CAPITULO 36

Un mes y medio después...

Tierras de los Uchiha.

Aquello no podía estar ocurriendo...

Si alguien se lo hubiese contado no se lo habría creído.

Aquel era el día de su boda. Su abuela Kurumi había hecho el viaje hasta allí y sus hermanos también estaban presentes, incluido Hashirama, que había dejado a su mano derecha a cargo del clan mientras ellos estaban ausentes.

El coro de mujeres que en ese instante rodeaban al padre Rashii exigiendo su cabeza era considerable: su abuela Kurumi, Hotaru y su hermana Yūgao, Kurenai, Karin, Shizune y su hermana Natsuhi, Temari e Tenten. Incluso Uruchi, la mujer de avanzada edad que llevaba el manejo del castillo del clan Uchiha con mano férrea y que quería a Sasuke y a Itachi como si fueran sus propios hijos. Y por supuesto ella misma, que en ese instante pensaba seriamente en insertarle una flecha al sacerdote en donde más le doliese a ver si así le hacía entrar en razón.

—No puedo casarla si tengo dudas de que sea eso lo que realmente desea —dijo el padre Rashii mirando a la pelirosa con cara de pena—. Está claro que esta muchacha no sabe qué está haciendo. Es imposible que quiera casarse con Sasuke Uchiha a no ser que esté loca o alguien la esté amenazando. Tengo que cerciorarme de que sabe lo que hace.

Kurumi Senju miró al sacerdote como si el fuego inundara sus ojos.

—Mi nieta sabe perfectamente lo que hace y no le permito que hable de esa forma de mi futuro nieto. Sasuke Uchiha es un hombre de honor, un hombre que cualquier familia estaría encantada de tener entre sus miembros. No puedo pedir un hombre mejor para mi nieta.

El padre Rashii miró a Kurumi como si de repente a esta le hubiesen salido tres cabezas y hubiese perdido la razón.

A unos metros de ellos, Sasuke se apoyaba en la pared de piedra con una expresión divertida en los ojos. Él podría terminar con aquella discusión al instante, pero Sakura le pidió con los ojos que no intercediera y Uchiha le daría a su pelirosa lo que esta le pidiese.

—No me dejaste matarlo en mi boda, ¿me dejarías hacerlo ahora? —preguntó Naruto señalando al padre Rashii y mirando a Sasuke con una ceja alzada.

—No puede matarlo, si no, ¿quién los casaría? —respondió Yamato cruzando los brazos a la altura del pecho mirando a Naruto como si este hubiese dicho la mayor estupidez del mundo.

—Puedo traer al padre Baiu y así casarte mañana —apostilló Kakashi con una mueca burlona.

—Es la boda más rara a la que he asistido —dijo Utakata mientras Hayate soltaba una pequeña carcajada.

—Quizá sí nos haga falta que traigas al padre Baiu —dijo Itachi mirando a Kakashi—. Rashii piensa que mi hermano es el demonio. No creo que entre en razón pronto.

—¿Cómo puedes permitir esto? —preguntó Hashirama a Sasuke con el ceño fruncido, mientras su hermano Tetsu miraba divertido la escena que se mostraba ante él.

Neji estaba inusualmente callado, pero Tobirama soltó una carcajada.

—No sé cómo puedes estar tan tranquilo —señaló Suigetsu.

—Hoy no te casas —apostilló Yamato.

—Está tranquilo porque sabe que tiene a los guerreros más fieros rodeando al enemigo —soltó Asuma mirando a su esposa con una ternura impropia de él.

—¿Qué guerreros ? —preguntó Hashirama desconcertado mirando a todos los lados.

Utakata, Hayate, Asuma, Suigetsu, Kakashi e Yamato sonrieron ampliamente.

—Se refiere a todas ellas —aclaró Tobirama a su hermano mayor, señalando a las mujeres que en ese instante rodeaban al padre Rashii.

Hashirama miró a Sasuke pensando que estaba loco si realmente creía eso. Uchiha desvió sus ojos hasta el mayor de los Senju.

—Pondría mi vida en las manos de cualquiera de ellas sin dudar —dijo Sasuke seriamente—. No podría pensar en nadie mejor para luchar a mi lado.

Hashirama se quedó mudo ante las palabras de Sasuke y la intensidad con las que las dijo.

Los ojos de los esposos de todas aquellas magníficas mujeres brillaron llenos de orgullo.

—No van a conseguirlo —dijo Hashirama, que no quería dar su brazo a torcer.

—Sin duda lo harán —dijo Kakashi con convicción.

Todos se callaron cuando el grito de Sakura resonó en la estancia.

—¡Silencio! —exclamó la pelirosa dando un paso al frente sin dejar de mirar a los ojos del padre Rashii, que mucho más alto que ella, tuvo que bajar la cabeza un poco para seguir manteniendo los suyos clavados en los de Sakura Senju.

—Padre Rashii, es usted el sacerdote que vela por el alma de todos los Uchiha, y como tal me gustaría llevarme bien con usted, pero amo a Sasuke Uchiha y voy a casarme con él hoy. No soy conocida por mi paciencia y tengo un genio bastante acusado que no me gustaría enseñarle, pero que no dudaré en mostrarle si no me da alternativa. Y créame cuando le digo que no quiere verlo.

—¿Me estas amenazando, muchacha? —preguntó el padre Rashii con aire desafiante.

Sakura sonrió de medio lado y eso desarmó al sacerdote.

—No es una amenaza, padre, es una promesa. O me casa con Sasuke ahora o le clavo una de mis flechas en cierto lugar de su cuerpo, que hará que desee estar en el infierno.

Todas las mujeres asintieron colocándose tras Sakura.

El padre Rashii pareció debatirse durante horas sin dejar de mirar a Sakura a los ojos sin pestañear. La pelirosa mantuvo su postura incrementando la intensidad de su mirada, mostrándole al sacerdote que iba en serio.

De repente una sonora carcajada retumbó entre las cuatro paredes, salida bruscamente de la garganta del padre Rashii.

—Me has convencido, muchacha. Sin duda eres la esposa perfecta para Sasuke Uchiha.

.

.

.

La celebración por la boda se alargó hasta altas horas de la madrugada.

Sasuke y Sakura aguantaron hasta el final disfrutando de la compañía de todos los que habían ido hasta allí para compartir con ellos ese momento.

Durante los festejos hablaron con Hotaru y Utakata del pequeño Mat, que era el orgullo de su padre y al parecer seguía los pasos de su madre: demasiado revoltoso y adorable como para que sus padres pudiesen o deseasen detenerlo. Compartieron un rato con Asuma y Kurenai, que había dado a luz solo cinco semanas antes, y con el precioso hijo de ambos, Hiruzen, al que habían llamado así en honor a su abuelo paterno, que no se cansaba de decir a todo el que quería escucharlo que sus nietos serían los mejores highlanders que aquellas tierras hubieran visto jamás. Aunque según les contaron Hayate y Yūgao, al viejo Sarutobi le brillaban los ojos de manera especial cuando hablaba de su preciosa nieta.

Los recién casados también tuvieron un rato para hablar con Suigetsu e Karin, los cuales les anunciaron que iban a ser padres en unos meses. A Sasuke no le pasó desapercibida la mirada que cruzaron Shizune e Yamato y que hizo que Uchiha mirara divertido al maduro Hatake.

Kurumi se sentó junto a ellos en la mesa durante la cena, y aunque se excusó de los festejos pronto, la felicidad que había estado presente en su rostro durante todo el día, mostraba claramente la emoción que le había provocado aquella unión. Sasuke le dijo a la abuela de Sakura que sería un honor que viviera con ellos, pero Kurumi declinó el ofrecimiento confesándole a Sasuke que no quería dejar a sus nietos solos ya que sabía que estos la necesitaban, pero prometiéndole que iría visitarlos todo lo que su estado de salud le permitiera.

A mitad de los festejos, cuando Sakura bailaba con su hermano Neji, Temari se acercó junto a su esposo a Sasuke, y lo abrazó con efusividad, expresándole lo contenta que estaba porque su primo y una de sus mejores amigas fueran ahora marido y mujer. La expresión de Naruto, casi cómica cuando Temari le dijo a Uchiha que ahora los vería más a menudo dado que Sakura estaría cerca de ellos, hizo que ambos primos sonrieran a la vez ante la palidez que adquirió el rostro de Namikaze, sin duda al comprender que a partir de ese momento tendría que soportar la compañía de Sasuke con más asiduidad.

Natsuhi fue la más comedida exteriormente al felicitarlos, pero con sus ojos lo expresó todo. Sasuke aprovechó un momento en que su esposa estaba hablando con el Laird Katō para decirle a la pelimorado que los fantasmas debían enterrarse por el bien de uno y que jamás frenase su mente inquieta. La sonrisa cómplice de Natsuhi dirigida a Sasuke, aun cuando esta no llegó a sus ojos, fue conmovedora.

Kakashi y Hanare fueron los más expresivos a la hora de demostrar su alegría y su cariño hacia la nueva pareja, y estando las tierras de ambos clanes tan cerca, Hanare los amenazó con enfadarse seriamente si no iban a visitarlos a menudo.

Sin embargo, para Sasuke, el momento más emotivo fue cuando Itachi, después de abrazar a Sakura, se acercó a él y lo abrazó con fuerza diciéndole al oído que por fin la vida había sido justa y que lo había recompensado con la felicidad que merecía. Sasuke bromeó con su hermano respondiéndole que la vida seguía siendo injusta, ya que tenía que seguir soportándolo a él. Los dos hermanos rieron, y la emoción dejó paso a las bromas y la complicidad.

Casi al final de la noche, Asuma y Kakashi se acercaron a hablar con Sasuke para preguntarle en qué situación se encontraba la relación de Sasuke con el Laird Amaashi tras lo acontecido en tierras Hatake con Samidare Amaashi. Uchiha les dijo que tras hablar con el jefe del clan, este le confesó que había sabido siempre del rencor y la amargura del guerrero hacia los Uchiha, pero que jamás pensó que Samidare fuera capaz de hacer lo que hizo en tierras Hatake. También le contó a Sasuke que sospechaba que Samidare hubiese sido manipulado por el Laird Kazahana, ya que este último se había puesto en contacto con Samidare en los últimos meses y que el joven había ido a verlo, volviendo de su encuentro cambiado. A Sasuke no le extrañó que eso hubiese sido posible, dada la naturaleza vil de Kazahana. El hecho de que este hubiera muerto ahogado con su propia sangre postrado en su cama dos semanas atrás había sido una muerte demasiado benévola para él.

Sasuke siguió junto a Sakura hasta que la celebración llegó a su fin, reacio a separarse de ella ahora que por fin era su esposa. Cuando un rato después ambos llegaron a la habitación, Uchiha se encontró sin poder apartar los ojos de ella, que en ese instante se quitaba el vestido, doblándolo después con cuidado para dejarlo encima del arcón, el mismo en el que guardaba parte de las prendas que había traído consigo desde su antiguo hogar.

Contemplándola, Sasuke se sentía el hombre más afortunado del mundo, y ese sentimiento, que lo había esquivado durante toda su vida, lo sentía ahora correr con libertad a través de cada fibra de su ser, desde que escuchó a su pelirosa decir al padre Rashii y a todos los que estaban presentes, que lo amaba y que nada ni nadie podría impedir que se casara con él.

Sakura, como si hubiese sentido la intensidad de su mirada sobre ella, dejó lo que estaba haciendo y se giró hacia él, frunciendo un poco el ceño al ver la expresión de Sasuke.

—Lo siento, pero ya no puedes arrepentirte. Vas a tener que aguantarme por mucho tiempo —dijo la pelirosa con un mohín encantador.

El brillo intenso que iluminó los ojos de Sasuke calentó el pecho de Sakura, que se había preocupado por un momento al ver la maraña de emociones que habían desbordado los ojos de su esposo. ¡Dios, cuánto lo amaba!

Ataviada solo con una camisola blanca, fina y larga, Sakura puso los brazos en jarra.

Sasuke se acercó a ella con paso lento sin dejar de mirarla, sin apartar sus ojos de los de su esposa, que pareció estremecerse bajo su escrutinio.

—¿Por cuánto tiempo? —preguntó Sasuke con voz grave, casi ronca.

Sakura le miró desafiante.

—¿Treinta años? —dijo achicando un poco los ojos.

Sasuke negó con la cabeza como si estuviese decepcionado, y Sakura tuvo que morderse el labio para no reír.

—Veinte —dijo Sakura con firmeza, dando a entender que no se conformaría con menos.

Uchiha acortó aún más la distancia entre los dos hasta quedar frente a su esposa, negando con la cabeza nuevamente.

Sakura arqueó una ceja y frunció el ceño. Sin embargo, las palabras de Sasuke la fundieron por dentro.

—La eternidad. No voy a conformarme con menos —susurró Sasuke posando una de sus manos en la mejilla de su pelirosa.

Sakura tembló por su contacto, ese que hacía que su cuerpo vibrara con el roce de su piel. Sintió que las palabras de Sasuke se grababan a fuego en su corazón, uno que jamás pensó llegaría a amar de aquella manera. Entregándose por completo, sin control, sin fin, sin condiciones, sin límites.

Completamente emocionada, giró la cara para poder besar la palma de la mano que su esposo mantenía en su mejilla acariciándole la piel, sintiendo temblar los dedos de Sasuke bajo sus labios, deleitándose con lo que parecía provocar su solo contacto en Uchiha. En un movimiento rápido, tanto que Sakura apenas fue consciente de él, Sasuke la tomó en brazos y capturó sus labios en un beso apasionado, urgente y necesitado.

Sakura enredó sus piernas alrededor de la cintura de su esposo y enredó sus dedos en el cabello de Sasuke, respondiendo a ese beso abrasador con desesperación.

Antes de darse cuenta, ambos cayeron sobre la cama, donde Sasuke se incorporó lo suficiente para desnudarse lentamente ante la atenta mirada de Sakura, que sintió que el calor inundaba cada rincón de su cuerpo a cada porción de piel que su esposo dejaba al descubierto. Su cuerpo, fuerte y fibroso, la dejó sin habla hasta que el feileadh mor de Sasuke cayó al suelo. Entonces sí, entonces la pelirosa no pudo apartar sus ojos de cierta parte de la anatomía de su esposo que, orgullosa, se erguía dura ante ella.

La sonrisa que se extendió por los labios de Sakura antes de desviar su mirada hasta los ojos de Sasuke casi hizo perder el control a Uchiha.

—Vas a ser mi perdición —dijo Sasuke en voz baja retirando a la vez, con extrema delicadeza la camisola de Sakura, sacándosela por la cabeza y tirándola al suelo.

Sakura tragó saliva cuando Sasuke se inclinó lentamente sobre ella, y dejó de respirar cuando sintió el cálido aliento de Uchiha cerca de su piel, sobre su cuello, arrancándole un pequeño gemido de placer, haciéndola arder cuando sus labios tocaron por fin su piel, besando su clavícula, deteniéndose en cada línea de su cuerpo y adorando cada rincón de la pelirosa con devoción.

Sakura creyó morir cuando la lengua de Sasuke, descendiendo en su camino hasta llegar a su cadera, bajó aún más hasta cubrir el mismo centro de su feminidad, anclándola a él al tomarla por los muslos para saborearla a placer. Sakura soltó un grito y se aferró a las blancas sábanas arqueando la espalda cuando la lengua de Uchiha inició un baile sin fin que la llevó a blasfemar en voz alta, a gemir sin control y destrozar su voluntad, hasta que por fin sintió todo su cuerpo fracturarse en mil pedazos una y otra vez, en oleadas de un éxtasis demoledor.

Después de eso no creyó que pudiera moverse. Su cuerpo estaba laxo y entregado a lo que Sasuke quisiese hacer con él. Por Dios, si eso había sido solo una de las cosas que podía ocurrir entre ambos, no quería pensar en cómo sería el resto. No sobreviviría.

Sakura no quiso abrir los ojos cuando sintió de nuevo el camino ascendente de los besos de Sasuke sobre su cuerpo. Cerca de su ombligo, bajo su pecho, enroscando su lengua en su pezón... Y la pelirosa comenzó a sentir de nuevo que podría fundirse bajo las manos de Uchiha las cuales parecían tejer un hechizo sobre ella.

Cuando sintió el cuerpo de Sasuke completamente encima del suyo, encajado entre sus piernas, Sakura abrió los ojos, y la profunda calidez y ternura que vio en los orbes negros de Uchiha la embriagaron hasta el alma. Levantando la mano, la enredó en el pelo de Sasuke, y la sonrisa que él le dedicó le derritió el corazón y sacó su lado más travieso, ese que Uchiha decía que no deseaba que nadie doblegase.

Sasuke vio el brillo en los ojos de Sakura antes de que esta le empujara para ponerlo de espaldas y ella quedar encima de él, sentada a horcajadas sobre su cadera. Uchiha se dejó hacer y cuando la pelirosa, con una mirada que le robó el aliento, se inclinó hacia delante, tomó las manos de Sasuke y las colocó por encima de la cabeza de este, sujetándolas con una de las suyas, Uchiha tuvo que reprimir una carcajada. Aquello fue lo que él le hizo en la cabaña.

—Si no recuerdo mal, Laird Uchiha, esto era algo así, ¿no? —preguntó Sakura con un punto canalla que hizo gruñir a Sasuke—. Ni se te ocurra moverte —lo amenazó la pelirosa, bajando sus labios hasta el pecho musculoso de Sasuke, mientras que con la mano que tenía libre rozaba el costado y el estómago duro como una piedra de su esposo. Sakura sintió contraerse los músculos de Uchiha bajo sus dedos.

—Dios... Sakura, detente —dijo Uchiha entre dientes, y la pelirosa levantó la vista para mirar a Sasuke que, tenso, parecía estar a punto de perder el control.

—¿Y si no lo hago? —preguntó con voz traviesa, bajando su mano unos centímetros y tomando el miembro de Sasuke entre sus dedos.

Los ojos de Sasuke adquirieron un brillo peligroso antes de bajar una de sus manos, deshaciéndose del agarre de Sakura, y ponerla encima de la de su esposa, deteniéndola.

—Tendrás que atenerte a las consecuencias —contestó Sasuke tirando juguetonamente de ella para que cayera encima de él y así poder besarla a conciencia. Sakura pasó los brazos sobre sus hombros y se pegó a él mientras se exploraban el uno al otro, tragándose sus gemidos, a sorbos pequeños, hasta que Sasuke separó sus labios de los de ella y la miró a los ojos al borde del abismo.

Sakura seguía a horcajadas sentada encima de él y la fricción entre ambos cuerpos los estaba volviendo locos a los dos. Sasuke levantó con las manos las caderas de Sakura y se posicionó en su entrada, haciendo que su esposa descendiera muy poco a poco.

—Tú mandas, pelirosa —le dijo Uchiha con una ternura infinita, dejando que Sakura, a partir de ahí, controlara la penetración para que no fuese doloroso.

Sasuke no dejó de tocar su cuerpo, acariciando cada centímetro de su piel, mientras Sakura, anclando su mirada en la de Uchiha, siguió descendiendo hasta albergarlo completamente dentro de ella. Sakura se sentía tan llena que gimió al final, quedándose quieta durante unos instantes, acostumbrándose a esa nueva sensación.

Cuando Sasuke la tomó por la cadera e hizo un pequeño movimiento con su pelvis, Sakura sintió un remolino de placer deslizarse por su vientre. Moviéndose al principio despacio, con los ojos de cada uno perdidos en los del otro, Sakura incrementó el ritmo de ese baile tan antiguo como la vida misma, hasta que los gemidos de ambos fue el único sonido que inundó la habitación, hasta que Sakura volvió a sentir que su cuerpo se fracturaba y que el placer le robaba hasta la consciencia. El gruñido salvaje que escuchó salir de la garganta de Sasuke solo unos segundos después, antes de que ella cayera entre sus brazos laxa, agotada, saciada y embargada por la emoción, fue lo último que recordó antes de quedarse dormida.

Sasuke la pegó a su cuerpo, entre sus brazos, y rozó su mejilla, quitando con cuidado los mechones de pelo que caían sobre su cuello, incapaz de apartar los ojos de ella, de su esposa, del amor de su vida, del fuego que consiguió vencer y desterrar por siempre el invierno de su maltrecho corazón.