Algo inabarcable

El granero había servido como un refugio amplio por varios días, y tras un larguísimo viaje turnándose para disfrutar de las escasas, pero valiosas, comodidades de la caravana lo habían agradecido. Sin embargo no podían seguir permaneciendo allí por mucho más tiempo. Habían conseguido agua, quitándose un serio problema de encima, también habían reunido frutos y bayas de las inmediaciones, que encontraron Rosita y Tara, y hasta algo de caza gracias a las trampas, así que tenían víveres como para comenzar de nuevo el viaje. No obstante no tenían a dónde ir. Las hordas de caminantes de las que habían huido días atrás dejaban un rastro de muertos independientes que rondaban en millas a la redonda y moverse sin refugio no era una buena idea, menos aún con una bebé, un niño que no podía correr y una mujer que prácticamente había salido de cuentas según los cálculos de todo aquel que pudiera sumar los días trascurridos.

—Washington está a tiro de piedra... podríamos lograrlo —dijo el siempre optimista Glenn.

—Podríamos no hacerlo —determinó Daryl como un resorte—. No merece el riesgo.

—Y quedarnos aquí te parece mejor idea —planteó Maggie, mirando a su alrededor y la suciedad que inundaba el cobertizo que habitaban.

—No sabemos que hay en Washington. Podríamos lograr llegar y entran en la ciudad o hallar un refugio... y encontrarnos en la boca del lobo —comentó entonces Abraham.

—Seguramente no seremos los únicos que a lo largo del tiempo han llegado hasta la capital —le apoyó Dillan.

—Podrían ser de ayuda... si encontramos alguna comunidad —dijo Beth, esperanzada, aunque su tono poco convencido evidenciaba que ni ella misma creía poder tener esa suerte, no tras sus pasadas experiencias con grupos que los habían acogido.

—Miradnos —dijo Abraham—. Es evidente que somos un grupo débil, desesperado, y todos los que seguimos con vida a día de hoy sabemos que los grupos como nosotros son los más peligrosos. ¿Hay algo que no harías por hallar un refugio? —preguntó directamente a Daryl y vagó su vista a Rick— ¿o tú? ¿Cómo pensáis que nos recibirá quién nos encontremos?

—Busquemos un refugio que no sea una primera opción —propuso Dillan—. Los lugares más aptos estarán ocupados si la teoría de Abraham es cierta.

—Sí, es un buen plan —aceptó Rick.

—¿El plan es ir a los peores lugares? —preguntó Tara—. No me parece un gran plan.

—Debimos quedarnos en el club de campo —dijo Sasha.

—Eso no aporta nada ahora —contesto Mara, con un tono más cortante y frío de lo que había pretendido.

Sasha la miró y volteó la vista para alejarse hacía la entrada del granero, donde Rosita vigilaba el perímetro. Mara bajó la vista con culpabilidad por su mala respuesta, y decidió no decir nada más. Se sentía culpable por todo lo que estaba sucediendo, ya que ella había decidido irse del club de campo para hallar un refugio mejor, cuando lo único que la movía era la absurda y poco probable posibilidad de hallar a Vicent y Shally y ahora estaba en la recta final de su embarazo rodeada de paja, tierra y restos de estiércol animal. Ignoró el resto de la conversación para no pensar en el futuro a corto plazo y dejó que el resto decidiera por ella.

Irían hacia el Este rodeando Washington, desde ese lado no habrían llegado demasiados grupos en los últimos tiempos pues tan solo estaba la costa y lo más probable era que todo estuviera deshabitado. Los que llegaran del Norte, Este o Sur, no llegarían hasta allí. Los mapas indicaban que había una pequeña urbanización a unas pocas millas. Podrían ocupar una casa, limpiar la zona y fortificar el perímetro para establecerse un tiempo, el suficiente cómo para hacerse fuertes.

Recogieron lo poco que tenían y habían sacado de la caravana y el vehículo en el que viajaban y comenzaron a organizarse para viajar. En sus idas y venidas de un lado a otro Mara comprobó que la sospecha que sentía desde hacía días de que Eugene la seguía allá donde iba era cierta, pues el falso científico no paró de ir tras ella en una dirección u otra. La joven no podía negar que el tipo sabía cómo ingeniárselas para seguir con vida. Ya nada hacía que alguien le protegiera, ni les conducía a un lugar seguro y mucho menos sabía como salvar el mundo, así que se mantenía cerca de Mara porque sabía que no solo Daryl estaba siempre pendiente de ella y no habría peligro que se le acercara lo suficiente.

—Necesito que establezcamos un código para que dejes de seguirme cuando tengo que hacer pis —dijo entonces a Eugene—. Al menos en eso, me gustaría tener intimidad.

—No deberías ir sola —dijo él, tras ser evidente que no podía disimular—. Alguien debería comprobar que no hay nada cerca.

—Beth podrá ayudarme en eso, pero te avisaré cuando acabe... —contesto sin acritud.

Eugene se relajó al comprobar que no había reproche en el tono de la mujer y se alejó un poco de ella cuando fue en busca de la joven rubia. En realidad, Mara, como el resto, se había sentido molesta con Eugene por su mentira, pero tras el paso de los días y pensándolo fríamente comprendía que el hombre solo había usado sus recursos para sobrevivir. Ella sabía kárate, Rick disparar con precisión, Michonne usar la katana y Daryl era un cazador y todos usaban esas habilidades para mantenerse con vida. Eugene sabía mentir de forma convincente y había hecho lo propio. Al menos, durante un tiempo, les dio esperanzas.

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Durante el viaje Mara miraba por la ventana de la parte trasera de la caravana pidiendo que el lugar a donde se dirigían no hubiera ardido tiempo atrás y pudiera ser habitado. Necesitaban un refugio por un tiempo al menos por unos días, necesitaba un lugar donde traer a su hija al mundo de forma segura y restablecerse del parto. Tal vez pudieran aprovechar las primeras semanas de vida de hope para hallar un lugar mejor, los recién nacidos son más tranquilos que cuando tienen varios meses. Pensar en ello en lo que supondría tener a un bebé en aquel mundo la angustiaba, tanto que evitaba pensarlo, pero intentaba pensar en Judith y en cómo había logrado sobrevivir todo aquel tiempo. Claro que ella había nacido tras los muros de la prisión, que para Mara era el mejor refugio que habían tenido jamás. Pensar en aquella época que parecía tan lejana la llevaba a pensar en Hershel, en los almuerzos en el patio, en su labor con los niños en el pabellón A, en la intimidad que tenía con Daryl, escasa pero suficiente y muy preciada, y en todos aquellos momentos de calma, de risas, de vida tranquila y esperanzas a futuro que había sentido y vivido en aquellos muros de hormigón. Parecía otra vida, igual que recordaba su pasado antes de los caminantes, todos los momentos felices de su existencia le parecían que habían pertenecido a una vida imaginada.

Fue entonces cuando sintió algo diferente a los dolores y calambres que solía padecer en los últimos días, y confusa se incorporó del camastro. Pero fue la expresión de Beth al entrar en la habitación lo que la hizo ponerse alerta.

—Mara... Tus pies...

Mara bajó la vista hasta el suelo y vio el gran charco que tenía bajo de sí. Durante varios días había lidiado con las contracciones recurrentes repitiéndose el mantra de que mientras no rompiera aguas no debía preocuparse, pero ese momento había llegado.

—Mierda... —fue lo único que pudo decir.

Beth rehízo sus pasos para alertar de lo que sucedía cuanto antes y Mara no fue capaz de detenerla, aunque no tenía sentido hacerlo, ya no podía callar lo que pasaba, no podía evitar preocupar al resto ni mantenerlos ignorantes como había intentado hacer durante varios días. Mara no podía decidir que iba a pasar, era Hope quién siempre había tenido el control de cuándo se produciría su llegada al mundo.

Daryl no estaba en la caravana, viajaba en el otro vehículo, para así poder cambiar al caer la noche y estar con Mara durante esas horas, pues sino la joven no era capaz de dormir por completo.

Glenn que iba al volante no tuvo mejor idea que hacer sonar el claxon para alertar al vehículo de delante, pues los nervios le sobrepasaron cuando Beth le dijo que Mara estaba de parto.

Beth bajó de la caravana en cuanto ambos vehículos se detuvieron en la carretera y corrió a avisar a Daryl que literalmente saltó del vehículo para ir a la caravana, dejando su ballesta olvidada por completo en el asiento del coche.

El nerviosismo les invadió a todos y Maggie y Michonne llegaron a la parte trasera de la caravana tras escuchar a Beth. Allí Mara seguía sobre el charco, sujetándose el vientre pero sin saber qué hacer. Parecía que era la que más superada estaba por la situación. Le daba tanto pavor pensar en todo lo que podía pasar que había intentado no pensar en ello, hasta el punto de no saber qué hacer. Maggie la ayudó a recostarse de nuevo sobre el camastro que también estaba húmedo y poco a poco la joven fue más consciente de su situación.

—Tenéis que avisar a Daryl...—dijo, antes de que una fuerte contracción la sobreviniera—. Oh, joder...

Daryl entró mirando a todos lados y tan agitado que le temblaban las manos, hasta que vio a Mara y se acercó de un solo paso a su lado.

—Estoy bien... Tengo contracciones cada varios minutos, aún falta... —dijo con más serenidad.

Tenerle al lado, aunque confuso y temeroso, ayudó a Mara a perder parte del miedo y poder actuar con más lógica. Ella sabía que todo lo que estaba viviendo por el momento era lo normal, dentro de las circunstancias nada debía hacer que se preocupasen de más, o eso intentaba repetirse, porque ya no había posibilidad de no pensar en ello. Ya no había opción a apartarlo de su mente, era un hecho y debía enfrentarse a la llegada de su hija, su tan querida y deseada hija.

Entonces la caravana se volvió a poner en movimiento y Mara miró a Daryl confusa, más incluso que el resto de presentes.

—Se acercan caminantes, debemos buscar otro lugar —dijo Rick desde fuera del pequeño habitáculo al final del vehículo.

Daryl miró por la ventana y comprobó que ciertamente había algunos muertos por la carretera acercándose a ellos.

Miró a Mara, pretendía insuflarla confianza y tranquilidad, pero no fue capaz de pronunciar una sola palabra. Estaba aterrado, más que en toda su vida, el miedo le recorría cada palmo del cuerpo de tal forma que se hubiera sentido más tranquilo rodeado por aquellos caminantes que se les cruzaban por el camino. Tomó el rostro de Mara entre sus manos, estaba colorada y respiraba con agitación y vio en ella algo tan frágil y vulnerable en aquel momento que deseo poder rodearla por completo para que nada le hiciera daño. Nunca había sentido esa sensación de frustración y terror tan intensa. No sabía que podía hacer.

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Extrañada por la ausencia de Beth junto a Mara, Maggie fue en busca de su hermana y la halló junto a la entrada de la caravana, comprobando el contenido de una bolsa de viaje negra que hasta aquel momento no había visto antes.

—¿Qué haces?

—Compruebo si tengo todo lo que hace falta —dijo la rubia.

Su hermana mayor observó lo que contenía la bolsa y reconoció toallas limpias, gasas, unas tenazas, un par de navajas entre varios libros y otras cosas.

—¿De donde has sacado todo esto?

—Llevo reuniéndolo desde hace mucho... El momento iba a llegar y era posible que no contásemos con ayuda, así que cada vez que veía algo que podría ser útil para asistir a Mara lo guardaba aquí —explicó aún comprobando el interior de la bolsa—. La oculté para que Mara no pensara en un parto como este... Ni Daryl. Creo que tengo lo necesario, aunque no conseguí demasiados pañales de neonato.

—¿Cuándo te has hecho tan... tan... mayor y capaz?

—Cuando no me quedó más remedio, como todos —dijo ella—. No quiero perder a nadie si puedo evitarlo.

—¿Sabes que tienes que hacer?

—Solo por los libros... Pensé que tú o Carol... Pero...

—Te ayudaré, tampoco quiero perder a nadie más... no otra vez.

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La ballesta de Daryl descansaba junto a Eugene en el asiento trasero del coche, y cada tanto el falso científico la miraba y pensaba en alguna forma de ser útil para Mara y el cazador. Sería una forma de volver a ganarse la simpatía y aceptación del grupo, pero no tenía idea de cómo. Por un segundo se le pasó por la cabeza decir que podía asistirla en el parto, pero seguir mintiendo solo empeoraría la situación, sobre todo si terminaba desmayándose en cuanto viera aparecer el cráneo de un bebé entre las piernas de la joven. Entonces algo llamó su atención entre los edificios que se oteaban a un lado de la carretera, una antena alargada. Una antena de radio.

—Allí... ve allí —dijo a Abraham que conducía el vehículo.

—¿Qué? ¿Para qué? —preguntó el militar.

—Es una antena de radio, por su forma y tamaño muy posible que se trate de una emisora de radio estatal, y eso quiere decir que tendrá cabinas insonorizadas. Allí dentro no habrá llanto o grito que se pueda escuchar en el exterior ni alertar a ningún muerto o vivo por muy cerca que esté.

—¿Estás seguro? —preguntó Sasha, algo incrédula. Aunque el militar estaba manejando siguiendo las indicaciones de su compañero sin dudar.

—Puede que no siempre diga la verdad, pero incluso mis mentiras están basadas en certezas.

—Espero que lleves razón —dijo la mujer.

—Vamos a ver —apuntó el militar.

Las luces largas de la caravana se encendieron tras el coche que pilotaba Abraham mostrando que Glenn no entendía la maniobra que llevaba a cabo el pelirrojo, pero este sacó la mano por la ventanilla alzando el pulgar para indicar que todo estaba bien y le hizo un gesto con los dedos índice y corazón para que lo siguiera. Tomaron el desvió que parecía aproximarse hacia el edificio de la antena y no tardaron en ver un cartel que indicaba la cercanía de la Emisora KBBT de Virginia Este.

—Ahora a comprobar si el lugar es seguro —dijo el militar deteniendo el coche frente a la entrada de un pequeño edificio de ladrillo ocre, coronado por una puntiaguda antena de retrasmisión que debía medir más de 15 metros.

Rick, Michonne y Dillan bajaron pronto de la caravana con gesto curioso, pero sin ocultar el nerviosismo que sentían.

—¿Qué hacemos aquí? —dijo Dillan, que no ocultaba su impaciencia y agitación.

—Eugene dice que hay dentro hay habitaciones insonorizadas, y dadas las circunstancias no es mal sitio para hacer una parada, aunque sea temporal.

Rick vagó su vista del edificio a Eugene y de nuevo al edificio con lentitud y desconfianza, pero terminó por asentir.

—Comprobemos su estado —propuso—. Dillan ve con Tara rodeando la instalación, busca salidas traseras o puntos de entrada y posibles brechas. Mich, conmigo vamos a entrar.

—Yo controlaré todo esto con Rosita —dijo Abraham.

—Bien —asintió el Sheriff—. Maggie, ve dentro y si surge algo avisa, e intenta tranquilizar a quien lo necesite.

—De acuerdo, Rick.

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Sin soltar la mano de Mara, Daryl intentaba mantener la cabeza fría y ser capaz de pensar, según su compañera faltaban horas para que la niña naciera, no podía perder los nervios aún.

—Tengo que levantarme, los calambres son peores tumbada.

—¿Seguro? —dijo él con dudas.

—Su cuerpo sabe lo que necesita, si quiere caminar que lo haga —aseguró Beth, que ayudaba a su amiga a ponerse en pie tomándola de la otra mano.

—Hope no se escurrirá entre mis piernas si me incorporo... aunque no estaría mal —intentó bromear notando el comienzo de otra contracción—. Viene...

—Cuento —dijo Beth, que había comenzado a calcular tanto la duración de las contracciones como el tiempo que había entre ellas—. Dime cuando acabe.

—Todas son eternas... y fuertes... Malditas... —dijo apretando la mandíbula a causa del dolor y miró a Daryl—. Empiezo a odiarte, amor mío.

«Para odiarme tienes que estar viva, así que me vale» dijo para sí el cazador, aunque permaneció callado y aguantando estoicamente el fuerte agarre de Mara en su mano, la cual le retorcía los dedos con más presión y menos cuidado según iba pasando el tiempo.

—Ya para... ya... al fin.

—Se están acelerando, y duran unos 10 segundos —comentó Beth, mirando a Mara en silencio pero comprobando que ambas sabían lo que significaba.

—¿Qué significa eso? —preguntó Daryl que no le había pasado desapercibido el cruce de miradas —¿Qué significa?

Beth no respondió, pero abrió una maleta de mano que había llevado junto a ella y sacó un par de toalla.

—¡Carl, necesito tu ayuda! —llamó al chico, ignorando por completo a Daryl.

—Todo va a ir bien, no te preocupes —aseguró Mara, acariciando la mejilla de Daryl.

El tono de la joven era tranquilo, dulce, pero se podía apreciar una nota de temor y desconfianza en sus propias palabras, como si se las estuviera diciendo también a sí misma para tratar de convencerse. Daryl pudo ver en sus ojos el terror que intentaba ocultar y asintió fingiendo una convicción que no tenía. Lo único que parecía poder hacer era darle ánimos y hacerle compañía, así que lo haría, e intentaría darle confianza.

—Necesito agua, preferiblemente caliente y lumbre, quiero quemar los cuchillos antes de tener que usarlos —indicó Beth al chico en cuanto se asomó a la parte trasera de la caravana.

—¿Cuchillos? —preguntó Daryl, girando el rostro hacia la rubia.

—Deja a Beth, sabe que tiene qué hacer —aseguró Mara, guiando el rostro del cazador hacia ella con suavidad—. Deja que ella se ocupe, lleva tiempo preparándose para este momento, creo que hasta más que yo...

—Otra —dijo Daryl en cuanto notó que Mara le apretaba la mano y contraía el rostro—. Si que son seguidas...

Mara intentaba aguantar el grito que clamaba en su garganta para paliar el dolor que sentía, pero cada vez le resultaba más difícil controlarlo, aun con los ojos cerrados sintió como Daryl se acercó más y apoyó contra ella su frente, intentando insuflarla fuerzas de alguna forma.

—Aguanta... —le escuchó susurrar y ella asintió.

De forma abrupta Rick entró descorriendo la cortina que les intentaba dar algo de intimidad, con tanta agitación que por casi empujó a Beth, y miró a la pareja.

—Tenemos un sitio... ¿puedes andar?

Pese a estar muy desconcertada con las palabras de Rick, Mara asintió notando con alivio como el dolor comenzaba a disiparse, aunque sabía que no sería por mucho tiempo.

*.*.*

Pese a que Beth era la que estaba tomando todas las decisiones era Maggie quien les daba voz, y solo permitió que Daryl, su hermana y ella entraran en la sala donde Mara estaba. La cabina de grabación principal de la emisora. El resto debían esperar fuera a ser requeridos o informados por Maggie.

—Buen trabajo —dijo Rick a Eugene, felicitándole por haber ayudado a hallar aquel lugar.

Abraham le palmeo la espalda y asintió, aunque el mensaje era el mismo, y Eugene no pudo evitar sonreír para sí con satisfacción.

En el interior de la cabina Daryl estaba tras Mara, tal y como Beth le había indicado, sosteniéndola, y no solo de forma física, mientras la joven comprobaba la situación de la bebé a la que le faltaba poco por llegar al mundo.

—Todo va bien, casi esta... he palpado y no parece que nada esté mal, así que... solo coge aire y en cuanto sientas dolor empuja todo lo fuerte que puedas —indicó a su amiga, que pese a su agotamiento intentó asentir— Maggie, que traigan el agua caliente.

Mara echó la cabeza para atrás en cuanto sintió que volvía el dolor e intento perderse en las palabras de aliento y ánimo que Daryl susurraba sin dejar de sostenerla con fuerza.

—¡Empuja!

Mara gritó, sin miedo por fin e intentó aunar todas sus fuerzas olvidándose del dolor que la atravesaba. Sin saber cómo su consciencia se trasladó a una pequeña cabaña en el bosque, muy lejos de allí donde había pasado una noche con Daryl, una noche llena de temor, una noche de reconciliación y de amor, una noche de pasión sin preocupaciones que estuvo seguro que había sido el inicio de lo que estaba apunto de llegar en aquellos momentos.

—Un poco más, empuja —la alentó Beth.

—No puedo... —dijo llorosa, al límite de sus fuerzas.

—Si puedes, Chip, solo un poco... estoy contigo, sé que puedes —decía Daryl, casi sin pensar si sus palabras tenían sentido—. Puedes, vamos...

—Oh, joder... Por qué coño vosotros solo participáis en lo divertido... Es odioso...

—Coge todo ese odio y empuja, vamos, ódiame fuerte y empuja.

—Ahhjjjj —gritó con fuerza.

—Así, sigue —la animó Beth —ya casi está, un poco más... ¡Tijeras! ¡Maggie, prepara las tijeras —ordenó a su hermana sin mirar—. Un poco más... un poco... ¡Así!

Mara se quedó sin aliento, sobrepasando el que creía que era el límite de sus fuerzas hacía minutos, pero supo que no tenía que empujar más, que ya no hacía falta. Y aguardó. Los segundo se sucedieron y ese silencio se hizo sempiterno.

—Llora... —pidió, con temor, temiendo que algo malo pasara —Llora...

Y el primer grito de llanto inundó la habitación de vida.

Mara suspiró comenzando a llorar de alivio al escuchar el llanto de su bebé y miró a Daryl que observaba a Beth confuso e impaciente.

—Dámela —dijo Mara, que no podía esperar.

La inundaba una necesidad de tener a su hija en brazos y comenzar a protegerla de todo.

Beth se apuró en cortar el cordón umbilical y olvidando limpiarla se la entregó a Mara tan rápido como pudo.

—Demonios —dijo Daryl al contemplar a la pequeña que seguía comenzó a cesar su llanto en cuanto Mara la acercó a su cuerpo.

Era una personita pequeña, más pequeña de lo que había esperado, con el cuerpo rojo no solo por la suciedad sino por el esfuerzo del llanto y su llegada al mundo, pero era lo más hermoso que había visto jamás. Tan delicado que temió tocarla, aunque se moría de ganas de hacerlo. Sus ojos no podían abarcar tanto como quería mirarla, mirarla y no dejar de verla nunca.

—Es amor a primera vista, papá —dijo Mara, que tenía el rostro bañado en lágrimas pero una enorme sonrisa en el rostro.

Daryl no asintió, ni negó, ni contestó, solo permaneció mirando a aquella personita perfecta y llena de vida que le hacía sentir algo dentro del pecho que era inabarcable.

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*FETWD*


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Siento muchísimo la tardanza en la actualización tras unos pocos capitulos más seguidos, no estoy pasando el momento más estable emocionalmente de mi vida, la pandemia no me ha tocado de forma grave pero todo lo que ha conllevado me ha pasado factura a nivel psicológico mucho más de lo que yo había esperado. Intento sobreponerme y volver a llevar las riendas de la vida, y parte de ello para mí es seguir escribiendo este fanfic, en parte para mí esta historia me retrotrae a una época pasada, ya muy lejana en el tiempo, pero que fue maravillosa para mí. Y volver a escribir con algo tan esperanzador como la llegada de Hope, nunca mejor dicho, me parece una buena señal. Espero que a quién sigue leyendo el fic le haya gustado este capitulo, corto en el tiempo pero agitado. Intento manejar a todos los personajes, no solo centrarme en Mara y Daryl, porque para mí la serie siempre fue algo grupal, aunque girando en torno a Rick. Es la historia de una extraña y algo disfuncional familia, y ahora la familia a aumentado. A ver si pronto termina por reunirse en un nuevo hogar.

Espero que quien lea esto se encuentre bien y sepa lidiar con la pandemia y todo lo que trae consigo mejor que yo.

Gracias por leer.