Capítulo 17: ¿Qué tal se te da el juego de las escondidas? (Parte 1)
Lily Evans abrió los grandes ojos esmeralda aquella fría mañana de enero, y se quedó durante unos segundos observando embobada el techo tapizado de su cama con dosel, refugiada bajo la gruesa colcha escarlata que la cubría. Un nudo se había instalado de manera permanente en la boca de su estómago y el corazón le latía con tanta fuerza como consecuencia de los nervios, que bien podría servir de despertador para toda la torre de Gryffindor al completo. Muy probablemente no tuviera motivos para estar nerviosa, o al menos no para estarlo tanto, después de todo no era más que una inocente primera cita, tampoco era como si entre sus tareas pendientes del día se encontrara enfrentarse a una aterradora Banshee y su vida dependiera de ello.
Pero claro, no era una primera cita cualquiera, era su primera cita con James, y por si eso no fuera ya de por sí bastante estresante, el merodeador había organizado un plan sorpresa para ambos del cual había decidido no hacerla partícipe, lo que por otro lado tenía bastante sentido, después de todo esa era precisamente la definición específica de plan sorpresa. No obstante, Lily Evans era el tipo de persona que odiaba todo aquello que escapara a su control, lo cual incluía indudablemente los planes sorpresa.
¿En qué momento le pareció una buena idea dejar que fuera él quién organizase la salida?. Seguramente nunca, pero James Potter tenía un don para convencer hasta al más escéptico de los magos de las más disparatadas locuras, y ella definitivamente no era una excepción a la regla.
Siempre se había considerado a sí misma una persona inusitadamente madura, especialmente considerando su edad, o al menos todo lo madura que se podía llegar a ser teniendo tan sólo dieciséis años, pero cuando estaba con James las reglas y normas parecían dejar de tener importancia y sólo ansiaba contagiarse de esa locura pueril que envolvía al castaño cada vez que uno de sus estrambóticos planes le rondaba la mente.
Y aunque en otras circunstancias no guardar las formas deliberadamente podría haber llegado a perturbarla, era tremendamente reconfortante no tener que ser correcta todo el tiempo aunque solo fuera por una vez, con James podía mostrarse tal y como era, sin disfraz ni máscara alguna, y aunque aún no era capaz de entender las implicaciones de esa afirmación, si había algo de lo que no tenía duda alguna era de que James Potter había conseguido hacer que se sintiera lo suficientemente cómoda y confiada como para que la verdadera Lily Evans saliera a flote cuando estaba con él, y eso era precisamente una de las cosas que le parecían más atrayentes del merodeador, esa capacidad de hacerle sentir el tipo de confianza que consigue hacer añicos todas tus, hasta entonces inexpugnables, barreras.
—¿De verdad prefieres quedarte aquí sola? Podrías venir a merendar con Remus y conmigo — irrumpió la voz de Sarah en dirección a una taciturna Ali, que permanecía en la cama enterrada hasta la nariz por gruesas mantas.
—Por supuesto, mi plan ideal de hoy es ejercer de candelabro mientras tu te besuqueas con tu encantador novio lobuno — replicó Alison con sarcasmo rodando los ojos.
Sarah sonrió inevitablemente divertida por la respuesta de su irónica amiga.
—Siempre puedes ir a estudiar a la biblioteca con Lily — propuso la castaña encogiéndose de hombros.
La pelirroja tuvo un microinfarto por un momento, y su mente comenzó a idear una tras otra, posibles excusas que dar para evitar que Alison aceptara acompañarla en su tarde de estudio en la biblioteca. Sobre todo porque ni iba a pasar el día estudiando, ni mucho menos estaría aquella tarde en la biblioteca. Su plan de estudio no había sido más que un pretexto para librarse de los posibles planes que acostumbraban a proponerle los días de salida a Hogsmeade sus amigas, y poder así pasar su día libre a solas con James, sin presiones ni inoportunas interrupciones de por medio.
No obstante, la rápida respuesta de su amiga rubia con nombre de 'salvada por el caldero' alejó de un plumazo cualquier retazo de pánico.
—Emmm déjame pensar… — replicó llevándose un dedo a los labios pensativa —¿Pasar mi día libre encerrada estudiando Historia de la Magia en la biblioteca o de sujetacalabazas en Madame Pudipié mientras tú y Remus os miráis uno a otro con ojitos tiernos?. No sé cuál de los dos planes me parece más sólo los superaría escuchar a mi primo hablar de Quidditch durante dos horas seguidas, mientras su club de fans corea suspiros de asombro al unísono— ironizó levantándose al fin de la cama, mientras Lily sonreía divertida y Sarah negaba con la cabeza.
—Tú te lo pierdes — replicó —¿Y tú, Lils? ¿No te animas? — invitó Sarah con amabilidad.
—Me encantaría, pero tengo muchísimo que estudiar y quería aprovechar para adelantar un poco de la redacción de Encantamientos, cincuenta centímetros de pergamino no se llenan así como así — se excusó rápidamente la pelirroja dejando escapar un largo suspiro, evitando así que la gryffindor insistiera tratando de convencerla.
Finalmente Sarah asintió con resignación pasando alternativamente la mirada de una a otra de sus amigas, y caminó en dirección al armario, dispuesta a seleccionar el conjunto perfecto para su salida con Remus.
—¿Ya estás mejor? — preguntó Sirius envolviendo a Alison con cariño entre sus brazos desde la parte trasera del banco del comedor a modo de saludo, mientras acomodaba la cabeza en el hueco de la clavícula de la rubia.
En lugar de quejarse, la muchacha cerró los ojos disfrutando de su cálida y reconfortante cercanía.
—Un poco mejor que ayer y peor que mañana — respondió en tono firme, fijando sus ojos en los del moreno a modo de promesa.
Sirius sonrió satisfecho antes de dar un golpecito cariñoso en la nariz respingona de la rubia, y sentarse en la banca de madera de la mesa del comedor entre ella y un distraído James, que fingía leer la sección de deportes del diario El profeta con el periódico colocado del revés.
Durante esos últimos días el moreno se había convertido en su mayor apoyo en el castillo, pues fue la única persona a la que le contó en detalle lo ocurrido con Regulus. Naturalmente, había informado a sus amigas y al resto de merodeadores de que su amistad con el slytherin había llegado a su fin, pero por razones evidentes prefirió omitir los motivos que les habían llevado a separar sus caminos.
No obstante, a Sirius no podía engañarle, la conocía demasiado para eso, y de todas formas tampoco pareció sorprendido cuando le narró lo ocurrido, era como si el moreno lo hubiera sabido desde el primer momento. No obstante, como no podía ser de otra forma, las hirientes palabras 'Te lo dije' jamás salieron de su boca, simplemente se limitó a escucharla en silencio, mientras limpiaba sus lágrimas y la abrazaba con fuerza tratando de consolarla. Ni siquiera trató de opinar al respecto, quizás se sintiera entre la espada y la pared por tratarse de su hermano, o puede que simplemente pensara que no le correspondía opinar al respecto. Pero de un modo u otro Alison agradeció que no lo hiciera, aún dolía demasiado como para tener ganas de escuchar opiniones o cuestionamientos ajenos respecto a su relación con el slytherin.
—Entonces, ¿no te apuntas a nuestro plan de las Tres Escobas? Estoy seguro de que Daphne y Audrey podrían encontrar una amiga que quiera acompañarnos, Prongs — sugirió Peter amablemente, y acto seguido se llevó una cucharada de cereales cubiertos de miel a la boca.
James levantó la cabeza de golpe y se recompuso tan rápido como le fue posible tratando de aparentar normalidad.
—Es que quiero aprovechar para diseñar y estudiar las próximas jugadas para el equipo, no me gustaría que McGonagall se arrepintiera de haberme nombrado capitán el año pasado — sonrió restándole importancia.
Peter pareció conforme con la respuesta de su amigo, aunque ligeramente decepcionado, de un tiempo a esa parte los merodeadores cada día pasaban menos tiempo juntos de lo habitual, casi parecía que las bromas y aventuras habían pasado a un segundo plano, y eso de un modo u otro había acabado por alejarlos inevitablemente. La esencia de lo que alguna vez fueron se les estaba escapando entre los dedos de las manos, o al menos él lo percibía de esa forma, lo que hacía que se sintiera más fuera de lugar que nunca. Desde el compromiso Sirius no había vuelto a ser el mismo, sino más bien un espejismo de lo que alguna vez fue, lejos quedaba el muchacho seguro de sí mismo sin miedo a nada y a nadie que había conocido a lo largo de los años. Remus pasaba el día entre libros, y los pocos momentos libres que tenía parecían estar dedicados en exclusiva a Sarah. Y James, James hacía unas semanas que estaba más distraído y ausente de lo habitual, como si mientras sus pies permanecían fijos en el suelo del castillo, su mente volara muy lejos de Hogwarts.
—Parece que nadie tiene ganas de ir a Hogsmeade hoy. Todavía recuerdo cuando ansiabamos estar en tercero para poder visitar la villa al igual que el resto de alumnos mayores — comentó Sarah con nostalgia, apoyando la cabeza contra el hombro de Remus, que degustaba una apetitosa tostada de mermelada de fresa sentado junto a ella.
—¿Por qué dices eso? — preguntó el castaño con curiosidad.
—Ali se va a quedar sola haciendo en el castillo vete tú a saber Merlín que — explicó consiguiendo que la rubia le sacara la lengua en respuesta — y Lily pasará la tarde estudiando en la biblioteca — continuó.
La pelirroja y James intercambiaron una mirada fugaz de complicidad, interrumpida antes de que nadie más pudiera darse cuenta por un contrariado Sirius.
—¿Te vas a quedar encerrada sola en el castillo en tu día libre? — preguntó en tono de acusación girándose para encarar a la rubia.
Alison dejó de marear por un momento el café frente a ella y le sostuvo la mirada.
Claramente Sirius sabía algo que al parecer el resto de presentes ignoraban, pero la totalidad de ellos decidió pasarlo por alto. Meterse de por medio en la complicada relación que mantenían el merodeador y la gryffindor no estaba en los planes de ninguno de ellos. Al menos no si no querían salir escaldados.
—No es para tanto, son sólo unas horas que aprovecharé para leer tranquilamente en el patio o pasear por el castillo. Puedes estar tranquilo que voy a estar perfectamente, como mucho moriré de aburrimiento— aseguró con un tono inusualmente serio.
—Vale, pues me quedo contigo — decidió el moreno con firmeza.
Peter levantó la cabeza de su bol espantado.
—Sirius, no puedes...— trató de decir, notablemente nervioso.
Sabía que era más que probable que Daphne cancelara la cita si Sirius decidía no asistir. Quizás solo eran sus numerosas inseguridades las que le hacían no sentirse suficiente como para que alguien quisiera tener una cita a solas con él, pero estaba convencido de que como poco todo sería mucho más difícil si Sirius cancelaba la cita con la mejor amiga de la hufflepuff.
Tanto Sirius como Alison ignoraron por completo las palabras de Peter, estaban demasiado ocupados en medio de una guerra de miradas en las que se decían mucho más que lo que las palabras pudieran alcanzar a transmitir.
—Estaré bien — insistió en tono firme Alison nuevamente.
Sirius bufó y tras alborotarse el cabello, su mirada voló inconscientemente hasta la mesa de Slytherin, donde como acostumbraba a suceder desde hacía ya unos días, el asiento que usualmente ocupaba su hermano permanecía vacío.
—Además, no sé qué pasaría si no vas por mi culpa, probablemente Audrey y sus amigas me pongan la zancadilla en los pasillos en venganza, o en última instancia, me encierren en el invernadero tres con un montón de mandrágoras chillonas para que me duelan los oídos durante semanas — bromeó Ali tratando de quitarle hierro al asunto, y disipar ese ambiente enrarecido que se había generado con motivo de su extraña conversación con Sirius.
Todos en la mesa rieron como consecuencia de su comentario, y la conversación continuó a lo largo del desayuno, dejando a un lado las tensiones, reacciones extrañas y nervios sin explicación aparente alguna que habían estado presentes esa mañana de invierno en el Gran Comedor.
James Potter caminaba a buen paso a lo largo del pasillo del tercer piso en dirección a la estatua de Gunhilda de Gorsemoor, frente a la cual había quedado con Lily aquella tarde.
Llevaba el mapa del merodeador escondido en la abertura interior de su chaqueta, y la varita en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros favoritos. Le sudaban las manos como nunca antes y tenía la necesidad de aclararse la garganta una docena de veces por minuto. Y por una vez se sintió tan inseguro como nunca antes en su vida.
James acostumbraba a ser extremadamente seguro de sí mismo la mayoría del tiempo, tanto era así que solía resultar un poco arrogante. No obstante, el gryffindor no consideraba la arrogancia un defecto sino más bien un rasgo a destacar de su personalidad que muchas veces le servía de escudo ante las críticas, y muchas otras de carta de presentación para el resto de alumnos y profesores. Además, ¿qué tenía de malo destacar o tratar de ser el mejor en todo?.
Bueno, en todo claramente no. En lo que a Lily se refería era un maldito desastre. Por Merlín, parecía un novato inexperto aterrorizado por meter la pata a cada momento. Ansiaba con todas sus fuerzas que esa primera cita fuera especial y diferente para ambos, pero sobretodo, ser capaz de abrirse y mostrarle a la muchacha su verdadero yo, dejarle acceder a las zonas más recónditas e intransitadas de sí mismo, y que pudiera captar con sus propios ojos que no era tan malo ni tan arrogante en realidad después de todo. No es que la opinión de los demás le importara en exceso, pero la de ella sin duda lo hacía.
Además, se supone que la primera impresión es la que cuenta, ¿no?. Y ellos habían tenido cientos de primeras impresiones desastrosas, pero quizás podría ser su primera impresión completamente sincera y real con el verdadero James, ese que amaban sus amigos y su familia y que no dejaba salir a la luz más que para las personas que realmente le importaban. Y Lily le importaba. Le importaba más de lo que habría podido llegar a imaginar que lo haría. Odiaba profundamente verla triste, dañada, o preocupada, por eso mismo se había propuesto poner todas sus energías en tratar de hacerla sonreír cada día, quizás para muchos no fuera más que un payaso o un bufón pero si sus tonterías conseguían dibujar una sonrisa en los labios de la pelirroja, entonces ser considerado un bufón sin lugar a dudas habría merecido la pena.
Desde hacía un tiempo se había dedicado a observar a la muchacha con detenimiento, preguntándose cómo diantres era posible que no se hubiera fijado en ella antes. Seguramente tendría que ver con su barrera de arrogancia y orgullo, muy probablemente hubiera estado demasiado ocupado considerándose a sí mismo demasiado bueno para cualquiera, como para darse cuenta de que esa obstinada pelirroja le daba mil vueltas en muchos aspectos, y por un momento deseó ser más como ella.
—Creí que nunca me libraría de las chicas, Sarah me ha insistido como un millón de veces para que fuera con ella a Hogsmeade, y Ali para que reconsiderara mi aburrido plan de estudio en la biblioteca e hiciéramos algo juntas — interrumpió una acalorada Lily, acercándose apresuradamente en dirección al muchacho.
Sus mejillas rosadas, ahora algo enrojecidas por la carrera, resaltaban aún más las pequeñas pecas marrones que salpicaban casi por completo su dulce rostro, enmarcado por una gruesa trenza ladeada que recogía la mayor parte de su cabello rojizo. Portaba un grueso jersey de punto blanco como la nieve combinado con unos sencillos vaqueros de tonalidad clara, y sobre él un chaquetón de invierno que casi le llegaba a las rodillas. No podía lucir más sencilla, pero en contraposición habría jurado que estaba más preciosa que nunca antes, aunque tratándose de Lily Evans que absolutamente siempre se veía hermosa, era difícil de decir.
James sonrió ampliamente y rompió la distancia que los separaba arropando a la chica con sus brazos.
—Te he echado de menos — admitió contra su pelo.
—Pero si me has visto esta mañana — rió la muchacha divertida, separándose unos centímetros del chico para observarlo con una ceja enarcada.
—Cierto, pero si no puedo abrazarte no cuenta — apuntó James con la sonrisa más dulce que la pelirroja hubiera recordado haberle visto esbozar nunca.
Lily apartó unos segundos la mirada.
—Si me dices esas cosas no me ayudas con los nervios — confesó a modo de reproche sin poder en ningún momento dejar de sonreír.
—¿Lily Evans nerviosa? Me siento muy halagado — provocó James, tratando de disipar la tensión que reinaba en el ambiente.
Él estaba tan nervioso como ella sino más, pero aunque tenían mil y un motivos para estarlo y en especial para poner en duda si lo que sucedía entre ambos era o no una buena idea, decidió lanzarse de cabeza al caldero. Después de todo, si de él dependía jamás se recordaría a James Potter por haber sido un cobarde, ¡Por encima de su escoba!.
Lily rió a la vez que golpeaba juguetonamente a James en el estómago.
—Vale, vale pero es normal estar nerviosa teniendo una cita con alguien tan atractivo como yo, no te sientas mal — continuó el muchacho, consiguiendo hacer que la pelirroja rodara los ojos en respuesta.
—Eres idiota
—Lo sé
—Supongo que eso es algo bueno, ya sabes lo que dicen, el primer paso es admitirlo — contraatacó la chica haciendo que la sonrisa del merodeador se ensanchara más aún.
Pues si había algo que estaba claro era que por mucho que su relación hubiera cambiado, esos piques continuos entre ambos seguirían siempre presentes en sus conversaciones, de otra forma no serían Lily Evans y James Potter.
—Entonces, mi bella dama, ¿está preparada para una emocionante tarde de la mano del más virtuoso, atractivo y gracioso de entre todos los Merodeadores? — bromeó elevando y bajando las cejas cómicamente.
— Sirius diferiría de esa afirmación — apuntó Lily divertida.
—Muy cierto, tanto como que estaría equivocado al hacerlo — concluyó James con fingida arrogancia hinchando el pecho, y ganándose en consecuencia un último empujón cariñoso por parte de Lily.
Finalmente, la pelirroja negó con la cabeza sin dejar en ningún momento de sonreír y tras pronunciar la palabra 'Dissendium' apuntando con la varita en dirección a la escultura frente a ellos, ambos accedieron al pasadizo y se deslizaron a lo largo del tobogán metálico que había dejado a la vista la siniestra estatua de la bruja tuerta.
—¿Aplicación práctica del acónito en la elaboración de pociones? ¿Has planeado apaciguar a algún hombre lobo últimamente? — irrumpió una voz divertida frente a una abstraída Alison que leía ensimismada un grueso libro con tapas de cuero, con la espalda apoyada en la fuente del Patio de la Torre del Reloj.
La gryffindor levantó rápidamente la cabeza del polvoriento manual que sostenía sobre su regazo y lo cerró de golpe en acto reflejo.
—Espero que no planees usar el acónito contra tus enemigos, y en caso de que así fuera, espero no ser uno de esos enemigos — añadió el intruso sin disminuir ni un ápice el tono burlón de sus palabras, fingiendo aclararse la garganta.
—Rosier, que tuviera la humanidad de curarte las heridas el otro día en la enfermería no significa que seamos amigos — replicó en tono cortante Alison antes de hacer ademán de marcharse.
No obstante, antes de poder siquiera tomar el impulso del banco de piedra, el slytherin la frenó situándose frente a ella para cortarle el paso.
—No seas así, Potter. Prometo que vengo en son de paz, tan solo quería darte las gracias por lo que hiciste por mí el otro día — sonrió con amabilidad, tendiendo en su dirección una botella de vidrio que acababa de extraer de la bolsa de piel que colgaba sobre su hombro.
Alison tomó la botella transparente entre sus manos y la examinó durante unos segundos con detenimiento. Contenía un líquido completamente incoloro, que habría jurado que a simple vista no era más que inofensiva agua. Pero claro, en el mundo de los magos nada era lo que parecía, así que bien podría ser veneno y oler a delicioso algodón de azúcar.
—¿Qué es esto? — preguntó confundida inclinando ligeramente la botella de un lado a otro — Supongo que eres consciente que ni loca bebería voluntariamente algo que viniera de ti — subrayó.
No obstante, para su sorpresa Evan no parecía molesto o ofendido por su descortés respuesta, todo lo contrario.
—Perdone, pero no soy yo el que en su tiempo libre investiga sobre la aplicación práctica de plantas potencialmente mortales, señorita Potter — contraatacó divertido.
Alison se quedó paralizada por un segundo, ¿sería tan sospechoso lo que estaba haciendo o Evan solo trataba de tomarla el pelo?. ¡Por circe!, por supuesto que era la segunda opción, ¿qué centauros tenía de extraño estudiar la aplicación práctica de un ingrediente habitualmente empleado en pociones en una escuela de magos?. Y al instante recordó que no tenía por qué darle explicación alguna al respecto.
— De todas formas, no puedo aceptarlo, no es necesario que me regales nada. Estaba castigada y era mi trabajo curarte, así que con un gracias es más que suficiente — aseguró con una sonrisa forzada, deseando con todas sus fuerzas que el slytherin finalmente desistiera.
No obstante, como no podía ser de otra forma, el muchacho ignoró por completo sus palabras y en lugar de marcharse se deslizó hasta el suelo, quedando sentado junto a ella.
—Eres muy testaruda y por qué no decirlo, tremendamente desconfiada, pero supongo que no puedo culparte — concedió a la vez que sacaba de su bolsa una botella exactamente igual a la que ella portaba en ese momento entre sus manos — Me las ha enviado mi tío, no son más que inofensivas gaseosas, con la particularidad de que el sabor lo eliges tú, solo tienes que cerrar los ojos — explicó llevando sus palabras a la práctica — Después, visualizas el sabor que te gustaría que tuviera mientras frotas la etiqueta y voilá — sonrió abriendo los ojos y observando cómo el líquido transparente había adquirido una tonalidad violácea de un momento a otro.
Alison abrió mucho los ojos.
Quizás no se fiara de Evan, pero su curiosidad venció la batalla aquella vez, por lo que sin pensarlo un segundo más tomó con fuerza la botella de vidrio y tras cerrar los ojos frotó la etiqueta mientras pensaba en frambuesas, arándanos y moras. A los pocos segundos el líquido contenido en el recipiente se había tornado de color rojizo oscuro.
Evan abrió el tapón de su bebida y le dió un largo trago para mostrar a la rubia que no tenía nada de qué temer, pues claramente lo último que haría sería envenenarla en medio del patio delante de tantos testigos. Pero de eso trata la desconfianza, quizás no pienses que la otra persona va a hacerte daño en ese momento preciso, pero de igual forma levantas todas las barreras a tu disposición para evitar que se acerque lo suficiente como para dañarte si en algún momento consigue pillarte con la guardia baja.
Alison dió un trago de igual forma, el intenso sabor a frutos del bosque inundó sus papilas gustativas, mientras las partículas de gaseosa burbujeaban juguetonas en el fondo de su garganta.
—Está realmente deliciosa — exclamó gratamente sorprendida a modo de agradecimiento por el detalle.
—De nada, chica desconfiada — dijo Evan negando con la cabeza, inevitablemente divertido por la tozudez que caracterizaba a la gryffindor.
—Dijiste que no podías culparme por eso — canturreó la rubia con una sonrisa inocente.
—Es cierto, no puedo — sonrió desviando la mirada mientras daba nuevamente un trago a la singular gaseosa.
Ambos se mantuvieron en silencio unos segundos antes de que el muchacho se decidiera a hablar nuevamente.
—Es posible que me esté metiendo donde no me llaman pero además del regalo, quería preguntarte si estás bien…desde aquel día en la enfermería te he visto un poco decaída — se atrevió a decir el slytherin.
Y con la palabra decaída claramente se había quedado corto, cualquiera que la conociera mínimamente podría asegurar que ese fantasma ojeroso y afligido que deambulaba por los terrenos de Hogwarts desde hacía ya demasiados días, no era ni mucho menos Alison Potter.
Alison enfrentó su mirada con la de él confundida. No esperaba ese comentario, y mucho menos de su parte.
—No es que te acose, solo soy observador — puntualizó Evan, dando pie a la chica a contestar a su pregunta.
—Si te soy completamente sincera no tengo demasiadas ganas de hablar de eso y…— soltó de carrerilla, frenándose antes de pronunciar la última parte de la frase.
—Menos aún conmigo — completó Evan en tono bajo, sorprendentemente decepcionado.
—No te lo tomes a mal pero no te conozco, y además, aunque así fuera, realmente no tengo ganas de hablar de ello en absoluto — admitió con sinceridad fijando sus ojos en los de él — Pero de igual forma, gracias por preguntar — concedió dejando escapar un suspiro.
Y por una milésima de segundo la última conversación que había mantenido con Regulus volvió a martillear su conciencia y la culpa invadió por completo su pecho, amenazando con acabar con el oxígeno que permanecía oculto en sus pulmones, por lo que antes de que la situación fuese a más, sacudió la cabeza obligándose a cerrar bajo llave ese recuerdo en lo más profundo de su memoria, y sonrió nuevamente en dirección a Evan restándole importancia al asunto.
—Tienes razón — admitió — pero si alguna vez necesitas hablar, quiero que sepas que tienes a tu disposición un proveedor de gaseosas ausentes de veneno o cualquier otra sustancia mortal — bromeó el muchacho.
—¿Por qué haces todo esto? — cuestionó Alison, sin poder evitar que la pregunta saliera disparada de sus labios sin pararse siquiera a pensarla.
—Porque contra todo pronóstico...me caes sorprendentemente bien, Potter. — admitió el slytherin con aparente sinceridad.
Alison le observó con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Ciertamente sonaba sincero, aunque las malas lenguas y la dilatada experiencia le decían que muchos de los alumnos de la casa de las serpientes eran expertos mentirosos, y pese a que probablemente eso no fueran más que prejuicios y habladurías, prefirió ser precavida y mantenerse alerta.
Pero antes de poder siquiera responder, una voz dolorosamente conocida interrumpió abruptamente la conversación entre ambos.
—¿Podemos hablar?
La muchacha levantó la cabeza de golpe, encontrando parado frente a ella y Evan un notablemente desmejorado Regulus Black. Su cabello normalmente peinado de forma impecable se hallaba completamente ensortijado, las ojeras negruzcas le alcanzaban las mejillas, había perdido tanto peso que sus pómulos se marcaban aún más de lo habitual y su jersey con ribetes esmeralda lucía como un saco arrugado sobre su torso.
La gryffindor se había quedado tan paralizada por la presencia del slytherin que fue incapaz de articular palabra alguna.
—Bueno, yo me voy ya. Piensa en lo que te he dicho, por favor — se despidió Evan caminando de espaldas, antes de darse la vuelta para marcharse y dejarlos solos.
Ambos se miraron durante unos segundos en silencio y Alison se tragó una tras otra las lágrimas que amenazaban con abandonar sus ojos. No podía dejarlas escapar, debía sobreponerse, ser fuerte y aceptar la decisión que había tomado su amigo. Y con suerte, en un periodo corto de tiempo todo volvería a la normalidad entre ambos. Pero sin duda era mucho más fácil decirlo que llevarlo a la práctica, sobre todo por el hecho de tener que ver a Regulus en tan malas condiciones y no poder siquiera preguntarle si le pasaba algo.
Era más que evidente que su estado anímico nada tenía que ver con sus sentimientos por ella, o al menos no la mayoría de este, tenía que estar sucediendo algo más en la vida del moreno que lo mantuviera en ese estado. Lucía tan cansado y frágil, que por un momento la rubia temió que se desmayara ahí mismo.
— Tú dirás — consiguió arrancar del fondo de su garganta, posando la palma de la mano en el frío suelo de piedra para invitarlo a sentarse junto a ella.
El slytherin se dejó caer junto a ella guardando tanto las distancias que parte de su espalda permanecía en vilo fuera de la piedra de la fuente.
—No hace falta que te alejes tanto, te prometo que mi carnet de vacunación está en regla — bromeó Alison, dejando entrever una sonrisa tímida, inevitablemente cargada de dolor, inseguridad y añoranza.
Regulus vació sus pulmones y con la vista fija en el suelo se dispuso a hablar.
—Soy consciente de que no tengo ningún derecho a decirte con quién puedes relacionarte y con quién no pero…te lo pido por favor, no te dejes engatusar por Rosier, puede parecer muy encantador, pero te aseguro que no es de fiar — advirtió Regulus sin apartar la vista del suelo.
Alison pasó en menos de un segundo de la nostalgia a la ira, riendo sin gracia ante la recomendación del moreno.
—¿Disculpa? — preguntó al aire con indignación sin esperar respuesta por parte del muchacho — Entiendo que necesites tiempo y por esa misma razón he aceptado darte espacio, pero no te equivoques al pensar que por la amistad que nos une puedes dirigirte a mí con condescendencia "tratando de cuidarme". Aunque no lo creas, soy más que capaz de cuidarme yo sola, y por supuesto, tengo el suficiente criterio como para saber en quién puedo o no confiar — aseguró tajante con una mirada incrédula fija en el slytherin.
—Sólo medita lo que acabo de decirte, por favor. No trato de fastidiarte ni mucho menos de darte órdenes, Alison. Le conozco lo suficiente a él y a su familia, como para saber que lo mejor para ti es mantenerte lo más alejada que te sea posible — insistió dirigiendo sus ojos verdes por primera vez a los de la rubia.
—Debes estar muy convencido de ello, supongo que tienes información de primera mano al respecto que yo desconozco, así que si me pusieras al tanto quizás todo sería más sencillo — propuso la rubia, fijando distraídamente su atención en el descascarillado esmalte de sus uñas.
—Sabes que no puedo hacer eso — respondió en tono apenas audible.
—Bien, pues entonces guárdate tus advertencias. No soy una niña, Regulus, y no necesito que me protejáis continuamente, ni tú, ni tu hermano, ni nadie, métetelo de una vez en la cabeza — espetó enfadada, antes de levantarse con ímpetu del suelo y alejarse a paso veloz.
