- Luce hermosa, mi lady - Alagó una de sus doncellas.

Lily se miró en el espejo sin escucharla. Tenía el peinado que solía llevar Astoria Malfoy y un largo vestido blanco con delicados bordados de oro. Era la representación de riqueza y poder, entonces ¿Por qué se sentía tan miserable? ¿Acaso el rey era una opción peor que el príncipe? No podía decirlo con certeza. Al menos a Scorpius Malfoy ya lo conocía, pero no sabía que esperar del gran rey Draco.

El soldado de la puerta anunció que su hermano la esperaba.

- Hágalo pasar.

Albus entró a la habitación evaluando el aspecto de su hermana. Inmediatamente pidió que los dejaran a solas.

- Tengo un mensaje para ti - Le dijo su hermano.

- ¿Quién lo envía?

- Rose - Ante la mirada de confusión que le dedicó, Albus comenzó que explicarse sin esperar una pregunta directa - Me suplicó que te dijera que te relajes durante la consumación, que antes de la ceremonia mojes tus partes íntimas con agua fría y que el dolor es más fuerte si intentas resistirte.

No pudo evitar sonrojase al hablar esos temas con su hermano. Lo había comentado antes con su madre, pero parecía que había sido una vida atrás, y por supuesto, su madre jamás le había dado detalles al respecto.

Por suerte no tuvo que responder, un sirviente llegó para comunicarles que ya era hora de asistir a la ceremonia.

- ¿Es así cómo te lo imaginaste? - Le preguntó Albus a la entrada de la iglesia - Casada por el Papa, en la iglesia de la Capital, para ser reina inmediatamente…

- Sí, Albus, es exactamente como me lo imaginé.

Llegó el momento, su hermano la llevaba en dirección al altar. Pudo ver al rey a lo lejos, con una sonrisa que no pudo descifrar lo que ocultaba. Reconoció al rey Karkarov, sentado al lado de su hija. Reconoció a Artemis y Blaise Zabini, mirándola con un dejo de burla. Pudo ver a Dolohov junto al bastardo Duncan, el primero mirándola intensamente y el segundo luciendo aburrido. Frente a ellos pudo ver a su prima, parada junto a su esposo y los padres de éste. También identificó a varios nobles y damas que estaban presentes cuando Scorpius ordenaba que la desnudaran y golpearan en la corte. No se sentía una reina, se sentía una completa prisionera.

Finalmente, Albus la dejó frente al rey, dándole un beso en la mejilla antes de ir a su sitio.

Lily sentía un enorme dolor de cabeza, náuseas y la sensación de mareo. No estaba segura si podría aguantar toda la ceremonia, pero hizo su mejor esfuerzo. Llegó la bendición de la santidad, llegó el momento de firmar, llegó el momento de besar al rey… Por Dios, se sentía muy enferma.

Escuchó los aplausos y pronto celebraron la unión con un banquete. Todo era demasiado surreal. Estaba sentada entre el rey y el príncipe, su esposo y su ex prometido. No podía probar bocado, intentó serenarse con un poco de agua, pero incluso tomar la copa resultaba demasiado complicado.

- ¿Hasta cuándo nos visita, su santidad? - Preguntó Draco Malfoy más interesado en establecer relaciones diplomáticas que en su nueva esposa.

El rey se la pasó conversando con el Papa, con el rey Karkarov, con Theodore y Daphne Nott, con Blaise Zabini, e inclusive tuvo tiempo para determinar si el ataque de Garrick contra Wilfrec era justificable.

- Supongo que estás contenta - Murmuró Scorpius tomando de su copa de vino, sin apartar la vista de su padre quien se había levantado para conversar con sus invitados desde hace tiempo - Evitaste casarte con un mal hombre… Lamento decirte que estás en las garras de uno peor.

El dolor de cabeza que sentía era demasiado grande y la vista se le estaba nublando. No tenía cabeza para pensar una respuesta educada, evitativa o inteligente.

- No me importa - Respondió Lily sonando agotada - No me importas en lo más mínimo y no me importa lo que me hiciste. Eres un idiota con poder, no puedo odiarte por eso.

- ¿Cómo te atreves a hablarme así? Yo…

- Soy la reina - Interrumpió Lily - El futuro de la familia Malfoy depende de los hijos que le dé al rey, así que hazte un favor y cierra la boca, maldito estéril.

¿De donde salió todo eso? No tenía ni idea. Al parecer el príncipe tampoco tenía idea, pues si Lily hubiese estado más consciente de lo que ocurría a su alrededor, hubiera podido ver a Scorpius Malfoy con la expresión de sorpresa y humillación más grande que dibujó en toda su vida.

Afortunadamente, anunciaron que llegó el momento de la consumación, así que no tuvo que esperar una respuesta del príncipe. Lily se levantó con dificultad y fue llevada hasta el lecho del rey con ayuda de su hermano.

Escuchaba risas por detrás, como si todos los demás se encontraran en una gran fiesta mientras ella batallaba para dar cada paso. La vista se le nublaba y juraba que perdía la consciencia por momentos. Se obligó a sí misma a permanecer despierta, y vio que abrían una puerta para dejarla pasar.

Alrededor de la habitación se encontraban todas las personas que atestiguarían la pérdida de su virginidad. El mismísimo Papa, el rey Karkarov, Blaise y Artemis, su hermano Albus, y toda la familia Nott a excepción de Duncan. Giró la cabeza para ver a su esposo, pero se encontró con Dolohov, quien custodiaba la puerta y no dejaba de mirarla…

- Mi reina - Gruñó Draco Malfoy con lujuria.

Sintió que le quitaban el vestido. No estaba muy segura si ella debía desnudar al rey, pero solo por si acaso decidió dar la vuelta y mirarlo. Draco Malfoy se quitaba las prendas él solo, hasta quedar solamente con ropa de dormir. Una vez que estuvo listo, Lily miró sus propias manos para evitar mirarlo a él.

Aun con el dolor de cabeza, sintió que la empujaban suavemente hacia la cama, y se dejó guiar hasta quedar recostada boca arriba. Sintió las experimentadas manos del rey tocando sus piernas y subiendo más y más…

- ¿Cuántos años tienes? - Le preguntó Draco sin intentar bajar la voz en lo más mínimo.

- Qui… Quince - Tartamudeó.

- Por Dios - Gimió el rey antes de besarla.

El encuentro fue brusco. El rey la tocaba con demasiada fuerza, estrujaba sus pechos y sus nalgas como si nadie los estuviese viendo, y mordía su cuello y la base de sus pechos como si quisiera marcar territorio. Al abrirle las piernas sintió un par de dedos en su intimidad, la cual había perdido la poca humedad que el "agua fría antes de la ceremonia" le habría podido dar, por lo que la intrusión le dolió bastante.

Durante el tiempo que tuvo al rey en su interior solamente pudo acumular las lágrimas en sus ojos, intentando que el dolor de cabeza, el mareo y el dolor, no la desmayen.