CAPITULO 35
Sakura tomó aire antes de salir del salón junto a Hotaru, siguiendo ambas los pasos de Hanare y Sasuke. Estaban ejecutando el plan que el día anterior todas trazaran para que ella pudiese quedarse a solas con Sasuke.
A Sakura, las horas hasta ese instante se le habían hecho eternas a pesar de que había estado ocupada, al igual que el resto, ayudando a Shizune y Hanare con los preparativos y los invitados a la boda. Sin embargo, Sakura estaba nerviosa ahora que Hanare había ejecutado con maestría su parte del plan llevando a Sasuke a otra estancia del castillo, la misma que Hanare utilizaba en algunas ocasiones para descansar. La habitación, un salón más pequeño, era acogedor y no estaba lejos del donde se encontraba el grueso de los invitados, además de contar con dos entradas que facilitaban llevar a cabo lo planeado. Hanare entraría por la puerta que daba al pasillo y Sakura, que debía esperar junto a Hotaru en la habitación contigua, por la puerta que conectaba esa estancia con el salón.
Hanare les había dicho que para convencer a Sasuke de ir con ella, le diría a Uchiha que no se encontraba bien. Las demás tenían el cometido de quedarse en el salón intentando que la desaparición de Sakura y Hotaru no fuera advertida. Tenten y Temari debían desviar la atención de los hermanos de Sakura. Natsuhi permanecería junto a Shizune y entre las dos intentarían controlar que Kakashi no se percatase de la ausencia de Hanare. Y Hotaru debía separarse de su esposo con alguna excusa y acompañar a Sakura, para encargarse posteriormente de vigilar que nadie interrumpiera a la pareja cuando estuviesen hablando.
Todo había ido sucediendo conforme al plan, y así hubiese seguido de no haber sido porque al entrar Sakura y Hotaru en la habitación contigua a la que deberían estar Hanare y Sasuke, ambas escucharon una tercera voz desconocida, que las hizo ir con precaución, intentando ser lo más sigilosas posibles. El hecho de que la puerta que conectaba las dos estancias estuviese entreabierta les dio la posibilidad de escuchar la conversación con claridad, incluso de poder ver parcialmente parte de la habitación y de lo que estaba ocurriendo en ella. Tanto Hotaru como Sakura se quedaron congeladas con lo que escucharon y vieron, sintiendo que el suelo se abría bajo sus pies al ver a Hanare con un puñal en la garganta empuñado por un loco que exigía la vida de Sasuke a cambio de la de su amiga.
Ambas se sobresaltaron a punto de soltar un grito cuando Tobirama entró en la habitación en la que se encontraban, con Tenten tras los talones del mediano de los Senju. Hotaru les indicó que guardaran silencio, y tanto Tobirama como la hija de Laird Ogilvy supieron que algo no iba bien al ver las caras pálidas y desencajadas de las dos mujeres.
El mediano de los Senju y Ogilvy se acercaron en silencio a ellas, comprendiendo la gravedad de la situación cuando escucharon lo que estaba ocurriendo en la habitación contigua, sobre todo cuando oyeron llegar a Kakashi y Itachi y las palabras llenas de ira del loco que tenía todavía en su poder a Hanare, y cuando Sasuke se intercambió por ella, quedando a merced del guerrero Amaashi, de rodillas. Ese fue el instante en el que Sakura supo sin lugar a dudas que aquel hombre cumpliría su promesa y mataría a Sasuke por venganza.
Sakura, desesperada, miró a su hermano Tobirama buscando una solución. No podía perder a Sasuke, no ahora, no cuando había comprendido que lo amaba más que a su vida. Ahora entendía las palabras que Sasuke le dijera la tarde de la cabaña: «moriría por ti si me lo pidieses», porque es lo que sentía ella en ese momento. Moriría por él sin dudarlo, si así Uchiha estaba a salvo. Ese sentimiento de desgarro, de desesperación, ese que la estaba volviendo loca, desbordó sus ojos y su hermano Tobirama lo vio. Con un movimiento de su mano les dijo que se separaran un poco de la puerta y entre susurros se dirigió a su hermana.
—¿Podrías alcanzarlo sin matar a Sasuke? —preguntó Tobirama a Sakura, y esta comprendió exactamente a qué se refería su hermano.
Sakura sabía que sería muy difícil. No el alcanzar a Amaashi con una flecha, ya que este tenía a Sasuke de rodillas y por lo tanto dejaba al descubierto la mitad de su cuerpo, sino el darle en la mano, en esa que portaba el puñal, porque cualquier otro movimiento podría hacer que si el guerrero no moría en el acto, aquel loco le cortase el cuello a Sasuke.
Sakura lo meditó durante unos segundos intentando no pensar en todo lo que podría salir mal hasta que sintió la mano de Hotaru en su brazo. Cuando Sakura la miró a los ojos y vio la determinación en ellos, supo que no estaba sola. Ella era buena, pero sabía que no había nadie que manejara el arco como Hotaru. La historia de cómo la esposa de Utakata había acabado con el hombre que retenía a su hermana Yūgao, en un disparo imposible, era conocida en todas las Highlands.
—Podemos hacerlo. No tendrá ninguna oportunidad —respondió Sakura a su hermano, que comprendió al instante lo que estaban pensando al ver el brillo en los ojos de Hotaru y su propia hermana.
—Yo crearé una distracción. Daré la vuelta y entraré en la habitación. Eso atraerá la atención sobre mí, Entonces deberéis entrar y no errar el disparo.
—Tenten, tú... ¿Dónde demonios...? —preguntó Tobirama viendo que la castaña que había estado detrás de él no se encontraba en la habitación.
—Ha ido a por lo que necesitamos —le contestó Sakura. En cuanto su hermano le hizo la pregunta de si sería capaz de alcanzar a Amaashi, Tenten le hizo una señal y salió sigilosa a por el arco de su amiga.
Hotaru se movió rápido para ir también a por el suyo. El tiempo apremiaba.
Sakura se quedaría junto a Tobirama hasta que ellas volvieran, sintiendo que cada segundo que pasaba era un segundo más que Sasuke estaba cerca de la muerte. La conversación en la habitación contigua consiguió distraerla lo suficiente como para no caer en el pozo oscuro al que su mente caótica y desesperada la estaba llevando, cuando el grito de Itachi hizo que los dos hermanos Senju contuvieran el aliento. Escuchar de boca del menor de los Uchiha lo que Fugaku le había hecho a su propia esposa y a sus dos hijos dejó a Sakura paralizada. Incapaz de creer y procesar que un padre pudiese atentar contra la vida de su propio hijo, un niño de solo cinco años, y de torturar y casi matar a su primogénito de doce por intentar salvar la vida de su hermano pequeño. Saber que eso era solo una pequeña parte de todo lo que tuvieron que sufrir, comprender el infierno que deberían de haber pasado y la fuerza, el coraje y la voluntad casi inhumana que tuvo que ejercer Sasuke a tan temprana edad para intentar proteger a su madre y a su hermano de un padre brutal y aberrante, la hizo sentir orgullo por él, uno del que no tenía derecho, pero que lo sentía a raudales por sus venas. Sintió humildad y se avergonzó como jamás lo había hecho por cómo había tratado a Sasuke y las cosas que le había dicho.
La llegada de Tenten la devolvió a la realidad del momento. Tomó su arco y una de las flechas y la colocó, mientras asentía con la cabeza a su hermano para que se fuera. En ese instante, Hotaru entró preparada también y Tobirama se fue de inmediato a sabiendas de que no podían perder ni un segundo más.
Un momento después ambas escucharon la puerta abrirse de la habitación contigua y el estallido de furia de Amaashi ante la entrada de Tobirama y sin perder tiempo, Sakura y Hotaru, con sumo sigilo, se colaron por la puerta entreabierta y tomaron posiciones. Sakura se movió entre las sombras pegada a la pared, bordeando la estancia hasta quedar en línea recta con Amaashi y Sasuke, y Hotaru se movió hacia la derecha de estos.
Cuando Sakura avanzó para acercarse quedando al descubierto y se percató del hilo de sangre que manaba del cuello de Sasuke, su ira, el fuego que hervía en su interior, tomó el mando.
—Quita las manos de encima de lo que es mío —dijo Sakura con el arco tensado y un tono de voz que parecía provenir del mismísimo infierno: Mortal, sin piedad, sin redención posible.
Sakura vio el desconcierto que su presencia y sus palabras habían provocado en Amaashi.
—¿Quién demonios eres tú? —preguntó Samidare.
—Es mi pelirosa —explicó Sasuke y la última palabra la dijo como si fuera seda entre sus labios—, y yo de ti no le hablaría así. Tiene cierta afición por insertarle flechas a todo lo que se mueve —continuó con un tono de voz que desprendía tal calidez que provocó que a Sakura se le secara la boca—. ¿Lo que es tuyo, pelirosa? —le preguntó a Sakura alzando una ceja, como si no estuviera de rodillas y a punto de que le cortaran el cuello.
Sakura hubiese puesto los ojos en blanco si no fuese porque no podía apartar la mirada de Amaashi.
—Bajad los arcos. Vuestra amenaza es absurda. Si me disparáis, él muere —dijo Amaashi tirando de nuevo del pelo de Sasuke, agachándose para quedar a cubierto detrás de su rehén.
Sakura se maldijo por no prever ese movimiento. Debería haber intentado matar a Amaashi nada más tenerlo a tiro, cuando entró, a pesar de que el resultado también hubiese podido ser fatal para Uchiha.
—Hagas lo que hagas, no saldrás de aquí con vida, y lo sabes, a menos que lo sueltes —amenazó Kakashi mirando a Samidare.
La mirada burlona de Amaashi no se hizo esperar.
—Ya contaba con eso y no me importa. Lo que quiero es que él muera, y va a ser mucho más satisfactorio hacerlo delante de sus seres queridos —contestó Samidare.
—Sakura... —dijo Hotaru con voz firme.
Sakura miró a Hotaru. Estaba concentrada, quieta, apenas parecía respirar, y estaba pidiéndole que confiara en ella.
—Hazlo —dijo Sakura al instante.
Antes de terminar la palabra, la flecha había salido del arco de Hotaru en una trayectoria casi imposible, que rozó el pelo de Sasuke y se incrustó en el ojo de Amaashi, a la vez que Uchiha, con una rapidez inusitada, sujetaba la mano en la que Samidare sostenía el puñal, separándola de su cuello. Un alarido corto y desgarrador salió de la garganta del guerrero Amaashi antes de caer muerto al suelo.
—La mataclanes se te queda corto, Hotaru —dijo Sasuke cuando este aún seguía de rodillas en el suelo—. Jamás he visto nada igual —terminó Uchiha, levantándose con una mirada admirativa que hizo que Hotaru sonriera de medio lado a pesar de que la tensión podía verse aún reflejada en su rostro y en su cuerpo.
—Puedes contar conmigo siempre que lo necesites —contestó Hotaru.
—Un honor poder hacerlo —respondió Sasuke, y los ojos de Hotaru brillaron traviesos.
Itachi y Kakashi no tardaron en acercarse a él con sus rostros aún desencajados por la preocupación vivida. Kakashi se agachó y comprobó que Amaashi estaba muerto mientras Itachi se apresuró a abrazar a Sasuke.
—Jamás vuelvas hacerme algo así —le susurró Itachi al oído.
Cuando el pequeño de los Uchiha se separó de Sasuke, este juntó su frente con la de su hermano pequeño.
—Estoy bien y jamás he estado más orgulloso de ti —le susurró Sasuke sintiendo como a su hermano se le empañaban los ojos ante sus palabras.
Sasuke tuvo que soltarlo cuando escuchó el pequeño sollozo proveniente de los labios de la esposa de Kakashi.
—¿Estás...? —empezó a preguntar Sasuke antes de que Hanare se echase en sus brazos, incrementando el llanto tanto que Uchiha la apretó más contra él.
—Ya estáis a salvo los dos. Tranquila, todo ha pasado —le dijo Sasuke acariciándole el pelo con ternura.
La mirada que compartió Uchiha con Kakashi mientras abrazaba a Hanare no necesitó palabras. Ambos sabían que entre hermanos no hacían falta.
Cuando Hanare se calmó lo suficiente, Sasuke se permitió buscar con los ojos a su pelirosa, que seguía sin moverse en el otro extremo de la habitación, y a la que su hermano Tobirama le había quitado el arco de las manos.
Nadie, jamás, llegaría a saber lo que sintió Sasuke cuando escuchó la voz de Sakura y vio su mirada llena de fuego irrumpiendo en aquella habitación. El oírla decir que él era suyo fue todo un desafío a su autocontrol, a su temple y a su misma razón de ser. En cuanto se vio libre del puñal que apuntaba a su garganta, lo primero que deseó fue buscar su mirada, como un hambriento, con una necesidad absoluta, dolorosa, demandante y necesaria. Lo único que lo detuvo fue su voluntad, su autocontrol y la necesidad de calmarse él y a los que lo rodeaban, cuyos rostros aún desencajados no hacían nada por ocultar la preocupación y el dolor que aquella situación les había provocado. Y sobre todo quiso darle tiempo a ella, unos segundos que se le estaban haciendo eternos, pero que fueron olvidados en cuanto encadenó su mirada con la de Sakura. Ella estaba temblando, podía verlo a pesar de la distancia que los separaba. Sus ojos eran dos brasas ardientes, y en ellos un pozo de desesperación se abría paso hacia un abismo que Sasuke estaba más que dispuesto a explorar, porque no había vuelta atrás.
—Ven aquí, pelirosa —dijo Sasuke cuando Kakashi tomó de nuevo a su esposa entre sus brazos.
El tono de voz bajo, grave, casi susurrado de Sasuke al dirigirse a ella, hizo que Sakura se estremeciera. La petición, que fue como una súplica, un ruego, la calidez en la voz y en los ojos de Sasuke, una que solo había visto aquella tarde en la cabaña cuando le dijo que estaba loco por ella, la estremeció por dentro, apretando el nudo en su garganta, que amenazaba con ahogarla si no acortaba la distancia entre ellos y le tocaba. Había sido testigo con un dolor sordo en el pecho de cómo todos se habían acercado a Sasuke y lo habían abrazado o tocado para cerciorarse de que estaba bien, envidiando la cercanía que todos compartían con Sasuke mientras ella ni siquiera se atrevía a pensar en abrazarlo, aunque lo necesitara más que el aire que respiraba.
Ni siquiera había sido consciente de decir que Sasuke era suyo cuando había amenazado a Amaashi diciéndole que quitara sus manos de encima a Uchiha, hasta que después vio el brillo, el deseo y la satisfacción en los ojos de él con una intensidad enloquecedora. Y ahora le pedía que fuese hasta él.
Sakura dio un pequeño paso al frente, inseguro, dubitativo, pero cuando la oscura mirada de Sasuke se clavó en sus ojos y abrió uno de sus brazos, suplicando también con sus ojos lo que antes Sakura había oído en sus palabras, acortó la distancia entre los dos corriendo, arrojándose contra él y rodeándolo con sus brazos, sintiendo cómo el hombre al que amaba la apretaba contra él como si quisiese meterla bajo su piel.
La respiración errática de Sakura y su corazón, que parecía a punto de estallar, latiendo a una velocidad imposible de cuantificar, se calmó un poco cuando sintió los labios de Sasuke y su rostro buscando refugio en su cuello, entre su pelo, como si necesitara empaparse del aroma de su pelirosa para seguir viviendo.
Sakura ni siquiera fue consciente del momento en que todos salieron de la habitación, retirando incluso el cuerpo inerte y sin vida de Amaashi, dejándolos completamente solos.
Cuando Sasuke la instó a separarse un poco de él para poder mirarla, Sakura no lo dudó, no iba a esconder sus sentimientos de él nunca más. Había estado a punto de perderlo y el solo hecho de pensar que algo le hubiese ocurrido la mataba por dentro.
Una lágrima traicionera surcó la mejilla de la pelirosa y Sasuke frunció el ceño al verla. La atajó, borrándola suavemente con su pulgar acariciando la mejilla de Sakura como si fuese lo más preciado y delicado de este mundo. La mirada de Sasuke, intensa, llena de ternura, deseo, orgullo... ¡Dios! ¿Cómo pudo llegar a pensar Sakura que Sasuke era gélido como el invierno? Esa mirada la estaba haciendo temblar, sedienta por beberse cada uno de sus gestos, cada una de las emociones que veía en esos ojos negros y que iban dirigidas a ella.
—Lo que antes has dicho... —comenzó Sasuke, callando cuando la mano de Sakura se posó sobre su boca para detenerlo. La pelirosa vio la sombra de la duda en los ojos de Sasuke y el oscuro abismo rondando sus hermosos orbes negros cuando ella interrumpió sus palabras, como si él creyese que con ese gesto lo que intentaba Sakura era rehuir de nuevo sus sentimientos. Eso le hizo doler el alma. Jamás había conocido a nadie como él.
Sakura retiró su mano lentamente de los labios de Sasuke y la bajó hasta la garganta, rozándole la piel con delicadeza hasta llegar donde el puñal de Amaashi había hecho un pequeño corte. La sangre había dejado de manar, pero el recorrido de la misma hasta perderse por el centro de su pecho aún perduraba, secándose.
—¿La vida a tu lado es siempre así, llena de imprevistos y peligros? —preguntó Sakura con una sonrisa traviesa en los labios que hizo que los ojos de Uchiha brillaran cautos, sin comprender bien a qué venía esa pregunta.
—No puedo asegurar lo contrario —contestó Sasuke, sin dejar de acariciar con su mano derecha la mejilla de Sakura, como si necesitara su contacto por encima de todo.
Sakura soltó el aire lentamente, como si estuviese tomando una decisión difícil.
—Entonces no me dejas alternativa —contestó esta seriamente—. No tendré más remedio que casarme contigo. No puedo permitir que te enfrentes tú solo a todos esos peligros. Es bastante evidente, como bien he demostrado antes al salvarte la vida, que me necesitas a tu lado.
Sasuke miró a Sakura como si fuera lo único que existiera en este mundo, ofreciéndoselo todo a través de sus ojos.
—Me salvaste la vida mucho antes, pelirosa, justo el día en el que te conocí —dijo Uchiha uniendo su frente a la de ella y cerrando los ojos, como si le estuviese constando la vida misma mantener el control. Sakura se sintió embargada por una emoción que escapaba a todo lo que hubiese podido imaginar alguna vez.
—Entonces espero que no tengas ninguna objeción a lo que he dicho antes, porque tú, Sasuke Uchiha, eres mío, tanto como yo soy tuya —continuó Sakura con la voz entrecortada—. Si sangras, yo sangro; si sufres, yo sufro; y si tú mueres, yo no puedo vivir sin ti.
La pelirosa apenas pudo terminar de pronunciar la última palabra cuando los labios de Sasuke capturaron los suyos, con devoción, con intensidad, con ternura y con una pasión que los desbordó a los dos hasta dejarlos sin aliento.
—Sakura Uchiha... —dijo Sasuke cuando tuvieron que separar sus labios para poder respirar de nuevo—. ¿Casarnos? Es la mejor idea que has tenido jamás.
La sonrisa de Sakura iluminó la habitación y calentó el corazón de Sasuke Uchiha.
