco los problemas en nuestra realidad.
Espero sus comentarios.
¡Hasta la próxima!
Bethap
