Capítulo 38: La primera batalla, parte III

El maleficio asesino voló por los aires, con su característico resplandor verdoso, y el cuerpo de Lucius Malfoy se derrumbó sin vida en el suelo.

Detrás de Abraxas y Albus, entremedio del caos y el humo, emergió la imponente figura de Tom Marvolo Riddle con su varita alzada y su mirada cargada en determinación.

—Nos salvaste… —murmuró Abraxas anonadado cuando el mago estuvo frente a ellos.

—No pueden morir.

Albus abrió la boca.

—¡He dicho que no pueden morir! —bramó Riddle antes de que pudiera hablar. Apretó el agarre sobre su varita hasta que sus nudillos se tornaron blancos—. Ella ya perdió a Walburga, no dejaré que pierda a nadie más.

La seguridad en sus palabras y el aura de poder que su cuerpo desprendió no dieron espacio a replicas, después de todo, Abraxas y Albus sabían que tenían ante si mismos a uno de los magos más prodigiosos y poderosos de los últimos tiempos.


Su acelerada respiración hizo que su mente se nublara por la ansiedad. Su entorno era un caos y el enemigo era tan impredecible como poderoso, aun que eso ya le había quedado claro. Si bien ahora contaban con la presencia de Ileana como apoyo, la cual dejó en claro por qué había sido nombrada general, enfrentar a un ejercito de nosferatus no era una tarea nada sencilla.

Hermione se humedeció sus resecos labios y trató de calmar su mente para pensar con claridad. Su mirada vagó por el lugar y recayó sobre el ataúd de Walburga. ¿Cómo era posible que se encontrara intacto?

El encantamiento de protección, recordó, aquel que Dumbledore había realizado antes de iniciar la ceremonia. Al menos, dentro del caos, el cuerpo de Walburga estaría a salvo, pensó aliviada.

Repentinamente, una risa maliciosa resonó tras ella.

—Miren lo que tenemos aquí… La sangre sucia…

La bruja se giró sorprendida, encontrandose con el ex mortifago y ahora vampiro Macnair, el cual le dedicó una despiadada sonrisa.

—¿Algunas últimas palabras? —se burló el vampiro.

Hermione tensó la mandíbula y se abstuvo de responder, sopesando su siguiente acción con cuidado, pero en un movimiento veloz Macnair se acercó a ella, la sujetó del cuello y la lanzó contra un grueso árbol.

El cuerpo de la bruja se quedó sin aire ante el fuerte impacto y se desplomó contra el suelo. Intentó mantener los ojos abiertos, pese al dolor que invadió cada una de sus extremidades.

—Haré de tu muerte algo lento y tortuoso ¿te parece? —se burló el ex mortifago.

Hermione tragó en seco, asustada, sin tener la capacidad de poder defenderse.

Macnair caminó lentamente, como lo haria un depredador rodeando su presa, a sabiendas que ella no tenía cómo escapar, cuando inesperadamente una lluvia de cuchillos cruzó el cielo y cayó sobre el vampiro.

El ex mortifago aulló de dolor.

—¡Ptichka!

Dolohov corrió hacia Hermione con su varita en alto y el semblante crispado por la preocupación.

—Antonin… —susurró ella aliviada, todavía tirada en el piso.

Nunca pensó que verla en ese estado provocaría que su cuerpo herviera en rabia. Antonin sintió como su magia se retorció dentro de él, dispuesta a arrasar contra lo que fuera.

—¡DOLOHOV! —bramó furioso el vampiro. Se arrancó algunos cuchillos del pecho y se abalanzó contra él.

La magia del mago explotó, una fuerte ráfaga de viento los rodeó y cuerdas se enroscaron en las extremidades del vampiro, inmovilizándolo.

—¡Sueltame maldita escoria! —gritó colérico Macnair, pero cuando su mirada se cruzó con la de Dolohov, sus gritos quedaron atascados en su garganta. Nunca, en todos los años que compartió con el mago lo había visto tan furioso y con la clara intención de matarlo.

Hizo el ademán de implorar por su vida, pero la varita del mago se movió con rapidez y numerosas lanzas se abalanzaron contra él. Las armas perforaron su cuerpo y lo clavaron contra el suelo, impidiéndole moverse.

Dolohov se acercó a él sin un atisbo de duda en su mirada.

—Anto…Antonin… —murmuró débilmente Macnair.

—¿Cuales fueron tus palabras? Ah… Ya me acordé —le dijo Dolohov con ironía—. ¿Algunas últimas palabras?

—Por favor… —quiso decir el vampiro.

—¡Avada kedavra!

El cuerpo de Macnair quedó en el suelo sin vida.

Sin darle más importancia, Dolohov se giró y caminó rápidamente hacia Hermione, ayudándola a levantarse.

—¿Estás bien ptichka?

Ella asintió, se apoyó en el hombro del mago y respiró con dificultad. El dolor no la dejó pensar con claridad. ¿Acababa de salvarle la vida? ¿Mato a Macnair sin dudas? Su mente era un remolino de pensamientos.

—Creo que tengo una costilla rota —señaló sujetándose el costado izquierdo—. Merlin… ¿por qué decidieron atacar ahora? —murmuró más para si misma—. A menos que… —su mirada volvió a posarse en el ataúd—. Walburga… ¡Walburga! Ella debió haber descubierto algo.

¿Pero qué podía ser?

—Ptichka, no tenemos como saberlo —le susurró Dolohov con suavidad. Estaba claro que el golpe había sido fuerte, pues los ojos de la bruja no dejaron de moverse y leves titubeos salieron de su boca.

Abatida, la bruja dejó caer su rostro contra el pecho del mago. Estaba tan cansada que no le importó mostrarse débil ante el mago.

—Necesito una pista, solo una pista por favor —sollozó. Una singular lágrima cayó de su ojo y, para sorpresa de ambos, flotó en el aire por varios segundos.

De pronto, al rededor de la pequeña lágrima una especie de niebla comenzó a aparecer, se estiró y comenzó a tomar la silueta de lo que parecía ser una persona.

—Imposible… —susurró Hermione.

Frente a los dos, emergió una especie de fantasma con el rostro de Walburga Black. La silueta de la bruja les dedicó una tenue y triste sonrisa, se les acercó, sujetó el rostro de Hermione con suavidad, mientras un pergamino apareció en las manos de Dolohov.

—Les daré una salida… Corran a la mansión y de ahí deben irse, el pergamino les dará más respuestas. Rápido, no tenemos mucho tiempo —les dijo el fantasma.

—Pero… —quiso refutar Hermione.

—Ahora no, ptichka —gruñió Dolohov, la sujetó de la muñeca con firmeza y miró Walburga—. ¿A dónde debemos ir?

Hermione observó el semblante serio de Antonin y ojeó el empalado cuerpo de Macnair. Un leve escalofrío recorrió su espalda. Ante todo, Dolohov había sido un mortifago por algo, y si bien era un poderoso mago, era también un hombre de acción. La ternura y el forma suave con la que la había tratado no quitaba que continuaba siendo una persona peligrosa e incluso levemente tenebrosa.

El fantasma de Walbruga le sonrió con orgullo.

—Stonehenge es la clave. ¡Ahora corran!

Dolohov no dudó y arrastró consigo a la bruja hacia la mansión. Mientras tanto, el fantasma se elevó en el aire y se desintegró en una fuerte luz blanca.

Sin que nadie se percatara, dentro del ataúd, el lazo de Andrómeda que estaba en el cuerpo de Walburga se desintegró, tras cumplir el cometido final que su ama le había otorgado, permitiendo que el alma de la bruja por fin pudiera descansar en paz.


El fuerte resplandor blanco apareció de la nada en el aire y, para sorpresa de Ileana y Razvan, varios de los nosferatus perecieron cuando la luz tocó sus cuerpos.

—¿Qué demonios…? —exclamó la general sorprendida. No recordaba en sus largos años de existencia que algo así ocurriera.

—¿Qué está pasando? —dijo Harry sorprendido, cuando inesperadamente la luz lo tocó y ahogó una exclamación de sorpresa.

Razvan se giró para mirarlo, pero ante su estupor el mago desapareció seguido de un respaldo, una estela de humo blanco fue lo único que quedó en el lugar donde estaba.

—¡Potter! —bramó el vampiro y volteó desesperado en distintas direcciones—. ¡Potter! —pero no obtuvo respuesta.

Ileana gruñió, furiosa sin saber que hacer. Al mismo tiempo, el bramido de Azriel y Vladimir resonó a lo lejos.

—No logro ver a ninguno de los humanos —exclamó iracunda la vampira. Sostuvo su espada con más fuerza de lo habitual ante la extraña situación.

—Esto no es obra de Azriel, alguna especie de magia o encantamiento ha ocurrido —murmuró Razvan con el rostro tenso —¿Puedes olerlos? —la vampira negó con la cabeza.

—Esta luz no me permite verlos ni olerlos, es como si los protegiera de…

—De alguien como nosotros —le cortó Razvan.

Ileana notó como el vampiro tensó el cuerpo.

—¿A dónde crees que vas?

—Debo encontrarlos. Si bien no puedo verlos ni olerlos, nada dice que no pueda buscarlos.

La vampira frunció la nariz cuando otro bramido de Vladimir se escuchó.

—Deberíamos preocuparnos del rey… —murmuró.

—Sabes bien que él jamás ha dejado y dejará que alguien se entrometa en su batalla contra Azriel, sería una ofensa —Ileana chasqueó la lengua, molesta, pues estaba al tanto de ello—. Además, mi deber es con la reina y conociéndola, estará donde sus amigos vayan. Respecto a Vladimir, si no la protejo su ira será el menor de mis problemas.

La general suspiró, pero al conocer cuál es el deber del vampiro asintió. —Te acompañaré entonces, pues donde quiera que estén esos humanos, de seguro encontraremos a la reina.


Ante el resplandor brillante, Ron, Ginny, Harry, Albus, Abraxas, Yaxley, Greyback y los hermanos Lestrange aparecieron unos metros lejos del campo de batalla. Todos habían sido atraídos al lugar sin saber cómo.

—¿Qué fue eso? —cuestionó Greyback sorprendido.

Nadie supo qué responder.

—¡Miren! —exclamó Ginny y señaló hacia la un punto no muy lejos de ellos. Todos pudieron ver las siluetas de Hermione y Dolohov corriendo hacia la mansión.

—¿A dónde van? —dijo Harry, extrañado.

—¿Estarán escapando? —murmuró Yaxley.

—No —la voz de Draco sonó dura—. Hermione nunca abandonaría al resto y menos una pelea.

—Algo debe haber ocurrido —señalo Ron—. La luz blanca destruyó a varios nosferatus, tal vez ellos descubrieron algo.

Rodolphus Lestrange dejó escapar un gemido de dolor y el resto lo observó preocupado. El mago, se arremangó la túnica con cierta desesperación y para estupor de todos su marca tenebrosa se había transformado en palabras: "Stonehege es la clave".

—Walburga —exclamó fascinado Abraxas—. Walburga lo descubrió. ¡Vamos, hemos de seguirlos! — y sin dar más explicaciones corrió hacia la mansión seguido de los demás.

Cuando todos ingresaron, la puerta de la entrada se cerró con fuerza y fueres cerrojos aparecieron sobre ella.

—Los encantamientos de protección se han activado —explicó Harry asombrado.

—Estaremos bien por ahora —susurró aliviada Ginny. Ron asintió, suspiró cansado y se apoyo en la pared.

—¿Dónde está Hermione? —preguntó Draco buscándola con la mirada.

—Debe haber ido a Stonehege —señaló Albus con seriedad, —y nosotros debemos hacer lo mismo. Creo que la señorita Granger descubrió lo mismo que sospeché.

—¿Lo qué sería? —le preguntó Greyback confundido.

—El enemigo nos ha estado distrayendo, sus verdadera acción es en Stonehege.

—No veo razón para seguir alargando nuestra estadía aquí entonces —replicó Abraxas y observó a todos con el semblante serio—. ¿Están listos? —todos asintieron y con fuerte chasquido desaparecieron del lugar.

A los pocos segundos después, las puertas de la mansión explotaron y por lo que quedó de ellas ingresó Ileana y Razvan.

—¿Dónde demonios se han ido? —exclamó furiosa la general—. ¡Los vi entrar hace nada!

Razvan no supo que responder, cuando repentinamente notó algo que sobresalía de una de las paredes. Extrañado, se percató de un cuchillo clavado sobre un pergamino con una sola palabra escrita en ella: Stonehege.

El vampiro sonrió al reconocer el arma.

—Que ingenioso, Ronald…


Sin entender bien qué estaba sucediendo, la vampira se dejó arrastrar por Riddle en dirección a la mansión. Una extraña luz blanquecina había cubierto el lugar y le impidió ver con claridad lo que ocurría. Oyó gritos, bramidos de nosferatus, sin embargo no logró captar el olor de sus amigos. ¿Qué clase de magia era esa?

Repentinamente, Tom se detuvo, pasó un brazo por su cintura y la pegó contra él.

—¡Sujetate fuerte!

Antes de que pudiera replicar, sintió el tirón en su estomago y sus pies se despegaron del suelo, desapareciendo del lugar. Su visión se nubló por unos segundos hasta que el mundo dejó de dar vueltas.

Sin percatarse, durante el trayecto se aferró a Tom y escondió su cabeza contra su pecho, hasta que logró recuperarse de los efectos de la aparición.

—¿Dónde… Dónde estamos?

Riddle se mantuvo en silencio. Extrañada, la vampira se alejó unos pasos de él y observó el entorno.

—¿La cripta? ¿Por qué estamos en el cementerio? ¿Dónde están los demás? —preguntó al no escuchar a nadie.

De pronto, se percató que Riddle estaba con los ojos cerrados y los puños apretados, todavía sin decir nada. Preocupada se acercó a él.

—¿Tom? —el mago no pareció percatarse de su presencia—. Tom… ¿estás bien? —acunó su rostro entre sus manos con suavidad e inmediatamente sus párpados se abrieron. Las orbes de Riddle la observaron con fuertes emociones mezcladas que la dejaron confundida.

Riddle pegó su frente con la de Valerie y suspiró largamente. Tras unos unos segundos en silencio, el mago se separó, observó el oscuro techo de piedra que estaba sobre él y bufó.

Valerie dejó caer sus manos, confundida y perdida. Necesitaba respuestas y las necesitaba ya. El frenesí de la batalla la había dejado con el cuerpo activo, sin embargo el cambio tan abrupto del entorno hizo que sus instintos se revolvieran confundidos.

—Tom… por favor dime qué…

Inesperadamente, él se le acercó, la tomó de ambas muñecas y junto sus labios con los de ella.

La vampira se sorprendió cuando sintió la boca de Tom sobre la suya, sin embargo la suavidad del contacto le impidió dejar salir lo que estaba por decir. La calidez del mago y la ternura de sus labios hicieron que su pecho se contrajera de emoción. Sintió las suaves caricias sobre sus muñecas mientras el aliento de Tom se mezcló con el suyo como si fuera uno solo.

No fue un beso apasionado, ni mucho menos uno desesperado. Cada roce, cada contacto entregó tanta devoción, pero sobre todo amor. Un beso tan lleno de ese sentimiento que Valerie nunca antes había recibido de parte de Riddle. Porque si bien las palabras pueden explicar los sentimientos que cada uno puede albergar, a veces es necesario expresarlo a través de acciones. Y en ese beso, pudo sentir como nunca antes, el verdadero amor que Tom sentía por ella.

Con tortuosa lentitud, Riddle se alejó e inhaló largamente.

—Perdón…

Valerie pestañeó varias veces sin entender el por qué de esa palabra, aun con la mente nublada por el beso.

—Perdoname, es por tu propio bien…

Unas gruesas cuerdas envolvieron el cuerpo de la vampira, inmovilizándola.

—¡Tom! —las orbes de la vampira se clavaron en la varita del mago sin dar crédito a lo que estaba pasando—. ¿Qué estás haciendo?

Notó en su mirada y en sus facciones que no parecía conforme con sus acciones, pero entonces, ¿por qué lo estaba haciendo?

—El dijo que así no te dañaría…

La vampira agitó la cabeza, confundida —.¿Él? ¿De quién…? ¿Azriel?—ante el silencio del mago obtuvo su respuesta—. ¡Esto fue idea de Azriel! ¿Por qué le estas haciendo caso? ¡Te está engañando, acaso no lo vez! No puedes dejarme así…¡No sabes lo que estás haciendo! —bramó ella en un vano intento por soltarse.

—Puedo soportar que me odies después de esto— Riddle suspiró con pesar y sacó unas gruesas esposas. Cuando Valerie las vio, su cuerpo se tensó y un gruñido tembloroso salió de su boca—. Pero, me aseguraré que seas libre de la carga de tu pasado y no debas preocuparte nunca más de el.

—No.. No.. ¡NO TOM POR FAVOR!

El mago dejó caer las esposas sobre las muñecas de la vampira.

—¡RIDDLE! —aulló ella, con dolor. Las cuerdas desaparecieron y su cuerpo se desplomó contra el suelo, seguido de un fuerte crujido y Tom desapareció.

Kilómetros lejos del cementerio, Vladimir detuvo sus furiosos y depredadores pasos dejando que la silueta de Azriel desapareciera por el horizonte. Se llevó una mano al pecho ante la sensación de asfixia que lo invadió.

—Valerie…