Sintiendo los pulmones llenársele de agua, Draco abrió los ojos de golpe, jadeando, intentando escupir contra la mordaza que tenía cubriendo su boca, mientras aspiraba entrecortadamente, entre un ataque de tos.
— No exageres, tan sólo fue un Aguamenti — escuchó que le espetaba a un lado Scabior.
Jadeando, Draco giró el rostro hacia los lados, incapaz de ver en la oscuridad que le proporcionaba el saco viejo que cubría su cabeza.
— Hogar, dulce hogar, Draquito — escuchó la burlona voz de Greyback mientras lo arrastraba a través de, lo que él esperaba, no fuera la antigua mansión Malfoy.
Sentado en el sofá individual de cuero que siempre ocupaba, Lucius Malfoy contemplaba con gesto ausente la habitación en la que estaba, mientras varios Mortífagos caminaban de un lado para otro con aburrimiento, murmurando entre sí.
El lejano sonido de las puertas principales lo hicieron mirar en dirección al pasillo, donde segundos después entraba Greyback, Scabior y otros tres carroñeros, con el encargo que les había encomendado. Su mirada gris no pudo expresar más disgusto al ver el saco que cubría la cabeza de su único hijo.
— Entrega inmediata de Hogwarts —anunció Scabior, dando un paso al frente para descubrir a Draco.
El rubio, cegado un par de segundos por la luz en la habitación, parpadeó desorientado, bajando la cabeza.
— ¿Qué sucedió? — inquirió Lucius, notando las manchas de sangre fresca en su rostro.
— Intentó escapar, el muy cobarde — replicó Greyback, apresando el cuello de Draco con una mano, desde su espalda.
Los ojos grises de Malfoy taladraron a su hijo con repulsión.
— Debí suponerlo — espetó desdeñoso.
Greyback reprimió una sonrisa, encajando las uñas afiladas en la piel de Draco. Quien lanzó un juramento a través de la mordaza que tenía en la boca, enderezándose.
— Quítenle eso de la boca — les ordenó.
El hombre lobo lo hizo, no sin una buena dosis de brusquedad, ocasionándole un corte en el labio al hacerlo. Draco regresó a ver a Lucius con furia.
— Si tanto era tu afán por hablar conmigo, padre, pudiste enviar una carta — escupió, manchando el piso con saliva y sangre.
— ¿Y escribir reprimendas por tu mal desempeño, como cuando eras niño? — ironizó.
— No esperaría menos de ti — lo miró con frialdad, retándolo.
Lucius contempló a su hijo con desprecio.
— ¿Sabes por qué te dejamos a ti al mando de Hogwarts, Draco? — le preguntó, mirándolo desde su posición.
— Porque todos son demasiado estúpidos para poder siquiera enseñarles a sumar dos más dos — sonrió con mofa. Gimiendo sin aire cuando Scabior le dio un codazo en el estómago, Greyback enderezándolo con brusquedad, sacándole un gruñido de dolor; haciéndolo resoplar furioso.
— La razón es para que los mantuvieras en orden. Que nadie se te escapara de las manos — respondió, sin mostrar algún signo de molestia por la violencia infringida.
— ¿Y fallé?, ¿acaso hay algún niño mago que no esté en Hogwarts?… — inquirió, levantando la barbilla con soberbia. Sintiendo las uñas de Greyback arañar su piel cuando enterró las garras en su cabello, obligándolo a bajar la cabeza — Me he encargado de eso, y lo sabes… padre — terminó con ira contenida.
— No Draco, de eso nos encargamos nosotros. Tu misión era enseñarles magia oscura; inculcarles miedo y respeto hacia nosotros — se puso de pie.
— ¿Y qué crees que hago las 24 horas del día?, ¿sentarme en la oficina del viejo decrepito de Dumbledore y tomar el té de la tarde en compañía de su retrato?… — le cuestionó — No, padre. Por mucho que tú quisieras hacerlo, yo no me rebajo — se burló. Arrancando la risa hilarante de algunos Mortífagos.
— ¡Eres un maldito niño tonto!… — bramó, avanzando furioso hacia él y volteándole el rostro de una bofetada. Draco lo regresó a ver con odio, sin mostrar un signo de dolor — ¡Como quisiera asesinarte al igual que como lo hice con tu madre!, ¡tomar tu maldito cuello entre mis manos y asfixiarte hasta sentir como la sangre ya no corre por tus podridas venas de traidor a la sangre! — bramó en su rostro.
Plata contra plata aniquilándose, odiándose con cada fibra de su ser.
Flash Back
La maldición asesina salió de la varita de Lucius en el mismo instante en que Draco lanzaba un hechizo sobre Narcisa; suplicando porque funcionara.
Se produjo una explosión, una nube de polvo se alzó y Draco corrió entre el estruendo hacia donde había estado parada su madre y ahora sólo se encontraba un bulto de ropa tirado en el suelo.
— ¿Madre?… — llamó inseguro, acercándose.
— Te dije que obedecieras. No lo cumpliste. Tú eres el único culpable de esto — le espetó Lucius.
Sintiendo la sangre correr a sus extremidades, Draco se arrodilló junto al bulto de ropas; sintiendo un nudo en la garganta al no descubrir nada más que la túnica que su madre vestía.
— ¿Mamá?
— Volverás a ése castillo — le ordenó.
— ¿Qué le hiciste?… — musitó débilmente, sintiendo las lágrimas agruparse en los ojos — ¡¿QUÉ LE HICISTE?! — rugió irascible, regresando a verlo.
— Algo que debí hacer desde el momento en que te mostró lo que era la compasión. Cuando te hizo débil.
Draco se puso de pie, crispando los puños; las lágrimas retenidas en su mirada gris.
— La maté.
Aquellas dos palabras calaron hasta en lo más profundo de su ser; soltando una maldición se abalanzó sobre su padre, sólo para ser impactado por una maldición que lo arrojó contra la chimenea, regresándolo a Hogwarts.
— ¡ME VENGARÉ!… ¡PAGARÁS CON TU VIDA!… — aporreó los ladrillos hasta tener los nudillos ensangrentados; dejándose caer al suelo, sucumbiendo a un llanto amargo, con el corazón destrozado — ¡Mamá, lo siento!… — sollozó con agonía, cubriendo su rostro con las manos.
Fin Flash Back
— Pues ¿qué estás esperando?, ¡HAZLO! — bramó furioso, intentando abalanzarse sobre él, siendo detenido sin ningún problema por Greyback.
— Es suficiente, Lucius — antes de que Malfoy pudiera poner las manos sobre el cuello de su hijo, Dolohov entró a la sala en compañía de Yaxley; quien contemplaba todo con aquella mueca de desagrado que siempre portaba.
— No te metas en esto… Antonin — le advirtió, regresando a verlo.
— He dicho… que es suficiente — ordenó impasible.
— Ésta es mi casa — arrastró las palabras.
— Y éste es mi puesto — le espetó de igual manera, sentándose en la cabecera. Aquel sillón que antes él mismo estaba ocupando.
— ¡Sólo porque te hayas adueñado de una estúpida silla no significa que tengas una maldita influencia sobre mí! — dio un paso hacia él.
— ¿Quieres hablar de rangos ahora, Lucius?, ¿eso quieres? — lo miró significativamente.
Malfoy apretó los labios en una fina línea de tensión, crispando los puños con furia e impotencia.
— Sé un buen elfo y regresa a tu lugar, Malfoy — se mofó Yaxley.
Lucius lo fulminó con la mirada, antes de voltear a ver a su hijo.
— Cubre su rostro de nuevo, Greyback… me da asco el sólo verlo — le ordenó al hombre lobo. Quien de inmediato deslizó el saco por la cabeza del rubio.
— Ahora sabes lo que yo he sentido desde mi nacimiento — le espetó Draco, antes de ser rodeado por la oscuridad.
Lucius prefirió hacer caso omiso de lo último, encaminándose al viejo sofá que lo obligaban a usar cuando estaba Yaxley, sólo por diversión.
— Ciertamente me sorprende tu hijo, Lucius… — comentó éste — Tan diferente a ti, tan… Bueno, hasta se podría decir que es… valiente — otorgó a regañadientes.
— ¿Qué quieres decir con eso? — se detuvo en seco, girándose hacia él.
— Vamos, estamos en confianza; además, todos presenciamos tu caída — se acercó a él.
— Yaxley — advirtió Dolohov.
El alto Mortífago tan sólo sonrió, cuando vio los sentimientos contradictorios reflejados en los ojos de Lucius.
— Sentado… perro — le ordenó.
Draco, quien no era capaz de ver absolutamente nada, únicamente pudo escuchar el golpe de algo, seguido del gemido adolorido de una persona.
— ¡Ésta es mi casa!… — empezó a despotricar Lucius — ¡Soy un Malfoy!… — otro golpe — ¡Y no dejaré que un maldito sangre sucia como tú, me ordene qué o no hacer en mi casa! — bramó, antes de voltear el cuerpo de Yaxley con una patada en el estómago. Éste, con la nariz sangrante, y sin aliento, no pudo hacer nada, rodando sobre sí mismo.
Dolohov suspiró fastidiado, separándolos con un simple Impedimenta.
— ¡Esto no se quedará así, Lucius!, ¡por mi varita que antes de que tu mocoso caiga, me aseguraré de mostrarle quien eres realmente! — le amenazó Yaxley mientras se limpiaba la sangre y se incorporaba con dificultad.
— ¿Y qué hará, señor Ministro de la mierda?, ¿citarme a una audiencia en el Wizengamot?… — se mofó, mirándolo con desafío — Quisiera verlo.
— ¡Es suficiente de esto!… — sentenció Dolohov, poniéndose de pie — Greyback — lo llamó.
El hombre lobo sonrió, apresando el cuello de Draco, obligándolo a caminar hacia adelante; y tumbándolo sobre sus rodillas frente a Dolohov.
— Ahora, Draco… ¿me dirás lo que quiero saber, o tendré que sacarte las palabras? — le preguntó, cuando lo tuvo a sus pies.
— No sé de qué hablas — replicó el rubio.
— ¿En serio?… Según los informes que recibo de Zabini y Nott cada semana, eso no es del todo cierto.
— ¿Y te fías de ellos?, ¡son tan idiotas que no dudaría que ni siquiera sepan escribir! — levantó la voz.
Dolohov lo ignoró.
— ¿Es cierto, o no, que te has estado comunicando con alguien del exterior? — inquirió sin más.
Una garra de Greyback cayó sobre su hombro.
— N-no…
Dolohov asintió al hombre lobo. Quien ejerció presión sobre el hombro, haciéndolo encorvarse antes de halarlo a su antigua posición; ráfagas de dolor centellando conforme pasaban los segundos.
— Es cierto. ¡No miento!… — elevó la voz, avecinando lo que venía.
Y entonces su grito rompió el silencio al mismo tiempo en que un repugnante chasquido era emitido de su hombro; sintiendo el hueso romperse, mientras la mano del hombre lobo seguía ejerciendo cada vez más fuerza. El dolor mareándolo.
— ¡N-no!… ¡no!… ¡no es cierto!… — balbuceó, respirando agitado.
Un momento de alivio. El agarre de Greyback disminuyendo. Entonces un atronador ramalazo de dolor cuando las uñas del hombre lobo se clavaron en su hombro herido.
— ¡AAAAAHHH!
— Te vieron entrar a Las Tres Escobas en Hogsmeade hace dos semanas con alguien, y demoraste todo el día ahí… — empezó nuevamente, ignorando sus gritos — Sorprendentemente, al buscar, no estabas en ningún lugar visible. ¿Cómo es eso posible? — inquirió.
— ¿Ahora no tengo derecho… de ir a beber… en privado? — cuestionó entre jadeos, su rostro perlado de sudor.
— Beber… — sonrió Dolohov con sarcasmo.
La mano de Greyback se impactó en su estómago, sacándole el aliento, entonces sus uñas hacían el camino de regreso, desgarrando toda la piel de su tórax, rompiendo sin problemas la camisa que ahora se abría en jirones, líneas de sangre tiñendo el blanco a escarlata; haciéndolo gemir entre sus dientes apretados.
— Lo mismo pasó hace mes y medio. Entras, te tardas todo el día, y nadie te ve… — narró — Dime Draco, ¿con quién te reúnes ahí?, ¿qué le has dicho sobre nosotros?
Sintió su mirada taladrando en su cabeza, una fuerza invisible queriendo colarse en sus pensamientos. Su cuerpo se tensó.
— Ya te lo he dicho… — Draco cerró los ojos, avecinando el dolor cuando la mano del hombre lobo se posó sobre su hombro fracturado; y lamentó tener que centrarse en éste, para así evitar que Dolohov pudiera leer sus pensamientos — N-no sé… ¡AAAAAAAAHHHH! — aulló agonizantemente, escuchando un nuevo chasquido. Lágrimas de dolor se agruparon en sus ojos sin poder soportarlo, respirando agitadamente en busca de algún tipo de consuelo. Su rostro contorsionado en una mueca de miseria.
— ¿Cuál es tu relación con el Ejército de Dumbledore?, ¿cuál fue tu participación en la emboscada de hace días?, ¿fuiste tú quien previno a la estúpida de la tabernera para que huyera?, ¿te comunicabas con el decrépito hermano de Dumbledore?… — sus palabras quedaron ahogadas cuando Draco profirió otro desgarrador grito de dolor — ¡¿Hace cuando que eres un maldito TRAIDOR?! — vociferó intempestivamente.
— No lo… no lo soy — respondió con debilidad, sus piernas flaqueando. Sin caer por el firme agarre de Greyback sobre él.
Dolohov apretó los músculos de su mandíbula, impaciente.
— Veremos si continúas con tu ignorancia una vez te haya mordido un hombre lobo — replicó sin más.
Draco abrió los ojos como platos al escuchar sus palabras, su respiración cortándose en el acto, su corazón dando un traspié, deteniéndose por completo; el miedo fue tal, que el dolor físico dejó de cobrar importancia alguna para él.
Lucius, así como Greyback, lo regresaron a ver con semejantes expresiones de estupefacción en su rostro; el segundo con un brillo de ferocidad en la mirada.
— Greyback…
El hombre lobo sonrió, incorporando bruscamente a Draco sobre sus piernas, descubrió el hombro herido, terminando por romper por completo la camisa; su boca haciéndose agua, sintiendo el olor de la sangre tibia y carne mallugada en sus fosas nasales cuando aspiró deleitado ante su próximo manjar; y abrió la boca, inclinando la cabeza del rubio hacia un lado, sacándole un gemido de dolor. Sus dientes amarillentos saliendo a la superficie…
— ¡Espera!… — la exclamación de Yaxley fue tan inesperada, que todo el mundo se giró hacia él. La atención del Mortífago, sin embargo, estaba enfocada en Dolohov — Déjame hacerlo… déjame a mi derramar la sangre de éste traidor a los pies de su queridito padre… — le pidió, lanzando una mirada furiosa a Lucius — Veremos qué tan cierto es ése odio que dice tenerle — se aproximó a Draco, decidido, desenvainado su varita. Greyback emitiendo un gruñido, regresándolo a ver con ira animal, su mano tensándose sobre el hombro de Draco, cual si quisieran robarse su alimento. Yaxley se detuvo en seco, alejando su brazo de su alcance.
— Dolohov…
— No lo harás — zanjó éste.
— ¡Me la debe! — chilló con rabia.
— No es momento de tontas revanchas, Yaxley.
— Entonces que planes tienes, ¿eh? — exigió, regresando a verlo.
Dolohov curvó las esquinas de sus labios en una sutil sonrisa; cual sí, de pronto, recordara algo trascendental.
— Probar las hazañas contadas de alguien más — se limitó a decir.
Draco jadeó cuando las uñas del hombre lobo se clavaron en su sien, casi sobre su ojo, claramente ansioso por algún motivo.
— Tráiganla ante mí — ordenó de pronto Dolohov.
Greyback exhibió una macabra sonrisa, dispuesto a soltar a Draco e ir él mismo; pero con algo parecido a la decepción, vio a una figura encapuchada pasar por su lado, percibiendo un ligero aroma a flores, el cual lo hizo aspirar profundamente; llenándolo de otro tipo de hambre.
— No hace falta. Ya estoy aquí — anunció una mujer.
— Mi adorada cuenta cuentos… — sonrió Dolohov cuando la vio. Miradas de recelo clavadas en la Mortífaga — Por fin tendrás la oportunidad, o, mejor dicho, nos darás la grata oportunidad, de presenciar una de las proezas que tan apasionadamente aclamas.
— ¿De qué tipo de… proeza, me haces referencia? — le preguntó.
Un escalofrío recorrió la columna de Draco al escuchar su voz, algo haciendo conexión por encima de todo el dolor que experimentaba.
— Tortura, por supuesto. Y de la cual tanto presumes practicar… — especificó Dolohov — Te encargarás de castigar a éste traidor — le ordenó, señalando el cuerpo débil que sostenía Greyback.
— ¿Así de fácil? — indagó con recelo, acercándose.
— Así de fácil. Tortúralo, y tendrás un lugar especial en nuestra mesa… — dio un paso hacia ella, poniéndose a su espalda mientras ésta contemplaba a su víctima — Tortúralo, y tendrás la gloria — susurró cerca de su oído.
El saco fue retirado de la cabeza de Draco al mismo tiempo en que aquella Mortífaga se descubría el rostro. Gris y castaño se encontraron, reconociéndose de inmediato.
— Ginevra — musitó con sorpresa.
— Malfoy — se escuchó indiferente.
— Empieza… — ordenó ésta vez Yaxley, mirando con satisfacción como el rostro de Lucius pasaba del desprecio a la furia apenas vio a la pelirroja hija de su más férreo enemigo — Tortúralo.
Y la varita de Ginny Weasley se elevó con determinación; el grito de Draco Malfoy resonó en las cuatro paredes. La risa de los Mortífagos haciendo eco.
Y Julio había llegado…
Los meses de mayo y junio habían pasado casi sin darse cuenta. Los días se amontonaron uno sobre otro mientras el verano parecía extinguirse para comienzos de junio, cuando las lluvias en Inglaterra se incrementaron, llenando sus calles de charcos de agua sucia estancada; y los barcos en el Tamesis viajaban gracias a la fuerza de su corriente. Para finales del mes, Hermione no lamentó tanto la construcción del tope en su calle, pues gracias a éste, ya sabía que, por debajo del agua, en una oscuridad negra casi a la orilla derecha del tope, se había creado un bache del tamaño de un bote de basura, y más profundo que el neumático de su automóvil. Así que sus vecinos estaban libres, por el momento, de recibir sus quejas sobre dicho "Medio para mantener a niños y perros a salvo de su pie ligero", como bien había hecho referencia Liz a su manera de manejar.
Pero el primero de Julio llegó con un resplandeciente sol, y aquel jardín que tanto había lamentado jamás volvería a secarse por la cantidad de agua que llovió sobre él, sólo necesitó tres días para estar brillante y colorido cual si estuviera en primavera.
Y entonces las cenas se convirtieron en un ritual en el que ella llegaba a casa, Harry la recibía quitándole su portafolios, dejándolo olvidado en alguna parte de la cocina, y entre los dos armaban una improvisada comida que siempre consistía en una nueva anécdota de esos once años perdidos; y varias horas después, ya con la comida necesitando una recalentada en el microondas, entre los dos llevaban cubiertos, platos y vasos al jardín trasero, y se las apañaban en la pequeña mesa, disfrutando de los últimos rayos de sol mientras cenaban con la historia de cuales programas o películas había visto ése día Harry.
Y Hermione sonreía, porque finalmente, se sentía feliz nuevamente.
Pero aun a pesar de que nuevamente todo se sentía completo, y Hermione volvía a sonreír con plenitud; en alguna parte de ella, ésa hambre insatisfecha por conocimiento, seguía atormentándola cuando tenía un minuto para recordar aquel acuerdo que Harry y ella habían estipulado. Hermione sabía, por supuesto, que si ella le preguntaba cómo era posible que estuviera de regreso con ella, él respondería, porque ambos así lo habían acordado, y él jamás rompía su palabra. Sin embargo, de tan sólo recordar aquella gélida mirada y el dolor en su voz al mencionar donde estuvo, empezaba a temer el siquiera escucharlo.
No obstante, la respuesta que le dio cuando le preguntó cómo había sido capaz de encontrarla, la seguía hacer sonreír aun sin darse cuenta: "Sólo seguí ésa esperanza que nunca dejó de llamarme"
Las cosas, por otro lado, empezaban a balancearse con el transcurso de las semanas. A la mañana siguiente de su acuerdo con Harry, Hermione había vuelto al trabajo, en su compañía; y definitivamente el hostigamiento de Liz durante toda la mañana, sería algo que jamás olvidaría…
Flash Back
Sintiendo sus mejillas sonrojarse, Harry siguió contemplando el libro que sostenía en sus manos, intentando aparentar ignorancia de la mirada penetrante de Liz clavada en su rostro. Hermione, que acababa de terminar otra interminable llamada con uno de sus múltiples clientes; suspiró cansadamente, llamando la atención de ambos.
— Deja de observarlo así, Liz. Es falta de respeto — le amonestó a su amiga en un susurro.
— Es que nunca te había visto con alguien. Mucho menos hombre. Y menos, tan guapo — le susurró de vuelta.
Hermione chasqueó la lengua.
— Ya dime, es tu novio ¿verdad?; debe ser tu novio del extranjero, que vino a visitarte, y como estaban tan ocupados, por eso no viniste a trabajar los pasados días — se inclinó en su silla hacia ella, contemplándola con los ojos brillantes; cual si presenciara la mejor novela romántica hecha realidad.
Las mejillas de Hermione se sonrojaron al escucharla y lanzar una furtiva mirada a Harry; quien carraspeó, removiéndose en su asiento.
— ¡Liz! — le chistó avergonzada.
— Tu primo no es, no se parecen en nada… — siguió, sin inmutarse, pasando la mirada de uno a la otra — Y ésa electricidad que circula entre ustedes. Dios, me hacen sonrojar con su evidente tensión sexual — se abanicó el rostro melodramáticamente.
— ¿Podrías dejar de hacer eso?, ¡lo estás incomodando! — le espetó, sintiendo sus mejillas teñirse de rojo.
— No me quiero imaginar cómo debe de estar tu casa. Que, viéndolo desde un punto objetivo, tiene muchos lugares atrayentes. Por cierto, ¿compraste ese jacuzzi del que hablaste la otra vez?; — le preguntó de pronto — porque si no, se me ocurren otro par de motivos por los cuales hacerlo — volteó a ver a Harry.
— ¡Liz!, ¡cielo santo, deja de verlo como si fueras una come hombres! — le chistó.
— Y tú con ésa regla de no hombres. Ahora entiendo por qué. ¿Guardando energías para el maratón de primavera eh? — le sonrió juguetona.
El rostro de Hermione se encendió, quedándose boquiabierta.
— Sólo espero que tengas un buen colchón, porque se ve con buen…
— ¡Ahh!, ¡deja de hablar!, ¡puede oírte! — la cortó abochornada.
— Eso no es cierto. ¿Verdad que no, Harry? — llamó igual en susurro.
— Yo… — dándose una patada mentalmente, por descubrirse solo, Harry volvió a sumergirse en el libro. Arrancando una enorme sonrisa del rostro de Liz.
— Creo que acabo de encontrarte a otro pro jacuzzi… — se rio por lo bajo. Hermione la fulminó con la mirada, sintiendo que su rostro estaba a un paso de la incineración — Si me preguntas, es lindo — anunció finalmente como sin querer la cosa.
La castaña abrió la boca para rebatir, pero se descubrió a sí misma sin encontrar las palabras adecuadas para un comentario como aquel. ¿Qué se supone que se debía decir acerca de una verdad de la cual ella tenía el más profundo conocimiento?
Fin Flash Back
Todo volvía, lentamente, a la normalidad. O al menos, a un grado de tranquilidad en el cual Hermione abandonó el temor y junto a Harry, recorrieron Londres, en busca de aquellas cosas tan necesarias para su mejor amigo. Como aquellas preciadas gafas redondas…
Flash Back
— ¿Y bien? — le preguntó el médico.
Harry, sentado detrás de un enorme aparato, y con los ojos fijos en una mirilla, tipo binoculares, leyó las letras frente a sí, notándolas distorsionadas.
— Aun veo borroso — le dijo.
— Está bien, no te muevas… — le indicó, moviendo varias pequeñas manijas del aparato.
Mientras Hermione los observaba a una distancia prudente, enviando mensajes de texto por su celular a Liz.
— ¿Qué me dices ahora?, ¿puedes verlas? — la voz del oftalmólogo la hizo voltear.
Respirando profundamente, Harry parpadeó un par de veces.
— E, L, N, Y, F, S… Ehh, ¿C? — arrugó el entrecejo.
— E, "I", N, "T", F, S y "O" … — le corrigió. Volviendo a ajustar el aparato — De abajo hacia arriba — instruyó.
Harry suspiró.
— ¿Entonces cuales serán?, están de moda estos de la página… — les decía varios minutos después, mientras llenaba un recibo y les enseñaba un catálogo de lentes.
— Los redondos de montura de aluminio inoxidable, en negro — dijeron de inmediato, al unísono.
El doctor los regresó a ver con las cejas enarcadas, haciéndolos mirarse incómodos.
— Ustedes son los clientes — se encogió de hombros.
Fin Flash Back
Pero eran ésos pequeños momentos juntos, los que provocaban que Hermione poco a poco fuera dándose cuenta que él estaba de vuelta. Por eso, ésa tarde, al llegar del trabajo y dejar estacionado el auto en el garaje, no se sorprendió de que fuera Harry el que le abriera la puerta antes de que ella alcanzara el pomo. La sonrisa que le dirigió el pelinegro, contagiaron a sus propios labios a devolverle el gesto.
— Encontré un canal de cocina e hice lasaña — le comunicó emocionado.
El estómago de Hermione dio un brinco de felicidad.
— Así que, nos quedamos en tu segundo año en Oxford, cuando descubres que tu compañera de dormitorio había tenido su negocio clandestino de vender marihuana en tu propio dormitorio durante meses y tú no sabías nada… — comenzó, recibiendo su portafolio y cediéndole el paso, cerrando a su espalda — ¿Qué pasó después?, ¿se enteraron los directivos?, ¿la policía?, ¿la corriste?… — bombardeó de preguntas — ¿Le compraste? — añadió con tono travieso.
Hermione chasqueó la lengua haciéndolo reír.
— ¡Benditos Dursley que te obligaron a aprender a cocinar!… — exclamaba Hermione diez minutos después, cuando pasaba el segundo trozo de lasaña, y sentía el sabor del queso, especias, carne y pasta deleitarle el paladar.
Harry, con tenedor y cuchillo en mano, la regresó a ver con una sonrisa mientras la veía masticar ávidamente. Afuera el clima no era bueno, una fría ventisca corría haciendo ondular las hojas de los árboles, por lo cual decidieron permanecer en la cocina.
— ¿Entonces sí hicieron algo bueno, después de todo? — le preguntó con diversión.
Hermione asintió vehementemente, con las mejillas abultadas de comida. Arrancándole otra sonrisa.
— Sólo no me vayas a decir que también sabes hacer postres, o será mi perdición — le dijo cuando dejó de masticar.
Harry meneó la cabeza, negando.
— Bien, entonces eso corre por mi cuenta. ¡Te haré el mejor pay de limón que hayas probado jamás!
Con promesas como ésas, ¿qué más podía decir Harry, que sentir su estómago agitarse de emoción ante semejante oferta?
— Y no, nunca le compré marihuana — respondió a su pregunta, recordándola de pronto.
— ¿En serio?, no te juzgaría — la miró con inocencia.
— ¿Cómo puedes siquiera pensar…?… ¡Yo no uso drogas!, ¡NI he usado! — remarcó indignada. Cortando otro trozo y metiéndoselo en la boca, profiriendo un involuntario gemido de satisfacción, cerrando los ojos por un par de segundos.
¡Dios bendito, si hubiera sabido que Harry cocinaba así, lo hubiera dejado cocinar todos los días mientras se iban en búsqueda de los Horrocruxes!
Adiós hongos silvestres; hola gourmet Potter.
— Pues por tu apetito yo diría que hace unos cuantos minutos te fumaste un churro — comentó como sin querer la cosa.
Hermione se atragantó, mirándolo fulminante.
— Y a todo esto, ¿de dónde sabes tanto eh? — le acusó.
— Pasaron un documental en Discovery Channel… — se encogió de hombros — Y tú, ¿cómo es posible que jamás notaras el olor a hierba en tu habitación?; según esto, apesta — hizo una mueca.
Hermione tomó un sorbo de vino.
— Años metida en la mazmorra de pociones; supongo que jamás noté la diferencia — se mostró avergonzada.
Harry rio, comiendo otro trozo de lasaña. Apenas dándose cuenta que Hermione ya estaba por terminar su ración.
— ¿Cuántas vidas salvaste hoy? — quiso saber, entablando conversación luego de varios minutos en los que se dedicaron a comer.
Hermione alzó la vista de su segunda porción de lasaña, mirándolo con diversión.
— ¿Tú también con eso?; — le preguntó, haciéndolo encogerse de hombros — sabía que presentarte a Liz sería una pésima idea — lamentó.
Harry se sonrió.
— Según lo que me ha dicho, ése apodo lo tienes más que merecido… — opinó mientras se servía otra porción.
— Liz sólo exagera — repuso ella, jugando con el tenedor.
— No lo hace — la miró significativamente, logrando que una sombra rosada subiera a las mejillas de Hermione.
— Harry… — empezó a advertirle.
— Lo que me hace pensar, que he sido egoísta estos últimos días, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de cosas que has hecho por mi… — comentó de pronto, logrando que el entrecejo de Hermione se frunciera ligeramente con desconcierto ante su repentina seriedad — Aun no olvido nuestro acuerdo Herm.
La sola mención de aquella afirmación, lograron extinguir el apetito que quedaba en la castaña, quien dejó los cubiertos sobre la mesa con manos temblorosas.
— No es necesario que… — empezó a tranquilizarlo.
— Está bien. Puedo hacerlo. Además, mereces la verdad — resolvió con determinación.
Hermione tomó la servilleta de su regazo, limpiándose las comisuras de los labios antes de colocarla sobre la mesa. Oficialmente, la cena había terminado. Harry la imitó, dándole un sorbo a la copa de vino frente a él, antes de dirigir toda su atención a ella.
— Es completamente distinto a lo que te dicen de niño, o te narran en libros y películas… — empezó, tomando una profunda inhalación de aire fresco.
Hermione aguardó paciente.
— El tiempo transcurre diferente. No hay día ni noche, sólo un cielo lleno de nubes rojas y amenaza de tormenta… Sientes deseos de dormir, pero apenas y eres capaz de cerrar los ojos por las pesadillas que te embargan al hacerlo. Piensas que morirás de hambre y sed en cualquier momento; es una ansiedad aplastante, más fuerte que la mera necesidad de respirar; pero aun así no mueres; aun cuando no hay nada para tranquilizarte un poco…
Tomó un respiro, sintiendo un escalofrío recorrer su columna, cerrando los ojos un momento. Abrumado por todos los sentimientos que lo estaban embargando al recordar ése tiempo que estuvo… lejos. Rememorar el momento en que finalmente perdió las esperanzas de volver con ellos.
— No hay animales, ni plantas, ni agua… — continuó, alejando aquella sensación desoladora de su pecho; enfocando su mirada en Hermione. Únicamente en ella — Sólo estás tú, perdido en un laberinto de escombros sin salida…
— ¿Solo? — Hermione no pudo evitar que la palabra se colara de sus labios.
Harry tomó otra larga inhalación de aire.
— No. O al menos, si cuentas a las sombras.
— ¿Fantasmas? — arrugó el entrecejo.
— Eso fue lo que pensé al principio. Pero eran algo más. Como sombras… pero, sin embargo, unas que te podían causar daño físico, si eso es lo que eran aquellas marcas en la piel y que ahora no están… — se miró las muñecas, de donde muchas veces éstos lo aferraban para que no se marchara — O quizás todo fue sólo una alucinación — comentó más para sí que para ella.
— Cuándo el hechizo te golpeó… cuando Voldemort… — hizo una pausa, incapaz de mencionar la palabra "Asesinar" en voz alta — ¿Qué sucedió?
Harry la regresó a ver.
— Fue como si hubiera chocado contra un vidrio, pero haberlo atravesado sin romperlo. Es confuso… — agitó la cabeza — Recuerdo todo con claridad, los rayos del sol proyectarse en los ventanales, la mirada de Voldemort sobre mí, su voz tronando contra las cuatro paredes, el rayo verde de la maldición asesina, la calidez en mi pecho cuando conjuré el Expelliarmus… Pero algo más ocurrió ahí, ése día, Hermione. Fue como el Priori Incantatem, pero en lugar de ver a mis padres, como la primera vez, o sentirme conectado a Voldemort; me vi a mí mismo, haciendo conexión con un lugar desconocido, y entrando en el… Después, no pude salir.
— ¿D-dolió?… ¿el haber…? — se silenció, sintiendo un nudo en la boca del estómago.
— No en realidad. Fue como quedarte dormido después de un largo día… — se sinceró — El dolor, sin embargo, vino cuando me di cuenta que no podía regresar con ustedes… — la contempló con tristeza — Y con el pasar del tiempo, ése dolor empezó a transformarse en desesperación.
Carraspeó, bajando un minuto la mirada hacia su copa de vino, viendo el reflejo de su rostro distorsionado a través del cristal y el alcohol.
— Era como estar vivo en agonía — musitó.
Hermione sintió un vacío en el estómago al percibir la impotencia en su voz.
— ¿Cómo regresaste?, ¿cómo saliste de ahí? — se esforzó por preguntar. Mientras más pronto terminaran con eso, más rápido podrían seguir adelante. Y después, seguirían recuperando el tiempo perdido. Sin un pasado. Sin una separación. Sólo ellos dos, juntos, como debió haber sido después de la destrucción de Voldemort.
Harry arrugó el entrecejo, como si intentara recordarlo.
— Cada cierto tiempo, una fuerza me empujaba hacia un distinto lugar, como si alguien me llamara. Al principio me sentía cada vez más cerca de lograr salir, la fuerza era muy poderosa… — le contó, mirándola — pero conforme avanzaba, notaba que ésta se hacía más débil, como si quien sea o lo que sea que me llamaba, estuviera perdiendo fuerzas, se alejara.
Suspiró profundamente.
— Creo que lo único que me mantuvo cuerdo todo ése tiempo, fue el pensar que eran tú y Ron quienes me llamaban — confesó, bajando la mirada, contemplando el mantel que cubría la mesa.
Hermione sintió una revolución de sentimientos en su interior al escucharlo; aumentando su ritmo cardíaco al punto de escuchar su corazón latiendo fuertemente contra su pecho.
— Debemos decirle a Ron que he vuelto… — la regresó a ver de pronto — Aun hay algo que tengo que decir, pero lo deben escuchar ambos — se mostró intranquilo.
Hermione asintió ausente, aún demasiado abrumada por todo lo que le había contado.
Días después…
Lanzando un juramento, Ron dio una patada al armazón de bicicleta que tenía frente a sí, perdiendo la paciencia mientras agitaba la mano, en la cual se acababa de cortar con la cadena, al intentarla poner sobre aquel artefacto muggle.
Ania, quien acababa de salir al porche, donde su esposo trabajaba mientras Harry dormía la siesta de la tarde, lo contempló con infinita paciencia.
— Te dije que dejaras que la armaran en el pueblo — le dijo.
— Estúpidos muggles y sus más estúpidos cacharros inservibles… — respondió con exasperación, lanzando las pinzas contra el intento de bicicleta; haciéndola sonreír divertida — ¡Bien pueden venderlas ya ensambladas, pero no, ahí van, queriendo ganar un puñado más de dinero si te la dan como deberías de comprarlas! — se quejó.
— Y dices porque Harry es berrinchudo — lo abrazó por detrás.
Las orejas de Ron se tiñeron de rojo, ocasionando una corta risa por parte de Ania, quien depositó un rápido beso en su mejilla antes de sentarse en la mecedora frente a él.
— Vamos, mañana haces eso — le extendió la mano, invitándolo a sentarse junto a ella.
Ron suspiró, pasándose la mano por la frente, sin ser consciente de que acababa de mancharse con aceite.
— Eso es lo que pasa cuando tu hermano le manda esos catálogos de juguetes muggles para que elija uno para su cumpleaños — rumió entre dientes, dejándose caer pesadamente a su lado.
Ania no comentó nada al respecto, extrayendo un sobre del suéter que portaba.
— Encontré esto hace rato… — se lo tendió — se cayó cuando cambié las cortinas de la habitación. Sólo Merlín sabe cuánto tiempo llevaba en la ranura de la ventana.
Ron lo recibió con el entrecejo fruncido, dándole la vuelta con interés.
"Para Ronald Weasley
De Hermione J. Granger
¡Urgente!"
El aire se atoró en su garganta, un nudo de preocupación se formó en su estómago; y rasgó el sobre con las manos temblándole.
