Su padre lucía muchos años más viejo de lo que jamás lo había visto. Había demacrado demasiado en estos últimos meses, dejando ver lo mucho que le afectaba el haber perdido al amor de su vida. Ronald Weasley estaba sentado en el lugar que solía ocupar Hermione frente a la chimenea, calentando su espalda con el calor del fuego mientras miraba a su heredero apoyado en la pared del salón privado.

Benjy ingresó al salón y se puso de rodillas ante Ron Weasley quien prácticamente miraba de largo, como si no lo pudiese reconocer.

- Levántate, Benjy - Pidió Hugo quien se encontraba contento de poder ver a su viejo amigo entre todo ese luto - Dime que traes buenas noticias.

- Como sabe, mi señor, es difícil encontrar momentos y lugares para hablar con su hermana… con su hija - Agregó mirando brevemente a Ron y luego retomando la plática hacia Hugo - Pero lady Rose logró convencer a su nuevo guarda para tener pequeños momentos de privacidad.

- ¿Su nuevo guarda? - Preguntó Hugo interesado en toda la información que pudiese obtener.

- Duncan, el bastardo de Theodore Nott. Gracias a su nueva… amistad, lady Rose pudo hablar libremente y explicarme los motivos por los que Lady Lily se casó con Draco Malfoy: Scorpius Malfoy fue herido en la batalla contra Roxane y ya no puede tener descendencia.

- ¡JA!

No pudo evitar el exabrupto, era demasiado delicioso como para fingir que no le importaba. Al parecer su alegría fue tan contagiosa que Benjy también se unió a la risa. Ambos disfrutaban el momento con malicia, dejando a un lado a Ronald Weasley, quien continuaba sin demostrar interés en el resto del mundo.

- Su hermana le envía recuerdos y pide que le comente que está a salvo por el momento, aunque Albus todavía intenta deshacerse de ella.

- Gracias, Benjy. Descansa, tuviste un largo viaje.

Luego de que se marchara, Hugo miró a su padre con preocupación. Ya habían pasado 7 meses desde que Hermione había muerto, y su padre todavía no se recuperaba. Estaba bastante preocupado, pero no solamente por Ron Weasley, sino también por su pueblo. Se había visto obligado a dirigir el Bosque durante ese tiempo y, si bien mantenían la fuerza de siempre, le preocupaba cometer un error que ponga en riesgo a su gente, a su hogar.

- Saldré por un momento, padre. ¿Estarás bien solo?

- Sí, hijo - Contestó Ron mirándolo con ojos vacíos - No te preocupes.

Que fácil decirlo… Hugo caminó en dirección a la torre donde Atenea se encontraba prisionera. Subió los escalones, saludó a los guardias e ingresó a la habitación. Allí se encontraba su esposa, la madre de su hijo, y presunta asesina de la dama del Bosque.

- ¿Te alimentan bien? - Preguntó mirando que, efectivamente, había un plato de comida terminado sobre la mesa. Atenea no le respondió, había pasado de la fase de insultarlo a suplicar clemencia y a dejar de hablarle como cinco veces, por lo que ya no se sorprendía de ninguna de sus reacciones - ¿El bebé está bien?

- Me duele - Gimió ella con voz cortada - Se los dije, pero no me escuchan… ¡Ah!

Hugo corrió hacia su esposa quien, recostada en la cama, se sujetaba el vientre con expresión de dolor. Sí, era la asesina de su madre, pero ahora era la madre de su hijo. Por honor no podía abandonarla en ese estado.

- ¡Guardias! - Exclamó Hugo - ¡Llamen a las parteras, ahora!

Los guardias corrieron tras sus órdenes, y Hugo tomó la mano de Atenea sin saber que sentir. Siempre se había visto como guardián del Bosque, pero jamás se habría imaginado en esa situación. Entre el deseo de venganza y el deber de protección para con la misma persona, su propia esposa.

- ¡Aaaah! - Gritó nuevamente Atenea con lágrimas en los ojos.

- Tranquila - Dijo Hugo intentando serenarla - Tranquila, todo estará bien. Ya vienen las parteras.

- Mi bebé - Gimió su esposa - Mi bebé…

Sintió una extrañeza en el pecho. ¿Acaso podría algún día gobernar el Bosque con aquella mujer? Atenea era la madre del futuro señor o dama del Bosque Prohibido, merecía respeto por ello. Sin embargo, había causado el peor daño que su tierra haya vivido jamás… Se encontraba perdido y curiosamente la única persona que podría aclararle la cabeza se encontraba muy lejos de allí. Se encontraba a siete meses y una taza de té envenenado de distancia.

- Mi señor - Saludó una partera al entrar a la habitación.

- Revise a Lady Atenea - Ordenó - El bebé le causa dolores, y aun va en su séptima luna.

Las tres mujeres que asistirían a su esposa asintieron con la cabeza y comenzaron a preparar todo, una calentaba agua, otra recostaba a Atenea para revisarla y otra examinaba debajo de su vestido.

- Ya va a nacer - Anunció la partera - El bebé está por nacer.

¿Cómo?

Hugo cerró los ojos y salió de la habitación para despejar su mente. Escuchó los gritos de Atenea nuevamente antes de bajar por los escalones, pero estaba más enfocado en llegar al bosque que en nada. Necesitaba el olor de los árboles y la tierra húmeda para pensar con claridad.

Cuando llegó allí lanzó un grito al cielo y golpeó un árbol con todas sus fuerzas, hasta que sus nudillos comenzaron a sangrar.

¡Siete meses! ¡Siete malditos meses! ¿Cómo demonios había podido ser tan idiota? Atenea era la amante de Scorpius Mafloy, él ya sabía eso, pero jamás hubiera imaginado que sus amoríos llegaron a concebir un niño ¿Es que acaso esa era la razón por la que Atenea envenenó a Hermione? ¿Podría ser que su madre hubiera descubierto su secreto?

No… Tal vez todavía había alguna esperanza… Tal vez se debía a un bebé prematuro. Quizá debería regresar y que las parteras mismas confirmen la edad de la criatura. Si lo que tenía Atenea era la mala suerte de tener un bebé precoz, tendría una oportunidad de llevar una vida digna en el Bosque. Si no… Hugo se encargaría personalmente del pequeño bastardo y de la zorra de su madre.

Subió nuevamente a la habitación. Todo era silencio a excepción del llanto de un infante. Dos de las mujeres limpiaban a Atenea y le daban agua, fue la tercera quien que se acercó a Hugo con un niño entre los brazos.

- Un varón, mi señor - Presentó la partera destapando al bebé para revelarlo ante el señor del Bosque.

Hugo miró a la criatura. Era pequeño, muy pequeño, tenía el cuerpo arrugado y rosado, y una pelusa de cabellera rubia, casi blanca.

- ¿Cuántas lunas…?

- Nueve meses, mi señor – Respondió la partera, adivinando la pregunta que le harían.

- Cuiden al niño - Ordenó Hugo con la voz calmada y el corazón furioso - Llévenlo con las nodrizas.

La partera asintió con la cabeza y salió de la habitación con el bastardo del príncipe.

- Mi hijo, ¿Dónde se llevan a mi hijo? ¡¿Dónde se lo llevan?! - Lloró su esposa recostada en la cama, sin poder moverse.

- No volverás a ver a tu pequeño bastardo - Prometió Hugo con tranquilidad, lanzando veneno con cada palabra - Me aseguraré de que no te conozca.

Dio la vuelta y salió de la habitación ignorando los gritos de su mujer. Esa maldita arpía había asesinado a su madre y había mentido sobre las raíces de su hijo. Estaba demasiado furioso, pero por fortuna todavía quedaba una mujer en el mundo a la que amaba y en quien confiaba.

- Benjy - Llamó al hombre que tomaba cerveza con la tribu de manhue - De verdad lamento interrumpir tu descanso. Sé que has trabajado muy duro y que debes estar exhausto, pero te necesito más que nunca.

- Mi señor.

- Necesito que regreses a la Capital y hables con mi hermana. Lady Atenea tuvo a su hijo, es un niño saludable, bastardo del príncipe Scorpius.