Los personajes no me pertenecen son de Kishimoto, yo solo los tome prestado con el fin del entretenimiento.

¡Hola mis queridos lectores! Tanto tiempo ¿Cómo están? Espero que muy bien. ¡Perdón por desaparecer! Fue un año caótico, pero por muy buenas razones. ME GRADUE! Sí, me recibí lo cual significo que una etapa de estrés y exámenes termina. Ahora retomo fanfiction intentando ponerme al dia, con algunos ANUNCIOS.

Primero... Sara: Bella te respondo por acá y espero que lo veas, vi tu comentario y no te preocupes estoy bien. La actualizacion de "Señales" esta en puerta, pero debido a que esta historia y nuestra amada de konohana, van entrelazadas, debo acomodar esta para usarla en el nuevo capitulo de Señales. Muchas gracias por tu mensaje y espero poder volver a hablar contigo.

Segundo les hago una invitación, al grupo de facebook "Todo sobre el clan Hyuga" ahi pueden encontrarme como administradora y compartir juntos nuestro amor por los Hyuga

Ahora si, volviendo al bello mundo de los fics, hoy vengo a ustedes con una nueva entrega. ¿Qué puedo decirles? Sin duda este capítulo resulto uno de los más difíciles de hacer. Ocupo tres documentos distintos y tuvo muchas versiones de lo mismo. ¿Por qué? Intenten manejar un Ogro con sentimientos y lo verán jaja. Hiashi no fue fácil pero aun así estoy muy orgullosa con el resultado.

Como siempre digo, yo no puedo asegurarles si les gustara o no, son ustedes los que tienen la última palabra. Pero si les juro que deje estrés, sudor y mucha imaginación.

¿Sera un capitulo digno de pertenecer a la historia del clan Hyuga? Ya me dirán abajo.

Solo me queda por decir ¡Disfruten de la lectura!

Summary: Él era un shinobi con una vista privilegiada, líder de uno de los clanes más fuertes de Konoha. Ella, la ex jinchuriki del zorro de nueve colas, invocadora de jutsus de sellado únicos en su clase.

¿Podría un simple resfriado, ganarles?

¡Claro que no!

O es creyeron hasta que se encontraron.

La princesa Uzumaki tendría ¡No uno! Sino dos ¡Dos! Valientes y totalmente diferentes niñeros. ¿Qué puede salir mal? ¡No le darás de comer eso a mi nieta! ¡¿Tú nieta?! Ella es mía dattabane y está a mi cargo.


Introducción

El deber no era el único motivo por el cual se creaban barreras. Hiashi era el ejemplo de ello, él conocía a la perfección cada peldaño y piedra que dio origen al muro con el que se cubrió. Llevaba décadas intacto, porque la piedra estaba resguardad por la sombra del tiempo. Y con esto se refería a que los que lo conocieron, ya no vivían. Los que vivían, no lo conocían.

Pero Kushina… ella era la grieta. La única sobreviviente de la que fue su historia real y la inventada. La mujer luchaba ferozmente, vociferando y sacando a la luz disputas de otra época.

Reproches que Hiashi intentaba aparentar que no le importan, aferrándose ingenuamente a la excusa de que él… Ya no era ese hombre.

Dos niñeros, una nieta

V

Parte I

La nombro, dijo en voz alta un nombre que él no había pronunciado en años ¡décadas! La nombro, Kushina le grito sin miedo ni respeto ese nombre mirándolo directo a los ojos. Ella grito. Ella ¡Kushina Uzumaki! lo enfrento consigo mismo, le puso su recuerdo más amado y doloroso frente a la cara y le dijo: ¡No escapes, míralo! ¡No huyas!

¿Por qué? ¿Por qué insistía en traerla devuelta? ¿Por qué? ¡¿Por qué revivir?! ¡Desnudar! momentos que guardo, encasillo y archivo dentro de sí.

No quería oírlo. No quería escucharla. No quería decirlo. ¡No quería nombrarla!

Él podía caminar perfectamente por la vida omitiendo ese dolor, haciéndolo a un lado ¿tan difícil era que ella lo imitara? ¡¿Tan difícil era que Kushina olvidara?!

Sí, lo era.

"–Que no hables de ella, puedo entenderlo dattabane ¿pero que aún niegues su nombre? Te prohíbes mencionarla pero yo no lo haré. –lucho para que la voz no se le quebrara la voz y lo logro porque el enojo era más grande que su angustia. – Mi amiga se llamaba Hana Hyuga y era tu esposa Hiashi".

Se detuvo. En oposición a la voz en su cabeza, dejo de caminar y como si esta aprovechara el momento de caos, comenzó a gritar aturdiéndolo por dentro.

"–¡No me importa dattabane! –grito decidida. –No me interesa sino quieres volver a verme ¡No es algo que no hayas hecho antes dattabane! Yo no te tengo miedo Hyuga Hiashi, se realmente quien eres".

Miro hacia la sala. Vislumbro el respaldar del sillón y un cuerpo encorvado "¿Por qué no lo entiendes?" La pregunta se le quedó trabada en la garganta. "¿Por qué insistes con todo esto?" Abrió la boca y aun así las palabras no salieron.

–Estoy enojada ¡Estoy furiosa dattabane! ¿Sabes por qué? Porque siento una impotencia. –se golpeó el pecho. –La he sentido aquí. Se ha quedado aquí conmigo durante décadas, se achica por momentos, pero no se va, jamás se va ¡Porque no hablas! No hablas conmigo…

No podía, no sabía cómo. ¿Por qué? Hana, solo ella tuvo la capacidad de leerlo.

Esa mujer lo miro infinidades de veces a la cara y le puso palabras a sus expresiones secas. Pero cuando se fue… Cuando Hana murió todo quedo en silencio.

Hasta ahora…

–Hana. Hana. Hana –repitió histérica. –¡Hana! ¡HANA! –grito. –Dilo conmigo ¡Dilo conmigo maldito Ogro egoísta! ¡No te escapes! Dilo, dilo… –la voz se le quebró y ya ni fuerza le quedo. –Dilo. –susurro. –Solo permítete decir su nombre.

Quiso caminar y fracaso miserablemente. Él cuerpo no le respondió, este luchaba contra las órdenes dictadas por su cerebro… ¡su corazón! Su corazón alzaba la voz diciendo: estoy aquí y estoy vivo, escúchame.

–Niégamelo ¡Hazlo dattabane! Dime que cada vez que estas con Himawari-chan no ves a Hana en ella. No puedes hacerlo dattabane… No puedes mentir cuando se trata de ellas, Ogro. Las amas y lo sé porque lo vi dattabane

Ya basta. Basta. ¡Basta!

–Esta historia también le pertenece. Lo bueno y lo malo dattabane, los errores que cometiste Ogro, tus miedo y ella… –todo aire burlón se había disuelto siendo solapado por la agria sabiduría de haber vivido. –Sobre todo ella, también forma parte de la historia de Himawari

No ¡No!

Tenía que calmarse y recordar el pasado pero no para decirlo, sino para evitar repetirlo y así no intoxicar el presente de Himawari con tradiciones que ni él mismo comprendió.

No robaría su inocencia ni le marcaria la frente con tinta invisible. No sería su padre, no otra vez. Él no sería el responsable de apagar la luz en aquellos ojos.

Por eso debía callar; pero ¿era lo correcto?

–Tú sabias Ogro, cuando Boruto y ella nacieron, que esto podía pasar. Por eso mismo dattabane. –tomo aire. –Por eso mismo… –repitió. –Lo mejor es que se entere por ti. Ella lo entenderá si eres tú el que se lo dice. Tienes que decirle la verdad ¡Tienes que hacerlo…! para que Hima-chan pueda defenderse. –lo miro a los ojos y con voz serena, dijo. –Hay que contarle sobre el Souke y el Bouke

Souke y Bouke, dos ramas condenadas. Una al deber, la otra al castigo. Liderazgo y servidumbre. Nadie ganaba.

Hiashi era un Hyuga. Irremediablemente era un Hyuga, el líder del clan y tiempo atrás heredero. Así fue siempre, antes que hermano, antes que amigo y rival… era y fue un Hyuga. ¿Esa imagen debía revelarle a su nieta? El dolor, la vergüenza y el odio que traía consigo el deber.

¿Eso debía exponer ante una niña? Cosas que no entendería y por las cuales lloraría.

¡¿Esa verdad insistía Kushina?! ¡No!

Ella se refería a algo más.

Kushina quería mostrar una parte de él que tuvo su momento de brillo hace mucho tiempo atrás.

"–¡Eres tan terco y orgulloso que no lo ves! –grito molesta.

–¡¿Qué se supone que debo ver?!

Además del Souke y Bouke.

Además de las normas y el deber…

Además de ser un Hyuga ¿Qué era lo que Kushina veía?

–¡Qué la miras de la misma manera que hacías con ella!"

Amor.

Amor encapsulado.

~•~•~•~•~

Hana regresaba y con ello… Se llevó la mano a la sien, la cabeza le palpitaba.

Todo volvía. Las ideas y recuerdos. Lo sentimientos y los sueños. Todo regresaba y lo ahogaba. Era como estar arrinconado entre las rocas y ver poco a poco la marea subir.

El agua escalaba; el amor escalaba y lo tapaba. El aire entraba pero no salía, estaba agitado y el pecho le dolía. Subió un escalón pero el pie casi se le resbala en el borde. No se rindió y volvió a hacerlo.

Le ardían los ojos y no lograba ver con claridad. Tomo una bocanada forzada de aire y la soltó en un suspiro ahogado. No, no se iba a quebrar. No iba a retractarse. Era un Hyuga ¡Era Hiashi Hyuga!

No necesitaba de pensamiento extraños que no acababan en ningún lado.

Era un hombre pensante y racional. Era un guerrero ¡un shinobi! Era…

–Dime… ¿Aun la recuerdas o ya la olvidaste dattabane?

Una mitad rota.

Freno, quedo tieso y sintió frio, mucho frio. Un segundo, nada más y aun así, en esa pequeña cantidad de tiempo sintió toda su vida. Abatido se preguntó a sí mismo: "¿Olvidarla? ¿Olvidar a Hana?

Su ceño se acentuó profundizando las arrugas en su rostro. Una línea tensa tomo lugar en sus labios y molesto con esa muestra de debilidad, se impulsó hacia adelante.

Camino ¡salto los escalones restantes! Y avanzo con tanta fuerza, que podía escuchar sus pies haciendo eco contra la madera encerada. ¿A dónde iba? No podía pensar en eso. No podía pensar en nada. Esa sensación lo obturaba, ese sentimiento que no podía nombrar… lo movilizaba.

Finalmente encaro los pasillos y con la misma desesperación que se manejaría si estuviera escapando, se encerró en la primera habitación que vio.

La encontró dormida, era un pequeño bulto color rosa. Se sentó en una silla al lado de la cama y no se molestó en prender la luz.

Los primeros quince minutos fueron tranquilos, no escucho ruidos ni tampoco paso nada. Todo era silencio pero aun así, esa paz no lograba calmarlo. Era evidente que aún quedaban resabios de la adrenalina por la discusión.

¿Cuánto tardaría en volver a ser él mismo? No lo sabía ni tampoco deseaba estresarse a un más con ello.

Así que…

–Himawari. –dijo su nombre, sintió el impulso de hacerlo.

Ella descansaba de lado, abrazando con fuerza su peluche Shukaku. De tanto en tanto podía oír el suave ronquido que soltaba. Tal vez, debería dejarla dormir. Tal vez, lo mejor sería ocupar otra habitación. Tal vez… él no debía estar ahí.

Pero fue preso de una necesidad, acorralado. Como si algo más allá de él mismo lo obligara a quedarse. Y así lo hizo. Permaneció sentado y sin miradas encima que lo pusieran en riesgo, se relajó contra el respaldo quedando sumido en un profundo sueño.

~•~•~•~•~

La vida, la muerte y el tiempo, son las viejas lenguas. Entes eternos y abstractos que vagan, sin la limitación de un inicio o final. Estas lenguas toman poder sobre el inconsciente y a veces simplemente por capricho desembarcan deseos reprimidos. Deseos tan hundidos, que son desconocidos hasta para su propio invocador.

En Hiashi, estos anhelos eran un perfume. Un sutil perfume de flores mezcladas, acompañada de la caricia quemada del sol y una brisa ligeramente más fresca. Eso fue lo primero que percibió mientras miraba a su alrededor desconcertado.

"¿Dónde estoy?" se preguntó.

No era la habitación de su nieta y mucho menos la casa de su hija.

–¡Mi Lord!

Alguien lo llamo. Volteo y ahí incrédulo, se enfrentó con las edificaciones del complejo Hyuga. Pero… algo estaba pasando. Los tonos eran opacos y las columnas de madera se encontraban en mejor estado.

"Esto es…".

Aquel lugar que fue testigo de su infancia y juventud. La que vivencio los entrenamiento, escucho las reprimendas de su padre y le formo cayos en las manos. Una extensión de terreno con casas iguales a la vista pero de diferentes tamaños que dividían a los miembros del Souke, de mayor a menor jerarquía.

Estaba en el complejo liderado por Takahiro, la antiguo residencia Hyuga.

"¿Cómo?"

–¡Mi Lord!

Aquella voz volvió a llamarlo. Sonaba aguda y entusiasta. Confundido logro distinguir una figura a lo lejos. Era una mujer, estaba parada bajo los reparos de la galería y alzaba su mano agitándola hacia él.

–¡¿Qué haces ahí parado, Hiashi?! –volvió a gritar.

–Ha… –la lengua se le trabo. No podía ser, debía estar soñando –Ha… –intento devuelta, hasta que la voz salió arenosa y demasiado aguda, pero lo suficientemente clara para oírse decir a sí mismo:–¿Hana?

Ella rio y el sonido fue tan fresco y natural, que parecía que los años y las penurias nunca la hubieran tocado.

–Se va de misión durante una semana ¿y ya se olvida de su esposa, mi Lord? Eso no habla muy bien de usted.

–Yo no…–. Atontado extendió la mano y noto asombrado la piel tersa que la envolvía. No había arrugas ni marcas. Era joven, era joven otra vez. –¿Estoy muerto? –susurro demasiado alto porque ella lo escucho y le respondió.

–¿Que está diciendo mi Lord? No bromee con eso.

–Yo… –miro la sombra lejana que era su esposa y pregunto: –¿estoy en casa?

Todo ser humano camina por la vida sintiéndose armado y poderoso. Así fue criado Hiashi, sin faltantes ni deseos. Él estaba en el medio y era cómodo estarlo.

Pero…

–Realmente… ¿estoy en casa?

Hiashi no creía en supersticiones, ni destinos. Él odiaba las videntes y sueños imposibles. Creía en sus ojos nada más ¿por qué? Porque su cabeza funcionaba de manera solitaria, no necesitaba un compañero; no había espacio para su corazón.

Pero…

Las nubes parecieron escuchar su duda y decidieron ocultar escasamente el sol. En esa huida de la luz, Hiashi finalmente pudo distinguirla con total claridad. Era ella. Era Hana.

–¡Mi Lord! ¿Va a quedarse ahí mirando?–le abrió ambos brazos y sonrió de esa manera tan única. Con la piel sonrojada por el sol, los hoyuelos marcados en sus mejillas y los ojos… esos ojos mucho más blancos que cualquier otro Hyuga, brillando de alegría.–¡Kuài de (快的 rápido),Hia-kun!

Entonces cualquier razonamiento quedo anulado y aquel órgano que le daba respiro, le dolió. Una sensación inexplicable se expandió como un virus, llevo palabras y pensamientos a su cerebro. Y entonces lo supo… Él vago incompleto por la vida hasta que la conoció.

–Hana.

Camino atontado e ido, no se sentía listo y mucho menos sabía que esperar.

¿Era un sueño? ¿Era verdad? ¿Estaba muerto? ¿Era un Genjutsu? No importaba no tener una respuesta ahora, porque la carga de sentimientos acumulados lo movió.

Dio pasos cortos, uno tras otro hasta que las sombras de la galería le rozaron el pie, se subieron a su ropa y finalmente le taparon la cabeza.

Ella estaba ahí, realmente era la luz al final del túnel. Igual de etérea e igual de hermosa, Hana le sonreía con el cabello prolijamente suelto y ataviada en un kimono lavanda.

–Hiashi. Ha vuelto, mi Lord… –le susurro.

Él se detuvo, quedo ahí completándola en silencio temeroso de cortar lo que esto fuera y a la vez expectante: "Solo quiero verla. Solo quiero verla un poco más" pidió dentro suyo.

Ella debió sentir su duda porque comenzó a caminar hacia él y Hiashi jamás se sintió tan nervioso. Miro esquivo a los costados, a la espera de una cruel jugada que terminara con todo pero solo escucho la madera ceder… y ceder ante cada paso hasta que ya no había distancia. La tenía tan cerca y no pudo decir más que un trabado: –Yo… –y quedo callado.

Pero ella ¡ella supo ponerle fin a esa voz temblorosa! y sin dejar de sonreír se lanzó a sus brazos gritando: –¡Mi Hia-kun! Volviste ¡volviste! –hablaba y reía al mismo tiempo, contra su oído, festejando extasiada. –Oh mi Lord. –restregó el rostro contra su pecho, inhalando una gran bocanada del perfume masculino. –Lo extrañe tanto.

El asombro le hizo imposible corresponderle aunque a la mujer no pareció importarle. Acostumbrada a los modismos Hyugas, Hana, se aseguró de envolverlo todo lo que le permitía sus delgados brazos, mientras le susurraba al oído: –Bienvenido a casa Zhàngfū. (Esposo丈夫)

~•~•~•~•~

–Admito que me tomo por sorpresa…

No la escuchaba a ella, solo miraba ensimismado a su alrededor. Aun así Hana hablaba.

–No esperaba su regreso tan pronto, pero… –se sonrió y hubo cierto aire travieso en ello. –No me quejo. –tomo un pequeño cuenco y comenzó a pisar algunas hojas secas en su interior. –Acabo de hacer dormir a Hanabi-chan y Hina-chan esta con Natsuo-san. –conto. –Así que, tenemos unos minutos para nosotros. –lo vio de reojo y lo encontró mirándola, así que sonrió a un más. –Ya sé lo que piensa. –dejo por un momento su labor y apoyo el mentón sobre su mano.

–Hana.

–Es un milagro ¿No?

–¿Qué?... –Acaso ¿ella ya sabía lo que estaba pasando?

–Oh mi Lord, no se moleste en fingir. –se le rio, volviendo a tomar otra vez los utensilios. –Yo también me sorprendí cuando vi que logre que se durmiera. Es la primera vez que no necesito que intervenga usted. –miro las hojas trituradas y volcó un poco de agua en ellas. –Estoy segura que todos los miembros del Souke temblaron al saber que se iría por unos días. –vio la ya ahora pasta verde y después a él. –Siento envidia. –admitió.

–Hana.

La mujer hizo una mueca demasiado infantil para su edad.

–Hanabi-chan solo se calma si esta en brazos de su padre. –frunció los labios. –Eres su favorito.

–…

No pudo hablar, ni moverse. Solo podía oírla y pensar...

–¿Hiashi?

¡¿Qué estaba pasando?!

No era genjutsu, tampoco encontró sellos. No había rastro de chackra además del suyo. Tal vez…

Tal vez enserio estaba muerto y esto era su ideal del paraíso. Una vida al lado de su esposa. Pero entonces eso significaba que… ¿Todo había terminado? ¿No volvería a ver a sus hijas o a sus nietos?

¿Estoy muerto? Pensó.

–Hiashi. –volvió a llamarlo. Esta vez su voz fue a un más suave, estaba preocupada.

Su esposo no era propenso a hablar demasiado, pero siempre la escuchaba y ahora… parecía perdido, desorientado. Giraba la cabeza mirando a su alrededor como si fuera la primera vez que entraba al salón principal y entonces… se enfocó en algo.

Miro hacia dos pergaminos. Dos pergaminos colgados en la pared, con icono gramas demasiados intrincados, (Hogar) (Amor). Hiashi los vio y después a la mujer.

–Hana. –su voz era lejana, hasta él mismo se escuchaba raro.

–¿Sí?

Tuvo una visión, había fuego, humo y calor. Demasiado calor y entonces todo a su alrededor se convertía en cenizas, el piso estaba lleno de ellas y el viento las levantaba como si nada. Negó con la cabeza y rápidamente ese recuerdo se evaporo. Cuando volvió a mirar a la pared los encontró intactos. Los pergaminos que Hana había escrito seguían colgados.

–Cariño… –extendió la mano por sobre la mesa y la enredo con la de él. –¿Estas bien? Te noto distraído ¿Paso algo durante la misión? –lo miro y…

Hiashi no fue tan valiente como para levantarse e irse, aun cuando propio su cuerpo se lo exigía, pero si era lo suficientemente cobarde como para negarse a mirarla. Escapo de sus ojos, porque sabía que si la veía, hablaría. Pero entonces…

–Hia-kun.

Apareció el apodo de antaño, aquel que su esposa solo usaba cuando estaban solos. Un nombre tan vergonzoso como hermoso.

–Hia-kun. –volvió a decir acompañado de su suave apretón. –¿Qué sucede? ¿Qué paso?

¿Qué paso? Se repitió a sí mismo. "Mucho… demasiado" se respondió, pero no hablo. Al contrario, ignorando una vez más lo que sentía y abogando a un artilugio cobarde dijo: –No es nada. –entonces se rearmo para sonar creíble. –Todo está bien Hana. –finalmente la miro. –Todo está bien…Qīzi (Esposa 妻子) –uso una lengua que creyó desterrada de él y su vida.

Por supuesto, Hana no le creyó. Él pudo verlo. Hiashi bajo la mirada a sus manos aun unidas y quiso soltarse, pero ella no lo soltó y entonces… Hana extendió su otra mano y le tomo su mejilla. Le acuno el rostro con cuidado, apoyando cada dedo y tomándose el tiempo para deslizarlos.

Fue una caricia lenta y tan sentida, que Hiashi debió recordarse que todo esto no podía ser real. Pero no lo logro porque ella lo miro de una manera tan dulce, que movió cada cimiento de su interior y entonces...

–Nǐ quèdìng? (你確定 ¿Estás seguro?) –le dijo en su idioma natal, deslizando las "s" de manera marcada.

–Shì de (是的 Sí) –respondió. Con los años había aprendido como hacerlo.

Hana lo miro y él no estuvo seguro de si ella realmente le creyó, pero la mujer asintió con la cabeza y regalándole una pequeña sonrisa le soltó la mano.

~•~•~•~•~

La tetera desprendía vapor, el agua ya estaba caliente. Hana sirvió una de las tazas mientras decía. –Cuénteme, quiero saberlo todo. Era una misión sencilla ¿no? –le ofreció el té.

–Yo… –quiso responde pero...

–Si tiene razón. –se auto respondió Hana mientras reía. –Cualquier misión es sencilla para "el gran heredero del Souke". –soltó en tono jocoso. –Pero mi esposo... –remarco mirándolo de reojo. –Bueno… –se escogió de hombros. –Ya sé que hay reglas y protocolos. –le aclaro mientras se mordía sutilmente el labio. –Pero puede comentarme los detalles menores ¿no? ¿Iban a una aldea?

–Yo…

–¡Oh, espera! –lo interrumpió nuevamente antes de dar el primer sorbo. –No es que me haya entrometido. –aclaro sin que la hubieran acusado. –Lo escuche de Kushina-san por casualidad pero me dijo que no debía preocuparme. No era de rango "S" como ustedes le dicen. –se sonrió. –No le voy a negar que eso me alivio. –soplo y bebió un sorbo soltando un sonido de gusto al final. –Delicioso. –miro el té y después a él. –¿No bebe?

Él asintió y bajo la atención a la taza, al instante los ojos se le abrieron en asombro. –Es té negro. –dijo al ver la infusión oscura.

Ella rio divertida por su comentario. –Por supuesto que es té negro, mi Lord. Sé que nunca lo convenceré de tomar algo dulce o floral. –hizo una mueca resignada mientras negaba con la cabeza y volvía a beber. –Eso es para mí.

–Yo tomo dulce... –susurro tan bajo que ella no lo escucho.

–¿Qué?

Pero él no le respondió, tomo el té, dejando que lo agrio mojara su paladar. Cuando levanto la vista ella lo estaba mirando. Hana abrió la boca, pero la termino cerrando y negando con la cabeza, murmuro: –Tenga cuidado que está caliente.

–Sí.

~•~•~•~•~

Caminaron en silencio, un al lado del otro por un extenso pasillo. Hiashi miraba las paredes, techo y piso de madera. Todo tomaba forma en su cabeza y lo que en un tiempo eran recuerdos borrosos, ahora se tornaban reales.

Estaba en el complejo Hyuga. El antiguo complejo, no había duda. A su alrededor se lucía una decoración austera y prolija. Esto no significaba, que los espacios vacíos fueran por falta de recursos, no. El clan Hyuga era la elite de Konoha, pero desde sus líderes se bajaba una norma de promover una imagen pulcra.

Limpio, todo limpio e impersonal.

Hana se detuvo y comenzó a deslizar una de las puertas.

–No haga mucho ruido. –le pidió en voz baja. –Acabo de…–Un agudo llanto interrumpió a la joven madre, que se vio envuelta por un aire oscuro y deprimente. –Ya despertó. –dijo desganada y rápidamente fue a auxiliar a su bebe mientras su esposo se quedaba parado, sin ser capaz de entrar.

Hiashi reconoció esa parte del complejo, pero… Por un momento sus ojos lo engañaron y fue llevado al futuro ¿o presente? No estaba seguro pero vio una cama con frazadas verdes y un peluche de un búho, paredes llenas de dibujos y lo más importante…

–¿Hiashi-sama?

Un niño de largos cabellos castaños jugando con armas demasiado afiladas para su edad.

Cuando amago a responder todo había vuelto a ser distinto.

Esa habitación no era la habitación donde él había estado días atrás. Sino una que… ¿había olvidado? En lugar de una cama había una cuna. Donde antes estaba el verde ahora predominaba el color rosa. Los dibujos fueron reemplazados por estantes llenos de peluches grandes y pequeños. Podía verse que en comparación con el resto del complejo, esta habitación estaba decorada, excesivamente decorado. Donde miraras había color y…

–¿Flores? –susurro, al dirigir su atención hacia el borde de la ventana.

–¿Les gustan? –pregunto Hana sin dejar de mecer a su hija, viendo como su esposo entraba. –Finalmente florecieron ne'.

–Son hermosas. –dijo animándose a tocar los pétalos violetas con la punta de los dedos.

–Son orquídeas mí Lord... –miro las flores. –Es un milagro que se hayan adaptado a este clima, no estaba segura si funcionarían. –se puso a su lado. –Esta misma mañana las regué, me aseguro que la tierra permanezca húmeda. –hizo una mueca. –Ya sabe lo que pienso sobre las flores cortadas. Se marchitan rápido y es como si…

–El sentimiento se fuera con ellas. –termino él. –Lo sé. –sus labios se elevaron solo un poco.–Siempre lo dices. –No había pensado en eso en mucho tiempo.

Ella se sonrió. –Claro y lo hago porque es cierto ne'. –dijo convencida. –Además es mejor así ¿no piensa lo mismo? –volvió la atención a las orquídeas. –Las flores son un regalo para expresar lo que uno no puede decir libremente. Ponerlas en tierra y esperar pacientemente a que florezcan, puede ser tedioso pero al final… –le sonrió al hombre. –Nos da un regalo hermoso.

–Hana…

–Sabe, las orquídeas representan la elegancia, la simplicidad y el buen gusto. –se rio. –No pude evitar pensar en el clan Hyuga cuando lo leí. ¿No Hanabi-chan? –puso a su hija a la altura de sus ojos, así ambas se miraban. Dos pares de ojos igualmente blancos. –Oka-san tiene razón ¿ne'? –la bebe balbuceo casi frunciendo el labio y la joven madre sonrió enternecida. –Sí la tengo. Eres muy inteligente, cariño. –le beso la frente y volvió a acomodarla contra su pecho. –Mi Lord ¿Qué le parece si va a bañarse?

–¿Qué?

No la había escuchado por estar preso por el momento. Aunque Hana no lo noto, o si lo hizo, no pareció molestarse, ya que la matriarca le tarareaba suavemente a su hija mientras la mecía.

–Le dije que puede irse a bañar. –repitió dedicándole la misma sonrisa que momentos antes le dio a su bebe. –Seguro debe encontrarse muy cansado por la misión, mi Lord. Yo me encargare de ella ¿no, cariño? –miro nuevamente a la niña. –¿Quieres quedarte con oka-san? ¿Sí ne'?

Pero la recién nacida no parecía estar de acuerdo.

Como si Hanabi hubiera presentido la salida de su padre, comenzó a moverse estirando ambos brazos y piernas, dificultándole a su progenitora sostenerla.

–Hanabi. ¡Hanabi-chan! Tranquila. –intento calmarla sin éxito. –Ya, cariño… –la mecía para después mirar a su esposo. –Es que debe estar molesta. –explico al sentir una pequeña mano apartarle con fuerza la cara. –¡Eso duele Hanabi-chan! –se quejó. –Tā zhēn de hěn qiángdà. (Realmente es fuerte它真的很強大) –susurro para sí misma con una gota en la sien. –Creo que lo mejor es que se vaya rápido, mi Lord sino…

Ya fue tarde, Hanabi comenzó a llorar. Fue tan alta y tan fuerte la angustia de la pequeña, que su rostro rápidamente se tornó rojo.

–¡Hanabi-chan no llores! Debe tener sueño. –explico intentando hacerse oír por encima de la niña. –Anoche no durmió y… yo tampoco. –dijo esto último para sí misma. –Es que está cansada. –hablo más alto mientras le daba ligeros golpecitos en su espalda intentando apaciguarla. –Tranquila cariño, tranquila. Oka-san está aquí. –miro a su esposo. –Yo me encargo, usted váyase y relájese mi Lord.

–¿Estas segura qué…?

El grito agudo de su esposa lo interrumpió, pero rápidamente Hana simulo que nada hubiera pasado. –Hai, todo está bien. –sonrió a pesar de que su hija empezó a tirarle del cabello. –Hanabi-chan, por favor suelta a oka-san. –Se rio intentando sonar relajada aunque claramente era todo lo contrario. –Se una buena niña ne', suéltame.

–Hana

–No, no –negó adelantándose. –Yo puedo, no te preocupes Hia-kun solo debo… ¡Mi pelo! –fue víctima de un tirón tan fuerte que noto entre los regordetes dedos de su hija algunos de sus cabellos. –¡Ya fue suficiente, Hanabi! –tomo la mano de la niña y la aparto. –No hagas esas cosas ¿oíste? Te quedaras conmigo te guste o no.

La niña la miro, con esos ojos idénticos y labio fruncido y entonces… lanzo un gemido aún más alto y agudo que el anterior.

–Hana.

Podía escuchar a la joven y decaída madre repetir una y otra vez "yo puedo"… "yo puedo"

–Mujer, tranquila. –le toco el hombro. –Me quedare y…

Había olvidado ese miedo. Ese pánico frio, que venía acompañado de una sentencia.

–Suéltame, Hiashi. –pronuncio cada palabra de forma lenta. –Dije que… ¡Yo puedo!

Y acompañando a su madre, la pequeña Hyuga no hizo más que mostrar lo sano que estaban sus cuerdas vocales…

–Yo… No lo entiendo. –decía decaída. –Ella pasa más tiempo conmigo que contigo y aun así…–Evoco unos ojos tan dramáticos y llorosos como los de su hija.

–Hana

–No. –negó con la cabeza. –¡Me niego a creer que te prefiere más a ti que a mí! ¡¿Oíste?! –Desesperada por sentirse desplazada y con el orgullo herido, Hana hizo un último intento y levanto a su hija hasta la altura de sus ojos. –Dīng líng líng (mi cascabel 叮鈴鈴). –abogo al apodo cariñoso, envuelto en voz suave. –Tu Oto-san solo ira a bañarse pero volverá ¿sí? Mientras tanto Oka-san se quedara contigo y jugaremos…

–Hana, ella es una bebe, no entiende lo que dices.

–¡No diga eso! –ante el grito, Hanabi lloro aún más alto. –Ay no, no. ¡Hanabi-chan! –pero nada de lo que hizo funciono. La segunda de sus hijas empezó a estirar los brazos hacia su padre. Hana resignada miro a su marido con lágrimas tan falsas como su enojo. –Ojala aprendiera a hablar rápido, así aunque sea escucharía y no intentaría huir de los brazos de su madre.

–No lo hará. –Miro a su hija y pudo encontrar en esos ojos demasiado blancos, el reflejo exacto de los de su esposa. –Ella no escuchara nada de lo que le digas. –no pudo evitar que el amor se colara en su voz, volviéndola más suave y pausada. –En eso es igual a su madre.

–¡Oye Hia-kun! –se quejó. –Yo te escucho… –lo pensó. –A veces. –agrego y miro a su bebe. –Está bien. Está bien, Nǚ'ér (女兒 hija) –suspiro. – Aquí está tu Oto-san ne'.

–Hana, espera yo no…

Pero ella lo ignoro y con velocidad que resultaba envidiable, la matriarca coloco a Hanabi en los brazos de su padre. Como si entendiera que había ganado, la beba de solo 6 meses, simplemente… dejo de llorar.

–No lo entiendo. –miro a su esposo y después a su hija. –Se detuvo. –rio incrédula. –Es increíble. –admitió. –Con usted se queda tranquila al instante, no sé cómo hace. Yo canto, le leo cuentos y nada funciona. –suspiro profundamente. –Hasta probé cambiar de perfume, sabe. –se llevó las mangas del kimono a la nariz y las oleo. –¿Se nota? Una de las sirvientas, me dijo que el olor fuerte puede alterarla pero… –volvio a reír desganada y a la vez divertida. –No importa lo que haga. – presiono su dedo en la mejilla regordeta de su hija. –Porque al fin de cuentas nuestra pequeña Dīng líng líng (cascabel 叮鈴鈴) prefiere estar en los brazos de su padre ne'.

–…

–¿Hiashi? ¿Me estas escuchando?

–…

–Mi Lord…

–Había olvidado lo pequeña que era. –dijo tomando por sorpresa a la mujer.

–Hia-kun.

–Nuestra hija Hana. –la miro y fue allí que únicamente en presencia de ellas, el heredero del Souke sonrió. De manera sutil y ladeada, pero no por ello menos dulce, mientras repetía. –Nuestra niña es demasiado pequeña.

Hana sonrió mientras se inclinaba a su lado y ambos admiraban con orgullo a su bebe.

–Si lo es ne'. –dijo con voz suave. –Nuestra pequeña Dīng líng líng (cascabel 叮鈴鈴)

Como si supiera que hablaban de ella, Hanabi se movió inquieta y rápidamente sus ojitos pestañaron alertando de un futuro llanto, más antes de que Hana interviniera, Hiashi dijo:

–Hanabi… No llores. –limpio las pocas lágrimas de aquellas mejillas regordetas y rojas. –Estoy aquí. –la pego contra su pecho y fue en ese momento como si algo muerto reviviera dentro de él. No podía explicarlo, no de otra manera… era así. –Estoy aquí. –repitió con voz parca pero tranquila. –No llores. –inclino su cabeza hasta sentir el escaso cabello café sobre su mejilla. –Tranquila.

–Parece que Oto-san realmente te extraño mucho… ne' Hanabi-chan.

–Es igual a ti. –miro a su hija. –Hanabi es igual a ti, Hana.

La matriarca rio. –¿Se refiere en lo terca y ruidosa? Porque sin duda eso no lo saco de su padre... –sus ojos se suavizaron. –Aun no entiendo cómo puede caber tanta energía en un pequeño cuerpo.

–No.

–¿Qué? –pregunto la mujer sin dejar de hacer morisquetas a la niña. La pareja no se miraba entre sí, ambos tenían la atención sobre su hija. –Hiashi ¿qué dijiste…?

–Tiene tú mismo espíritu. –respondió captando la atención de la mujer.

–Hia-kun…

–Hanabi siempre habla demasiado. Ella no duda en decir cuando algo le molesta. Sin importar cuanto intente educarla, es muy impulsiva... Pero lo hace para defender lo que cree que es correcto… –sus ojos se llenaron de orgullo. –Hana.

–¿Sí?

Hiashi volvió a verla y ella encontró tanto en esos ojos siempre parcos y secos, que no supo cómo llamarlo.

–Gracias. –susurro él.

–¿Gracias? –respondió confundida.

–Sí… –volvió la atención a la bebe. –Gracias.

–Hia-kun. Todo lo que dijiste… –guardo silencio, tomándose un minuto para pensar bien como decirlo. –Siento que hablas de ella como si no la hubieras visto en años ne'. Aunque eso no es posible ¿verdad? –quiso escucharse divertida, pero no pudo evitar que cierta preocupación se colara.

Él no respondió y eso solo asentó aún más sus sospechas.

–Hiashi… –extendió su mano a penas para rozarle el hombro, pero como si él predijera lo que haría, se alejó dándole la espalda.

–Estoy bien. –le respondió de forma seca.

Y ella en vez de ofenderse, solo le contesto con un tono suave, casi rozando lo maternal

–Lo sé, siempre lo está ne'. Pero a veces siento que se cierra y ya no puedo leerlo… Sera una forma de los Hyuga. –pensó en voz alta de manera agridulce. –Pero yo no me case solamente con un Hyuga ¿cierto? –camino hacia él y le toco el hombro, lo sintió sobresaltarse pero esta vez no se rehusó. Se encontraba tenso. –Hia-kun

–No quiero hablar. –dijo en voz baja y ronca.

–Entonces no hablemos. –susurro ella. –Permanezcamos en silencio. –le dibujo con los dedos tramos invisibles sobre la enorme espalda.

–Hana.

–Shh... –lo silencio. –Tranquilo, no tiene que hablar ahora sino quiere. Solo…–La voz de ella no cambio, siguió siendo suave y pausada. –Solo quiero que sepa. –apoyo la cabeza sobre su espalda. –Que no importa lo que esté pensando, sea lo que sea puede compartirlo conmigo ¿sí? Somos una familia.

–Una familia. –pronuncio lentamente.

–Hai… Una familia, mi Lord.

Hacia tanto que no sentía esa palabra como propia.

Mirando hacia atrás y reflexionando, Hiashi podía decir que hoy tenía a sus nietos, a sus hijas y sobrino incluso ¡Hasta la ruidosa de Kushina! Podría ser considerada familia, pero… no era lo mismo.

–¿Hia-kun?

La familia a la que Hana se refería eran aquellas que crecían año a año, juntos. Forjando lazos y recuerdos, unidos por sueños e historias en común. Que se hablaban y eran sinceros, que discutían y se perdonaban.

Pero Hiashi, él había lastimado y mentido durante tanto tiempo, que la vida lo dejo solo ¡no siempre! ¡No, todo el día! Pero a la noche, en el complejo, cuando las puertas se cerraban y él se retiraba a su habitación pensaba: Hinata tenía a su familia. Neji tenía a su familia.

Él… destruyo la suya.

~•~•~•~•~

La única respuesta fue el suave gorgoteó de la bebe. Hana noto como la pequeña mano de su hija se ferraba con insistencia al hakame de su padre que permanecía mirándola.

–Hia-kun. –Si tenía pensado decir o hacer algo, no dio indicio alguno. Hiashi solo estaba ahí parado. ––¿Quieres que la cargue? –le pregunto no pudiendo soportar más ese silencio. –Debes estar cansado, dámela. –extendió los brazos.

–No. –negó él, apretando a su hija contra su pecho. –Estoy bien solo... –no la miro. –Necesito un minuto, Hana.

Y ella lo entendió y cedió, porque vio que... Hiashi estaba intentando volver a casa.

Pasaba, no siempre, pero pasaba cuando él regresaba de misiones largas y extenuantes. Hiashi llegaba a la aldea convertido en otro. Luciendo una expresión seca e indescifrable, podría decirse que hasta aterradora. Con el ceño fruncido, los labios tensos y sus ojos, dispuestos a activar el Byakugan en cualquier momento. Pero… después entraba al complejo y se iba desprendiendo de esas capas, una por una.

Primero la miraba a ella. Se sentaba a su lado y mientras ella le ofrecía una taza de té, la miraba... Solamente la miraba, sin emitir palabra alguna. Después se cambiaba, dejaba atrás el sudor y la sangre seca, así como la banda shinobi sobre la mesa de noche. Y por último, iba a verla a ellas.

Entraba a la habitación de las niñas y ponía su mano cariñosamente sobre la cabeza de Hinata.

–O… Oto-san. –tartamudeaba ella.

–Hinata ¿has sido una buena niña?

–Hai

Hana podía ver en contraluz como sonreía, una pequeña mueca pero dedicada de lleno a su primogénita. Después cargaba a Hanabi, la pegaba contra su pecho y apaciguando algún futuro llanto, se sentaba. Permanecía entre medio de ellas, sentado sobre en tatami, con las piernas cruzadas y ahí… Hiashi cerraba los ojos y respiraba hondo.

En ese momento Hana sabía que su esposo finalmente estaba en casa. Ahora, no era distinto. Es por ello que mostrando una pequeña sonrisa, dio un paso hacia atrás y dijo: –Está bien. –aflojo ambos brazos. –Tómese su tiempo mi Lord. Lo esperare afuera ¿sí?

Él solo asintió y Hana camino hasta la puerta de la habitación. Desde ahí pudo ver esa última parte del ritual, dedicado a su segunda hija.

Cuando acabo el hombre simplemente camino hasta la cuna y con cuidado deposito a la niña en ella. Después regreso con su mujer.

–Sera mejor que la dejemos descansar. –susurro ella. Hiashi asintió y con cuidado la joven madre deslizo la puerta, dejando a su hija dormir.

Continuara…


Y llegamos al final de esta primera parte, siéntense, pónganse cómodos y díganme. Lo que paso ¿Era un sueño? ¿Era verdad? ¿Estaba muerto? ¿Era un Genjutsu?

¿Este capítulo es digno de pertenecer a la historia del clan Hyuga? No sé…

Yo solo puedo decirles que Hana fue todo un reto ¡No sabía cómo presentarla! Es un personaje que no tiene referencias y esa "libertad" que por un lado no te condiciona, por el otro da cierto miedo ¿Por qué? No sabes que puede salir.

Pero poco a poco vamos conociendo a esta madre dedicada y matriarca del Souke y con ello a ¿Hia-kun? Tal parece que el estoico líder de los Hyuga, esconde más de lo que uno cree ¿no?

Yo creo que va siendo hora de que Hiashi acepte esa vida donde amo y fue amado.

Siguiente capitulo.

-Esa es...

-¡Hina-chan! -llamo la entusiasta madre.