CAPITULO 33
La boda se celebró por la mañana, oficiada por el padre Baiu, en la pequeña capilla anexa al castillo de los Hatake.
Shizune deslumbró con un vestido color oro y bordados en bronce en el escote y las mangas. Con el pelo suelto y una sonrisa permanente en los labios, la novia se presentó absolutamente preciosa. Yamato, aparentemente sereno, no pudo apartar los ojos de ella en ningún momento, y aunque nadie comentó nada, fue inevitable para los que lo conocían bien, percatarse del brillo de sus ojos durante toda la boda, no solo de la satisfacción o la alegría que le producía vivir ese momento, sino producto de la profunda emoción y del inconmensurable amor que le profesaba a la que ahora era ya su esposa.
A pesar de haber estado rodeados de muchos invitados, tanto Yamato como Shizune se cercioraron de que sus respectivas familias y amigos más íntimos estuvieran en primera fila durante la ceremonia, cerca de ellos, arropándolos en ese momento tan importante para ambos. Natsuhi estuvo prácticamente al lado de su hermana durante toda la ceremonia, al igual que Kakashi lo estuvo de su primo. Yamato, inexplicablemente, hizo que Sasuke y Itachi estuviesen al lado de Kakashi, un gesto que indicaba que más que amigos, los hermanos Uchiha eran de su familia.
Después de que terminara la ceremonia, todos comieron en el gran salón del castillo de los Hatake y los festejos por el matrimonio comenzaron, con música, bebida y muchas risas, aparte de algún que otro comentario rayando lo indecente que surgía de los labios de los guerreros Hatake con más frecuencia, según iba avanzando la celebración.
Sasuke sonrió cuando vio a su hermano Itachi doblarse de risa por algo que le había dicho Tobirama. Desde el primer momento había sabido que ambos se caerían bien, ya que los dos tenían muchas cosas en común.
En un acto reflejo, Uchiha buscó al otro Senju, que desde su llegada al castillo Hatake había mantenido las distancias con Sasuke. Al otro extremo de la estancia lo encontró hablando con el padre de Shizune y Natsuhi Katō, así como con Utakata. La cara de Gekkō le dijo a Sasuke que Utakata estaba deseando escaquearse de la conversación, una que por su expresión lo estaba aburriendo mortalmente. Los ojos de Neji, bajo el escrutinio a distancia de Uchiha, se desviaron un momento, ofreciéndole la oportunidad a Sasuke de comprobar nuevamente lo que había observado en ellos el día anterior: tristeza y dolor. La mirada fija de Neji en su hermano Tobirama no hizo sino acentuar aquellos sentimientos que este se apresuró a reprimir cuando algo que dijo el Laird Katō requirió nuevamente de su atención, demandando una respuesta.
Por inercia, Sasuke terminó buscando entre todos los invitados al miembro del clan Senju que realmente lo volvía loco.
En ningún momento de los dos días anteriores, desde que volvieran de pasar la tarde entre las ruinas de una vieja cabaña, Sasuke había dejado de saber exactamente dónde estaba ella. Aun con ausencia de luz, sumido en una total oscuridad sería capaz de encontrarla. ¿Cómo? Por instinto, porque estaba unido irremediablemente a Sakura Senju de una forma irrevocable. La pelirosa no solo se había colado debajo de su piel, sino que se había abierto paso con fuerza y resolución, con una verborrea ingeniosa y un genio de mil demonios hasta el mismo centro de su ser, derribando los bloques de hielo que dominaban su interior con sus miradas, su voz, su entereza, su lealtad hacia los suyos y su condenada determinación de odiarlo hasta el fin de sus días.
Desde la tarde en la cabaña, él le había concedido a Sakura el espacio que sabía que necesitaba, aun cuando la forma en que la pelirosa lo rehuía, intentando no coincidir con él, esforzándose por ni siquiera cruzar sus ojos, le decía a Sasuke todo lo que necesitaba saber. Uchiha le daría esa noche para que siguiera huyendo si así lo deseaba, pero no pensaba dejar que las cosas acabaran así antes de que ambos partiesen de tierras de los Hatake en direcciones opuestas.
Sasuke nunca esperó que sucediera lo que había pasado entre ambos bajo el resguardo de las viejas ruinas que les ofrecieron protección durante la tormenta, pero una vez más no contó con lo que la pelirosa le hacía sentir, lo que le había provocado desde el primer día que la conoció. Desestabilizaba todo su ser con su naturaleza impredecible, con su fuego, con sus desafíos y su orgullo, haciendo con Sasuke lo que nadie más podía: desposeerle de su gélida templanza, remover su interior haciendo añicos su imperturbabilidad, arrastrándole a sentir demasiado, tanto, que a conciencia desnudó su alma ante ella, y lo hizo porque quería darle a Sakura esa parte de él que jamás había sido capaz de dar a nadie y de la que ella se adueñó desde que le lanzó una flecha la primera vez que lo vio. Por todo eso, Sasuke no iba a permitir que ambos separaran sus caminos sin que Sakura supiese por sus labios que entendía su decisión. Que esa decisión era ley para él y que lo tendría a su lado siempre que lo necesitase.
—¿Vas a contármelo en algún momento?
Sasuke desvió sus ojos hacia Kakashi, dejando a un lado sus pensamientos y centrándose en la pregunta de Hatake, que sentado a su lado estaba bebiendo algo de vino. Ambos se habían quedado solos cuando Yamato se levantó para bailar con su esposa.
Uchiha miró a Hatake y Kakashi supo por el brillo de sus ojos que no iba a obtener la respuesta que buscaba.
—Voy a decirte lo mismo que a Itachi...
Kakashi levantó una mano a fin de que Sasuke no continuara con lo que iba a decir, riendo con ganas.
—A mí no puedes lanzarme al abrevadero para callarme, como haces con tu hermano.
Sasuke le lanzó una mirada falsamente dolida por ese comentario.
—Eso ofende, Hatake. A mi hermano lo lanzo al abrevadero no solo para callarlo. También lo hago por diversión.
Kakashi rio abiertamente, y Sasuke sonrió. Uchiha supo que Hatake no cejaría en su empeño cuando después de unos segundos volvió a dirigirse a él, esta vez más serio.
—No hace falta que me lo cuentes, sé que algo ocurrió la tarde que acompañaste a Sakura a curar al viejo Ludovic. Nada más me hizo falta que ver la mirada de ella a su regreso para saberlo. Y aunque tu expresión apenas dejaba entrever nada, te conozco demasiado bien para saber que desde entonces algo te perturba. Y pocas cosas hacen eso, Sasuke.
Uchiha desvió su mirada al frente antes de contestar a Kakashi.
—Le dije lo que sentía por ella.
Kakashi, que en ese instante estaba bebiendo un poco de vino, lo escupió de pronto, atragantándose y tosiendo en consecuencia.
Sasuke lo miró divertido.
—Por todos los infiernos... —balbuceó Kakashi.
—Tú has preguntado —dijo Sasuke cuando sintió la mirada de Kakashi fija e intensa sobre él después de que se recuperara de la tos.
Sasuke miró a Kakashi cuando pasados unos minutos Hatake seguía sin hacer ningún comentario. Lo que Uchiha vio en los ojos de Kakashi le hizo fruncir el ceño.
—Ni te atrevas... —dijo Sasuke con tono gélido.
—¿Qué no me atreva a qué? ¿A decirte que me alegro por ti, que aunque siempre deseé que llegara el día en que alguien pudiese llegar hasta ti de esa manera, tuve mis dudas en muchas ocasiones? ¿A que me atreva a decirte que creo que Sakura es la mujer perfecta para ti? ¿O a que esté muy orgulloso de que le hayas dicho lo que sientes a pesar de saber que te arrancarías un brazo antes de exponerte así ante alguien?
Sasuke endureció la mandíbula ante las últimas palabras de Hatake.
—Ella no siente lo mismo —dijo Sasuke.
Kakashi achicó los ojos e hizo una mueca con los labios, dándole a entender a Uchiha que eso no se lo creía.
—Ambos sabemos que eso no es verdad.
Y la voz de Hatake sonó con absoluta convicción.
Sasuke volvió a mirar al frente antes de contestar a Kakashi.
—Ya. Pero eso no es lo importante. No importa lo que yo piense.
Hatake tragó con fuerza, sabiendo perfectamente a lo que se refería Uchiha. Iba a preguntarle a Sasuke qué pensaba hacer cuando Yamato y Izumo reclamaron su atención desde el otro lado del salón. No quería dejar aquella conversación a medias, no ahora que había conseguido que Sasuke le dijera lo que le pasaba. Sin embargo, las repetidas señales de su primo le hicieron levantarse soltando un improperio.
—Ahora vuelvo. Voy a ver qué quieren esos dos.
Sasuke asintió con una sonrisa torcida.
—No tardes, sabes que me devasta tu ausencia —contestó Sasuke, y Kakashi gruñó por lo bajo, aunque en sus ojos se veía una chispa divertida.
Sasuke vio cruzar la estancia a Kakashi, que a cada poco era interceptado por algún invitado para entablar conversación o hacerle algún comentario.
—Hola, Laird Uchiha, ¿podría pedirte un favor? —La voz burlona de Hanare cerca de su oído hizo que Sasuke volviera la cabeza para mirarla atentamente.
—¿La conozco? —preguntó Uchiha con cara seria.
—Muy gracioso, Sasuke —contestó Hanare mientras veía cómo Uchiha hacía el gesto de retirar una silla para que ella se sentara.
Hanare puso una mano en el brazo de Sasuke para detenerlo, a la vez que negaba con la cabeza.
—Necesito descansar un momento y aquí no puedo hacerlo. ¿Me acompañas al otro salón? Solo será un rato. Estoy un poco mareada y prefiero que alguien vaya conmigo.
Hanare esbozó una pequeña sonrisa cuando vio el ceño fruncido de Sasuke y la seriedad en su mirada. Hanare lo conocía lo suficiente como para saber que lo que en verdad ocultaban sus ojos era cierta preocupación.
—Estoy bien, solo necesito descansar un momento, de verdad. Estoy cansada y no he podido sentarme en toda la tarde, y francamente no creo que pueda entablar otra conversación sin antes tomarme un momento, y no quiero decírselo a Kakashi porque sé que se va a inquietar —continuó Hanare intentando parecer despreocupada, pero sin conseguir engañar a Sasuke que podía ver las pequeñas ojeras bajo sus ojos y un ligero rictus de incomodidad, como si estuviese dolorida.
Uchiha se puso de pie de inmediato y siguió a Hanare, saliendo del salón principal. Anduvieron el pasillo y Sasuke le ofreció el brazo para que se apoyara en él, cuando la esposa de Kakashi ralentizó algo su andar, llevándose sutilmente una mano a la espalda.
—¿Te duele? —preguntó Sasuke.
Hanare lo miró negando con la cabeza.
—Mentirosa —contestó Sasuke casi susurrando.
Hanare lo miró con fingido enfado. El brillo divertido de sus ojos lo desmentía.
Cuando llegaron a su destino, Uchiha abrió una de las puertas por las que se accedía a la estancia. Esta era más pequeña que el salón principal, y en ella había dispuestas varias mesas, con bancos a los lados, y cerca del hogar dos sillas con respaldo.
Hanare se dirigió hacia una de las sillas con respaldo, mientras Sasuke se acercaba hacia la otra puerta por la que se accedía al salón y que se encontraba al otro extremo de la habitación, a fin de cerrarla para darles más privacidad.
—Sé que dices que te encuentras bien, pero también se lo cab...
Las palabras de Sasuke murieron en sus labios cuando al volverse antes de cerrar la puerta para comprobar si Hanare se había sentado, la imagen con la que se encontró le congeló las entrañas.
Un hombre, un poco más joven que él, con el que Uchiha recordaba vagamente haberse cruzado un par de veces en el último día y que por el color de su feileadh mor pertenecía al clan Amaashi, tenía sujeta a Hanare por detrás, inmovilizándola y amenazando su vida con un puñal que apuntaba con pulso no muy firme la garganta de la misma.
Cualquiera que conociese a Sasuke hubiese temblado en aquel instante al ver su mirada oscura y fría. De hecho, el joven pareció titubear durante unos segundos bajo su escrutinio.
—Suéltala ahora y te mataré rápido —dijo Sasuke con una calma que ponía los pelos de punta. Las palabras habían resonado entre aquellas cuatro paredes como una sentencia de muerte.
Una risa amarga y cargada de odio brotó de la garganta del guerrero Amaashi.
—Me da igual morir, Laird Uchiha —dijo Samidare deslizando las palabras entre sus labios como si fueran veneno.
—¿Qué quieres? —preguntó Sasuke dando un paso más al frente y acortando la distancia entre ellos. Miró solo un instante a los ojos de Hanare, que más abiertos de lo normal le devolvían la mirada desesperados. El miedo que vio en ellos y la mano temblorosa de Hanare sobre su abdomen, intentando proteger de forma instintiva a su hijo, hicieron que Uchiha no apartase sus ojos de los de ella, intentando con su mirada tranquilizarla.
—Te quiero a ti —dijo de pronto Samidare—. Quiero que vengas hasta aquí y te coloques de rodillas dándome la espalda. Liberaré a la mujer cuando tú ocupes su lugar, y no le haré daño si haces lo que te digo. Es tu vida la que deseo segar, no la suya. Pero si tengo que matarla, no dudes en que lo haré —continuó el guerrero Amaashi con firmeza a pesar de que Sasuke podía observar un leve temblor en la mano con la que sujetaba el puñal. Uchiha se juró a sí mismo que si una sola gota de sangre escapaba del cuerpo de Hanare, ese hombre moriría aullando de dolor, pidiendo clemencia una y otra vez.
Unas voces procedentes del pasillo se hicieron eco dentro de la estancia, antes de que los dueños de las mismas, Kakashi y Itachi, aparecieran por la puerta. Los rostro de los dos recién llegados, incrédulos y después desencajados por lo que presenciaban, eran pura agonía.
Los labios de Amaashi se retorcieron en una ruda mueca. Sabía que había cometido un error al no atrancar la puerta por la que había entrado, la que daba acceso a la estancia desde el pasillo. En su prisa por tomar a Hanare y Sasuke por sorpresa cuando vio su oportunidad, había sido descuidado.
—Cerrad esa maldita puerta —gruñó Samidare entre dientes a los intrusos. Aquello no era lo idóneo y la interrupción no era bienvenida, pero lejos de que eso fuese un inconveniente, cuando Samidare lo pensó mejor, el hecho de que el mejor amigo y el hermano del Laird Uchiha estuviesen allí, incrementaba su satisfacción. Segar la vida de Sasuke con sus seres queridos delante, solo haría que su venganza fuese más dulce.
