Han ingresó a la oficina del cuartel de la GAG, un lugar cubierto de escritorios y gabinetes de archivos. Caminó pausadamente hasta llegar a donde estaba Julissa y Nina, siendo la primera quien estaba sentada. Nina se acercó a Han cuando estaba por llegar.
El lugar estaba repleto de guardias que iban de un lado a otro, pero nadie les prestaba atención a los tres Jedi reunidos.
—¡Han! Julissa acaba de encontrar una dirección.
—¿Lo hiciste, Lang?
—Sí, coronel Dameron—exclamó Julissa y le entregó la estatuilla—Vive en Foundry, si nos vamos ahora, podemos evitar que ella se vaya del planeta.
—Bien, nos vamos. Tú y yo—exclamó Han, quien miró a Nina—Necesito que te reúnas con la teniente Dhavis en Corulag.
—Pero, yo quiero ir contigo, Han.
—No, yo iré con él—exclamó Julissa, poniéndose de pie, luego se colocó encima su capa negra—Ve a Corulag.
—Yo soy tu compañera, Han—exclamó Nina frunciendo el ceño—Nosotros encontramos la estatuilla, creo que merezco estar ahí, interrogando a la señora Stone.
Julissa apretó los dientes, ya que no tenía la intención de llevar a otra persona, su maestra fue muy explícita en que solo debería ir Han al planeta.
—De acuerdo—exclamó Han—Juntos encontramos esto y debemos resolverlo juntos. Vamos, Nina.
"Lo siento, Nina. Pero te advertí, ahora solo dependes de ti" pensó Julissa, siguiendo a los dos Jedi hacia la puerta.
El sol estaba en lo más alto de Coruscant, en el espaciopuerto público se veía muchos aterrizajes de yates estelares y cargueros.
Había muchas especies que estaban esperando a los viajeros, como también los mismos viajeros que salían con maletas de gran tamaño. Shara estaba de pie, bajo la sombra cuando vio un yate estelar aterrizar, no muy lejos de ella pero al ver el escudo del Imperio Renacido, pintado en la puerta, se acercó rápidamente mientras la rampa tocaba el suelo y la puerta se elevaba hacia el cielo.
Se detuvo sonriendo con los labios cuando vio a Jats bajar de ella, llevando dos maletas.
—Hola, Jats—saludó Shara cuando el piloto imperial se acercó a ella, dejó las maletas en el suelo y la abrazó.
—Shara, que bueno verte—exclamó Jats y sonrió cuando se separaron—Me gusta tu nuevo peinado. El cabello corto te queda muy bien.
—¿En serio? Gracias— exclamó Shara tocándose el cabello, que le llegaba a la altura del cuello. Sonrió por el cumplido, y a que se había arreglado especialmente para él y le alegraba que lo notase.
—Me sorprendió mucho cuando el maestro Jacen me dijo que vendrías y que necesitabas a un guardaespaldas Jedi, específicamente yo.
—Sí, confío más en ti. Te conozco—sonrió Jats—¿Eres capitana? Felicidades.
—Gracias.
—Bueno, conseguí un apartamento en la ciudad. Vayamos ahí, tengo algo que decirte pero no lo puedo decir aquí, con gente alrededor.
—De acuerdo—exclamó Shara, levantando una maleta mientras Jats levantó la otra, luego ambos empezaron a caminar por el espaciopuerto en dirección a la salida.
Las puertas de transpiacero se abrieron automáticamente cuando llegaron al umbral, saliendo del lugar y la brisa les dio la bienvenida. No muy lejos, los esperaba un deslizador, donde un devaroniano se acercó.
—Buenas tardes. Dama Jedi ¿Es el embajador?
—Sí—confirmó Shara, entonces el chofer asintió, abrió la maletera donde guardó los equipajes, luego los dos ingresaron al transporte.
Una vez que el chofer ingresó, el deslizador empezó a moverse, ingresando a la calle principal de Coruscante, Jatson informó al conductor al lugar donde debían ir y él solo afirmó vocalmente.
Entonces, Shara y Jatson empezaron a ponerse al día. Shara se preguntaba del porque tanto secretismo con ella preguntándose si tenía alguna misión de los chiss o del Imperio.
Su apartamento estaba en una zona que estaba segura de que no podía pagarlo, a pesar de que era solo capitana de la AG.
Edificios altos, cuyos cristales se reflejaban el cielo, jardines con árboles enanos, niños que usaban patinetas deslizadores, los dos se detuvieron ante un edificio de tamaño medio. Bajaron del deslizador, mientras el devaroniano bajaba los equipajes, Jats se acercó a la puerta, donde un chagriano conserje se acercó.
—Buenas tardes, soy Jatson Irard, embajador del Imperio Renacido— se presentó mientras mostraba su ID holográfico—Y ella es mi guardaespaldas, la Dama Jedi Shara Dameron. Tengo un habitación a mi nombre.
Entonces el chagriano parecía estar revisando algo, luego levantó la vista.
—Buenas tardes. Bienvenido, embajador Irard —saludó mientras abría la puerta, luego los dos, con las maletas cargando, ingresaron. Shara pagó al devaroniano y él se fue. Subieron por el turboascensor, que los llevó al décimo piso.
Su apartamento estaba amoblado, cuadros en las paredes y un gran mamparo donde podían ver los edificios, Shara estaba sorprendida.
—Por cierto, he alquilado un apartamento de este mismo edificio, dos pisos abajo.
—¿Qué? —exclamó Shara, dejando las maletas en el suelo, mientras Jats se sentaba en el sillón, ella avanzó hacia él pero no se sentó.
—¿Has hecho algún contrato?—preguntó.
—He hablado con algunos en una zona que no es aquí pero no he firmado nada.
—Entonces, ve al piso de abajo. Yo me ocupo con los gastos, Shara, no te preocupes.
—Deja que te compense algo, no estoy cómoda que pagues todo y yo no aporte nada.
—De acuerdo—exclamó Jats extendiéndole una tarjeta, y con la mano libre, le hizo la seña para que se acercara y se sentase en el sillón.
Shara avanzó hacia él, tomó la tarjeta y se sentó.
—Bueno, gracias. Y ¿Qué era lo que querías decirme en el espaciopuerto?
Jatson asintió, luego se acomodó para mirarla cara a cara, notando lo hermosa que era.
—El Aristocra, como era de esperar, no le hizo gracia lo de la luna Ekibo. No le gustó nada que abandonáramos ese lugar. A pesar de que me disculpe y encontré un lugar mejor que esa luna, él sigue molesto y recibiré su perdón si capturo o elimino a la twi'lek que acusé de este desastre. A ella le hice responsable del pequeño conflicto con los koboks.
—¿Alema Rar?
—Sí, pero tendré que matarla porque sé muy bien que capturarla viva es imposible. No dijeron nada de tener a una Jedi ayudándome, pero como embajador, debía tener un guardaespaldas y pensé en ti. Sé que nos enfrentamos a ella hace cinco años y quiero contar contigo para darle caza. Necesito la ayuda de un Jedi.
—Entonces, me necesitas.
—Sí y bueno, era una excusa para verte. Pude elegir a cualquier Jedi pero pensé en ti, siempre estoy pensando en ti.
Shara sonrió, sintiendo el calor subirse por las mejillas, colocó su mano por encima de la mano de Jats. Se quedaron en silencio, ella sabía que tenía algo pendiente con a Jedi Oscura, y a pesar de que no tenía una orden directa de buscarla pero usaría esto para hacerlo, es la guardaespaldas de Jats y como tal, era su deber protegerlo.
—Me alegra que me eligieras, porque también quería verte, Jats. Y te ayudaré, vayamos a por esa ramera.
Jats asintió, se puso de pie sin soltar el agarre de Shara, y con ella, la impulsó hacia él, luego la rodeó con su brazo por encima del hombro.
—Pero antes, pasemos a comer algo. ¿Te parece?
—Pues claro, estoy hambrienta—exclamó Shara.
Los dos, casi abrazados, fueron hacia la puerta, abandonando la sala del apartamento.
La esfera de meditación Sith volaba a gran velocidad por el espacio, Alema Rar tenía los ojos cerrados y en posición de loto, en una profunda meditación profunda. Tenía una misión importante, que su maestra esperaba que fuese el desencadenante inicio de la III guerra civil galáctica. Pero antes debía pasar por otro lugar, un lugar que su maestra esperaba su apoyo, ya que empezaba escuchar de ellos, los "otros" los llamaba, ni siquiera la Tribu ha intentado contactar con ellos pero Moonstone siempre hacia las cosas por sí misma y ella esperaba contar con ellos.
La esfera, llamada Nave por Alema, se detuvo y ella abrió los ojos, vio una esfera naranja rojiza, y supo que había llegado al lugar: Korriban.
Aterrizó en las ardientes arenas rojizas del planeta, desolado y desértico. Alema tocó el suelo y alzó la vista, notando la gran cadena de montañas rocosas y como el sol estaba en lo alto, pero el cielo era un tono anaranjado. podía sentir el Lado Oscuro, la rodeaba y la envolvía, como un manto, por alguna razón, sentía que era observada.
—Te llamaré, Nave.
Nave se elevó hacia las nubes hasta desaparecer, entonces Alema empezó a avanzar, levantando polvo en el camino.
Vio un camino en medio de dos montañas, cuyas cúspides estaban tallados dos señores Sith, encapuchados y con la palma extendida, entonces la twi'lek supo que había llegado al lugar, atravesando el camino, desde luego, el calor desapareció, donde un halo frio recorrió su cuerpo pero eso no la detuvo.
Se detuvo ante un templo enclavado en una montaña, vio en la entrada a dos tuk'ata, bestias cuadrúpedas de pelaje gris y ojos rojos, una larga cola delgada y con un gran hocico. Guardianes de las tumbas de los antiguos señores Sith, estas criaturas estaban apostadas en la entrada del templo, levantando la cabeza y uno de ellos se puso de pie, en alerta, gruñendo a la recién llegada.
—Sabuesos Sith—exclamó Alema, deteniéndose pero no las temió, pero los tuk'ata se mantuvieron cautelosas y mostrando los colmillos, cuando sintió que alguien salía del templo.
Un chagriano de piel roja, con líneas negras maquilladas en su rostro bajó por las escalerillas de tierra, con su capa negra ondeando al viento. Detrás de él, aparecieron otros encapuchados, ocultando sus rostros.
—Visitante, te vimos llegar—exclamó el chagriano.
—Darth Wyyrlok, supongo. Mi maestra me habló de ustedes, yo soy la Sable Alema Rar de la Tribu Perdida de los Sith.
—¿Los Sith de Kesh?—exclamó Wyyrlok con desprecio—No queremos saber de ustedes. ¿Quién es su señora?
—Hannah Moonstone, maestra Sith de Kesh. Se encontró con uno de los suyos en Dromund Kaas y así se enteró de Un Sith, del Sith Único.
Darth Wyyrlok volteó ligeramente hacia el grupo de encapuchados, frunciendo el ceño y mostrando los dientes de la rabia, luego miró a la twi'lek.
—Evidentemente, un seguidor de mi señor habló más de la cuenta. Yo soy su lugarteniente, sus ojos, oídos y lengua. Todo lo que digo, lo dice él mientras descansa en su estado de hibernación.
Dos encapuchados agarraron de los brazos al del medio y se lo llevaron al interior del templo, un tuk'ata corrió hacia ellos mientras el otro, se acercó a Darth Wyyrlok.
—¿Entonces? ¿Acepta la propuesta de mi maestra?
—No, no lo aceptamos. Váyase de aquí, Sable Rar; aún no es nuestro momento para mostrarnos a la galaxia. El Un Sith no lo ve adecuado para intervenir, y le recomiendo que mantenga su boca cerrada y le informe a su maestra, que no nos busque y que se olvide de nosotros. No existimos para la galaxia, para los Jedi y para ustedes. Somos enemigos, Sable Rar, no nos gusta los Sith de Kesh, nosotros somos la verdadera orden de los Sith Únicos. Si ella habla, la mataremos y destrozaremos su patética Tribu.
El tuk'ata gruñó mientras el chagriano Sith se daba la vuelta, caminando hacia el interior del templo, seguido por sus compañeros Sith. Eran pocos y entendía porque aún no querían mostrarse a la galaxia.
Alema se dio la vuelta, reanudando su camino y una vez que se alejó del frío camino, avisó mentalmente a Nave, quien descendió lentamente hacia ella.
—Vamos a Onderon, Nave. Tenemos una guerra que empezar.
Entonces Nave se elevó, metiéndose entre las nubes y se alejó rápidamente de Korriban, entonces Alema cerró los ojos y se proyectó en la Fuerza en la mansión donde estaba Moonstone.
—Los Sith de Korriban se han negado, maestra. Estamos por nuestra cuenta.
—No importa, Rar. Una vez que estemos en el poder, serán exterminados, mi futuro aprendiz está por llegar y nos volveremos imparables.
—Sí, maestra.
Volvió en sí, entonces nuevamente se sumergió en la meditación profunda.
La mansión estaba en una zona poco transitada de Foundry, un planeta rodeade bosques pero con una gran ciudad en el medio de ellos. Los tres agentes de la GAG se bajaron del deslizador, avanzaron por el largo camino de adoquines hasta llegar a la puerta, Han tocó el timbre.
—Siento una energía extraña, aquí—exclamó Nina, abriéndose a la Fuerza.
—Sí, yo también. Mantente alerta—advirtió Han, luego presionó el timbre, Julissa se humedeció los labios, y se llevó las manos a la espalda, expectante pero manteniendo a raya su emoción. Segundos después, la puerta de cedro se abrió, donde un muun, vestido con túnicas de seda, los recibió.
—¿Con quién tengo el placer de recibirlos?
—Soy el coronel Han Dameron, de la Guardia de la Alianza Galáctica. Ellas son mis compañeras, las cabo Julissa Lang y Nina Stern. Hemos venido para hacerles un par de preguntas a la señora Anna Stone.
—Solo preguntas de rutina, para esclarecer algunas dudas que tenemos en torno a esta estatuilla—exclamó Nina, mostrándole el objeto. El muun mayordomo observó.
—Debo informar de su presencia a la señora Stone. Espérenme en un momento.
Nadie vio la fugaz mirada entre Julissa y el muun, cerrando la puerta. Nadie habló en esos breves minutos cuando volvió el mayordomo muun.
—Y ¿bien?—preguntó Han.
—Adelante, ella los recibirá en su sala.
Abrió la puerta y los tres ingresaron, el recibidor era de forma ovalada de largas columnas, de color crema y las paredes, cubiertas con cuadros de hombres y mujeres, con maquillaje faciales en sus rostros, apenas cubiertos con capuchas negras. El muun lideraba la comitiva, pasaron por un pasillo hasta que abrió otra puerta, más ancha y ornamentada.
La sala era muy amplia, sillones y gabinetes de madera, un mamparo de transpiacero donde se veía el inmenso jardín.
En un sillón, muy cerca del mamparo, estaba sentada una mujer con capucha abajo, Han notó que ella tenía maquillaje facial, líneas negras que cruzaban su rostro y al lado de ella, había un hombre robusto y de gran tamaño. Podía sentir el Lado Oscuro en ellos.
Anna Stone dejó su copa de vino en la mesilla, entonces el muun cerró la puerta detrás de ellos, Han dio un paso adelante, tomando la estatuilla de las manos de Nina, quien estaba en alerta y con la mano en la empuñadura de su sable de luz. Han no adoptó ninguna posición defensiva.
—Guardias de la AG, que agradable sorpresa. Mi mayordomo me informó que tienen preguntas que hacerme.
—¿Podemos hacer esto sin la presencia de tu amigo?—preguntó Han, Nina asintió. Si necesitaban pelear, era preferible que él estuviera lejos. Pero aun así, el número estaba a su favor, eran tres contra dos pero no podía confiarse.
Entonces Anna Stone sonrió y movió la mano, el hombre alto simplemente se giró y se escabulló por otro cuarto.
—Bien ¿Podemos presentarnos primero?
—Soy el coronel Han Dameron y ellas son mis compañeras, Julissa Lang y Nina Stern. Hemos venido para preguntarte sobre esta estatuilla.
Han levantó la estatuilla, avanzó hacia la mesilla y lo dejó, suficientemente cerca de la mujer mayor, quien sonrió al ver al Jedi. Han se retiró, dando dos pasos atrás, cerca de la puerta. Anna se inclinó y agarró la estatuilla.
—Sí, lo reconozco. Fue un regalo que le hice a un viejo amigo—y levantó la vista—Este objeto, tallado por un habilidoso alfarero Sith, representa a un hombre llamado Yaru Korsin, fundador de la Tribu Perdida de los Sith.
Nina abrió los ojos de la sorpresa, se aferró a su sable de luz, Han estaba sorprendido pero no hizo ningún ademan de agarrar su sable de luz mientras Julissa se alejaba de ellos.
—Eres... ¿Eres una Sith?—preguntó Han—¿Quién eres realmente?
—Soy Hannah Moonstone, maestra Sith y con un gran conocimiento sobre la Fuerza—exclamó mientras se ponía de pie, Han envió un alerta mental a Julissa y a Nina, a quedarse donde están porque no sentía que ella quisiera atacarlos.
—¡Eres la Sith que la maestra Skywalker está buscando!—exclamó Nina y miró a Han—¡Tu madre la está buscando por estos cinco años!
—Ella tiene algo que decir—exclamó Han—Mi maestra Vergere una vez me contó que la Fuerza no tiene lados, por lo tanto, yo no la reconozco como una usuaria del Lado Oscuro pero acepto como se identifica.
—¿Qué?
—¿La Fuerza Unificadora?—preguntó Hannah mirando a Han con atención—Sí, conozco la teoría y déjame decirte que los Sith también respetamos y abrazamos a esa doctrina. E incluso, la estudié y fui más allá: puedo ver visiones del futuro y cambiar esos destinos a mi gusto. Asi es la manera en que evité que me capturaran.
—¿Tuviste visiones del futuro?—preguntó Han, adoptando una posición relajada.
—De mí, por supuesto. Cuando me enfrenté a tu madre por primera vez, vi como ella me asesinaba a sangre fría y perdía las piernas. Entonces, usando la Corriente, evité ese futuro, claro, no pude evitar que ella me cortase las piernas. Me rendí ante ella y mi buen amigo, Gavar Khai me rescató de Ithor haciéndose pasar como un enfermero.
—Entonces, así es como escapaste—exclamó Han—Es interesante.
—¿Interesante? ¡Es una Sith, Han!
—A nadie le importa eso—exclamó Julissa.
Pero Han no las oía, sumergiéndose en la Corriente, se vio siendo entrenado por ella y como su hija se salvaba de la muerte. La vio sentada en un trono brillante. Y entonces lo supo. Ella tenía la clave para salvar a su hija.
Pero el sonido de un sable de luz encendiéndose lo sacó de su letargo, vio a Nina blandiendo en posición defensiva. Y Han no podía permitirse que Moonstone saliese herida, ella tenía el conocimiento para salvar a Merrin.
—¿Julissa?—preguntó Nina viendo de reojo a su compañera, quien simplemente dio un paso adelante y se arrodilló ante Moonstone, sorprendiendo a los dos Jedi.
—Buen trabajo, Lang. Ven a mi lado.
Entonces Julissa se puso de pie y se colocó a la izquierda de Moonstone, cuyos ojos amarillos refulgieron.
—¿Eres uno de ellos? No lo puedo creer. Confíe en ti, pensé que eras mi amiga.
—Nunca fui tu amiga, escoria Jedi.
—¿Desde cuándo Julissa?—preguntó cómodamente Han mientras se llevaba su mano a la empuñadura de su sable de luz.
—Desde que mi maestro murió despedazado por un vornskr. Nadie se preocupó de cómo me sentía, hasta que mi camino se cruzó con Hannah,
—Entiendo. Los grysk han dejado un inmenso dolor en nosotros, incluso yo mismo sufrí por eso, la muerte de mi hermano. Pero Vergere estuvo ahí para calmarme y usé mi dolor para crecer. Supongo que hizo lo mismo para ti ¿verdad? Que el dolor sea parte de ti.
—Han…son Sith. Debemos irnos, son tres.
Pero Han no estaba dispuesto a irse, había encontrado a alguien que podía salvar a su hija, y veía a Nina como una amenaza, solo lamentaba que ella estuviera ahí. Debió haberse quedado en los cuarteles.
—Lo siento, tanto Nina pero no puedes contarle a nadie de lo que has visto. Perdóname.
Sacó su sable de luz mientras Nina se giraba y la hoja verde se hundió en su vientre, la zeltron abrió los ojos de la sorpresa, mientras Han la sujetaba y luego la llevaba al suelo lentamente. Sus ojos miraban con odio a Han, quien estaba triste.
—Traidor…—susurró mientras la luz se iba apagando lentamente, entonces Han se inclinó hacia el oído y susurró.
—Perdóname, hago esto para salvar a mi hija.
Nina Stern murió y Han se puso de pie, apagó su sable de luz, guardándolo en su cinto. Luego se giró hacia donde Moonstone, quien sonreía triunfalmente, luego vio al Sith enorme salir de la habitación. Avanzó hacia ella.
—Quiero someterme a sus enseñanzas, Moonstone. Siento que mis conocimientos de la Fuerza son insuficientes.
—Sí, lo veo, joven Dameron—exclamó Hannah Moonstone y cerró los ojos—Siento tanta ira, sientes dolor por algo que se te escapa de tus manos. Quieres evitar un futuro ¿verdad?
—Sí.
Entonces se arrodilló.
—Han Dameron, ahora serás mi aprendiz Sith. Yo te ayudaré a completar tu camino y lo que te aqueja, no se cumplirá mientras estés a mi mando.
Han no dijo nada, sin levantar la mirada, bloqueó todo pensamiento relacionado a Merrin, porque no quería que ella supiese sobre su hija. En cambio, su mente fue hacia Kai, a quien aún le dolía su muerte. Y Hannah Moonstone supo entonces que Han Dameron quería vengarse de la muerte de su hermano y evitar que el resto de la galaxia sufriera pérdidas como las de él.
NA: Traición (Betrayal) fue el primer libro que inicia la serie Legacy of the Force.
Buena semana.
