Cásate conmigo.
Repetía las palabras en mi mente una y otra vez, intentando darles sentido. Cuando lo tuvieron, intenté creerlas.
-¿Qué?
La pregunta sonó hostil, filosa. Lo intenté una vez más.
-Quiero decir… ¿qué?
No lo intenté muy bien.
Edward sonrió con suavidad, con un deje de timidez en el dorado de sus ojos.
- Es una idea que solía reprimir, pero viendo tu determinación en convertirte en… en lo que soy, quizás pueda permitirme soñar con esa posibilidad.
Decir que me había tomado por sorpresa no alcanzaba a cubrir un cuarto de la sensación de desorientación que había comenzado a invadirme. Pero dado que lo que me había dejado en plena caída libre sin paracaídas se debía a la duda echando raíces en mi estómago, no podía culpar a Edward. Eso era todo mío.
Pensar en el origen de mis dudas abrió una puerta que dejó salir monstruos amenazantes, hambrientos de dolor. Mi pecho se sacudió cuando todas las fibras que mantenían sellado el vacío colapsaron a la vez.
Mi mente se convirtió en un salón saturado de voces que hablaban muy alto. Algunas voces correspondían a cosas que había dicho durante el último año, otras pertenecían a recuerdos de Edward, de Jacob, de Charlie. Sentía a las contradicciones corroerme el interior, buscando materializarse en lágrimas que se acumulaban en mis ojos.
- Bella- me llamó Edward con pánico en la voz.
-¿Piensas que eso va a compensar algo?- susurré, presa de una furia que no terminaba de comprender. Pestañeó sorprendido, perdido en la dirección de mis pensamientos una vez más.
- Lo siento mucho Bella, no era mi intención lastimarte. Jamás lo fue- juró. Se acercó extendiendo las manos, lentamente y sin dejar de mirarme a los ojos.
Respiré forzadamente, intentando recomponerme lo suficiente como para poder dejar salir algunas de las palabras que se atoraban en mi garganta.
- Lo sé- volví a susurrar, esta vez con la voz quebrada- lo que no sé es qué debo esperar. No te ves muy convencido de que me convierta en inmortal ¿y de repente quieres que firmemos un papel que diga que pasaremos el resto de nuestras vidas juntos? ¿Esto es parte de alguna definición de la que aún no estoy enterada? ¿Alguna intención oculta que conoceré luego?
La furia crecía en mi interior a medida que hablaba, corría por mis venas calentando todo a su paso. Era difícil decidir si era la ira o las lágrimas, que a esta altura fluían libremente de mis ojos, lo que me nublaba la vista. De cualquier manera, no fue un obstáculo en mi monólogo.
- Te vas de la peor manera que pudiera imaginar, abusando del conocimiento de todas mis inseguridades para conseguirlo. Desapareces de la faz de la tierra, llevando a tu familia contigo, prohibiendoles hablarme, dejándome en la oscuridad sólo porque de repente, unilateralmente, decidiste que eso era lo mejor para ambos. Incluso a expensas de un coste personal altísimo, o eso dices, lo llevaste a cabo porque consideraste que era lo correcto. Asumiste que sabías qué era lo que quería, anulando cualquier capacidad de decisión de mi parte.
Las palabras abandonaron mis labios frenéticamente, aparentemente contenidas durante mucho tiempo, ansiosas de silbar por el aire en libertad.
Pestañeé varias veces sacudiendo la cabeza para aclararme la vista.
El rostro de Edward era el retrato mismo del sufrimiento. Los labios apretados en una fina línea, los ojos hundidos bajo un ceño fruncido por el peso del dolor, con la atención fija en la hierba húmeda a sus pies. Tomó una respiración profunda e innecesaria antes de posar la mirada en mí. La intensidad de la pena en ellos hizo que la furia se evaporara violentamente, quitándome el aire de golpe, obligándome a abrir la boca en busca de más oxígeno.
Estiré los brazos para tomarle el rostro con suavidad.
- Fue un día muy largo, como de siete meses de duración- bromeé sombríamente- lo último que quiero es lastimarte. Ni siquiera sé si fue tu propuesta lo que me puso así, quizás recién ahora estoy comenzando a procesar todo. Y es…
- Demasiado- completó con la voz ronca.
-Edward, lo sien…
-No lo hagas. No lo digas- me cortó con brusquedad. Suspiró y ladeó el rostro hacia una de mis manos, cerrando los ojos mientras sumaba su mano y me acariciaba con suavidad.- No tienes más que el legítimo derecho de decir todo esto y jamás podría perdonarme el hecho de que tengas que pedir disculpas por hacerlo.
- No quiero que te castigues así Edward, si pudiera evitarnos esto lo haría.
Sonrió casi con resignación.
- De muy pocas cosas estoy tan seguro como de los sacrificios que serías capaz de hacer por mí. Te amo, pero sé que eso no eliminará mis errores ni el dolor que te causé. Di lo que tengas que decir y haz lo que tengas que hacer. Sabes que estaré a tu lado hasta que decidas lo contrario.
Las lágrimas dejaban gruesos surcos en mis mejillas mientras apoyaba la cabeza en su pecho y envolvía los brazos en su cintura. Edward pasó sus brazos alrededor mío con fuerza, apoyando su cabeza en la mía.
- Vamos a casa- le dije aún abrazada a él.
Me besó la frente y me tomó de la mano para guiarme a través del bosque, de vuelta al auto.
No hablamos en todo el trayecto, él sin saber muy bien qué decir, y yo cautiva del caos en mi mente.
Cuando estacionó el Volvo en el lugar de siempre su teléfono vibró con la entrada de un nuevo mensaje de texto. Su ceño se pobló de arrugas.
-¿Alice?- aventuré en voz baja, temerosa de los posibles futuros que la creciente duda en mi interior pudiera haber arrojado.
- Hoy le hemos dado mucho trabajo- bromeó quitándole peso al asunto- pero debo ir para evitarle una jaqueca.
Sonreí apenas.
- ¿Te veo mañana?- pregunté con miedo. Podía estar insegura de muchas cosas, pero el terror ante la posibilidad de no verlo más no entraba en esa categoría.
- Por supuesto- dijo con solemnidad, probablemente muy consciente de mis miedos.
Me acerqué a él sin pensarlo, necesitando su toque. Él me recibió igual de ansioso, juntando nuestros labios rápidamente. Pasé una mano por su cabello, bajándola para acariciarle la nuca, mientras él pasaba la suya por mi cintura, afianzándola allí, de la manera menos incómoda posible teniendo en cuenta que la palanca de cambios se encontraba entre nosotros. Profundizó el beso y lo seguí sin dudar. Su otra mano se posó en mi barbilla mientras una de las mías acariciaba su pecho. La vibración de su teléfono con la entrada de un nuevo mensaje de Alice lo obligó a terminar el beso suavemente, separándose a regañadientes, mientras yo luchaba por respirar con normalidad.
-Está bien, ve- lo alenté.
Me besó una vez más antes de bajar del auto para abrir mi puerta.
- Suerte con Alice- le sonreí.
- Duerme un poco, ¿sí?- casi me rogó, con los ojos consternados.
Asentí cabizbaja, insegura de cómo proseguir.
-Te veré mañana- prometió. Me besó la frente y caminé hacia la puerta, insegura de si mirar hacia atrás o no.
No lo hice.
Desperté unas horas más tarde, perdida en el limbo entre la conciencia y la inconsciencia. El flujo de recuerdos inundó de imágenes mis párpados cerrados, haciéndome abrirlos de golpe. Me senté en la cama, mareada por la velocidad del movimiento. Miré la hora, era media mañana, demasiado tarde para mí.
Me vestí y terminé de arreglarme en el baño, ansiosa por bajar a desayunar, me ardía el estómago y estaba anhelando que ingerir algo de glucosa le diera un poco más de perspectiva a las cosas.
Quizás era pedirle demasiado a un tazón de cereales.
Mientras bajaba las escaleras podía escuchar a Charlie hablando con alguien, algo muy por fuera de lo normal. Charlie no solía estar en casa a esta hora, y mucho menos con visitas.
Llegué al final de las escaleras y me encontré a Charlie sentado en el sillón de tres cuerpos, de espaldas a mí, hablando animadamente con un hombre de mediana edad, de traje y corbata negra y camisa blanca. La mesa de café de Charlie estaba poblada de papeles.
El hombre en cuestión dirigió su mirada hacia mí apenas me vislumbró. Tenía ojos azul claro que parecían amables.
Charlie se giró para encontrarme.
-Ya me estaba preocupando- dijo remarcando lo poco usual de mi horario- hay alguien que tienes que conocer- siguió, poniéndose de pie. El hombre lo imitó, abandonando el sillón individual para acercarse a mi lugar.
- Bella, te presento al Agente Coulson.
- Señorita Swan, es un placer conocerla- saludó con voz amable el extraño, ofreciéndome su mano. La tomé insegura.
- Agente Coulson- respondí cordialmente.
Ante la incomodidad de las presentaciones Charlie agregó:
- El agente Coulson trabaja en un programa estatal que busca estudiantes sobresalientes para hacer pasantías en empresas que hacen investigaciones en conjunto con distintas universidades del país.
-¿Qué?- quise saber, cada vez entendiendo menos lo que pasaba en mi vida. La confusión no evitó que el rojo tiñera mis mejillas al oír el orgullo en la voz de Charlie.
Coulson rió quedamente.
-Podemos volver a sentarnos para que pueda explicárselo mejor señorita Swan.
Asentí con la cabeza y tomé el lugar en donde había sentado Charlie, que se sentó a mi lado, mientras el agente Coulson volvía a ocupar el mismo lugar.
- SHIELD es una división estatal que cumple distintas tareas en función de las necesidades que se presenten. Actualmente estamos impulsando un programa para los jóvenes de nuestro país. El objetivo es conformar un equipo variado por cada estado para asignarlos a distintos laboratorios estatales o universitarios para que puedan participar de una pasantía que tenga correlación con las habilidades de cada uno. Es fundamental que desde el Estado se pueda impulsar el potencial de aquellos que moldearán el futuro de nuestra nación.
Ni la claridad del discurso ni la calma en la voz de Coulson sirvieron para aliviar mi mareo.
- Quizás sería mejor si la señorita Swan pudiera ingerir algo de comida antes de discutir las opciones de su futuro- dijo Coulson en un tono casi paternal, dirigiéndose a Charlie.
- Definitivamente. Estás muy pálida Bells- me dijo Charlie en voz más baja.
El teléfono de la cocina sonó en lo que me pareció un estruendoso ring y Charlie se disculpó para ir a atenderlo.
Hice lo mismo para poder ir a la cocina a prepararme un desayuno decente. El agente Coulson asintió con una sonrisa.
Pude escuchar la conversación de Charlie sin esfuerzo. Quizás su partida me ayudara a calmarme.
Se acercó a mí mientras sacaba las tostadas con mirada culposa, rascándose la nuca en disconformidad.
-Bells, hay un problema en la estación y debo ir a asistir a algunos oficiales.
-Ajá- dije mientras cortaba fruta, viendo cómo temblaba el cuchillo en mis manos.
-Bella- dijo Charlie un poco más serio- ni bien ese hombre de negro apareció en la puerta con un montón de papeles que no entendía llamé a un conocido en DC. Me habló maravilas de Coulson y de su proyecto. Es un tipo prolijo. Y es una gran oportunidad para tí Bells. Podría facilitarte alguna beca en una universidad grande, o un buen trabajo en el futuro.
- Y me alejaría de Forks lo suficiente para que puedas dormir tranquilo- dije sin poder contenerme.
- Que sigas castigada me hace dormir tranquilo- me recordó. Agaché la mirada y cogí una tostada. Suspiró a mi lado.
-Sólo escúchalo, ¿sí? Luego hablamos. Llama a la estación por cualquier cosa.
- Sí. Cuídate.
- Siempre- me sonrió antes de abandonar la cocina y despedirse del extraño agente de SHIELD sentado tranquilamente en su sala de estar.
Escuché sus pasos a pesar de la sutileza con la que los cargó. Se paró en la puerta de la cocina, con sus manos juntas delante de él y una mirada apacible.
SHIELD = espías era toda la información con la que contaba. Quizás Charlie jamás se había cruzado con esa información porque jamás había estado en lo más oscuro de la internet buscando información sobre vampiros, pero yo sí
Yo no tenía ni un ápice de la calma que destilaba, mis manos seguían temblando y podía sentir las gotas de sudor perlando mi frente. Tomé aire y cuadré los hombros antes de hablar.
-Bueno, espero que ese maletín tenga lugar para algo más ingenioso, porque va a necesitar mucho más que universidades brillantes para hacerme creer que de repente SHIELD está interesado en el futuro de los jóvenes de la nación.
Los ojos del agente Coulson brillaron con emoción y sonrió abiertamente, como si hubiese estado esperándolo desde el principio.
- Ahora sí es un placer conocerla señorita Swan.
