Se sentó en la banca de la habitación mirando fijamente a una muchacha con la cara casi deformada. Duncan se quedó parado en la puerta de la habitación, con la mano sobre el mango de la espada, si acaso necesitaba desenvainarla rápidamente.
- Habla con confianza, querida - Pidió Rose. Sabía que no era propio de una dama estar en un lugar de esa categoría, pero considerando que todos sus trabajos con el pueblo eran para obtener el favor de la gente común, le pareció adecuado atender el llamado de una prostituta golpeada, sobre todo ahora que Lily sería la esposa de Draco Malfoy - Explícame lo qué pasó y quién fue el causante de tal aberración.
La mujer abrió la boca y respiro con dificultad para armarse de valor.
- Fue Lord Wilfrec… Mi lady. Ya lo había atendido en ocasiones anteriores, al principio me buscaba porque aceptaba… Aceptaba tener relaciones por sitios poco comunes. Luego… Luego comenzó a ser más agresivo, más torpe. Hace unos pocos días quiso… Quiso poner un candelabro adentro. Intenté detenerlo, pero me forzó y… tomó un cuchillo, mi lady… Tomó un cuchillo y me cortó…
La voz de la muchacha se había cortado. Rose estaba sorprendida, había pensado que la gravedad del asunto sería mucho menor a lo que era en realidad. Que sería una bocanada de aire fresco frente a la locura que vivía en la Capital ¡Que equivocada estaba! Habían hecho cosas horribles a esa pobre muchacha, aun tratándose de una prostituta… Aunque ¿Quién era ella para juzgarla? Rose también dormía con alguien a quien temía para sobrevivir, solamente había tenido mejor suerte que la mujer que tenía enfrente.
- ¿Qué fue lo que cortó? - Inquirió Rose intentando sonar delicada.
La mujer levantó la barbilla y la miró a los ojos, luego tomó la parte alta de su vestido y se lo bajó dejando sus pechos al aire: Unas horribles costras negras se encontraban en lugar de sus pezones.
- Lo siento mucho. No merecías ese trato, nadie lo merece… - Se relamió los labios intentando serenarse - No puedo evitar tu dolor, pero te prometo que tendrás justicia. Lord Wilfrec lamentará el día que te tocó.
Se levantó y salió de la habitación rápidamente.
Cuando la prostituta pelirroja que los recibió los observó, se levantó de uno de los asientos del vestíbulo, caminando torpemente a pocos metros tras ellos.
- ¿Mi lady? - Preguntó la pelirroja, sin saber que tanto acercarse a la noble.
- ¿No te conozco? - Preguntó Duncan, deteniendo el paso mientras miraba con interés a la muchacha.
- ¡Por Dios, Duncan! ¡No es el momento! - Lo regañó Rose, logrando que el castaño deje de mirar a la prostituta pelirroja - Pueden estar tranquilas, tomaré cartas en el asunto.
Se fue ignorando los "gracias" de la prostituta y se subió a la carroza completamente angustiada.
- ¿Conoces a Wilfrec? - Le preguntó a Duncan una vez que estuvieron a solas, mientras los mecía el compartimiento del carruaje.
- Un anciano perverso – Respondió su cuñado encogiéndose de hombros – No resulta lo suficientemente interesante como para llamar mi atención.
- ¿Tú podrías encargarte de él?
- No mancharé mis manos con nobles por defender el honor de una prostituta – Se burló Duncan, negando su petición.
- ¡No se trata de defender su honor! ¡Se trata de su bienestar!
- ¿Y cómo te afecta su bienestar? ¿Por qué habría de interesarte? - Le retó Duncan.
Se mordió la lengua para no responder. Su amistad con el hermano de Garrick había escalado demasiado rápido, y todavía se negaba a admitir el poder que éste tenía sobre ella. No podía decirle que sus favores con el pueblo eran un superficial intento para ganar su lealtad y tener algo de poder en la Capital. Quizá era la única carta que aún no le mostraba.
Demonios, con Lily donde se encontraba necesitaba el favor del pueblo más que nunca.
Sin decir otra palabra, llegaron al castillo. Rose decidió que, si Duncan no quería ayudarla, buscaría ayuda en otro sitio. Después de todo estaba casada con el hombre más peligroso del reino ¿cierto?
- Iré a las mazmorras - Indicó mientras avanzaba por los pasillos del castillo.
- ¿Pperdiste la razón completamente?
- Quiero ver a mi esposo.
Esa simple oración pareció ser suficiente para que Duncan cerrara la boca y esperara en la entrada de los escalones que conducían hacia la horripilante cámara de tortura del castillo.
Bajó los escalones apoyando las manos sobre la pared de piedra. El camino estaba mal iluminado y temía tropezarse y lastimarse. A medida que se acercaba al final, comenzaron a escucharse unos gritos desgarradores.
- ¿Mi amor? – Murmuró tratando de ignorar lo rápido que latía su corazón – Necesito hablar usted…
Su esposo estaba vestido solamente con sus pantalones, sujetaba unas grandes pinzas y unas gotitas de sudor caían de su frente. Estaba frente una mesa de mármol, donde torturaba a un hombre recostado sobre una mesa de mármol.
Garrick giró la cabeza y la miró confundido. Bajó las pinzas y se acercó a ella, dejando admirar la sangre que había salpicado en su torso.
- ¿Qué haces aquí? - Le preguntó sonando preocupado - ¿Por qué Duncan no está contigo?
- Duncan custodia la entrada, puesto que le suplique privacidad para verte… - Le contó el episodio con la prostituta, y también su deseo de tomar justicia contra Lord Wilfrec - Ayúdame, mi amor, no puedo dejar que ese demonio quede impune.
- ¿Demonio? Puso a una golfa en su lugar. No puedo castigar a un noble por hacer lo que le plazca con una mujer por la que pagó – Se burló con una sonrisa divertida - ¿No eras tú quien consideraba un Dios a un hombre que sabía pelear?
Lo miró estupefacta. ¿Pero con quién demonios se había casado? Sí, sí, era el más afamado sádico del reino, pero… Bueno, no podía sorprenderse realmente. El hacha del infierno jamás se rebajaría a defender a una prostituta.
- Lamento haberme expresado erróneamente: un hombre capaz de enfrentar enemigos que impliquen un desafío, es aquel que recibe mi admiración - Sentenció intentando no sonar molesta - No sé si usted teme las repercusiones de enfrentar a un noble o si sencillamente no considera a una prostituta suficiente para recibirlas. Sin embargo, su naturalidad ante tal aberración me indica que usted también podría compartir esos gustos. No se moleste en intentar a entrar a mi lecho, mi lord; podrá seguir visitando burdeles con libertad.
Dio media vuelta y caminó con toda la dignidad que pudo fingir. Estaba segura que mañana ocuparía el lugar en la mesa de mármol de la mazmorra; había actuado con total imprudencia. Se cruzó con Duncan en el camino, pero estaba demasiado angustiada como para hablar con él, así que se encerró en su habitación disfrutando de las pocas horas de bienestar que le quedaban.
Al día siguiente no vio a su esposo por ningún sitio. Solamente el rostro de consternación de Lily que suplicaba un momento a solas. Lamentablemente no podía complacerla. Albus estaba demasiado pendiente, Artemis y su prometida demasiado habladores y Duncan demasiado resentido. Hablar con quién sería reina en cuatro días era, por el momento, una tarea imposible.
Entrada la noche, se despidió de Duncan a la entrada de su habitación (quien le contestó con monosílabos como hizo durante el día) e ingresó con cansancio.
- Te estaba esperando - Le dijo Garrick sentado cómodamente en la silla del cuarto mientras limpiaba unos cuchillos.
Sintió miedo, pero luego de mirar su traje salpicado de sangre, sintió confusión.
- ¿Qué pasó? ¿De quién es esa sangre?
- Lord Wilfrec - Respondió su esposo mirándola seriamente a los ojos - ¿Ahora sí me dejarás entrar a tu lecho?
No pudo evitar que una sonrisa apareciera en su rostro, mientras asentía con la cabeza.
