3º Capítulo
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Estaban entrenando nuevamente y las niñas estaban agotadas, pero aun así no pensaban parar. Eran dignas hijas de sus padres, no se detendrían hasta alcanzar sus objetivos.
El día de hoy el entrenamiento había sido, por decir poco, extraño. Rebeca y Cristina estaban con demasiada energía y eso preocupaba a su joven padre.
Eran casi las dos de la tarde y se encontraban aprendiendo a concentrar su magia, para poder convocar un Lumos. Ambas habían demostrado a su corta edad poder manejar en algo la magia. Ese era precisamente el problema de Remus, tenía sus dudas y lo solucionaría ahora.
Se alejó un poco de las niñas mientras ellas se reponían del cansancio y volvían a su entrenamiento en el lago que estaba cerca de su casa.
-Lobo, ¿Me puedes decir que les pasa hoy a mis hijas? -Pregunto el ojimiel mientras se encontraba con los ojos cerrados.
-"¿Cómo? ¿Aun no te das cuenta?" -Preguntó el lobo en su mente, con un aire inocente y una voz demasiada parecida a quien le había transformado.
-Si lo supiera no te preguntaría. Ahora si me lo dices, te estaría muy agradecido -le pidió con su característica paciencia.
-"Mira que lento eres. Pues las mocosas están liberando el poder licántropo que se encuentra en su interior, magia natural para ser más exactos. No creí que pasara tan rápido, pero te empeñaste en entrenarlas a tan corta edad ¿No crees que ya era hora?" -le increpó con ironía.
-No te entiendo, ¿Cómo que liberando magia? -preguntaba a la vez que se levantaba y comenzaba a caminar en dirección al lago, algo no estaba bien y eso lo empezaba a angustiar.
-"Las cachorritas son licántropos como tú, pero eso ya lo sabías. Lo importante es que quiero que recuerdes ¿Qué pasó la primera vez que liberaste mi poder?" -le preguntó con un tono distraído.
-Creo que me descontrolé y terminé destruyendo todo ¡Ay no! -comenzó a correr al percatarse del exceso de magia que había en el ambiente, pero cuando llegó era demasiado tarde, las niñas estaban siendo rodeadas por un manto de magia y él no podía hacer nada para evitarlo, el poder era demasiado fuerte y eso no era bueno, para él ni para nadie.
En Grimmauld Place numero 12
En la sala de la mansión se encontraban algunos miembros de la orden, que venían de una misión de reconocimiento. Dumbledore se encontraba frente a una esfera, mientras buscaba nuevos focos de ataque por parte de los mortífagos, cuando un destello de magia llamó la atención de todos en el salón.
- ¡¿Qué es eso?! -se preguntó el anciano, mientras buscaba la ubicación exacta del foco de poder.
-Director, esa magia pertenece a…-dijo uno de los hombres que en ese momento de sacaba la capa que aún lo cubría y dejaba ver la sorpresa en sus facciones.
-Así es Ethan, esa magia pertenece a un licántropo, pero… -en ese momento entra corriendo Regulus Black seguido de Rodolphus Lestrange, James Potter, Molly Prewett y Alastor Moddy.
- ¿Director, ese es Moony, cierto? -preguntó James, con mucha ilusión de volver a ver a su amigo.
-Es lo más probable, no me puedo equivocar, pero ¿Por qué ahora? -se preguntaba el anciano mirando por la ventana -no vuelve en tres años y ahora aparece, así como si nada. Algo no está bien y eso no me gusta nada -pensó un momento y se decidió- Ethan, Rodolphus, James, Molly, Alastor y Regulus -dijo mirando a los aludidos que se pararon frente al imponente hombre-. Vayan por él y lo traen ante mi presencia, por las buenas o por las malas -ordenó, a lo que los demás asintieron y salieron rápidamente a cumplir su orden.
No muy lejos de hay un matrimonio también había sentido el poder de un licántropo, pero de día y mientras la mujer hervía en rabia, el hombre miraba a la distancia con los manos apretadas y queriendo correr al lugar de donde provenía esa presencia, pero las cosas habían cambiado mucho.
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De regreso al lago, las niñas seguían envueltas en la magia que salía de sus pequeños cuerpos, Remus tenía a ambas abrazadas, aun a costa de su propio dolor, ya que ese poder le estaba quemando la carne, pero eso no lo detendría. Sintió que diversas presencias se iban acercando y su mayor temor se estaba haciendo realidad ¿Acaso los mortífagos los detectaron? ¿Venían por él y por sus hijas? No sabía que pensar, pero tampoco tenía tiempo para eso. Se levantó del piso y se puso en posición de batalla frente a sus hijas, sirviendo de escudo a quienes trataran de lastimarlas, pero su sorpresa fue grande al notar quienes eran los que se encontraban hay.
- ¿Remus qué…? -Preguntó James mientras veía estupefacto, al igual que los demás, a las dos mini imitaciones de su antiguo compañero, que se encontraban envueltas de magia.
- ¿James? ¿Qué hacen aquí? -Preguntó incrédulo a los demás, pero en ese momento reaccionó y se puso más en frente de ambas pequeñas, una acción inconsciente al recordar brevemente que ahora sus hijas podrían ser el blanco de los ataques.
Los demás veían sin creer, ¿Acaso esas niñas eran…? No, imposible. Aunque el tiempo ha pasado y no sabían nada del castaño en este tiempo.
El ojimiel estaba agotado, aparte del entrenamiento, con las niñas había utilizado su magia para contrarrestar el de las infantes y eso le estaba pasando la cuenta. De pronto recordó algo.
-James necesito tu ayuda con un hechizo de contención -le dijo al moreno, que por un momento no entendió, pero rápidamente recordó que él había ayudado con el hechizo que habían utilizado en Remus cuando este se trasformó y no había tomado la poción matalobos.
Se acercó junto con los demás y apuntó a las niñas junto al castaño quien también las apuntaba. Ambos lanzaron el hechizo y la magia comenzó a bajar considerablemente. Las niñas al poco tiempo cayeron en los brazos de su padre quien abrazó a ambas contra su pecho. Suspiró aliviado y luego se giró para volver a casa. Fue ahí cuando recordó que no estaba solo y podía adivinar perfectamente la pregunta que estaba en las mentes de sus excompañeros, que no les quitaban los ojos de encima a las niñas. Tomó aire y comenzó a caminar, sabía que los demás lo seguirían
Son mis hijas -fue lo único que dijo para seguir caminando en dirección a su casa.
Los demás quedaron en estado de shock "Remus tenía dos hijas" era realmente extraño, pero lo que luego pasó no les dio mucho tiempo para reaccionar. Cuando se encontraban cerca de una pequeña cabaña, el joven calló de rodillas sosteniendo a las niñas en sus brazos. Se acercaron presurosos y auxiliaron a Remus, estaba reacio a soltar a las menores, pero finalmente sus fuerzas se esfumaron. James lo cargó mientras que Rodolphus cargaba a una de las niñas y Alastor a la otra. Se dirigieron a paso veloz a la casa y entraron en ella. Se sorprendieron de lo ordenada y limpia que estaba la casa contando que había dos chiquitas en el lugar. Los cinco pensaron lo mismo "La madre de las niñas debe mantener este orden" y con ese pensamiento en mente se dirigieron a las habitaciones para dejar allí a los tres licántropos.
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Continuará...
