Hola lectoras y lectores. Este es mi primer fic sobre el universo de Ranma. Estará ubicado donde finalizó el manga. Esta narración tendrá flashbacks y flashforwards. A mi parecer será un poca extensa, ya que presenta una gran aventura para los personajes principales.
Espero de corazón que sea de su agrado, es un ejercicio para plasmar varias ideas que he tenido desde que vi por primera vez el anime, hace más de 20 años.
¡Adelante con la lectura!
Simbología
- zzzz - || diálogo de los personajes
cursiva || pensamiento de los personajes
Disclaimer:
Los personajes no me pertenecen, son de la mente de Rumiko Takahashi.
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El camino del guardián
Capitulo 1: La elección de progresar
[Flashforward]
El viento mecía las hojas de los árboles de forma sutil mientas que el brillo de la Luna sobresalía dentro de aquella noche de primavera. Solo era posible percibir el sonido del agua correr pues un rió surcaba en medio de aquél bosque; la sinfonía nocturna era completada por el cantar de los grillos y el aroma de la vegetación inundaba todo el ambiente. A pocos metros de la orilla, una pequeña pelirroja yacía inerte con una triste mirada fija en el firmamento.
La chica contemplaba el manto estelar mientras que un único pensamiento le rondaba por la mente. Aquella idea que por muchos años eludió pero que ahora, en aquel estado, era todo lo que le quedaba. Ella debía, por primera y tal vez última vez en la vida, rendirse y aceptar el destino que estaba por llegar. Siempre le pareció una idea descabellada, debido a los años de entrenamiento y el férreo carácter que poseía. En aquel momento sentía que sólo un milagro la salvaría de su encrucijada; sin embargo, a causa de los últimos incidentes que le habían sucedido, no creía que la vida le sonreiría nuevamente.
Cerró sus ojos, para comprobar si estaba en una pesadilla, que con frecuencia le sucedían después de regresar de Jusenkyo. Aquél maldito lugar había marcado por siempre su vida y probablemente nunca podría eliminar esa carga que acarreaba. Volvió a abrirlos, sólo para corroborar que la realidad seguía ahí, inmutable e intransigente, lista para acabar con la poca esperanza que poseía.
Aquél sentimiento solo era sobrepasado por un enorme dolor que le carcomía cada nervio. Los músculos le punzaban como si tuviera agujas por todo el cuerpo, la pierna derecha estaba en una extraña postura debido a que el tobillo había hecho un gran esfuerzo, el brazo derecho permanecía extendido mientras que el izquierdo descansaba sobre el pecho; ella lo había colocado con intención de aminorar el sufrimiento debido a que el antebrazo estaba fracturado. Estaba completamente empapada, sus ropas tenía múltiples jirones y varias rasgaduras por las cuáles aún brotaban pequeños hilos de sangre que se diluían con el líquido vital. Todas las heridas que presentaba le impedían moverse. Al respirar, un dolor agudo aparecía en el tórax; esto le hacía creer que tenía algunas costillas rotas, pero a causa de su condición, eso ya no tenía demasiada importancia.
No había sido suficiente aquél terrible castigo; la última estocada que había recibido no fue letal pero si muy cruel ya que la voz le fue arrebatada. Intentó gritar en busca del ansiado auxilio pero el esfuerzo era inútil. Nada emergía de su boca, ni el más leve sonido, por lo que todo el dolor permanecía encapsulado dentro de ella.
Por tanto, lo había decidió; no quedaba motivo ni fuerza para seguir. Comenzó a rememorar cada detalle de su vida, como un último vistazo a un álbum familiar. Revivió la separación de su madre, el entrenamiento, los largos viajes, el hambre, el cansancio y demás vicisitudes del estilo de vida que había llevado. Al estar siempre con su padre durante casi toda su existencia, nunca había generado fuertes conexiones emocionales con personas o lugares. Esto le llevó a refugiarse en la destreza como artista marcial; era todo lo que le importaba, le motivaba y le hacía sentirse a salvo dentro de su frágil estabilidad.
Todo cambió aquél desdichado día de entrenamiento en las fosas malditas. Sufrir aquella maldición al contacto con el agua fría quebró la débil existencia que llevaba. Y lo peor estaba por venir; era tiempo de pagar el compromiso en matrimonio que el padre había hecho sin su consentimiento, convirtiéndole en una moneda de cambio; un hogar para ambos a cambio de casarse con una desconocida y hacerse cargo de un dojo. Aquellas circunstancias, ajenas a su control, le habían hecho acumular enojo, frustración y rebeldía para cualquier cosa que quería serle impuesta.
Cuando llegó a Nerima y miró por primera vez la sonrisa de su prometida, un pequeño destello de alegría iluminó la oscuridad que le aquejaba por todas las circunstancias negativas que le atribulaban. En aquella ocasión le pareció una linda chica con un carisma atrayente, pero ahora, en el umbral del desenlace, se percató que, de entre todos lo pesares que le apremiaban, Akane, la hija menor de los Tendo, se había convertido en su talismán de buena suerte. Con ella acompañándole, todo podría ser; sin ella, nada sería.
La chica esbozó una leve sonrisa al tener aquella revelación; aquello le hizo entender cuán importante había sido la aparición de la joven en su camino. Sin embargo, ahora que Akane le había expulsado de su vida, no le quedaba un motivo por el cuál resistir. La joven Tendo había sido la única persona que había mostrado un interés real sobre su persona, con sus defectos y virtudes; la amaba de forma tan sincera que sólo recordarlo le agudizó el profundo dolor que cargaba en el corazón y le hizo derramar lágrimas de aflicción.
Después de aquella reflexión, la chica tuvo una penosa revelación; se percató de un detalle irónico en la situación actual: en ese momento estaba convertido en la joven pelirroja y nadie reconocería que ella en realidad era el gran artista marcial del combate libre, Ranma Saotome; para quién lo encontrase, si es que eso sucedía, solo sería un desafortunada jovencita que tal vez había tenido un terrible accidente.
La pelirroja esbozó una ligera sonrisa antes de sentir que el dolor aminoraba conforme la respiración se volvía más pesada. Un irremediable deseo de dormir le comenzaba a dominar mientras que un frío sepulcral le disminuía su vitalidad velozmente. Contempló de nuevo la Luna, su última compañera en vida y cerró sus ojos; todo, al parecer, estaba consumado.
[Fin Flashforward]
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15 de abril, Nerima
La mirada del chico de la trenza se hacía cada vez más pesada conforme las palabras de la maestra Hinako fluían con rapidez. Tenía los brazos cruzados apoyados sobre su banca mientras la cabeza descansaba sobre ellos. Los números, signos, fórmulas y demás conceptos algebraicos anestesiaban sus sentidos lentamente. De pronto, una pequeña bola de papel hizo contacto en su cabeza sacándolo de su trance. Volteó a la izquierda para identificar quién lo había agredido cuando se encontró con el gesto adusto de Akane.
- ¡Pon atención, Ranma! - le susurró la chica en tono molesto.
- Lo siento, es que es esta clase es muy aburrida. – le replicó el muchacho y después le brindó una resplandeciente sonrisa.
En ese instante, ella se perdió en los ojos del joven mientras sentía que una fuerte alegría en el pecho le invadía. Por inercia, quedó paralizada contemplándolo ruborizada, provocando que el chico tensara el rostro y dirigiera la mirada hacia el frente del aula.
Pero ahora esta vez era ella la que no podía centrar la atención en clase. Múltiples recuerdos le venían a la mente mientras trataba de comprender la reacción de ojiazul. No era la primera vez que tenían este tipo de conductas, solo que ahora éstas eran más continuas de parte del chico. Sus miradas eran muy intensas, el contacto físico involuntario parecía ser más recurrente y el parecía más interesado en lo que ella pensaba, aunque fuesen cosas muy triviales.
Recordó todos los sucesos acontecidos en las últimas semanas: la visita a China, la batalla en Jusenkyo, la confesión de los sentimientos del joven, el fiasco de la boda entre ambos y la poca seriedad que Ranma le había dado a la declaración de los sentimientos hacia ella; había pensado que tal vez la relación que tenían podría debilitarse con todo esto. Y eso le atemorizaba constantemente.
Pero había pasado lo contrario. Todo los acercaba intensa pero lentamente el uno al otro. Y parecía que él era quién trataba de avanzar en la "complicada" relación; esta idea le provocaba una tímida sonrisa sobre el rostro. Giró la cabeza para mirar de nuevo a Ranma con detenimiento, volviéndolo a encontrar en un letargo otra vez.
Una idea emergía de nuevo en la mente de la chica: ambos necesitaban conversar sobre sus sentimientos, en que estado estaba su relación y hacia donde querían avanzar. Porque era claro que ambos tenían algo más que una simple amistad. Aquello se comenzaba a tornar de suma importancia debido los hechos sucedidos en China; todo podría acabar en un suspiro y no quería arrepentirse del tiempo perdido en discusiones, peleas y malos entendidos. Eran muy jóvenes para una boda, más no así para un noviazgo formal. Creía que el ojiazul, a pesar de ser un cobarde en temas del corazón, intentaba mostrar un cambio en la actitud hacia ella. Por tanto, no se quedaría de brazos cruzados y pondría más de sí para avanzar. Pero lo haría a su manera, ya que desde que lo conoció siempre había tenido detalles hacia el joven, pero no palabras como las otras chicas que le acosaban, por lo que ahora debía decirle con claridad como se sentía cuando estaba a su lado. Y si quería tener estas conversaciones debía hacerlo lejos de su familia, las falsas prometidas e inoportunos amigos.
Del otro lado del aula, la chica de los okonomiyakis miraba con rencor a la peliazul. Había observado la escena entre ambos con detenimiento provocando en ella una gran impotencia y frustración. Algún tiempo atrás comenzó a percibir extraños cambios en la conducta la pareja, en especial en el chico; estaba segura que después del fracaso de la boda, sería cuestión de tiempo para que su amigo se alejara más de Akane y ella tendría oportunidad para conquistarlo. Pero las cosas entre la joven pareja parecían mejorar en vez de empeorar. Apretó los dientes, cerró sus puños, bajó la mirada y tomó una decisión. No podía perder tiempo, esa tarde se jugaría todos los sentimientos en una atrevida jugada.
Mientras la clase seguía, dos chicas habían tenido un momento de decisión en su vida sentimental, sin darse cuenta una de la otra.
En el receso escolar, Akane caminaba sola por uno de los pasillos de la escuela de forma tranquila. A pesar de los murmullos típicos del colegio, estaba absorta en aquellos pensamientos que había tenido unos minutos atrás cuando una voz la regresó a la realidad.
- ¡Akane! - escuchó que le llamaban. Era su amiga Sayuri.
- Hola Sayuri, ¿que pasa? - contestó.
- Te llamé varias veces desde el fondo del corredor. ¿Estas bien? - dijo la amiga
- Si, solo he estado un poco distraía, es todo – contestó la peliazul sonriendo un poco.
- Que bueno, Akane. Oye, ¿recuerdas el libro de álgebra que te pedí ayer?¿lo trajiste? - le cuestionó.
- ¡Oh no!, lo olvidé en casa. Lo siento. - se disculpó Akane.
- Ya veo Akane. ¿Crees que podría ir a tu casa esta tarde por él? - dijo la chica.
Casi a punto de responder, la peliazul recordó de nuevo la decisión que tomó esa mañana y visualizó una gran oportunidad de hablar con su prometido. Sayuri vivía en el extremo opuesto del dojo, cerca de un pequeño parque que, aunque algo escondido, era perfecto para dar un tranquilo paseo. Aunado a eso, no estaba ni remotamente cerca de la casa de alguna de las prometidas del chico, por lo que era la oportunidad que necesitaba.
- No te preocupes por eso, te lo llevaré esta tarde. Fue mi culpa por olvidarlo. - dijo la chica.
- No tienes que hacerlo, si no puedes no hay problema – dijo Sayuri
- Por mi esta bien, me hace bien salir fuera del rumbo donde vivo – contestó Akane.
- Excelente. Puedes ir a mi casa a las 7 pm. - exclamó la amiga.
- Es un hecho, ahí estaré. - contestó la peliazul con energía.
Hora más tarde en el dojo Tendo, Ranma realizaba movimientos producto del entrenamiento vespertino. El lugar permanecía tranquilo ya que sólo le acompañaban una pequeña toalla y una botella de agua. Mientras practicaba, una sensación de seguridad le invadía. Después de múltiples batallas desde que tenía la maldición, siempre había logrado salir avante. Aún no tenía la cura para su problema, seguía teniendo varios rivales en puerta y un trío de locas prometidas que lo acechaban, pero estaba confiado. Había recuperado el contacto con su madre y aún vivía con los Tendo, su familia "adoptiva", como él la definía en su mente. Era más fuerte, hábil y respetado; después de todo había vencido a Saffron, un guerrero muy poderoso. Y la relación con Akane, a pesar de boda cancelada, estaba más firma que nunca.
Después que Akane arriesgara la vida por él, entendió que ella le significaba más de lo que se imaginaba; por tanto, no podía permitirse ponerla en peligro y tenía que protegerla lo más que pudiera. Se sorprendía mirándola furtivamente por varios minutos, ya sea cuando estaba en clase, mirando televisión o cuando la chica entrenaba; tenía tanta suerte de tenerla a su lado, se repetía. Ahora el debía demostrarle lo que sentía, aunque fuera poco a poco, venciendo el miedo a sus sentimientos. Pero había un problema: sus locas prometidas, aquellas que daban por sentado una relación con él. Esas chicas podrían lastimar a la joven Tendo en un momento de celos, por tanto, tenía que terminar cualquier malentendido que existiera y evitar que la lastimasen; además, debía ser lo más pronto posible, su última visita a las fosas malditas le había mostrado que la vida puede cambiar en cualquier segundo, para bien o para mal.
Todas esos pensamientos surcaban su mente mientras practicaba; pensar al entrenar le reconfortaba pues mejorar sus habilidades le servía para aclarar sus ideas. Conforme pasaron los minutos, fue completando la rutina y al final decidió tomar un descanso dentro del dojo para relajarse. De pronto, una figura femenina se asomó por la entrada y se le acercó.
- ¿Entrenando solo?, pensé que el tío Genma te ayudaría – dijo Akane.
- Ah, hola Akane – se puso de pie y continuó hablando – ya sabes como es el viejo, seguro esta jugando con tu padre o tomando una siesta, como es la costumbre. – dijo el muchacho.
- Es probable, esos dos siempre buscan la manera de perder tiempo juntos – se sonrío tímidamente cerrando un poco los ojos. Al volver a abrirlos se percató que el le sonreía, mirándose fijamente hasta ruborizarse.
- Ranma – dijo ella con voz confiada – te buscaba porque quiero pedirte un favor – le dijo.
- Ah si, claro. Dime, ¿tienes algún problema? – respondió el, con preocupación.
- No, no es eso. Tengo que devolver a Sayuri un libro que me prestó. Me preguntaba si podrías acompañarme más tarde a su casa. Papá dijo que no le agradaba la idea de que fuera sola ya que vive al otro lado de la ciudad - terminó la chica y bajó un poco su mirada, temerosa de la respuesta que recibiría.
- Que extraño – replicó el ojiazul de forma dudosa - con lo fuerte y ruda que eres no creo que alguien pueda meterse contigo - dijo el chico de manera sarcástica.
- Ranma... - dijo ella apretando su mandíbula. Estaba a punto de gritarle cuando el la interrumpió.
- Pero te acompañaré, tal vez podrías comprarme un helado en el camino – y le guiñó un ojo.
La ira se contuvo dentro de la chica y le devolvió la sonrisa
– Siempre y cuando lo comas siendo hombre - se dio la media vuelta caminando a la salida del dojo.
- Eso no es justo Akane, sabes que sólo puedo hacer eso siendo mujer. – dijo con tono fuerte hacia ella.
- A las 7 en punto nos vamos– le dijo la joven, finalizando la conversación, caminando hacia la salida.
De todas maneras no te dejaría ir sola, niña tonta. No puedo arriesgarme a que te lastimen y mucho menos imagino perderte, pensó el chico. El hecho de aceptar aquellos ocultos deseos le generaba una enorme incomodidad pero, al mismo tiempo, le motivaban a estar a lado de la chica. Había aceptado el amor que le profesaba e iba venciendo poco a poco el temor a expresarlo.
A la par, la menor de las Tendo subía las escaleras con velocidad; tenía una mano el pecho, ya que su corazón latía con fuerza. Al llegar a la puerta de su habitación, se detuvo un momento y pensó que la fortuna estaba a su favor. Las condiciones estaban dadas, solo hacía falta que ella pusiera manos a la obra.
Cerca de las 6:30 de la tarde, la dueña del local de okonomiyakis contemplaba el recinto desde el interior, repasando de forma metódica cada paso del elaborado plan que hizo para conquistar a su eterno amor no correspondido.
En primer lugar, observó el sitio donde tendría la cita con el chico. Un par de horas antes había determinado cerrar el local para limpiarlo de manera exhaustiva. También había colocado una sencilla mesa cuadrada detalladamente adornada con un elegante mantel, velas y los cubiertos necesarios para una cena romántica.
En segundo lugar, miró la cocina donde prepararía aquellos exquisitos platillos que Ranma fervorosamente degustaba cada vez que podía en su establecimiento. Chuletas de cerdo, calamar, huevos, alga nori, puerros migas de tempura, su famosa salsa y demás estaban listos para ser utilizados.
Por último, caminó a la parte trasera del lugar para contemplarse en el espejo. Se había vestido adecuada para la ocasión, con un hermosa yukata color lapislázuli, engalanada con hermosas flores y con un bello obi magenta que le cruzaba la cintura. El cabello suelto caía por la espalda y el rostro, poco pero delicadamente maquillado, proyectaban una bella estampa de su figura. Estaba guapa, lista, animosa y preparada; era el momento de activar la jugada maestra.
Ukyo tomó el teléfono y marcó el número de la casa de los Tendo. Comenzó a sudar por los nervios conforme escuchaba el tono sin respuesta, hasta que oyó el saludo del otro lado de la línea.
- Casa de la familia Tendo – contestó el chico de la trenza.
- Hola Ran-chan, habla Ukyo – balbuceó nerviosamente. Supo que era el quién contestaba, reconocía la voz del joven sin dudarlo.
- Hola U-chan, ¿como estás? - dijo el ojiazul.
- Muy bien Ranma. Oye te llamo porque quiero saber si tu... – hizo una pausa para tomar aire y continuó – puedes venir a mi casa esta tarde, es que tengo que hablar contigo, a solas. - finalizó la chica.
- Ah si, creo que hoy no podré ir. Sabes, es que yo... - pensó un momento y decidió inventar un motivo para que ella no sospechara que saldría con Akane y menos que acudiera al dojo para buscarlo - acompañaré a mi padre y al señor Tendo a una exhibición de combate libre – dijo el muchacho.
Ella escuchó con resignación pero no se rindió. Volvió a insistir, recurriendo al sentimentalismo.
- Ran-chan, es importante, por favor – dijo con una voz quebrada como si fuera a llorar – no tomará mucho tiempo - finalizó.
- U-chan, ¿estas bien? ¿Tienes un problema? - dijo el ojiazul con un tono de preocupación.
- No es eso, solo necesito hablar con alguien y tu eres quién siempre me escucha – finalizó la oración con un suspiro apesadumbrado.
- Creo que esta bien, pero solo podré estar unos minutos – le respondió el joven mirando el reloj. Faltaba media hora para su compromiso con Akane así que pensó que tendría tiempo para hablar con ella y volver a casa a tiempo.
- Esta bien, Ran-chan, ¡aquí te espero! - dijo con mucha alegría la chica y colgó el auricular. No importaba si tenía unos minutos, estando solos él no podría rechazarla por la presión de la joven Tendo y tal vez se dejaría llevar por el romanticismo del momento. Tomó asiento dentro del local esperando con ansias la llegada del chico de la trenza.
Al colgar el teléfono, Ranma caminó de prisa a su habitación. Al entrar buscó entre sus prendas una camisa china color cielo sin mangas. Se vistió rápidamente, acomodó su cabello y salió del dojo a toda prisa. Tuvo que arreglarse un poco más de lo habitual ya que, después de hablar con Ukyo, estaría con la chica que últimamente le robada suspiros y toda su atención.
Pero por la premura de sus acciones, el ojiazul no se percató que Nabiki había escuchado la conversación que tuvo con Ukyo al teléfono. En ese momento, la hermana pensó que tal vez podría sacar algún provecho de esa información.
Cinco minutos antes de la hora pactada, Akane bajó lentamente las escalera con un libro aprisionado contra su pecho por ambos brazos. Se le veía serena y tranquila, aunque por dentro se sentía muy feliz. Pero ella no quería demostrarlo en casa, ya que todos podrían emitir comentarios desastrosos sobre ambos y arruinarían el momento, algo que con frecuencia pasaba dentro de su hogar.
Se dirigió hacia la habitación del muchacho sin encontrarlo. Buscó por cada rincón de la casa e incluso preguntó al viejo Happosai si lo había visto, cosa que el viejo negó, no sin antes intentar acercarse a ella. De un rápido movimiento se deshizo del anciano; comenzaba a ponerle una mala cara al asunto de no poder encontrar a su prometido.
En la sala de la casa, encontró a su hermana Nabiki mirando la televisión. Quería preguntarle sobre el paradero del muchacho pero se sintió nerviosa ya que los comentarios que ella hacía sobre su relación siempre la incomodaban. De todas maneras, se acercó decidida y le dijo:
- Hermana, ¿has visto a Ranma? Quedó de ir conmigo a casa de Sayuri para dejarle este libro pero no aparece por ningún lado.
Nabiki la miró fijamente un par de segundos, tiempo suficiente para percibir pequeños detalles sobre la situación: su hermanita lucía radiante, vestía una hermosa falda blanca con una blusa rosa, su mirada tenía un extraño brillo y se notaba nerviosa. Para un paseo sin trascendencia con Ranma todo esto le era muy sospechoso. Además, había visto a su padre y a su tío jugando shogi minutos atrás, por lo que era claro que Ranma le había mentido a Ukyo sobre sus actividades nocturnas cuando hablaron por teléfono. También, al escucharlo decir que tendría que volver pronto, era claro que ambos jóvenes tenían algo que ocultar. Por esto, le respondió a la hermana menor:
- Claro que lo sé, hermanita – le dijo fríamente – pero te va a costar – finalizó.
- Estas loca Nabiki, mejor voy sola que mal acompañada. Ni quién necesitara a ese idiota, puedo ir perfectamente sin él.– replicó Akane de forma despectiva.
- ¿Estas segura hermanita? Tal vez el pensó lo mismo que tu y por eso decidió ir al local de Ukyo – dijo ella.
- Por mi que haga lo que quiera – dijo la menor de las Tendo, dando media vuelta y saliendo de la sala, dejando a la hermana detrás. - Soy una tonta – se dijo en voz baja. Aunque tal vez esto aún pueda funcionar, pensó.
Pero en esta ocasión su orgullo cedió. Tal vez sólo era un malentendido de Nabiki o el despistado muchacho había decidido buscar un bocadillo antes de su compromiso. Aún tenía esperanza de que las cosas salieran como lo tenía planeado. Si esperaba resultados diferentes, necesitaba hacer las cosas de otra manera a la habitual. Así que salió del dojo y caminó rumbo al lugar donde seguro estaba el joven. La noche empezaba a caer y el cielo comenzaba a ser invadido por tenues nubes que tal vez presagiaban alguna llovizna, por lo que no debía demorar mucho en encontrarlo para iniciar su viaje.
Dentro de su local, Ukyo esperaba impaciente la llegada de su amigo. Miraba hacia la entrada y cada cierto tiempo volteaba a ver la hora de un viejo reloj. Cuando de pronto, escuchó que alguien llamaba a la puerta. Es el, por fin llegó, pensó emocionada. Quitó el cerrojo y miró a su amigo frente a ella.
- ¡Ran-chan, que bueno que llegaste! - suspiró cautivada mientras sus mejillas se ruborizaban por completo.
- Hola U-chan. ¿cómo estás? - replicó un poco intrigado – te escuché muy seria al teléfono
- Ah si, claro. Perdona que te llamara tan de pronto, pasa un momento y hablemos, ¿quieres? - contestó la chica.
- Oye, no tengo mucho tiempo, ¿no tardaremos? - dijo el, con serio semblante en el rostro.
- No, espero que no. Por lo pronto, te prepararé un okonomiyaki especial. Siéntate un momento en aquella mesa, por favor – dijo de atenta manera.
Ranma pensó que esto podría retrasarlo pero realmente estaba hambriento. Pensó que podía comer algo mientras escuchaba a su amiga y terminar a tiempo para encontrarse con Akane.
- Esta bien, mientras cocinas, ¿puedes decirme que te pasa? - dijo el mirándola muy pensativo.
- Bueno, sabes... - ella hizo una pausa mientras colocaba los ingredientes sobre la plancha – he estado pensando, tu sabes... en lo nuestro... - dijo la chica con mucha dificultad.
- ¿Que pasa con nuestra relación U-chan? Somo amigos, ¿acaso he dicho o hecho algo que te demuestre lo contrario? – la cuestionó el muchacho. - Si es así, te pido disculpas – y le hizo una pequeña reverencia.
- No, para nada, es solo que yo... - las palabras no fluían como ella esperaba. Pensó que sería mejor hacerlo mientras comían, ya que su amigo siempre estaba de buen humor mientras comía lo que estaba preparando para el. Y comenzó a decir cosas triviales mientras cocinaba la cena para ambos.
Que extraño actúa U-chan, espero no demorar mucho, si es un tema complicado debí haber venido en otra ocasión, pensaba el ojiazul. En realidad, deseaba tener un momento para aclarar la postura sobre su compromiso con Akane y Ukyo parecía ser la persona más centrada de las tres con las que quería dejar en claro sus intenciones. Empezó a tener estos pensamientos debido a que la chica cocinaba con pulcritud el platillo y balbuceaba frases triviales, de las cuáles seguro ninguna sería el motivo por el cuál lo habría hecho venir. Conforme pasaban los minutos, el chico cambió de interés y comenzó a pensar en lo mucho que disfrutaría el paseo que daría con su prometida.
- Ran-chan, ya casi termino – dijo la chica.
El chico asintió de forma automática mientras su mente estaba en otro lugar. La silla donde estaba sentado permanecía en dirección a la cocinera, y no a la mesa, ya que pretendía prestar atención a lo que decía Ukyo, cosa que no hacía desde varios minutos atrás por pensar en Akane y después, en la comida que le cocinaban.
- Listo, aquí esta nuestra cena - dijo ella con orgullo.
De pronto, la chica se dirigió hacia él con mucha prisa y torpeza en su andar. Le pareció más nerviosa que de costumbre; repentinamente, tropezó y cayó casi de bruces sobre el chico, que permanecía sentado. El joven reaccionó de forma tardía y sentado, alcanzó a sujetarla por la cintura; Ukyo, preocupada por lo que con esmero había cocinado, decidió no soltar el platillo y no tuvo la capacidad de usar sus brazos para detenerse. Cerró sus ojos por inercia, esperando un fuerte contacto contra él, pero no sucedió así. Como la había alcanzado a tomar segundos antes, amortiguó el golpe pero no pudo evitar que sus labios hicieran contacto con los de ella.
La chica abrió sus ojos al sentir el contacto con él; al percatarse de la escena, ambos quedaron paralizados sin dar crédito a lo ocurrido. La joven sintió un calor recorrer por su cuerpo, sus mejillas se ruborizaron mientras que su pecho se hinchaba de felicidad. Pensaba que aquello era una señal de la vida para indicarles que debían estar juntos; por primera vez creyó que tenía ventaja sobre todas las demás mujeres en la vida de él. Sin embargo, Ranma no sabía como reaccionar ante tal acontecimiento. Al igual que sucedió cuando Shampoo le besó, esto lo tomaba por sorpresa; estaba paralizado en una postura comprometedora y su mente no daba crédito a lo ocurrido. Todo era un desastre, que lo abrumaba e incomodaba de sobremanera.
Por la emoción de recibir a Ranma, la chica de la plancha había olvidado un pequeño detalle en su elaborado plan; no volvió a cerrar con seguro la puerta del local. Y al parecer el destino, que en ocasiones es tan exacto y tan perfecto, quiso que una figura femenina los observara desde la entrada justo en el momento en que permanecían en aquella postura tan comprometida.
La peliazul miró a la pareja pensando una sola cosa: que jamás debió ir a buscar a su prometido. Comenzaron a surgir lágrimas de su rostro, la mandíbula se tensó por la ira mientras que sus manos presionaban con mucha fuerza el libro sostenía. Su mente ardía de coraje mientras que la luz de su corazón se cubría bajo las penumbras de la desilusión. No soportó un segundo más aquel desagradable espectáculo, por lo que, con toda la fuerza de su ser, arrojó el objeto que tenía en sus manos sobre la cabeza de su prometido.
Esta acción rompió la unión de la pareja de súbita forma. Ukyo volteó hacia donde habían sido lanzado aquél objeto y pudo mirar el rostro desencajado de la peliazul. Se avergonzó de que la chica mirara el primer beso con su querido Ran-chan pero por un leve instante se alegró de que Akane sintiera lo mismo que ella sentía cuando los veía juntos. De pronto el silencio de la situación fue interrumpido por un grito desgarrador.
- ¡Ranma... - hizo una breve pausa y después continuó - ...te detesto! - finalizando la frase, con el rostro desencajado y lágrimas en los ojos.
El chico se incorporó de la silla intentando explicar sin mucho éxito la situación. No podía creer lo que le había sucedido. Escuchó las palabras de su joven prometida y se percató de todo el dolor que le había provocado.
Akane salió corriendo del local a toda prisa, sin rumbo fijo. El ojiazul trató de ir lo más pronto tras ella, pero tropezó de la misma manera que su amiga lo había hecho unos segundos antes. Se puso de pie con dificultad y salió a toda prisa del local pero no pudo ver donde estaba la menor de las Tendo. Debía pensar rápidamente para determinar hacia donde correr; necesitaba explicarle que todo había sido un desafortunado accidente, evitar una catástrofe más en su vida y aliviar el dolor que le había provocado a la persona que más quería en el mundo. Decidió primero partir hacia el dojo con premura; una terrible ansiedad lo carcomía por dentro a cada paso que daba mientras que la noche ya dominaba el cielo de Nerima y la lluvia ligera se hacía presente tanto en la ciudad como en el corazón de una chica peliazul que tenía el corazón hecho pedazos.
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15 de abril, Distrito de Ginza
La noche sobre aquel esplendoroso barrio de abolengo en Tokio era maravillosa. Luces multicolores adornaban bellos edificios mientas que cientos de personas caminaban con alegría por las calles, observando los lujosos aparadores y emitiendo leves suspiros al mirar los precios de productos que tal vez nunca podrían comprar. Decenas de autos lujosos circulaban en perfecta sincronía con el bullicio mientras que podían verse varias cámaras capturando cada momento de aquél lugar.
Mientras todo esto sucedía en el centro de aquel distrito, sobre la terraza del edificio más lujoso, un hombre con traje contemplaba aquel espectáculo nocturno mientras sostenía un vaso con whisky sobre su mano derecha. De pronto, algo interrumpió aquel instante.
- Señor Genjuro, es un placer verlo de nuevo. - habló un viejo que se acercaba hacia el hombre.
- Ya es tiempo, Jun. – respondió de forma seria y cortante hacia el anciano.
- Lamento informarle que no aún no hemos localizado la segunda llave. - dijo con pesar el viejo.
- Sólo tenían que interrogar a un débil niño para recuperar lo que me pertenece. No pensé que eso fuera un problema para ti. - respondió el hombre y bebió un poco del vaso que sostenía.
- No es eso señor. Es que, debido a su condición actual, no puede decirnos mucho. Creo tendremos que esperar un poco más para obligarlo a decirnos lo que necesitamos. - dijo el viejo.
- ¿Cuanto tiempo? - preguntó con tono serio el hombre.
- No lo sé, tal vez unos 10 años – dijo el anciano con temor.
- ¿Sabes? Soy un hombre simple que gusta de pequeños placeres en la vida. Y uno de ellos es deshacerme de las personas que me fallan. - replicó en tono sepulcral el hombre
El viejo comenzó a sentir un temor al escuchar aquellas palabras. Caminó dos pasos atrás, se inclinó de forma abrupta sobre sus rodillas y comenzó a suplicar.
- Lamento lo sucedido. A pesar de no ser mi culpa. le pido por favor una nueva oportunidad para resarcir mis fallas. Haré lo necesario para cumplir con sus órdenes – dijo el anciano
- Aún hay alguien que puede saber el paradero, además del mocoso. Mañana recibirás instrucciones precisas, espero mejores resultados esta ocasión, ya que no habrá más oportunidades – respondió el hombre.
- Estaré eternamente agradecido por esta nueva oportunidad – dijo con alegría el anciano
Se levantó rápidamente y se acercó hacia el hombre elegante. Con una sonrisa malévola sobre el rostro le habló:
- Antes de irme, quiero darle esta carpeta con información que puede serle útil. Contiene datos sobre el responsable del incidente que arruinó sus planes. Pensé que tal vez querría saberlo para, usted sabe, tomar las medidas necesarias.- dijo el viejo.
- Encontraré al pobre diablo que se interpuso en mi camino y le haré desear estar muerto, tenlo por seguro. Por ahora, ¡deja esa carpeta sobre mi escritorio y lárgate! – finalizó el hombre, apretó el vaso que sostenía y lo rompió en miles de fragmentos.
El anciano salió con celeridad de aquella terraza, se dirigió hacia un elegante escritorio y puso la carpeta sobre la parte principal, asegurándose de que su jefe pudiera encontrarla.
- Jamás pensé que Saffron fuera derrotado y fuera un bebé de nueva cuenta. Ese niño malcriado, por su culpa pude haber sido severamente castigado. Pero ya tendrá su merecido, cuando recuperemos lo que por derecho debe ser nuestro, me encargaré personalmente de él y de toda su gente. - dijo en voz baja aquél anciano para si mismo.
Aquella carpeta contenía varias hojas con información y fotografías sobre una extensa investigación realizada por aquél viejo. En la parte frontal del fólder, un texto llamaba poderosamente la atención. Estaba escrito el nombre Saotome, Ranma con escritura japonesa y occidental.
Continuará...
