Wey, tengo un madral de fics sin terminar, pero me dió el atacado artístico con un dibujo que ví hace poco XD
Ya, perdón, lo tengo. Este One Shot es mi segunda historia explícita con... Esperen, ¿Esto tendrá lemon? Ni idea XD
¿Saben que noté? Que no aproveché mucho a Hiccup híbrido. Y lo amo, lo amo mucho, así que, sí, este fic, será raro.
¡Pero no demasiado!
Universo: Alterno.
Rating: M
Resúmen: Un dragón aterra al pueblo de Berk, un dragón que puede transformarse en hombre. Para tratar de negociar con él, los habitantes le dan una ofrenda.
" Ustedes, humanos... Me insultan con esta ofrenda cruel."
Basada en la viñeta de snowandmonsters en Tumblr.
Berk estaba aterrorizado y harto. No sabían exactamente qué hacer a este punto. La criatura que vivía en el bosque estaba causando demasiados problemas, pero hoy, la muerte de un grupo de leñadores fue la gota que derramó el vaso.
En un principio se trató de un rumor. Apariciones aleatorias a personas que salían por la noche, borrachos, veladores, granjeros que olvidaban algo en los graneros y deseaban recuperarlo, o gente con insomnio. La criatura solía robar animales medianamente grandes como cerdos o incluso enormes sacos de semillas, aunque eso no era todo. A veces, solo a veces, llegó a robar pollos, pero solo unos cuantos, nada especial. Los escépticos creían que la enorme criatura de ojos verdes, negra como la noche, era un invento mediocre por parte de los alcohólicos, y que, el ladrón, no era más que un sinvergüenza que debía tener los pies muy ligeros.
Hasta que mató a alguien.
El cadáver del señor Buns se encontró en medio de la plaza. La sangre seca sobre sus heridas. El cuerpo estaba en un pésimo estado, alguien le había desgarrado el torso, los intestinos estaban revueltos y sobre la nieve de ese crudo invierno, como si alguien hubiera rebuscado en ellos. En su cara solo había una expresión de horror, los ojos muy abiertos, casi saliéndose de sus órbitas...
No había forma en la que un humano hubiera podido hacer esto. Eso había dicho el médico del pueblo y tenía razón. La herida tenía marcas de dientes, el cuerpo del señor estaba repleto de una sustancia viscosa y extraña, que era difícil de quitar y si se mantenía mucho tiempo, escocia la piel. Lo que sea que haya atacado al señor Buns, no fue humano.
Hubo pánico toda esa semana. Nadie salía de su casa. Los hombres no empezaban a preparar sus armas, los más adinerados sus rifles y los menos, algunas armas más burdas. No sabían a qué se enfrentaban, tampoco querían averiguarlo, solo querían que se fuera.
Los ataques solo sucedían de noche, así que, armándose de valor, varios hombres de distintas familias se organizaron para cazarlo. Lo que sea que sea esa cosa, no tendría oportunidad con más de diez hombres armados hasta los dientes, así estuvieron durante varios días, hasta que la cosa, finalmente se presentó.
Era enorme. Mas fuerte que diez hombres, tan alto que podía medir lo mismo que una cabaña. Negro como la noche y con los ojos verde eléctrico más brillantes que se hayan visto. Estaba cubierto de escamas, sus garras eran más filosas que cualquier cuchillo, estaba cubierto de sedosas escamas, que reflejaban hasta la más mínima luz. Sus alas batían el aire, exhalaba humo y sus dientes... Los dientes eran la peor parte.
La llama que disparaba era de tonos azules y morados. No quemaba como tal, no, parecía que lo que sea que la llama tocaba, lo derretía. La gente lo escuchaba rugir a veces, solo cuando estaba muy enojado; con el tiempo, fueron acostumbrándose al sonido que hacía él cuando aterrizaba en la aldea. Ese silbido que les perforaba los oídos y que indicaba que, a partir de ese momento, ya nadie podía salir de sus casas.
El dragón empezó a arruinar sus vidas lentamente. Los sobrevivientes a sus ataques dicen que él vivía en el bosque, y que solo bajaba cuando tenía mucha hambre. Había quienes aseguraban, que no era un simple dragón, si es que podía decírsele así, sino que parecía ser más bien un híbrido. Aseguraban que se trataba de un hombre, por increíble que pareciera.
Un hombre que se transformaba en dragón.
Así que Berk tenía un problema con un hombre dragón. Los otros pueblos solían tener vampiros o hombres lobo. Pero Berk tenía un hombre dragón. Uno temible que mataba a quien sea que se acercara al bosque.
Por eso estaban todos reunidos en la iglesia, el pueblo entero, tratando de buscar una solución. El sacerdote decía que si era verdad que el dragón era una especie de híbrido entre dragón y hombre, que entonces se debía tratar de un demonio. Entonces se le debía dar caza y quemarlo en hoja santa, pero, ¿Cómo hacerlo?
Otros dijeron que sería una buena idea ofrecerle una ofrenda y hacer migas con él. Antes de que tacharan de loco a Stoick, este aclaró su punto: si él dragón aceptaba la ofrenda, probablemente este bajaría la guardia. Eso convenció a varios, sin embargo, muchos todavía tenían sus dudas, ¿Qué podrían ofrecerle a un dragón? Únicamente comida y...
— Me ofrezco yo.— habló una joven al fondo de la iglesia. Todos se voltearon en su dirección.
Era Astrid Hofferson. La sobrina de Finn Hofferson, un vejete que apenas había muerto, seguro que su cadáver seguía algo caliente todavía; era una chica bastante linda, bien parecida, con el cabello rubio apretado en una sedosa trenza, con el rostro severo, pero con bellas facciones. A todo el pueblo le extrañó que esa muchacha decidiera ofrecerse como una ofrenda, porque, eso significaba la muerte. Seguramente el dragón la devoraría, la abriría como al señor Buns... O si era un hombre...
El pronóstico era malo de cualquier forma, ¿Por qué una chica de su edad (unos dieciocho años recién cumplidos) querría simplemente sacrificarse? Sí, era cierto que el haber vivido con su tío era horrible. No solo era una deshonra sino un lastre eterno y la principal razón por la que la chica no se había casado aún, pero, ella podría esperar a que ese señor muriera, ¿No? Astrid era tan bonita que no le costaría nada conseguir un buen marido.
La gente murmuraba. La criticaba, se preguntaba el porque. Astrid se mantuvo firme.
— ¿Por qué querrías eso?— preguntó Eret, un modesto leñador.
Astrid respondió de la misma forma fría con la que siempre contestaba.— Es la única opción para engatusar al dragón.
Todos volvieron a murmurar, esta vez con un poco más de fuerza. Astrid, sin embargo, se mantuvo el su posición.
— ¿Qué dice tu familia de esto?— preguntó Stoick, varios asintieron.
— Me quedé sin nadie cuando mi tío murió.
— Morirás, ¿Sabes eso?
Astrid asintió, orgullosa.— No me importa si así salvamos Berk.
Con eso, empezó la preparación.
La alimentaron durante diez días solo con frutas, únicamente podía beber agua o vino, para mantener su piel carne dulce (ideas de la gente), la bañaban todos los días, la perfumaron con cientos de esencias igualmente dulces y la obligaron a quedarse en su casa durante todo ese tiempo. Pensaron mucho en engordarla, sin embargo, el sacerdote se opuso, si esa cosa era un demonio o un sátiro lo más seguro es que le gustara mas la complexión delgada de la chica.
Así pues, llegó el día. Ese día, Astrid comió lo mismo, frutas con miel, acompañado de vino dulce; la bañaron, la perfumaron, la purificaron con un sauna, le untaron cosas para que su piel estuviera suave y tersa (más de lo que ya era) y le soltaron el cabello. La vistieron únicamente con sus calzoncillos y un vestido blanco, que era fino, muy fino, demasiado para el frío de otoño. Era un vestido sencillo, sin mangas, únicamente de tirantes, plano, sin bordados, que le llegaba a la mitad del muslo. No le dieron sus botas, iba a ir descalza.
En algún punto, la dejaron sola para que se despidiera de su casa. Lo hizo rápidamente, para después, tomar su navaja, la escondió entre sus precarias ropas y luego fue a por el hacha que se encontraba en la sala. El hacha familiar de los Hofferson.
Ella no iba a ser cenada esa noche. No. Su misión y la razón por la que se había ofrecido, era porque estaba dispuesta, no, decidida a matar al dragón.
Era la ilusión perfecta. Ese dragón no sospecharía de ella. No.
Sin que nadie la viera, salió de la casa para ir hasta la tarima con la que la llevarían hasta el bosque. Escondió bien el hacha debajo de esta y volvió a su casa a esperar.
La ataron de manos y pies a los extremos de la tarima, dejándola en una posición... Vulnerable. Le colocaron una corona de flores y sin más ni más, la llevaron justo antes del amanecer, al bosque. La dejaron en el mismo claro en el que los leñadores fueron atacados, le desearon suerte, para luego, muy a su pesar, irse. Una vez estuvo sola, Astrid agudizó el oído, esperando. Cerró los ojos para concentrarse mejor, esto podía salir o muy bien o muy mal.
Tenía que salir muy bien.
Por lo que esperó mientras la temperatura bajaba. Estaba aburrida, y sin duda no tenía miedo. Tenía la piel de gallina y en su mente estaba maldiciendo a las mujeres de la aldea por hacerla llevar tan poca ropa. Estaba ya dormitando, convencida de que ese dragón no aparecería esa noche, cuando lo escuchó.
¡CRACK!
Abrió los ojos de golpe, lo primero que vio fue el cielo, sin embargo, se seguían escuchando las ramas rompiéndose y algunos gruñidos. Astrid se tensó, empezó a buscar el cabo de la cuerda, tratando de liberarse para saltar sobre él, solo tenía una oportunidad. Una y ya.
Bajó la mirada cuando sintió aire caliente sobre su barriga. El dragón estaba ahí, tal y como todos lo habían descrito, solo que parecía ser más imponente en persona. El dragón resopló, tal vez con alivio, cuando la vio abrir los ojos; Astrid de todas formas no se movió, atenta a los movimientos de la criatura.
El dragón la olfateó un buen rato, no olía a miedo, lo cual era inusualmente extraño. Al contrario, olía bastante bien, de una forma determinada que le gustaba mucho, de igual forma, reparó en las cuerdas y en qué ella probablemente no vino hasta él de forma casual. Al contrario, alguien la había obligado a hacer esto.
No tuvo que pensarlo mucho para adivinar. Se trataba de una ofrenda. Miró a la chica y volvió a resoplar; meditó que hacer, si la liberaba en ese estado, seguro que la pobre chica no entendería nada, si no es que no lo estaba entendiendo ahora, además, sus garras y dientes le harían daño si intentaba liberarla de esta forma. Por lo que, decidió convertirse en hombre de nuevo, esperando no asustarla.
Ante los ojos de Astrid el rostro del dragón empezó a cambiar, las escamas se reducían considerablemente, dando paso a piel pálida y cabello castaño, los ojos verdes se transformaron completamente; primero disminuyeron de tamaño, después, las pupilas se dilataron, volviéndose redondas, al poco rato incluso se pudo ver la blanca esclerótica, dándole el aspecto de ojos humanos. Empezó a enderezarse, ya que su cuerpo, ahora el de un hombre, estaba doblado sobre la tarima. Era delgado y alto, con el torso descubierto y repleto de cicatrices. Astrid no pudo dejar de mirarlo a la luz de la luna, comprobando que, efectivamente se trataba de un hombre que se transformaba en dragón.
Una vez fue completamente hombre, él la miró y le alzó las cejas, como si la saludara. Astrid no le devolvió el gesto, al contrario, lo miró con algo de desagrado, para sorpresa del hombre dragón. Desvió su mirada verde a otro lado, inhalando hondo, seguía sin oler el miedo. Esa chica debía tener los nervios de acero.
Suspiró y decidió liberarla, de todas formas, no tenía ningún tipo de hambre ahora. Con cuidado fue deshaciéndose de las ataduras de la muchacha, quien lo miró confundida.
— Lo que sea que creas que haré. No voy a hacerlo.— habló. Astrid abrió los labios, impresionada. ¿Esa cosa podía hablar?— Ustedes, humanos... Me insultan con esta ofrenda cruel.— masculló con desagrado. No podía imaginarse a todos esos hombres, seguramente escogiendo a la chica más linda de toda la aldea para... Agh. Asco. Una vez terminó, le regaló una mirada severa, pero tranquila.— Vuelve a tu aldea.— le ordenó.
Dió unos pasos atrás, viéndola incorporarse, dudosa. En serio era bonita, y olía bastante bien, pero no aceptaría nada de esa aldea. Las personas no eran objetos de cambio...
Se giró, perdido en sus pensamientos, y ni bien lo hizo, un cuchillo le pasó rozando a un costado de la cabeza. Oh. Volvió la vista, sorprendido, Astrid tomó el hacha, amenazándolo con ella.
Ah. Una trampa. Suspiró de nuevo, no quería pelear con ella. No quería hacerle daño, seguro que un par de golpes bastarían para terminar matándola, y él no quería hacer eso. Así que optó por insistir en mandarla de vuelta a su casa.
— Vete a tu aldea.— sonó como un gruñido, Astrid no se movió.— ¿No me oíste? Vete.— Astrid, dió un paso hacia él, sin dudar.— Largo, antes de que cambie de opinión.— amenazó por última vez. Obviamente no iba a cambiar de opinión, pero...
La chica lanzó un grito de guerra antes de saltarle encima, lanzando hachazos a diestra y siniestra, los cuales él esquivaba con inhumana facilidad. Estuvieron un rato así, él insistiendo que ella tenía que irse y Astrid decidida a clavarle el filo del hacha en el cuello del joven, o del dragón, o lo que sea.
Lo único que logró, fue rasguñar su mejilla. Él gruñó enojado, atrapando el hacha con ambas manos, absorbiendo todo el impulso y fuerza de Astrid como si se tratara de nada. Volvió a gruñir, sonando como un dragón de nuevo, Astrid flaqueó un poco. No se veía como alguien viejo, sino como un joven en sus veintes, mucho menos tenía la cara de un monstruo, más bien, era bien parecido, con pecas plagándole el rostro.
— Vete. Ahora.— eso sonó más a una amenaza, Astrid trató de hacer fuerza y recuperar el hacha de entre las manos del híbrido, sin éxito.— ¡Largo!— bramó, arrojándola lejos, con mas fuerza de la que a él le hubiera gustado.
La arrojó tan lejos que el cuerpo de la joven se estrelló contra un árbol. El acto le sacó el aire y le hizo ver repentinamente todo de negro, de inmediato, él se preocupó. Oh no.
— ¡Ay no!— corrió hasta ella, en su auxilio. Bien hecho, Hiccup, la mataste.— No, no, ¡Lo siento!— la levantó y le buscó el pulso. Se alivio de sentirlo fuerte en su cuello.— Cielos, de verdad lo siento.— se disculpó en voz baja, miró a su alrededor, preocupado. Estaban lejos de la aldea y tenía que examinarla. Una parte de él le pedía verificar que ella estuviera bien, porque no solo estaba inconsciente, ¡Estaba helada! La chica podría resfriarse o algo peor.
La cargó en sus brazos y corriendo, se la llevó a su guarida.
Astrid despertó al poco rato. En un principio, pensó que estaba en su cama y que todo el altercado había sido un sueño, sin embargo, al abrir los ojos, se encontró a sí misma en una cama que no era suya, que era más bien un montón de mantas cocidas entre sí, rellena de algo suave, ¿Plumas? ¿Paja?
Estaba en una cabaña, lo sabía por las paredes de madera y por el espacio. La luz amarilla de un fogón en el suelo iluminaba la estancia y calentaba el lugar. Sobre las brazas había una olla grande y una tetera de metal. El silbido del vapor era lo único que se escuchaba.
Alguien le había arropado con una manta de piel. La cabeza le dolía horrores, se quejó por lo bajo, confundida, ¿Qué había pasado? Quizá alguien del pueblo la había encontrado en medio del bosque, después de que esa cosa la arrojó lejos. Suspiró frustrada, levantándose de donde estaba, con la manta todavía sobre sus hombros, algo mareada, quería convencerse que estaba de vuelta en el pueblo, sin embargo cada vez era más difícil creerlo. El lugar era demasiado rústico, incluso para una aldea tan alejada como Berk.
Caminó un poco por el lugar, aprovechando que, aparentemente, estaba sola. En las paredes había dibujos hechos a carbón, todos de dragones, dragones negros como él, así como de cosas que parecían más bien planos para inventos, como uno de una rueda hidráulica. Astrid frunció el ceño al ver la claridad con la que los dibujos habían sido hechos, admirando los detalles.
Así que, el dragón vive en una cabaña. Y al parecer, sabe dibujar y construye cosas. Bien, bien.
Llegó hasta un escritorio. Dónde había carbones y bastones de madera anudados a ellos, como si se tratarán de lápices, a un lado, estaba una navaja, probablemente para afilar el carbón. No lo pensó dos veces y lo tomó. Todavía no abandonaba la idea de matar a la cosa que la había raptado. Escondió el arma usando la manta y siguió husmeando por ahí.
Hasta que una voz le llamó la atención.— Veo que ya estás mejor.
Astrid dió un saltó, él estába sentado delante del fuego, observándola atentamente. Estuvo en la habitación todo el tiempo, en uno de los rincones, vigilandola, solo que al ser tan silencioso como un dragón, ella no le había visto.
La chica no respondió, solo le miró por un largo rato, apretando el cuchillo escondido en su mano.
— ¿No hablas?— le preguntó, ladrando la cabeza, con genuina curiosidad. Tal vez la chica era muda o sorda. Descartó lo último al ver que ella entrecerraba los ojos, con furia.— De acuerdo... Eh, creo que te debo una disculpa.— admitió, Astrid no podía creer que eso estaba actuando con tímidez.— No quería... Ya sabes, golpearte.— se rascó el cuello. Llevaba puesta ahora una túnica verde algo holgada.— Es que no mido mi fuerza.
Astrid no respondió. Observó como la cosa suspiraba de nuevo.
— Te diré que.— continuó, viendo que Astrid no respondía.— Puedes quedarte aquí hasta el amanecer. Después de eso, volverás a tu aldea, ¿De acuerdo? Hace frío. Hay depredadores, no es lugar para ti.— con la piel desnuda tomó la tetera de hierro para servirse algo de agua en una taza del mismo material.
Astrid casi quiso reír. Por los dioses, ¿Depredadores? ¡Pero si él era el depredador mayor! Parecía que él no sabía lo que estaba diciendo o que lo estaba diciendo por decirlo y ya. Igual, no le hallaba sentido a la hospitalidad y amabilidad con la que la estaba tratando.
Él se levantó y caminó despacio hasta ella. Fue ahí cuando vio que le faltaba una pierna, más específicamente, la izquierda. Su prótesis era extraña, muy distinta a la patas de palo que solían usar los cojos en su aldea. Se quedó a una buena distancia de ella, para tenderle la taza humeante.
— Es para tu cabeza. — explicó. Astrid dió un paso atrás, desconfiada.— Debe dolerte mucho. Esto calmará un poco el dolor.
Astrid no tomó la taza.
Él tomó aire.— Como quieras.— se giró y caminó de regresó al fogón. Astrid aprovechó ese momento de debilidad para atacarlo por la espalda, estuvo a punto de apuñalarlo cuando él se giró, con un movimiento hábil, detuvo su muñeca con fuerza, evitando el ataque.— Buen intento, pero necesitarás más que una navaja sin filo para, ya sabes, matarme.— dijo sarcástico, Astrid se quejó por lo bajo. Vio como él extendía su cuello y bajaba un poco el cuello de la túnica, exponiendo una cicatriz.— Créeme, lo sé.— con un gesto, la desarmó y le soltó la muñeca. Astrid, frustrada intentó abalanzarse a él de nuevo, esperando arañarle la cara, sin embargo, él volvió a bloquearla.— Oye, ya basta de esto. Empieza a ser irritante. — le sujetó las muñecas, tratando de no apretar demasiado para rompérselas.
Astrid rechinó los dientes, tratando de liberarse de su agarre. Viéndolo como algo inútil, dejó de pelear. Tal vez si él la soltaba o algo...
Hiccup se pensó en dejarla hacer, tal vez así, una vez que ella falle al tratar de matarlo, ella finalmente dejaría de insistir. La soltó, pendiente de sus movimientos, con las manos frente a él, esperando un golpe o lo que sea, sin embargo, dejó que Astrid le diera un puñetazo, dándole crédito para hacerla pensar que ella misma lo había provocado. El impacto lo hizo girar la cabeza y fue tal, que sintió e incluso escuchó que la joven se había hecho daño en la mano.
De todas formas, ella no expresó dolor. Hiccup volvió a la cabeza con una mueca. Auch.
— ¿Por qué quieres matarme?— preguntó tranquilamente, como si el golpe anterior no hubiese pasado. Se veía en su rostro una auténtica curiosidad, Astrid no lo entendió, ¿Era algo obvio, no?— Todos quieren matarme por algo, ¿Tú por qué? ¿Te hice algo alguna vez?
Hiccup la recordaría. Reconocería ese olor en cualquier parte.
Astrid habló por primera vez.— Estás destruyendo mi aldea.— masculló. Hiccup frunció el ceño, hum, eso no era suficiente razón, era demasiado genérica.— Te robas nuestra comida, matas a las personas sin razón...
Alto, eso no era del todo cierto. — No mato gente sin razón.— contradijo, Astrid chasqueó la lengua.— Solo me defiendo cuando me atacan. Lo cual, está siendo mucho más frecuente últimamente.— acusó, las mejillas de la chica se volvieron rojas de la ira.— Ya te dije que no mido mi fuerza, no sé si...
— ¡Le sacaste las tripas a un hombre!
Ah, eso.— Estaba robando.— se encogió de hombros.— Y los demás me atacaron, me dejaron herido, ¿Esperabas que me quedara ahí, esperando a que me maten?
— Huh, tal vez no tratarían de matarte si no robaras nuestras granjas.
— Bueno, tampoco es como que pueda bajar al pueblo y simplemente pedir las cosas, ¿O tú crees que me las darían?— recriminó, Astrid no creía que eso fuera motivo suficiente.— Además, deberían agradecerme. Es por mi que otros dragones no vienen aquí.— aseguró.
— ¿Agradecerte?
— Eso dije.
Astrid estaba que echaba chispas. Apretó los puños, pero al hacerlo, se formó una mueca de dolor en su rostro, Hiccup intentó alargar la mano para examinarla y verificar que no estaba rota, sin embargo, ella apartó la mano.
— No me toques.— siseó. Hiccup asintió, bien, lo que sea que tenga en la mano, podía esperar hasta mañana, ¿Cierto? Astrid reparó en que no tenía su hacha a la mano, ¿Dónde estaba? ¿Qué le había pasado? — Dame mi hacha.
— Ya te dije que no importa cuánto...
— Dame. Mi. Hacha.— repitió Astrid. Lo matara o no, la necesitaba de vuelta. Hiccup se giró y señaló un punto detrás de él. El hacha estaba contra la puerta, tenía suerte de que le haya llamado la atención, si no, él la hubiera dejado tirada en el bosque. Astrid fue hasta ella, aliviada de verla.
— Es una buena hacha, el hierro del que está hecha es bastante bueno.— señaló Hiccup mientras veía a Astrid sostener el arma, admirando su rostro de alivio.— Y es muy ligera y...— la chica le devolvió la mirada confundida. Hiccup sintió las mejillas arder.
— ¿Sabes de armas?
Hiccup asintió, un poco apenado.— Fui herrero antes de... Esto.— señaló su pecho, dónde se encontraba la herida que había iniciado todo. Astrid suavizó un poco la mirada.— Es... Complicado. Pero sí, sé algo de armas.
Astrid se fue acercando, ¿Herrero? ¿Insinuaba que él no había nacido así? Bueno, eso tenía algo de sentido, explicaba mucho, por ejemplo, los dibujos y la forma de vivir...
— ¿Fuiste...?— vaciló Astrid, sin saber exactamente qué era lo que quería preguntar. Hiccup la esperó a pesar de que no quería contar esa historia, en especial a una completa extraña. Aunque, si era honesto, hace mucho que no hablaba con alguien más de diez minutos.— ¿Qué eres?— preguntó con poco tacto.
Hiccup respiró hondo.— Ni yo lo sé.— se encogió de hombros y caminó de vuelta al tronco que servía como asiento frente al fogón, se sentó, observando las brasas.— Yo... Tenía quince cuando pasó. Una bruja atacó mi aldea y me maldijo.— dudó en enseñarle la marca, seguro que ella no quería verla. Tampoco había necesidad para hacerlo.— Creo que le pareció gracioso que me gustaran los dragones. Y para burlarse de mí, me convirtió en uno.— finalizó.
Astrid trataba de procesarlo.— ¿Y solo te conviertes de noche?
El muchacho negó con la cabeza.— No exactamente. En un principio sí.— buscó con la mirada el tarro con la mezcla de hierbas que la völva de su tribu le había dado.— Hasta que encontré una remedio que me ayuda a... Controlarlo un poco. Aunque, a veces es demasiado incómodo.— aunque la mayor parte de su mente era la de un hombre, había una buena parte también que era el mero instinto de dragón. La parte primitiva que lo volvía peligroso o extremadamente raro. No la odiaba, claro, esa parte le había ayudado a seguir vivo.
Nada que no pudiese controlar, además, justo ahora esa parte trataba de desviar la mirada a Astrid y fijarse un poco más en su cuerpo en lugar de solo su cara.
Cayó en la cuenta también de que no sabía el nombre de la joven. Quería saberlo, por lo menos para recordarla después de que ella se fuera en la mañana.
— ¿Y... Por eso vives aquí?— Astrid señaló todo el lugar. Hiccup asintió.
— Antes de llegar a este punto... Le hice mucho daño a mucha gente.— admitió, viéndose nostálgico. Definitivamente, Astrid no esperaba eso. Esperaba a un depravado, a un ser cruel y meramente animal, no a un chico solitario y melancólico.— Huí de mi aldea y estuve vagando por muchos lugares. Hasta que llegué aquí. Me gustó el bosque que tienen, es espeso, la aldea es silenciosa...
— ¿Por qué no tratas de deshacer el hechizo?
Hiccup negó con la cabeza.— Ya lo he intentado todo. Es imposible.— dijo con la cara perdida. Escuchó los ligeros pasos de la rubia acercarse, con cautela, Hiccup mantuvo la guardia, sabiendo que ella todavía llevaba el hacha entre sus manos.— ¿Estoy causando tantos problemas que decidieron enviarte aquí o algo así?
Astrid dejó de caminar.— Todos están asustados.— reveló, Hiccup torció el gesto. Sí, esperaba algo como eso.— Y no, yo fui la que se ofreció a venir.
Está vez, sí se permitió mirarla. Estaba más cerca, su olor le hizo salivar un poco. Ugh.
— ¿Y hiciste eso porque...?
— Nadie sabe cómo matarte. Alguien sugirió el negociar contigo. Darte algo...— Astrid se estremeció al decir eso último.
— ¿Y tú pensaste que podías matarme?
— Iba a tomarte por sorpresa.— confesó la rubia, bajó el arma y se cruzó de brazos. Con un movimiento de cabeza, se apartó algo de cabello del rostro, la ola de su fragancia le golpeó a Hiccup directo en la cara.— En algún momento iba a liberarme y luego...
— ¿Ese era el plan?
— Era mi plan.— puntualizó. Hiccup asintió, así que estaba trabajando sola. Vaya.
— Oh, bueno.— volvió la vista al fuego por un momento, el caldo que estaba preparando ya estaba próximo a estar listo.— ¿Que hubiera pasado si no se hubiese tratado de mi?— le preguntó, volviendo su cabeza hacia ella, quien arrugó la frente.— Quiero decir, pude hacer sido un dragón salvaje... O peor.— bajó la mirada. A juzgar por lo poco que la habían vestido, esos hombres no pensaban en ofrecerla como comida.— Pude haberte matado, no hubieras tenido oportunidad...— Astrid notó que en esa última palabra, el tono de su voz se volvió un poco más bajo y grave. Eso la hizo estremecerse a pesar de que no hacía frío y que no estaba aterrada en absoluto.
Pero tenía razón. Ella no hubiera tenido oportunidad contra él, era demasiado fuerte y extrañamente rápido. Aunque ella era buena peleando, él encontraría una forma de neutralizarla o doblegarla...
No fue un buen plan en retrospectiva. Pero no iba a admitirlo.
— No lo hiciste.— se encogió de hombros. Hiccup noto una nota de orgullo en su olor, cosa que casi lo hace sonreír. Astrid suspiró.— ¿Por qué?
— No ataco gente indefensa.— fue una respuesta simple, pero concisa.— En un principio creí que estabas indefensa. Además, no me agradó todo eso... Estoy abierto a negociar, pero no recibiendo a alguien a cambio.— volvió a recorrerla con la mirada, tomando nota de la mano enrojecida y las marcas de cuerda en sus muñecas.— Es por eso que te dejaré ir. Ve y diles eso.
Astrid negó con la cabeza.— No puedo volver.— Hiccup alzó una ceja.— No tengo nada porque volver.
— ¿Nada de nada? ¿No tienes familia, amigos...? ¿Prometido?— claro que una chica como ella debía tener a alguien a su lado, ¿No? No podía estar sola...
— No quiero casarme.— por lo menos, no con nadie de la aldea. Era mejor estar sola a estar con alguien que le doblase la edad o junto a sujetos inútiles, vio al joven, cuya cara reflejaba sorpresa, para luego forzarse a regresar la mirada a lo que estaba cocinando.
— Pues tienes que irte. No te puedes quedar aquí.— buscó una taza. La otra la había tirado cuando se defendió de su intento de asesinato.— Y vivir en el bosque no es una opción.— la encontró. Como hizo antes, se sirvió algo de la todavía silbante tetera. Astrid se preguntó cómo es que él podía tocar algo tan caliente sin quemarse.— Así que... Necesitas un nuevo plan.. que sí funcione está vez.
— ¿Te estás burlando de mí?
Hiccup sonrió.— Me burlo de tu plan.— se carcajeo, provocando que la chica volviera a enfadarse.— Era muy ingenuo, tienes que admitirlo, ¿Cómo ibas a saber que yo no iba a...?— no quería decirlo. No le parecía correcto.
Astrid tampoco quería oírlo.— Lo que sea.— espetó furiosa antes de agacharse por su hacha. No voltees, no voltees...— Me largo.— ya pensaría en algo. Cualquier cosa era mejor que estar ahí con él, si es que tenía nombre. Había sido muy considerado en llevarla hasta ahí y protegerla del frío, así como en no haberle violado o matado, incluso también por devolverle su hacha, pero no quiera estar más tiempo ahí. No lo soportaba.
Hiccup dió un salto.— ¿Estás loca? Está nevando afuera.— le recordó, Astrid volvió a colocarse la manta de piel y se colocó el hacha al hombro. Hiccup se levantó, una parte de él no quería que ella se fuera, le gustaba hablar con alguien a pesar de que parecía que no le estaba agradando mucho.— Te congelaras. Hay muchos peligros en la noche... ¡Ni siquiera sabes a dónde vas!— Astrid abrió la puerta, el aire frío le golpeó en la cara. Aunque no nevaba muy fuerte, estaba haciendo un frío de los mil demonios. No importaba, se acostumbraría, el caminar le ayudaría a entrar en calor. Empezó a caminar fuera de la cabaña, con los pies descalzos...
Algo la pescó por la cintura, lo reconoció como unos brazos que la sostuvieron fuerte incluso llevándola en volandas, Astrid pataleó, luchando por liberarse. ¿Que demonios le pasaba? ¡¿Por qué quería que ella se quedara?! ¡Él mismo dijo que no podía quedarse! ¡¿Qué más le daba que ella se fuera...?!
— ¡Suéltame!— forcejeó, rasguñaba los brazos de su captor. Perdió el hacha en el camino y la manta había vuelto a caerse.— ¡Que me sueltes!
Hiccup tenía que admitir que ella era muy difícil. Se movía mucho y sus rasguños eran molestos, la soltó una vez estuvieron de vuelta en la cabaña, pateó la puerta para cerrarla.
— ¡¿Qué carajos es lo que te pasa?!— exclamó Astrid, hecha una furia. Hiccup se fijó en uno de sus tirantes, que se había resbalado por su hombro, tragó saliva.
— ¿Oíste algo de lo que dije?— respondió, tratándola como si se tratara de una tonta, cosa que alimentó el odio que Astrid sentía por él en ese momento.
— ¡No necesito que te preocupes por mi! ¡Puedo cuidarme sola!— Astrid caminó hasta él e intentó apartarlo de nuevo. Hiccup le cerró el paso.— ¡Déjame salir, dijiste que...!
— Dije que podías irte en la mañana.— le recordó.
— ¡¿A ti qué más te da si me voy?!— le golpeó el pecho, Hiccup la tomó de las muñecas de nuevo.— ¡Suéltame, tú... Lo que sea que seas!
— Te irás en la mañana.— acercó su rostro al de ella, hablando con voz profunda. Astrid dejó de luchar contra él para mirarlo desafiante. En todo ese tiempo, ella no le había temido, cosa que Hiccup encontraba fascinate. Cualquiera estaría temblando de miedo, pero ella le sostenía la mirada, con valor, dispuesta a salir, a matarlo o algo similar.
Cualquiera le hubiera hecho caso, hubiera corrido a una esquina de la habitación y se habría hecho un ovillo, esperando a la mañana. Pero ella no.
— No.— espetó secamente, con valentía.
Necesitaba descubrir porque le parecía tan interesante que ella no le tuviera miedo. Porque su olor le parecía tan atrayente y porque, de hecho, le importaba su bienestar.
— ¿No te doy miedo?— usó su voz profunda de nuevo. Su voz de híbrido.
— No.— repitió Astrid. Ni siquiera al verlo convertido en dragón sintió una pizca de miedo. Tal vez curiosidad por su historia, por su pierna, por sus dibujos, pero no miedo.
Hiccup tembló. Estaba usando todo su auto-control para no lanzarse sobre ella.
— Deberías.— gruñó. Astrid flaqueó un poco al escucharle, volvió a estremecerse e incluso sintió que sus mejillas se calentaban sin que ella pudiera evitarlo.— Podría matarte, podría acabar con tu aldea en cualquier momento...— amenazó.— Sería fácil, muy, muy fácil...— se relamió. Tenía que soltarla, sabía que debía hacerlo. Si no lo hacía, esto acabaría muy mal. Terminaría dándole la razón a esos asquerosos aldeanos, él no era un monstruo...
Y no podía imprimarse de ella. No podría arruinarle la vida así. Ella merecía algo mejor que esto...
Astrid sintió la necesidad de alejarse o de acercarse. No sabía exactamente cuál quería hacer, solo sentía su pulso acelerarse y su respiración volverse errática. Tragó saliva, no sabía que el pulso de su cuello lo estaba enloqueciendo aún más, ya que lanzaba su olor mucho más rápido. Lo escuchó gruñir de forma casi gutural.
Y para sorpresa de ambos, ella jadeó.
— No lo harías...— fue lo mejor que se le ocurrió responder de forma retadora, Astrid tratando de conservar el control sobre la situación. La extraña situación en la que ahora estaba envuelta. Se fijó en qué él estaba muy interesado en sus labios, y que su mirada se había oscurecido, no solo eso, se estaba acercando, y apretaba un poco más el agarre en sus muñecas.
Cerró los ojos por instinto, sentía que el corazón le iba a estallar. Las piernas empezaron a temblarle, ¿Qué rayos estaba ocurriendo?
Sintió los labios de él contra los suyos. Eran cálidos, y aunque todo indicaba que eso sucedería, Astrid no estaba preparada para eso; se quedó quieta en un principio, porque, hasta ese momento, él tampoco se había movido. Se sobresaltó cuando él empezó a besarla de verdad ahora, sin saber que hacer, ¿Debía huir? Claro, tenía que hacerlo, debía hacerlo... Pero...
No quería hacerlo.
Con timidez, una muy impropia de ella, trató de seguirlo. Hiccup por su parte, se prometió a sí mismo que únicamente iba a besarla, nada más. Aunque mantener esa promesa sería difícil, en especial el ver que ella le regresaba el beso, volvió a gruñir, empezando a profundizarlo. Guío las manos de la chica al pecho de él, una vez lo hizo, llevó sus manos a su delicada cintura y la atrajó hacia él. Necesitaba tenerla cerca, sentir su calor. Clavó sus dedos en la tela, con posesividad, ganándose un gemido de sorpresa por parte de la rubia.
Maravillado por el sonido, repitió la acción, apretándola más contra su cuerpo. Ella volvió a hacerlo y Hiccup no pudo evitar introducir su lengua a la boca de la chica, sin avisar, con brusquedad; la hizo saltar, volver a gemir sorprendida. Él soltó una risa ahogada, comprendiendo que debía controlarse más, darle tiempo de acostumbrarse...
La notó ponerse de puntitas para alcanzarlo. Astrid no era tan baja, sin embargo, Hiccup sí era considerablemente mas alto; por lo que, para que ambos estuvieran más cómodos, él viajó sus manos hasta los muslos de ella, siendo está la primera vez en la que ella intentó separarse, algo molesta por el atrevimiento, hasta que él la levantó. Astrid se aferró a su cuello y abrazó el torso de Hiccup con sus piernas, quedando las cabezas de ambos, ahora sí, a la altura. Era más cómodo así.
Solo un beso. Uno y ya. Nada más... Vamos, Hiccup, eres fuerte, no puedes dejar que esto te...
Se separó, abrió los ojos para admirarla, teniendo en cuenta el riesgo. Sabía que si le miraba y ella no parecía disgustada, él no podría detenerse. Trataba de contener la respiración, pensando en qué no podía escogerla como su pareja solo por el hecho de que ella no le tenía para nada de miedo. Los furia nocturna solo eligen pareja una vez y él no podía, simplemente, escogerla.
Si era así, entonces ya no habría vuelta atrás para él. Quedaría prendido de ella para siempre. Estaba seguro que ella no quería eso...
Astrid le regresó la mirada, jadeando, intentando calmar su pulso, sin éxito. Sentía que estaba haciendo demasiado calor, mucho, mucho calor. Parpadeó repetidas veces, sin verse disgustada para nada. Al contrario, Astrid sentía que la sensación era placentera, no quería que se fuera, se enfadaría si se iba.
Dioses, no, no puede ser. La primer mujer que ves en días y tú te imprimas de ella. No, no, tienes que parar.
Está vez fue ella la que se acercó para besarlo, con más suavidad y delicadeza. Le correspondió.
¡Ella no sabe en lo que se está metiendo! ¡Tienes que detenerla! ¡Tienes que parar!
Fue aumentando el ritmo, a Astrid le tomó menos tiempo acoplarse está vez. Hiccup cada vez la sostenía con más fuerza, como si temiera que ella se fuera a ir, como si no quisiera que nadie más se la llevara, por muy absurdo que sonara; mudó sus besos a la mandíbula de la joven y fue bajando a su cuello. Su olor lo estaba volviendo loco, le nublaba la mente.
¡No, no! ¡Déjala tranquila!
Fue besando con necesidad, mordiendo de vez en cuando, ganándose suspiros por parte de ella, algunos chillidos de sorpresa, de gozo, incluso algunas risas. Hiccup a veces le hacía cosquillas.
En medio de todos los besos, él succionó una sección de piel con algo de fuerza. Astrid apretó los hombros de él, esa área estaba muy sensible, demasiado. Cuando él se apartó, observó con orgullo la marca rojiza que había dejado, decidió hacerle otra, otra y otra...
¡Ella no es de tu propiedad! ¡Para!
No, pero quiero que lo sea.
No contento con dejarle el cuello lleno de marcas, se siguió con sus clavículas, esta vez temblando un poco más y respirando lentamente. Primero besó la zona con delicadeza, inhalando, olfateando...
Dioses, quiero que tengas a mis bebés. Pensó su parte primitiva, tuvo que morderse la lengua para no decirlo en voz alta.
¡Ni siquiera sabes su nombre!
Esto lo frenó en seco. Cierto. No sé lo había preguntado. Alzó la vista de nuevo. La rubia de ojos azules le regresó la mirada, sonrojada.
— Dime tu nombre.— ordenó con voz ronca. Astrid parpadeó, cierto, ella no se lo había dicho.
De todas formas, ¿Por qué quería saber?
— Dí el tuyo primero — respondió. Él tampoco le había dicho su nombre, si es que tenía uno, claro.
Sonrió.— Hiccup.— mal nombre. Pero en la aldea de la que venía, los nombres eran feos para alejar a los trolls. Astrid creía que sus padres debieron odiarlo o que se le acababa de inventar.
Pero no quiso contradecirlo.— Astrid.— reveló al fin. Hiccup no podía creerlo, ella le hacía honor a su nombre.
De acuerdo, Astrid, quiero que tengas mis bebés.
Retomó su tarea. Astrid sabía que esto, técnicamente, estaba mal. Es decir, sí, esto era por lo que la habían enviado ahí, estaba cumpliendo su cometido; de todas formas, Astrid no había creído que de verdad iba a pasar. Si esto seguía así, él en algún punto le arrebataría su virginidad, ¿Que pasaría después de eso? No quería casarse pero, ¿Y si cambiaba de opinión? Entonces ya no podría casarse con nadie, peor aún, ¿Y si resultaba embarazada? No, no, no, ¿Cómo se tomarían todos en el pueblo el que ella estuviera embarazada de un sujeto que se transforma en dragón? La quemarían en la hoguera...
Sin embargo, al sentir los besos húmedos de Hiccup por encima del borde de la tela de su escote, no le importó en lo más mínimo. No veía tan malo que él la tomara en ese momento. Nadie tenía porque enterarse.
— Astrid.— la llamó, sacándola de sus pensamientos. Su nombre sonaba lindo en ese extraño tono de voz. Dirigió su vista, otra vez hacia él, se veía serio.— Necesito que me digas que pare.— habló sonando un poco... Extraño, como si estuviera conteniendo algo. Ella no lo entendió.— Pídemelo. Solo así podré detenerme, por favor...
¿Uh?
— ¿Q-qué?— balbuceó ella, sonando sin aliento. Los dedos de Hiccup se clavaron todavía más en los muslos de Astrid.
— Pídeme que me detenga.— repitió. Ya, sí, eso había quedado claro, pero, ¿Por qué?— Si no me detengo yo...— ¿Cómo explicarlo? Tragó saliva.— Si no me detengo, no seré capaz de alejarme de ti. No podré dejarte ir.— reveló. Astrid abrió los ojos ante tal confesión.— Quedaré prendido de ti, es algo que les pasa a... Los dragones.— se sintió ridículo. Seguro que ella creería que esto era una tontería.— Una vez que te elija... Yo no... Mi mente, la de dragón... Creerá que...— carajo, ¿No puede sonar menos aterrador?— creerá que eres de su propiedad. Creerá que eres mi... Pareja.— admitió al fin.
Wow.— ¿Pareja?— Astrid trataba de entenderlo, ¿Pasaría a ser de su propiedad? Sonaba como a matrimonio, ¿Que no era eso lo que decían en el juramento?
— Sí...— volvió a temblar. Mierda, la necesitaba demasiado, tanto que podía solo arrojarla en el suelo y... ¡No, no! Si ella decía que no (no, ella iba a decir que no), saldría de la casa. No soportaría estar en el mismo cuarto que en el de ella.— No quieres eso, ya no podrás volver a tu aldea y... Y...— ¡¿Por qué se estaba tardando tanto?! ¡¿No veía lo mucho que estaba sufriendo?! ¡Dioses, ella era afortunada de todavía tener la ropa puesta!— Dilo, dilo ya.
¿No volver jamás? ¿Quedarse para siempre? Podía acceder a detener esto, esperar a la mañana y volver a su aldea, su aburrida aldea, a una casa vacía, sin nadie que la esperara. Sin amigos. Solo con un hacha antigua.
Es más, seguro que si volvía, el sacerdote la quemaría o la sometería a juicio de brujas. Nadie iba con un dragón y sobrevivía.
¿Valía la pena volver? No. ¿Valía la pena quedarse? No lo sabía.
— Continúa.— susurró sin pensar. Hiccup la miró con horror, ¡¿Qué?! ¡Hace unos minutos ella le estaba golpeando, purgando por salir! ¡Debió entenderle mal! Sí, eso debió pasar.— Hazlo.
— No me estás entendiendo...
— Sí lo hago.— contradijo, para puntualizar su punto, bajó uno de los tirantes del fino vestido para liberar uno de sus pechos, dejando al castaño boquiabierto.— Hazlo.
No, no lo hagas. Ella no sabe lo que dice, no tiene idea.
Viendo que él estaba en shock, bajó el otro tirante, quedando desnuda de la cintura hacia arriba, su sonrojo aumento. Nadie nunca la había visto de esa forma, solo ella, el pensamiento de que Hiccup fuera el primero en eso, no le desagradó para nada.
— No...— insistió Hiccup.
— Hiccup. Quiero ser de tu propiedad. No me importa.— aclaró, en realidad sí le importaba. Mucho. Sin embargo, algo le decía que no era tan malo, que no sería tanto así, vamos, ¿Que tan malo...?
De acuerdo.
Atacó primero su pecho izquierdo. No era muy grande, había escuchado a las señoras del pueblo decir que tal vez no sería suficiente para el gusto de él, cosa que en un principio a Astrid le había dado asco. Ahora, sentía todo lo contrario, no solo eso, a Hiccup parecía gustarle el tamaño.
Mordía, lamía y besaba. Se detenía en su pezón y jugaba con él, por extraño que eso pareciera, incluso pegaba su boca a él y succionaba como si fuera un bebé hambriento. En más de una ocasión intentó decirle que no importaba cuánto insistiera, no habría leche, sin embargo, apenas era capaz de articular palabra. No paraba de gemir y jadear. Hubo un punto en el que él se recargó en la puerta de la entrada, para estar más cómodo, Astrid, por su parte, enredó sus dedos en el cabello de él, para atraerlo más hacia ella, adicta a las sensaciones que él le hacía sentir.
Sentía algo formarse dentro de su vientre. Un nudo, uno hecho con fuego o algo así, que crecía y crecía, que la incitaba a gritar. Sea lo que sea eso, iba a reventar en cualquier momento...
Hiccup escaló sus manos hasta el trasero de ella, el cual apretó fuerte, por debajo del vestido. Gruñía extasiado, ella había dicho que sí, accedió a ser su pareja. Ella se quedaría...
Quisiera o no.
Astrid se movía, frotando sus caderas contra el vientre de él, con insistencia. Ella estaba cerca, muy, muy cerca. La sostuvo con una sola mano, llevando la izquierda a su pecho derecho, quería verla llegar, seguro que era el primero de toda su vida.
Lo veía todo, la confusión, el placer, todo estaba ahí. Soltó un grito cuando reventó, temblando, teniendo espasmos por todo el cuerpo. Volvió a darle un beso en los labios conmovido.
Bien, ¿Qué va a pasar ahora? Astrid trató de recuperar el aliento...
— Hiccup...— lo nombró en medio del beso. Hiccup solo le regresó la mirada una fracción de segundo antes de cambiar la posición en la que la estaba cargando; la echó por encima de su hombro, como si fuera un saco de patatas. Astrid apenas tuvo tiempo de pensar, mientras él caminaba a paso apresurado hasta su cama.
Casi la arroja a la cama. No lo hizo, por supuesto, la dejó con suavidad en ella, controlándose; volvió a dudar, negando con la cabeza. La mirada fija en la cama hecha de retazos de mantas, tratando de resistir. Seguía a tiempo de correr fuera de la casa, correr hasta el bosque y alejarse lo más que pudiera de ella, después de eso, después de que pasara, volvería únicamente a llevarla a su aldea, luego, recogería sus cosas, y se iría. Cuando más se alejara, mejor.
Sí, podía hacer eso. Olvidarse de ella. Era lo mejor.
Sintió unos dedos acariciarle el cabello, con mimo. Alzó la mirada lentamente, ella le observaba con curiosidad, expectante. Sus mejillas encendidas, sudor en su frente, la respiración agitada, los labios hinchados...
¿Podía alejarse? ¿De verdad podía ser capaz de eso?
Le besó las mejillas, con cariño. Tal vez no, tal vez estaba condenado, estaba jodido ahora, quizá debió dejarla ir y que ella se congelara en el bosque, tal vez debió irse inmediatamente después de liberarla.
Aunque, ella ya lo había aceptado, ¿No? Ella dió su permiso... A pesar de no saber en lo que se estaba metiendo. Eso no podía contar, ¿Cierto? Ni siquiera lo conocía, no tenía ni idea.
— ¿Estás completamente segura?— le preguntó, solo para asegurarse. Astrid dirigió su mirada a la de Hiccup.— No podrás volver... No te dejaré volver.— amenazó, está es la parte en la que ella se asusta. Astrid tragó saliva, pero no por miedo, sino por el nerviosismo.— No soy bueno para tí, puedo hacerte daño en cualquier momento...
Sí, tal vez. Sería un riesgo enorme, una auténtica locura, si te lo pensabas. Sin embargo, no sonaba tan mal. Sonaba peor ser quemada en la hoguera o repudiada por todos los habitantes de su pueblo. Con su tío muerto, ¿por qué volver?
— Tendré mi hacha a la mano.— respondió, aún sin aliento. Hiccup soltó un risa contra la piel del cuello de ella.
— ¿Sigues creyendo que eso puede detenerme?— Se burló, fanfarroneando.
— ¿Me harías daño?— El tono de voz que quería había usado era de genuino interés, muy serio, y exigiendo una respuesta. Hiccup se lo pensó. Tal vez no. Lo más probable es que la cuidaría con su vida, a ella y a su descendencia, si es que eso llegará a pasar.
— No.— negó al fin, con la punta de los dedos recorrió desde el cuello hasta el inicio de su vientre. Tenía que pensar en un nido más grande, irse de expedición con ella, porque no iba a dejarla ahí, tenía... Tenía mucho por hacer.
Pero primero...
Se deshizo de su ropa, con cuidado de no romperla. Seguro que no tenía otra y sus camisas eran un poco grandes para ella, la sentía temblar y su respiración haciendo cada vez más errática. No sabía si podía escuchar el sonido de su pulso o si era el propio que le taladraba los oídos; también se deshizo de su túnica, muy a su pesar. Las cicatrices eran algo horrendas, las quemaduras también, pero a ella no pareció importarle para nada, al contrario, con sus dedos recorría la trayectoria de estás, intrigada por el tacto, por la razón por la que existían.
Ya tendría tiempo de contarle porque.
Fue bajando sus besos. Los que le daba en el vientre le hacían cosquillas que la hacían retorcerse mientras reía en voz baja, le besó los muslos, cuidando que ella no le pateara por accidente. No pudo evitar gruñir de gusto al olerla de nuevo, clavó sus dedos aún más en la piel de la chica, como si fueran garras. Ella se quejó de dolor, sin embargo, no protestó. Se había sentido bien, extrañamente bien.
Dió un salto y casi le gritó cuando el la tocó por primera vez. Sorprendida por el tacto, le pateó, en un intento de autodefensa debido al estímulo nuevo; Hiccup atrapó la pierna antes de que está se impactara contra su nariz, sonrió divertido, era casi tierno. Necesitaba que ella estuviera lista, iba a dolerle, y él no quería nada de eso. Si él podía evitar el dolor, lo evitaría.
Eso solo si podía controlarse, porque verla retorcerse estaba volviéndolo loco. Su cuerpo volvió a temblar, al ver cómo ella se aferraba a los retazos de manta, amenazando con romper las costuras que las mantenían juntas, al escucharla gemir y gritar, todavía sin entender porque lo estaba haciendo o por qué, con el solo hecho de tocarla ahí, la hacía perder la cabeza. No fue hasta que ella gimió su nombre que se dió por vencido.
No podía pelear más contra esto.
Con brusquedad, la tomó de las caderas, la atrajó hacia sí, el pulso ahora sí taladrándole los oídos. Astrid supo lo que venía ahora, y trató de respirar hondo, tenía que relajarse, abandonarse un poco...
Gritó cuando él entró de improviso en ella, con algo de fuerza. Se apoyó con sus codos para mirarlo, con dolor, no pudo evitar incluso soltar algunas lágrimas. Hiccup se quedó helado, oh no, no lo había hecho con cuidado, se alarmó un poco al ver un un hilo de sangre.
Tienes que calmarte, no seas una bestia, Hiccup.
— Lo... Lo siento.— se disculpó con la voz entrecortada. Le acarició el rostro, limpiando las lágrimas de las mejillas de Astrid, ella asintió.
— Solo no te muevas.— le pidió bajando la mirada, avergonzada. No le gustaba pedirle nada a nadie, demostraba debilidad. Aunque, bueno, hacer esto ya la dejaba demasiado vulnerable.
No le molestaba tanto que él la viera así de todas formas.
Volvió a recostarse, alejándose de su mano, para limpiar sus lágrimas ella misma. Suspiró, tratando de relajarse, de ajustarse a él; Hiccup por su parte, le acarició las piernas, tratando de distraerse de lo estrecha que era y las tremendas ganas de moverse. Con suavidad, las levantó un poco, para besar sus rodillas y el ángulo interno de estás, para distraerla.
Poco a poco, el dolor fue disminuyendo considerablemente. El sentirse llena ya no le dolía tanto, respiró hondo, antes de intentar mover las caderas despacio, para comprobarlo. Aún había un rescoldo de dolor, uno pequeño, pero fuera de eso, la sensación era buena, le gustaba.
— Creo que...— jadeó, Hiccup lo sabía. Bien, trata de ir despacio está vez. No eres un animal... No ahora.— No seas tan... Brusco. — le pidió de nuevo. Mensaje recibido.
Se balanceó lentamente, procurando no lastimarla y no perder el control otra vez, tratando de no enfocarse en el hecho de que ella era demasiado estrecha, y que en serio, estaba muy húmeda por él. Evaluaba su expresión para saber si a ella le gustaba o si no, tenía las rodillas de Astrid en su pecho, sus piernas flexionadas, las usaba como apoyo, aumentando el ritmo poco a poco. Con el tiempo, soltó una de ellas y la dejó sobre la cama, extendida aún, la pierna que quedaba la colocó sobre su hombro, cambiando el ángulo y tratando de entrar mucho más profundo.
Astrid tenía que admitir que eso se sentía mejor, mucho mejor. No podía evitar lanzar sonidos a diestra y siniestra, no podía evitar cerrar los ojos de vez en cuando y gritar un poco. Esto era completamente nuevo, demasiado, jamás había sentido algo como esto, ¿En serio estaba tan mal?
Mientras más gemía, más rápido y brusco se volvía. Está vez ya no dolió como la primera estocada, es más, era mucho más placentero que antes, eso animado con los sonidos guturales que hacía él y la forma en la que la estaba sosteniendo, clavando sus dedos, incluso las uñas; seguro que le estaba haciendo daño, pero el dolor no se sentía... Mal, sino todo lo contrario.
Joder, parece que quiere romperme por la mitad.
El pensamiento le gustó, él penetrándola con tanta fuerza que la quebraría, la haría reventar. Llevó una de sus muñecas a su boca, para morderla, pensando que tal vez estaba haciendo demasiado ruido y que probablemente a él...
— No.— con fuerza, Hiccup apartó la mano de ella y con una sola mano, retuvo sus dos muñecas por encima de la cabeza de Astrid. Empujó fuerte nuevamente, cosa que la hizo soltar un grito pequeño.
Adoraba escucharla, definitivamente no iba a dejar que ella tratara de callarse. Amaba en serio escucharla balbucear incoherencias, pidiéndole más y más, ver cómo su cuerpo se estremecía con cada embiste, el balanceo de sus pechos, su expresión, el cabello revuelto, las ganas de liberarse de su agarre...
— Eres hermosa.— susurró Hiccup, recobrando un poco de humanidad, de compostura. No mentía, ella en serio era hermosa a la luz naranja del fogón y las velas, demasiado, al grado que no creía que ella de verdad estuviese ahí, no creía que esto estuviese siendo real. La vio encogerse, ruborizada, algo apenada por el comentario. Eso solo la hacía verse todavía más hermosa.
Retomó los embistes, con mucha más fuerza. Sosteniendo la pierna de ella, desde el muslo, dejándole marcas de sus dedos en él, incluso abriéndole la piel con sus uñas. Le soltó las muñecas y la tomó de la cadera para impulsarla con más fuerza, incluso levantó un poco su cuerpo para acceder aún más profundo. Astrid trataba de sostenerse a lo que fuera, lo que sea que la mantuviera en la misma posición, ya que los empujes la hacían moverse de arriba a abajo.
— Vas a...— apenas y pudo hablar, tenía que usar toda su concentración para lograr que salieran palabras de sus labios y no solo balbuceos.— Vas a romperme...— jadeó, sintiendo como el nudo que antes había sentido en la parte baja de su vientre comenzaba a crecer de nuevo, siendo este mucho más grande que el que había sentido antes.
Eso es lo que quiero. Quiso decirle, sin embargo, ella ya lo sabía. Estaba incontrolable, nada pudo haberlo detenido. Necesitaba correrse en ella, su instinto se lo gritaba desde el fondo de su cabeza, tenía que liberarse...
— ¡Hiccup!— le gritó, antes de sentir como reventaba. Este fue mucho más fuerte, tanto que sintió que la vista se le nublaba por un momento y que los espasmos la hacían moverse sin control. No pudo gritar, parecía que el grito se había quedado en su garganta, por lo que solo abrió la boca y dejó salir un ruido sordo.
Él no dejó de moverse por un momento, el movimiento de las paredes de ella le lo habían arrojado a la orilla, estaba cerca. Tomó su otra pierna y también la pasó por encima del hombro, llegando aún más profundo. La escuchó gemir de sorpresa por la acción, y la sintió temblar de nuevo, así como sus paredes apretarlo de nuevo, con fuerza.
¿Otro? Oh, dioses...
Fue hasta su cuello, dónde la mordió y le dejó aún más marcas, así cualquiera que la viera sabría que ella era su pareja. Su propiedad. Nadie podía pretenderla más que él. Claro, ya le haría la marca definitiva en su nuca, y él mismo dejaría que ella le hiciera una en la propia pero estás serían mucho más notorias para los humanos que la vieran, mucho más directa.
Mía, mía, mía, mía...
Se clavó profundo en ella cuando terminó. Astrid volvió a correrse en ese momento, sintiéndose más sensible que antes, el líquido que estaba invadiéndola estaba ardiendo, impregnándola, poco me importó el significado de sentirlo tan dentro de ella. Ya vería que hacer...
Hiccup la besó, un poco más tranquilo. Ella lecorrespondió casi sin fuerzas, Hiccup no solo le besó los labios, también le dió un par de besos en la nariz y cientos en las mejillas, con ternura, con gratitud. Astrid rió por el afecto. Él se recostó junto a ella ye abrazó por la cintura, recio a soltarla.
Astrid se acurrucó junto a él, cansada, dispuesta a quedarse junto a él. Le acarició el pecho desnudo, pasando por la marca del hechizo. Teniendo la oreja pegada a su pecho podía escucharlo ronronear, por extraño que esto sonara.
— Entonces...— vaciló, buscando su atención. Recibió un beso en la coronilla, tenía toda su atención.— ¿Significa que ya no me puedo ir?— preguntó alzando la vista. Hiccup se vio preocupado.
— ¿No quieres quedarte?— respondió. Oh, claro que no, ella no se quedaría con un bruto que casi se le lanza encima.
— No es eso es solo que... Dijiste que sí esto pasaba, tú no ibas a dejarme ir.— le recordó, Hiccup asintió, ah, eso.
— No funciono... Cómo los demás.— trató de explicar. Astrid sonrió, claro, eso era obvio.— Pasa que, a los dragones como yo, solo nos puede gustar alguien una vez en la vida. Lo sabemos solo con verla...— le sonrió con ternura, Astrid se sintió halagada, adivinando lo que había pasado.— Y me ha pasado contigo.— reveló.— Yo no... No seré capaz de ver a nadie de la misma manera en la que te vea a ti, tampoco podré, ya sabes, tener una vida con alguien si no eres tú.— se sonrojó, al decirlo en voz alta.— No creí que fuera con una mujer, bueno, tampoco es que quisiera que fuera con un dragón pero...— estaba hablando demasiado, Astrid se rió con suavidad.— No creí que fuera a pasar. Es más, pensé que ese era el castigo de mi hechizo.— reveló con cierta melancolía.— Supongo que crees que es raro.
— Un poco.— Astrid le dió un beso en el cuello, para luego esconderse ahí.— No está tan mal, creo.
Hiccup la abrazó con más fuerza. Por primera vez en diez años, no se sentía solo. Ambos no se sentían solos.
(Le da un sorbo a su té) Hola. ¿Cómo estamos? ¿Ya vieron Spiderman?
Les confieso algo: Desde niña quise ser la novia de Spiderman. No aporta nada a esto, pero quería mencionarlo XD
Va, voy a explicar este universo. No es un omegaverse, creo, o sea, sí, tiene algunas partes de ese tipo de universos, pero no sigue sus reglas. O no sé, porque cada quien hace sus reglas en los omegaverse y yo quería hacer el mio porque, esta interesante la idea y...
Bueno, ya.
En este universo, Berk es una pequeña aldea ambientada en probalemente la edad media. No es una isla en medio del mar, sino una aldea en medio del bosque, atemorizada por un dragón. En este universo, Stoick no es el padre de Hiccup y no están relacionados para nada.
Hiccup aquí no es tan controlado como en "La Bruja y el Dragón", es un poco mas primitivo, producto de la soledad a la que ha estado. Respecto a la palabra "imprimar", la saqué de la saga Crepusculo (ya sé, ya sé, raro), siempre me ha gustado ese detalle en la tribu de los licantropos, donde mencionan que solo pueden escoger una pareja en la vida. Cuando ví HTTYD 3, esa palabra vino a mi mente.
También... Hice un lemon, jaj, todavía estoy practicando como hacer esto. Y sí, me agrada hacer hiccstrids extraños cuando hago lemons, porque... Todavía no se me ocurre nada para el universo canonico. Además, como dije antes, me gusta mucho la idea de Hiccup hibrido, pero no del modo furry. Sino en de esta forma, mas hormonal y...
¡Gracias por leer! Les quiero mucho, me agrada leer sus comentarios. Quien sabe, tal vez le haga una segunda parte, pero, no sé... xd
¡Les quiero mucho! ¡Felices fiestas! Que se la pasen muy bonito uwu
