Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, yo solo he creado esta historia sin más fin que el entretenimiento.

En noches de luna nueva (parte 1):

A tu lado

Recostó la cabeza contra la pared exterior de la cabaña, tomando aliento antes de cerrar los ojos en anticipación al cambio que estaba por venir. Notó la pulsación por todo su cuerpo en el momento en el que el último rayo de luz abandonó el horizonte y cuando volvió a abrir los ojos de nuevo, su oscura melena fue lo primero que vio.

Soltó un suspiro cargado de toda la ansiedad que siempre acababa reuniendo en estas noches de luna nueva y se miró las manos. Frágiles. Inofensivas.

Humanas.

Exteriormente, lo único que traicionaba su incomodidad era la tensión de su mandíbula y sus nudillos pálidos por la fuerza con la que agarraba la espada con la que en cada batalla defendía su vida y la de sus amigos. Y especialmente la de ella.

La oía caminar de un lado a otro de la cabaña, probablemente extendiendo el futón que él no usaría esa noche. A pesar de todo el tiempo que llevaban viviendo en la aldea con una tranquila paz, sus instintos no lo dejaban dormir en su noche de debilidad. Siempre se quedaba en la puerta de su hogar, alerta, intentando perforar la negra oscuridad con unos ojos que apenas podían ver dos pasos más allá de sí mismo.

Un leve retumbar de pasos acercándose a la entrada le hizo tensarse instintivamente, pero se relajó casi al instante. Las pisadas se habían detenido un momento y podía notar un pequeño repiqueteo que no tenía muy claro qué era. El sonido de la estera que hacía de puerta rozando contra una tela le dio la respuesta.

Kagome salió de la casa, caminando con dificultad mientras trataba de mantener en equilibrio una gruesa manta y dos tazas humeantes que claramente contenían un té que acababa de preparar.

—Voy a necesitar un poco de ayuda —dijo ella, mirándolo con una pequeña sonrisa e indicando con la mirada que le sacara de las manos aquellas tazas.

Inuyasha tomó los recipientes con cuidado de no quemarse y, tras liberarla de esa pequeña carga, la vio extender la manta para luego meterse debajo de ella. La miró inquisitivamente, preguntándole en silencio a qué venía aquello.

Kagome se limitó a dar una palmadita en el suelo a su lado. Un claro gesto que le pedía que tomara asiento.

—Deberías entrar —dijo el hanyou, todavía sin moverse de su sitio.

Kagome negó con la cabeza, estirando las manos hacia una de las tazas para que se la diera.

—Si tú no entras, yo tampoco. No te voy a dejar aquí solo. —Esta noche no, quería decir claramente su tono.

Casi todos los meses repetían la misma conversación. Algunas veces, la sacerdotisa se encontraba con una intensa oposición por parte de él, alegando que las inclemencias del tiempo lo único que harían sería ponerla enferma. Otras, cuando el argumento climatológico no tenía peso alguno o sencillamente se encontraba demasiado cansado para discutir, protestaba brevemente y cedía.

Esta noche entraba dentro de la última categoría.

Inuyasha soltó un pequeño gruñido, pero se sentó en el suelo y le dio su té.

—Sabes que no hace falta. Además, esta noche es de las largas —dijo mientras la miraba de reojo, dándole un sorbo a su bebida. Todavía estaba demasiado caliente.

—Lo sé —afirmó con sencillez, dirigiéndole una amplia sonrisa.

Se bebieron el té en silencio, escuchando los pocos sonidos de la noche primaveral. Kagome los cubrió más con la manta, acurrucándose contra Inuyasha. No era una noche especialmente fría, pero buscar su cercanía se había convertido en un hábito para ella cuando estaban solos.

Inuyasha le pasó su brazo por los hombros, atrayéndola hacia sí y enterrando la nariz en su pelo. Apenas podía distinguir los contrastes en su olor cuando estaba en su forma humana. Todo era mucho menos intenso, como si sus sentidos estuvieran abotargados.

Pero lo que permanecía inalterado era el alivio que le producía estar con ella en aquellos momentos que tanto odiaba.

Se dio cuenta de que, desde que la conocía, las únicas veces que ella no lo había acompañado en la luna nueva habían sido durante los tres años que habían estado separados. ¡Cuánto la había extrañado! No había notado lo encogido que había tenido el corazón durante toda esa espera hasta que la sacó del pozo el día que volvió. A veces todavía le costaba creer que estuviera allí de nuevo.

—Miroku y Sango decían lo mismo —dijo de repente.

Kagome lo miró sin entender, instándolo a continuar.

—Cuando… cuando no estabas. Cuando el pozo estaba cerrado. —La garganta siempre se le cerraba al hablar de esa época, pero en aquel momento parecía que no tenía control alguno sobre sus emociones.

La voz se le quebró muy levemente, casi de modo imperceptible, pero la forma en la que Kagome le apretó la mano le dio a entender que lo había notado.

—En noches como esta, siempre se inventaban algo para hacerme compañía —dijo, obligándose a continuar—. Sabían que yo no iba a dormir e intentaban distraerme con historias que habían oído, o con planes de exorcismos que tendríamos que hacer. Cuando nacieron sus hijas, al principio dormían muy mal, pero mis orejas les gustaban mucho. —Oyó la carcajada ahogada de Kagome, pero continuó con su relato—. Así que tomaron la costumbre de llamarme para que las cansara y se durmieran. Curiosamente, siempre me llamaban para eso en luna nueva. —La miró con una media sonrisa—. Sango me decía que mi misión era hacerlas dormir antes de que me convirtiera en humano, porque entonces ya no tendría esa arma secreta.

Kagome había cedido a sus carcajadas y ahora se encontraba mirándolo con lagrimillas de diversión en sus oscuros ojos.

—Pero en realidad eran perfectamente capaces de hacerlas dormir ellos —resopló Inuyasha finalmente—. Después de eso, uno de los dos se quedaba hablando conmigo hasta que era de día. No sé cómo, pero siempre se salían con la suya.

—Lo que no querían era que estuvieras solo —declaró ella estirando una mano hacia su rostro para hacer que la mirase—. Tendré que darles las gracias mañana. —Tragó saliva con dificultad y sin dejar de mirarlo—. Me gustaría haber podido estar aquí.

Inuyasha clavó la vista en sus ojos y apoyó su mano contra la de ella. Un asentimiento fue su única respuesta, pero ellos se entendían sin necesidad de pronunciar palabras. Aquellas miradas entrelazadas hablaban una lengua propia.

Para Kagome, el significado era evidente: Ya estás aquí. Por favor, no vuelvas a irte. Aquella pequeña súplica, extraída del fondo de su alma, le encogió el corazón y lo besó en respuesta, tratando de transmitirle todo lo que quería decir y no podía. Porque eran demasiadas cosas y ni toda la vida le llegaría para decirlas.

Aquellas dos almas conectadas al mañana permanecieron abrazadas durante las últimas horas de penumbra, esperando tranquilamente el amanecer de un nuevo día.


Nota de la autora: Este capítulo se corresponde con el tema #58 – Te acompaño/No quiero que estés solo fuera del reto Diario de amor... Cien relatos feudales del foro ¡SIÉNTATE!

Esta vez no he tardado tanto en venir con una nueva entrega, ¿no? Muchas gracias a todas las que comentasteis en el anterior.

Este capítulo, como habréis visto, tiene dos títulos. En noches de luna nueva es el nombre que le he dado al conjunto que van a formar este relato y los dos o tres siguientes (todavía no tengo claro cuántos serán). El hilo conductor son esas noches en las que Inuyasha es humano y deja salir sus pensamientos con más facilidad. En principio, se pueden leer por separado sin que os perdáis nada, o al menos esa es mi intención inicial. De todas formas, si no fuera así, lo avisaría.

Quiero dar las gracias también a Lis-Sama y a MdeMagus, porque mientras interactuaba con ellas en Facebook hace poco, se me deshizo un bloqueo mental que tenía sobre cómo abordar ciertos puntos del reto.

¡Espero que os haya gustado mucho!

¡Hasta la próxima!