El mes de vacaciones se convirtió en un agosto lento y tortuoso, encerrado casi todo el tiempo en su habitación. Todo le molestaba, la risa de Malfoy que se colaba por debajo de la puerta, los detalles de Sirius cuando mandaba a Kreacher con su comida e incluía cosas que sabía que le gustaban mucho, la ausencia de mensajes de sus amigos. Y el recuerdo de la noche en el club, se había traicionado a sí mismo varias veces cerrando los ojos para evocar el beso que había visto y fantasear lo que habría ocurrido después para masturbarse. Incluso tuvo la tentación de volver a acercarse a la habitación de la pareja y fisgar un poco.
Casi habían acabado las vacaciones la noche en que salió de la biblioteca dando un portazo. En el pasillo, Malfoy le miraba con los brazos cruzados y gesto de estar muy defraudado. Llevaba una hora gritando a Sirius, echándole encima toda la mierda que había acumulado en las últimas semanas. O años, porque no era consciente de la cantidad de rencor que había acumulado desde la muerte de Remus.
Sirius había sido exonerado, entre otras razones porque una de las personas que más le odiaba en el mundo, Severus Snape, había dado testimonio a su favor, pero la muerte de su pareja le había dejado devastado e inmerso en una depresión que le llevó de cabeza a la bebida. Aunque tras la guerra había conseguido un puesto como instructor en la Academia y que Harry viviera con él, su vida no había remontado y eso había generado un gran retroceso en la relación con su ahijado.
Salió de la casa, impulsado por la indignación, con los dientes y los puños apretados, pero conforme caminaba y se alejaba de Grimmauld Place el cabreo era sustituido por un malestar creciente. Sirius era la única familia que tenía; después de perder a los Weasley no había nada más que lo atara a esa maldita ciudad.
Se detuvo en seco cuando se dio cuenta del lugar al que lo habían llevado sus pies: al Caldero Chorreante. Empujó la puerta con decisión y caminó en línea recta hasta la parte de atrás, ignorando el saludo de Hannah desde la barra. Paseó sin rumbo por Diagon, con las manos en los bolsillos, hasta que fue detenido por una mano en su hombro.
Se giró, varita en mano, pero se relajó inmediatamente cuando se encontró con la sonriente cara de Bill.
— ¿Me buscabas, Harry?
— Ehm, no —respondió confuso y desorientado.
Bill señaló a su espalda y Harry se dio cuenta de que estaba a unos metros del club.
— Dimitri, el portero, te ha visto pasar tres veces en poco rato y me ha avisado. ¿Va todo bien? —preguntó preocupado, observando la mirada desenfocada de Harry.
— He discutido con Sirius. Yo... ni siquiera era consciente de estar en esta parte del callejón. Lo siento, Bill. Vuelve dentro con Fleur, volveré a casa...
El pelirrojo no le dejó hablar más, le agarró por los hombros y le obligó a caminar hacia la puerta del club. Saludó con un cabeceo a Dimitri, que les respondió con una pequeña sonrisa.
— Bill, no quiero que te saltes las normas por mí. Esto no es necesario.
— Calla, Harry —le contestó, sacando un papel de su bolsillo—. Tienes un carnet provisional.
— ¿Un qué? —preguntó sorprendido cuando Bill lo soltó para sentarse en una banqueta junto a la barra.
— Hablé con Severus, para disculparme en tu nombre. Y bueno, conseguí que me dejara hacerte socio por unos meses.
— No entiendo nada.
Bill se deshizo la coleta, echando la cabeza hacia atrás, y agitó la las dos manos, haciendo que Harry le mirara embelesado.
— Severus me dijo que le llamaste muchas cosas que sospecha que en realidad opinas de ti mismo.
Harry no pudo mirarle a la cara y bajó los ojos al suelo.
— Mira, Harry, —Se inclinó hacia delante y le puso la mano en la rodilla— te entiendo. Cuando me mordieron, Fleur y yo descubrimos que yo... alrededor de la luna llena tenía necesidades sexuales que ella no podía satisfacer. Adoro a mi mujer, es la luz de mi vida, pero después de varios meses sufriendo llegamos a la conclusión de que teníamos que buscar juntos la manera de desahogar esa energía sexual.
— ¿Y qué pinta Snape en esto?
— Las veelas son criaturas territoriales, igual que los lobos, pero también son exhibicionistas, seguro que eso no te lo contaron en clase. Nuestras criaturas lo reconocen como parte de la familia, porque hace tiempo que somos amigos —explicó, encogiéndose de hombros—. El club satisface las necesidades de los dos y con el tiempo se ha convertido en nuestra noche especial del mes. Nos gusta, pero somos conscientes de que la gente no lo entendería.
— Es que todo esto es tan...
— ¿Pervertido?
La cabeza morena negó mientras se frotaba los ojos, frustrado.
— No quiero insultaros, quiero entenderos —masculló finalmente.
— Y eso te ayudará a entenderte a ti mismo, por eso le pedí a Severus que nos dejara hacerte socio por unos meses. De verdad que creo que necesitas ver que no te pasa nada, que un fetiche no deja de ser eso, algo con lo que disfrutas de manera consensuada con otra u otras personas.
Le tendió el carnet, que Harry miró como si fuera un látigo o una mordaza.
— Vamos, Harry, no te estoy ofreciendo que participes en una orgía sado, solamente que disfrutes de lo que te gusta para que lo interiorices como algo positivo.
Harry se mordió el labio inferior, pensativo. Dudó un par de minutos, pero finalmente alargó la mano para coger el carnet y guardárselo en la cartera. Bill sonrió y apuró su vaso antes de ponerse de pie.
— Voy a entrar, Fleur me está esperando. ¿Quieres venir?
Dudó, hasta que Bill se inclinó hacia delante y le dijo con un susurro cómplice:
— Has tocado el carnet, ya eres socio y puedes entrar a la segunda habitación. Con sonido todo mejora, ¿no?
Cuando llegaron a la antesala de la habitación la ventana estaba despejada y había dos personas tumbadas desnudas en la cama, charlando. Harry se sintió mal por un momento, estaba claro su presencia había interrumpido lo que quiera que estuviera pasando entre ellos.
— Imagino que de momento preferirás quedarte aquí afuera —le dijo Bill mientras empezaba a desabrocharse la camisa—. Dejaré la puerta abierta, podrás escucharnos o entrar si quieres.
E hizo algo que pilló a Harry totalmente por sorpresa: se acercó, lo tomó por la mandíbula y le besó. Al liberarlo, lo único que el moreno fue capaz de hacer fue retroceder hacia atrás para dejarse caer en el sofá, con la boca abierta por la sorpresa.
Para cuando se le reinició el cerebro y volvió a prestarle atención a la ventana, la escena dentro de la habitación era de lo más interesante: a cuatro patas sobre la cama, Snape jugaba con la lengua con el clítoris de Fleur mientras, tras él, Bill hacía lo mismo con su ano. Los sonidos que llegaban de la habitación eran húmedos, salpicados de gemidos y susurros.
Los gestos, las caricias y las risas que escuchaba de vez en cuando delataban la complicidad de tres personas que llevan un tiempo compartiendo momentos como ese. Viéndolos, Harry pudo entender un poco mejor las palabras de Bill. Era sexo, pero también era diversión, era algo que les hacía sentir más libres, tal como le había dicho Snape antes de irse de su casa.
Era inevitable tocarse, el tono de los gemidos había subido cuando Bill se había colocado de rodillas tres Snape y había empezado a meterle dedos en el culo. La cara de su ex profesor era la representación del placer, con los ojos cerrados y la cabeza ligeramente echada hacia atrás. Fleur se había movido hasta deslizarse bajo el profesor y poder chuparle.
Harry tenía la polla en la mano y se apretaba uno de los pezones sobre la camisa cuando la escena cambió. Vio a Fleur decirle algo en un susurro a los dos hombres y los tres se giraron a mirar hacia la ventana, el matrimonio con una sonrisa provocativa, Snape serio, con los ojos clavados en los suyos como un reto. Bill le señaló el sofá que había dentro de la habitación con un gesto de invitación.
Se recolocó la ropa, con manos temblorosas. Tomó aire profundamente y entró a la habitación. El olor a sexo era intenso. Fleur se levantó de la cama y se acercó a tomarle de la mano y llevarlo al sofá. En la cama, Bill le decía algo al oído a Snape antes de besarle mientras le acariciaba el cuello. Después deslizó las manos por los costados, haciendo que Severus cerrara los ojos.
—Míralos, Harry, son hermosos juntos, ¿verdad? —le susurró Fleur—. Puedes acercarte, tocarles, a los dos les gusta ser acariciados.
Harry movió la cabeza negativamente, observando a los dos hombres con los ojos muy abiertos.
— Nunca he tocado a otro hombre —le contestó, enrojeciendo al ver a Bill entrar despacio en Snape.
Los dos hombres se habían colocado de frente a él, tenía una vista perfecta de sus rostros llenos de placer. Sus jadeos y gemidos le estaban poniendo a mil, sentía que la boca se le secaba y el corazón se le iba a salir del pecho. Estaba tan duro que cuando Fleur le abrió la bragueta y le tocó soltó un siseo, dolía.
— Ven —le tendió la mano, poniéndose de pie para llevarlo hasta la cama.
Tomó su varita de la mesilla y con un pase lo desnudó completamente. Se sonrojó aún más e hizo un gesto intuitivo de taparse con las manos. Ella se colocó a su lado y le retiró las manos con cuidado.
— Severus, abre la boca, por favor —pidió con gentileza, poniéndole delante el hinchado pene de su invitado—. Disfrútalo Harry, Severus tiene una lengua mágica. Relájate.
Respiró hondo, intentando hacerle caso. Los ojos negros lo miraron un momento antes de comenzar a chuparle con cuidado. Aquello era tan surrealista que por un momento pensó que estaba soñando, pero no, el cabello suave bajo sus manos, que Fleur había posado sobre la cabeza de Snape, era una sensación agradable que le ayudaba a relajarse y disfrutar del placer que se arremolinaba en su vientre. Cerró los ojos e inició un leve movimiento de balanceo.
Se sentía tan bien, los gemidos de Snape vibraban en su polla mientras Fleur le besaba el cuello y los hombros. Una mano grande le tomó de la nuca, abrió los ojos para ver a Bill acercarse para besarle con furia a la par que aceleraba el ritmo de sus embestidas, haciendo que Snape le liberara para poder gemir con más fuerza y maldecir en un idioma que no conocía.
Harry fue a echarse atrás, dejarles terminar, pero los ojos negros le congelaron en el sitio. Él mismo volvió a metérsela en la boca y le acarició el pelo y los hombros con cuidado, admirado por la suavidad de la piel de ese hombre.
Fleur se subió a la cama para poder alcanzar el pene de Snape, que goteaba sobre la cama, y acariciarlo. Todos comenzaron a moverse con más fuerza, inmersos en una espiral de placer, hasta caer agotados y saciados en un orgasmo entre gritos y dientes apretados.
Harry se dejó caer en el sofá, jadeando, con las piernas temblorosas, contemplando a las tres personas sobre la cama. Bill salía con cuidado de Snape, que tenía los ojos cerrados y la cara escondida entre los brazos, el pecho moviéndose en respiraciones cortas, y lo limpiaba con cuidado con una toalla húmeda que le tendía Fleur.
Ella era la única que no se había corrido, pero se veía feliz mientras Bill besaba con cuidado a Snape entre los hombros. El profesor se movió despacio, incorporándose para recibir un beso de cada uno antes de salir de la cama. A sus espaldas, el matrimonio se besaba de un modo muy apasionado, Harry no pudo evitar darse cuenta de que el pene de Bill seguía erecto justo antes de que la cogiera de las piernas y la pusiera en su regazo, entrando en ella de una vez.
Snape se sentó junto a él con cuidado, tras ponerse los calzoncillos.
— La luna llena está muy cerca, Bill puede aguantar horas esta noche —le dijo mientras encendía un cigarrillo y le ofrecía otro.
Negó con la cabeza, incapaz de apartar la vista de la pareja que se movía de forma salvaje sobre la cama. Se estremeció cuando vio a Bill morder el cuello de su mujer con fuerza.
— No se preocupe, ella estará bien. Recuerde que es una criatura mágica en el fondo.
Asintió despacio, apoyándose en el respaldo del sofá y carraspeando para buscar su voz.
— ¿Está bien, Potter?
— Todo esto es tan...
— ¿Pervertido? —preguntó Snape estrechando los ojos y echando una bocanada de humo hacia el techo.
Movió la cabeza negativamente, apartando la mirada de la pareja, que había cambiado de postura.
— No, al contrario, natural. Las risas, las caricias —consiguió articular con voz ronca.
Snape se encogió de hombros.
—Es sexo, ¿hay algo más natural?
— Nunca habría pensado que usted... bueno, nunca habría pensado que usted tuviera vida sexual, mucho menos esta vida sexual —habló despacio, intentando explicarse.
El hombre mayor se rió, una carcajada seca que hizo que aparecieran atractivas arrugas alrededor de sus ojos. Harry deseó por un momento acariciar esas arrugas, a cambio clavó los dedos en el sofá.
— Entiendo que todo lo de hoy ha sido nuevo para usted. ¿Cómo se siente?
Harry sopló hacia arriba, para quitarse el flequillo de los ojos.
— Bueno, hasta hoy mi experiencia se limitaba a una mujer.
— ¿Nunca había estado con un hombre?
— Nunca. Le aseguro que ni tan siquiera me había planteado hacer nada remotamente cercano a lo de hoy.
Severus volvió a reír, apagando el cigarrillo en un cenicero que había en el suelo.
— Bueno, la noche es joven, aunque yo no lo sea. ¿Se queda un rato más con nosotros?
Asintió, mirando de nuevo hacia la cama, donde Fleur estaba teniendo un escandaloso orgasmo que liberó de golpe sus alas mientras era ella la que mordía con fuerza el cuello de su marido.
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La mañana siguiente, Harry entró en la cocina de Snape estirando la espalda. Esta vez no tenía resaca de alcohol, sino sexual. Se había quedado dormido en el sofá de la habitación después de dos orgasmos más, mientras los otros tres seguían en la cama.
— Esto es un dejavú —dijo con voz ronca, sentándose con cuidado, su trasero aún sensible después de haber tenido dentro cuatro de los dedos de su exprofesor.
— ¿Hoy también va a marcharse a mitad de desayuno? —preguntó Snape, apartando la vista del periódico con una mínima sonrisa asomando.
— Creo que necesito recuperar fuerzas. ¿Usted no está cansado? hizo más ejercicio que yo.
Snape esta vez sí sonrió mientras le servía café y un plato con tostadas y huevos.
— Confieso que me preparé con un par de pociones reconstituyentes. Ya vio que Bill tiene mucha energía.
Harry sonrió también.
— Quizá podríamos tutearnos, ¿no? anoche los dos tuvimos partes del cuerpo del otro dentro —bromeó entre ganchada y ganchada de huevos.
— Supongo que sí —respondió, sus ojos negros observándolo mientras daba un largo sorbo a su café—. ¿Estás bien? quizá lo de anoche fue mucho de golpe.
Asintió, tratando de no ruborizarse al recordar.
— ¿Siempre es así de intenso?
— Con ellos sí. Hay otras parejas en el club, cada una es diferente.
— ¿Lo dices por experiencia?
Severus se echó hacia atrás en la silla y levantó un poco la ceja ante el tono de la pregunta.
— Soy uno de los fundadores, he estado con más parejas, sí. Ellos hasta ayer solo habían compartido conmigo.
La respuesta fue lo suficientemente seca como para saber que era mejor cambiar de tema, así que siguió desayunando en silencio un par de minutos antes de volver a hablar.
— No sé a qué te dedicas ahora.
— Enseño, pero a otros pocionistas.
— No más adolescentes para ti.
— No, por Merlín. Viajo a las distintas academias a dar seminarios.
Harry siguió comiendo, con los ojos fijos en el plato, hasta vaciarlo por completo. Después, clavó sus ojos verdes en Severus y soltó a bocajarro.
— Nunca te di las gracias.
— ¿Por?
— Por todo lo que hiciste por mí en la escuela.
El profesor dejó la taza y el periódico a un lado y lo miró fijamente, con un rictus triste, las manos juntas sobre la mesa.
— Te debía la vida de tus padres, Harry, así que hice lo que tenía que hacer.
— Aún así, gracias. —Extendió una mano y la puso sobre las suyas— Sin ti no lo habría conseguido.
Hubo un momento, un instante en el que vio algo en los ojos oscuros de Severus, y no pudo evitarlo se incorporó un poco y se acercó a besarle. Pero cuando ya estaba apenas a un par de centímetros, el hombre se separó, liberó sus manos y se puso de pie.
— No estamos en el club, Potter —le dijo, recogiendo los platos y caminando hacia la cocina.
Se quedó un momento plantado junto a la mesa, con el rechazo escociendo como el infierno. Al cabo de un par de minutos contemplando la puerta por la que su anfitrión había desaparecido, tiró de orgullo Gryffindor, levantó el mentón y tomó las tazas para llevarlas también a la cocina
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No soy una escritora de lemon. Me refiero a que mis historias suelen ser bastante blancas, pero aquí había que esta a la altura de Asfixia y wow, este cuarteto es intenso. Ya estamos a mitad de historia, veamos como evoluciona esta amistad.
