La empresa, Joyerías Nolan, era un negocio familiar muy exitoso de la ciudad de Maine, administrado por David Nolan, diseñador de joyas y administrador de empresas quien tomó las riendas del negocio después de que su padre estuvo a punto de llevarlo a la quiebra, pero por los excelentes conocimientos de administración de David que se apoyó en su padrino, Henry Mills, también muy conocido en el mundo de los negocios y muy prestigioso en la sociedad de la ciudad, quien lo ayudó a que la empresa saliera del mal momento, convirtiéndose en dueño de la mitad del negocio y a su vez cedió su lugar a su hija menor Regina Mills, también diseñadora de joyas y administradora de empresas, oficio que aprendió de su padre a quien tanto amaba.
Regina y David habían sido amigos inseparables desde pequeños, aunque David era cinco años mayor, pero eso no era impedimento para ninguno de los dos, por lo que no fue para nada complicado llevar a la joyería a vivir los mejores momentos de gloria con su administración conjunta, era la mezcla perfecta entre sensibilidad y fortaleza, David muy entregado a su trabajo, inteligente, tierno, sensible, paciente, pero a la vez con un carácter fuerte, seguro de sí mismo y muy decidido, además de alto, rubio, de ojos azules como el cielo y una mirada muy intensa y profunda, en fin muy guapo, la sensación entre todas las mujeres de la ciudad; Regina era la temperamental, la pasional, la atrevida, la ocurrente, muy inteligente y también muy dedicada al trabajo, una muchacha muy atractiva, elegante, de cabellos negros como el azabache y de ojos café y en cuestiones de admiradores no se quedaba muy detrás que digamos.
Era la fiesta del cumpleaños 25 de Regina y sus padres, Henry y Cora y su hermana Zelina, quien la quería mucho, le prepararon una fiesta en la mansión de la familia Mills con muchos invitados, empresarios amigos de la familia quienes respetaban mucho al Señor Mills por su bondad y entereza en los negocios, además de varios amigos de Zelina y Regina los que estuvieron más que complacidos con la invitación.
Regina se arreglaba en su habitación, había decidido usar un vestido blanco de encajes, cuello de tortuga, desmangado que se ajustaba muy bien a su figura y resaltaba todos sus atributos de mujer, tenía que ser la sensación de la fiesta, era su día y no esperaba decepcionar a sus invitados, pero en especial quería ver la reacción de cierto rubio de ojos azules que no tardaba en llegar y a quien no podía esperar para bailar con él y no despegarse ni un segundo, las joyas que luciría hoy habían sido precisamente un regalo de su amigo para este día tan especial, un juego de collar, aretes y anillo de oro blanco y diamantes aguamarina muy finos, elegantes y sencillos, especialmente diseñado por él, a gusto de su amiga, sabía perfectamente lo que le gustaba, a veces hasta la sorprendía con ciertos detalles de lo que le gustaba sin que ella misma lo supiera aún, allí en su tocador terminando de dar los toques finales a su maquillaje y a su cabello, el cual luciría suelto, con ondas en las puntas y el resto lacio, su rostro y sus ojos se iluminaron como perlas preciosas de solo pensar en su amigo y que pronto lo vería.
Cuando bajó las escaleras, su padre la esperaba en el último escalón, no se equivocó, todos quedaron atónitos con su presencia, parecía una reina, mientras descendía, hizo escáner visual entre los invitados, pero no encontró lo que buscaba, o mejor dicho a quien buscaba, no había llegado aún, no podía ser posible, David siempre era de los primeros en llegar a sus fiestas de cumpleaños, pensaba mientras dibujaba una tierna sonrisa para la recepción de los invitados.
Pasadas unas dos horas de que la fiesta hubiese comenzado, aún David no llegaba y esto había apagado un poco la felicidad de Regina, no había querido probar bocado por este motivo, cuando de pronto se abrió la puerta, por fin, lo vio, había llegado, estaba ahí, pero no había venido solo, llevaba del brazo a una mujer, las alas del corazón de Regina se cayeron de golpe, era Mary Margaret Blanchard, hija única de uno de los socios de su padre, Leopoldo Blanchard, dueño de una de las empresas productoras de vino más prestigiosas y exitosas de toda la región.
Se hizo la desentendida y evitó cruzar miradas con los recién llegados, actitud que no pasó desapercibida por David, había pasado el niágara en bicicletas para llegar a la fiesta, unos días antes Mary, su compañera de la universidad, le había pedido que la llevara a la fiesta pues su auto estaba roto y no sabía para cuándo lo podía tener de vuelta, creía que valía más la pena comprarse uno nuevo que reparar este, pero era una sentimental, ese auto había estado con ella desde hacía muchos años y por ahora no lo quería sustituir, entonces cuando David había llegado a la hora acordada para ir a la fiesta, notó que a su auto se le había descompuesto un neumático y a esas horas tuvo que, con su hermoso atuendo ponerse a solucionar el problema, tardó una eternidad y terminó arruinando su vestuario, cuando alistó el auto, tuvo que regresarse a su departamento para cambiarse de ropa, pero no tenía nada listo para la ocasión, con tan buena suerte, Mary insistió en acompañarlo a su casa, fue su heroína porque lo ayudó a planchar un traje que no había usado en mucho tiempo y estaba muy olvidado en su closet, hasta que todo se puso a su favor y pudo al fin llegar a la fiesta de su amiga, que conociéndola muy bien sabía perfectamente que estaría molesta por su tardanza y no se equivocó, cuando entró a la mansión lo primero que vio fue a Regina, le quitó el aliento por un instante, sus pupilas se dilataron, su corazón se aceleró y sus piernas parecían gelatina, estaba deslumbrante, con razón en un pequeño recorrido entre los invitados, todos la miraban como queriéndola devorar, pero eso, él no lo permitiría, planeaba enmendar su tardanza una vez que la sacara a bailar y le confesara su mayor secreto, mismo que había tenido oculto en su corazón durante toda su vida y no había pensado en revelarlo por el miedo que le daba a recibir una respuesta negativa y eso no era lo peor, temía mucho que se quisiera alejar de él para no verla nunca más y eso sí lo mataría, no podía vivir sin su amiga, pero a juzgar por la mirada que le había evitado en el momento de su aparición en la puerta, las cosas habían comenzado muy mal, decía sin que Mary, quien todavía estaba tomada de su brazo, se diera cuenta y juraba que conocía muy bien esa evasiva por parte de Regina, la presencia de Mary y agarrada muy animosamente de su brazo no favorecían para nada.
Mary desde la universidad le había puesto los ojos encima a David y Regina, con su olfato de mujer lo notó inmediatamente los vio juntos una vez, incluso, le encantaba molestar a su amigo con el tema, quien se cansaba de repetirle, que aunque ella estuviese de verdad interesada en él, no era correspondida, estas palabras aliviaban mucho a Regina, no le gustaba como Mary la miraba cada vez que estaba con David, parecía que si las miradas mataran hacía mucho que hubiese estado muerta y por supuesto a Regina no le importaba puesto que, quien iba del brazo del rubio era ella, pero ahora que la situación era del otro modo, su sangre le hirvió por dentro, tenía la extraña sensación de que su cumpleaños se había acabado de arruinar, pero para no ser descubierta miró a su alrededor rápidamente, vio al sheriff del pueblo quien no le sacaba los ojos de encima y le hizo una señal para que se acercara a ella.
David quiso ir corriendo a darle una explicación por todo, quería que nada arruinara su fiesta, no permitiría que esa hermosa sonrisa se le borrara de los labios, pero sobre todo quería que esos celos evidentes, mismos que trató de esconder solo que le era casi imposible, frente a sus ojos, Regina Mills era transparente; no pudo porque al parecer el sheriff Graham se le había adelantado.
"señorita Mills, primeramente, muchas felicidades, está usted muy bella hoy", dijo muy coqueto.
"muchas gracias", respondió Regina, era muy cortés.
"¿me concede el honor de bailar conmigo?", le preguntó y ella aceptó no sin antes percatarse de que David había querido ir hacia donde ella estaba.
Bailaron varias canciones, al parecer el sheriff no quería separarse de ella, David estaba que echaba chispitas de los celos, su rostro se enrojecía por momentos, no podía evitar estar muy contrariado, las conversaciones con varios conocidos del mundo de la joyería lo ayudaban a disimular, pero era imposible, hasta que a Mary se le ocurrió invitarlo a bailar, no podía ser peor su situación, sabía que esto sellaría para siempre su sentencia de muerte con su amiga.
Aún Regina bailaba y se empeñaba en no mirarlo, así ocurrió durante casi toda la fiesta, no lo miraba y cuando le veía intenciones de acercarse a ella, iba hacia otro sitio, o se movía de lugar, el caso fue, que los que conocían muy bien su relación, percibieron su tensión y comenzaron a sospechar, la primera fue su hermana Zelina quien a su vez era su amiga.
"hermanito, no había tenido el placer de saludarte", dijo Zelina acercándose a David y ofreciéndole una copa de vino, él sabía que el gesto era solo un pretexto, que pronto se acercaba el interrogatorio, para el que no estaba muy listo que digamos.
"hola, Zel, gracias por el vino, la fiesta les ha quedado formidable…", Zelina lo interrumpió.
"¿problemas en el paraíso?", preguntó muy sarcástica, era común el sarcasmo en la familia Mills por lo que ya estaba acostumbrado, e intentó mantener la calma.
"no sé de qué hablas", su tono era muy pausado.
"por favor David, todos se han dado cuenta, mi hermana ni te ha dejado acercártele, después de tu evidente llegada tardía y tu muy buena compañía", explicó sin más preámbulos.
"todo tiene una explicación", no quería darle explicaciones a nadie más que no fuese a quien él le interesaba que supiera.
"sus celos son evidentes Dav, ¿hasta cuándo van a seguir con este jueguito ustedes dos?", no paraba de molestar.
"no es el momento, ni el lugar para discutir ese tema", respondió muy serio.
"¿y cuándo, según tú?, ¿cuando alguien venga y te gane la pelea?, la vida solo te da una oportunidad y al parecer ustedes la están desaprovechando", Zelina había hablado de más, sus palabras no pasaron desapercibidas por David quien inmediatamente habló sin esperar.
"¿estamos, Zel?, ¿crees que sienta lo mismo por mí?", quedó totalmente descubierto, Zelina se aprovechó de la situación.
"ves, tengo razón, la amas, no lo puedes negar", cambió rápidamente el tema, hablar de los sentimientos de su hermana por el rubio no era asunto de ella, pero si podía dar un empujoncito, no haría daño alguno.
"Zel, esto es serio, deja de molestarme", a David se le quería salir el corazón.
"hasta un ciego lo puede ver David, mi hermana está que arde en celos porque llegaste con Mary y ni siquiera has ido a hablar con ella, ¿qué esperas?", dijo Zelina entre dientes para no quedar descubierta.
"no me ha dejado acercarme y me muero por tenerla cerca Zel", dijo como quien suelta un peso muy grande de sus espaldas.
"lo sé, lo sé, pero si te atreves a decir una sola palabra de esto, te juro que te mato", lo amenazó Zelina mientras veía como David se alejaba.
Regina conversaba con unos inversionistas, pero no se sentía muy bien solo que trataba de disimular, cuando sintió que unas manos muy conocidas la tocaban por el brazo, estaba de espaldas y no pudo anticiparse, estaba ahí, ya no había nada que hacer.
"¿interrumpo?", dijo mientras se acercaba aún más, podía sentir que suavemente la sostenía por la cintura, agradecía mucho su presencia se sentía mareada, agotada, débil y no sabía cómo saldría de esa situación, aunque estaba furiosa por los celos, no podía negar que necesitaba que viniera a su rescate, además de haberlo extrañado como a nadie.
"no, para nada", dijo ella presentándole a las personas con quien conversaba con una sonrisa en los labios.
Rápidamente David se incluyó en la convesación, la cual no tardó mucho en terminar hasta que en un momento que no se percataron se habían quedado totalmente solos y David no perdió el tiempo.
"no había podido decirte que estás deslumbrantemente bella hoy y por cierto, Feliz Cumpleaños", dijo con un brillo intenso en los ojos.
"gracias, tu tampoco te ves mal, ahora dime, ¿tu cita se aburrió de ti?", no podía ocultar sus celos.
"no es mi cita Regina, solo hice el favor de traerla", su voz parecía muy pausada, pero tenía un torbellino dentro, es que acaso no se daba cuenta que solo tenía ojos para ella, pensaba, no le parecía que era el momento para decirlo, todavía la notaba muy furiosa y no terminaría bien.
"¿bailamos?, le preguntó, no hallaba la hora de bailar con él, lo había deseado desde muy temprano en la fiesta y al fin lograría lo que quería, pero un mareo arrebatador la traicionó al punto de casi caer, gracias a que David la sostenía no ocurrió, además, también evitó que se dieran cuenta, quedaban pocos invitados, pero aún la fiesta no acababa.
"¿Regina?", su miedo era perceptible.
"estoy bien David, solo necesito un poco de aire, ¿me acompañas?", su debilidad era evidente y a David no le podía mentir.
Pasaron el resto de la fiesta en el jardín de la mansión, sentados uno al lado del otro, ella apoyaba su cabeza en su hombro y él la sostenía por la cintura, era el lugar más seguro donde había estado, no quería que terminara jamás, pero seguro Mary lo esperaba.
"ya es tarde David y mañana debemos trabajar", dijo apartándose de su abrazo, lo amaba tanto que cada vez que se separaban una parte de su corazón se iba con él y la que quedaba se partía en mil pedazos.
"tienes razón, nos vemos mañana en la oficina", dijo acercándose a ella para darle un pequeño beso en la mejilla y alejándose, mientras mayor se hacía su distancia sus ojos la traicionaban y las lágrimas no se contenían.
Las próximas dos semanas, Regina se las pasó evadiendo encotrarse con David, porque sus repentinos mareos, cansancios, agotamientos y los repetidos insomnios que estaba experimentando, se hacían cada vez más presentes, no quería que la viera así, no sabía qué tenía, se había hecho un chequeo de rutina, no creía que fuese algo que con un tratamiento no se resolviera y así pasaron los días sin verlo y extrañando su presencia irremplazable en su vida.
David sabía que algo andaba mal con Regina, además de que ya casi no se encontraban en la empresa, cuando estaban a punto de verse sentía claramente como ella lo evadía, pero también la notaba un poco pálida y había perdido peso y que él supiera ella no se interesaba por perder peso, hacía ejercicios y era muy saludable, además estuvo aquel mareo de su cumpleaños, tenía que hacer algo para hablar con ella.
Esa tarde habían terminado todos sus compromisos y ya podía irse a descansar, había sido un día cargado de reuniones y sinceramente estaba muy cansado, así que recogió todas sus cosas, cerró su oficina y se disponía a salir de la empresa cuando vio la puerta de la oficina de Regina entreabierta y escuchó su voz, esta era la oportunidad que tanto estaba esperando, pensaba antes de tomar aire para enfrentarse a ella, sus nervios lo traicionaban cada vez que la veía y ya no lo podía disimular más, hasta que finalmente se decidió y tocó la puerta.
"adelante", dijo Regina levantando su cabeza para dirigir su atención a la persona que estaba por entrar.
La puerta se abrió para dejar frente a sus ojos al motivo de que su corazón se paralizara cada vez que lo veía, sus nervios se disparaban y no podía controlar su cuerpo.
"David, ¿necesitas algo?, siéntate", su tono de voz fue como el que habla con un desconocido.
"¿me preguntaba si podemos cenar juntos hoy?", preguntó sin dejarse de alarmar por verla distinta, algo andaba mal.
"¿Mary Margaret te permitirá que cenes con tu socia?", preguntó con su ya tan familiar sarcasmo, pero siguió hablando, "llegaron tan animados a mi fiesta, hacen una pareja muy bonita", enseguida se maldijo por estas palabras, sus celos la estaban manipulando.
"Regina", intentó hablar, no pudo.
"no sabía que tenías secretos conmigo", lo estaba provocando, ¿dónde estaban sus nervios?, pensaba sin dejarlo de molestar.
"Regina", volvió a llamarla, sabía perfectamente cuál era su juego, al que no cedería.
"seguro debe estar esperando por ti, aún es temprano, pueden disfrutar la tarde juntos", seguía ardiendo en celos, su rostro ya se había enrojecido dejándola totalmente descubierta.
"¿por qué no me dices lo que realmente quieres decir, Regina?, no le des más vueltas", respondió encendió la hoguera de la furia de ella.
"¿perdón?", había comenzado la batalla.
"sí, ¿por qué no dices que te estás muriendo de los celos por haberme visto entrar a tu fiesta del brazo de otra mujer que no fueras tú?", no pudo contenerlo más y lo dijo mientras ella se paraba de repente y un fuerte mareo la balanceó y tuvo que sostenerse con fuerza del borde de su buró, su corazón dio un vuelco, no podía verla así.
"¡REGINA!", gritó David corriendo para auxiliarla y la sostuvo para que no cayera.
"estoy bien, ya pasó", dijo sentándose lentamente.
"¿cuánto tiempo llevas…", quiso preguntar David, pero el teléfono de Regina anunciaba una llamada.
"hola, Zel, ¿qué sucede?, …. estaré ahí en diez minutos", fueron las únicas palabras que pronunció Regina cuando colgó el teléfono y la vio comenzar a recoger sus cosas.
"¿sucede algo?, ¿te acompaño?", dijo sin recibir respuesta por parte de Regina.
"me tengo que ir David", su voz estaba quebrada, su hermana la había preocupado.
David la observó irse sin poder objetar, sus últimas palabras lo dejaron paralizado sin saber qué hacer, la preocupación en el rostro de la mujer que amaba no ayudaba en nada y cuando salió de sus pensamientos se dirigió a su departamento, por fin podría descansar, aunque Regina no se iba de su mente.
Los diez minutos más largos de la vida de Zelina fueron aquellos que tuvo que esperar por su hermana en el hospital, el doctor de la familia los había llamado, necesitaban estar todos para lo que tendría que decirle a Regina, pero hasta que ella no estuviera se reusaba a mencionar palabra, toda la familia Mills estaba allí, solo faltaba Regina, por fin, cuando llegó todos entraron al consultorio del doctor que los conocía a todos y en quien más confiaban, su rostro era muy serio como de quien no quiere decir algo muy malo, su expresión no lo traicionó porque efectivamente lo que tenía que decir era muy malo, ¿cómo le diría a Regina?, pensaba mientras observaba todos los ojos puestos sobre él, hasta que se decidió a hablar.
Después de una media hora de estar conversando con la familia Mills, la puerta de su consultorio se abrió dando paso a una Regina anegada en llanto, estaba contrariada, triste, desorientada, no era justo lo que le estaba ocurriendo, salió del hospital y comenzó a caminar sin rumbo, salieron tras ella y cuando vieron su auto se preocuparon, intentaron llamarla, pero había apagado su celular, era claro que quería estar sola por lo que no siguieron insistiendo, regresaron a la mansión y decidieron hacer un té para relajarse, ahora más que nunca tenían que estar fuertes para Regina, los necesitaba, era duro e injusto, pero no podían tirarse a morir, no ahora, así pasaron varias horas sin saber de ella, y no podían aguantar la espera, Zelina fue la primera que se desesperó, rápidamente tomó su teléfono para llamar a la única persona que podía ayudarlos.
David estaba recostado con un libro en su regazo, en el zofá de su apartamento, había tanta paz, cuando su teléfono anunció una llamada, lo tomó y al ver quien lo llamaba su mundo se derrumbó.
Llamada telefónica:
"¡Zel!, ¿qué ocurre?", dijo aterrado, lo primero que vino a su cabeza fue Regina.
"¿Regina esta ahí contigo?", dijo Zelina sin saludar si quiera, estaba desesperada.
"no, la última vez que la vi estaba yendo a tu encuentro", explicó David.
"sí, la vi, estábamos todos en el hospital para recibir los resultados de unos estudios que se hizo el mes pasado", explicaba Zelina, con cada palabra que escuchaba a David se le pertía el corazón y eso que todavía no terminaba, "salió corriendo prácticamente del consultorio de nuestro doctor de la familia después de haber recibido la peor noticia de su vida…", hizo una pausa que a David no le gustó para nada.
"¿Zelina estás ahí?, ¿qué noticia recibió Regina?", su angustia era mucha lo que animó a Zelina a hablar por fin, se estaba debatiendo, pero sabía lo mucho que David amaba a su hermana.
"a Regina le diagnosticaron una enfermedad terminal David, le pronosticaron menos de un año de vida", diciendo esto, el timbre del departamento de David se escuchó, él que no sabía cómo reaccionar se levantó lentamente sin colgar y Zelina pudo escuchar claramente el sonido de la puerta abriéndose.
"¡Regina!", dijo David e inmediatamente Zelina se apresuró a terminar la conversación, ya sabía dónde estaba su hermana, pero antes pronunció sus últimas palabras.
"David, por favor, no le digas que te dije", sus lágrimas habían comenzado a brotar por sus mejillas y David tuvo que encontrar fuerzas de donde no las tenía para enfrentar lo que estaba ocurriendo en su vida.
"no te preocupes", fue lo último que pudo decir antes de colgar y de inmediato tenía el cuerpo de Regina encima llorando desconsoladamente, temblaba como si tuviese frío y casi ni se podía sostener, por lo que David la cargó entre sus brazos y cerró la puerta para dirigirse al sofá con ella en brazos, quien se aferraba con fuerzas a su cuerpo, no lo quería soltar, ni separase de él nunca más, sin duda alguna era ahí donde quería estar, pero no iba a sentenciarlo a vivir con una condenada a muerte como ella, lo amaba tanto que no podía atarlo, quería que fuera feliz, aunque fuese sin ella, eso le partía el corazón.
David no sabía qué hacer, no podía llorar, se suponía que no sabía nada, aunque ganas no le faltaban, la mujer que había amado siempre se le iba la vida y lo peor era que no podía hacer nada, quería ser capaz de quitarse la de él para que siguiera viviendo, pero sabía que no era posible, lo que sí podía hacer era estar con ella, no dejarla, lo quisiera ella o no, ahí estaría, no tenía ningún lugar mejor adonde ir, ahora menos la presionaría con su amor, era más importante acompañarla, que recibiera todo el apoyo, entre él y toda su familia harían de sus últimos días un paraíso.
Pasaron unas largas horas aferrados uno al otro, en un silencio sepulcral, hasta que David sintió que el peso de Regina se duplicaba, señal de haberse quedado dormida, lentamente la cargó y la llevó a la cama, poco a poco desprendió sus brazos de su abrazo para que estuviera cómoda pero en el proceso se despertó.
"no me dejes sola, por favor", fue lo único que dijo.
"jamás, no me separaré de ti nunca más", diciendo esto ya no pudo contener las lágrimas, se acostó a su lado, se aseguró de que había cerrado sus ojos nuevamente, seguro ni había escuchado sus últimas palabras y lloró en silencio, todos los sentimientos contenidos los sacó y el llanto no cesaba.
A la mañana siguiente cuando despertó, ya Regina no estaba, al parecer había aprovechado que el cansancio lo había vencido para marcharse y decidió levantarse para comenzar su rutina diaria e ir a trabajar.
Regina llegó a su casa y al parecer nadie había dormido esperándola, lo sabía porque todos estaban en la sala sentados y con los ojos bien abiertos, entró a la casa como si nada estuviese ocurriendo, subió a su habitación, demoró unos minutos para después bajar a la sala, donde el panorama no había cambiado y al ver sus rostros se paró delante de ellos para que escucharan bien lo que diría.
"primeramente, buenos días, quiero que sepan que no estaré en una cama esperando que llegue la hora de morir", dijo con mucha decisión y continuó, "todo seguirá como hasta ahora y quiero que no paren sus vidas por mí, que seamos felices durante mis últimos días", alguna lágrima se le escapó, pero no se detuvo, "no quiero caras tristes y además no quiero que se vuelva a tocar el tema de un tratamiento, no me someteré a ninguno", fueron sus palabras mietras su familia se levantaba de los muebles de la sala y se dirigían a la cocina a prepar el desayuno, mismo que transcurrió en total paz y armonía.
David ya estaba en su oficina cuando recibió una llamada de Zelina y de inmediato dejó todo lo que estaba haciendo.
Llamada Telefónica:
"buenos días Zel", repondió muy cordialmente.
"buenos días, ¿por alguna casualidad has hablado con mi hermana hoy?", preguntó sin ambages.
"no pude", no explicó más.
"llévatela lejos David, no sé, invítala a un viaje", dijo Zelina y David estaba muy confundido con lo que estaba escuchando.
"mi hermana quiere estar aquí, sin cambiar su rutina de vida hasta que llegue el momento", estas últimas palabras le oprimieron el corazón y por fin David entendió a lo que se refería.
"¿te refieres a que la lleve a hacer algo extraordinario sin que me delate que lo sé todo?", preguntó David.
"quiero que mi hermana se deje de ser tan terca y pase sus últimos días contigo, David, ¿acaso quieres que te explique con manzanas?", Zelina se exaltó ante la falta de atrevimiento de David, por los mil dioses se amaban y la oportunidad de vivir ese amor estaba a punto de írseles de las manos, no era posible que se quedara tan tranquilo.
Hubo un silencio antes de que alguno contestara.
"pasar los últimos días con Regina es como un sueño hecho realidad Zel", todo su amor retumbó en el corazón de Zelina, ahora con más razón tenía que insistir en que estuvieran juntos.
"tonto, ¡cuelga esta llamada y ve a conquistar a la mujer que amas!", exclamó Zelina tomando la iniciativa de colgar la llamada.
Al colgar el teléfono, el corazón de David era una constante lucha interna, pero un ligero toque en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
"¡David!, ¿estás ahí?", preguntó Regina y entró a la oficina sin esperar respuesta, sabía que él estaba ahí.
"buenos días, luces mejor hoy", no sabía lo que debía decir.
"buenos días, ¿puedo sentarme?", preguntó, David asintió con la cabeza, cuando estuvo frente a frente con él, se debatía, no sabía cuál sería la reacción que tendría, lo que iba a decirle no era fácil, pero tomó valor y al fin habló.
"llévame de aquí David", al fin lo había dicho, era una idea que le estaba rondando la cabeza, amaba a su familia, pero David era el hombre que había amado toda su vida y pensó que quizás sin decirle nada podría pasar los últimos días que le quedaban a su lado.
"te llevaría hasta el fin del mundo si me los pides, Regina", era lo que quería escuchar y así prepararon todo para un viaje por el mundo.
Fueron a Venecia, a Roma, a Paris, a Londres, a China, durante todo ese viaje David se encargó de reservar en los mejores hoteles y de ir a los mejores restaurantes, siempre pedía su opinión sobre las habitaciones, pero ella siempre respondía lo mismo, quería dormir en la misma habitación que él y en la misma cama, la oportunidad de disfrutar de su calor en las noches no la perdería por nada, nunca él hizo algo para molestarla o insinuarle nada sobre sus sentimientos por ella y mucho menos que tenía conocimiento de su estado de salud, ella tuvo mucho tiempo para aprender de su enfermedad, quería saber cómo enfrentar los síntomas que pronto aparecerían, solo que no dedicaba mucho tiempo en pensar en el futuro, su presente era lo importante y ahora estaba viajando por el mundo con David y él se había desbordado en atenciones con ella, por ahora, era muy feliz, no podía pedir más.
Llevaban ya once meses de viaje y los síntomas de la enfermedad de Regina se habían agudizado, aunque ella trataba de disimular, los dolores que enfrentaba eran insoportables, la dejaban casi sin fuerza en las noches, los mareos se repetían por lo que él jamás la perdía de vista sin que ella se diera cuenta, sufría mucho entre sentir su sufrimiento como suyo propio y no poder decirle lo que realmente sentía por ella, su corazón cada vez se partía más en pedazos, habían sido los meses más lindos y felices de su vida, tenerla a su lado era grandioso, pero tortuoso a la vez.
El último lugar que tenían planeado visitar era Brasil, habían disfrutado de las hermosas playas, el Cristo Redentor y el ambiente de carnaval ya se hacía cada vez más perceptible, por lo que también disfrutaron de los festejos, Regina cada vez más cansada y aún así David no desaprovechaba una ocasión de tomarle fotos, la miraba con tanto amor como si quisiera detenerla para siempre en sus pupilas.
Esa noche después de haber salido un poco temprano de admirar los fuegos artificiales que acompañaban los tradicionales bailes de zamba y haber bailado también, regresaron al hotel, el malestar de Regina se hacía cada día más obvio, ya no lo podía ocultar, por eso le insistió a David para regresar más temprano.
Cuando se preparaban para dormir, Regina estaba sentada en una esquina de la cama esperando a que David saliera del baño, minutos después la puerta se abrió, ella se levantó de la cama y lo tomó del brazo para detener su paso, quería que estuvieran frente a frente, lo miró intensamente, lo que vio le partió aún más su corazón, pero hizo que todas sus dudas se disisparan para lo que estaba a punto de hacer.
"¡David!", llamó su atención.
"estoy frente a ti", con esa respuesta le dio seguridad.
"¿si te pido algo, no te irás a dormir a otra habitación?", comenzó a tantear su terreno.
"de esta habitación no me movería ni aunque me echaras", su respuesta fue muy contundente.
"¿me harías el amor?", había soñado con estar en sus brazos, pero cuando las circunstancias eran otras, ahora, como sabía que su cuerpo se agotaba con cada día que pasaba, no dejaría pasar esta oportunidad, esta noche quería entregarle todo su amor aunque fuera por primera y última vez, sus pensamientos terminaron cuando sintió que David atenuaba las luces de la habitación y se acercaba para abrazarla, ese abrazo era tan añorado por sus cuerpos que ninguno de los dos supo distinguir entre estar en el paraíso o en la tierra, así ocurrió el resto de la noche se amaron con tanta intensidad como si sus vidas dependieran de ello, como si no existiera un mañana, qué irónico para Regina estas palabras no eran tan hipotéticas.
Se habían quedado dormidos, pero unos minutos después, Regina abrió los ojos sin querer sobresaltar a David, se levantó de la cama y comenzó a escribirle una carta, cuando terminó, la colocó en la mesita de noche quería que la viera y se volvió a costar, esta vez muy suavemente colocó su cuerpo encima del pecho descubierto de David, dejó un beso encima de su corazón, respiró su aroma y cerró sus ojos por última vez.
A la mañana siguiente David notó que el cuerpo de Regina yacía sin vida y la abrazó anegado en llanto, quería tener la oportunidad de grabar este momento para siempre en su memoria, pasados unos minutos decidió avisar a su familia y al hospital más cercano para hacer los trámites correspondientes.
La familia Mills quiso que cremaran el cuerpo y le dieron la oportunidad de que él escogiera dónde lanzar las cenizas, y así lo hizo.
Al volver a la habitación quiso acostarse a descansar había sido un día extremadamente agotador y fue cuando vio la pequeña carta que Regina le había escrito, la abrió con los ojos ya llenos de lágrimas y comenzó a leer.
Amor mío:
Han sido los meses más bellos de mi vida, haber tenido la oportunidad de pasar mis últimos días a tu lado me convierte en la mujer más feliz del mundo, siempre te he amado y creo que no podría amar a nadie como te amo a ti y sé que tú sientes exactamente igual que yo, esta noche todas mis dudas, las que siempre tuve con respecto a nuestro amor te encargaste de borrarlas con cada beso que me diste, me hiciste sentir una verdadera mujer, la más feliz y la más amada, ruego para que vuelvas a enamorarte de una mujer que te merezca, será la más afortunada por tenerte, te amo y siempre te ameré, tuya por siempre, Regina.
Y así, con el corazón partido, David, pasó la noche antes de volver a casa, habían sido las vacaciones más maravillosas de toda su vida.
