CAPITULO 34
Kakashi apretó los dientes intentando mantener una calma que no sentía. La furia ciega, la ira y la desesperación estaban latiendo en su organismo al mismo ritmo que su corazón, desbocado y sin freno, al ver al amor de su vida y a su hijo nonato en manos de uno de los hombres de Amaashi, que amenazaba con arrebatarles sus vidas con un puñal apuntando a la garganta de su mujer.
Había sido casualidad seguir los pasos de Hanare y Sasuke, preocupado de que su esposa no se encontrara bien, cuando momentos antes había visto, desde el otro lado del salón, a su esposa acercarse a Uchiha y hablar con él. Solo le hizo falta atisbar el cambio sutil en la expresión de Uchiha ante algo que ella le dijo y observar la postura y el gesto cansado de Hanare, para no dudar en comprobar por él mismo si sus suposiciones de que a su esposa le pasara algo eran correctas.
Desde que su esposa supo que estaba embarazada, Kakashi sabía que ella había intentado protegerlo. Hanare sabía lo que él había sufrido al perder ocho años atrás a su primera esposa y a su hijo durante el parto y no quería que nada lo perturbara. La adoraba por eso, pero lo que conseguía intentando ocultarle su verdadero estado de salud, lejos de calmarlo, conseguía el efecto contrario. Nada ni nadie podría evitar jamás que no se preocupase por Hanare y por su hijo nonato. Ellos lo eran todo para él.
El hecho de que se hubiese acercado a Sasuke para que la acompañara lo tranquilizó cuando los vio salir, y no le sorprendió. Conocía la confianza, la complicidad y el afán protector de su esposa hacia Sasuke y que estas eran recíprocas. Kakashi supo desde que los presentó que eso sería así. Tanto Uchiha como Hanare habían sufrido demasiado, y aunque en ciertos aspectos eran muy distintos, en otros eran iguales: protectores, incondicionales, fuertes, inteligentes, independientes y con una capacidad para amar infinita, aun cuando ellos mismos no lo supieran.
Aunque lo intentó, Kakashi no pudo salir inmediatamente tras ellos cuando ambos abandonaron el salón porque varios de los invitados lo detuvieron en su camino hacia la salida. El último de ellos, Itachi, que le preguntó por su hermano, ya que el jefe del clan Tsuchi había preguntado por él con insistencia. Cuando Kakashi le dijo que lo había visto salir junto a Hanare y que iba tras ellos, el pequeño de los Uchiha decidió acompañarlo.
Fue tras enfilar el pasillo cuando escucharon las voces provenientes del pequeño salón donde a Hanare le gustaba desaparecer cuando necesitaba un momento de quietud. Sabiendo que se encontraban allí, ambos se dirigieron hacia la puerta que permanecía entreabierta y, sin imaginar ni por un segundo la escena con la que se encontrarían, entraron.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? Suelta a mi esposa de inmediato o no habrá lugar en Escocia donde tú y todo tu clan podáis esconderos —exclamó Kakashi controlando la furia que le corroía por dentro.
La risa amarga y fuera de lugar del joven Amaashi resonó en los oídos de los presentes como un presagio de muerte que llevó al límite a Kakashi que se estaba volviendo loco al desconocer la razón por la que el guerrero Amaashi retenía y amenazaba la vida de su esposa.
—Nada de lo que digas me importa —escupió el guerrero Amaashi con rabia—. Tu esposa va a morir si Sasuke Uchiha no lo remedia —continuó Samidare sin mirar a Kakashi. Tenía sus ojos centrados en Uchiha, y Sasuke no desviaba los suyos de Hanare, intentando que ella mantuviera la calma.
—Tu vida por la de ella y la del pequeño bastardo que lleva dentro —dijo Amaashi a Sasuke con una sonrisa torcida en los labios.
El gruñido que surgió de la garganta de Kakashi y el paso hacia delante de Itachi, con la ira ardiendo en sus ojos, quedaron abruptamente interrumpidos cuando Sasuke los miró a ambos. Tanto Hatake como el pequeño de los Uchiha se quedaron sin respiración al ver la resolución en la mirada de Sasuke, que después de negar levemente con la cabeza, dejando claro que no debían intervenir, desvió sus ojos hacia Amaashi.
—De acuerdo. Mi vida por la de ella —contestó Sasuke repitiendo las palabras que Samidare le había dicho solo unos instantes antes—. Pero si por cualquier motivo intentas engañarme y le haces daño, te destriparé, lentamente, como a un cerdo. —Y las palabras de Uchiha hicieron que la mano de Amaashi que sujetaba el puñal y amenazaba la vida de Hanare temblara visiblemente.
Samidare chasqueó con la lengua antes de hablar.
—Ella no me interesa. Solo sufrirá si no haces lo que te digo. Así que ven aquí y ponte de rodillas.
Una oscuridad absoluta se adueñó de los ojos de Sasuke antes de empezar a andar y acortar la distancia con Amaashi y Hanare.
—Sasuke... —susurró Itachi entre dientes, y la súplica que Sasuke escuchó en el tono de su voz no pareció afectar en ninguna medida a la determinación del mayor de los hermanos Uchiha.
Itachi apretó la mandíbula y tragó con fuerza. Conocía mejor que nadie a su hermano y sabía lo que iba a hacer. No estaba dispuesto a perder a Sasuke esa noche. No ante sus ojos sin hacer nada, como le había exigido Sasuke con la mirada un momento antes. Su hermano estaba loco si pensaba que él se quedaría de brazos cruzados. Prefería morir antes de que algo le ocurriese.
—Yo por él —gritó Itachi al guerrero de los Amaashi.
—Kakashi —llamó Sasuke, intercambiando una mirada rápida con Hatake.
Había sonado duro, impersonal, pero Kakashi entendió la muda petición de Sasuke, y tragándose la agonía que lo carcomía por dentro asintió, haciéndole saber que no dejaría que a Itachi le pasara nada.
—No es tu vida la que... —comenzó a decirle Samidare a Itachi antes de que Sasuke lo interrumpiera.
—Si quieres matarme hazlo y deja de hablar. Me estás dando dolor de cabeza —soltó Sasuke como si no le importara lo más mínimo lo que pudiese ocurrirle.
—¡Maldito hijo de perra! —escupió Samidare rabioso cuando Sasuke estaba a solo a dos pasos de él, rabioso por no ver ni un atisbo de miedo en los ojos de Uchiha.
—Date la vuelta y ponte de rodillas —exigió Samidare nervioso por la falta de respuesta de Sasuke. Todos estaban reaccionando como él había esperado, salvo el hombre al que deseaba matar con todas sus fuerzas. Este se había mostrado en todo momento gélido como el hielo. Uchiha no solo había devuelto las amenazas de Samidare por otras más inclementes, sino que estas no habían sido pronunciadas producto de una furia desbordada, desde la rabia o el miedo como Samidare había esperado. No, ni mucho menos. Las palabras de Sasuke habían sido dictadas como sentencias de muerte, nacidas de una fría calma que Samidare no entendía, manchando su venganza con la arrogante imperturbabilidad de Uchiha, que dejaba ver abiertamente su hastío, como si aquella situación lo aburriese. ¿Quién era ese hombre? Era sin duda un demente.
Sasuke se dio la vuelta cuando estaba frente a Amaashi y con extremada lentitud se puso de rodillas, no sin antes mirar por una última vez a los ojos de Hanare que, aterrados, le devolvieron la mirada, cuajados de lágrimas sin derramar.
En un segundo, Amaashi arrojó hacia delante a Hanare, que cayó de rodillas sobre el frío suelo con un quejido, al mismo tiempo que posaba con su otra mano el puñal en la garganta de Sasuke.
Kakashi y Itachi se apresuraron a coger a Hanare, cuyas piernas apenas la sostuvieron al intentar ponerse en pie.
Hatake miró a su esposa a los ojos, intentando cerciorarse una y otra vez de que ella estaba bien, que la tenía entre sus brazos y que estaba a salvo. La sujetó con fuerza, pegándola a su costado, quedando solo satisfecho cuando la sintió rodearlo con los brazos apoyándose en su pecho, intentando refrenar el impulso cargado de ira que le asaltó de ir a por Amaashi y matarlo sin piedad por atreverse a amenazar a su mujer y a su hijo y por tener de rodillas a su mejor amigo con intención de segar su vida. Podía hacerse una idea de lo que estaría sintiendo Itachi en ese preciso instante.
—¿Por qué quieres matarlo? —preguntó de pronto Itachi con más temple del que en realidad sentía.
La sonrisa sarcástica de Amaashi, más una mueca deforme que una curva ascendente en sus labios, demostraba la satisfacción que le había provocado la curiosidad del menor de los Uchiha.
—Venganza —escupió Samidare con ira.
Itachi frunció el ceño y la furia que intentaba controlar brilló en sus ojos.
—No tenemos trato con tu clan. ¿Cómo es posible que hayamos podido infligirte daño alguno? —preguntó Itachi intentando ganar tiempo. Ver a su hermano de rodillas, con el puñal que empuñaba la mano de Amaashi apuntando a su garganta y en donde una gota de sangre resbalaba por su cuello le hizo temblar ante la posibilidad de que le arrebataran a su hermano, a su única familia. Sasuke lo había significado todo a lo largo de su vida. Había sido su protector, su amigo, su confidente, su hermano, y a pesar de que solo los separaban unos pocos años, se había comportado con él como un padre cuando lo había necesitado. No podía aceptar que aquello acabase allí. Sabía que Sasuke no se rendiría tan fácilmente, sabía que su hermano tendría algún plan, y él quería darle tiempo. A eso se aferraba, porque también sabía que Sasuke se dejaría matar si con eso salvaba la vida de uno de sus seres queridos. Y Hanare estaba entre esas personas.
—¡Tú no sabes nada! —gritó Samidare con desesperación, sacando a Itachi de su estupor.
—Si sigues así, vas a matarme por descuido y te vas a perder toda la diversión —interrumpió Sasuke como si reprendiera a Samidare por su inmadurez y su falta de control.
Samidare rugió y con un tirón de pelo intentó echar la cabeza de Sasuke hacia atrás, provocando con ese movimiento que de la pequeña herida de la que antes había brotado una gota de sangre, ahora saliera un fino hilo de la misma, dibujando una delgada línea que llegaba hasta el pecho de Sasuke, manchando su ropa.
—Pues cuéntamelo —exigió Itachi intentando decirle con su mirada a Sasuke que aquel no era el momento para hacer gala de toda su arrogancia. Que así lo que iba a conseguir es que lo mataran.
La mano de Kakashi rozando el brazo de Itachi y la mirada que le dirigió este cuando el menor de los Uchiha lo miró por un segundo, le hizo fruncir el ceño y desviar de nuevo sus ojos sobre su hermano. La sonrisa de suficiencia que vio en los labios de Sasuke lo dejó helado, porque en ese instante entendió por qué Kakashi llamó su atención y qué era lo que su hermano pretendía: una auténtica locura. Sasuke estaba desafiando a Amaashi, provocando su furia para desviar su atención, volviéndolo descuidado, y que su proceder fuese errático. Sí, podía funcionar, si no fuese porque eso también convertía a Amaashi en una persona más inestable e impredecible, lo que podía precipitar el final de Sasuke.
Samidare miró fijamente a Itachi y a Kakashi, e incluso a Hanare, que más calmada, le devolvía la mirada con evidente furia.
—Fugaku Uchiha violó a mi madre, Dallis Amaashi, en una reunión, cuando ella acompañaba a mi padre, como mano derecha del Laird Amaashi, porque mi madre había sido la mujer que amaba Dotō Kazahana y quiso vengarse de él atacándola. ¡Ese hijo de perra destruyó mi vida! —grito Samidare.
Itachi endureció sus facciones.
—Mi hermano no tiene nada que ver con las acciones de mi padre —respondió Itachi.
—No puedes culpar a Sasuke por los pecados de Fugaku—sentenció Kakashi con un tono de voz que delataba lo absurdo que le parecía aquello.
Samidare retorció el gesto y apretó aún más el puñal hasta tal punto que Hanare soltó un pequeño grito y Itachi contuvo la respiración.
—¡Para! —Exigió Kakashi—. Vas a matarlo sin razón alguna. Serás un asesino.
Amaashi rió con amargura.
—Igual que Fugaku entonces. Mi padre se enteró de lo que había sucedido y exigió luchar contra Uchiha, y sabes lo que Fugaku hizo con él. ¿Lo sabéis? —preguntó como si estuviese ido—. Lo mató lentamente, destripándolo delante de sus hombres. Mi madre, después de eso y de haber quedado embarazada de ese bastardo, se suicidó, y yo me quedé huérfano.
—¿Qué pasó con el niño? —preguntó Sasuke, y su voz salió algo distorsionada por el esfuerzo de hablar sin que el puñal se clavara aún más en su piel.
—Murió —dijo Samidare con absoluto placer, y Itachi vio cómo Sasuke cerraba un momento los ojos, con pesar, como si aquello sí le hubiese afectado. Conocía suficientemente bien a su hermano como para saber que la vida de aquel ser inocente, que habría sido mitad hermano de los dos, no le era indiferente. Sasuke hubiese luchado por él.
—Y ahora tú vas a morir por lo que tu padre le hizo a mi familia. Yo perdí a mis padres a manos de Fugaku Uchiha y por eso voy a matar a su querido hijo.
La risa irónica de Sasuke hizo que fluyera más sangre de la pequeña herida que Samidare le había provocado. Samidare frunció el ceño totalmente desubicado, incrédulo ante esa reacción.
—Créeme, si me matas le estarías haciendo un favor a Fugaku Uchiha —dijo Sasuke lentamente.
Samidare tiró aún más de su pelo, y su mano tembló sobre su garganta.
—¿De qué hablas? ¿Estás loco?
—¿Tú crees que has sido la única víctima de Fugaku Uchiha? —preguntó con ira Itachi.
Samidare pareció dudar por un segundo.
—Si crees que vas a engañarme con al... —empezó a decir Amaashi.
—¡Cállate! —rugió Itachi fuera de sí—. ¡Cállate, maldita sea! Dices que Fugaku violó a tu madre, y yo solo puedo decirte que ojalá tu padre lo hubiese matado por ello. ¿Sabes por qué? ¿Lo sabes? —gritó sin que nada ni nadie pudiese detener sus palabras—. Porque hubiese evitado que siguiera maltratando a mi madre, su esposa, abusando de ella día tras días mientras nosotros crecíamos. ¿Sabes lo que me hizo a mí mi padre cuando tenía solo cinco años? —preguntó sin esperar respuesta y con los ojos de todos los presentes fijos en él—. Me metió la cabeza en un cubo de agua para ahogarme porque era un niño enfermizo y él no deseaba un hijo así. Pataleé lo que pude hasta que sentí que se me iba la vida. Tú no sabes lo que es que la persona que se supone que tiene que protegerte y amarte te odie y te desprecie de tal manera que no le importe quitarte la vida. ¿Y sabes por qué sigo aquí? —continuó sin que nada ya le importase, sin darse cuenta de la conmoción en los ojos de Kakashi y Hanare, que lo miraban sin aliento—. Sigo aquí gracias al hombre que tú tienes puesto de rodillas. Él me salvó la vida y a cambio vivió un infierno. Mi hermano solo tenía doce años cuando mi padre lo desnudó delante de todo el clan, lo ató y con una vara lo estuvo azotando durante lo que parecieron horas. Si perdía el conocimiento, si soltaba un solo quejido, si no aguantaba cada uno de sus golpes, me mataba —dijo con la voz estrangulada por los recuerdos. Él no fue testigo de aquello, pero no hizo falta. Muchos fueron los que contaron aquella gesta durante años e interminables fueron los días que él se arrodilló junto a la cama de Sasuke, rogando para que su hermano no muriese producto de alguna brutal paliza mientras Uruchi siempre le curaba las heridas, unas que le dejarían cicatrices de por vida—. Ese era mi padre —continuó—, y ese el amor que nos tenía. Y el hombre al que tú pretendes matar es quien desviaba su atención para que en vez de que él se ensañara con mi madre o conmigo, lo hiciera con él. Dime, Samidare Amaashi, ¿quién ha sido la mayor víctima de Fugaku Uchiha? Porque si tú quieres venganza, yo la he deseado toda mi vida —finalizó temblando.
El ruido de la puerta al abrirse, la misma que Amaashi había exigido a Kakashi que cerrase cuando este llegó junto a Itachi, hizo que todos volvieran su vista hacia allí.
Tobirama apareció solo, quedándose completamente quieto en cuanto vio la escena que tenía lugar dentro de aquella estancia.
Samidare endureció su mandíbula antes de dirigirse a él con evidente furia.
—Cierra esa puerta y apóyate en ella, porque si alguien más entra juro que lo mato en el acto —dijo Amaashi dirigiéndose a Senju.
Nadie en la habitación, sumidos en la nueva presencia, escuchó cómo dos personas más entraban de forma sigilosa en la estancia por la otra puerta, la que Sasuke no había llegado a cerrar y que daba a la estancia contigua, hasta que una voz clara y cargada de ira retumbó dentro de aquellas cuatro paredes.
—Quita las manos de encima de lo que es mío —dijo la pelirosa, que con el arco tensado entre sus manos y una flecha apuntando a Samidare Amaashi, consiguió que la habitación se sumiera en el más profundo silencio.
