Antes de salir del castillo decidió darle una advertencia a su enemiga.

- Iremos al burdel con tu esposo - Se burló en un susurró asegurándose que nadie más los oiga - Parece que tu lecho no es tan caliente, prima.

Rose lo miró furiosa pero no replicó nada, obviamente la noticia le había conmocionado. Con un mejor estado de ánimo, Albus salió del castillo junto al resto de nobles. Tomaron los caballos y muy pronto llegaron a la pequeña casa de placer que habían abierto.

Tenía que agradecer el buen gusto que habían invertido en aquel negocio. Completamente distinto a los lugares que había visitado antes. No era una casa grande, unos tres pisos y la planta baja era un salón donde las chicas conversaban con bebidas de buen gusto. Las ventanas estaban tapadas por gruesas cortinas rojas, que evitaba que los curiosos espiaran, lo que daba mayor confianza para hacer cualquier perversión que pudiera prestarse.

Ingresaron tranquilamente y una pelirroja con antifaz los saludó amablemente, guiándolos hasta la sala para que escojan las chicas que quisieran. Algo exquisito de aquel lugar era que todas las chicas llevaban máscaras, lo que aumentaba el misterio. Al tener buenos modales y ocultar los rostros momentáneamente, ayudaba a recrear fantasías.

- Queremos a todas - Dijo el rey sorprendiendo a la muchacha - Dile a tu Madame que saque a todos los hombres del lugar, el rey de Dumstrang quiere divertirse sin interrupciones.

Divertido, vio a la pelirroja marcharse para buscar a la Madame. Realizó un rápido escrutinio de las muchachas y encontró una castaña adorable; joven, no debía tener más de 14 años. Le recordó a Lena, la hija del carnicero que aseguró amarlo cuando también se acostaba con James para obtener los favores de ambos hermanos.

No, no era momento de pensar en ello. Usaría a la joven y olvidaría a Lena. Ella pertenecía a una vida atrás, ahora era una persona distinta. Un hombre comprometido con su pueblo, con la paz del reino. Comprometido a salvar a los plebeyos en los que ningún otro noble pensaba.

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- ¿Estás segura? - Insistió Lucy.

- El mismo lo dijo: el rey de Dumstrang - Insistió Greer - ¿Qué hago?

Dibujó una sonrisa de satisfacción. La casa del placer había sido lo mejor que le había pasado en la vida, y ahora tenía más poder del que jamás tuvo. Un poder que no variaba sin importar quien gobierne, un poder que jamás se extinguiría. El poder de hombres absolutamente agradecidos.

- Sacaré al general, pídele a Lola que termine con lord Harris y avísale a su Majestad que tienen la casa del placer a su disposición… Y no olvides mencionarle el precio.

Greer asintió y salió de sus aposentos. Lucy se miró en el espejo y se colocó el antifaz. Había resultado un detalle erótico que todas sus chicas cubrieran sus rostros, pero en realidad era una medida de seguridad que tomaba.

Estando tan cerca de la Capital, de los Malfoy, debía ocultar su rostro de quienes podrían reconocerla. Usar una máscara solo ella resultaría sospechoso, así que ¿Por qué no poderles a sus chicas que aumentaran el misterio con rostros ocultos? Los hombres no sospecharían de la Madame del burdel, y Lucy podría observar a sus clientes sin temor a ser apresada.

Salió de la habitación y despachó rápidamente al general, quien afortunadamente ya había acabado. Luego se aseguró de que Lola estuviese disponible y se dispuso a bajar para echarle un vistazo al rey que había pagado por un burdel completo.

Se escondió tras unas cortinas blancas que decoraban la sala y observó a sus invitados de la noche. Artemis Zabini, el cliente frecuente. Su primo Albus, quien también visitaba el lugar con regularidad. El hacha del infierno junto a Dolohov. Todos conversando entre sí, con chicas sobre sus piernas.

Observó al rey de Dumstrang. Sabía que Louis había viajado en busca de alianzas, pero al parecer los Malfoy se le adelantaron… Una lástima por su primo, pero no era nada que le afectase a ella. Ahora Lucy tenía poder ajeno a las alianzas entre los nobles.

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La noche se pintó estrellada, quedaban pocos nobles y observó que la rosa del bosque se disponía a retirarse. Dibujó una sonrisa y caminó hacia ella

- Mi lady - Saludó Duncan - Mi hermano me encomendó protegerla durante su ausencia.

- Es muy amable señor, podremos visitar el hospital público. Atender a los enfermos traerá dicha a nuestras almas, tras este día tan lamentable.

- Seguro que si - Contestó entretenido, y se divirtió más ocurrírsele un plan para sacar a la verdadera Rose Nott de esa bien puesta máscara - Mi lady, sé que usted tiene conocimientos en enfermería. ¿Sería tan amable de ayudarme a coser las heridas de un venado herido?

- ¿Un venado? - Preguntó completamente confundida.

- Así es, lo encontré cerca del lago, pero me temo que no pude hacer mucho por él. Quisiera salvar su vida, pero no sé cómo hacerlo. Seguro que una buena samaritana como usted no encontrará ridícula mi petición.

No debía reír ante la cara de frustración de la pelirroja, pero se estaba volviendo increíblemente difícil. Había utilizado sus propias mentiras para tenerla justo donde la quería. Una vez que aceptó, Duncan se obligó a no mirarla o lanzaría una carcajada que lo arruinaría todo.

Tomaron un caballo del establo, y sintió las delicadas manos de la mujer rodeando su cintura para sujetarse. Al estar ella en vestido, tuvo que sentarse de lado, por lo que estaba obligada a abrazarlo para mantener el equilibrio.

Tras un recorrido relativamente corto hasta el lago, en el que no intercambiaron más de cuatro palabras, finalmente llegaron a su destino. Finalmente estaban lejos de los ojos curiosos del reino, solamente con las estrellas como testigos.

- ¿Dónde está el animal? - Preguntó Rose tras bajarse del caballo.

Duncan golpeó al animal para que saliera galopando hacia el castillo e inmediatamente sintió una corriente eléctrica en su cuerpo. Se sintió casi tan emocionado como cuando comenzaba un nuevo viaje.

- ¡¿Pero qué hiciste?!

Volteó hacia ella y dibujó una sonrisa maliciosa.

- Te deseo. Voy a hacerte mía y nada que hagas podrá evitarlo.

Rose lo miró horrorizada, y retrocedió dos pasos hasta llegar a la orilla del lago. Cosa que divirtió aún más a Duncan quien estaba a menos de un metro de distancia, y seguía acercándose a su presa.

- Mi esposo va a matarte - Aseguró Rose intentando no sonar asustada - Garrick te...

- Él me dio su bendición - Mintió - No le importas en lo más mínimo, ¿por qué otra razón visitaría el burdel esta noche?

Tenía a su cuñada a pocos centímetros. Estiró las manos y tomó su cintura, extrañamente sin que ella opusiera resistencia.

- ¿Sabes quién soy, bastardo? - Preguntó Rose furiosa. De un segundo para el otro, todo el miedo había sido desplazado por rabia - Soy Rose Weasley del Bosque Prohibido. Tócame sin mi consentimiento y lo lamentarás el resto de tu vida. Viólame y te juro por mi vida que una horda de 20 mil salvajes marchará sobre tu cráneo.

- Palabras agresivas para una devota de Dios - Se burló Duncan mirándola desde arriba.

- No tan agresivo como esto: Soy una noble y tú eres un maldito plebeyo sin derechos. No me importa que mi esposo no quiera vengar mi honor, tengo a todo el Bosque Prohibido para ello.

Sintió una punzada al escuchar que no podría tenerla por su estatus. Era algo obvio, Duncan ni siquiera tenía un apellido por ser un hijo natural. Se obligó a concentrarse y seguir con su plan. No debía dejar que su deseo interfiera.

- ¿El famoso Bosque donde su madre fue asesinada? - Sugirió, logrando que Rose caiga directo en la trampa.

- Al menos sabemos quién fue la perra que la asesinó. Muy distinto a lo que pasó con tu gente ¿no lo crees?

- ¿Usted la mató? - Preguntó Duncan. Rose no respondió pero su expresión lo había dicho todo: ella no lo había hecho - Gracias por mostrarme quién es, sé que no es fácil considerando dónde ésta, y cómo regalo yo también le contaré un secreto: Mi gente no son los Malfoy.

Sin esperar respuesta empujó a Rose al lago. El sonido fue maravilloso, el verla caer confundida y molesta fue una bendición, y advertir cómo salía del agua completamente empapada fue un regalo divino.

- ¡¿Pero qué demonios está mal contigo?! - Chilló la pelirroja escupiendo el agua mientras se arrastraba fuera del lago.

- Tengo que saber quién está casada con mi hermano - Contestó Duncan como si no hubiese hecho nada malo, quitándose el saco para ofrecérselo a la dama - Y tiene que admitir que no fue muy transparente conmigo antes.

- ¡¿Y eso te da derecho de amenazar con violarme o de lanzarme al agua helada?!

Duncan pudo ver su consternación y colocó el saco sobre los hombros de la muchacha quien, efectivamente, estaba helada.

- Sea honesta conmigo - Propuso él, intentando no mirar los labios de la mujer que comenzaban a tomar un color demasiado tentador como para soportarlo - Solo quiero el bienestar de mi hermano. Los Malfoy y el resto de su gente no me importan en absoluto.

- ¿El bienestar de tu hermano? – Se burló la joven temblando de pies a cabeza. No estaba seguro si era a causa del frio o por la frustración que debía sentir - ¿Qué demonios podría hacerle al hombre más letal del reino? ¡Su maldito apodo es el hacha del infierno! Mientras mi única arma es lo que tengo entre las piernas. Dudo mucho que tu hermano esté en peligro por mi causa ¡Soy yo la que tiene que pensar cada día como evitar ser golpeada y como evitar que lo hagan con mi prima!

Duncan la miró fijamente. ¿Por qué diablos tuvo que mencionar lo que traía entre las piernas? ¡Como si no fuera lo suficientemente difícil para él! Se obligó a mantener la cabeza fría y asintió con la cabeza.

- Supongo que entiendo cómo se siente.

- No me hagas reír, bastardo. ¿Cómo demonios sabes tú cómo me siento? - Atacó Rose.

- Usted misma lo dijo, soy un bastardo. No tengo un hogar, ni siquiera en casa de mi padre. No fui deseado ni por quien debía desearme. Mi madre era una tabernera que murió dándome a luz. Creo que sé muy bien sobre sentirme solo.

Observó que la muchacha relajaba los hombros y lo miraba con cierta curiosidad. Incluso pareció querer acercarse a él.

Tuvo que reprimir una sonrisa. Por muy astuta que fuera, Rose seguía siendo una mujer. Cuéntale una historia triste y su instinto protector florecerá de inmediato. Todavía no existía la mujer que pudiera resistirse a un hombre que admite en voz alta su vulnerabilidad.

- Supongo que lo entiendo – Murmuró ella imitando sus palabras. La tenía justo donde la quería: vulnerable en cuerpo y alma - Mi padre me detesta, quería un varón. Seguramente se alegró de tener una excusa para deshacerse de mí.

- Hagamos un trato, de un hijo no deseado a otro – Ofreció Duncan, guiñando un ojo y robándole una sonrisa a su cuñada, quien continuaba temblando por el frío - Sea honesta conmigo y yo no dejaré que nadie le haga daño, ni siquiera Garrick – La pelirroja lo miró con sospecha, por lo que añadió - Pero considere que mi lealtad siempre estará con él.

La tenía a su merced. Lo sabía y lo disfrutaba. Saberlo le daba una extraña sensación de poder.

- Deja de hablarme con tanta formalidad, Duncan, o no podremos ser realmente cercanos - Sentenció ella tomando del brazo al fornido hombre, claramente disfrutando el calor que desprendía su cuerpo, mientras éste disfrutaba de la figura femenina que se aferraba a él.

Maldición. De repente sus pantalones apretaban demasiado.

- ¿Cuánta cercanía deseas? – Se atrevió a preguntar mientras se dirigían al castillo tomados del brazo, como si fueran íntimos amigos de infancia.

- La suficiente como para que confíes que soy honesta contigo, y la suficiente para que yo confíe que tú me protegerás. Créeme, Duncan, si existe una persona en la Capital con la que desee ser cercana, definitivamente eres tú.